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“Sexualidad pluriforme y educación inclusiva en la vida de las comunidades cristianas”, por Juan Masiá, sj

Viernes, 17 de julio de 2015
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20150516_juan_masia_4De la página web de CRISMHOM:

Puedes consultar el AUDIOVÍDEO y CONFERENCIA (pdf) de esta ponencia de Juan Masiá, teólogo, profesor de ética, escritor y sacerdote jesuita o las II Jornadas completas.

 Buenos días, con mi agradecimiento por compartir estas Jornadas. “Sexualidad pluriforme y educación inclusiva en la vida de las comunidades cristianas”. Este título provisional, que aparece en el programa, encabeza el prólogo de esta conversación con ustedes sobre sexualidad y fe cristiana. Me refiero con este titular a dos hechos que que quisiera reconocer al comienzo de esta conversación y tenerlos presentes a lo largo de mi exposición: Primero, que hoy sabemos muchísimo más de lo que hasta hace poco sabíamos sobre lo pluriforme de la sexualidad humana y la variedad y evolución de diversos modelos de familia y relaciones humanas. Lo sabemos tanto a nivel de cultura general como a nivel de formación científica. Segundo, que constatamos la insuficiente superacion de la homofobia en las comunidades creyentes y que se echa de menos en diversas comunidades cristianas una reeducación sobre sexualidad y fe, para superar los prejuicios homofóbicos y fomentar actitudes inclusivas de acogida a todas las personas sin ninguna discriminación por razones de orientación sexual e identidad de género.

 Para hablar de estas cuestiones a la luz de un criterio evangélico, he elegido un tema del evangelio según Juan, que es el encargo que hace Jesús a la comunidad de sus seguidores, a la que encomienda la misión de ir por elmundo estrechando lazos de inclusión y deshaciendo nudos de exclusión.

Trataré en la primera parte sobre este encargo de Jesús. Después, en la segunda parte, comentaré las dificultades que encuentra el intento de poner en práctica ese encargo de Jesús; me referiré concretamente a las tensiones que hay actualmente en el Sínodo de los obispos católicos entre la mentalidad tradicionalista y la mentalidad reformadora ante   situaciones en las que hay que “deshacer nudos de exclusión”, pero no acaban de aceptarse las propuestas de inclusión.

Paso, sin más preámbulos, a la primera parte. “Un encargo de Jesús: Estrechar lazos, deshacer nudos y cuestionar ataduras”. Este encargo de Jesús como lema, creo que no puede ayudar a pensar sobre la acogida de las personas en las iglesias sin ninguna discriminación.

Como acabo de decir en el prólogo, la realidad pluriforme de la sexualidad es hoy bien conocida (o debería serlo). Hoy somos mucho más conscientes de los prejuicios sociales pendientes de superación; nos interpelan  mucho más que antes las reivindicaciones de personas excluidas o discriminadas; tenemos también en varios países ordenamientos jurídicos que reconocen civilmente, por ejemplo, los enlaces conyugales igualitarios. En ese contexto, nos preocupa la acogida eclesial de todas las personas, sin discriminar ni excluir. Pero se echan de menos reformas, en  la enseñanza oficial de las iglesias y en la vida de las comunidades.

