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“Matrimonio igualitario en las iglesias evangélicas españolas”, por Carlos Osma.

Martes, 10 de diciembre de 2024

IMG_8900De su blog Homoprotestantes:

En octubre de 2004, hace ahora 20 años, el Consejo de Ministros español aprobó el proyecto de ley sobre el matrimonio igualitario que en junio de 2005 sería finamente aprobado por el Congreso de los Diputados. En aquellos meses de impás mi marido y yo —como la mayoría del colectivo lgtbiq+— temíamos que al final no tuviese nada de igualitario, y que el Partido Popular junto a los grupos de presión conservadores obligaran a José Luis Rodríguez Zapatero a rebajar sus pretensiones para dejarlo en aquello que había prometido dos años atrás en la revista Zero: «Matrimonio, sí. Adopción, ya veremos» —poniendo aún más dificultades a nuestra decisión de tener hijas, y a la de miles de familias lgtbiq+ que ya las tenían—. O, en el peor de los casos, se optara por crear una figura alternativa al matrimonio, una especie de apartheid para las familias lgtbiq+.

Tengo que reconocer que ese temor convivía con una especie de emoción por estar siendo no solo testigos sino también parte de esa transformación por una sociedad más justa. Estar del lado correcto, no solo de la historia sino también del evangelio, ese lado donde se busca la dignificación de los seres humanos —y no la protección de los privilegios de una parte— hace que los temores sean mucho más llevaderos y no te paralicen. Aunque, y eso no lo voy a negar, como protestantes también nos acompañó la decepción por ver cómo las instituciones evangélicas más relevantes, cometieron uno de los errores estratégicos más importantes de su historia reciente: tratar de reproducir la discriminación que durante años habían sufrido en carne propia, hacia el colectivo lgtbiq+. Hace ya 20 años de todo esto, pero creo que es importante que no se olvide el papel que jugaron algunas instituciones evangélicas en aquel momento.

El primer comunicado oficial de una iglesia evangélica española sobre homosexualidad lo realizó en febrero de 2004 el obispo Carlos Lozano de la Iglesia Evangélica Reformada Episcopal (IERE) en contra de la consagración del obispo episcopaliano abiertamente gay, Gene Robinson, donde aprovechaba para posicionarse contra el matrimonio igualitario con la misma rotundidad como ignorancia: «dos personas del mismo sexo nunca podrán complementarse». La inseguridad y la falta de visión del obispo de una iglesia en la que otras voces sí se estaban posicionando a favor del matrimonio igualitario y de la inclusión de las personas lgtbiq+ dentro de sus comunidades, le hizo acabar el comunicado identificando las demandas de derechos de las familias lgtbiq+ con los ataques «con los que la Iglesia de Dios ha sido atacada a lo largo de la historia», y animando a sus comunidades a centrarse en la buena noticia de que Dios ama a este mundo. Le faltó decir, a este mundo heteronormativo y patriarcal, pero supongo que en aquel momento no hacía falta, todo el mundo lo sobreentendía.

En octubre de 2004, con Pablo Martínez Vila como presidente y Jaume Llenas como secretario general, llegó el comunicado La homosexualidad: ley y moral de la Alianza Evangélica Española (AEE). En él defendían que «no existe un derecho civil al matrimonio homosexual, porque el matrimonio es una institución esencialmente heterosexual», y mostraban su preocupación porque «una opción de vida desde la orientación homosexual se confunda cada vez más con un derecho humano fundamental». Que los hijos y sucesores de los evangélicos/protestantes que padecieron el franquismo utilizaran frases que bien podrían haber escrito sus antiguos opresores cambiando algunos términos: «no existe un derecho civil al matrimonio evangélico, porque el matrimonio es una institución religiosa esencialmente católica», o «una opción de vida desde cualquier secta evangélica no se puede confundir con un derecho humano fundamental», y que no fueran conscientes de ello, dejaron en evidencia la deriva sectaria en la que se habían embarcado.

