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De un “A-DIOS” a un “EN-DIOS”

Martes, 11 de diciembre de 2018
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tibherine8 de diciembre de 2018, beatificación de los 7 monjes de Tibhirine (Argelia)

Guillermo Oroz Aragón; Mari paz López Santos
Navarra; Madrid

ECLESALIA, 07/12/18.- ¡Ven, asómate, celebra con nosotros! El 8 de diciembre serán beatificados los siete monjes cistercienses de la comunidad de Tibhirine (Argelia, 1996).

Su historia se difundió por los medios a nivel mundial en el 2010 a través de la película “DE DIOSES Y HOMBRES”, y nos acercó a los sucesos que marcaban el día a día en Argelia a mediados de los años 90, y a la vida de aquella comunidad monástica junto a sus vecinos musulmanes en medio de la violencia que se había desatado.

Los monjes contemplativos viven en el silencio y habitualmente sus vidas están muy lejos de quienes vivimos en medio del mundo. ¿Qué nos ha dejado aquella pequeña comunidad de monjes cristianos inmersa en un país musulmán?

Nos han donado un testimonio de Amor que ahora se hace universal. Amor por encima de dificultades, hostilidades, injusticias, despropósitos y violencia. Un Amor que se expande en el Tiempo, con mayúsculas, porque ese Amor ni caduca ni tiene fin.

Nos han entregado el testigo para ser mensajeros de su opción personal y comunitaria, discernida durante tres largos años, hasta llegar a la comprensión común de no abandonar esa tierra y las gentes a las que amaban.

Eligieron permanecer junto a sus vecinos musulmanes compartiendo vida y riesgo. No deseaban la muerte, eso hubiera sido patológico, pero la encontraron junto con otros que también van a ser beatificados, y muchos más (imanes, creyentes musulmanes, trabajadores extranjeros, periodistas, etc.) que nos han dejado sembradas semillas de paz en el complicado mundo en que vivimos.

Ahora nuestra responsabilidad es cuidar, regando y abonando, esas semillas para que crezcan como plantas fuertes que produzcan frutos de amor, paz, solidaridad y alegría en una humanidad sufriente y secuestrada por rivalidades e intereses que causan tanta desolación.

Vivimos en el mundo en que vivimos. Ese es uno de los mensajes más inmediatos que la comunidad de monjes de Tibhirine nos da. No hay escapatoria, no hay huida. Nunca la hubo. Ni entre los muros de un monasterio en el desierto. Porque no debe haberla. Porque Dios no nos quiere huyendo. Porque el amor no huye.

Y el mundo en que vivimos es un mundo en que la Mentira campa a sus anchas, fomentada por poderosísimos intereses y amplificada por cuasi todopoderosos medios de masas. Arrinconada, torturada, asesinada la Verdad. Así en el mismo Cristo; así también en Tibhirine.

Por eso no hemos de permitir -y ése quiere ser nuestro pequeño granito de arena- que la mentira hinque sus fauces en la historia de nuestros hermanos monjes. No hemos de permitir que nadie siembre semillas de destrucción, de confrontación, de división, de odio. Que nadie cuente, desde la sangre de los monjes, otra historia que no sea su verdadera historia de amor, de perdón, de reconciliación, de unidad, más allá de todas las barreras que nos ponemos unos a otros, más allá de todas las fronteras que dibujamos entre nosotros mismos, más allá de toda apariencia y de toda falsedad. Y más allá de todo riesgo, hasta ofrecer la vida por los que amas.

Antes de recurrir al Testamento que nos dejaron, salido del corazón y de la pluma de Christian, prior de la comunidad de Tibhirine, escrito tres años antes de su muerte, creemos imprescindible destacar dos nombres que llevan asociadas dos historias: Mohamed y Ribât- es-Salâm. Historias que ayudarán a comprender más profundamente la vida y mensaje de aquella comunidad: el amor es más fuerte que la muerte, nos gritan a siete voces. Esta es la propuesta que nos hacen para que la hagamos nuestra. ¿Nos atreveremos? Ellos sí se atrevieron. Para el Amor, para Dios, todo es único, irrepetible. El amor sólo conoce nombres propios. “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5-6).