Mi percepción de esta problemática es limitada, porque no soy sociólogo, ni sexólogo, ni psicólogo, ni jurista. Me apoyo en lo aprendido en mi doble dedicación universitaria y eclesial. Por una parte, en mi dedicación universitaria, he cultivado la antropología filosófica en su vertiente hermenéutica. Dicho así, casi hay que disculparse, porque lo cierto es que suena pedante; pero dicho sencillamente, no es más que esa tarea que desempeñamos en clase de filosofía para cuidar, como hacía Sócrates, el lenguaje en el diálogo, para deshacer malentendidos y aclarar el pensamiento. Por otra parte, en mi dedicación eclesial, en el servicio ministerial como sacerdote, he trabajado en la tarea pastoral; la pastoral, entendida como el cuidado de la convivencia en la comunidad de fe, sin exclusiones ni discriminaciones. Pues bien, desde esta doble perspectiva, hermenéutica y  pastoral, me preocupa el tema de la acogida inclusiva en las iglesias. Por eso, lo primero que hice al preparar estas reflexiones fue buscar un criterio bíblico, evangélico que sirviese de guía. ¿Cómo hacer esa búsqueda? Actualmente estamos muy acostumbrados a hacer búsqueda por internet usando para la búsqueda el explorador de Google. Tiene sus ventajas ysus inconvenientes. Vean lo que ocurrió en un curso para estudiantes de primer año de teología. Se les propuso como tarea buscar un texto bíblico emblemático para hablar sobre sexualidad, fe, exclusión o inclusión. Un alumno tecleó en su ordenador las palabras “Nuevo Testamento”, “orientación sexual”, “homofobia”, “inclusión”. Automáticamente apareció en pantalla la respuesta: “No se encuentra ningún item que responda a esta búsqueda. El alumno sacó precipitadamente la conclusión de que no se podía apoyar en ningún texto bíblico para hablar de este tema. Otro alumno tecleó en su ordenador las palabras “impureza” y “contra naturaleza” …. y, claro, Google le dio ibmediatamente la cita de Romanos 1, 26 y la referencia a todo ese capítulo primero de la Carta a los Romanos. También encontró enseguida la cita de Corintios 6, 9 donde aparece en algunas traducciones la palabra “afeminados” y “homosexuales” (y en una nota de pie de página avisa que otros exegetas critican esa traducción). El caso es que ese alumno dedujo precipitadamente que la Biblia condena la homosexualidad. (Por cierto, que algunos documentos eclesiásticos condenatorios hacen el mismo mal uso fundamentalistra de los textos bíblicos que hicieron estos dos alumnos. El mismo catecismo de la Iglesia católica y las declaraciones de la Congregación para la Doctrina de lfe cometen la misma equivocación hermenéutica). Un tercer alumno no usó el Google ni siquiera los índices de términos y concordancias usuales. Siguió otro método, gracias a su familiaridad con el Nuevo Testamento y lo abrió por la página de la carta a los Gálatas donde dice: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús”. Ya no hay griego ni judío…” Es un texto en el que no aparece la palabra sexualidad, ni homosexualidad, ni homofobia, etc. Por tanto, no aparecerá en los correspondientes items al hacer búsquedas en los índices de palabras clave. Sin embargo, se trata de un texto básico para dar un criterio no excluyente por razones de cultura,  clase social, sexo, etc. Ni que decir tiene que este tercer alumno fue el que se hizo acreedor al sobresaliente. He citado este ejemplo de búsqueda, con un estilo hermenéutico nada literal ni fundamentalista, para que no les extrañe el texto que he elegido para mi exposición, que es Juan 20, 19 al 23. Entendido a la luz de todo el conjunto del evangelio según Juan, podemos reformular así el encargo de Jesús en el versículo 23: “Id por el mundo estrechando lazos de unión, deshaciendo nudos de exclusión, y denunciando y llamando a conversión a quienes atan esos nudos de opresión o rompen esos lazos de inclusión. Que los lazos de inclusión que estrechéis, queden estrechados. Y los nudos de exclusión que deshagáis, queden deshechos”.

Comenzaba este pasaje con el saludo de paz: “Os doy mi paz”, y con el encargo de la paz interior y la paz social: “Sed pacificados y pacificadores”. Y añade: “Os envío como yo fui enviado”. Subrayemos esta frase: “como yo”, para no interpretar mal la frase siguiente: Porque dice a continuación: “Que los lazos de unión que estrechéis, queden estrechados, y los nudos de exclusión que deshagáis, queden deshechos”. Se habrán dado cuenta de que no he citado la traducción literal tan conocida, sino una relectura muy libre de esta palabra evangélica, a menudo mal entendida cuando se las cita literalmente y fuera de contexto. Les sonará la siguiente versión: “A quien perdonéis los pecados le serán perdonados; a quien se los retuviéreis les serán retenidos”. Dicho así, da la impresión de recomendar que perdonen a unas personas y no perdonen a otras”. O que está diciendo: “hay cosas que se perdonan y otras que no”. Lamentablemente algunos predicadores lo han explicado así. Y peor aún, este texto se ha usado en la teología católica desde los días del Concilio de Trento para hablar de la reconciliación y para justificar un poder de perdonar, otorgado al ministerio ordenado. Pero los exegetas advierten que esa lectura no es apropiada, porque los discípulos, a quienes habla el Resucitado, no eran en aquellas fechas los dirigentes de la comunidad, sino la comunidad. Las palabras de Jesús no son una investidura de poder a los dirigentes, sino un encargo de misión a la comunidad. Fue antes la comunidad que sus dirigentes. Fue antes la misión que la iglesia.

