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Acercándose al Sínodo desde 30.000 pies

Lunes, 9 de octubre de 2023
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B5B594F3-3944-46C6-B096-E63A2AC7BD33Esta publicación es la primera de la serie de reflexiones teológicas de Bondings 2.0 sobre cuestiones LGBTQ+ y el Sínodo sobre la Sinodalidad, que se publicará cuando la Asamblea General del Sínodo se reúna en el Vaticano este mes. Para conocer toda la cobertura del Sínodo de Bondings 2.0, incluidos los informes de Roma, haga clic aquí.

La publicación de hoy es de Mark Guevarra (él/él). Mark es candidato a doctorado en la Graduate Theological Union en Berkeley, California, y colaborador de Bondings 2.0. Tiene interés en cómo las prácticas de justicia restaurativa son necesarias en el camino hacia una iglesia sinodal, especialmente en la restauración de las relaciones entre las personas LGBTQ+ y la iglesia católica. Su interés es personal, ya que fue despedido como asociado pastoral por tener una relación del mismo sexo. La fe de Mark, moldeada por su identidad filipino-canadiense y gay, es algo que le apasiona testificar, compartir y nutrir en un mundo de gracia y quebrantamiento.

Mientras escribo esto, estoy en pleno vuelo camino a Roma. Es más de medianoche, la cabaña está a oscuras y todos a mi alrededor están profundamente dormidos, aunque el sueño se me escapa. El sínodo será dentro de unos días y tengo en mente eso. En verdad, mi mente ha estado en el sínodo desde que comenzó hace dos años, y más en los últimos meses desde que decidí ir.

Mi mente está en la energía del sínodo, que mis contactos en Roma han descrito como palpable. Mi mente está en hacer una presentación en una conferencia de defensores de la reforma de la iglesia y en todos los presentadores y participantes que tienen anhelos sagrados por la iglesia. Mi mente está en conectarme con mis colegas de Católicos Laicos Preocupados (Canadá) mientras estamos presentes en Roma.

Mientras escribo esto, mi avión sobrevuela Iqaluit, una pequeña comunidad en el Ártico de Canadá donde hace dos veranos, el Papa Francisco se reunió con el pueblo inuit y les ofreció palabras de reconciliación y sanación. Mi mente está en ellos y en todos los pueblos indígenas de Canadá que han sobrevivido al sistema de escuelas residenciales administrado predominantemente por la Iglesia Católica. Mi mente está en lo que significará el sínodo para ellos.

Al sureste se encuentra Terranova, a la que Gemma Hickey considera su hogar. Es un sobreviviente de abuso sexual que en septiembre viajó a Roma para solicitar una política de tolerancia cero para el abuso del clero. Mi mente está en él, en todos los sobrevivientes de abusos y en lo que el sínodo significa para ellos. Mi mente está en una antigua compañera de escuela, Barb Kozee, y en las muchas mujeres que anhelan un papel más importante para las mujeres en la iglesia. A principios de esta semana, ofreció una hermosa reflexión en una liturgia dirigida por mujeres en la Basílica de Santa Práxedes en Roma, donde un antiguo mosaico representa a una mujer en el liderazgo de la iglesia. Mi mente está en lo que significará el sínodo para las mujeres.

Mi mente está en Frank DeBernardo y Bob Shine del Ministerio New Ways, quienes están informando sobre el terreno. Mi mente está en el P. James Martin, los otros delegados de apoyo LGBTQ+ y todos los delegados que entran en un período de discernimiento. El Espíritu Santo está en todas partes, pero de manera única, está en los corazones sagrados de los más de 300 delegados llamados a representar nuestra inmensa iglesia.

Claramente mi mente está en muchas cosas y como si fuera poco, mi corazón se llena de emoción. Estoy emocionado por una nueva forma de ser iglesia que está surgiendo. La iglesia sinodal emergente escuchará con empatía, especialmente a aquellos que se han desconectado de la iglesia y a aquellos en las periferias. La iglesia sinodal emergente se reconciliará activamente con aquellos a quienes ha excluido, dañado y abusado.

La iglesia sinodal emergente se mirará humildemente a sí misma para poner fin al clericalismo por el bien del Evangelio. La iglesia sinodal emergente construirá caminos de inclusión. La iglesia sinodal emergente caminará de nuevo con nuestros hermanos cristianos de otras tradiciones listos para aprender de ellos y listos para abrirles nuestras puertas. La iglesia sinodal emergente no tendrá miedo de enfrentar preguntas difíciles y responder con “Sí y…” en lugar de “no”, como desafió el padre dominico Timothy Radcliffe a los delegados sinodales en el retiro.

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Dicho todo esto, yo también tengo mis dudas. Me criaron ancianos católicos queer que llevan las cicatrices de que les cerraran las puertas de la iglesia en la cara. Me criaron mujeres sacerdotisas católicas pioneras que conocen el dolor de la excomunión automática y, sin embargo, ministran con amor radical. Conozco el dolor de los seres queridos a quienes se les ha negado la Comunión porque no son católicos.

Conozco el trauma generacional cuando tomo la mano de mi sobrino y reconozco a sus antepasados indígenas que asistieron al internado donde se encontraron restos de niños. Conozco el odio de feroces oponentes que pondrían en duda al Papa y a todo este sínodo. Conozco la apatía y el resentimiento de innumerables personas que han abandonado la iglesia. Conozco estas cosas y despiertan dudas.

Parece que nuestro viaje en la vida incluirá inevitablemente compañeros de viaje de emoción y duda. Siempre nos entusiasmarán las perspectivas que revelen lo lejos que hemos llegado y cuánto más nos queda por recorrer. Y siempre tendremos nuestras dudas sobre si lo lograremos o no. Pero las peregrinaciones no son un viaje cualquiera.

Como nos recordó el Papa Francisco hace días en su homilía de apertura del sínodo, como Jesús, debemos mantener la mirada en Dios que nos revela los misterios del reino. Como Jesús, debemos bendecir a Dios “que acoge a los cansados y oprimidos”. Para Francisco, “ésta es la tarea principal del Sínodo: volver a centrar nuestra mirada en Dios, para ser una Iglesia que mira con misericordia a la humanidad”. Con los ojos fijos en Dios, tal vez ahora pueda dormir, pero ay, veo el amanecer fuera de mi ventana. Por ahora, cerraré la ventana y usaré mi máscara para dormir. Veremos que pasa.

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Guevarra con su pareja, el reverendo Mark Chiang (derecha), ministro de la Iglesia Presbiteriana de St. Andrew en Edmonton. (Proporcionada)

—Mark Guevarra (él/él), 8 de octubre de 2023

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Obispo John Stowe: Bendecir a las parejas LGBTQ+ “casi significa la aprobación de Dios”

Al comenzar el Sínodo, los muros se derrumban

Cardenal: Dios proporcionará dirección al Sínodo sobre cuestiones LGBTQ+

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Fuente New Ways Ministry

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“Dura crítica a los dirigentes religiosos”. 27 Tiempo ordinario – A (Mateo 21,33-43)

Domingo, 8 de octubre de 2023
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vineyard parableLa parábola de los «viñadores homicidas» es, sin duda, la más dura que Jesús pronunció contra los dirigentes religiosos de su pueblo. No es fácil remontarse hasta el relato original, pero, probablemente, no era muy diferente del que podemos leer hoy en la tradición evangélica.

Los protagonistas de mayor relieve son, sin duda, los labradores encargados de trabajar la viña. Su actuación es siniestra. No se parecen en absoluto al dueño que cuida la viña con solicitud y amor para que no carezca de nada.

No aceptan al señor al que pertenece la viña. Quieren ser ellos los únicos dueños. Uno tras otro, van eliminando a los siervos que él les envía con paciencia increíble. No respetan ni a su hijo. Cuando llega, lo «echan fuera de la viña» y lo matan. Su única obsesión es «quedarse con la herencia».

¿Qué puede hacer el dueño? Terminar con estos viñadores y entregar su viña a otros «que le entreguen los frutos». La conclusión de Jesús es trágica: «Yo os aseguro que a vosotros se os quitará el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

A partir de la destrucción de Jerusalén el año 70, la parábola fue leída como una confirmación de que la Iglesia había tomado el relevo de Israel, pero nunca fue interpretada como si en el «nuevo Israel» estuviera garantizada la fidelidad al dueño de la viña.

El reino de Dios no es de la Iglesia. No pertenece a la jerarquía. No es propiedad de estos teólogos o de aquellos. Su único dueño es el Padre. Nadie se ha de sentir propietario de su verdad ni de su espíritu. El reino de Dios está en «el pueblo que produce sus frutos» de justicia, compasión y defensa de los últimos.

La mayor tragedia que puede sucederle al cristianismo de hoy y de siempre es que mate la voz de los profetas, que los sumos sacerdotes se sientan dueños de la «viña del Señor» y que, entre todos, echemos al Hijo «fuera», ahogando su Espíritu. Si la Iglesia no responde a las esperanzas que ha puesto en ella su Señor, Dios abrirá nuevos caminos de salvación en pueblos que produzcan frutos.

José Antonio Pagola

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“Arrendará la viña a otros labradores”. Domingo 08 de octubre de 2023. 27º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 8 de octubre de 2023
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50-OrdinarioA27Leído en Koinonia:

Isaías 5,1-7: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel
Salmo responsorial: 79 La viña del Señor es la casa de Israel.
Filipenses 4,6-9: Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Mateo 21,33-43: Arrendará la viña a otros labradores

Algunos seguimos aferrados a un «servicio de la palabra» más apto para generaciones pasadas que para la sociedad actual. Pretendemos hacer oír una «palabra» alejada de la realidad que vivimos, expresada en un lenguaje teórico, con poco sabor de la vida y la problemática de la gente… La inculturación sigue siendo una «materia pendiente» para demasiados predicadores cristianos. Nos preguntamos cómo lograr que nuestro «servicio de la palabra» se inspire y se haga carne en compromisos concretos por la Vida, la Justicia y la Solidaridad concretas, tal como se viven en el día a día…

Miremos a los profetas, que pueden orientarnos en este sentido. Ellos siempre mantuvieron una actitud crítica frente a las instancias de poder y, simultáneamente, vivían en medio del pueblo. Isaías, por ejemplo, no duda en utilizar una vieja canción romántica, sobre una viña, para comunicar con eficacia su mensaje. No teme que lo tilden de coplero de amoríos, o que la gente piense que sus recursos didácticos no están a la altura requerida. Para Isaías lo importante era hacer captar al decadente reino de Judá los peligros evidentes de una política interna ejercida mediante el autoritarismo, la represión y el inmediatismo. Y la maestría de su «servicio de la palabra», comprometido y vital, accesible y a la vez profundo, quedó reflejado en la «Canción de la viña» que hoy escuchamos como primera lectura.

Ocurre otro tanto con la predicación de Jesús, como podemos ver en el evangelio de hoy. Jesús se vale del mismo tema de la viña para expresar su mensaje.

Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de derecha como de izquierda, consideraron que Jesús era una amenaza.

Para Jesús el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos «de buena voluntad», o sea, todas las personas que tengan como valor primero de su vida el Amor y la Justicia. Porque, como dice esa maravillosa canción litúrgica (el salmo 71), el Reino es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gratuidad, Amor». Por eso es por lo que no eran importantes para Jesús las diferencias raciales, de género o de cualquier otro tipo: todas las personas «de buena voluntad», todas las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Y Jesús no sólo propuso esto como un ideal, sino que lo realizó con su práctica.

Esta manera de actuar y de pensar le acarreó agudos y profundos conflictos con los grupos religiosos y políticos de la época, incluso con sus propios discípulos. Para los hombres ortodoxos, esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, enfermos y pecadoras era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que fuera de Israel y de su particular religión no había salvación para nadie. Se consideraban «propietarios» del Reino de Dios.

Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El profeta de Galilea se burla de las pretensiones privatizadoras de los ortodoxos, y les muestra que Dios entrega el Reino a aquellas comunidades que viven el amor y la justicia. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular. Nadie lo tiene asegurado a título de una raza o religión concreta.

Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres. Éstos y otros signos son manifestaciones de la voluntad del Padre que envía a Jesús para que los hijos e hijas «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10) y que, por ello, invita a celebrar el retorno del hijo «que estaba muerto y ha vuelto a la vida» (cf. Lc 15,32).

La denuncias de Jesús, por otra parte, nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte. Queremos que nuestra vida y nuestro ministerio sean una confesión y un testimonio de nuestra fe en el Dios «que ama la vida» (Sab 11,26). Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del Reino (cf Mt 10,39).

Jesús, el Hijo del hombre, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos (cf Mt 20,28). Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos (cf Jn 10,11). En este momento debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en los últimos años han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires. Leer más…

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8.10.23 (Dom 27 TO )La piedra que desecharon los arquitectos. Mt 21, 40-44

Domingo, 8 de octubre de 2023
Comentarios desactivados en 8.10.23 (Dom 27 TO )La piedra que desecharon los arquitectos. Mt 21, 40-44

IMG_0832Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de hoy (Mt 21, 23-34) ha de verse desde el tema de domingo pasado (publicanos y prostitutas os preceden…) y desde  la oración Teresa de Lisieux (3 Octubre: Jn 17), cuando proclama, con Jesús, que todos somos sacerdotes del nuevo reino de Dios. A Teresa de Lisieux le hicieron santa y doctora para que la veneremos, pero pocos siguen su camino.

Este evangelio  retoma los motivos anteriores desde la imagen de los viñadores poderosos (sacerdotes y senadores) que para apoderarse de la viña matan al auténtico heredero: echan fuera la auténtica piedra, para hacerse ellos mismos piedra y templo. Esta es una historia plenamente actual. Sigue siendo la historia de la iglesia del mundo del siglo XXI.

Piedra angular. Que “cuadre la construcción”.

 He comentado extensamente ese motivo (viñadores homicidas) en mi Historia de Jesús y en comentarios a Marcos y Mateo Suponiendo conocido ese motivo me centro en los últimos versos del pasaje, que nos sitúan ante una de las claves del evangelio y de la vida de la iglesia: Sobre la piedra desechada por la sociedad civil y por la iglesia edifica Jesús su reino, hoy siglo XXI como entonces, siglo I.

Reunidos en Granada los políticos/arquitectos de Europa occidental se empeñaron ayer (6.10.23) en Granada en crear un “mercado”, expulsando a los de siempre (la piedra que desecharon…). Reunidos hoy (8.20.23) en Roma muchos “grandes” de la Iglesia buscan igualmente piedras buenas para edificar su “templo”. Entre los desechados, en los basureros de la humanidad triunfante,  sigue buscando Jesús las piedras vivas de du Reino.  Podría decirse quizá con más retórica, pero no con más contundencia.

Leamos la parábola. Sacerdotes y senadores han matado al hijo, heredero de la viña.   La “historia” de Dios podía haber terminado de esa manera, con la muerte del Hijo… y con la revancha/venganza del amo. Pero vengamos al texto, sigamos leyendo:

21 40 Pues bien, cuando vuelva el dueño de la viña ¿qué hará con aquellos agricultores? 41 Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros agricultores, que le entreguen los frutos a sus tiempos. 42 Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular?. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente? ¿Qué hará el amor de la viña? Jesús pregunte. Le responden “lógicamente” que les mate

 La respuesta de los interlocutores de Jesús indica que ellos han entendido la parábola en clave de talión (en contra de lo que él mismo Jesús había proclamado en Mt 5, 38-48). Que les mate, que les maten. Esa sigue siendo la respuesta de la gente Mc 12, 8(¡hará morir de mala muerte…!), pero indicando con una diferencia.  Esa es la respuesta, que con tonos diversos sale hoy en los periódicos: Que maten a los rusos o a los catalanes, a los sicarios de Colombia o a los emigrantes de pateras (que los maten, que los dejen morir en campos de batalla, en parlamentos o en pateras y cárceles.

Pero Mateo indica aquí (en su evangelio) que esa no es la respuesta de Jesús, sino la de la gente. Esa es la respuesta de un tipo e democracia de muerte… Matar a los que estorban, a todos los demás… creando así una historia infinita de chivos emisarios y chivos expiatorios… Esta es la respuesta del talión de sangre,  que sigue sonando en la historia desde el tiempo de Caín (Gen 4 Esa respuesta (matará… ) nos línea se sitúa en una línea de legalidad punitiva, que sigue condenando (aplastando) a los hombres, suponiendo que un pecado sólo se resuelve y limpia con otro pecado,  conforme al dictado de una espiral de violencia infinita, porque supone que Dios mismo es violento y que, tras un tiempo de paciencia, en que ha dejado a los violentos que asesinen y maten a los justos, vendrá a manifestarse como vengador incontenible, respondiendo en su mismo plano a los asesinos, destruyendo (asesinando) de un modo implacable a los renteros asesinos, como suponen muchos libros apocalípticos e incluso una teología de línea sapiencial [1].

Conforme a esta respuesta (hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros agricultores, que le entreguen los frutos a sus tiempos…), el des-orden anterior se mantendría como estaba, porque los nuevos viñadores seguirían sometidos a la misma presión de violencia de los ajusticiados.

´Mateo ha dejado claro que esta respuesta no es de Jesús, ni de los cristianos, sino de algunos oyentes, pues ella va en contra del Sermón de la Montaña (5, 38-48) y del mensaje universal de Pascua (28, 16-20). Dios no ha querido matar a los asesinos de su Hijo, sino al contrario: les ha ofrecido la gracia del perdón a través del mismo Jesús resucitado.

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Respuesta de “masones”. Jesús el arquitecto: La piedra desechada

En este fondo introduce Mateo el pensamiento de Jesús (¿no habéis leído: la piedra que desecharon los arquitectos…?). Esa es la respuesta que Jesús presenta como clave de interpretación de la historia humana, una respuesta que  que estaba ya en el AT (Sal 118), pero que sólo ahora puede entenderse plenamente.

Según Mc 6, 4, Jesús es el tekton, un simple obrero de la construcción (albañil, cantero…). Pues bien, aquí aparece no como simple tekton sino como el arquitecto, el arquitecto de la nueva humanidad, el verdadero “masón” de las imágenes ilustradas de los masones del siglo XIX. Se trata de construir una nueva humanidad, pero no desde las “piedras” de los arquitectos oficiales (armas, dinero, superioridad, excelencia…), sino desde las piedras desechadas de la historia humana, desde los desechados del mundo. ¿No habéis leído? Así dice Jesús, como en Mc 13, 14. El sepa leer la historia que aprenda, que entiende, pues la lección viene de atrás, como dice el salmo.

Salmo de la piedra desechada:

  • 20 esta es la puerta de Jehová; ¡por ella entrarán los justos!
  • 21 Te alabaré porque me has oído y me fuiste por salvación.
  • 22 La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo.
  • 23 De parte de Jehová es esto y es cosa maravillosa a nuestros ojos.
  • 24 Éste es el día que hizo Jehová; ¡nos gozaremos y alegraremos en él! (cf. Sal 118, 22-23).

Éste es el canto de unos fieles judíos que, habiendo sido rechazados tras la vuelta del exilio de Babilonia, entre el V-III a.C., vinieron a presentarse ante Dios como piedra angular del nuevo edificio del templo (la comunidad restaurada). Así muestran que Dios consigue su victoria a través de personas descartadas, marginadas por los constructores oficiales  a quienes habían querido eliminar. Éste es el salmo que Jesús asume como principio de interpretación de la historia. El verdadero edificio del templo de Dios se construye con piedras desechadas.

Jesús no habla  así simplemente condenar sin más a los sacerdotes y senadora (como ellos supondrán: 21, 45), sino para que reflexionen y respondan (=cambien de actitud), y lo hace con ese salmo, que cuenta la historia de un hombre que da gracias a Dios porque le ha liberado de una gran crisis o prueba, de manera que aquellos que le acompañan en la oración proclaman “la piedra que desecharon los arquitectos…”.

Éste es el salmo/canto de los publicanos y las prostitutas, de los expulsados de todos los caminos, de los encarcelados y emigrantes, de los condenados de las cárceles de la historia humana (Mt 25, 31-46). Sólo a partir de ellos se puede  crear la historia de la nueva humanidad.

Sentencia de Jesús, piedra de escándalo (Mt 21, 43-46).

 La sentencia de 21, 43 es propia de Mateo (no se incluye en Mc 12, 1-12 ni en Lc 20, 11-18), y parece ratificar la respuesta de los primeros oyentes (hará morir a esos malvados: 21, 41)… pero lo hace en forma de inversión… Los que condenan y matan a los demás se condenan y matan a sí mismos. Al rechazar a publicanos y prostitutas, al condenar a los trabajadores de la viña, al matar a los pobres (hijos de Dios), los senadores y sacerdotes del mundo se matan a sí mismo.

21 43 Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. (44 Y el que caiga sobre esta piedra será hecho pedazos; y aquel sobre el que caiga esta piedra quedará desmenuzado). 45 Y los sumos sacerdotes y los fariseos, oyendo sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos.  

 Esta sentencia no dice que las autoridades de Jerusalén (sacerdotes, ancianos, fariseos…) serán ajusticiadas (que morirán en este mundo, o que se condenarán después para siempre), sino sólo que se les quitará su autoridad. Esta es la misma sentencia del Magnificar: Derriba del trono a los potentados y eleva a los humillados (Lc 1, 46.55). El mayor bien que Dios puede hacer a los grandes arquitectos (ricos, senadores, sacerdotes…) es que pierdan el poder, poder,  que bajen de sus tronos, que pierdan sus privilegios de muerte… que vivan al ras de la vida, al ras de la gente, en diálogo de respeto, de amor, como  han puesto de relieve los comentaristas de salmos (Cf. H.-J. Kraus, Los Salmos I-II, Sígueme Salamanca 1993; L. Alonso Schökel, Salmos I-II, Verbo Divino, Estella 1992), como yo mismo he destacado últimamente en mi Lectura cristiana de los salmos ( VD, Estella 2023)..

IMG_0834  Jesús condena a los agricultores y arquitectos antiguos (sacerdotes, senadores…), pero no para colocar en su lugar a otros quizá mejores, sino para ofrecer el reino, la vida a un pueblo nuevo que produzca y comparte la frutos verdaderos…

Conforme a la visión de Mateo, este nuevo pueblo es la Iglesia mesiánica, es la nueva humanidad que no se opone a Israel en cuanto tal (Mateo supone que los judíos pueden formar y forman parte de ese pueblo), sino a sus autoridades (sacerdotes, ancianos…). Esta es la gran promesa, la esperanza de la nueva humanidad.

La piedra del juicio. Una glosa de Mateo:

Y el que caiga sobre esta piedra será hecho pedazos; y aquel sobre el que caiga esta piedra quedará desmenuzado) (Mt 21, 44, cf Is. 8, 14-15; Dan 2 34-44).

            Ésta es una glosa, pero una glosa muy significativa, como explico en la nota 2 [2]. Posiblemente no viene de Jesús. Marcos no la introduce. Lucas la introduce en un contexto distinto… Aquí aparece en algunos manuscritos de Mateo, en otros no aparece. Posiblemente es un texto que solía aducirse en algunas discusiones entre cristianos y cristianos, cristianos y judíos sobre el sentido de la Piedra-Jesús,

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De canción de amor a canción de muerte. Domingo 27 Ciclo A

Domingo, 8 de octubre de 2023
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661902_1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:


El domingo pasado, Jesús denunció a las autoridades religiosas y políticas por no haber creído a Juan Bautista ni haberse dejado interpelar por el buen ejemplo de los recaudadores de impuestos y las prostitutas. Este domingo, el ataque es más duro: los acusará de ladrones y asesinos. Para comprenderlo hay que remontarse ocho siglos, hasta la época de Isaías.

Acto I: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia 735 a.C.

            El murmullo se apaga lentamente. Cuando se hace silencio, Isaías se dirige a la gente congregada: «Voy a cantar una canción de amor. Del amor de mi amigo a su viña». El público sonríe incrédulo. No imagina al profeta cantando una canción de amor. Lo más frecuente en él son denuncias y elegías.