Christian, que vivió algunos años en Argelia en su niñez, decía: “Por primera vez, vi hombres rezando de manera diferente a mis padres.(…) Tengo un profundo reconocimiento hacia mi madre que nos enseñó, a mí y a mis hermanos, el respeto a los gestos y a la rectitud de la oración musulmana.(1)

Volvió en su juventud, durante la guerra de Argelia y “creará lazos de amistad con el guardia campestre de la ciudad, Mohamed, ‘un hombre maduro y profundamente religioso (…) Un día mientras los dos amigos paseaban y conversaban acerca de la oración, los nacionalistas argelinos quisieron poner fin a la vida del subteniente francés (Christian). En ese momento el guarda campestre se interpuso y salvo la vida de Christian. Dos o tres día más tarde, el guardia fue encontrado degollado cerca del pozo. Christian quedará marcado para siempre por este episodio que le reveló cómo un musulmán puede vivir el ‘único mandamiento”, dando su vida por amor a otro: ‘En la sangre de este amigo, supe que mi llamada a seguir a Cristo debería vivirla, tarde o temprano, en el país mismo donde me había sido dada la muestra más grande amor’. (2)

La sangre de Mohamed colmó la medida de la sangre de Christian. Las dos fueron vertidas en la misma copa, en el mismo cáliz. La historia de Mohamed completa la historia de Christian. El amor de Mohamed es el mismo amor que el amor de Christian.

La sangre y la vida de Mohamed irán para siempre unida a la sangre y la vida de Christian. Hasta el punto final del martirio.

“Dar la vida por los demás” (Jn 15,13) está escrito, está dicho. Es lo que hizo Mohamed y lo que hicieron los monjes de Tibhirine. Es la cosecha que recogió, en sus manos amorosas, el Padre de todos los hombres.

Por eso, porque es justo, porque es lo que quieren Christian y los demás desde la Luz, recordamos, con el corazón y la fe, a los monjes del Atlas. Junto a ellos, apoyado en el hombro del prior, reconocemos a un anciano musulmán cuyo nombre es Mohamed y cuya sangre fue derramada por su amigo Christian. La prueba más grande de amor. No deberíamos olvidarlo nunca.

El otro nombre es Ribât-es-Salam, que significa Vínculo de la Paz, un grupo de cristianos y musulmanes que inició su andadura en marzo de 1979 y que se reunían periódicamente en el monasterio de Tibhirine con el objetivo de orar juntos:

“Nuestros hermanos Alawiyines (…) ya nos habían dicho: ‘No queremos comprometernos con ustedes en una discusión dogmática. En el dogma o la teología, hay muchas barreras que está hechas por el hombre. Nosotros nos sentimos llamados a la unidad. Deseamos dejar que Dios cree cosas nuevas entre nosotros. Esto se puede hacer sólo con la oración. Por eso hemos querido este encuentro de oración con vosotros”.

Descubrir y descifrar “los signos de Dios, en el “horizonte” de los mundos y los corazones, simplemente ubicándonos en la escucha y en la escuela del otro, musulmán en este caso” (3).

Ribât es-Salam fue el ideal de paz y oración, (“somos orantes en medio de un pueblo de orantes” decía Christian) desde el que los monjes quisieron fundar un nuevo modo de convivir y relacionarse unos con otros, musulmanes y cristianos. Christian tenía costumbre de hacer lectio divina también desde el Corán, y dejó consignado que había tenido experiencia de la Palabra de Dios entre las palabras del Corán.

Mientras muchos empuñan las armas, ayer como hoy, e invocan lo que nos divide, aquellos monjes y aquellos creyentes musulmanes apostaron por invocar el amor, la oración y la paz, que nos une a todos. Apuesta firme, apuesta hasta las últimas. Somos soldados derrotados de una Causa invencible.

