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Teresa de Jesús, hoy.

Martes, 15 de octubre de 2024
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1572630141_4139682b84Leído en la página web de Redes Cristianas

Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias” fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia”y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la“cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

Espiritualidad , , , , , ,

Teresa de Jesús, hoy.

Sábado, 14 de octubre de 2023
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1572630141_4139682b84Leído en la página web de Redes Cristianas

Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias”fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia”y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

Espiritualidad , , , , , ,

Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

Sábado, 22 de julio de 2023
Comentarios desactivados en Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

magdalena-jesus-640x480Siempre hablamos de ella. Muchas de nosotras la consideramos nuestra maestra y hermana mayor. En ella proyectamos nuestros modelos de discípula, de mujer libre de las redes del patriarcado, y ,sobre todo, de mujer empoderada por un amor personal, profundo que como catapulta la lanzó a la tarea que Jesús le encomendó: contarle al mundo que Él vive. Contarle al patriarcado que así no, y los frutos desafortunadamente los vemos hoy más claramente… así no.

Ella tiene el secreto, la llave del cómo. Y nos lo cuenta, entre líneas, porque nunca interesó demasiado, y la manera de silenciarla fue considerarla prostituta. Ellos, el patriarcado sabían que este término tenía un poder fulminante entre hombres y mujeres.

Tenemos una amiga en Holanda y nos llevó a conocerlas en sus ventanas rojas, en sus calles tortuosas. Nuestra amiga va mucho a visitarlas. Pasa por delante de sus ventanas a una hora prudente, y les sonríe. Eso hicimos, y ellas se dan cuenta de tu sonrisa sororal. Jesús debía hacer eso. Yo me las imaginé, saliendo de sus ventanas donde humilladas maquillan sus cuerpos y  esperan que alguien compre su servicio, y liberadas de esa dependencia para alimentar a sus hijos… correr a una vida normal, como la nuestra. ¡Cómo no iba a enternecerse Jesús!

También a Miriam de Magdala la colocaron, ellos, en una ventana roja, pero gracias a muchas hermanas y hermanos biblistas que la sacaron hoy puede correr por nuestras calles en nuestras sandalias, como la discípula que fue y que sigue siendo hoy en ti y en mí.

Más que yo hablar, de nuevo, de ella, debo decir que es ella la que me habla de nosotras, de mí.

¿Qué nos dices Miriam de Magdala a las mujeres discípulas de hoy?

Aquí y ahora, te invito a que te hagas la pregunta, si quieres…yo me la he hecho y ahondando en el alma me encuentro con una palabra “haz tú lo mismo, descubre la Miriam de Magdala adormecida en tu hondón, en tu congelado interior, en tu fantasía…descongélala, sácala de cualquier ventana roja, y dale cobijo en tu alma de discípula”.

Si le dejas, se hará carne de tu carne. Si le dejas, te ayudará a caldear ese frío interior que nos impide caldear el mundo con la presencia del Amado.

Conozco a muchas mujeres hoy que encarnan su espíritu y corren por nuestras calles. Son entre otras, las beguinas de hoy. Dejaron atrás el patriarcado y sus redes e iniciaron grupos para dar oxígeno a muchas mujeres. Otras  Miriams están en sus casas,  totalmente comprometidas con el Resucitado siendo sus manos, su pensamiento, su mirada…

Es un momento histórico apasionante. Lo viejo está reviejo, lo nuevo brotando, madurando.

Las Miriam de Magdala de hoy, muchas tienen teología, predican, escriben, acompañan… somos miles. No salimos en las noticias, ni en las revistas eclesiásticas, no somos importantes para el mundo patriarcal, pero somos el tesoro escondido, la riqueza que salva el cristianismo. Jesús hoy, de nuevo pondría su movimiento en manos de Miriam de Magdala.

Jesús, el Amado, el Resucitado, hoy pone su movimiento emergente en nuestras manos de mujer, de nuevo. Manos de parteras y de predicadoras, manos de discípulas, maestras, profesoras y hermanas.