            La canción habla del trabajo entusiasta que dedica su amigo a una hermosa viña: entrecava el terreno, lo descanta, plata buenas cepas, construye una atalaya y, esperando una magnífica cosecha, cava un lagar. Pero, al cabo del tiempo, la viña, en vez de dar uvas hermosas y dulces, da ácidos agrazones.

            Isaías aparta la cítara y mira fijamente al público: «Ahora os toca a vosotros hacer de jueces entre mi amigo y su viña. ¿Podía hacer por ella más de lo que hizo».

La gente guarda silencio e Isaías continúa: «Voy a deciros lo que hará mi amigo: derribará su valla para que sirva de pasto a ovejas y cabras, para que la pisoteen mulos y toros; la arrasará para que crezcan en ella zarzas y cardos, y prohibirá a las nubes que lluevan sobre ella».

El profeta se interrumpe y pregunta de nuevo: «¿Quién es mi amigo y cuál es su viña?» Pero no da tiempo a que nadie intervenga: «La viña del Señor sois vosotros, los hombres de Israel y de Judá. Dios ha hecho mucho por vosotros, y esperó a cambio que practicarais el derecho y la justicia, que os portarais bien con el prójimo. Pero sólo habéis producido asesinatos y provocado lamentos».

            El texto de la canción es la 1ª lectura de hoy:

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. 

Mi amigo tenía una viña en fértil collado. 

La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas;

construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. 

Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones. 

Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá,

por favor, sed jueces entre mí y mi viña. 

¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? 

¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? 

Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña:

quitar su valla para que sirva de pasto,

derruir su tapia para que la pisoteen. 

La dejaré arrasada:

no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos;

prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. 

La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel;

son los hombres de Judá su plantel preferido.

Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; 

esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.

Acto II: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia año 29 de nuestra era.

 Jesús acaba de contar a los sacerdotes y senadores la parábola de los dos hermanos, advirtiéndoles que las prostitutas y los publicanos les llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Inmediatamente, sin darles tiempo a reaccionar ni responder, les dice:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar…

― Ésa ya la sabemos, comenta uno en voz alta. Ésa no es tuya, es de Isaías.

Jesús no se inmuta. Y la parábola toma de repente un rumbo imprevisible. A diferencia de la viña de Isaías, ésta sí da fruto. El problema no radica en la viña, sino en los viñadores, que se niegan a entregar los frutos a su legítimo propietario.

El drama se desarrolla en tres etapas. En las dos primeras, el dueño envía unos criados, y los viñadores los apalean, matan o apedrean. En la tercera, envía a su propio hijo. Cuando lo matan, Jesús, igual que Isaías, se encara con los oyentes, pidiéndoles su opinión: «¿Qué hará con aquellos labrado­res?»

A diferencia de lo que ocurre en Isaías, los oyentes intervienen, emitiendo una sentencia tremendamente dura: los viñadores merecen la muerte y la viña será entregada a otros más honrados.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo. “Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»

Le contestaron:

― Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.

Y Jesús les dice: 

― ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?  Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Tres grandes enseñanzas

  1. La canción de la viña de Isaías insiste en una idea que a muchos cristianos todavía les resulta extraña: el amor de Dios se paga con amor al prójimo. Dios ha hecho mucho por los israelitas, pero lo que pide de ellos no es actos de culto sino la práctica de la justicia y el derecho. Jesús dirá que el segundo mandamiento (amar al prójimo) es tan importante como el primero (amar a Dios). Y la 1ª carta de Juan afirma: «Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amar… a nuestros hermanos».
  2. Para Jesús, a diferencia de Isaías, el pueblo no es una viña mala e improductiva. Al contra­rio, da frutos a su tiempo. El mal radica en las autoridades religiosas, que consideran la viña propiedad privada y no recono­cen a su auténtico propietario. Por eso Mateo termina con un comentario incomprensiblemente suprimido por la liturgia: «Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta de que iban por ellos» (v.45). Sería completamente equivocado utilizar la homilía de este domingo para atacar al público presente, que bastante hace con soportarnos. Quienes debemos sentirnos especialmente interpelados somos los que tenemos una responsabilidad dentro de la comunidad cristiana.
  3. En su versión final (véase “Una cuestión discutida”), la parábola subraya la importancia y triunfo de Jesús. Después de todos los profetas (los criados), él es “el hijo”, lo más valioso que Dios puede mandar. Y aunque las autoridades religiosas lo infravaloren y desprecien, él termina convertido en la piedra angular del nuevo edificio de la Iglesia.

Una cuestión discutida

Muchos comentaristas piensan que la parábola primitiva contada por Jesús hablaba sólo del envío de los criados, los profetas, a los que los viñadores apalean, matan o apedrean. Y terminaría con las palabras: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.» Es pueblo eran los seguidores de Jesús.

Cuando lo mataron, los primeros cristianos pensaron que este era el mayor crimen, y se habrían añadido las palabras referentes al envío y la muerte del hijo. En la misma línea de subrayar la importancia de Jesús habría añadido las palabras del Salmo 118,22: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente». Es un cambio fuerte de metáfora. Los viñadores se convierten en arquitectos, y el hijo en una piedra. Los constructo­res la desechan, porque no la consideran válida como piedra angular, la que soporta el peso de todo el arco. Sin embargo, Dios la coloca en un puesto de privilegio. Con este añadido, la parábola pierde en clari­dad, pero advierte a las autoridades religiosas que su crimen no ha servido de nada, y alegra a los cristianos con la certeza del triunfo de Jesús.

La paz de Dios y la forma de conseguirla (Filipenses 4,6-9)

            La lectura de Pablo comienza con las palabras: «Nada os preocupe», y repite más adelante dos promesas muy parecidas: «La paz de Dios custodiará vuestros corazones» y «el Dios de la paz estará con vosotros». La paz, siempre necesaria, lo es quizá más en este tiempo. Pablo indica a los cristianos de Filipos tres recursos para conseguirla: 1) la oración, la súplica y la acción de gracias; 2) tener en cuenta todo lo que es virtud o mérito; 3) poner por obra lo que recibieron, oyeron y vieron en él.

            Si reflexionamos sobre estos recursos y los ponemos en práctica, conseguiremos la paz de Dios.

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Domingo XXVII. 08 octubre, 2023

Domingo, 8 de octubre de 2023
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Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.”

(Mt 21, 33-43)

Hoy celebramos la Buena Noticia de un Dios inmensamente paciente, capaz de enviarnos a su hijo, es decir, capaz de enviarnos lo más valioso que tiene. Y no nos lo envía cuando somos buenos, sino aun sabiendo que no sabremos ni acogerlo ni respetarlo.

La Buena Noticia, lo veíamos también la semana pasada, es que Dios no se da por vencido. A pesar de la cizaña, la semilla de la humanidad es buena y Él sabe que al final, todo saldrá bien. La luz vencerá la oscuridad.

Lo que mueve los hilos de la Historia de la Salvación son el amor, la generosidad, el puro derroche. Dios no pone condiciones, pone amor. Jesús no nace como resultado de la buena conducta del pueblo. Y aunque el pueblo lo espera, llega de la manera más inesperada, en el lugar indicado, pero sin ser reconocido a simple vista.

Así son las cosas de Dios: imprevistas. Y nosotras, pobres criaturas, no acabamos de saber reconocerlo y aun menos sabemos acogerlo. Nos pasa muchas veces como a estos labradores que cuando leemos la parábola nos parecen tan horribles y nos sale una respuesta como la de quienes le oyeron la parábola a Jesús: “Hará morir de mala muerte a esos malvados…”

Pero no fue así, nunca es así con Dios Trinidad, su paciencia es infinita, como lo es también su bondad y su amor por cada una de nosotras, por eso nos da lo más valioso que tiene, se nos da él mismo sin medida y espera, nos da todo el tiempo que necesitamos para aprender a acoger, a amar… Nos conoce y sabe que estamos hechas de amor infinito.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por tu eterna confianza. Por renovarla cada mañana, muy a pesar de nuestras guerras, envidias, codicias y larga lista de debilidades. Gracias porque nos recuerdas que nuestra verdadera esencia no es todo eso. Gracias por esa semilla divina que puede crecer y desarrollarse precisamente, en el estiércol de nuestra condición humana.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Entre Dios y tú no puede haber intermediario alguno.

Domingo, 8 de octubre de 2023
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Mt 21,33-43

De las tres parábolas con que responde Jesús a los jefes religiosos (los dos hijos a la viña, los viñadores homicidas y el banquete de boda), la de hoy es la más provocadora. Al rechazo de los jefes responde Jesús con suma crudeza. Esta parábola se narra ya en el evangelio de Mc, del que copian Mt y Lc. Cuando se escriben ya se había producido la muerte de Jesús, la destrucción de Jerusalén y la separación de los cristianos de la religión judía. Era muy fácil anunciar como profecía, lo que había sucedido ya.

Aunque el relato puede verse como parábola, el mismo Mt nos la presenta como una alegoría, donde, a cada elemento del relato corresponde un elemento metafórico espiritual. El propietario es Dios. La viña es el pueblo elegido. Los labradores son los jefes religiosos. Los enviados una y otra vez son los profetas. El hijo es el mismo Jesús. Los frutos que Dios espera son derecho y justicia. El nuevo pueblo, a quien se ha entregado la viña, que tiene que producir abundantes frutos, es la comunidad cristiana.

El relato del evangelio es copia, casi literal, del texto de Isaías. Pero si nos fijamos bien, descubriremos matices que cambian sustancialmente el mensaje. En Is el protagonista es el pueblo(viña), que no ha respondido a las expectativas de Dios; en vez de dar uvas, dio agrazones. En Mt los protagonistas son los jefes religiosos (viñadores), que quieren apropiarse de los frutos e incluso de la misma viña. No quieren reconocer los derechos del propietario. Pero al final se retoma la perspectiva de Isaías porque se dice que la viña será entregada a otro pueblo, cosa que ni a Isaías ni a Jesús se le podía ocurrir.

Como los domingos anteriores, se nos habla de la viña. Una de las imágenes más utilizadas en el AT para referirse al pueblo elegido. Seguramente, Jesús recordó muchas veces el canto de Isaías a la viña; sin embargo, no es probable que la relatara tal como la encontramos en los evangelios. No solo porque en él se da por supuesto la muerte de Jesús y el total rechazo del pueblo de Israel, sino también porque a ningún judío le podía pasar por la cabeza que Dios les rechazara para elegir a otro pueblo. Por lo tanto, está reflejando una reflexión de la comunidad cristiana muy posterior a Jesús.

Se os quitará la viña y se dará a otro pueblo que produzca sus frutos. Una manera muy bíblica de justificar que los cristianos se consideraran ahora el pueblo elegido. Esto era inaceptable y un gran escándalo para los judíos que consideraban la Ley y el templo como la obra definitiva de Dios, y ellos, sus destinatarios exclusivos. El relato no sólo justifica la separación, sino que también advierte a las autoridades de la comunidad que pueden caer en la misma trampa y ser rechazada como pueblo elegido.

Recordemos que entre la Torá (Ley) y el mensaje del Jesús, existe un peldaño que a veces olvidamos, y que seguramente hizo posible que la predicación de Jesús prendiera, al menos en unos pocos. Recordad las veces que se dice en el evangelio: “para que se cumplieran las escrituras”. Ese escalón intermedio fueron los profetas, que dieron chispazos increíbles en la dirección correcta; aunque no fueron escuchados. Muchas de las enseñanzas de Jesús, y precisamente las más polémicas, ya las encontramos en ellos.

La piedra desechada es ahora la piedra angular, es ya la apreciación cristiana de la figura de Jesús. Jesús no pudo contemplar el rechazo del pueblo judío como la causa de su muerte. Jesús nunca pretendió una nueva religión, ni inventarse un nuevo Dios. Jesús fue judío por los cuatro costados, y nunca dejó de serlo. Muy a su pesar, su predicación dio lugar al nacimiento del cristianismo. El traspaso de la viña a otros, sobrepasa el pensamiento bíblico. El pueblo elegido es castigado, pero permanece como elegido.

Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y procedían por mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses. De esta manera llegaron a identificar la voluntad de Dios con la suya propia y creerse dueños y señores del pueblo.

No se pone en duda que la viña dé frutos. Se trata de criticar a los que se aprovechan de los frutos que corresponden al Dueño. A Jesús le mataron por criticar el mal uso que  hacían los jefes de la religión. Atacó radicalmente los dos pilares sobre los que se sustentaba. No criticó el templo y la Ley en sí, sino la interpretación que hacían de ambos. También nuestros dirigentes son administradores y no dueños de la viña. La tentación de aprovechar la viña en beneficio propio es hoy la misma que en tiempo de Jesús.

La historia nos demuestra que es muy fácil caer en la trampa de identificar los intereses propios o de grupo, con la voluntad de Dios. Esta tentación es mayor cuanto más religiosa sea la comunidad. Esa posibilidad no ha disminuido un ápice en nuestro tiempo. El primer paso para llegar a esta nefasta actitud es separar el interés de Dios del interés del ser humano concreto y personal. El segundo paso es oponerlos. Dados estos pasos ya tenemos justificado que se pueda machacar impunemente al hombre en nombre de Dios.

¿Qué espera Dios de mí? Dios no puede esperar nada de mí porque nada puedo darle. Él es el que se nos da totalmente. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él sino para nosotros. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de ser. Como seres humanos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud precisamente por nuestra humanidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella.

¿De qué frutos nos habla el evangelio? Los fariseos eran los cumplidores estrictos de la Ley.  Isaías dice: “esperó de ellos derecho y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia y ahí tenéis lamentos. La Torá hubiera dicho: esperó sacrificios, esperó un culto digno, esperó oración, esperó ayuno, esperó el cumplimiento de la Ley.  Al pedir derecho y justicia demuestra que el bien del hombre es lo más importante. Jesús da un paso más. No habla ya de “derecho y justicia” sino de amor total que es la norma suprema.

La denuncia nos afecta a todos, porque todos tenemos algún grado de autoridad y todos la utilizamos buscando muestro propio beneficio en lugar de buscar el bien de los demás. No sólo el superior autoritario que abusa de sus súbditos como esclavos a su servicio, sino también la abuela que dice al niño: si no haces esto, o dejas de hacer aquello, Jesús no te quiere. Siempre que utilizamos nuestra superioridad para domesticar a los demás, estamos apropiándonos de los frutos que no son nuestros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ciencia y Religión (El Cosmos)

Domingo, 8 de octubre de 2023
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Las parábolas de la reprobación están dirigidas específicamente a las autoridades judías, y su aplicación a nosotros es poco evidente. Por eso, vamos a aprovechar estos dos domingos para abordar un tema que nos incumbe: ¿Hasta qué punto el avance de la ciencia está estrechando el espacio necesario para creer en Dios?…

Einstein dijo en cierta ocasión que “el hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”, y quizás esta historia sea una buena prueba de ello.

Allá por el año 1931, un jesuita belga (y matemático prodigioso) de nombre Georges Lemaître, lanzó por primera vez la idea de un universo en permanente expansión, y añadió que, remontándose hacia atrás en el tiempo, su dimensión inicial tuvo que haber sido ínfima. Aventuró que su origen pudo ser la explosión de una partícula de dimensiones ínfimas y densidad infinita a la que llamó “átomo primigenio”.

Esta hipótesis fue acogida con gran hostilidad por parte de la comunidad científica, aduciendo que Lemaître pretendía favorecer con ella sus ideas religiosas acerca de la Creación. Poco más tarde, Edwin Hubble demostró empíricamente que el Universo se está expandiendo, y la idea de Lemaître comenzó a ser aceptada. Sobre los años cincuenta, George Gamow, brillante físico ucraniano, desarrolló un modelo completo y convincente que hizo de la teoría de Lemaître una teoría respetable.

Así nació el “Modelo Estándar del Big Bang” que está hoy generalmente aceptado por la comunidad científica. Este modelo hace una descripción detallada y rigurosa del proceso que tuvo lugar a partir de aquella gran explosión, aunque, eso sí, renunciando a explicar las causas que la originaron. Sus fundamentos teóricos hay que buscarlos en la teoría especial de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, y su fiabilidad está avalada por las observaciones y experimentos llevados a cabo en diversos observatorios y aceleradores de partículas.

Básicamente, este modelo sostiene que en el momento del Big Bang se generó un gran flujo de radiación en todas las direcciones, y que ésta energía acabó produciendo los átomos más ligeros de la tabla periódica; hidrógeno, deuterio y helio. Añade que las fluctuaciones de densidad existentes en aquel Universo primigenio dieron lugar a estrellas y galaxias, y que en el interior de las estrellas se fabricaron los átomos más pesados —del litio al uranio—, debido a las condiciones extremas de presión y temperatura allí existentes. Arrojados al espacio por explosión de las supernovas que los contenían, dieron lugar a los meteoritos, planetas y demás cuerpos densos que pueblan el cosmos…

Un relato fascinante, sin duda, pero que no explica de dónde procedía esa partícula primitiva (o esa acumulación de energía) que desencadenó el Big Bang, y que, por tanto, no desvela el enigma del origen del universo y de nuestra propia existencia. Algunos científicos han desarrollado teorías para responder a este enigma, pero todas ellas presentan inconsistencias tan sustanciales que les impiden ser aceptadas como parte integrante del Modelo Estándar del Big Bang.

La postura más común entre los científicos de prestigio la vemos en James Peebles, Premio Nobel de física de 2019, quien, en una entrevista en la embajada sueca en Washington tras obtener el galardón, manifestó lo siguiente: «Lo que sí tenemos es una teoría de la evolución bien probada desde unos segundos después de la explosión. Sin embargo, la misteriosa fase inicial sigue siendo eso, un misterio»

Y es que, sin leyes físicas ni datos empíricos previos al Big Bang, éste se ha convertido en un muro infranqueable en el que la ciencia ha encontrado su frontera. Ello nos invita a buscar las respuestas a las preguntas límite de nuestra existencia en ámbitos distintos al ámbito científico, por ejemplo, el religioso, pues, como decía Einstein: «La ciencia sin la religión es coja, y la religión sin la ciencia es ciega».

Si recurrimos al Génesis para entender qué pasó, vemos que los cronistas de sus dos primeros capítulos nos describen a su modo la Creación, pero de su descripción se desprende que no tienen ninguna vocación científica y que les importa un bledo cómo se formó el mundo o cómo surgió el primer hombre.

El único mensaje que tratan de transmitir es que el mundo es obra de Dios, y que el hombre está alentado por el soplo de Dios; por el espíritu de Dios… Eso sí, para envolver el mensaje se inventan un relato precioso que hace tangible el suceso. No saben nada de física, ni de genética ni de evolución, y aunque hubiesen sabido, el relato científico les habría parecido totalmente irrelevante frente al mensaje central que nos trasmiten.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Llamad@s a cuidar la viña de Dios.

Domingo, 8 de octubre de 2023
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red-vineyards-vincent-van-gogh-12483405-723-575Mt 21, 33-43

De nuevo Mateo nos presenta a Jesús invitando a sus oyentes a imaginar una historia y reaccionar ante lo que en ella acontece. Este relato se situ en los acontecimientos que se desarrollan en Jerusalén y que terminarán con la crucifixión de Jesús.

Desde su llegada a Jerusalén (Mt 21) Jesús vive un conflicto abierto con las autoridades religiosas que cuestionan su autoridad y su mensaje. La parábola que recordamos hoy forma parte de la conversación que él tiene con los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo dentro del recinto del Templo (Mt 21, 23) y que está unida con la que escuchábamos el domingo pasado (Mt 21, 28-32) y que continuará en el capítulo siguiente (Mt 22) .

Escuchad esta otra parábola

La parábola presenta a un señor que arrienda una viña a unos campesinos y cuando envía a sus empleados a recoger la parte de la cosecha que le corresponde por el arriendo, los labradores reiteradamente se niegan a entregarle su parte y lo hace de forma violenta, matando a los emisarios. El hecho de que ricos terratenientes, que vivían en las ciudades, arredraran a campesinos sin tierras sus propiedades en el campo a cambio de parte de la cosecha era una situación frecuente en la Palestina del siglo I. Una realidad que no sería dramática para el arrendatario sino estuviese agravada por los impuestos que debían de pagar tanto en forma de diezmos a los sacerdotes como de tributos al Roma y a Herodes y que apenas les permitía quedarse con un mínimo para sus sustento y el de sus familias. Esta carga económica suponía con frecuencia un progresivo endeudamiento de los campesinos que podía llevarlos a la pobreza absoluta incluso a la esclavitud.  Esta situación generaba cada vez mayor inestabilidad social produciéndose diversos movimientos campesinos en contra de los abusos de las elites o de los romanos.

Partiendo de este contexto conocido, Jesús desafía a sus oyentes a identificarse con los viñadores homicidas revelándoles así que es consciente de que su vida está amenazada porque ellos, como líderes religiosos de Israel, están actuando como los arrendatarios de la parábola. La alusión a la viña evoca textos proféticos de Isaías y Jeremías reforzando así su denuncia de la tradición que ellos están cometiendo contra la alianza que Dios hizo con Israel:

“La viña del Señor todo poderoso es el pueblo de Israel… Esperaba de ellos derecho y no hay más que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos” (Is 5,1-7)

“Yo te había plantado como viña selecta, llena de las mejores cepas. ¿Cómo te has convertido en cepa degenerada?” (Jr 2,21).

De este modo Jesús se identifica con el Hijo de la parábola y actualiza en su propia vida la memoria profética de Israel. Su anuncio del Reino es una llamada clara a escuchar al@s pobres, a l@s oprimid@s… a buscar la justicia, a no convertir la religión en una excusa para el abuso. Dios quiere que cuiden de su viña, que la hagan fructificar desde la acogida, la bondad y el perdón.

La piedra que rechazaron los constructores

Mateo al recoger en su evangelio esta parábola le va a dar un toque personal para confirmar la fe de su comunidad que estaban experimentando el rechazo den sus hermanos judíos por su fe en Jesús.

Mateo invita a sus oyentes a reconocer en la parábola el destino de Jesús. Él era el hijo asesinado y su muerte en la cruz demostraba una vez más la infidelidad de Israel al camino que Dios le había propuesto. La pregunta puesta en boca de Jesús al final de la parábola: ¿qué hará el dueño de la viña con estos viñadores? (Mt 21, 40) tiene en el testimonio de quienes le siguen una respuesta clara: Lo habían matado, pero Dios lo había resucitado confirmando así su vida y su mensaje.

Desde esta certeza pueden recordar las palabras del salmo 118. En ellas sostienen su esperanza porque saben que los que se creían arquitectos de la fe han fracasado en su elección.  Jesús es la piedra angular desde la que construir comunidad (Sal 118, 22- 23) y por eso, pueden afrontar el rechazo, el abandono como lo había afrontado Jesús.  Ellos y ellas son ahora los llamados y llamadas a cuidar la viña de Dios y han de hacerlo desde la justicia, la bondad y el perdón. Ellos y ellas, como comunidad del Reino han de dar fruto abriendo las puertas de su casa a quien quiera escuchar su mensaje y encuentre junto a ellos y ellas un camino de vida y salvación.

Hoy, herederas y herederos de aquellas comunidades primeras como la de Mateo, seguimos estando invitadas/os a cuidar la viña de Dios, a cuidar a nuestros hermanos y hermanas, a construir espacios de sororidad y fraternidad, al estilo de Jesús que es la piedra angular de nuestra casa. La parábola nos invita al discernimiento para que no nos apropiemos del mensaje del Reino, desvirtuándolo y alejándolo del horizonte al que señaló Jesús. El horizonte de los/as pequeños/as, de los perseguidos/as, de los abandonados/as, el horizonte del amor compasivo de Dios.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Frente a la decepción, consciencia.