En marzo de 2005 llegaría la declaración de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE), una entidad creada para representar a las diversas iglesias evangélicas ante el Estado, no para imitar a la Conferencia Episcopal Católica marcando perfil en cuanto a las doctrinas y creencias válidas y no tan válidas de las iglesias evangélicas/protestantes que la constituyen. Desde la Associació Cristiana de Gais i Lesbianes de Catalunya les enviamos una carta antes de la reunión que dio lugar a dicha declaración —yo mismo firmé aquella carta— pidiendo que nos dejaran asistir y hablar a personas lgtbiq+ evangélicas/protestantes antes de que tomaran una decisión. Su respuesta fue el silencio. En realidad esa ha sido siempre la estrategia de la mayoría de iglesias evangélicas en España, invisibilizarnos, para luego crear una imagen sobre nosotras que no se corresponde con la realidad, sino con la que necesitan para proteger su visión fundamentalista de la Biblia.

El encabezado del comunicado comenzaba con la frase: «Declaración pidiendo protección del matrimonio heterosexual», tratando así de tergiversar la realidad, de manipularla, de hacer parecer las demandas de igualdad de los colectivos lgtbiq+ un ataque al resto de la sociedad. Después, entre otras demandas, pedían que las parejas de distinto sexo o las personas solas que querían adoptar, tuvieran prioridad legal a las parejas del mismo sexo. Mostrando así, no solo la más absoluta ignorancia sobre la diversidad de formas en las que las familias lgtbiq+ —y también no lgtbiq+— se constituyen,  sino su voluntad de que fuéramos legalmente discriminados, marcados como los últimos padres y madres que un niño, niña, o niñe necesita.

Cuando pensábamos que el comunicado anterior, firmado por Mariano Blazquez y José María Baena, sería el momento más vergonzoso y alejado del evangelio de la historia reciente de las iglesias evangélicas/protestantes en España, en abril de 2005 llegó el único comunicado conjunto de la historia de los representantes de la Conferencia Episcopal Española, FEREDE, la Federación de Comunidades Judías de España y el Vicario General en funciones y Deán de la Catedral Ortodoxa Griega en Madrid. Y el motivo para tan increíble suceso no fue pedir un salario justo para todos, exigir el final de una guerra, demandar una sanidad pública de calidad, posicionarse contra los delitos de odio, la xenofobia, o los asesinatos machistas,  ni siquiera para defender la libertad religiosa; sino para que no se aprobase la ley de matrimonio igualitario y se buscara otro tipo de unión que no pudiera afectar -es decir, que privilegiara- al matrimonio entre personas de distinto sexo.

Una de las cosas que más nos abrió los ojos a mi marido y a mí sobre los efectos de una religiosidad que se aleja de la realidad y del prójimo para tratar de parapetarse tras supuestas verdades que le dan seguridad, es que más allá de las siglas de instituciones como la IERE, AEE o FEREDE, está el nombre de personas que desde esas instituciones trataron de oponerse —y todavía hoy lo siguen haciendo— a los derechos de sus propios hijos, hermanas, padres… a los derechos de personas con las que han convivido y a las que conocen. Personas que hablaron de los homosexuales como si vivieran en otro mundo y fueran un peligro para la sociedad, cuando sabían que eran parte de sus comunidades y de sus propias familias —no entiendo cómo son capaces de mirarles a los ojos—. Cuando alguien es capaz de hacer algo semejante, creo que queda totalmente desacreditado como cristiano, y ya solo le queda recorrer el camino del arrepentimiento y la demanda de perdón a quienes han fallado.

El 1 de julio de 2005, dos días antes de que entrara en vigor la ley de matrimonio igualitario, llegó el comunicado de la Iglesia Evangélica Española (IEE) en el que valoraba como positiva la legalización por parte del Estado del matrimonio igualitario —al que se refería como «nuevas formas de convivencia basadas en relaciones de amor y fidelidad»—. Para nosotros, como para muchas otras personas de fe evangélica/protestante, aquel comunicado fue muy importante porque sentimos que en la lucha por los derechos de nuestras familias había otras personas con nuestra misma fe que nos acompañaban. En aquel comunicado la IEE se comprometía a impulsar un proceso de reflexión dentro de sus comunidades, que en solo diez años —un periodo tan breve para una iglesia como inasumible para una familia— haría posible la Declaración de Mamré de 2015 en contra de la discriminación y a favor de la apertura de sus comunidades a las personas homosexuales y sus familias. Aquello fue sin duda un acto de valentía, alejándose de las posiciones fundamentalistas que imperan en el movimiento evangélico español —que desde entonces han tratado de marginarla—, y una muestra de que es posible vivir el evangelio sin negar la realidad, abriéndose a la realidad del otro.