Somos una revolución, a lo femenino, como ellas, las primeras, en nuestras casas, en nuestros círculos, en las facultades de teología, en educación,  en las redes sociales… somos imparables.

Esa energía de la Ruah, atrae, reforma, suscita, se trata de acoger, acompañar, dar a luz, ayudar a nacer…

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad ,

Teresa de Jesús, hoy.

Sábado, 15 de octubre de 2022
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1572630141_4139682b84Leído en la página web de Redes Cristianas

Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias”fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia”y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

Espiritualidad , , , , , ,

Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

Viernes, 22 de julio de 2022
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magdalena-jesus-640x480Siempre hablamos de ella. Muchas de nosotras la consideramos nuestra maestra y hermana mayor. En ella proyectamos nuestros modelos de discípula, de mujer libre de las redes del patriarcado, y ,sobre todo, de mujer empoderada por un amor personal, profundo que como catapulta la lanzó a la tarea que Jesús le encomendó: contarle al mundo que Él vive. Contarle al patriarcado que así no, y los frutos desafortunadamente los vemos hoy más claramente… así no.

Ella tiene el secreto, la llave del cómo. Y nos lo cuenta, entre líneas, porque nunca interesó demasiado, y la manera de silenciarla fue considerarla prostituta. Ellos, el patriarcado sabían que este término tenía un poder fulminante entre hombres y mujeres.

Tenemos una amiga en Holanda y nos llevó a conocerlas en sus ventanas rojas, en sus calles tortuosas. Nuestra amiga va mucho a visitarlas. Pasa por delante de sus ventanas a una hora prudente, y les sonríe. Eso hicimos, y ellas se dan cuenta de tu sonrisa sororal. Jesús debía hacer eso. Yo me las imaginé, saliendo de sus ventanas donde humilladas maquillan sus cuerpos y  esperan que alguien compre su servicio, y liberadas de esa dependencia para alimentar a sus hijos… correr a una vida normal, como la nuestra. ¡Cómo no iba a enternecerse Jesús!

También a Miriam de Magdala la colocaron, ellos, en una ventana roja, pero gracias a muchas hermanas y hermanos biblistas que la sacaron hoy puede correr por nuestras calles en nuestras sandalias, como la discípula que fue y que sigue siendo hoy en ti y en mí.

Más que yo hablar, de nuevo, de ella, debo decir que es ella la que me habla de nosotras, de mí.

¿Qué nos dices Miriam de Magdala a las mujeres discípulas de hoy?

Aquí y ahora, te invito a que te hagas la pregunta, si quieres…yo me la he hecho y ahondando en el alma me encuentro con una palabra “haz tú lo mismo, descubre la Miriam de Magdala adormecida en tu hondón, en tu congelado interior, en tu fantasía…descongélala, sácala de cualquier ventana roja, y dale cobijo en tu alma de discípula”.

Si le dejas, se hará carne de tu carne. Si le dejas, te ayudará a caldear ese frío interior que nos impide caldear el mundo con la presencia del Amado.

Conozco a muchas mujeres hoy que encarnan su espíritu y corren por nuestras calles. Son entre otras, las beguinas de hoy. Dejaron atrás el patriarcado y sus redes e iniciaron grupos para dar oxígeno a muchas mujeres. Otras  Miriams están en sus casas,  totalmente comprometidas con el Resucitado siendo sus manos, su pensamiento, su mirada…

Es un momento histórico apasionante. Lo viejo está reviejo, lo nuevo brotando, madurando.

Las Miriam de Magdala de hoy, muchas tienen teología, predican, escriben, acompañan… somos miles. No salimos en las noticias, ni en las revistas eclesiásticas, no somos importantes para el mundo patriarcal, pero somos el tesoro escondido, la riqueza que salva el cristianismo. Jesús hoy, de nuevo pondría su movimiento en manos de Miriam de Magdala.