Domingo, 8 de octubre de 2023
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desperate man crying under rain

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Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

08 octubre 2023

Mt 21, 33-43

Parece claro que todo este texto es una construcción de aquellos primeros discípulos de Jesús, que necesitaban entender y dar razón de lo que había sucedido. En función de su propia creencia, hacen una relectura, más o menos sesgada, de la historia de su propio pueblo (judío); presentan a Jesús como el “hijo”, al que reconocen como la “piedra angular” del nuevo proyecto; y se consideran a sí mismos como el “nuevo pueblo” a quienes se entrega el proyecto del “Reino de Dios” con el compromiso de que fructifiquen.

Hasta aquí, la lectura que aquellas comunidades creyentes hicieron de la persona y la muerte de Jesús. Pero la descripción inicial que hace la parábola puede fácilmente extrapolarse a cualquier momento de la historia de nuestra humanidad. Porque no es difícil, al contemplar la situación de un mundo marcado por la desigualdad, la injusticia y el conflicto, sentir una enorme decepción. Los “labradores” -por utilizar el lenguaje de la parábola- siguen sin entregar frutos adecuados y se dedican a maltratarse entre sí.

¿Cómo vivir y qué hacer ante ese sentimiento de decepción? Más allá de lo que cada persona sienta que ha de aportar y de la forma de compromiso que haya de adoptar, me parece que la cuestión decisiva pasa por “crecer en consciencia” de lo que somos y vivir en coherencia con ello. Solo la comprensión profunda -no me refiero al mero entender mental- tendrá el poder transformador que haga posible otro modo de ver y otro modo de vivir.

Visto desde el plano profundo, el mundo de las formas se percibe como una gran representación o teatro: “el gran teatro del mundo”, del que hablara Calderón de la Barca. Pero, inmersos en él, podemos vivirlo desde la ignorancia que nos reduce a un papel en el mismo o desde la comprensión que nos muestra la profundidad plena más allá de las formas que se mueven. Esta es la comprensión que transforma.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No matemos al mensajero (ni a nadie)

Domingo, 8 de octubre de 2023
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12074494_mDel blog de Tomás Muro la Verdad es libre:

01.- La viña es el símbolo de la vida, de la felicidad.

    A nosotros nos pilla un poco lejano el mundo rural, agrícola. Pero -en cualquier caso- no nos resultará muy difícil imaginar que la viña es el símbolo de la felicidad del ser humano, de la fecundidad: tu mujer como parra fecunda, es el símbolo de la abundancia,  Lo mismo otros símbolos parecidos como son el olivo, el trigo, el agua.

Dios planta una viña, la cuida, la protege. Es decir, Dios crea al ser humano, a la humanidad para que sea feliz. Dios quiere el bienestar y la buena convivencia de Israel, de la humanidad, de la Iglesia.

La viña en la Biblia es el pueblo de Dios, Israel, que mataba a los profetas y, finalmente incluso al hijo, a JesuCristo.

02.- Parábola de los viñadores homicidas.

La parábola de los viñadores homicidas está dirigida a los sumos sacerdotes y senadores: a los jefes y poderosos de este mundo y del sistema religioso judío y no judío.

Es evidente la alusión a los profetas del AT: Jerusalén mata a los profetas.

También es clara la alusión a JesuCristo: Lo matamos, lo llevamos fuera de la viña, fuera de la ciudad, y nos quedamos con su herencia.

Seguramente que a los cristianos de origen judío de las comunidades de Mateo, esta parábola les causaría un cierto escalofrío pues les está recordando que la jerarquía de Israel fue la que mató al Hijo, a Jesús.

    También nosotros podemos ver al hijo en el prójimo, en los necesitados. Y también nosotros podemos matar al Hijo o les dejamos morir: hambre en el mundo, pateras, migraciones, droga, armas…

    Dios ama al ser humano, a todo ser humano: no le dejemos morir, no matemos a nadie en la vida…

03.- Siempre con el poder a vueltas.

La parábola de los viñadores homicidas está dirigida a los principales y jefes de Israel.

El poder es enormemente atractivo y quienes tienen un puñado de poder económico, político, eclesiástico, cultural, familiar, no están -no estamos dispuestos- a soltarlo. Basta con ver una sesión de investidura.

Y el  poder, -todo poder- quiere hacerse con los frutos mesiánicos, la herencia.

Como los sumos sacerdotes y ancianos, matamos a profetas y pensadores, anulamos la libertad de pensamiento; destruimos la razón, la sensatez, la bondad, el perdón, el servicio.

04.- Poder y fanatismo

El poder, también el poder religioso, lleva o puede llevar al fundamentalismo, al fanatismo. Hemos vivido, a veces padecemos en ámbitos políticos, en contextos religiosos y también eclesiásticos posturas exacerbadas y fanáticas.

Pero la religión que mata o fomenta guerras de religión en nombre de Dios, no es exactamente “religión”, no es “religación” con  Dios y mucho menos es cristianismo. Por eso esta es una parábola que hemos de leerla contra los fundamentalismos religiosos que amenazan frecuentemente a los pueblos y a las culturas.

No es cristiano bendecir guerras patrióticas (Kiril – Putin).

No se puede defender la religión ni a Dios fanáticamente con violencia o con la muerte de los otros, porque en todos esos muertos, está el Hijo y Dios mismo está muriendo.

No es religión ni cristianismo defender, bendecir y vivir con violencia, agresión  o guerra. 

Fano y profano.

    Fano (fanático) viene del latín y griego y significa: templo: sacro-sagrado. Profano es lo que “está” ante lo sacro pero no es sagrado.

    El fanático sacraliza y absolutiza una realidad: el dinero, la patria, el deporte, el consumismo, la ideología doctrinal, etc. y trata de justificarlas e imponerlas a toda costa a los demás, incluso con violencia y guerras “si hace falta”.

    Fanatismos se dan en todos los órdenes de la vida: en política, cultura, deporte, etc… Y tratan de buscar el respaldo de la religión.

    Para el cristiano absoluto es Dios. De tejas abajo, todos somos humanos.

05.- La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

    A Jesús le mataron porque criticó a los jefes, que se creían los dueños de la viña.

Los hombres no somos propietarios de la viña, sino trabajadores de la viña, de la mies.

    La piedra angular de la vida humana no es la fuerza, la violencia, el dinero, la doctrina, la agresión, sino que la piedra angular de la existencia es JesuCristo, el amor de Dios.

06.- JesuCristo es la piedra angular.

    La imagen de la piedra angular es muy empleada en la Biblia. JesuCristo y solamente él es la piedra angular. [1]

    En la vida necesitamos apoyarnos en alguien. ¡Cuánto se agradece -especialmente en momentos de dificultad- encontrar apoyo y comprensión en una persona amiga, en un familiar, en el médico, y en último término en Dios, etc.!

    ¡Cuántas veces nos sobreviene la dificultad: una crisis, un problema grave de salud, una mala situación psicológica, familiar, una crisis con las instituciones, etc.! En esos casos -y siempre-, necesitamos un cimiento sólido, una roca donde apoyarnos, la piedra angular.

Cristo es nuestra piedra angular

[1] En el NT aparece en seis ocasiones: (Mateo 21:42, Marcos 12:10, Lucas 20:17, Hechos 4:11, Efesios 2:20 y 1 Pedro 2:7).

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“El riesgo de defraudar a Dios”. 27 Tiempo ordinario – A (Mateo 21,33-43)

Domingo, 4 de octubre de 2020
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vineyard parableLa parábola de los «viñadores homicidas» es tan dura que a los cristianos nos cuesta pensar que esta advertencia profética, dirigida por Jesús a los dirigentes religiosos de su tiempo, tenga algo que ver con nosotros.

El relato habla de unos labradores encargados por un señor para trabajar su viña. Llegado el tiempo de la vendimia sucede algo sorprendente e inesperado. Los labradores se niegan a entregar la cosecha. El señor no recogerá los frutos que tanto espera.

Su osadía es increíble. Uno tras otro, van matando a los criados que el señor les envía para recoger los frutos. Más aún. Cuando les envía a su propio hijo, lo echan «fuera de la viña» y lo matan para quedarse como únicos dueños de todo.

¿Qué puede hacer el señor de la viña con esos labradores? Los dirigentes religiosos, que escuchan nerviosos la parábola, sacan una conclusión terrible: los hará morir y traspasará la viña a otros labradores «que le entreguen los frutos a su tiempo». Ellos mismos se están condenando. Jesús se lo dice a la cara: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

En la «viña de Dios» no hay sitio para quienes no aportan frutos. En el proyecto del reino de Dios que Jesús anuncia y promueve no pueden seguir ocupando un lugar «labradores» indignos que no reconozcan el señorío de su Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. Han de ser sustituidos por «un pueblo que produzca frutos».

A veces pensamos que esta parábola tan amenazadora vale para el pueblo del Antiguo Testamento, pero no para nosotros, que somos el pueblo de la Nueva Alianza y tenemos ya la garantía de que Cristo estará siempre con nosotros.

Es un error. La parábola está hablando también de nosotros. Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. También ahora Dios quiere que los trabajadores indignos de su viña sean sustituidos por un pueblo que produzca frutos dignos del reino de Dios.

José Antonio Pagola

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“Arrendará la viña a otros labradores”. Domingo 4 de octubre de 2020. 27º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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50-OrdinarioA27Leído en Koinonia:

Isaías 5,1-7: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel
Salmo responsorial: 79La viña del Señor es la casa de Israel.
Filipenses 4,6-9: Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Mateo 21,33-43: Arrendará la viña a otros labradores

Algunos seguimos aferrados a un «servicio de la palabra» más apto para generaciones pasadas que para la sociedad actual. Pretendemos hacer oír una «palabra» alejada de la realidad que vivimos, expresada en un lenguaje teórico, con poco sabor de la vida y la problemática de la gente… La inculturación sigue siendo una «materia pendiente» para demasiados predicadores cristianos. Nos preguntamos cómo lograr que nuestro «servicio de la palabra» se inspire y se haga carne en compromisos concretos por la Vida, la Justicia y la Solidaridad concretas, tal como se viven en el día a día…

Miremos a los profetas, que pueden orientarnos en este sentido. Ellos siempre mantuvieron una actitud crítica frente a las instancias de poder y, simultáneamente, vivían en medio del pueblo. Isaías, por ejemplo, no duda en utilizar una vieja canción romántica, sobre una viña, para comunicar con eficacia su mensaje. No teme que lo tilden de coplero de amoríos, o que la gente piense que sus recursos didácticos no están a la altura requerida. Para Isaías lo importante era hacer captar al decadente reino de Judá los peligros evidentes de una política interna ejercida mediante el autoritarismo, la represión y el inmediatismo. Y la maestría de su «servicio de la palabra», comprometido y vital, accesible y a la vez profundo, quedó reflejado en la «Canción de la viña» que hoy escuchamos como primera lectura.

Ocurre otro tanto con la predicación de Jesús, como podemos ver en el evangelio de hoy. Jesús se vale del mismo tema de la viña para expresar su mensaje.

Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de derecha como de izquierda, consideraron que Jesús era una amenaza.

Para Jesús el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos «de buena voluntad», o sea, todas las personas que tengan como valor primero de su vida el Amor y la Justicia. Porque, como dice esa maravillosa canción litúrgica (el salmo 71), el Reino es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gratuidad, Amor». Por eso es por lo que no eran importantes para Jesús las diferencias raciales, de género o de cualquier otro tipo: todas las personas «de buena voluntad», todas las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Y Jesús no sólo propuso esto como un ideal, sino que lo realizó con su práctica.

Esta manera de actuar y de pensar le acarreó agudos y profundos conflictos con los grupos religiosos y políticos de la época, incluso con sus propios discípulos. Para los hombres ortodoxos, esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, enfermos y pecadoras era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que fuera de Israel y de su particular religión no había salvación para nadie. Se consideraban «propietarios» del Reino de Dios.

Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El profeta de Galilea se burla de las pretensiones privatizadoras de los ortodoxos, y les muestra que Dios entrega el Reino a aquellas comunidades que viven el amor y la justicia. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular. Nadie lo tiene asegurado a título de una raza o religión concreta.

Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres. Éstos y otros signos son manifestaciones de la voluntad del Padre que envía a Jesús para que los hijos e hijas «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10) y que, por ello, invita a celebrar el retorno del hijo «que estaba muerto y ha vuelto a la vida» (cf. Lc 15,32).

La denuncias de Jesús, por otra parte, nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte. Queremos que nuestra vida y nuestro ministerio sean una confesión y un testimonio de nuestra fe en el Dios «que ama la vida» (Sab 11,26). Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del Reino (cf Mt 10,39).

Jesús, el Hijo del hombre, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos (cf Mt 20,28). Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos (cf Jn 10,11). En este momento debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en los últimos años han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires. Leer más…

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4.10.20 DOM27 TO (La gran parábola: Mt 21, 33-43). Les matamos y quedamos así con la herencia. Terror económico, político y religioso

Domingo, 4 de octubre de 2020
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455px-Brooklyn_Museum_-_The_Son_of_the_Vineyard_(Le_fils_de_la_vigne)_-_James_TissotDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta no es “una” más, es “la” parábola, la historia presente y futura, entendida en forma teológica (el amo es Dios) y antropológica (dueños, renteros, sacerdotes/senadores y asesinados somos nosotros). Es la parábola del terror de la cruz: Matar torturando, para retener la herencia de todos.

Normalmente, condenamos a los sanedritas judíos con los soldados romanos, como si ellos fueran los únicos asesinos terrorista, y nosotros los inocentes. Pero la parábola no “es” ellos, somos todos los que de modo indirecto o directo matamos (nos aprovechamos de aquellos que matan).

Ésta es la parábola-bomba, de los que dicen o piensan “que maten, y la viña será nuestra”. Es la parábola de todos los que mueren para “ventaja” de otros, en este caso, sacerdotes y senadores (políticos, jueces y ricos…).

Esta parábola es la “bomba” del evangelio, y Dios quiere (deja) que estalle, como palabra de amenaza… y salvación más alta: Fuego he venido a traer a la tierra ¿Qué puedo querer sino que arda? (Mt 10, 34-36; Lc 12, 49-53). Es la bomba de Dios, que puede convertir el asesinato terrorista en principio de salvación, desde las víctimas crucificadas.

Parábola, la historia humana

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.” Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos (Mt 21, 33-43)

 Sentido general

1524376515_archive___Puede_estallar_una_guerra_nuclear__Que_esta_pasando_entre_Estados_Unidos_y_Corea_del_Norte_Esta parábola, que Mateo ha tomado de Marcos 12, 1-12 (cf. Lc 20, 9-19), retocándola en algún punto, describe la historia de Israel y de la Iglesia cristiana, la historia de la humanidad como lucha a muerte por la herencia, con terroristas grandes y pequeños, de guante blanco y guante negro, que siguen matando para apoderarse de la herencia de la tierra

En esta parábola “los terroristas que dicen matemos para quedar con la herencia” son los grandes gurús y benefactores de la historia oficial, los sacerdotes del Gran Templo, los “senadores” de la gran ciudad y del imperio… Ciertament, hay otros terroristas que han dicho y que dicen “matemos” para heredar… Terroristas políticos-militares, económicos y sociales (dueños de negocios de droga y tráfico de personas…). Pero aquí, en esta parábola, los terroristas (los que dicen matemos) son sacerdotes y “senadores”, los dueños legales de la historia, con Jerusalén  y Roma al fondo.

Los sacerdotes y “senadores”, poder religioso y civil de Israel y de la Iglesia, de las naciones-estado y de las multinacionales, se han apoderado dela “herencia”, y están dispuestos a matar por ella al Hijo-Heredero (que son los pobres de Jesús y con Jesús, los expulsados de las iglesias y naciones, de las multinacionaes). De esa forma actúan unos poderes que viven matando a otros, a diferencia de los publicanos y las prostitutas que han optado por el Reino (cf. Mt 23, 31).

 Ésta parábola condena a los renteros que se han adueñado de la viña de Dios, que es de todos, de manera que al final (en el fondo) se les conmina a sacerdotes y “senadores ricos” (dueños de naciones y multinaciones): “Se os quitará el Reino y se dará a otro pueblo que reparta (comparta) los frutos” [1].

 1_422-1579034_20200817123304Ésta es una palabra de juicio y condena contra los que gobiernan matando, esclavizando, asesinando… y una llamada de esperanza para los asesinados y explotados, porque “Dios” quitará el Reino a los asesinos y se lo dará a ellos.

El propietario de la viña es un oikodespotês, es decir, el verdadero Dueño de la casa, que debía ser una gran familia, en la línea de Mt 19, 29-20. Pues bien, en este contexto de disputa con las autoridades de Jerusalén, Jesús pone de relieve el hecho de que el Señor de la casa les ha confiado el cuidado de la herencia para servicio de todos (a ellos, sacerdotes, y con ellos a los “señores” de este mundo). Pero ellos ellos han querido adueñarse, y lo están haciendo, de un modo egoísta, violento, homicida. Esto dice el texto. Por comodidad divido el texto en tres secciones: Parábola (21, 33-39); interpretaciones (21, 40-42); conclusión (21. 43-45).

  La viña es la vida humana. Tres lecturas

La viña es Israel o, quizá mejor, la obra de Dios en su sentido extenso, el mundo entero, y los “viñadores” aparecen así como encargados de una tarea superior, es decir, de la obra y tarea de Dios, al servicio de todos los hombres. Así entendida, esta parábola se encuentra entrelazada no sólo con la historia de Israel, sino con la vida y destino de Jesús, de manera que ella puede interpretarse en tres planos:

  1. Es la parábola biográfica de Jesús, el heredero, representante de todos los hombres… Esta parábola cuenta la historia de Jesús, heredero oficial, representante de los pobres, que viene a pedir en nombre de ellos la herencia del mundo
  2. Es, al mismo tiempo, la parábola de la la religión, representada por Israel y por la Iglesia.  La iglesia de Israel  y la iglesia cristiana son la conciencia del mundo y así tienen que decir con su vida y con su obra que los herederos de “Dios” son los pobres, tienen que estar dispuestos a que les maten por ello… Ellos también (los eclesiásticos judíos, cristianos etc. corren el riesgo de apoderarse de la herencia, de matar al heredero, a los pobres.
  3. Esta es la parábola de la historia humana… y puede y debe contarse sin apelar directamente a Dios. Es la historia representada por sacerdotes y senadores (gobernantes, militares, dueños del dinero…) que se apoderan de la herencia de todos, matando a los pobres…. Es la historia de una humanidad que se destruye a sí misma

Es la parábola de la vida de Jesús, como signo y compendio de la historia del mundo 

 Esta es una parábola para los administradores de la viña, que, mirados en perspectiva bíblica, eran en tiempos de Jesús los sacerdotes y ancianos (senadores) del pueblo, que aparecerán después como sacerdotes y fariseos (21, 44). La parábola se eleva así en contra de los dirigentes de Jerusalén, en sentido religioso, social y económico, es decir, contra aquellos que triunfan matando a los siervos de Dios, y viven a costa de la herencia de los otros, es decir, de todos.

Es una parábola que les recuerda (y nos recuerda) que no son (no somos) dueños  de la viña (de un sacerdocio, rabinato o propiedad sagrada), sinoadministradores al servicio del cultivo de la tierra de Dios, cuyos frutos han de ser para los pobres, los necesitados[3].

La parábola supone que el dueño (Dios, amigo de los pobres) ha enviado a sus siervos para que recuerden a los agricultores, que no son propietarios de la viña, que no pueden hacer lo que ellos quieran con su finca (su dinero, su vino, su imperio…), que son renteros y, por tanto, servidores de una tarea y de una tierra para bien de todos, y en especial de los más pobres. Mc 12, 2-5 contaba la historia de esos enviados de manera más libre y literaria (un siervo, otro siervo, otro siervo…:). Mateo lo hace aquí de manera más monótona, hablando de dos tandas de siervos (24, 34-36), a quienes los renteros hieren, matan y apedrean, como se decía en la historia deuteronomista[4]. Leer más…

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De canción de amor a canción de muerte. Domingo 27 Ciclo A

Domingo, 4 de octubre de 2020
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661902_1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“Mi amigo tenía una viña en fértil collado…”

Acto I: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia 735 a.C.

          El murmullo se apaga lentamente. Cuando se hace silencio, Isaías se dirige a la gente congregada: «Voy a cantar una canción de amor. Del amor de mi amigo a su viña». El público sonríe incrédulo. No imagina al profeta cantando una canción de amor. Lo más frecuente en él son denuncias y elegías.

            La canción habla del trabajo entusiasta que dedica su amigo a una hermosa viña: entrecava el terreno, lo descanta, plata buenas cepas, construye una atalaya y, esperando una magnífica cosecha, cava un lagar. Pero, al cabo del tiempo, la viña, en vez de dar uvas hermosas y dulces, da ácidos agrazones.

            Isaías aparta la cítara y mira fijamente al público: «Ahora os toca a vosotros hacer de jueces entre mi amigo y su viña. ¿Podía hacer por ella más de lo que hizo».

La gente guarda silencio e Isaías continúa: «Voy a deciros lo que hará mi amigo: derribará su valla para que sirva de pasto a ovejas y cabras, para que la pisoteen mulos y toros; la arrasará para que crezcan en ella zarzas y cardos, y prohibirá a las nubes que lluevan sobre ella».

El profeta se interrumpe y pregunta de nuevo: «¿Quién es mi amigo y cuál es su viña?» Pero no da tiempo a que nadie intervenga: «La viña del Señor sois vosotros, los hombres de Israel y de Judá. Dios ha hecho mucho por vosotros, y esperó a cambio que practicarais el derecho y la justicia, que os portarais bien con el prójimo. Pero sólo habéis producido asesinatos y provocado lamentos».

            El texto de la canción es la 1ª lectura de hoy:

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. 

Mi amigo tenía una viña en fértil collado. 

La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas;

construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. 

Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones. 

Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá,

por favor, sed jueces entre mí y mi viña. 

¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? 

¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? 

Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña:

quitar su valla para que sirva de pasto,

derruir su tapia para que la pisoteen. 

La dejaré arrasada:

no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos;

prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. 

La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel;

son los hombres de Judá su plantel preferido.

Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; 

esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos. 

Acto II: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia año 29 de nuestra era.

Jesús acaba de contar a los sacerdotes y senadores la parábola de los dos hermanos, advirtiéndoles que las prostitutas y los publicanos les llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Inmediatamente, sin darles tiempo a reaccionar ni responder, les dice:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar…

― Ésa ya la sabemos, comenta uno en voz alta. Ésa no es tuya, es de Isaías.

Jesús no se inmuta. Y la parábola toma de repente un rumbo imprevisible. A diferencia de la viña de Isaías, ésta sí da fruto. El problema no radica en la viña, sino en los viñadores, que se niegan a entregar los frutos a su legítimo propietario.

El drama se desarrolla en tres etapas. En las dos primeras, el dueño envía unos criados, y los viñadores los apalean, matan o apedrean. En la tercera, envía a su propio hijo. Cuando lo matan, Jesús, igual que Isaías, se encara con los oyentes, pidiéndoles su opinión: «¿Qué hará con aquellos labrado­res?»

A diferencia de lo que ocurre en Isaías, los oyentes intervienen, emitiendo una sentencia tremendamente dura: los viñadores merecen la muerte y la viña será entregada a otros más honrados.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo. “Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»

Le contestaron:

― Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.

