Iñigo García Blanco, Hermano Marista,
Madrid.
ECLESALIA, 24/10/16.-Tras acompañar en aquellos días de septiembre algunas de las acciones emprendidas de sensibilización y capacitación de la ‘Red de Enfrentamiento al tráfico de personas en la Triple Frontera (Brasil-Colombia-Perú)’, estoy un tanto des-soñado (inquieto en la hora de los sueños). Los relatos que hay tras “la trata” me desvelan.
Esta realidad ha sido un nuevo aldabonazo en mí para mirar de otra forma los movimientos migratorios, los sueños negociados y ocultos que se mueven transnacionalmente, los dramas silenciados que pueden ser juzgados por la alienación de los derechos, principalmente el de la dignidad y la autonomía. El 23 de septiembre se celebraba el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños que fue instaurado por la Conferencia Mundial de la Coalición contra la Trata de Personas en coordinación con la Conferencia de Mujeres que tuvo lugar en Dhaka, Bangladesh, en enero de 1999.
La trata de personas es un delito que despoja a los seres humanos de sus derechos, echa por tierra sus sueños y les priva de su dignidad. Es un delito que nos avergüenza en nuestra historia cada vez más anémica de humanidad. La trata de personas es un problema mundial, al que ningún país es inmune. Millones de víctimas se encuentran atrapadas y son explotadas cada año por esta forma moderna de esclavitud.
El Protocolo de Palermo define la trata de personas en su art. 3 como: “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esta explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.”
Existen en el mundo 200 millones de personas migrantes, 60 millones de desplazados, 20 millones de ellos refugiados y 40 desplazados internos, y 4 millones de víctimas de trata.
Uno de los grupos de alta vulnerabilidad en esta “situación de trata” es el de las niñas y niños. Encontramos aquí factores comunes que propician dicha vulnerabilidad: la pobreza, que lleva a las familias a abandonar a los menores en manos de traficantes en la creencia de que lograrán un futuro mejor; en crisis humanitarias, donde los verdugos aprovechan las situaciones de caos para raptar a sus víctimas; en conflictos armados, donde los niños suelen ser empleados como soldados por lo fácil que resulta manipularlos… De acuerdo con datos ofrecidos por UNICEF, cada día 4.000 niños y niñas son víctimas de trata. En general, el fin de la trata de menores es que éstos sean explotados sexualmente (importante en este punto mencionar el auge de la pornografía infantil, así como a chicas adolescentes obligadas a prostituirse), forzados a matrimonios pre-pactados, o para trabajos forzosos en fábricas o como personal de servicio doméstico.
En expresión del Papa Francisco, cada una de estas personas son consideradas “población sobrante”, producto de la “cultura del descarte”, que nos vuelve incapaces para compadecernos ante los clamores de los otros. Son los nadie-sin-sueños, nadie-sin-futuro, nadie-sin-derechos. Seguramente por eso que pasan desapercibidos sus rostros ante nosotros; se vuelven invisibles para nuestra acomodada medida de justicia y distribución de oportunidades. Las cifras no muestran la realidad que ocultan.
Sigo desvelado, la sola definición de este fenómeno, de esta acción violenta me irrita y me hace temblar al tratar de poner rostro a sus víctimas, niños, niñas, adolescentes, mujeres. Sueños truncados por una trata de intereses deshumanizados.
Me viene a la mente la imagen del atrapasueños tan corriente por estas tierras. La antigua leyenda de los indios ojibwa sobre los atrapasueños habla de que los sueños pasan por la red filtrando y deslizando los buenos sueños a través de suaves plumas hasta que llegan a nosotros. Los malos sueños, sin embargo, son atrapados en el tejido y mueren con el primer haz de luz del día.
Ojalá seamos capaces de proteger los buenos y deseables sueños, mientras que aquellos que amenazan nuestras historias y nuestros derechos no lleguen a nosotros. Llamados a ser protectores de sueños de los más pequeños, de aquellos que nos contagian la ilusión por la vida en cada una de sus expresiones y colores. No podemos seguir permitiéndonos que “la trata” siga siendo impune, que siga ocurriendo a costa de los más pequeños y pequeñas de nuestras comunidades… precisamos desenmascarar esta práctica indigna y aberrante contra el valor más profundo de la vida. Al menos gritar que no permitiremos más trata de sueños (que no son los de nuestros pequeños).
Queremos trabajar en red pues sabemos de su fuerza transformadora que estrecha lazos y el compromiso por la vida y la defensa a ultranza de los derechos humanos, en especial de los niños y jóvenes de nuestras comunidades locales. Precisamos construir juntos un mundo mejor, cuidar entre todos ésta nuestra Casa Común de Todos.
Quisiera saber sumarme
en la lucha contra la ideología y el sistema económico
que provoca la exclusión de millones de personas,
en la denuncia de la sistemática transgresión de los derechos humanos
de las “personas en movimiento” por parte de los Gobiernos,
al trabajo por otro mundo posible hospitalario,
al discipulado y a la práctica solidaria de Jesús de Nazaret, “el flaco”,
a hacer una nueva teología de la emigración,
a pasar de la exclusión a la hospitalidad.
Nadie tiene derecho a robar tus sueños,
ni a perturbar tu creativa imaginación.
Nadie tiene derecho a traficar contigo,
pues no eres mercancía ni objeto de intercambio.
Nadie tiene derecho a robar tu vida,
mucho menos vulnerarla ni encerrarla.
Ningún niño, niña o adolescente sea víctima de trata.
Ningún niño, niña o adolescente sea víctima de violencia.
Ningún niño, niña o adolescente sea víctima de la pobreza.
Ningún niño, niña o adolescente sea víctima de la prostitución.
Ningún niño, niña o adolescente sea víctima del silencio.
Ningún niño, niña o adolescente sea víctima de la exclusión.
Una red se teje, atravesando fronteras, a lo largo y ancho del mundo,
reclamando el fin de la trata de personas y su esclavitud…
reclamando justicia y rescatando la dignidad…
reclamando la libertad y la autonomía para ser sueño vivo…
reclamando los sueños arrebatados y empoderándolos con color…
reclamando el espíritu que llevamos dentro…
reclamando un tiempo nuevo para desplegar la hospitalidad.
El mundo tendrá que escuchar su voz.
Del Libro del Eclesiastés, 4,1:
“Pensé además en todos los abusos que se cometen bajo el sol. Vi las lágrimas de las personas oprimidas, y no hay nadie que las consuele; sufren la violencia de sus opresores, y no hay nadie que venga en su ayuda”
Un cálido abrazo
Íñigo García Blanco
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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