Cuando nuestro corazón dude, cuando los altavoces de propaganda de la Mentira llenen nuestras mentes de imágenes y gritos inhumanos, recordemos a los hermanos del Atlas. Recordemos Ribât es-Salam, el vínculo de paz. Recordemos que la apuesta de Jesús fue la paz y el amor que nos conducen a Dios. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”(Jn 14, 27)

Tres miembros de Ribât también murieron violentamente en aquellos años y serán beatificados el 8 de diciembre: Henri, hermano marista (+8 mayo 1994); Christian, misionero padre blanco (+27 diciembre 1994) y Odette, hermana del Sagrado Corazón (+10 noviembre 1995). (4)

Libros, artículos, poemas, documentales, fotos, pinturas, esculturas, una gran película… nos han permitido adentrarnos en quienes fueron aquellos monjes que, durante casi tres años -desde que el 24 de diciembre de 1993 fueron sobresaltados por un grupo armado que asaltó el monasterio hasta la noche de su secuestro el 28 de marzo de 1996 -discernieron, personal y comunitariamente y eligieron, apoyados unos y otros en la oración y la confianza en Dios, quedarse en Tibhirine junto a sus vecinos musulmanes.

Podríamos seguir escribiendo, dando datos, animando saber, compartiendo lo que para nosotros fue el descubrimiento de nuestros hnos. monjes de Tibhirine… ¡déjalo, no te entretengas más! ¡Id directos a saborear la fruta que ya era antes de que talaran los árboles: el Testamento de Christian de Chergé, prior de la comunidad y regalo para la posteridad de la comunidad de Tibhirine.

“Cuando un A-Dios se vislumbra…” ¡Sigue, adéntrate en clave de silencio y oración, y contempla “el testimonio de entendimiento y entrega, que aúna las muertes no arrebatadas sino donadas; aúna todos los perdones concedidos antes de ser infringido el daño; previene del peligro de culpabilizar –por extensión- a todo un pueblo, a un grupo, a un país; da testimonio de la visión del pecador más allá de su pecado (amigo del último instante”). Sus palabras son el último gemido de tantos mártires anónimos de Argelia, del mundo y de la historia de todas las religiones” (5).

Y cuando digas con ellos al final del Testamento: ¡AMEN! IN SHALLAH!, habrás comprendido como se pasa de un “A-Dios” a un “En-Dios”.

Gracias a Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno, monjes cistercienses de Tibhirine y a todos los que también dieron su vida y juntos son beatificados: Henri (Marista), Hélene (Pequeñas Hermanas de la Asunción), Esther y Caridad (españolas, Agustinas Misioneras); Jean, Alain, Charles y Christian (Misioneros Padres Blancos); Angéle Marie y Bibiane (Hnas. N. S. de los Apóstoles); Odette (Pequeñas Hnas. Sagrado Corazón de Charles de Foucauld); y Mons. Pierre Claverie (Dominico y obispo de Orán)  (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

  1. LA ESPERANZA INVENCIBLE – Escritos esenciales del monje mártir de Argelia, Christian de Chergé (Ed. Lumen, pág. 12)
  2. Íd. (Págs. 12-13)
  3. Íd. (Pág. 120)
  4. Íd. (Pág. 145)
  5. Mari Paz López Santos (web Familia Cisterciense, 2003)

monjes-tibhirine-nombres1

TESTAMENTO de Christian de Chergé
Prior del monasterio de Tibhirine (Argelia)
Abierto el domingo de Pentecostés, 25 de mayo de 1996

Cuando un A-Dios se vislumbra…

Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy–
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la “gracia del martirio”
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
¡AMEN! IN SHALLAH!

 Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994

Christian.+

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En Facebook: AMIGOS DE LOS MONJES DE TIBHIRINE

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

General, Iglesia Católica, Islam , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

“Para ser la Iglesia de Pedro y Pablo”, por Faustino Vilabrille

Domingo, 29 de junio de 2014
Comentarios desactivados en “Para ser la Iglesia de Pedro y Pablo”, por Faustino Vilabrille

112988-83256_pLeído en su blog:

La Iglesia, para ser hoy la Iglesia de Jesucristo, tiene que hacer de la liberación de los empobrecidos la prioridad absoluta de su ministerio.

Comentario a la festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo del 29 de junio

1.-Mirada histórica: Un mirada global a la historia de la Iglesia enseguida nos hace caer en la cuenta de la enorme influencia que a lo largo de los siglos tuvo la iglesia jerárquica en la civilización y cultura occidental, sobre todo a lo largo de la edad media, ejerciendo un poder omnímodo en casi todos los campos de la actividad humana y particularmente política, aportando justificación sagrada a toda clase de comportamientos éticos, morales, jurídicos, filosóficos y políticos. Era como una teocracia o gobierno de Dios, cuya representación visible en el mundo es el Papa de Roma que aun hoy es el monarca del Vaticano así como cabeza la iglesia católica.