Y Jesús les dice: 

― ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?  Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Tres grandes enseñanzas

  1. La canción de la viña de Isaías insiste en una idea que a muchos cristianos todavía les resulta extraña: el amor de Dios se paga con amor al prójimo. Dios ha hecho mucho por los israelitas, pero lo que pide de ellos no es actos de culto sino la práctica de la justicia y el derecho. Jesús dirá que el segundo mandamiento (amar al prójimo) es tan importante como el primero (amar a Dios). Y la 1ª carta de Juan afirma: «Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amar… a nuestros hermanos».
  2. Para Jesús, a diferencia de Isaías, el pueblo no es una viña mala e improductiva. Al contra­rio, da frutos a su tiempo. El mal radica en las autoridades religiosas, que consideran la viña propiedad privada y no recono­cen a su auténtico propietario. Por eso Mateo termina con un comentario incomprensiblemente suprimido por la liturgia: «Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta de que iban por ellos» (v.45). Sería completamente equivocado utilizar la homilía de este domingo para atacar al público presente, que bastante hace con soportarnos. Quienes debemos sentirnos especialmente interpelados somos los que tenemos una responsabilidad dentro de la comunidad cristiana.
  3. En su versión final (véase “Una cuestión discutida”), la parábola subraya la importancia y triunfo de Jesús. Después de todos los profetas (los criados), él es “el hijo”, lo más valioso que Dios puede mandar. Y aunque las autoridades religiosas lo infravaloren y desprecien, él termina convertido en la piedra angular del nuevo edificio de la Iglesia.

Una cuestión discutida

Muchos comentaristas piensan que la parábola primitiva contada por Jesús hablaba sólo del envío de los criados, los profetas, a los que los viñadores apalean, matan o apedrean. Y terminaría con las palabras: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.» Es pueblo eran los seguidores de Jesús.

Cuando lo mataron, los primeros cristianos pensaron que este era el mayor crimen, y se habrían añadido las palabras referentes al envío y la muerte del hijo. En la misma línea de subrayar la importancia de Jesús habría añadido las palabras del Salmo 118,22: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente». Es un cambio fuerte de metáfora. Los viñadores se convierten en arquitectos, y el hijo en una piedra. Los constructo­res la desechan, porque no la consideran válida como piedra angular, la que soporta el peso de todo el arco. Sin embargo, Dios la coloca en un puesto de privilegio. Con este añadido, la parábola pierde en clari­dad, pero advierte a las autoridades religiosas que su crimen no ha servido de nada, y alegra a los cristianos con la certeza del triunfo de Jesús.

La paz de Dios y la forma de conseguirla (Filipenses 4,6-9)

            La lectura de Pablo comienza con las palabras: «Nada os preocupe», y repite más adelante dos promesas muy parecidas: «La paz de Dios custodiará vuestros corazones» y «el Dios de la paz estará con vosotros». La paz, siempre necesaria, lo es quizá más en este tiempo. Pablo indica a los cristianos de Filipos tres recursos para conseguirla: 1) la oración, la súplica y la acción de gracias; 2) tener en cuenta todo lo que es virtud o mérito; 3) poner por obra lo que recibieron, oyeron y vieron en él.

            Si reflexionamos sobre estos recursos y los ponemos en práctica, conseguiremos la paz de Dios.

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Domingo XXVII. 4 octubre, 2020

Domingo, 4 de octubre de 2020
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Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.”

(Mt 21, 33-43)

Hoy celebramos la Buena Noticia de un Dios inmensamente paciente, capaz de enviarnos a su hijo, es decir, capaz de enviarnos lo más valioso que tiene. Y no nos lo envía cuando somos buenos, sino aun sabiendo que no sabremos ni acogerlo ni respetarlo.

La Buena Noticia, lo veíamos también la semana pasada, es que Dios no se da por vencido. A pesar de la cizaña, la semilla de la humanidad es buena y Él sabe que al final, todo saldrá bien. La luz vencerá la oscuridad.

Lo que mueve los hilos de la Historia de la Salvación son el amor, la generosidad, el puro derroche. Dios no pone condiciones, pone amor. Jesús no nace como resultado de la buena conducta del pueblo. Y aunque el pueblo lo espera, llega de la manera más inesperada, en el lugar indicado, pero sin ser reconocido a simple vista.

Así son las cosas de Dios: imprevistas. Y nosotras, pobres criaturas, no acabamos de saber reconocerlo y aun menos sabemos acogerlo. Nos pasa muchas veces como a estos labradores que cuando leemos la parábola nos parecen tan horribles y nos sale una respuesta como la de quienes le oyeron la parábola a Jesús: “Hará morir de mala muerte a esos malvados…”

Pero no fue así, nunca es así con Dios Trinidad, su paciencia es infinita, como lo es también su bondad y su amor por cada una de nosotras, por eso nos da lo más valioso que tiene, se nos da él mismo sin medida y espera, nos da todo el tiempo que necesitamos para aprender a acoger, a amar… Nos conoce y sabe que estamos hechas de amor infinito.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por tu eterna confianza. Por renovarla cada mañana, muy a pesar de nuestras guerras, envidias, codicias y larga lista de debilidades. Gracias porque nos recuerdas que nuestra verdadera esencia no es todo eso. Gracias por esa semilla divina que puede crecer y desarrollarse precisamente, en el estiércol de nuestra condición humana.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Oprimir al otro en nombre de Dios, es idolatría.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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parabola-de-los-vinadores-asesinos-41Mt 21,33-43

De las tres parábolas con que responde Jesús a los jefes religiosos, (los dos hijos a la viña, los viñadores homicidas y el banquete de boda), la de hoy es la más provocadora. Al rechazo de los jefes responde Jesús con suma crudeza. Esta parábola se narra ya en el evangelio de Mc, del que copian Mt y Lc. Cuando se escriben estos evangelios ya se había producido la muerte de Jesús, la destrucción de Jerusalén y la separación de los cristianos de la religión judía. Era muy fácil anunciar como profecía, lo que había sucedido ya.

Aunque el relato puede verse como parábola, el mismo Mt nos la presenta como una alegoría, donde a cada elemento del relato, corresponde un elemento metafórico espiritual. El propietario es Dios. La viña es el pueblo elegido. Los labradores son los jefes religiosos. Los enviados una y otra vez, son los profetas.  El hijo es el mismo Jesús. Los frutos que Dios espera son derecho y justicia. El nuevo pueblo, a quien se ha entregado la viña que tiene que producir abundantes frutos, es la comunidad cristiana.

El relato del evangelio es copia casi literal del texto de Isaías. Pero si nos fijamos bien, descubriremos matices que cambian sustancialmente el mensaje. En Is el protagonista es el pueblo (viña), que no ha respondido a las expectativas de Dios; en vez de dar uvas, dio agrazones. En Mt los protagonistas son los jefes religiosos (viñadores), que quieren apropiarse de los frutos e incluso de la misma viña. No quieren reconocer los derechos del propietario. Pero al final se retoma la perspectiva de Isaías, pero se dice que la viña será entregada a otro pueblo, cosa que ni a Isaías ni a Jesús se le podría ocurrir.

Como en los domingos anteriores, se nos habla de la viña. Una de las imágenes más utilizadas en el AT para referirse al pueblo elegido. Seguramente Jesús recordó muchas veces el canto de Isaías a la viña. Sin embargo, no es probable que la relatara tal como la encontramos en los evangelios. No solo porque en él se da por supuesto la muerte de Jesús y el total rechazo del pueblo de Israel, sino también porque a ningún judío le podía pasar por la cabeza que Dios les rechazara para elegir a otro pueblo. Por lo tanto, está reflejando una reflexión de la comunidad cristiana muy posterior a Jesús.

“Se os quitará la viña y se dará a otro pueblo que produzca sus frutos”. Una manera muy bíblica de justificar que los cristianos se consideraran ahora el pueblo elegido. Esto era inaceptable y un gran escándalo para los judíos que consideraban la Ley y el templo como la obra definitiva de Dios, y ellos sus destinatarios exclusivos. El relato no sólo justifica la separación, sino que también advierte a las autoridades de la comunidad que pueden caer en la misma trampa y ser rechazada por no reconocer los derechos de Dios.

Recordemos que entre la Torá (Ley) y el mensaje del Jesús, existe un peldaño intermedio que a veces olvidamos y que, seguramente, hizo posible que la predicación de Jesús prendiera, al menos en unos pocos. Recordad las veces que se dice en el evangelio: “para que se cumplieran las escrituras”. Ese escalón intermedio fueron los profetas, que dieron chispazos increíbles en la dirección correcta, aunque no fueron escuchados. Muchas de las enseñanzas de Jesús, y precisamente las más polémicas, ya las encontramos en ellos.

“La piedra desechada por los arquitectos es ahora la piedra angular”, da por supuesto la apreciación cristiana de la figura de Jesús. Jesús no pudo contemplar el rechazo del pueblo judío como la causa de su propia muerte. Jesús nunca pretendió crear una nueva religión, ni inventarse un nuevo Dios. Jesús fue un judío por los cuatro costados y nunca dejó de serlo. Si su predicación dio lugar al nacimiento del cristianismo, fue muy a su pesar. El traspaso de la viña a otros, sobrepasa con mucho el pensamiento bíblico. En el AT el pueblo de Israel es castigado pero permanece como pueblo elegido.

Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y procedían con mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios, era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses. De esta manera llegaron a identificar la voluntad de Dios con la suya propia y creerse dueños y señores del pueblo.

No se pone en duda que la viña dé frutos. Se trata de criticar a los que se aprovechan de los frutos que corresponden al dueño. A Jesús le mataron por criticar su propia religión. Atacó radicalmente los dos pilares sobre los que se sustentaba. No criticó el templo y la Ley en sí sino la interpretación que hacían de ambos. También nuestros dirigentes son administradores y no dueños de la viña. La tentación de aprovechar la viña en beneficio propio es hoy la misma que en tiempo de Jesús. No tenemos que escandalizarnos de que en ocasiones, nuestros jerarcas no respondan a lo que el evangelio exige.

La historia nos demuestra que es muy fácil caer en la trampa de identificar los intereses propios o de grupo, con la voluntad de Dios. Esta tentación es mayor cuanto más religiosa sea la comunidad. Esa posibilidad no ha disminuido un ápice en nuestro tiempo. El primer paso para llegar a esta nefasta actitud es separar el interés de Dios, del interés del ser humano concreto y personal. El segundo paso es oponerlos. Dados estos pasos, ya tenemos justificado que se pueda machacar impunemente al hombre en nombre de Dios.

¿Qué espera Dios de mí? Dios no puede esperar nada de mí porque nada puedo darle. Él es el que se nos da totalmente. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de ser. Como seres humanos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud, precisamente por nuestra humanidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella.

¿De qué frutos nos habla el evangelio? Los fariseos eran los cumplidores estrictos de la Ley. El relato de Isaías nos dice: “esperó de ellos derecho y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia y ahí tenéis lamentos”. En cualquier texto de la Torá, hubiera dicho: “esperó sacrificios, esperó un culto digno, esperó oración, esperó ayuno, esperó el cumplimiento de la Ley”.  Pedir derecho y justicia es la prueba de que el bien del hombre es lo más importante. Jesús da un paso más. No habla ya de “derecho y justicia”, que ya es mucho, sino de amor desinteresado, que es la norma suprema.

La denuncia nos afecta a todos, porque todos tenemos algún grado de autoridad y todos la utilizamos buscando nuestro propio beneficio, en lugar de buscar el bien de los demás. No solo el superior autoritario que abusa de sus súbditos, como esclavos a su servicio, sino también la abuela que dice al niño: “si no haces esto, o dejas de hacer aquello, Jesús no te quiere”. Siempre que utilizamos nuestra superioridad para domesticar a los demás, estamos apropiándonos de los frutos que no son nuestros.

Meditación

Si en nuestro interior descubrimos alguna queja contra Dios,
no hemos entendido nada de lo que Dios es para nosotros
y nuestra relación con Dios será inadecuada.
El primer paso seguro hacia Dios
es descubrir que Él ya ha dado todos los pasos hacia mí.
Responder a ese don total, es nuestra meta.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Recoger los frutos.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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uva-vite-prunottoUn corazón sincero podría lograr que incluso una piedra floreciese (Proverbio)

4 de octubre. DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 21, 33-43

Cuando llegó la vendimia, mandó a sus criados para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía

Comentando la parábola de los trabajadores de la viña, afirmaba John Wesley que el objetivo fundamental de la parábola era mostrar que muchos judíos serían rechazados y muchos paganos admitidos.