En diciembre de 2007 mi marido y yo nos casamos en la Església Evangélica de parla Alemanya de Barcelona. El pastor Enric Capó, de l’Església Protestante Barcelona-Centre, ofició nuestra boda. Desde entonces, otras parejas evangélicas/protestantes lgtbiq+ se han casado en diferentes iglesias evangélicas del Estado, sobre todo iglesias de la IEE —pero también de otras denominaciones— a pesar de que FEREDE mantiene su —nada evangélica, lgtbiqfóbica, y opino que ilegal— amenaza de expulsar a las pastoras y pastores que casen a personas del mismo sexo. Quizás ya es hora de que otras iglesias den el paso —pienso por ejemplo en la IERE— y se abran por fin a la inclusión, al reconocimiento y a la bendición del amor entre personas lgtbiq+. No es imposible, solo hace falta valentía, o mejor dicho, solo hace falta estar a la altura del evangelio. Negar la bendición del matrimonio a una pareja del mismo sexo, es negar la bendición a toda la comunidad a la que estas personas pertenecen. Porque bendecir el matrimonio de una pareja del mismo —o diferente sexo— es una bendición que alcanza a toda la comunidad.

Carlos Osma

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Más sobre el ultimátum a la Iglesia Evangélica Española por su aceptación de la realidad LGTB

Miércoles, 6 de enero de 2016
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ieeAmpliamos la noticia que publicábamos el pasado 31 de Diciembre, con nuevas aportaciones y comunicados:

El Consejo Evangélico de Madrid amenaza con expulsar a la Iglesia Evangélica Española, una de las más veteranas y arraigadas en nuestro país, debido a la posición pública de esta iglesia en favor de las personas LGTB. Además de un grave caso de LGTBfobia, la amenaza de expulsión supone también un incumplimiento tanto de la función propia del Consejo como de la tradición protestante de dar libertad a las iglesias. Sin embargo, ha servido también para que esta iglesia se reafirme públicamente en su inclusividad.

El tránsito al nuevo año se ha visto salpicado por una desagradable polémica en el cristianismo protestante español. La Iglesia Evangélica Española (IEE) ha sido amenazada de expulsión por parte del Consejo Evangélico de Madrid (CEM) mediante una carta firmada por Jesús Manzano y Manuel Cerezo, presidente y secretario respectivamente de esa institución. Así lo cuenta la misma IEE en un comunicado del 29 de diciembre. El Consejo Evangélico de Madrid agrupa a las iglesias protestantes de la comunidad autónoma y las representa ante el gobierno regional. La IEE, por su parte, es una de las iglesias protestantes con mayor solera de España, y paradójicamente estuvo entre las fundadoras del CEM.

El motivo de tal amenaza es la pública inclusividad de las personas LGTB en la IEE. Así lo estableció en el último Sínodo en septiembre, donde ratificaron la Declaración de Mamré, fruto de un discernimiento comunitario que culminó en un encuentro de los pastores y pastoras de la IEE en la casa de Mamré (Jaca, Huesca) en mayo pasado. En este texto, la IEE rechaza la homofobia y afirma la inclusión de las personas LGTB y sus familias:

Queremos compartir con nuestra iglesia que desde una lectura de la Biblia inspirada en la Teología de la Gracia, teniendo en cuenta que el propio texto bíblico se reinterpreta a sí mismo (Confesión de Fe de la IEE), entendemos que la praxis de una iglesia inclusiva es a lo que estamos llamados.

El mensaje y la vida de Jesucristo nos inspiran a considerar toda acogida de las personas como una demanda de la justicia del Reino (…).

En consecuencia, como Iglesia Evangélica Española, somos exhortados a una pastoral de la acogida de las personas homosexuales y sus familias, evitando la invisibilidad y trabajando en el acompañamiento de la diversidad. (Gálatas 3, 28).

Nos comprometemos a hacer pedagogía contra la homofobia desde el Evangelio de la Gracia. (Hechos 10).

Nos comprometemos a cultivar un lenguaje inclusivo respecto a las construcciones de género.