A medida que la iglesia fue adquiriendo poder político, influencia social y rodeándose de privilegios, fue alejándose del Evangelio e hipotecando su compromiso con la construcción del Reino de Dios. Cada vez era más vista por el pueblo como pegada y plegada al poder, al lado de los poderosos y de la riqueza, influyente socialmente y cada vez más alejada del pueblo y temida, conservadora en los doctrinal y ávida de conservar intactos sus privilegios. Esto la llevó a perder en masa en los siglos XVIII y XIX a la clase obrera. Oponiéndose al avance científico, el progreso, la evolución del pensamiento, y a los movimientos progresistas e innovadores del siglo XIX, perdió a los intelectuales. En el siglo XX y nuestros días, sobre todo en el ámbito de la civilización occidental, está perdiendo a los hombres y a la juventud, pues, por ejemplo, en las celebraciones dominicales de la Eucaristía, casi vemos exclusivamente a mujeres bastante o muy avanzadas en edad y cada vez menos.

2.-El Concilio Vaticano II: El Concilio Vaticano II, providencialmente convocado por Juan XXIII, quiso retornar la Iglesia en su fondo y forma, por un lado a sus orígenes y por otro a responder a los retos e interrogantes de nuestro tiempo, pero sobre todo después de Pablo VI, desde el Vaticano se dio marcha atrás retornando en lo más importante a los tiempos preconciliares, literal y doctrinalmente tapando la boca a muchos teólogos e intelectuales que intentaron ser profetas del Evangelio, al estilo de los Apóstoles y primeros cristianos, para nuestro tiempo, especialmente en América Latina, profetas que no se limitan a enunciar o explicar la doctrina revelada, sino que buscan descubrir y decir cómo se aplica esa revelación en determinada situación y en determinado tiempo y lugar. El profeta posee sensibilidad para percibir lo que está ocurriendo y el sentido de los acontecimientos, donde está el pecado y por donde viene la salvación aquí y ahora.

3.-La profecía y el profeta hoy: La profecía es palabra de Dios a su pueblo aquí y ahora. Es actualización de la palabra de Dios, que fue la misión de Jesús en esta tierra. Por eso ella es 100% religiosa y 100% política, pero política en un sentido bien particular. Esta política no es conquista ni ejercicio de poder. Por el contrario, el profeta no tiene ningún poder y no pretende conquistar un poder, o sea, ninguna capacidad de imponer nada a sus coetáneos. La profecía es política porque es pública, se dirige a la sociedad entera y a sus gobernantes y anuncia un cambio radical de toda la sociedad, denunciando la injusticia y a los injustos y proclamando los grandes valores de Reino de Dios para cada momento histórico, sobre todo la justicia, que es el primer grado de amor. Dios quiere salvar o liberar a la humanidad del estado de injusticia y de dominación en que ella se encuentra.

El profeta se dirige al pueblo. Su acción y sus palabras son actos públicos. El profeta se dirige al mismo tiempo a los jefes del pueblo, a aquellos que detentan el poder justa o injustamente, y también al pueblo en general. Él se siente como la encarnación del mensaje de Dios a la totalidad de su pueblo. Pues Dios quiere recordar en primer lugar que ese pueblo es su pueblo y que los jefes, en lugar de desviar al pueblo de su misión, tienen el deber de promoverla.

El profeta denuncia también la corrupción de los dirigentes del pueblo que abusan de su poder para corromper al propio pueblo. El profeta predica la conversión total de las personas y de la sociedad en sus estructuras. Por esto el profeta es perseguido, denunciado, maltratado, apartado del pueblo y hasta muerto.

Esta misión cumplieron los grandes profetas de Israel, y sobre todo, el Gran Profeta de todos los Profetas, que fue Jesucristo, cuyo compromiso con los oprimidos le llevo a ser condenado y asesinado públicamente por los opresores del pueblo. Así terminaros su compromiso Pedro y Pablo y numerosos cristianos de los primeros siglos en su lucha contra la esclavitud impuesta por el poder romano al pueblo.

El Concilio Vaticano II dice: “El pueblo santo de Dios participa también de la misión profética de Cristo”. Muchos Obispos, sacerdotes y Laicos de América Latina asumieron literalmente esta misión profética.