Jesús, el Amado, el Resucitado, hoy pone su movimiento emergente en nuestras manos de mujer, de nuevo. Manos de parteras y de predicadoras, manos de discípulas, maestras, profesoras y hermanas.

Somos una revolución, a lo femenino, como ellas, las primeras, en nuestras casas, en nuestros círculos, en las facultades de teología, en educación,  en las redes sociales… somos imparables.

Esa energía de la Ruah, atrae, reforma, suscita, se trata de acoger, acompañar, dar a luz, ayudar a nacer…

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad ,

Teresa de Jesús, hoy.

Viernes, 15 de octubre de 2021
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Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias”fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia”y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

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Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

Jueves, 22 de julio de 2021
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magdalena-jesus-640x480Siempre hablamos de ella. Muchas de nosotras la consideramos nuestra maestra y hermana mayor. En ella proyectamos nuestros modelos de discípula, de mujer libre de las redes del patriarcado, y ,sobre todo, de mujer empoderada por un amor personal, profundo que como catapulta la lanzó a la tarea que Jesús le encomendó: contarle al mundo que Él vive. Contarle al patriarcado que así no, y los frutos desafortunadamente los vemos hoy más claramente… así no.

Ella tiene el secreto, la llave del cómo. Y nos lo cuenta, entre líneas, porque nunca interesó demasiado, y la manera de silenciarla fue considerarla prostituta. Ellos, el patriarcado sabían que este término tenía un poder fulminante entre hombres y mujeres.

Tenemos una amiga en Holanda y nos llevó a conocerlas en sus ventanas rojas, en sus calles tortuosas. Nuestra amiga va mucho a visitarlas. Pasa por delante de sus ventanas a una hora prudente, y les sonríe. Eso hicimos, y ellas se dan cuenta de tu sonrisa sororal. Jesús debía hacer eso. Yo me las imaginé, saliendo de sus ventanas donde humilladas maquillan sus cuerpos y  esperan que alguien compre su servicio, y liberadas de esa dependencia para alimentar a sus hijos… correr a una vida normal, como la nuestra. ¡Cómo no iba a enternecerse Jesús!

También a Miriam de Magdala la colocaron, ellos, en una ventana roja, pero gracias a muchas hermanas y hermanos biblistas que la sacaron hoy puede correr por nuestras calles en nuestras sandalias, como la discípula que fue y que sigue siendo hoy en ti y en mí.

Más que yo hablar, de nuevo, de ella, debo decir que es ella la que me habla de nosotras, de mí.

¿Qué nos dices Miriam de Magdala a las mujeres discípulas de hoy?

Aquí y ahora, te invito a que te hagas la pregunta, si quieres…yo me la he hecho y ahondando en el alma me encuentro con una palabra “haz tú lo mismo, descubre la Miriam de Magdala adormecida en tu hondón, en tu congelado interior, en tu fantasía…descongélala, sácala de cualquier ventana roja, y dale cobijo en tu alma de discípula”.

Si le dejas, se hará carne de tu carne. Si le dejas, te ayudará a caldear ese frío interior que nos impide caldear el mundo con la presencia del Amado.

Conozco a muchas mujeres hoy que encarnan su espíritu y corren por nuestras calles. Son entre otras, las beguinas de hoy. Dejaron atrás el patriarcado y sus redes e iniciaron grupos para dar oxígeno a muchas mujeres. Otras  Miriams están en sus casas,  totalmente comprometidas con el Resucitado siendo sus manos, su pensamiento, su mirada…

Es un momento histórico apasionante. Lo viejo está reviejo, lo nuevo brotando, madurando.

Las Miriam de Magdala de hoy, muchas tienen teología, predican, escriben, acompañan… somos miles. No salimos en las noticias, ni en las revistas eclesiásticas, no somos importantes para el mundo patriarcal, pero somos el tesoro escondido, la riqueza que salva el cristianismo. Jesús hoy, de nuevo pondría su movimiento en manos de Miriam de Magdala.

