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“Más allá de los humanos”, por José Arregi

Miércoles, 2 de marzo de 2016
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A VIDA livroLeído en su blog:

En Arroa Behea luce un sol radiante. El sauce reverdece. El petirrojo y la malviz cantan. Una madre joven columpia a su hijita, una y otra vez, suavemente. Llega el tren y luego se va, tra-ca-ta-tá, tra-ca-ta-tá… La madre y la niña siguen jugando. El mundo parece pura armonía, y el ser humano su gloria, su corona, su ángel de la guarda. Con razón canta el salmo judío: “Lo coronaste de gloria y dignidad”. Todos los salmos no bastan para cantar tanta belleza sublime, tanta paz. Misterio del mundo, Gracia de ser.

¿Y tantos horrores humanos? Un padre abusa sexualmente de un bebé de 18 meses, hija de su pareja, y la arroja por la ventana. Ocho mujeres muertas en un mes en España a manos de sus parejas. Personas hechas y derechas que sucumben víctimas del alcohol, del sexo, de la venganza, del dinero. Esta corrupción generalizada. Esas entrañas y fronteras cerradas a hambrientos y a los fugitivos de la guerra. Esta Europa indecente que defiende su bienestar robado a los países más pobres.

Tenía razón San Pablo: “No acabo de entender mi conducta, pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco”. ¿A eso llamamos dignidad, conciencia, libertad? ¿Es libre este pobre ser humano capaz de hundirse en el rencor o en la angustia por un pequeño fracaso, por una simple palabra de ofensa o de crítica, o por el temor de algo que ni siquiera sabe que vaya a suceder? Y nos llamamos Homo Sapiens, y nos creemos los señores del mundo, cuando no somos dueños de nosotros mismos. Y cuanto menos libres nos sentimos más nos empeñamos en dominar a los demás. Y cuanto menos felices somos más daño hacemos y más desgraciados nos volvemos. ¿Qué nos pasa a los humanos?

Antes era fácil: el “pecado original” tenía la culpa de todo. Pero las ciencias, todas ellas a la vez, han vuelto imposible seguir pensando que haya existido alguna vez un paraíso, una caída, un castigo divino. Y han demostrado que todas las formas conocidas de vida en esta tierra son fruto de la evolución de una misma forma inicial, y apuntan con unanimidad creciente la probabilidad de que la vida –tal vez en formas distintas de las que conocemos– sea un fenómeno difundido por todo el universo, aunque ésa es otra historia. Todo nos lleva a pensar que no somos el centro del universo ni la cima de la evolución de la vida.

Las ciencias nos llevan también a pensar que el género Homo, aparecido hace 2 millones de años, y esta especie nuestra Sapiens aparecido hace 150.000 años, no es ni siquiera el centro ni el culmen de la evolución de la vida en nuestro planeta. Nos distingue del resto de los primates una mayor capacidad cerebral, de la que dependen todas las funciones que abusivamente llamamos “específicamente humanas”: la conciencia, la libertad, el lenguaje, el arte, la herramienta, la cultura… Son funciones que, en grados diferentes, se dan en todos los primates y en muchísimas especies animales.

Las diferencias son siempre de grado, aunque quien así lo prefiera puede llamarlas “saltos cualitativos”. Entre el sauce que verdea y la malviz que canta, entre la malviz y el perro, entre el perro el chimpancé, hay muchos y grandes saltos cualitativos, pero dentro de un continuum infinito de complejización creciente. De lo “inferior” emerge lo “superior”. ¿Pero por qué esta necesidad de afirmarnos superiores?

Afortunadamente, no estamos al final de la evolución. La vida seguirá buscando a tientas –y seguro que irá encontrando– nuevas formas vivientes mejor adaptadas, más armónicas –esperemos– que esta nuestra especie tan ambigua todavía, tan contradictoria, tan violenta. Tan incipiente. La evolución nos llevará, en millones de años, a formas posthumanas o transhumanas, con capacidades “superiores”… ¡Ojalá!

Lo nuevo del momento histórico en que vivimos es que la evolución hacia esas formas transhumanas depende cada vez más de nuestra especie, está en nuestras manos. Las neurociencias, la ingeniería genética, las prótesis robóticas externas o internas… más pronto que tarde crearán otros seres más inteligentes que nosotros. No hay duda de que eso sucederá algún día. La duda –enorme, inquietante duda– es si eso será para nuestro bien y el suyo. El gran desafío y nuestra gran responsabilidad es que lo sea.

Empecemos ya, aquí. Demos cada día el pasito que podamos para cuidar la vida, para que vivir sea una gracia para nosotros mismos y los demás, también para la vida de quienes vendrán luego, sean seres humanos o no.

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“¿Lo religioso o lo humano?”, por José Mª Castillo, teólogo

Miércoles, 10 de febrero de 2016
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hcrlDe su blog Teología sin Censura:

 Como es bien sabido, “lo religioso” se viene cuestionando desde la Ilustración. Y desde entonces, por eso mismo, lo sagrado y las creencias religiosas se están viendo deterioradas y no levantan cabeza. El debilitamiento – y hasta la descomposición – de lo religioso es un hecho irreversible, por más que queden grupos de personas que se refugian en un empeño integrista, expresado en formas más o menos fanáticas, que (según parece) no llevan a ninguna parte.

Así las cosas, ¿podemos estar tranquilos porque nos queda “lo humano”? Esto es lo que, de una forma o de otra, han propugnado los defensores de lo secular, lo laico, lo meramente civil… Por no hablar de los laicistas y defensores del más descarado laicismo. En todo caso, y sea cual sea la postura que cada cual adopte ante estas tendencias, es un hecho que, en la misma medida en que “lo religioso” se ha ido debilitando, en esa misma proporción se ha venido recuperando la estima, el aprecio y la valoración creciente de “lo humano”. En la llamada “cultura cristiana”, de Occidente, tenemos además el hecho de una creencia sólida, que fortalece esta tendencia humanista. Me refiero a la creencia, que enseña el credo cristiano, según la cual el Dios cristiano es un “Dios encarnado”. Y, en ese sentido, un Dios “humanizado”, que se nos reveló y se nos dio a conocer en un ciudadano galileo del siglo primero, Jesús de Nazaret. En los últimos años, es esto, en definitiva, lo que viene repitiendo el papa Francisco. Un papa original, que produce la impresión de ser un hombre profundamente humano. De forma que en esa su enorme humanidad es donde está el secreto de su originalidad y su impacto en la opinión pública.

Pero ahora nos encontramos ante una situación que apunta como una novedad inesperada. Si primero se cuestionó “lo religioso”, ahora nos encontramos con que lo que se cuestiona es “lo humano”. Y lo más preocupante, a mi manera de ver, no es que nos preocupe este asunto porque palpamos cada día que “lo in-humano” crece a la misma rapidez con que se agiganta la desigualdad, se multiplican las formas de violencia y cada día nos enteramos de nuevas formas de deshumanización galopante en una sociedad que nos asusta y avergüenza. Todo esto es verdad, por desgracia. Pero el problema último no va por ahí. Lo que ahora se plantean algunos es que “lo humano” se verá pronto superado y sustituido por “lo posthumano”. ¿Cómo? Mediante “lo tecnológico”. El “hombre-robot” o algo así, aunque muchos no se atrevan a reconocerlo. Y conste que, al hablar de esta nueva propuesta, no invento nada. Recientemente, se ha publicado un volumen de más 500 páginas, coordinado por los profesores Albert Cortina y Miguel-Àngel Serra, ¿Humanos o posthumanos?, en el que han debatido más de 200 intelectuales. Y la semana próxima, se celebra en la Universidad Comillas (Madrid) un simposio en el que se investiga si se está creando un nuevo ser humano.

El debate está servido. Por mi parte, y como respuesta de emergencia, yo diría que lo primero es ser verdaderamente humanos y humanizar este mundo. Y luego, a quienes les queden ganas y medios para acometer otra empresa, que sigan adelante. Porque mucho me temo que todo eso de “lo posthumano” (basado en la tecnología), de momento al menos, no pasa de ser una audacia mental, que debería empezar por responder a esta simple pregunta: ¿Cómo nos hacemos verdaderamente humanos? Si no tenemos esto claro, ¿cómo nos atrevemos a quemar etapas que aún todavía nos son desconocidas? Vamos a acometer en serio esta tarea. Y cuando tengamos resuelto en qué consiste ser verdaderamente humanos, entonces se podría empezar a pensar en alcanzar horizontes más lejanos.

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Hacernos Palabra

Martes, 29 de diciembre de 2015
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Del blog de Henry Nouwen:

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La palabra, el Verbo, debe hacerse carne.

Pero la carne debe hacerse Verbo….

La Palabra hace nuestras experiencias realmente humanas.

*
Henri Nouwen
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Navidad ¿qué va a cambiar?

