Sábado Santo: El tema no es morir, sino dar vida a la muerte
Del blog de Xabier Pikaza:
Bajó a los Infiernos, ascendió a la Iglesia
El jueves era el amor, el viernes la muerte, el Sábado es el silencio creador que viene tras la muerte. La novedad del hombre no es morir, también los animales mueren, sino el morir por asesinato. La novedad no es morir, sino morir para encender la llama de la vida quedando en la memoria viva de los hombres y así resucitando, más allá del túnel, más allá del puro dolmen de piedra (imagen 1 y 2).
Este Sábado,día de luto oficial de la Iglesia, día sin liturgia, día que parece contrario al Dios de la creación, que culminó en un sábado su obra (cf. Gen 2, 1-4) está lleno de Dios transformador, que está vivo en la terapia del llanto. Como dice el credo más antiguo de la Iglesia, Jesús bajó a los infiernos del odio y del fracaso… Pero sus amigos entendieron, hicieron luto y creyeron, esperando la resurrección.
Una tradición, que viene de de antiguo, dice que Jesús resucitó al tercer día…, esto es, el día en que la muerte queda ya fijada para siempre. Pues bien, esos tres días (tarde del viernes, sábado entero, madrugada del domingo), que en realidad no fueron más que un día largo de luto y de muerte, de bajada al infierno, son el tiempo de luto y nacimiento de la Iglesia.
Esta es la tarea del sábado del Cristo Muerto, todo el Sábado judío, la eternidad de Dios, para el nacimiento de la Iglesia. Desde ese fondo surge la reflexión que sigue.
Principio. Testigo de Dios en la muerte
Fue ajusticiado por rebelde y su condena (fuera o no legal en perspectiva moderna), responde a la justicia de los romanos, que le acusaron y condenaron por “rey de los judíos”. No se puede probar que esa condena fuera una arbitrariedad o capricho de un mal gobernador, sino exigencia de la política romana.
Jesús fue condenado a muerte por un tribunal militar [2].Roma era un poder “tolerante”, pero debía mantener “su” paz amenazada, de un modo especial en Jerusalén, en aquellos días peligrosos de pascua (cf. Mc 14, 2). La posible inocencia de Jesús resultaba secundaria, frente al orden del imperio que había pactado con los sacerdotes judíos.
Frente a un Dios Orden, que defiende el sistema imperial, había elevado Jesús la visión y programa del Dios Libertad (del Éxodo y los profetas). No quería un simple cambio en el sistema, para mejorar el poder, sino la transformación del poder o, quizá mejor, su negación, para que así se revelara la gracia de Dios y de su Reino en la vida de los hombres.
Profundización. Conflicto con el Dios del templo
Murió a un tiro de piedra del Templo, que había sido construido para que los justos no murieran. Pero murió precisamente porque el templo antiguo avalaba y necesitaba su muerte para mantener su poder sagrado. Por mantener su mensaje a favor de los pequeños y expulsados (sin imperio ni templo), fue condenado, de manera que su muerte no fue casualidad, sino resultado de la lógica propia de los imperios y templos [3].
–Sus adversarios creían mucho en Dios, pero en línea de ley, de imperio y de templo de un Dios que define y distingue a los hombre entre buenos (elegidos) y malos (culpables). Ellos eran los buenos, Jesús el malo; por eso le mataron.
–En nombre del Dios de las víctimas del mundo, Jesús había invitado al Reino a los proscritos y manchados según ley, declarando inútil (esto es, superado) el orden sacrificial/legal del templo.
No fue una disputa sobre leyes especiales (como las de Hillel y Shammai), sobre ritos y calendarios (como en el caso de los esenios), dentro del conjunto “legal” del judaísmo eterno.
– Al convocar para el Reino a los excluidos, impuros y pecadores, Jesús se enfrentó con un tipo de justos y puros(cf. Mc 2, 17; Lc 15, 4-10; Mt 7, 36-47), que defendían su ley, para así mostrarse dignos de la elección de Dios; Jesús en cambio ofrecía solidaridad mesiánica y promesa de reino, a los expulsados de la alianza. Otros reforzaban la buena ley, separándose de los impuros; pero Jesús la extendió a los de fuera (enfermos, hambrientos), enfrentándose a los justos (superando así un tipo de ley nacional o imperial, judía o romana).