Jesús, el Amado, el Resucitado, hoy pone su movimiento emergente en nuestras manos de mujer, de nuevo. Manos de parteras y de predicadoras, manos de discípulas, maestras, profesoras y hermanas.

Somos una revolución, a lo femenino, como ellas, las primeras, en nuestras casas, en nuestros círculos, en las facultades de teología, en educación,  en las redes sociales… somos imparables.

Esa energía de la Ruah, atrae, reforma, suscita, se trata de acoger, acompañar, dar a luz, ayudar a nacer…

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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Teresa de Jesús, hoy

Jueves, 15 de octubre de 2020
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Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias” fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia” y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

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Bendita Enfermedad.

Jueves, 5 de diciembre de 2019
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450_1000“Bendita enfermedad” era el título de la conferencia de Conchi, una mujer de 43 años, psicóloga, esposa y madre de un niño de 5 años con ELA: esclerosis lateral amiotrófica, y me llamó tan poderosamente la atención que me dije: ¡no me la pierdo!

¿Qué razones puede tener una persona para llamar bendita a una enfermedad que va paralizando los músculos de su cuerpo, hasta producirle la muerte?

Mi único propósito, nos dijo al principio del relato de su experiencia, es que, después de oír lo que os tengo que contar, valoréis vuestra vida, a pesar de las circunstancias adversas que podáis estar viviendo en este momento, porque vuestra vida es una, es única, es preciosa y merece la pena vivirla con toda la intensidad posible.

¿Qué es valorar la vida? La vida, así como la entendemos hoy, es una red inmensa de la que formamos parte, y que nos une con una interdependencia difícil de imaginar, a millones de seres que han vivido, que viven y que vivirán.

Esta manera de verla es bastante reciente, pero la ciencia nos ha abierto los ojos. Por una parte, nos hace sentirnos tremendamente pequeños y, por otra, inmensamente afortunados de podernos situar así en el Universo.

Hoy, volvemos a hablar de comunidad entre las personas, los animales, las plantas… sabemos que todas nuestras decisiones afectan al planeta, a nuestra casa común, eso ya lo sabían nuestros antepasados. De ahí la necesidad de hacer un cambio de “conciencia”, de no dejar que pase la vida y que las circunstancias nos atrapen, sino de tomar la vida en nuestras manos y ser protagonista de qué hago con mis estudios, mis talentos, mi tiempo… Más que usar la expresión “tengo una vida” diría que soy parte de la vida, y en mí ha tomado esta forma.

Conchi está aprendiendo que lo esencial en la vida es “mirar y escuchar”. Ese mirar con atención, nos lleva a desentrañar lo esencial: el milagro del amanecer de cada día, el crecimiento de nuestros hij@s, y como decía ella la maravilla de poder ir en silla de ruedas a ¡“comprar el pan”! Ese gran frenazo que la vida le ha proporcionado le permite observar el “correr” de la gente y sentir pena por quienes pasan por la vida sin vivir de verdad.

La mente nos engaña, los pensamientos nos hunden, los miedos se apoderan de nosotr@s y nos paralizan. La mente no nos permite vivir el momento presente.

Para Conchi, como para tant@s otr@s desde todos los ámbitos de la sociedad, la meditación, se está convirtiendo en la clave para vivir con más consciencia. Nos ayuda a vivir desde otro plano, como si nos observáramos a nosotros mismos, dejando que el silencio, sobre todo el silencio de nuestra mente nos transforme.

Sólo vivimos ahora, ni el pasado ni el futuro existen, y vivimos donde estamos, disfrutando de lo que podemos hacer, contemplando, poniendo todo lo que somos y tenemos en juego. Esa es la mejor manera de valorar la vida.