Viernes, 25 de diciembre de 2015
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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Re-Unir

Viernes, 18 de diciembre de 2015
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Del blog de Henry Nouwen:

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*

 “En tu interior se ha producido una división entre la divinidad y la humanidad. Con tu centro dotado de forma divina, conoces la voluntad de Dios, el amor de Dios, el camino de Dios. Pero tu humanidad está separada de ésto. Tus numerosas necesidades humanas de afecto, atención y consuelo, se conservan separadas de tu espacio sagrado y divino.

Tu vocación es dejar que estas dos partes de ti mismo se vuelvan a unir. Debes pasar gradualmente de gritar hacia afuera, convocando a las personas que crees que pueden satisfacer tus necesidades, a gritar hacia adentro, hacia el sitio en que puedes dejarte sostener y guiar por Dios, que se ha encarnado en la humanidad de aquellos que te aman en comunidad.”

*
Henry Nouwen
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“Mística entre pucheros”, por José Ignacio González Faus

Martes, 3 de noviembre de 2015
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tumblr_nmoyreqig31rkuhmio1_500Leído en Cristianismo y Justicia:

J. I. González Faus. Es conocida la frase de Teresa de Jesús: “también entre los pucheros anda el Señor” (Fundaciones 5,8). Pero la entenderemos mal si pensamos que eso le ocurría a ella sola, porque debía ser de otra pasta.

Pues no: antes que santa, doctora de la Iglesia o mística, Teresa era simplemente un ser humano de carne y hueso, como todos nosotros. Decir esto parece una perogrullada. Pero, si olvidamos esa perogrullada, todas las grandezas de Dios parecen no pertenecer a esta tierra nuestra. Y acabamos creyendo que no nos atañen a nosotros, sino a seres de otra galaxia.

Por eso creo que no es bueno leer a Teresa olvidando sus cartas: ellas tienen una espontaneidad que no podían tener sus otros escritos, expuestos al ojo escrutador de inquisidores y teólogos. En ellas se permite referirse al Nuncio como “Melquisedec”, a los miembros de la inquisición como “los ángeles”, o a los calzados como “los del paño”. Allí confiesa también que “a una monja descontenta yo la temo más que a muchos demonios”. Cuando hacen provincial a un fraile que ha tratado mal a sus monjas comenta con sorna: “debe ser porque tiene más cualidades que otros para hacer mártires”. Y cuando ve a otro fraile muy seguro sobre la admisión de una postulanta, porque cree que “en viéndola la conocerá”, le para los pies diciéndole que “no somos tan fáciles de conocer las mujeres”

Otras cartas reflejan su lucha para conseguir que no se impusieran a las monjas confesores obligados: “que yo temo más que pierdan el gran contento con que nuestro Señor las lleva…”. O expresan su alegría por “que mande nuestro padre que coman carne las dos de mucha oración”: pues considera que todo eso de los arrobamientos “no me parece más oración”. Reconoce también que “mozas con viejas no se pueden hallar bien”; por eso dice a su querido Jerónimo Gracián que se espanta de “cómo no se cansa de mí”. Pero se tranquiliza pensando que eso es una gracia que Dios le concede, para que “pueda pasar la vida que me da con tan poca salud y contento, si no es en esto”. Sus complicidades afectivas con Gracián (con pseudónimos y todo) darían para análisis más detenidos. Pero al menos apuntemos que a veces se pone hasta pesada quejándose porque le escribe poco; otras veces le explica cuánto le apena que tenga dolor de muelas “porque tengo harta experiencia de cuán sensible dolor es” y si tienes una sola dañada “suele parecer que lo están todas”; o le pregunta “si ha caído en ponerse más ropa, que hace ya frío”. Hacia el fin de su vida reconocerá que ha aprendido a gobernar y no es la que antes era: ahora “todo va con amor”, aunque no sabe si ello se debe “a que no me hacen por qué” (no me crean problemas) o a que, por fin, “ha entendido que así se remedia mejor”.

Baste como conclusión que la más profunda experiencia mística no es incompatible ni con el sentido común, ni con la ironía o la lucha por lo que se cree justo, ni con un carácter enérgico o una afectividad difícil de controlar y con tendencia posesiva… En una palabra: no es incompatible con ser como somos todos. Una amiga, maestra en grafología, me contó que, cuando vio por primera vez la letra de Teresa, su impresión fue de susto porque traslucía “gran sexualidad y afán de poder”. Después comprendí -me explicó- que las personas no somos nuestro carácter ni nuestras pasiones, sino lo que cada cual hace con esos materiales, y que ahí está la grandeza de nuestra libertad. De hecho, con ese temperamento, Teresa escribe en sus reglas que “la priora sea la primera en barrer”, en aquella época en que tantas prioras (hijas naturales de nobles discretamente camufladas), tenían sus sirvientas que les barrían la celda mientras ellas “contemplaban”. ¿Qué contemplarían?…

Esto permite comprender que “los pucheros” no están sólo fuera de nosotros, sino que el Señor anda también en ese complejo puchero que cada uno somos, donde se puede cocer una humanidad de muy buen sabor. Decir que entre los pucheros anda el Señor no significa sacralizar los pucheros, sino divinizar el trabajo hecho con ellos: simplemente porque ese trabajo servirá para alimentar a otros. De hecho, Teresa se lo dice a las hermanas que han de trabajar en la cocina.

Apasionada y dueña de sí, doméstica y entrañable, perseguida y de buen humor, contemplativa y activa, fue también suficientemente sabia como para entender que si a un rico le dicen que modere su plato para que puedan comer los pobres “sacará mil razones para no entender eso sino a su propósito”: porque a los ricos “sus hechos les tienen ciegos”.

Antaño tuve la paciencia de leerme todas las acusaciones que contra ella se presentaron a la inquisición (aquel famoso Orellana que creía jugarse su salvación eterna si no la acusaba…). Hoy disfruto pensando qué es lo que (en esa otra dimensión del más-allá) sentirá aquel acusador viendo a Teresa doctora de la Iglesia y quedando él como analfabeto teológico. Que es lo que son tantos afanes inquisitoriales, de ayer y de hoy.

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Felicidades Teresa.

Sábado, 28 de marzo de 2015
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El 28 de marzo de 1515  nacía la gran Teresa de Jesús, andariega, amante del Jesús humano, fundadora de comunidades de mujeres libres, apasionada  de la libertad, maestra de oración…  Con ella reivindicamos nuestro lugar en la Iglesia.

 

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“Sí, que algún día ha de haber,

Rey mío,

que se conozcan todos.

No hablo por mí,

que ya tiene conocido el mundo mi ruindad,

y yo holgado que sea pública,

sino porque veo los tiempos de manera que no es razón

desechar ánimos virtuosos y fuertes,

aunque sean de mujeres *

Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis,

Señor mío,

o dineros, o cosa que sepa a mundo;

mas para honra de vuestro Hijo,

¿por qué no habéis de oír,

Padre Eterno,

a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos?

No por nosotras, Señor,

que no merecemos nada,

sino por la sangre de vuestro Hijo y sus méritos. ”

*

(Camino de Perfección 4,1 Codice del Escorial)

***

*Nota: Tradúzcase la palabra “mujeres” por Homosexuales,(gays, lesbianas, transexuales, intragénero…, divorciados vueltos a casar…

***

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Todo estaba pendiente de tu boca…

Miércoles, 25 de marzo de 2015
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En la solemnidad de la Anunciación o de la Encarnación del Señor:

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NIÑA DEL SÍ

Todo estaba pendiente de tu boca.
Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran
con la vida en las manos, detenida,
como un reloj callado y a la espera.

Como si Dios tuviera que esperar un permiso…

Tu palabra sería la segunda palabra
y ella recrearía el mundo estropeado
como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente.
Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura.

Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo,
sin la más leve sombra de no, toda en el Día.
Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos,
la respuesta cabal a su pregunta
sobre la Nada en flor…
Tú lo hacías dichoso desde el Tiempo.
Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados,
y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente.

Niña del sí, perfecto en la alabanza como una palma de Cadés invicta;
jugoso en la alegría rebrotada, como la vid primera;
pequeño como el viento de un párpado caído, y poderoso
como el clamor del Génesis.

