Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01 Lepras en la vida.
Lepros en griego significa: escamoso, aquello que se “despelleja”, que se “cae” de la piel…
La lepra -estas dolencias de la piel y otras muchas- eran y son enfermedades que causan una cierta repugnancia. Esta es la razón por la que a estos enfermos se les excluía de la convivencia: familia y pueblo. Es el caso de Job:
Satán salió de la presencia de Yahveh, e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. Job tomó una tejoleta para rascarse, y fue a sentarse entre la basura (fuera de la ciudad). (Jb 2,7-8)
Los leprosos son “basura”: ¡impuro, impuro! y los marginamos.
En los evangelios, leprosos son enfermos que quedan marginados: el leproso vivirá sólo y tendrá su morada fuera del campamento, lejos de la convivencia…(Lev 13).
En tiempos de Jesús, y ahora, hay muchos leprosos, muchos marginados. Todos los sistemas de poder producen marginados:
- El poder económico televisa el hambre y el paro y le llama libertad de expresión.
- Un sistema económico basado en valores exclusivos de producción y consumo crea marginación: quien no produce y no puede consumir, es colocado al margen de los bienes de la sociedad.
- Los poderes políticos expulsan al que no es de su ideología, lo relegan y maldicen antes con antes.
- Marginaciones raciales: las pateras son simplemente pequeños cruceros clandestinos.
- Hay algún obispo de corte lefebvriano que sostiene que lo de Auschwitz no fue un holocausto (shoa), sino una granja en la que los granjeros vestían “pijama de rayas”.
- Hay marginaciones eclesiásticas. Las tradiciones eclesiales nos despreciamos unas a otras.
Quien tiene poder en la Iglesia margina otras líneas y corrientes. Lo hemos vivido y lo estamos viviendo en algunas diócesis españolas en estos últimos 30 / 40 años. Hay obispos que marginan y ningunean a sacerdotes y laicos por el delito de no ser del pensamiento de quien ostenta la mitra.
La mujer claramente está marginada en la iglesia, a pesar de Jesús que tenían discípulas y a pesar de los esfuerzos del papa Francisco que trata de integrar a la mujer en la vida eclesial.
- Es cierto que hemos de guardar las medidas higiénicas y sanitarias en esta pandemia. Pero los que están en las UCI, ¿no están también marginados?
También tenemos nuestras propias “lepras”, diablos y suciedades personales.
- Si quieres puedes limpiarme.
Aquel leproso -y tal vez también nosotros- podemos tener la sensación de que las marginaciones o nuestra propia lepra no tiene remedio en “Israel”: en el sistema eclesiástico. Según lo que se enseña en la “sinagoga” y en la iglesia, este leproso cree estar excluido del acceso al Reino de Dios.
Jesús realiza curaciones de este tipo con alguna frecuencia.
En este caso es curioso observar que el leproso no duda en acercarse a Jesús. El leproso no podía, no debía acercarse a la sociedad, ni a Jesús.
Pero se acercó. Cuando estamos enfermos, marginados, abatidos, etc. buscamos una salida, una solución.
Zaqueo se sube a un árbol, (Lc 19).
La hemorroísa toca Jesús, (Mt 9).
Magdalena le unge los pies al Señor (Mt 26).
El centurión romano reconoce que es indigno de que Jesús vaya a su casa, al menos di una Palabra y su criado quedará curado (Mt 8). Aquel hombre que tenía un hijo epiléptico (Mt 17) también se acerca a Jesús.
Un escriba que empieza a ver quién pueda ser Jesús se acerca a Él para cuál es la salida a la vida, (Mc 12).
Siempre nos acercamos a aquella persona o institución o realidad de la que esperamos una vida plena, la sanación, etc. Es importante no equivocarnos. En la vida nos podemos acercar a una ideología que nos solucione la vida, a veces buscamos “enchufes o amistades” que nos resuelvan tal papeleta, etc. Si soy amigo de tal persona obtendré un buen puesto de trabajo, un cargo, tendré brillo social.
Quizás como la hemorroísa podemos perder el dinero, el tiempo y la salud andando de la zeca a la meca buscando una persona influyente.
Aquel leproso fue un hombre valiente al acercarse a Jesús. Primero reconoció su propia necesidad. Después se saltó las barreras legales del protocolo y de la vida social: no podía acercarse a la gente normal.
La estupidez social, los prejuicios, el partido político, nos impiden acercarnos a la verdad, (la verdad es lo que dice mi ideología), nos impiden acercarnos a Cristo o a la Verdad acercarnos al pensamiento, a la filosofía, a la fe.
Aquel leproso “se pasó unos cuantos pueblos” y se acercó a Jesús.