“Mira, hoy pongo delante de ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas… Elige la vida y viviréis tú y tu descendencia”. Dt 30: 15-16, 19b

Al poner atención escucharás y eso que escuchas te abrirá un nuevo panorama que nunca antes habías imaginado. ¿Cómo saber que no te engañas a ti mism@? Si te abre nuevos horizontes, si te implica en la vida de los demás, si te llama a comprometerte en la red de la vida, estás sintonizando con la felicidad.

Mirar y escuchar los dos verbos esenciales para una vida plena. Se te pueden acabar muchas cosas como a Conchi: la salud, el trabajo, la independencia, los planes a futuro…Mirándonos fijamente nos dijo: Me da pena ver a tanta gente que corre, persigue proyectos, se frustra porque no consigue lo que quiere y no entiende que eso no es vivir. Ver y oír: ese es el verdadero tesoro.

Elegir la vida es elegir cómo quiero vivir, más allá de las circunstancias, más allá de todo y de todos, incluso de mí misma.

No desperdicies tu vida: es una, es única y es ahora.

Carmen Notario

Fuente Fe Adulta

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Mañana

Lunes, 11 de noviembre de 2019
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 Hay un único lugar

donde ayer y hoy se encuentran

y se reconocen

y se abrazan.

Ese lugar es mañana.

*

Eduardo Galeano

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Teresa de Jesús, hoy

Martes, 15 de octubre de 2019
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teresaavilaLeído en la página web de Redes Cristianas

Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias” fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia” y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

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Hoy mismo

Martes, 16 de julio de 2019
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¡Padre del cielo! Tu gracia y tu misericordia no cambian con la mutación de los tiempos, no envejecen con el transcurrir de los años, como si fueras, al igual que un hombre, un día más misericordioso que otro, más misericordioso el primero que el último. Tu gracia no cambia, dado que eres inmutable, que eres siempre el mismo, eternamente joven, nuevo en cada nuevo día, porque cada día dices: «Hoy mismo».

Oh, mas si un hombre toma en consideración esta palabra y, cogido por ella, se dice seriamente a sí mismo con santa determinación: «Hoy mismo», entonces eso significa para él que desea ser cambiado juntamente ese día, desea que precisamente ese día pueda llegar a ser para él significativo con respecto a los otros días, significativo por el renovado refuerzo en el bien que una vez eligió, o tal vez incluso significativo porque escoge el bien. Tu gracia y tu misericordia consisten en esto: en que tú, inmutable, dices cada día: «Hoy mismo». En efecto, tú eres el que da «hoy mismo» el tiempo de la gracia; el hombre, sin embargo, es alguien que debe coger «hoy mismo» el tiempo de la gracia. Así es nuestro hablar contigo, oh Dios; existe una diferencia de lenguaje entre nosotros; sin embargo, nos esforzamos por comprenderte y por hacernos comprensibles a ti, y tu no te avergüenzas de ser llamado nuestro Dios.

Eso que -dicho por ti, oh Dios- es la eterna expresión de tu gracia y de tu misericordia inmutables, eso mismo -repetido en su justo sentido por un hombre- constituye la máxima expresión del cambio y de la decisión más profunda; sí, como si todo estuviera perdido si el cambio y la decisión no tuvieran lugar hoy precisamente.

Concédenos, pues, que este día pueda ser un día de verdadera bendición, que podamos escuchar la voz de aquel a quien tú enviaste al mundo y podamos seguirle.

*

Soren Kierkegaard,
«Ejercicio del Cristianismo»,
en Micromega
2 [2000], pp. 103-105, passim

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Cada mañana me digo: hoy empiezo.

Viernes, 12 de julio de 2019
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*

Siempre resulta ilusorio creerse convertido de una vez por todas. No, no somos más que simples pecadores, aunque pecadores perdonados, pecadores-en-perdón, pecadores-en-conversión.