Niña del sí desnudo, como un tallo de lirio
bajo el filo implacable de la Gloria…
Cuanto más cerca de la Luz vivías,
más en la noche de la Fe topabas, a oscuras, con la Luz,
y más hondas raíces te arrancaba tu sí, ¡niña del sí más lleno!
Tú diste más que nadie, cuando más recibías,
infinita de seno y de esperanza.
¡Tú creíste por todos los que creen y aceptaste por todos…!
Creías con los ojos y con las manos mismas, y hasta a golpes de aliento
tropezaba tu fe con la Presencia en carne cotidiana.
Tú aceptabas a Dios en su miseria, conocida al detalle, día a día:
en las especies torpes del vagido
y en las especies del sudor cansado
y en el peso vencido de la muerte…

¡Rehén de la victoria de la Gracia, fianza de la tierra contra el Cielo,
gavilla de cordera, presentada y encinta!
Porque has dicho que sí,
Dios empieza otra vez, con tu permiso, niña del sí, María.
Las alas de Gabriel abren el arco por donde pasa entera la Gloria de Yahvé.
El arca de tu seno, de madera de cedros incorrupta, viene con el Ungido.
La Primavera acecha detrás de Nazaret, regada por el llanto,
y sobre las banderas blancas de los almendros
el trino de tu voz rompe en el júbilo, humildemente solo.

*

Pedro Casaldáliga

(Lucas 1,26-38)

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“Necesitamos mística y místicos muy humanos”, por Miguel Ángel Mesa Bouzas,.

Jueves, 12 de febrero de 2015
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tumblr_mef290Vbu91rmtzi7o1_1280Miguel Ángel Mesa Bouzas,

ECLESALIA, 02/02/15.-

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Podríamos considerar que una persona mística es la que potencia al máximo, en todas sus capacidades, la más profunda dimensión de humanidad que está llamada a alcanzar. “Dios empeñado en ser humano y nosotros empeñados en ser místicos” (Federico Carrasquilla).

Sí, porque humanizarnos es divinizarnos, dar a luz la esencia más auténtica que llevamos dentro, compartir con gozo el ADN que nos une a los demás seres humanos, a los animales, las montañas, los ríos y mares, la atmósfera, el universo que nos rodea y acoge en su seno. Sintiéndonos uno con Todo, cercanos, familiarizados junto al otro.

No podemos entender hoy la mística como se vivía en el siglo XVI. Aunque haya que beber en las fuentes cristalinas de los místicos y místicas de ese siglo (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz…) y de todos los tiempos, culturas, religiones, filosofías y creencias.

Porque los tiempos han cambiado. Ahora vivimos en un mundo globalizado, en la era digital de las redes sociales a escala mundial. No podemos creer, vivir o comprometernos, de la misma forma que antes, después de internet, la física cuántica y la teoría de la relatividad. Han cambiado las formas de conducta, las personas y grupos de referencia, los modelos de familia, los paradigmas en tantos órdenes de la vida.

Y aunque nuestro mundo de las prisas no nos invite a ello, tenemos que buscar nuestros espacios de serenidad y silencio, detener un momento nuestras prisas, para aclararnos sobre todo lo que nos llega y mandar a la papelera tanta basura y spam, siendo capaces de reflexionar sobre lo importante y trascendente, tomando una postura comprometida para poder respirar, sentir y vivir de otra manera. Junto a otros muchos que, de distintas maneras, buscan lo mismo.

Aquí dejo unos cuantos rasgos que, bajo mi punto de vista, definirían a una persona mística de nuestros días. Evidentemente hay muchos más, desde otras sensibilidades, culturas, creencias. Ofrezco con humildad algunas, las mías:

  • Una persona mística no se cree que lo sea, sino que vive con mucha naturalidad todo lo que sucede a su alrededor, lo que experimenta en el día a día, lo que da sabor, valor y aliento a su cotidianidad, lo que le ofrece luz para seguir mirando, a través de su ventana, el horizonte que siempre hay más allá.
  • Una persona mística favorece un buen clima a su alrededor, sonríe al compañero de estudio o trabajo, intenta crear armonía, disculpar los errores de los demás, alentar los ánimos, enjugar una lágrima, llevar alegría para contrarrestar a tanta tristeza y mantener siempre el buen humor.
  • Una persona mística busca espacios propios para profundizar sobre todo lo que vive, lo que acontece en el mundo, lo que siente en su hondón personal. Serán cinco minutos o una hora, en su habitación o paseando, charlando o callando, pero no dejará de intentarlo cada día.
  • Una persona mística se deja afectar por las injusticias, la exclusión, el odio, la enfermedad, la muerte. Intenta que no le ahogue el mar de la indiferencia y se mueve como pez en el agua por senderos solidarios, junto a otras muchas personas que se esfuerzan por cambiar y mejorar su mundo.
  • Una persona mística hace todo lo posible para no dejarse abatir por las dificultades, las derrotas personales o las de los empobrecidos y desheredados. Eso no significa que no derrame lágrimas amargas, que no grite ni se enfurezca ante la prepotencia y el abuso de los poderosos.
  • Una persona mística sabe que “no se remienda con una tela nueva en un vestido viejo, ni se echa vino nuevo en barricas viejas”. Por eso, cuando ve que algo ya no sirve, ni tiene sentido seguirlo o creerlo, lo abandona con gozo, agradeciendo lo positivo que ha le ha aportado.
  • Una persona mística está siempre abierta a lo nuevo, a lo inédito y sorprendente. A lo que puede descubrir por sí misma o junto a los demás, manteniéndose siempre en búsqueda, en todos los órdenes de la vida.
  • Una persona mística se desprende (cuando se han superado), de viejas creencias, de dogmas rancios, de ideologías desfasadas, de oxidadas formas de entender la vida. Y, después de valorarlo bien, se apunta y contribuye a crear a nuevas realidades sociales, políticas, culturales o eclesiales, que aportan nueva savia a las instituciones, los partidos, estamentos y asociaciones…
  • Una persona mística procura ser coherente entre lo que piensa, habla y vive, en medio de un mundo de engaños, ocultamientos y mentiras, de tantas medias verdades. Porque solo así será aceptado por los demás. Solo así se podrá aceptar a sí mismo.
  • Una persona mística se deja afectar por el dolor, el sufrimiento, la discriminación, las leyes injustas, el odio, la guerra, el hambre de tanta gente, en tantas partes del mundo… Sentirá ante estas realidades cómo se le conmueve el corazón, e intentará remediarlo de alguna manera en la medida de sus posibilidades.
  • Una persona mística cree que otro mundo más justo, fraterno, pacífico y solidario es posible y se compromete para conseguirlo. En primer lugar en su entorno cercano, junto a otras personas solidarias, llenas de humanidad. Pero no olvidará ni dejará de trabajar nunca por cualquier persona, de cualquier parte del mundo, que sufra o esté oprimida.
  • Una persona mística se sentirá unida a todos los seres humanos, en sus alegrías y tristezas. Y también a todos los seres vivos, a toda la naturaleza, a la Madre Tierra, al sistema solar, al universo entero. Porque sabe que todos estamos unidos e interrelacionados con Todo y que formamos parte de una única familia. Nuestro ADN proviene del polvo sideral inicial.
  • Una persona mística reconoce que hay un eco de fondo, una presencia inefable, que le invita a realizarse, a humanizarse, a entrañarse en la realidad. Siente un aliento vital que le da la vida; que forma parte de un proyecto común, junto a toda la humanidad y el planeta Tierra del que forma parte.
  • Una persona mística no cree a pie juntillas o se deja influenciar solo por lo que ve y escucha en los medios de comunicación, sino que atiende a otros medios alternativos y mira con otros ojos, con otra mirada, más allá de lo que los hechos concretos le muestran. Sin despegarse de la realidad, sabe encontrar otros sentidos y mensajes ocultos, sabe esperar a que otros brotes vayan surgiendo a su alrededor, dentro de ella misma.
  • Una persona mística reconoce que su comportamiento y consumo afectan al medio ambiente en el que vive y a la humanidad más empobrecida y excluida. Por eso se esfuerza en vivir de una forma sencilla, austera, responsable, solidaria. Y que esta forma de vida, a pesar de los mensajes publicitarios, le hace feliz y que goce de tantos pequeños placeres que se nos ofrecen cada día y que están ahí, a mano, gratuitos, para ser degustados…
  • Una persona mística “cuida sobre todo de su corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”, e intenta satisfacer en lo posible en su cotidianidad el anhelo de interioridad, de espiritualidad, de realización personal y humana que lleva dentro. Y desde ahí sale renovado, más humano y dichoso, para seguir caminando humildemente, en el día a día, con sus compañeros y compañeras de camino, compartiendo amor, ternura, afecto, ilusión para vivir en plenitud, desviviéndose por los demás.

 

siluetacolor26-ok.eps*El autor tiene un blog en Religión Digital –Otro mundo es posible- y en él se presenta así:

Miguel Ángel Mesa Bouzas nació en 1959 en Madrid. Está casado y es padre de una hija y un hijo. Trabaja en Editorial Paulinas desde hace 15 años. Su formación teológica, bíblica y pastoral es totalmente autodidacta, aunque ha participado en numerosos cursos de formación y congresos. Forma parte de una comunidad cristiana de base desde hace unos treinta años. Su compromiso solidario lo ha realizado principalmente en el Comité de Solidaridad con África Negra y en la ONG “Proyecto Amanecer”.