- Jesús se conmovió, sintió lástima, tuvo misericordia.
Jesús no funciona con el Derecho canónico bajo el brazo, ni tan siquiera con el catecismo, Jesús funciona con misericordia: sintió lástima
La misericordia es la actitud de Jesús. ¡Cuántas veces aparece en los evangelios que: “Jesús se compadeció”!
Bienaventurados los que tienen misericordia, (Mt 5,7).
Jesús siente compasión de la multitud. (Mt 9,36; 14,14; 15,32).
Dejaos de tanto rito y liturgias celestiales: misericordia quiero y no sacrificios, (Mt 9,13).
Jesús se conmovió ante dos ciegos y les curó, (Mt 20,34)
Los fariseos y los canonistas andan siempre entre leyes y se les ha olvidado la ley más importante: la misericordia, la justicia y la fidelidad (Mt 23,23).
La misericordia de Dios es entrañable (Lc 1).
Jesús siente pena por aquella madre que acompaña a enterrar el cadáver de su hijo, y le devuelve a la vida. (Lc 7,13).
El padre del hijo pródigo, cuando le ve volver a casa: se conmovió. (Lc 15,23).
El buen samaritano es puesto como modelo porque tuvo misericordia. (Mc 10,33).
La misericordia es el centro, el eje de JesuCristo y del Dios de JesuCristo. Lo característico de nuestro Dios es la misericordia, la bondad, sentir compasión.
El Dios de determinadas situaciones eclesiásticas puede que sea bueno, pero no tiene por qué serlo. Lo característico de muchos momentos eclesiásticos, de algunas etapas de espiritualidad es que Dios sea justo, estricto y “no deja pasar una”.
Lo de Jesús es otro asunto. A Jesús le preocupa poco la sinagoga y el Levítico. Lo de Jesús no es la perfección teológica en la mano derecha y la excomunión preparada en la izquierda, lo de Jesús no es lo puro y lo impuro, la ley, el ayuno, el legalismo de ningún tipo.
Cuando Jesús se acerca al ser humano, primero -y únicamente- se acerca, siente bondad, misericordia, lástima. Jesús no le pide a nadie el DNI, ni la partida de bautismo, ni su condición moral, ni de dónde es, Jesús no le pregunta a nadie si va a misa o la sinagoga. Este es el centro: Jesús siente compasión y bondad.
El “gran defecto” de Jesús es ser bueno. La misericordia es una actitud espléndida, que nos hace bien a todos.
Hay personas que se acercan -o nos acercamos- a la realidad con la mentalidad de: cómo ordeno y regulo esto, cómo lo domino, vamos a ver si estos inmigrantes se integran en mi sistema, etc.
- Dos conclusiones.
Primera conclusión: Seamos conscientes de si nuestro cristianismo es de misericordia. ¿El Dios en el que creo a través de Jesús es de misericordia? Quizás la crisis ya excesivamente larga no es de fe, incluso ni de esperanza, sino de bondad.
Tiene que haber una teología (reflexión), un cierto ordenamiento de la vida, unas celebraciones dignas. Pero lo fundamental del cristianismo es la misericordia, tener experiencia de que Dios es bueno.
Cuando la ley, el derecho canónico, la milimétrica exactitud dogmática o la perfección coreográfico-litúrgica se ponen por delante o por encima o sustituyen a la misericordia, hemos falseado de raíz el cristianismo.
Segunda conclusión: ser cristiano es vivir con gozo tal bondad y misericordia del Señor.
Lo de Jesús está en Aterpe y en los comedores de los pobres, en la ayuda a los inmigrantes, y a los que duermen en los “cartones” en algún cajero automático, en los que trabajan contra el paro, en los que acompañan y consuelan a los enfermos y ancianos, en ayudar a quien está pasándolo mal, en dar limosna en la medida en que nos sea posible, en saber escuchar. etc…
En la vida pública, en la calle, la bondad se muestra cuando tratamos bien a las personas, con respeto y atención. Quizás podamos hacer poco, pero hagámoslo con dignidad, con afecto. Hacer el bien, hace bien a todos.
“Quiero: queda limpio.” La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Un viejo documento cristiano (apócrifo), el papiro Egerton, recoge allá por el siglo II una oración que pone en boca del leproso cuando se encuentra con a Jesús. Podemos terminar la palabra de hoy rezando esta oración:
Maestro Jesús, tú que andas con los leprosos y comes con ellos en su casa: yo también me he puesto leproso; si tú quieres, me volveré a poner puro.
Biblia, Espiritualidad
Acogida, Ciclo B, Dios, Evangelio, Impuros, Jesús, Tiempo Ordinario
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