Nos comprometemos al testimonio de la unidad (Hechos 4, 19), incluso si esto implica tensiones entre nuestra libertad de conciencia y nuestra llamada a preservar el testimonio, siendo capaces de abordar los temas conflictivos sin que haya rupturas.

Homofobia religiosaLa decisión del CEM no solo es sorprendente por su homofobia. También lo es porque no se corresponde con su misión de órgano consultivo, con una labor de representación y en modo alguno de control doctrinal. Más aún, la tradición protestante tiene a gala el respeto a la libertad de las diversas iglesias en su reflexión sobre diferentes cuestiones internas no tocantes a los contenidos dogmáticos. Por ello, esta amenaza constituye una grave intromisión en los asuntos internos de una iglesia. Máxime cuando la IEE en absoluto ha pretendido hacer que otros acepten su postura: solo quieren que se les respete en su libertad. Queda claro, de nuevo, que los fundamentalistas piden tolerancia para ellos pero no soportan la mera existencia de quienes les son distintos.

No obstante, todo este episodio tiene su lado positivo: la respuesta de la Iglesia Evangélica Española. Lejos de amedrentarse, la IEE se ha reafirmado en su inclusividad, evocando incluso las palabras del propio Lutero de cuando rehusó retractarse por tener la conciencia “presa de la palabra de Dios”:

¿Qué decir? Simplemente confesar que nuestra conciencia eclesial está presa de la Palabra de Dios. Dicho de otro modo, somos presos del mismo Cristo, de su forma de hacer y de su respeto por la dignidad del ser humano. Y no hay concilio, ni institución, ni dogma que esté por encima del Resucitado que sigue inspirando a su pueblo a través del Espíritu.

Y como iglesia decimos ¡no! Seguiremos actuando como siempre hemos vivido, defendiendo la dignidad del ser humano, y luchando por sus derechos a la manera de Jesús de Nazaret. Nunca hemos impuesto nada a nuestros hermanos y hermanas, y tampoco queremos que por su parte se nos imponga nada. Siempre hemos respetado, y seguiremos respetando sus opiniones, aunque no las compartamos. Ni más, ni menos.

icmpdvYa antes de esta amenaza, la Iglesia Evangélica Española se había significado por su inclusividad y había recibido “avisos” por ello. En especial, causó revuelo la cooperación con la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), una iglesia plenamente inclusiva con las personas LGTB y extendida por numerosos países. En concreto, la IEE en Madrid decidió ofrecerle uno sus espacios cada 15 días para reunirse y celebrar. Además, durante este tiempo, la IEE ha participado conjuntamente con la ICM en diversos actos. En particular, el 9 de marzo de 2014 se celebró una mesa redonda titulada Mujeres y religión ¿espacio de liberación o espacio de exclusión? en los locales de la IEE de Noviciado, con la participación de diversos grupos entre los que estaba la ICM. Todo esto fue publicitado en Protestante Digital, no sin un claro añadido de LGTBfobia en forma de reafirmación doctrinal. Poco después, según se supo, se barruntaron las primeras amenazas de expulsión del CEM.

Apoyo de la rama española de la comunión anglicana (IERE)

Sello-iere_comunion784x1181La IEE ha recibido el apoyo de la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), rama española de la Comunión Anglicana. Se trata, curiosamente, de una iglesia que difiere de la IEE en la actitud inclusiva hacia la realidad LGTB. Hace ya años se pronunciaron en contra de la ordenación del primer obispo anglicano abiertamente gay, Gene Robinson, en Estados Unidos. No obstante, comparten el celo por mantener su independencia ante las actitudes del CEM. En un comunicado del equipo pastoral, dejan clara su postura: “Rechazamos el supuesto derecho del Consejo Evangélico de Madrid a inmiscuirse en los asuntos internos de las distintas iglesias y comunidades que lo forman (…) Mostramos nuestra preocupación por las actitudes intransigentes que está mostrando el Consejo Evangélico de Madrid con algunas de las iglesias que lo forman, olvidando el pluralismo propio del protestantismo (…) Apoyamos el derecho de las comunidades locales de la Iglesia Evangélica Española a defenderse de los ataques y amenazas del Consejo Evangélico de Madrid y estamos dispuestos a secundarles en caso de que decidieran emprender acciones contra las personas que firman una carta que contiene amenazas y atenta contra la libertad de unas iglesias que forman parte del CEM (…) Manifestamos el derecho de las congregaciones de la IEE de Madrid a mantener posturas particulares en materias morales o éticas que no afectan a las declaraciones de doctrina de la Iglesia Universal, a saber, los credos Apostólico y Constantinopolitano, las confesiones de fe de las iglesias de la Reforma o la declaración de doctrina de la Ferede