No se nos da otra santidad aquí abajo […]. Convertirse significa comenzar siempre de nuevo este cambio radical interior mediante el cual nuestra pobreza humana se vuelve hacia la arada de Dios. De la Ley de la letra pasa a la Ley del Espíritu y de la libertad, de la ira a la gracia. Este vuelco no acaba nunca, porque no hace otra cosa que volver a comenzar constantemente. Antonio el Grande, patriarca y padre de todos los monjes, lo decía de una manera lapidaria: «Cada mañana me digo: hoy empiezo».

La conversión, efectivamente, es siempre una cuestión de tiempo: el hombre necesita tiempo, y también Dios quiere tener necesidad de tiempo con nosotros. Nos haríamos una imagen del hombre absolutamente errada si pensáramos que las cosas importantes en la vida de un hombre se pueden llevar a cabo de inmediato y de una vez por todas. El hombre ha sido hecho de tal modo que necesita tiempo para crecer, madurar y desarrollar todas sus propias capacidades. Dios lo sabe mejor que nosotros, y por eso espera, no desiste, es indulgente, longánimo: «La bondad de Dios te empuja a la conversión» (Rom 2,4). Benito, en el prólogo de su Regla, nos brinda un comentario de una gran riqueza: Dios sale cada día a la busca de su obrero, y el tiempo que nos da es una dilación, un don, un tiempo de gracia que se nos otorga de una manera gratuita. Es un tiempo que podemos emplear para encontrar a Dios una vez más, para encontrarle cada vez mejor en su estupenda misericordia.

*

André Louf,
Bajo la guía del Espíritu,
1990, pp. 11-13, passim

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Teresa de Jesús, hoy

Lunes, 15 de octubre de 2018
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teresaavilaLeído en la página web de Redes Cristianas

Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias” fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia” y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

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Dichosos…

Sábado, 2 de junio de 2018
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*

Dichosos los que saben reírse de ellos mismos: nunca acabarán de divertirse.

Dichosos los que saben distinguir un monte del montoncillo de un topo: se ahorrarán gran cantidad de preocupaciones.

        Dichosos los que son capaces de reposar y de dormir sin necesidad de buscar excusas: llegarán a sabios.

        Dichosos los que saben callar y escuchar: aprenderán muchas cosas nuevas.

Dichosos los que son lo suficientemente inteligentes para no tomarse en serio: serán estimados por sus amigos.

        Dichosos vosotros si sois capaces de mirar en serio las cosas pequeñas y con serenidad las serias: llegaréis lejos en la vida.

        Dichosos vosotros si sois capaces de apreciar una sonrisa y olvidar una burla: vuestro camino estará lleno de sol.

        Dichosos vosotros si sois capaces de interpretar siempre de manera benévola las actitudes de los otros, incluso cuando las apariencias son contrarias: pasaréis por ingenuos, pero ése es el precio de la caridad.

        Dichosos los que piensan antes de actuar y ríen antes de pensar: evitarán cometer gran cantidad de tonterías.

        Dichosos vosotros si sois capaces de callar y sonreír cuando os interrumpen, os contradicen u os pisan los pies: el Evangelio empieza a entrar en vuestro corazón.

        Dichosos sobre todo los que sois capaces de reconocer al Señor en todos aquellos a quienes os encontráis: habéis hallado la verdadera luz, habéis hallado la verdadera sabiduría

*

J.-F. Six,
Las bienaventuranzas hoy,
Ediciones San Pablo, Madrid 1989.

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“¿Orgullo de qué?”, “Es posible un Orgullo sin tangas ni carrozas” y algunas otras perlas homófobas en la prensa española

Lunes, 3 de julio de 2017
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carta-homofoba-abc-300x153¿Y cuándo un día del orgullo hetero?, berrean, como cada año por estas fechas, los homófobos del mundo. Lo cierto es que, sin necesidad de entrar a estas alturas en las argumentaciones que desmienten la necesidad de tal majadería (otros con más talento que nosotros ya lo han hecho), estos últimos días hemos asistido a varias demostraciones de “orgullo hetero” en la prensa escrita española, que muestran hasta qué punto la aceptación de la realidad LGTB de la que la sociedad española presume, no deja de ser, en muchos casos, una capa de barniz. Claro que no faltan tampoco los artículos y columnas que, desde una supuesta perspectiva gay-friendly, lanzan a diestro y siniestro tópicos homófobos y plumófobos y reclaman, cómo no, “normalidad”.