Fuente Eclesalia (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Navidad: fiesta de la humanidad de Dios y de la comensalidad”, por Leonardo Boff, teólogo

Jueves, 1 de enero de 2015
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nacimientolr_3Leído en Koinonia:

  La Navidad está llena de significados. Uno de ellos ha sido secuestrado por la cultura del consumo que, en vez del Niño Jesús, prefiere la figura del vejete bonachón, Papá Noel, porque es más llamativo para los negocios. El Niño Jesús, por el contrario, habla del niño interior que llevamos siempre dentro de nosotros, que siente necesidad de ser cuidado y que, una vez que ha crecido, tiene el impulso de cuidar. Es ese pedazo de paraíso que no se ha perdido totalmente, hecho de inocencia, de espontaneidad, de encanto, de juego y de convivencia con los otros sin ninguna discriminación.

Para los cristianos es la celebración de la “proximidad y de la humanidad” de nuestro Dios, como se dice en la epístola a Tito (3,4). Dios se dejó apasionar tanto por el ser humano que quiso ser uno de ellos. Como dice bellamente Fernando Pessoa en su poema sobre la Navidad: «Él es el eterno Niño, el Dios que faltaba; el divino que sonríe y que juega; el niño tan humano que es divino».

Ahora tenemos un Dios niño y no un Dios juez severo de nuestros actos y de la historia humana. Qué alegría interior sentimos cuando pensamos que seremos juzgados por un Dios niño. Más que condenarnos, quiere convivir y entretenerse con nosotros eternamente.

Su nacimiento provocó una conmoción cósmica. Un texto de la liturgia cristiana dice de forma simbólica: «Entonces las hojas que parloteaban, callaron como muertas; el viento que susurraba, quedó parado en el aire; el gallo que cantaba se calló en medio de su canto; las aguas del riachuelo que corrían, se estancaron; las ovejas que pastaban, quedaron inmóviles; el pastor que erguía su cayado quedó como petrificado; entonces, en ese preciso momento, todo se paró, todo se silenció, todo se suspendió: nacía Jesús, el Salvador de las gentes y del universo».

La Navidad es una fiesta de luz, de fraternidad universal, fiesta de la familia reunida alrededor de una mesa. Más que comer, se comulga con la vida de unos y otros, con la generosidad de los frutos de nuestra Madre Tierra y del arte culinario del trabajo humano.

Por un momento olvidamos los quehaceres cotidianos, el peso de nuestra existencia trabajosa, las tensiones entre familiares y amigos y nos hermanamos en alegre comensalidad. Comensalidad significa comer juntos reunidos en la misma mesa como se hacía antes: toda la familia se sentaba a la mesa, conversaban, comían y bebían, padres, hijos e hijas.

La comensalidad es tan central que está ligada a la aparición del ser humano en cuanto humano. Hace siete millones de años comenzó la separación lenta y progresiva entre los simios superiores y los humanos, a partir de un antepasado común. La singularidad del ser humano, a diferencia de los animales, es la de reunir los alimentos, distribuirlos entre todos comenzando por los más pequeños y los mayores, y después los demás.

La comensalidad supone la cooperación y la solidaridad de unos con otros. Fue ella la que propició el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue verdad ayer, sigue siendo verdad hoy. Por eso nos duele tanto saber que millones y millones de personas no tienen nada para repartir y pasan hambre.

El 11 de septiembre de 2001 sucedió la conocida atrocidad de los aviones que se lanzaron sobre las Torres Gemelas. En ese acto murieron cerca de tres mil personas.

Exactamente en ese mismo día morían 16.400 niños y niñas con menos de cinco años de vida; morían de hambre y de desnutrición. Al día siguiente y durante todo el año doce millones de niños fueron víctimas del hambre. Y nadie quedó horrorizado ni se horroriza delante de esta catástrofe humana.

En esta Navidad de alegría y de fraternidad no podemos olvidar a esos que Jesús llamó “mis hermanos y hermanas menores” (Mt 25, 40) que no pueden recibir regalos ni comer alguna cosa. Pero no obstante este abatimiento, celebremos y cantemos, cantemos y alegrémonos porque nunca más estaremos solos. El Niño se llama Jesús, el Emanuel que quiere decir: “Dios con nosotros”. Viene bien a la ocasión este pequeño verso que nos hace pensar sobre nuestra comprensión de Dios, revelada en Navidad:

Todo niño quiere ser hombre.

Todo hombre quiere ser rey.

Todo rey quiere ser ‘dios’.

Solo Dios quiso ser niño.

Feliz Fiesta de Navidad del año de gracia de 2014.

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Navidad

Miércoles, 31 de diciembre de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

vierge-afrique

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“El rostro humano de Dios”. Natividad del Señor – B (Juan 1,1-18)

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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05_Navidad_BFeliz Navidad

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús.

Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios!

José Antonio Pagola

El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Solo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.

Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que solo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.

«A Dios nadie lo ha visto jamás». Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero nadie lo hemos visto. Solo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer».

No lo hemos de olvidar. Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender y olvidar para dejarnos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús!

Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.

José Antonio Pagola

Ver en la web

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8.12.14. “Inmaculada. Una Mujer, la humanidad entera”

Lunes, 8 de diciembre de 2014
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inmaculada-concepcin-de-santa-mara-virgen-3-638Del blog de Xabier Pikaza:

Casi todos los años, en este entorno de Adviento, con ocasión de la fiesta de María sin Pecado (8.11) he venido presentando una reflexión sobre María Inmaculada, destacando sus rasgos humanos, femeninos y cristianos. Este año 2014 lo hago de un modo especial, retomando un capítulo de un libro sobre el Camino de María (¡Santa María de la Carne! Jn 1, 14), en la Biblia y en la Iglesia.

Éstas son sus ideas centrales:

1) Los hombres nacemos en un mundo de pecado y no podemos superarlo sólo con nuestras fuerzas. En esa línea, el pecado original es la existencia perturbada y destruida de los hombres, en clave histórica y social. Corremos el riesgo de destruir el futuro de la vida, de matarnos unos a otros. En un plano individual, el pecado se expresa como incapacidad de realizarnos como personas. Para ser personas en plenitud nos ha creado Dios; pero nosotros quedamos en caminos, perturbados en los tres aspectos primordiales de la propia vida: nacimiento, realización y muerte. En un plano social, nacemos en un mundo manchado, un mundo que nos marca ya desde el principio, introduciéndonos en sus redes de poder, mentira y egoísmo. En ese aspecto, el pecado constituye una experiencia (y una realidad) fundacional: nacemos desde un fondo o «seno» mundano de pecado

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2) Como María, la madre de Jesús:
‒ Ser Inmaculada no significa no equivocarse,
sino poder equivocarse de una forma creadora, superando los errores, aprendiendo de las equivocaciones, manteniendo siempre un camino sincero de búsqueda, en diálogo, en humanidad. Ser Inmaculada no significa no ser discutida, pues los testimonios de los evangelios, de un modo o de otro, suponen y afirman que María lo ha sido, como hemos visto en la segunda parte de este libro sino ser discutida y discutir en un camino abierto al diálogo más hondo, a la fraternidad más intensa, superando los enfrentamientos destructores.

‒ Ser Inmaculada no significa mantenerse alejada de los problemas, sino entrar en ellos con buena intención, con capacidad de aprendizaje, en un camino mesiánico. María ha sido Inmaculada habiendo nacido en un contexto de suma violencia, en condiciones hambre y de guerra. Ha sido Inmaculada pudiendo incluso haber sido “violada” (como he puesto de relieve al estudiar el evangelio de Marcos 6, 3: ¿no es éste el Hijo de María?). Ha sido Inmaculada negando incluso el mensaje de Jesús (¡no creyendo en él…!), pero maneniendo siempre un camino de fidelidad que ha desembocado en la Iglesia.

A muchos puede bastarles eso para situar el tema en la liturgia y vida de la Iglesia… Otros podrán seguir leyendo. Buen día de la Inmaculada a Todos. María, unida a Juan Bautista de quien he tratado ayer, es la figura principal del Adviento cristiano. Así aparecen con Cristo en el retablo del juicio del ábside de la Catedral Vieja de Salamanca (figura 2).Buen día para la “inmaculadas”, para las “conchas”, para todas y todos los que nos sentimos vinculados a la aventura creadora de María

1. Origen: Humanidad en pecado, Inmaculada.

FLC21536En el fondo del dogma de la Inmaculada Concepción, que la Iglesia católica definió el año 1854 por intuición creyente de los fieles más que por razones conceptuales de la teología, hallamos un dato primordial de todo pensamiento antropológico cristiano: María es ante todo una persona. Ella ha sido concebida y nace como creatura de Dios, dentro del tiempo de la historia, como he comenzado a decir en la primera parte de este libro, cuyo tema reanudo y completo aquí.

