Christoph Paul Hartmann: “Si Jesús fue un judío, ¿por qué lo seguimos representando como un blanco europeo?”
El editor de Katolisch.de reflexiona sobre los desvíos hacia el Jesús blanco
Si bien la Biblia proporciona apenas unos pocos datos biográficos sobre el apsecto real de Jesús, otras investigaciones apuntan a que es probable que la figura central del cristianismo tuviera “la piel entre aceitunada y morena, el pelo castaño oscuro o negro y los ojos marrones”
| Jordi Pacheco
¿Cómo puede o debe uno imaginarse a Jesús?, se pregunta en un artículo reciente Christoph Paul Hartmann, editor de Katolish.de, el portal de noticias de la Iglesia Católica en Alemania. La mayoría de la gente de todo el mundo atribuye a Jesús rasgos que podrían ser los de cualquier hombre centroeuropeo: “alto, delgado, largo, pelo rubio oscuro a moreno claro, ojos azules, piel blanca”.
Sin embargo, ¿por qué Jesús habría de tener la piel blanca cuando en realidad vino de Oriente Medio? Según Hartmann, la irrupción del movimiento Black Lives Matter y la creciente concienciación sobre un legado colonial aún presente en la sociedad han contribuido a reavivar el debate sobre la representación de Jesús.
Tal como recuerda Hartmann, el activista estadounidense Shaun King llegó a pedir la demolición de las estatuas de “un europeo blanco, que se supone que es Jesús”, ya que representan una forma de supremacía blanca. Pese a no estar de acuerdo con semejante idea, el arzobispo Justin Welby, primado de la Iglesia Anglicana de Inglaterra, también pidió que se reconsiderara la idea de que Jesús era un hombre blanco.
Para el editor del semanario con sede en Bonn, el aspecto real de Jesús no está del todo claro puesto que la Biblia proporciona apenas unos pocos datos biográficos: Nació en Belén, cerca de Jerusalén, y su familia procedía de Nazaret, en el norte de Israel . “El hecho de que Judas tuviera que hacer una señal adicional a los soldados cuando entregaron a Jesús —advierte Hartmann— puede sugerir que Jesús no tenía rasgos físicos especiales y no destacaba”. “Sin embargo —prosigue—, la Biblia no da información sobre la piel, el pelo o la altura de Jesús.
En cambio, según apuntan las investigaciones que han abordado la verdadera apariencia de Jesús, es probable que la figura central del cristianismo tuviera “la piel entre aceitunada y morena, el pelo castaño oscuro o negro y los ojos marrones”. Lo que vendría a ser, más o menos, la fisonomía de las personas que en la actualidad viven en Irak, por ejemplo.
Tal como recuerda Hartmann, es importante señalar que “casi no existen representaciones pictóricas de Jesús de la época de su viday de la época del cristianismo primitivo”. Esto tiene su explicación en que la opinión predominante en las primeras comunidades de Jesús era que no se debía representar a Jesús.
De modo que las primeras representaciones de Cristo que han llegado hasta nuestros días cabe buscarlas en las catacumbas romanas, donde se reúnen las comunidades clandestinas perseguidas. Dichas cavidades subterráneas representan a Jesús como el buen pastor y, por tanto, de forma bastante clásica, como una imagen de consuelo: de piel blanca, túnica y pelo corto y rizado. “Es decir, muy romano”, advierte el editor.
Después de que el emperador Constantino transformara el cristianismo de religión perseguida a religión de Estado, aparecieron nuevas imágenes de Jesús, que ahora tenían en cuenta el cambio de posición social y política del cristianismo: ahora era el radiante gobernante todopoderoso, con barba y pelo largo, bastante similar a las representaciones actuales.
A la hora de situar estas imágenes, para Hartmann es fundamental tener en cuenta que todas ellas tenían una función diferente en la sociedad de la época que en la actual. “Incluso en la Edad Media, la representación individual y real de una persona sólo desempeñaba un papel bastante subordinado, si es que lo hacía” apunta el editor, que recuerda que “el descubrimiento de la individualidad es un logro del Renacimiento.
Arte Paleocristiano · Pintura mural de Jesús Cristo · Catacumbas de Comodila, Roma. Wikimedia Commons
Una iconografía identificable para todos
Para garantizar la reconocibilidad de Jesús, los artistas de la época recurrieron a una iconografía identificable para todos, orientada al mundo cotidiano de influencia pagana. “Si bien los investigadores no se ponen de acuerdo sobre cuáles fueron exactamente sus fuentes, podría ser que el Buen Pastor, con su romanticismo pastoral y su casi dulce juventud, esté influenciado por las representaciones de Orfeo, Hermes o Apolo” asegura Hartman, quien además sostiene que la impresión imperial de Jesús como gobernante podría remontarse a imágenes de dioses como Zeus como gobernante del mundo. Otros estudiosos ven el modelo de la imagen de Jesús más bien en las representaciones de filósofos carismáticos con barbas y togas.
A la luz de estas condiciones de partida, en la actualidad prevalecen los partidarios de que la representación de Jesús está bien y no viola el segundo mandamiento. Las imágenes de Jesús se extienden por toda la cristiandad, estandarizándose cada vez más, a pesar de que no son pocos los que quisieran ver a Jesús con una imagen más coloreada. “El hecho de que nos imaginemos a Jesús no sólo en Europa, sino también fuera de ella, como un hombre blanco, no tiene nada que ver con su aspecto real (aunque algunos, por desgracia, sigan creyéndolo), sino con una imagen de identificación que los europeos se han hecho”, concluye Hartmann.
Fuente Religión Digital
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