Esta dura parábola se originó como la expresión del agudo conflicto al que había llegado Jesús con los gobernaban su pueblo, tomando después una especial significación a raíz de la destrucción de Jerusalén.

Sus líderes no habían cultivado suficientemente bien la viña de su dueño, habiéndosela robado a quien tenía derecho a ella.

La oferta hecha por Jesús, de una sociedad más fraternal, solidaria e igualitaria, tropezó con los intereses del gobierno.

Esta parábola posee un profundo sarcasmo, que resume la historia de los adalides de Israel. En el Antiguo Testamento habían comenzado como humildes inquilinos y frente a Jesús concluyen como homicidas.

Del mismo modo que la Iglesia antigua, como la de nuestros días saben que su razón de ser fiel a la misión de Jesús, que no se especifica tanto por la ortodoxia de la doctrina como por la praxis de liberación de los más necesitados.

“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17, 7-8)

La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18, 21)

Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto Levítico, 26, 3-4

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos (Juan 15, 8)

Les dijo Jesús esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y le echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no lo da, la cortas” (Lucas 15, 6-9).

La parábola de la higuera estéril es una de las ocho parábolas que terminan bruscamente sin que los evangelios brinden una interpretación directa de su aplicación. En esas parábolas, Jesús dejaba al oyente sacar sus propias conclusiones.

El uso de la higuera, que simboliza al pueblo de Israel, implica que la pertenencia al pueblo de Dios, y el árbol simboliza al pecador que no da frutos de conversión.

Y es verdad que ninguna disciplina al presente, parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados (Hebreos 12, 11)

Y en El libro de los Proverbios se dice que Un corazón sincero podría lograr que incluso una piedra floreciese.

El Evangelio de Mateo relata que Cuando llegó la vendimia, mandó a sus criados para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía, pues como eran muy crueles, a uno le golpearon, a otro le apedrearon y al tercero le mataron, luego se lavaron las manos como Pilatos, y se fueron a contarle al dueño de la viña lo ocurrido.

Poema de Pedro Antonio de Alarcón

EL FRUTO DE BENDICIÓN

¡Cuántas veces fugaz la Primavera
vistió de flores mil el campo abierto,
hora tornado en árido desierto,
ni sombra ya de lo que en Mayo fuera!

En tanto aquella flor, la flor primera,
logro de afanes en cerrado huerto,
ve trocada el colono en fruto cierto,
de árboles mil semilla duradera.

¡Así la juventud! ¡Así la vida!
La que en vanos placeres se consume,
olvidada a la tarde desfallece:

en tanto que la fiel y recogida
que a un solo amor consagra su perfume,
más allá de la tumba reverdece

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Llamad@s a cuidar la viña de DiosLlamad@s a cuidar la viña de Dios.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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red-vineyards-vincent-van-gogh-12483405-723-575Mt 21, 33-43

De nuevo Mateo nos presenta a Jesús invitando a sus oyentes a imaginar una historia y reaccionar ante lo que en ella acontece. Este relato se situ en los acontecimientos que se desarrollan en Jerusalén y que terminarán con la crucifixión de Jesús.

Desde su llega a Jerusalén (Mt 21) Jesús vive un conflicto abierto con las autoridades religiosas que cuestionan su autoridad y su mensaje. La parábola que recordamos hoy forma parte de la conversación que él tiene con los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo dentro del recinto del Templo (Mt 21, 23) y que está unida con la que escuchábamos el domingo pasado (Mt 21, 28-32) y que continuará en el capítulo siguiente (Mt 22) .

Escuchad esta otra parábola

La parábola presenta a un señor que arrienda una viña a unos campesinos y cuando envía a sus empleados a recoger la parte de la cosecha que le corresponde por el arriendo, los labradores reiteradamente se niegan a entregarle su parte y lo hace de forma violenta, matando a los emisarios. El hecho de que ricos terratenientes, que vivían en las ciudades, arredraran a campesinos sin tierras sus propiedades en el campo a cambio de parte de la cosecha era una situación frecuente en la Palestina del siglo I. Una realidad que no sería dramática para el arrendatario sino estuviese agravada por los impuestos que debían de pagar tanto en forma de diezmos a los sacerdotes como de tributos al Roma y a Herodes y que apenas les permitía quedarse con un mínimo para sus sustento y el de sus familias. Esta carga económica suponía con frecuencia un progresivo endeudamiento de los campesinos que podía llevarlos a la pobreza absoluta incluso a la esclavitud.  Esta situación generaba cada vez mayor inestabilidad social produciéndose diversos movimientos campesinos en contra de los abusos de las elites o de los romanos.

Partiendo de este contexto conocido, Jesús desafía a sus oyentes a identificarse con los viñadores homicidas revelándoles así que es consciente de que su vida está amenazada porque ellos, como líderes religiosos de Israel, están actuando como los arrendatarios de la parábola. La alusión a la viña evoca textos proféticos de Isaías y Jeremías reforzando así su denuncia de la tradición que ellos están cometiendo contra la alianza que Dios hizo con Israel:

“La viña del Señor todo poderoso es el pueblo de Israel… Esperaba de ellos derecho y no hay más que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos” (Is 5,1-7)

“Yo te había plantado como viña selecta, llena de las mejores cepas. ¿Cómo te has convertido en cepa degenerada?” (Jr 2,21).

De este modo Jesús se identifica con el Hijo de la parábola y actualiza en su propia vida la memoria profética de Israel. Su anuncio del Reino es una llamada clara a escuchar al@s pobres, a l@s oprimid@s… a buscar la justicia, a no convertir la religión en una excusa para el abuso. Dios quiere que cuiden de su viña, que la hagan fructificar desde la acogida, la bondad y el perdón.

La piedra que rechazaron los constructores

Mateo al recoger en su evangelio esta parábola le va a dar un toque personal para confirmar la fe de su comunidad que estaban experimentando el rechazo den sus hermanos judíos por su fe en Jesús.

Mateo invita a sus oyentes a reconocer en la parábola el destino de Jesús. Él era el hijo asesinado y su muerte en la cruz demostraba una vez más la infidelidad de Israel al camino que Dios le había propuesto. La pregunta puesta en boca de Jesús al final de la parábola: ¿qué hará el dueño de la viña con estos viñadores? (Mt 21, 40) tiene en el testimonio de quienes le siguen una respuesta clara: Lo habían matado, pero Dios lo había resucitado confirmando así su vida y su mensaje.

Desde esta certeza pueden recordar las palabras del salmo 118. En ellas sostienen su esperanza porque saben que los que se creían arquitectos de la fe han fracasado en su elección.  Jesús es la piedra angular desde la que construir comunidad (Sal 118, 22- 23) y por eso, pueden afrontar el rechazo, el abandono como lo había afrontado Jesús.  Ellos y ellas son ahora los llamados y llamadas a cuidar la viña de Dios y han de hacerlo desde la justicia, la bondad y el perdón. Ellos y ellas, como comunidad del Reino han de dar fruto abriendo las puertas de su casa a quien quiera escuchar su mensaje y encuentre junto a ellos y ellas un camino de vida y salvación.

Hoy, herederas y herederos de aquellas comunidades primeras como la de Mateo, seguimos estando invitadas/os a cuidar la viña de Dios, a cuidar a nuestros hermanos y hermanas, a construir espacios de sororidad y fraternidad, al estilo de Jesús que es la piedra angular de nuestra casa. La parábola nos invita al discernimiento para que no nos apropiemos del mensaje del Reino, desvirtuándolo y alejándolo del horizonte al que señaló Jesús. El horizonte de los/as pequeños/as, de los perseguidos/as, de los abandonados/as, el horizonte del amor compasivo de Dios.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Autonomía y docilidad, un falso problema

Domingo, 4 de octubre de 2020
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Castro.2Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

4 octubre 2020

Mt 21, 33-43

No parece probable que esta parábola –al menos tal como ha llegado hasta nosotros– fuera pronunciada por Jesús. Se trata, más bien, de la lectura que hicieron aquellas comunidades a partir de los hechos ocurridos, tratando de responder a una cuestión absolutamente crucial para ellas: ¿cómo explicar la muerte de Jesús?, ¿cuál ha sido su sentido y cuáles sus consecuencias?

  Con esta parábola –que aparece en los tres evangelios sinópticos– intentan explicar lo acontecido, y lo hacen en clave cristológica (¿quién es realmente Jesús?) y en clave eclesiológica (¿quiénes somos nosotros?). A través de la parábola responden: Jesús es el Hijo, “la piedra angular”, y nosotros, las comunidades nacidas a partir de sus seguidores, somos el “nuevo pueblo” elegido.

  La parábola presenta a Dios como un “propietario” que “arrienda” su campo a unos trabajadores. Tal imagen de la divinidad que, en aquel contexto cultural y en el paradigma en que se movían, era asumida sin dificultad, chirría notablemente para la consciencia moderna hasta producir rechazo. Se rechaza lo que para esta consciencia aparece como proyección y heteronomía.

   Es claro que, al nombrar o pensar a Dios, la mente no puede sino crear una proyección a medida de sus propias experiencias y de las creencias recibidas. Y es comprensible que, en aquella cultura, se presentara a Dios como un “señor todopoderoso” que imponía su voluntad “desde fuera”.

    La modernidad, celosa de la autonomía, se rebela con fuerza contra cualquier forma de heteronomía, que entiende como sometimiento e infantilismo. Y la postmodernidad, defraudada por los “grandes relatos”, sospecha de cualquier construcción mental sin apoyo en una realidad verificable.

  Con todo, más allá de esa doble crítica, la raíz de aquellas trampas habría que buscarla en la idea de la separación. Tal como lo veo, todo dios pensado y separado no puede ser sino un constructo mental, una divinidad creada a imagen y semejanza de la propia mente que la crea, con sus miedos y sus necesidades, sus expectativas y sus fantasmas, sus culpabilidades y sus anhelos.

   Pero Dios no puede ser pensado –en nuestra mente solo caben objetos, por lo que tenía razón la mística beguina Margarita Porete cuando afirmaba que “no hay otro Dios que aquel del que nada puede pensarse”– y tampoco puede ser separado –no existe nada separado de nada–. La idea de separación, generada por la mente que ve la realidad como una suma de objetos separados, y asumida de manera acrítica, supone un error de partida que vicia toda propuesta.

  Todo se modifica radicalmente cuando comprendemos aquello que dijera el místico Maestro Eckhart, en el siglo XIII: “El fondo de Dios y mi fondo son el mismo fondo”, es decir, cuando no imaginamos a Dios como un ser separado, sino como Aquello inefable –no impersonal, sino transmental y transpersonal– que constituye el Fondo último, la mismidad de todo lo que es, nuestra última identidad.

  En esa comprensión, todo encaja. La autonomía –proclamada por la modernidad, aunque con frecuencia entendida de manera egoica, es decir como si fuera prerrogativa del ego, que se plasmaría en la expresión: “yo hago lo que me da la gana”– no significa seguir el propio capricho, sino docilidad y fidelidad a lo que somos en profundidad.

   Para la mente analítica o absolutizada, “autonomía” y “docilidad” aparecen como actitudes contradictorias y mutuamente excluyentes. Sin embargo, desde la comprensión no-dual se advierte que se trata de la misma actitud, vista desde dos ángulos diferentes. No solo no hay oposición entre ellas, sino que se reclaman mutuamente. Se trataba, por tanto, de un falso dilema, como tantos otros que crea –y en los que se pierde– la mente.

  “Autonomía” y “docilidad” no son actitudes opuestas sino, en una admirable paradoja, las dos caras de la misma actitud. Porque no soy más autónomo cuando sigo los dictados del ego –ahí soy esclavo de sus apetencias y adicto a sus necesidades–, sino cuando vivo en coherencia con quien realmente soy. Y tampoco soy más dócil cuando me someto a cualquier referencia externa o separada. La persona sabia es dócil en todo momento a lo que somos –a la vida, a nuestra identidad profunda– y, en ese movimiento, es plenamente libre y autónoma. Porque ha comprendido que no somos el yo separado, sino la vida que se está experimentando en este yo.

¿Cómo entiendo y vivo la autonomía?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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