María no pertenece al despliegue (positivo o negativo) de Dios, no es tampoco una apariencia, sombra de la tierra que deslumbra en un momento y luego pierde su fulgor, diluida en el gran mar de lo divino. Tampoco es un momento pasajero del gran círculo de vida en que las almas siempre giran en el tiempo hasta que un día consigan liberarse de sus ataduras temporales. María no es tampoco un momento del gran río de las cosas donde todo se desliza sin llegar nunca a su meta. Ella ha surgido desde Dios como persona finita y diferente, dentro de la historia.

Pues bien, naciendo desde Dios, María nace al mismo tiempo dentro de la historia de los hombres, inmersa en un proceso que conforme a la doctrina de la Iglesia, inspirada en la Escritura (cf. Gén 3, Rom 5), se encuentra perturbado, estropeado por la fuerza del pecado. Por eso decimos que los hombres nacen (emergen, se despliegan) como miembros de una humanidad que, aun recibiendo el impulso de la gracia de Dios, parece empeñada en destruirse, como sabe el Vaticano II:

Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conocieron a Dios pero no le glorificaron como a Dios. Oscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la creatura, no al Creador (cf. Rom 1,21-25). Lo que la revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su Santo Creador… Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas… (Gaudium et Spes 13).

Esta es la condición del hombre. Desde el mismo comienzo (ab exordio historiae) vive internamente dividido. (a) Es hijo de Dios, está invitado a la herencia de la vida. (b) Surge y se despliega en un campo de pecado. Esto es lo que el dogma de la Iglesia ha precisado desde antiguo cuando habla del pecado original: hay en nuestra vida una tragedia muy particular que está fundada en la misma opción humana. No es tragedia haber nacido, no somos hijos de un pecado de los dioses (de una división intradivina). Ni es tragedia el vivir, ni la materia ni la vida es mala. Mala es un tipo de vida oscurecida por los mismos hombres.

‒ En perspectiva sincrónica, el pecado original pertenece al hombre en su conjunto; es de «adam», la humanidad entera. Es totalmente secundario decir si al principio de esa humanidad había sólo un ser humano (una pareja) o existían múltiples parejas. La palabra de la Biblia afirma que el pecado pertenece al conjunto de la humanidad. No es un hombre aislado el que se pierde, es la misma humanidad, manchada y pervertida en su camino y en sus propias estructuras de vida compartida. La humanidad como tal está quebrada, se hace incapaz de tender hacia el futuro que Dios le ha prometido (al paraíso). Por eso, los que nacen en esa humanidad nacen en riesgo, en peligro de perderse.

‒ La tradición cristiana afirma que el pecado se transmite por herencia, pero en sentido cultural, no biologista, como a veces ha pensado cierta teología que en el fondo ha interpretado ya la misma forma «vital» (sexual) de de la “concepción” como si fuera en sí pecado. Entender así el problema del hombre sería contrario a la herencia judía del evangelio y al primitivo cristianismo, que nunca ha condenado el sexo como tal, y situaría el origen de la vida humana en un plano biológico (animal). Los animales evolucionan a través de mutaciones transmitidas por herencia biológica. Los hombres, en cambio, propagan su verdad y vida humana a través de la cultura. Lo que ellos transmiten humanamente, en clave de realización antropológica, es más que una existencia material; extienden y propagan unas formas de entender y realizar la propia vida, unas posibilidades humanas de existencia. En ese plano debe situarse el tema del pecado original .

Según eso, nuestra herencia cultural humana está manchada. Quiero entender esa palabra de manera muy extensa: cultura es aquello que desborda el nivel de la naturaleza interpretada en forma de necesidad vital o material (mecanicista). En ese aspecto ella trasciende nuestras posibilidades físico-biológicas. En ese plano de creatividad (donde también es posible la destrucción histórica) viene a situarnos el pecado. Aquí donde se expresa y se realiza de verdad nuestra existencia.

Con su posibilidad de creación nueva y pecado, la cultura configura todos los aspectos de la vida del hombre sobre el mundo. Cultura es la manera de buscar a Dios y rechazarlo; cultura son las formas de existencia social, las estructuras económico-políticas, la experiencia fundante de la vida. Sólo en ese nivel el hombre puede realizarse verdaderamente como humano, es decir, como persona: ser que es libre, responsable de sí mismo, abierto en gratuidad hacia los otros, partiendo de la gracia original del misterio (de Dios). Pues bien, conforme al testimonio de la Iglesia, esa cultura primordial que debería hallarse abierta hacia la vida y realización de las personas se encuentra “manchada”, por culpa de la misma actuación humana.

Los hombres nacemos en un mundo de pecado y no podemos superarlo sólo con nuestras fuerzas.

En esa línea, el pecado original es la existencia perturbada y destruida de los hombres, en clave histórica y social. Corremos el riesgo de destruir el futuro de la vida, de matarnos unos a otros. En un plano individual, el pecado se expresa como incapacidad de realizarnos como personas. Para ser personas en plenitud nos ha creado Dios; pero nosotros quedamos en caminos, perturbados en los tres aspectos primordiales de la propia vida: nacimiento, realización y muerte. En un plano social, nacemos en un mundo manchado, un mundo que nos marca ya desde el principio, introduciéndonos en sus redes de poder, mentira y egoísmo. En ese aspecto, el pecado constituye una experiencia (y una realidad) fundacional: nacemos desde un fondo o «seno» mundano de pecado .

El pecado original no es una pequeña nota de carácter moralista, sino nuestra forma de vida sobre el mundo: La manera en que acogemos (transmitimos), realizamos y acabamos la existencia. En esa línea, el NT nos advierte que estamos «bajo el signo insuperable del pecado»: hemos destruido el camino de la vida y por nosotros mismos no podemos ya encontrarlo y realizarlo. Dios nos creó para ser personas y nosotros nos hacemos seres de violencia y muerte. Eso es el pecado.

Pues bien, sobre ese fondo del pecado original, la Biblia afirma que Jesús, Hijo de Dios, ha desplegado su vida sin pecado. Nació en el mundo y recibió su herencia dura y conflictiva, pero surgió y se fue educando (madurando) siempre en gracia. En gracia respondió al asumir su propia vida y realizarse, en camino de Reino. Por eso se dice que fue tentado en todo «como nosotros, pero no tuvo pecado» (cf. Heb 4,15). En esa línea, partiendo del AT y fundándose en su propia experiencia de la gracia pascual, la Iglesia ha visto que en el fondo de la historia de pecado original (de la que surge Jesucristo) existe también una corriente poderosa de gracia y esperanza. Dios iba actuando ya en el mismo camino de la historia israelita, preparando la llegada de Jesús (cf. 2 Cor 5,21). Dios iba ofreciendo germen y principio de vida en la misma entraña de la historia, preparando así la llegada del mesías. En el campo de esa preparación encontramos a María.

En esa línea se sitúa, el “dogma” de la Inmaculada Concepción (año 1854), que he presentado ya en la primera parte de este libro, pero que ahora debo precisar. Ese dogma forma parte de la experiencia pascual de la Iglesia católica, que descubre y concretiza en María un elemento clave de su experiencia antropológica: Por don de Dios, los hombres pueden superar y superan el pecado, viviendo de esa forma en comunión de Vida con la vida fundante de Dios, tal como se expresa en Jesucristo. El “dogma” de la Inmaculada pertenece no sólo al proceso de realización personal de María, que así va desplegando su camino en santidad, sino al proceso de maduración social de Israel y de la humanidad. En general, la Iglesia se ha fijado sólo en el primer aspecto, pero también destacarse el segundo.

Por eso no es extraño que entre los santos Padres fuera común llamar a la Madre de Dios toda santa e inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu santo y hecha una nueva creatura. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular, la Virgen Nazarena es saludada por el ángel por mandato de Dios como llena de gracia (Lc 1,28) y ella responde al enviado celestial: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38) (Lumen gentium 56).

Este pasaje entiende la Inmaculada en perspectiva positiva, como signo de la gracia y santidad personales de María; Dios no realiza en ella un gesto negativo, liberándola de mancha original y de pecado, sino un gesto muy positivo, ofreciéndole su gracia, al servicio de la “nueva creación”, es decir, del surgimiento de una humanidad nueva, capaz de dialogar con Dios y de vivir en concordia mutua. María no es Inmaculada en su concepción biológica, sino en todo el proceso de su surgimiento y despliegue personal, en medio de una historia dramática, marcada por su pasado judío (galileo) y por su propio despliegue personal, a través de un diálogo difícil con Jesús su hijo, dentro de unas condiciones familiares “fuertes”. En ese sentido se puede afirmar que la Inmaculada forma parte de la “segunda inocencia” de María.