– Jesús supera así un de orden imperial, de ley militar y de templo, no por simple rechazo, sino subiendo de nivel en el camino de la revelación de Dios y de la transformación humana (buscando una fidelidad más honda a los principios del amor abierto, cercano, universal…. De esa forma, él defiende con su vida y obra una experiencia radicalmente judía, pero la universaliza, de forma mesiánica, abriéndola a los pobres y excluidos (judíos o no judíos) [4 y 5].(
Algunos dijeron que Jesús murió llamando a Elías, para que se vengara de sus enemigos.Pero no llamó a Elías, sino a Dios… al Dios que tras haberle enviado como mensajero de su Reino parecía abandonarle [6].
– El evangelio (anuncio mesiánico) era apuesta por la vida en contra de la muerte, un manifiesto de gratuidad contra el talión y la violencia (que es el Dios de Caín: Gen 4), una declaración a favor del Dios del Cantar de los Cantares y del Siervo de Yahvé, en la línea de la teología más universal y generosa del AT.
– Desde ese fondo ha de entenderse el grito de Jesús llamando a Dios, diciéndole por un lado ¿por qué me has abandonado? y sabiendo, por otro, que Dios estaba presente en su abandono. Su muerte fue un grito al Dios escondido en el velo de la muerte, al Dios de las ovejas perdidas, de todos los expulsados y sacrificados en el altar de los grandes imperios y templos [7].
Él se lo había buscado; debía saber que le matarían… pues lo había buscado.
Murió por haber cometido con su vida un delito de muerte contra la autoridad establecida, al buscar ante todo la curación y libertad de los enfermos, excluidos y posesos. Éste fue su gran pecado: Él no se opuso a un tipo de ley particular (como en las disputas entre diversos grupos de rabinos, recogidas en la Misná, entre el II‒III d.C.), sino a la “ley total del pueblo”, esto es, a su propia identidad, tal como la interpretaban en conjunto los rabinos.
Jesús debía saber a qué se exponía a quedar sin memoria ni futuro al oponerse a unos escribas de ley que le acusaban por ser como era, por acompañar y ayudar a los expulsados del sistema social y religioso. Jesús había optado por aquellos que no tienen derecho a la vida, enfermos, impuros y posesos, queriendo constituir (=crear) a partir de ellos el nuevo pueblo de Dios, y para que no pudiera existir ee pueblo le mataron [8].
Jesús debía saber que su proyecto de Reino resultaba peligroso pues, con la excusa ideal de crear una comunidad para el Reino de Dios, él parecía romper la unidad real del judaísmo en Galilea. Había otros grupos de judíos (esenios, saduceos, incluso celotas…), pero todos buscaban, cada uno a su manera, el establecimiento de la comunidad nacional, centrada en el templo. Jesús, en cambio, parecía buscar un judaísmo opuesto a los intereses de la unidad nacional centrada en la ley y el templo. Evidentemente, era un hombre incómodo y provocador para el establecido del mejor imperio (Roma) del mejor templo (Jerusalén)
No era un hombre cómodo (Mt 12, 18-21; Mt 23).
Como acabo de decir, otros grupos “judíos” se disputaban un tipo de poder sagrado dentro de un campo social y religioso (legal) establecido, apareciendo como pequeñas variantes dentro de un contexto social establecido. Jesús, en cambio, sube de nivel y su “denuncia” no se sitúa ya ante un simple cambio de detalle, sino que abre una alternativa radical en un mundo de imperios y templos [9].
En un sentido, Jesús fue un hombre cercano, amigo de publicanos y prostitutas, sanador de enfermos, liberador de endemoniados… Pero, al mismo tiempo, por hacer lo que hacía y anunciar lo que anunciaba, tuvo que ser un profeta duro, enviado por Dios para anunciar el Reino y denunciar los pecados de su pueblo, con un tipo de acusación retórica intensa, que implicaba en el fondo la superación (destrucción) de un tipo de sistema religioso establecido.
No fue un místico de la intimidad y de la superación del deseo como Buda, ni un sabio pedagogo, ocupado de las verdades eternas, como Sócrates. Fue profeta de amor a los excluidos, y precisamente porque les amaba debió enfrentarse con los que promovían un tipo de Ley que en el fondo mantenía sometidos o excluidos a un tipo de enfermos, pobres e impuros. Ésta fue su paradoja: (a) Por un lado, él aparece como “manso” (acoge a todos los pecadores‒enfermos). (b) Por otro lado, él proclama su condena contra los defensores de un sistema de poder religioso, por encima de marginados y pobres.
Amor que significa una amenaza
Jesús abrió un camino de amor y esperanza de Reino, como indica certeramente F. Josefo, al decir que “aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo tras su muerte” (cf. Ant 18, 64). Pero otros se sintieron amenazadas por él (como el mismo Pablo), dispuestos a perseguirle (a impedir que siguiera extendiendo su proyecto) [11].
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