La pasada semana, la edición sevillana del ABC (el mismo diario que en el mes de marzo difundía el panfleto de una de las más recientes campañas de odio de HazteOír) nos sorprendía (o quizá no tanto) con una carta al director firmada por Antonio Rodríguez Mármol, titulada “¿Orgullo de qué?”. “Se puede sentir orgullo por haber terminado los estudios con matrícula de honor, por haber sacado con el número uno unas oposiciones (…) Pero sentirse orgulloso por ser gay o lesbiana… hombre no. La pareja hompre/mujer se creó para asegurar la continuidad de la raza humana, toda relación contra natura podrá aceptarse pero de ahí a sentirse orgulloso, hombre no”, aseguraba el amigo Mármol, que criticaba a los partidos que “esto apoyan” porque “sólo buscan votos, porque aquellos otros que no lo aceptan, no son votados por estos grupos [sic]“. Una muestra del casposismo más rancio que denunciaba en Twitter el periodista Juan Carlos Romero, precisamente extrabajador de ABC:

Un texto, eso sí, que parecía lo más gay-friendly del mundo al lado de la asquerosa serofobia de otra carta al director en Alerta, el diario cántabro fundado por Falange Española allá por los años treinta y que no parece haber perdido su ADN fundacional, a tenor de lo que acepta publicar. La carta culpaba a los homosexuales con VIH/sida de no contribuir a la sociedad, pese a lo costoso de su tratamiento y atención médica. “¿Orgullo de ser y practicar conductas gay?”, comenzaba el texto, firmado por Isidro Terán. “Más de 20 millones de gay reciben tratamiento por estar infectados de SIDA, a los que hay que prestar atención médica, facilitar medicamentos, dedicarles atenciones médicas, sociales y hospitalarias. Y se recibe poco de ellos porque millones de los mismos no pueden trabajar”, afirmaba el texto, según el cual “jóvenes que no superan los 13 años son conducidos a la práctica homoanal, sobre todo en Cataluña [sic]“Docenas y cientos de niños recién nacidos se diagnostican enfermos de VIH/SIDA por transmisión de sus padres bisexuales, en Hispanoamérica y en gran medida en Cataluña y País Vasco”, añadía. “Los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos con los otros. Hombres con hombres cometen actos vergonzosos y sufren en su propio cuerpo el castigo de su perversión. En favor del ser humano, en favor de los niños a los que no debemos negarles sus derechos a una vida feliz, culta y en paz. ¡Meditemos y digamos la verdad”, concluía la carta…

Más dudoso es el caso del artículo publicado en el diario extremeño Hoy por Tomás Martín Tamayo, en el que muchos han visto una más disimulada homofobia. Con el título “Orgullo Gay, la columna de Tamayo asegura que “La respuesta a la represión suele ser la algarabía, el exceso y la excentricidad. A veces también la ira. Así podemos entender que homosexuales, lesbianas y demás estaciones de diversidad sexual, muestren euforia festiva para celebrar su condición, como si la misma fuera un hecho extraordinario, de los que rompen esquemas, desalambran y abren fronteras. Se sienten orgullosos por ser gais, como si los demás nos avergonzáramos de nuestra condición de heterosexuales. Oyendo a algunos/as, parece que la homosexualidad la han inventado ellos. Después de la tempestad llegará la calma y cuando ser homosexual no sea un signo diferenciador, cesarán estas manifestaciones que en algunos aspectos chirrían”. Bien es cierto que, en el resto del artículo, Martín Tamayo hace un repaso superficial por la represión de la homosexualidad en décadas pasadas, aunque sin abandonar el tonillo condescendiente y el retintín. “Creo que en España la diversidad sexual está tocando cotas de normalidad y que, aunque queden refugios carpetovetónicos, no hay discriminación y, si la hay, es positiva porque en algunos sitios se puntúa para acceder a viviendas sociales e incluso para perpetuarse en monumentos. O trabajar en Telecinco”, acaba su artículo Martín Tamayo.