4.-La justicia: El Concilio Vaticano II tuvo el coraje de pronunciar la palabra “justicia”, palabra prohibida por las elites dominantes en América latina y en el mundo entero. También Medellín pronunció esa palabra prohibida! El centro del mensaje profético en América Latina fue la palabra “justicia”. Muchos murieron por haber pronunciado tal palabra. La palabra justicia es una de las palabras claves de la profecía. Por eso podemos reconocer en Medellín una expresión del Espíritu de profecía, porque lo que los empobrecidos esperan es la justicia. Incluso cuando son humillados por el sistema neoliberal (que los quiere contentar con las limosnas que les concede), ellos no dejan de ser seres humanos con todos los derechos que eso comporta. Tienen derecho a la justicia – y el profeta tiene la misión de recordar que ésta es la voluntad de Dios. A los pobres el profeta les recuerda que son seres humanos con derecho a la justicia y a los privilegiados recuerda que donde hay injusticia es la justicia la que debe existir. Por eso los profetas fueron antes y son ahora perseguidos.

Desde los años 50 la profecía resonaba con fuerza en América Latina, pero sus profetas encontraron en varios documentos del Vaticano II un apoyo firme y una verdadera iluminación. Así, al final del Concilio, 40 obispos de todo los continentes el 16 de noviembre de 1965 se reunieron en la catacumba de santa Domitila y asumieron el compromiso de hacer de la liberación de los pobres la prioridad absoluta de su ministerio. Entre ellos estaban los latinoamericanos que hicieron Medellín. Este fue su gran mensaje:

5.-El gran Pacto de las Catacumbas:
1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.
2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.
3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.
4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.
5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.
6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.
7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.
8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.
9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.
10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.
11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:
* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.
13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles.

No había solamente obispos, ya que muchos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos se sintieron empujados por la fuerza del Espíritu y también hablaron y actuaron como profetas. Sobre todo en la época de los regímenes militares en América Latina, muchos profetas fueron muertos por causa de su palabra como Oscar Romero, Gerardi, los jesuitas de la UCA y otros muchos. Se tenía la impresión de que la Iglesia estaba volviendo a los primeros tiempos.

6.-El Documento de Puebla: En el llamado documento de Puebla decían los obispos de entones: “Es de suma importancia que este servicio del hermano siga la línea que nos traza el Concilio Vaticano II: «Cumplir antes que nada las exigencias de la justicia para no quedar dando como ayuda de caridad aquello que ya se debe por razón de justicia; suprimir las causas y no sólo los efectos de los males y organizar los auxilios de tal forma que quienes los reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se basten a sí mismos»”. Era su mensaje profético.

7.-La Iglesia actual: Pues bien, la iglesia actual, o retorna a este mensaje, es decir, a sus orígenes, que es Jesucristo y su mensaje, a la línea de los primeros papas y los cristianos de los primeros siglos, asumiendo el compromiso con los actuales empobrecidos del mundo, denunciando las injusticias, las desigualdades, los robos y saqueos que los ricos, cada vez más ricos, hacen de los pobres, y proclamando a todos las exigencias del mensaje de Jesús, o de lo contrario la iglesia oficial tiene los días contados, porque de no hacerlo así, es infiel al Dios de Jesucristo y su mensaje.

El actual papa Francisco intenta y lucha por retornar a este camino, que es el único que puede garantizar un futuro digno para toda la humanidad. Su mensaje en la ALEGRIA DEL EVANGELIO lo expresa con claridad. ¿El resto de la iglesia jerárquica lo escuchará, le hará caso, lo secundará? De momento, tristemente parece que no lo está haciendo, pues si quiera difunde ampliamente el contenido de ese importante documento. La Iglesia, para ser hoy la Iglesia de Jesucristo, tiene que hacer de la liberación de los empobrecidos la prioridad absoluta de su ministerio, luchando con ellos contra las causas y los causantes de su empobrecimiento..

Todos podemos y debemos ser profetas con los hechos y palabras de nuestra vida.

Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino

NOTA IMPORTANTE.- En la elaboración de este comentario para la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo hemos seguido en parte un interesante documento escrito por José Comblin, titulado la Profecía en la Iglesia, que recomendamos encarecidamente.

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , ,

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