‒ Hay una primera inocencia que sería “no saber”, una especie de niñez continua, como si María hubiera pasado por el mundo sin “mezclarse” con las dificultades y violencias de la vida. Ésta es la imagen que han proyectado sobre ella no sólo gran parte de los tratados teológicos, sino (y sobre todo) las imágenes del arte, que le presentan como una mujer que no ha entrado en la lucha de la vida.

‒ La “dogma” de la Inmaculada ha de entenderse a la luz de la “segunda inocencia” de María, que no consiste en no saber, sino en saber y sentir, en sufrir y rehacer la vida de un modo más alto, en fidelidad humana, en vinculación dramática a Jesús. De esa forma, sólo al culminar su camino, ante la Cruz de Jesús y en la Iglesia, con los hermanos de Jesús y el resto de los cristianos, podemos afirmar que María ha sido y es Inmaculada.

‒ Ser Inmaculada no significa no equivocarse, sino poder equivocarse de una forma creadora, superando los errores, aprendiendo de las equivocaciones, manteniendo siempre un camino sincero de búsqueda, en diálogo, en humanidad. Ser Inmaculada no significa no ser discutida, pues los testimonios de los evangelios, de un modo o de otro, suponen y afirman que María lo ha sido, como hemos visto en la segunda parte de este libro sino ser discutida y discutir en un camino abierto al diálogo más hondo, a la fraternidad más intensa, superando los enfrentamientos destructores.

‒ Ser Inmaculada no significa mantenerse alejada de los problemas, sino entrar en ellos con buena intención, con capacidad de aprendizaje, en un camino mesiánico. María ha sido Inmaculada habiendo nacido en un contexto de suma violencia, en condiciones hambre y de guerra. Ha sido Inmaculada pudiendo incluso haber sido “violada” (como he puesto de relieve al estudiar el evangelio de Marcos 6, 3: ¿no es éste el Hijo de María?). Ha sido Inmaculada negando incluso el mensaje de Jesús (¡no creyendo en él…!), pero maneniendo siempre un camino de fidelidad que ha desembocado en la Iglesia.

2. Vida en libertad. Despliegue personal.

María ha nacido para irse realizando en libertad, como persona. Por eso, nacimiento y realización se vinculan, como he destacado en el apartado precedente. Así lo ha visto el Vaticano II:

Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón y sin el impedimento de pecado alguno se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la redención con él y bajo él, por la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, los santos Padres estiman a María no como un mero instrumento pasivo sino como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia (Lumen gentium 56).

Este pasaje supone que María ha surgido como persona independiente, como dueña de su propia vida, capaz de dialogar con el mismo Dios, de escucharle y responderle. No es un «instrumento» que Dios puede manejar a su capricho, ni un rasgo interior de la misma santidad de Dios, como un momento de su vida y su misterio. Ella es persona: dueña de sí misma, capaz de recibir una palabra de Dios y responderle; es persona en sentido radical como «sujeto frente a Dios», en clave de libertad, responsable de sí misma, de manera que ni el mismo Dios puede forzarla. Leer más…

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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Miércoles, 15 de octubre de 2014
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Hoy, Festividad de Santa Teresa de Jesús, comienza la celebración del Vº Centenario de su nacimiento. El Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española a lo largo del año… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado y, como no podía ser menos, nosotros también la recordaremos procurando traer al blog todas las semanas un pequeño texto que nos ayude a orar, de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5). Si sirve para estar horas y horas con el Amado, nos sentiremos satisfechos. Hoy comenzamos con ese deseo de “andar juntos“.

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Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

*

“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

*

(Camino de Perfección 21, 26)

 

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C: Camino de Perfección

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“En nosotros están todas las memorias del universo”, por Leonardo Boff, teólogo, escritor

Viernes, 29 de agosto de 2014
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camino de contradicciones o de esperanza y libertadLeído en la página web de Koinonia

El ser humano es el último ser de gran porte que ha entrado en el proceso de la evolución por nosotros conocido. Como no existe solamente materia y energía sino también información, ésta viene almacenada en forma de memoria en todos los seres y en nosotros a lo largo de todas las fases del proceso cosmogénico. En nuestra memoria resuenan las últimas reminiscencias del big bang que dio origen a nuestro cosmos. En los archivos de nuestra memoria se guardan las vibraciones energéticas oriundas de las inimaginables explosiones de las grandes estrellas rojas, de las cuales vinieron las supernovas y los conglomerados de galaxias, cada cual con sus miles de millones de estrellas y de planetas y asteroides.

En ella se encuentran también resonancias del calor generado por la destrucción de galaxias devorándose unas a otras, del fuego originario de las estrellas y de los planetas a su alrededor, de la incandescencia de la Tierra, del fragor de los líquidos que cayeron durante 100 millones de años sobre nuestro planeta hasta enfriarlo (era hadeana), de la exuberancia de las selvas ancestrales, reminiscencias de la voracidad de los dinosaurios que reinaron, soberanos, durante 135 millones de años, de la agresividad de nuestros antepasados en su afán por sobrevivir, del entusiasmo por el fuego que ilumina y cocina, de la alegría por el primer símbolo creado y por la primera palabra pronunciada, reminiscencias de la suavidad de las brisas leves, de las mañanas diáfanas, del precipicio de las montañas cubiertas de nieve, y por fin, recuerdos de las interdependencias entre todos los seres, creando la comunidad de los vivientes, del encuentro con el otro, capaz de ternura, entrega y amor y, finalmente, del éxtasis del descubrimiento del misterio del mundo que todos llaman por mil nombres y nosotros llamamos Dios. Todo eso está sepultado en algún rincón de nuestra psique y en el código genético de cada célula de nuestro cuerpo, porque somos tan antiguos como el universo.

No vivimos en este universo ni sobre nuestra Tierra como seres erráticos. Venimos del útero común de donde vienen todas las cosas, de la Energía de Fondo o Abismo Alimentador de todos los seres, del hadrón primordial, del top-quark, uno de los ladrillitos más ancestrales del edificio cósmico, hasta el computador actual. Y somos hijos e hijas de la Tierra. Más aún, somos aquella parte de la Tierra que anda y danza, que tiembla de emoción y piensa, que quiere y ama, que se extasía y venera el Misterio. Todas estas cosas estuvieron virtualmente en el universo, se condensaron en nuestro sistema solar y sólo después irrumpieron concretas en nuestra Tierra. Porque todo eso estaba virtualmente allí, ahora puede estar aquí en nuestras vidas.

El principio cosmogénico, es decir, aquellas energías directoras que comandan, llenas de propósito, todo el proceso evolutivo obedecen a la lógica siguiente, tan bien expuesta por E. Morin: orden, desorden, interacción, nuevo orden, nuevo desorden, nuevamente interacción y así siempre. Con esa lógica se crean siempre más complejidades y diferenciaciones; y en la misma proporción se van creando interioridad y subjetividad hasta su expresión lúcida y consciente que es la mente humana. Y simultáneamente y también en la misma proporción se va gestando la capacidad de reciprocidad de todos con todos, en todos los momentos y en todas las situaciones. Diferenciación /interioridad/ comunión: la trinidad cósmica que preside el organismo del universo.

Todo va sucediendo procesualmente y evolutivamente sometido al no-equilibrio dinámico (caos) que busca siempre un nuevo equilibrio, a través de adaptaciones e interdependencias.

La existencia humana no está fuera de esta dinámica. Tiene dentro de sí estas constantes cósmicas de caos y de cosmos, de no-equilibrio en busca de un nuevo equilibrio. Mientras estamos vivos nos encontramos siempre enredados en esta condición. Cuanto más próximos al equilibrio total más próximos a la muerte. La muerte es la fijación del equilibrio y del proceso cosmogénico. O su paso a un nivel que demanda otra forma de acceso y de conocimiento.

¿Cómo se da esta estructura concretamente en nosotros? En primer lugar por la cotidianeidad. Cada cual vive su cotidiano que comienza con el aseo personal, la manera como vive, lo que come, el trabajo, las relaciones familiares, los amigos, el amor. Lo cotidiano es prosaico y frecuentemente cargado de desencanto. La mayoría de la humanidad vive restringida a lo cotidiano con el anonimato que él implica. Es una parte del orden universal que emerge en la vida de las personas.

Pero los seres humanos también estamos habitados por la imaginación. Esta rompe las barreras de lo cotidiano y busca lo nuevo. La imaginación es, por esencia, fecunda; es el reino de lo poético, de las probabilidades de sí infinitas (de naturaleza cuántica). Imaginamos nueva vida, nueva casa, nuevo trabajo, nuevos placeres, nuevas relaciones, nuevo amor. La imaginación produce la crisis existencial y el caos en el orden cotidiano.

