“ El divino sentido del humor”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
Generalmente, nos cuesta imaginar a Jesús sonriendo, y más aun riéndose; o desplegando esa ironía mezcla de mesura seria y burla cariñosa. Echo en falta alguna exégesis sobre este importante tema al que no es ajeno el Antiguo Testamento. Y es una característica de los grandes santos, o lo que lo que es lo mismo, de modelos cristianos de vida.
El sentido del humor es pura inteligencia; lo es más en estos tiempos sombríos. Y si es bueno, viene de Dios; nada tiene que ver con la irreverencia. Muchas personas desconocen el estupendo mecanismo biológico del sentido del humor empezando porque cualquiera puede desarrollarlo si se lo propone, y terminando porque es un gran motor de la sonrisa. Es la capacidad que humana para desdramatizar y relajar las situaciones de la vida mirando las cosas desde un ángulo distinto al habitual para cuestionar la interpretación dominante de la realidad. En el fondo de una persona con sentido del humor anida un corazón con mucha inteligencia emocional capaz de moderar los efectos negativos del estrés.
Estamos ante una poderosa herramienta que potencia la capacidad de ser alegres y desbroza lo serio de lo tonto. Los que saben de estas cosas afirman que la esencia del humor es innata al ser humano y se encuentra en la capacidad de reírse de uno mismo, pero sin distorsionar su importancia, ya que también es posible ser buena gente y carecer por completo del sentido del humor. Eso sí, quien tenga esta carencia le costará relativizar los disgustos.
El sentido del humor está muy bien emparentado con la madurez y se puede desarrollar y educar pero también desvirtuarse e incluso perder. Por eso hay que cuidarlo y cultivarlo ya que es un verdadero sexto sentido a la hora de ver e interpretar la existencia cualquiera que sean las cartas que nos depare la vida. Nada, excepto el orgullo insano, puede impedir que cuando ocurre algo molesto y frustrante, logremos afrontarlo con sentido del humor.
La gente que ama mucho sonríe fácilmente.
Si acumulamos sentimientos positivos y alegres, el buen humor se convierte en un modo de asumir la vida pues no es posible albergar, a la vez, un sentimiento positivo y otro negativo. Dependiendo a cuál alimentemos más, la dinámica de nuestras emociones será positiva o negativa. Podemos optar por dejarnos llevar por la desesperación, la rebeldía, la huida. O por encajar los problemas y asumirlos para superarlos.
La excelente novela de Umberto Eco “El nombre de la rosa”, basa su tesis en la cuestión inquietante de si Jesús rió alguna vez. Se podría resumir el fondo de l argumento con una frase de Amos Oz: Nunca he visto a un fanático con sentido del humor, ni a nadie con sentido del humor que sea un fanático. Uno de los protagonistas de la novela sostiene que Jesús jamás se permitió tal debilidad mientras que el investigador de una serie de asesinatos cree que el sentido del humor uno de los pilares que sustentan la bondad humana y por ello forma parte de la personalidad de Jesucristo.
Veamos algunos ejemplos: el libro de Job proclama que Dios llenará tu boca de sonrisas y de júbilo tus labios (Job 8, 20-21) y el Génesis nos regala una joya del humor de Dios cuando le promete a Abraham un hijo de Sara; a ella le sonó tan gracioso que se puso a reír al saberse tan anciana. Y dijo Yahvé a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara? Y remata la actitud de Sara nombrando al nasciturus “Isaac”, cuyo significado es “Aquel con el que Dios reirá” o “Él se alegrará”, ¿Por qué no hay homilías en torno a estos pasajes?
Los santos y santas tienen su refrán: un santo triste es un triste santo, atribuido a Teresa de Jesús quien también dijo que de “santos amargados, líbrame Señor”. Juan Bosco definía la santidad como estar siempre alegres. Juan XXIII comentó al ser nombrado Papa que “El Espíritu Santo me ha elegido a mí; se ve que quiere trabajar Él solo”. Y el Papa Francisco, un santo en vida, afirma con rotundidad que el sentido del humor es fundamental para poder respirar porque está conectado a la capacidad de disfrutar y entusiasmarse.
Felipe Neri fue llamado el santo de la alegría y san Lorenzo, cuando le martirizaban asándolo a fuego lento en la parrilla, para que abjurase de su fe, sacó fuerzas y valor para advertir a sus verdugos: “Por favor, denme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho”. Tomás Moro, agotado por los tres duros meses de prisión, le dijo al verdugo: “Le ruego que me ayude a subir al patíbulo; para bajar, deje que ruede yo solo”. Es muy conocida su oración rogando el sentido del humor: “Señor, no permitas que me tome demasiado en serio, ni que me invada mi propio ego. Dame el sentido del humor, dame el don de saber reírme, a fin de que sepa traer un poco de alegría a la vida, haciendo partícipe a los otros. Amén”. Una estupenda oración que debiéramos hacerla nuestra… ¡Cuánto antes!
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