Por otro lado, aunque la rama española de los anglicanos no es inclusiva en general, sí hay una comunidad en Alcorcón que ha apostado por la inclusividad. Su pastor, Juan Larios, ha querido hacerse oír. En una reflexión por escrito, compara la actitud del CEM con el personaje mítico de Procusto: “Existe, en la mitología griega, un personaje que es el paradigma de la intolerancia. Procusto, hijo de Poseidón, poseedor de una estatura y fuerza extraordinarias. Procusto atraía a sus víctimas a base de lisonjas y buenas palabras para administrarles después los peores suplicios. Procusto tendía a sus víctimas en un horrible tálamo de hierro. Si las piernas de la víctima sobrepasaban la medida del lecho, de un tajo cortaba lo que sobraba de sus extremidades; si, por el contrario, se quedaban cortas, estiraba los miembros hasta igualarlos a la longitud de la cama (…) A nadie se le escapa ya el giro vertiginoso que las corporaciones ‘no católicorromanas’ (CEM, FEEREDE, AEE) están dando hacia el conservadurismo, incluso fundamentalismo en algunos casos, y que, en el fondo, responden a una muy determinada ideología política venida del otro lado de los mares (…) Estos nuevos Procustos proclaman a los cuatro vientos la impermeabilidad y pureza de sus prácticas y doctrinas, por tanto hay que defenderlas de cualquier influencia externa que consideran dañina para sus postulados y propósitos. Son posiciones monolíticas que condenan al otro por pensar y actuar diferente (…) La Iglesia ha de ser instrumento pacificador y de justicia, constructora del Reino, liberadora y sanadora, incluyente en todos los sentidos y no excluyente. Si el CEM ya no es capaz de entender estas cosas, tal vez sería bueno plantearse seriamente dejarle a su propia deriva

Un conflicto local que refleja tensiones globales

El apoyo de la IERE apunta también a las raíces profundas de este conflicto, que apuntan a tensiones en el cristianismo protestante que van más allá del marco español. Se trata de las divergencias claras entre las iglesias protestantes “clásicas” (conocidas en el mundo anglosajón como mainline protestants) y las de más reciente creación (evangelicals). Las primeras están más directamente entroncadas con la Reforma del siglo XVI y sus grandes figuras (Lutero, Calvino, Zwinglio, Melanchton, etc.); las otras, en cambio, tienen sus orígenes remotos en diversos movimientos de despertar religioso que tuvieron lugar sobre todo en Estados Unidos en el siglo XIX. Las “clásicas” se caracterizan por un mayor peso de la tradición de pensamiento cristiano y de la reflexión teológica; asimismo, sus pastores deben seguir un proceso de formación intelectual y pastoral que lleva varios años. Todo esto hace que lean la Biblia con ojos críticos, alejados del fundamentalismo y abiertos a revisar posturas de acuerdo a nuevos datos de realidad. En cambio, las iglesias evangélicas acentúan mucho más el aspecto puramente emocional y relativizan —o incluso minimizan— el elemento de reflexión. En especial, sus pastores suelen ser nombrados por las propias comunidades y cuentan con muchos menos requisitos formales. Esto hace que se cuenten con menos herramientas intelectuales para la interpretación de la Biblia o de fenómenos sociales.

En el protestantismo español están ambas ramas. Debido a su carácter minoritario en la sociedad, están juntos en los organismos de representación civil (el CEM en Madrid o la FEREDE en el Estado). Las diferencias hasta la fecha se han sobrellevado, al no entrar en ellas por caer fuera de la competencia de órganos de representación. Pero está claro que la homosexualidad es motivo suficiente para romper este principio de no intervención. Esto no es precisamente sorprendente para quienes conocen la homofobia de ciertas iglesias. Lo llamativo, más bien, ha sido la firmeza con la que en este caso han respondido las iglesias clásicas. No podemos menos que felicitarles y animarles a seguir firmes.

Fuente Dosmanzanas

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