Pertenece a la sabiduría de cada uno articular lo cotidiano con lo imaginario, lo prosaico con lo poético y retrabajar el desorden y el orden. Si alguien se entrega sólo a lo imaginario, puede estar haciendo un viaje, vuela por las nubes olvidado de la Tierra y puede acabar en una clínica psiquiátrica. Puede también negar la fuerza seductora del imaginario, sacralizar lo cotidiano y sepultarse vivo dentro de él. Entonces se muestra pesado, poco interesante y frustrado. Rompe con la lógica del movimiento universal.

Sin embargo, cuando una persona asume su cotidiano y lo vivifica con inyecciones de creación, entonces comienza a irradiar una rara energía percibida por quienes conviven con ella.

Leonardo Boff escribió El despertar del águila: lo sim-bólico y lo dia-bólico como construcción de la realidad, 2002.

Traducción de MJ Gavito Milano

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Debemos querer el bien.

Domingo, 17 de agosto de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

Caminemos todo el verano con el papa Juan XXIII

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Es triste tener que lamentar el dolor, pero
no basta con quejarse de él para eliminarlo.

Es el bien lo que debemos querer, cumplir, exaltar.

Es la bondad la que debe ser proclamada en presencia del mundo
para que irradie y penetre todos los elementos de la vida individual y social.

El individuo debe ser bueno, de una bondad que revela una conciencia pura
e inaccesible a la duplicidad, al cálculo, a la dureza del corazón.

Bueno, por una aplicación continua de la purificación interior, de la perfección verdadera;
bueno, por fidelidad a un firme propósito manifestado en todo pensamiento, en toda acción.

La humanidad también debe ser buena. Estas voces que suben del fondo de los siglos,
para enseñarnos todavía hoy con una nota de actualidad,
recuerdan a los hombres el deber que incumbe indistintamente a todos de ser buenos,
justos, rectos, generosos, desinteresados, prontos para comprender
y para excusar, dispuestos al perdón y a la magnanimidad.

*

Su Santidad Juan XXIII

La documentaciónn católica n°1367

***

 

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“Los sacramentos de la humanidad”, por Óscar Fortin, Québec-Canadá

Domingo, 13 de abril de 2014
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13444991033_baa49cb1db_nLeído en Humanismo en Jesús:

En las religiones cristianas, los sacramentos ocupan un lugar importante. En resumen, Jesús de Nazaret habría dejado ritos sacramentales, por los cuales sigue comunicando sus gracias y sus beneficios de la salvación. Estos ritos fueron definidos a través de los siglos para convertirse en los siete sacramentos que definen, en exclusividad, la acción salvífica de Cristo en el mundo. Obviamente, los gestionaros de estos sacramentos son las autoridades eclesiales y en ciertos casos los bautizados.

Este enfoque de la acción salvífica de Cristo en el mundo no resiste más al desarrollo de los conocimientos bíblicos, exegéticos, teológicos e históricos de las últimas décadas. El Jesús de Nazaret, cuya figura se aproxima cada vez más a nosotros, tiene una acción y un mensaje que nos orientan diferentemente en la comprensión de su presencia en el mundo. Es él que nos hace llegar a los más pequeños, a los excluidos, a los marginados, identificándose a ellos. “Todo lo que harán a los más pequeños de los míos, a mí me lo hacen.” Es él quien alentó a aquellos que luchaban por la justicia y a quienes declaró bendecidos en las inevitables persecuciones de las cuales eran víctimas. Cada una de las Bienaventuranzas puede ser considerada en este sentido. Con este entendimiento de la acción de Jesús en el mundo, podemos identificar siete de ellas como los sacramentos con mas significado de su presencia en la humanidad: las obras de verdad, de justicia, de solidaridad, de inclusión, de compasión, de liberación y del amor. Para conocer algo más sobre cada uno de estos sacramentos, ver aquí.

Estas siete obras coincidan con los mas importantes mandatos de Jesús. En el día del juicio final (Mateo (25, 31-26) tendremos que responder de estas obras. También, al leer a los profetas resalta la importancia que le dan al seguimiento de estas consignas de acción, las cuales representan el verdadero culto que le gusta a Yahvé.

« No me sigan trayendo vanas ofrendas;
el incienso es para mí una abominación.
Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea…
no puedo aguantar la falsedad y la fiesta!
Cuando extienden sus manos,
yo cierro los ojos;
por más que multipliquen las plegarias,
yo no escucho: 
las manos de ustedes están llenas de sangre, aprendan a hacer el bien!
¡Busquen el derecho,
socorran al oprimido,
hagan justicia al huérfano,
defiendan a la viuda! » (Is 1, 13-17)

« El que obra con justicia y habla con rectitud,
el que rehúsa una ganancia extorsionada,
el que sacude sus manos para no retener el soborno,
el que tapa sus oídos a las propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad: ese hombre habitará en las alturas,
rocas fortificadas serán su baluarte,
se le dará su pan
y tendrá el agua asegurada. » (Is 33, 15-16)

« ¡Ay de los que acumulan una casa tras otra
y anexionan un campo a otro,
hasta no dejar más espacio
y habitar ustedes solos en medio del país!
El Señor de los ejércitos lo ha jurado a mi oído: 
Sí, muchas mansiones, grandes y hermosas,
quedarán desoladas por falta de habitantes. ¡Ay de los que llaman bien al mal
y mal al bien,
de los que cambian las tinieblas en luz
y la luz en tinieblas,
de los que vuelven dulce lo amargo
y amargo lo dulce, de los que absuelven por soborno al culpable
y privan al justo de su derecho! ¡Ay de los que promulgan decretos inicuos
y redactan prescripciones onerosas, para impedir que se haga justicia a los débiles
y privar de su derecho a los pobres de mi pueblo,
para hacer de las viudas su presa
y expoliar a los huérfanos! » (Is 5, 8-9. 20-23; 10, 1-2)

« Júzgame, Señor, 
y defiende mi causa 
contra la gente sin piedad; 
líbrame del hombre falso y perverso. » (Sal 43,1). « Con gloria y majestad, avanza triunfalmente; cabalga en defensa de la verdad y de los pobres. 
Tu mano hace justicia y tu derecha, proezas. » (Sal 45,4)

« Así habla el Señor: Practiquen el derecho y la justicia; libren al explotado de la mano del opresor; no maltraten ni hagan violencia al extranjero, al huérfano y a la viuda; no derramen sangre inocente en este lugar. » (Jer 22,3)

Estas intervenciones de los profetas remontan a más de 2500 años, pero siguen de gran actualidad. El mundo en que vivimos contiene, como en estos antiguos tiempos, la misma confrontación entre las fuerzas de la corrupción, de las mentiras, de la avaricia y esas otras fuerzas apoyadas por el Eterno : la justicia, la compasión, la verdad, la honradez, la no-violencia y el respeto de los más débiles. Basta con mirar lo que está pasando en todas las partes del mundo para constatar hasta que punto hemos llegado en el arte de disfrazar en lo bueno esas fuerzas de contaminación y de destrucción de la humanidad. Vivimos en un mundo de “falsos positivos” en que los buenos son presentados como los malos y los malos como los buenos. Hemos llegado a la cima del engaño y de la codicia.

¿Qué papel asume la Iglesia en este mundo dominado por el engaño y la codicia? La pregunta es de las mas importantes, pues la Iglesia es la que lleva la buena noticia del Reino de Dios en la Tierra. La oración que nos enseno Jesús pone en nuestra boca esas palabras: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo »

Por supuesto que la Iglesia cuya cabeza es el Resucitado y su inspiración el Espíritu Santo sigue presente a través de millones de personas de buena voluntad que obran en las obras de justicia, de verdad, de compasión, de solidaridad, de inclusión universal, de liberación y de amor. Esa Iglesia sigue siempre muy viva en el servicio de una humanidad creada a la imagen de su creador y salvador.

Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de la Iglesia institucionalizada sobre el esquema de los imperios. Ella desarrollo doctrinas y cultos adaptados a su esquema institucional. Los servidores del Evangelio se transformaron en jerarquías de autoridades y el pueblo de Dios en un rebano sometido a la doctrina y a los cultos impuestos por ella. El Evangelio y Jesús pasaron a secundo plano y a ser referencias mas cultuales y religiosas que compromisos de vida.

No hace duda que la Iglesia institución, tal como existe actualmente, debe realizar una verdadera conversión para volver a ser el signo activo de la presencia del Resucitado y de su Espíritu en el mundo. Jesús sigue siendo la cabeza de la Iglesia y el Espíritu Santo sigue distribuyendo sus dones como lo entiende. No tiene que pedir permiso a ninguno, ni del papa, ni del cardenal, ni del obispo, ni del sacerdote para actuar. He aquí lo que dice el apóstol Pablo.

« Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. » (1Co 12, 11-13)

Muchos cristianos se identifican con la Iglesia-institución y sus ritos de la sacramentalidad como camino conduciéndolos a su salvación. Sin embargo, muchos otros demuestran su fe a través compromisos al servicio de la verdad, de la justicia, de la compasión, del servicio, del amor, luchando contra la corrupción, la codicia, las mentiras, la manipulación, la hipocresía. Tal vez, estos últimos tendrán la sorpresa de su vida cuando el juez supremo les dirá:

« Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?” Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. » (Mt 25, 34-40)

El papa Francisco, por su ejemplo, su compromiso con los pobres, por su humildad y sus palabras de bondad y de misericordia abre el camino a una Iglesia que necesita volver a sus raíces para encontrar de nuevo su alma. A los apóstoles que miraban siempre al cielo después de la ascensión de Jesús, vino un ángel a decirles de ir a Galilea, y que allí lo hallarían. La Galilea de hoy es el mundo entero donde viven más de 7 billones de seres humanos. Jesús está siempre en esta gran Galilea.

Oscar Fortin
http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php

Quebec, 27 de marzo

traductor : Marius Morin-Oscar Fortin

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Filantropía.

Lunes, 3 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

philanthropia

Estamos acostumbrados a ver la amistad puramente como un fenómeno de intimidad, donde los amigos abren sus corazones sin tener en cuenta el mundo y sus exigencias. Rousseau y no Lessing es el mejor defensor de este punto de vista que concuerda tan bien con la actitud básica del individuo moderno, que debido a su alienación por el mundo sólo puede revelarse sinceramente en privado y en la intimidad de los encuentros cara a cara. Así nos es difícil de comprender la importancia política de la amistad. Cuando, por ejemplo, leemos en Aristóteles que la philia, la amistad entre ciudadanos, es una de las condiciones fundamentales del bienestar común, tendemos a creer que habla solamente de la ausencia de facciones y de guerra civil en el seno de la ciudad. Pero para los griegos, la esencia de la amistad consistía en el discurso. Sostenían que sólo un “hablar juntos” constante unía a los ciudadanos en un pulimento. Con el diálogo se manifiesta la importancia política de la amistad, y de su propia humanidad. El diálogo (a diferencia de las conversaciones íntimas donde las almas individuales hablan de sí mismas), aunque esté tan impregnado del placer de la presencia del amigo, se preocupa de la gente común, que permanece “inhumano” en cierto sentido muy literal, mientras los hombres no discutan de eso constantemente. Porque el mundo (gente) no es humano por haber sido hecho por los hombres, y no se vuelve humano porque la voz humana resuene allí, sino solamente cuando se hace objeto de diálogo. Como quiera que las cosas del mundo (gente) nos afecten intensamente, que puedan emocionarnos y estimularnos profundamente, no se vuelven humanas para nosotros más que en el momento en el que podemos debatir de eso con nuestros semejantes. Todo lo que no puede hacerse objeto de diálogo puede muy bien ser sublime, horrible o misterioso, incluso encontrar una voz humana a través de la cual resonar en el mundo, pero esto no es verdaderamente humano. Humanizamos lo que pasa en el mundo y en nosotros hablando de ello, y, en este hablar, aprendemos a ser humanos. Los griegos llamaban a esta humanidad que se realiza en las conversaciones de la amistad, philanthropia, “amor del hombre”, porque ella se manifiesta en una disposición que comparte el hombre con otros hombres.

*
Hannah Arendt, Vies politiques, Gallimard

hannah-arendt

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El soplo…

Jueves, 27 de febrero de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

le-souffle

A la vez soplo vivificante y puesta en retirada, inspirar y expirar, la espiritualidad toca el misterio de toda existencia. Comienza posiblemente con una doble intuición: la intuición de que somos perfectibles, y la de la que carecemos: el acceso a una “Realidad” absolutamente otra, más allá de la inteligencia, más allá de las distinciones de la razón razonante. “Dios es el Lugar del mundo, pero el mundo no es su lugar “ (adagio talmúdico). La búsqueda interior, en términos de “sed” (de Dios) – expresión recurrente en los místicos, comenzando por David – es un deseo ardiente por hacer la voluntad divina. Lo que el orante llama mejorar todavía y todavía, para llegar un día a amar a Dios “con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tus fuerzas”. Esto puede ir hasta una supresión del yo, para escuchar por fin de Dios no lo que queremos escuchar, sino un murmullo que viene más allá de nosotros mismos (as) – tal, como posiblemente lo percibió el profeta Elías, en la cueva del monte Horeb. (1Reyes 19,12).

Dios no tiene rostro. Sin embargo el ser humano se hace – si no imágenes, lo que el judaísmo proscribe – por lo menos una idea. Pero lo divino no se deja restringir ni velar por ninguna representación que nos hagamos. El hombre de espiritualidad puede “ver” únicamente que Dios es a la vez la meta hacia la cual tiende con todo su fervor y el origen de su nostalgia: ¿No somos exiliados del Lugar que jamás habríamos debido dejar – y cuyo jardín del Edén es una metáfora?!

Paradójicamente, si tantos místicos – comenzando por los profetas – tienen visiones, es posiblemente porque supieron renunciar tanto a las imágenes creadas como a las imágenes mentales por otros tipos de representaciones: aquellas que Dios mismo coloca, en el corazón purificado por un trabajo sobre sí que está en el orden de la ascesis. Existe en el judaísmo, desde Abraham Aboulafia (siglo XIII), ejercicios espirituales, entre los que uno en particular merece nuestra atención: La hazkara. Por la enunciación repetitiva e intencional del Nombre de Dios, Aboulafia piensa que el hombre puede estar en condición de recibir la efusion divina. Entonces este kabbalista escogió un ejercicio que viene del Islam: La espiritualidad sufí enseña que el corazón del hombre está rodeado de una ganga dura, sobre la que la invocación del Nombre obra como un martillo: la invocación repetida, a ejemplo de los golpes repetidos sobre un caparazón, golpea hasta hacerlo estallar, para que broten las chispas espirituales. La invocación va en cierto modo a pulir el corazón y a hacerlo semejante a un espejo sobre el cual puede reflejarse la luz divina. Lo que no está tan alejado de lo que meditamos en la oración de la mañana: “Porque es en Tu luz que veremos la luz “.

( La proximidad de estas dos prácticas – hazkara en la tradición judía, dhikr en la tradición mística musulmana – es un ejemplo del interés de un diálogo entre judaísmo e Islam.)

El hombre ha sido creado sin duda “deseando a Dios”, y el deseo amoroso es una expresión constante del amor místico cantado en el Cántar de los Cantares. Por eso, el cara a cara con Dios generalmente no es, para el Judaísmo, el deseo de fusionarse con lo divino, presumiblemente porque el hombre debe siempre tener presente en su conciencia la humanidad de otro. El Uno está contenido en cada rostro de hombre o de mujer tanto como en cada una de las vías espirituales de la humanidad. Es decir, los hombres y las mujeres en busca de interioridad son capaces de alteridad. “Si no encuentro al otro como el Otro, me tomo por el otro… y ahí el germen la violencia.”

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Gran rabino M.R. GUEDJ

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Mensaje aborígen.

Sábado, 22 de febrero de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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” Si avanzar en edad no es una ocasión de fiesta, ¿qué celebras, entonces?

El hecho de volverse mejor. Celebramos al que, con relación al año precedente, se volvió mejor y más sabio. Así como que cada uno es el único que puede juzgar su progreso, es él quien dice a los demás que ha llegado  el momento de organizar la fiesta. “

” Pero la gran diferencia entre los humanos de nuestra época y los de los orígenes, es que los Mutantes están habitados por el miedo. El Verdadero Pueblo no conoce el miedo. Los Mutantes amenazan a sus hijos. Necesitan sanciones penales y prisiones. Incluso la seguridad de los gobiernos se basa en la amenaza armada hacia otros países. Para la tribu, el miedo es una emoción del reino animal donde desempeña un papel importante en la supervivencia. Pero si los humanos conociesen la Unidad divina y comprendiesen que el universo no es fruto del azar sino un plan en vía de desarrollo, no podrían tener miedo. O tienes fe, o tienes miedo, pero no puedes tener ambas. Las cosas engendran el miedo y cuanto más cosas poseas, más  miedo tendrás. Y, finalmente,  vivirás tu vida para las cosas. “

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Marlo Morgan, en ” Mensaje de los hombres verdaderos al mundo mutante “, Albin Michel

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Marlo Morgan, americana, fue  elegida por una tribu de aborígenes para atravesar el desierto australiano en la indigencia más completa, salvo posiblemente la desnudez justamente que le ha sido ahorrada (Posiblemente ella misma fue  la que deseó ahorrarlo a un público americano puritano). El fin de este periplo se dibuja despacio como una prueba para la elegida “mutante” de nuestro mundo moderno, escogida para ser despertada a la naturaleza e iniciada en los secretos de la sabiduría aborigen. La tribu le entregará un último mensaje para el mundo mutante.

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(Fuente : Réservoir’Blog)

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