Incluso una traducción tan cuidada como la del P. Alonso Shökel, apenas se libra del malentendido, si no se reinterpreta la frase a la luz del conjunto del evangelio. Traduce así Shökel: “A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados”. Si reinterpretamos con libertad; no caprichosamente, sino conforme a lo que dice Jesús en otras ocasiones, podemos parafrasear así: “Dice Jesús: Os encargo que estrechéis lazos de unión, amor y perdón; os encargo que deshagáis nudos de indiferencia y exclusión; y os encargo que cuestionéis y denunciéis las causas que atan nudos de opresión y rompen lazos de unión. En una palabra, os encargo que seáis una comunidad reconciliadora, liberadora y crítica”.

Podemos relacionar estas palabras con otro texto evangélico en el que aparece la metáfora de “atar y desatar”. Son imágenes ambivalentes: lazos, cuerdas, vínculos o cadenas. Si se usa la imagen de “atar y desatar”, como en el evangelio según Mateo, para apoyar una supuesta potestad de condenar o absolver, de prohibir o permitir, de acoger o rechazar,… si la usamos así, no entenderemos el encargo de Jesús en el evangelio según Juan. Estaría también en contradicción con una advertencia de Jesús recogida en el evangelio según Marcos: “Que entre vosotros no sea así, que no optéis por el poder que domina, condena y excluye” (Mc10, 42-45). En el caso de Juan la frase anterior al encargo (v.21) dice así: “Os envío como yo fui enviado”. Es decir, para que actuéis como yo; para salvar, no para condenar. Jesús nos encarga realizar la misericordia, y cuestionar lo inmisericorde; desatar nudos de exclusión y desenmascarar  las causas de las ataduras.

Volviendo a Mateo (Mt 16, 19 y  Mt 19, 18), ¿Será posible otra relectura de la metáfora de “atar” y “desatar”, no en términos de poder, sino de llamada a la misericordia, por una parte y, por otra parte, de interpelación frente a lo inmisericorde.

Hoy conocemos mejor lo pluriforme de la sexualidad; somos más conscientes de los prejuicios sociales; nos interpelan las reivindicaciones de personas excluidas o discriminadas; tenemos ordenamientos jurídicos que reconocen civilmente los enlaces conyugales igualitarios, etc. Hay que revisar la ética de las relaciones y la acogida eclesial de todas las personas, sin discrimina ni excluir. Harán falta reformas en dos niveles: en  la enseñanza de las iglesias y en la vida de las comunidades.

Mi percepción de esta problemática es limitada; no soy sociólogo, ni sexólogo, ni psicólogo, ni jurista. Me apoyo en lo aprendido en mi doble dedicación universitaria y eclesial. En mi dedicación universitaria, he cultivado la hermenéutica. Suena pedante; dicho sencillamente, es  cuidar el lenguaje en el diálogo, deshacer malentendidos y aclarar el pensamiento. En mi dedicación eclesial, en el servicio ministerial ordenado como sacerdote, he trabajado en la atención pastoral, entendida como el cuidado de la convivencia en la comunidad de fe. Desde esta doble perspectiva, hermenéutica y  pastoral, me preocupa el tema de las relaciones humanas inclusivas en las iglesias. Voy a comentar, en primer lugar, un encargo de Jesús, que me proporciona el criterio principal para tratar estos problemas. Se trata de un encargo de Jesús a sus seguidores, tal como lo encontramos a lo largo del Evangelio según Juan: “Estrechar lazos, deshacer nudos y cuestionar ataduras”. En segundo lugar, como ejemplo de “deshacer nudos”, voy comentar algunas cuestiones controvertidas actualmente en el Sínodo de Obispos católicos.

 Primera parte.

El encargo de Jesús: Estrechad lazos, deshaced nudos y cuestionad ataduras

Jesús, según el evangelista Juan (20, 23), encarga a sus seguidores: “Os doy mi paz, que estéis pacificados y os hagáis pacificadores. Os envío como yo fui enviado. Que los lazos de unión que estrechéis, queden estrechados, y los nudos de exclusión que deshiciéreis, queden deshechos”. Es una relectura de Juan 20, 23. Es difícil interpretar bien esa palabra, aunque se la lea en una traducción como la del P. Alonso Shökel, que interpreta así: “A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados”. Reinterpretando con mayor libertad, pero no caprichosamente, sino conforme a lo que dice Jesús en otras ocasiones (   ) , podemos parafrasear así: “Os encargo que estrechéis lazos de unión, amor y perdón; que deshagáis nudos de indiferencia y exclusión; y que cuestionéis y denunciéis a los causantes de las ataduras; que os convirtáis en una comunidad reconciliadora, liberadora y crítica”. Leer más…

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