Eso sí, no toda la homofobia vertida estos días en prensa sigue el mismo hilo argumental del “orgullo hetero” o del “¿Por qué un orgullo gay?” (porque curiosamente en estos artículos nadie habla nunca de Orgullo LGTB). El de alabar la “normalidad” de algunos gais frente a otros es aún más frecuente, algo a lo que, por desgracia, ya estamos más que acostumbrados. Pero, incluso así, esta semana no dejaba de llamarnos la atención que El Mundo publicase el artículo “Los crímenes estéticos que cometen los gays”, firmado por Beatriz Miranda. Un supuestamente “desenfadado” repaso a los atentados a la estética que podemos ver en el mundo gay y que en realidad no es más que una serie de tópicos homófobos de persona “con amigos gais” (un patrón, no sabemos si estético, pero desde luego sí ético, bastante consolidado). “No se trata de celebrar ahora sólo el estilo de los gays hipsters tipo Almodóvar o el pijismo de Iñaki Oyarzábal. Me quedo con una cosa reposada e intermedia tipo ‘El Comidista’ [en alusion a Mikel López Iturriaga]. Un tipo normal”, terminaba el artículo… Toda una declaración en sí misma.

Claro que, si se tiene en cuenta que pocos días antes El Mundo, un periódico que hace años destacaba por ser de todos los generalistas el que mejor retrataba la realidad LGTB, publicaba un artículo  firmado por Javier Cid y titulado “¿Un Orgullo LGTB sin tangas ni carrozas? Sí, es posible” nada nos extraña. En ese artículo, que hacía una crónica de la primera edición del ARN Culture & Business Pride celebrado en Arona (Tenerife), el periodista se felicitaba de que fuese posible un orgullo distinto al de Madrid, “el Orgullo Gay que cada año, bajo las brasas tropicales de julio, acoraza Madrid de musculazos y pezones arponeros, como mandarinas”. El de Arona, sin embargo, reunía a “profesionales del colectivo (científicos, artistas, diseñadores, periodistas, actores, empresarios, emprendedores, influencers, y así hasta agotar existencias)”“Un pride exigente al que la gente viene a aprender, a hacer networking, a conocer experiencias profesionales de referentes de muchos ámbitos y después, por qué no, a tomarse una copa tranquilamente o a disfrutar de un concierto”, según declaraba al periodista su directora, Olga Payar…

Lo expuesto en esta entrada es solo una selección de los textos que más polémica han causado estos días en redes sociales. Por desgracia, hay más. Bien es cierto que, con el paso de los años, este tipo de artículos u opiniones quedan relegados a las secciones de menos valor de los periódicos, o en las que directamente los editores se lavan las manos poniendo “en boca de los lectores” lo que ellos ya no se atreven a decir. Pero no dejan de publicarse, son leídos por miles de personas y causan un daño importante. Por eso, estos días (mañana, los que estemos en Madrid) salimos a manifestarnos por las calles, con la apariencia que nos dé la gana, a seguir defendiendo con uñas y dientes nuestra dignidad como minoría y los derechos que legítimamente nos corresponden. Y que pronto comenzarán a rebajarnos el día que bajemos la guardia, el día que, por considerarnos ya “normalizados”, dejemos de salir a manifestar nuestro Orgullo y honrar la memoria de las y los que nos precedieron y en su día no pudieron ni siquiera manifestarse.

Fuente Dosmanzanas

Y añadimos nosotros:

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General, Homofobia/ Transfobia. , , , , , , , , , , , , , , , ,

El hoy de Dios

Martes, 21 de febrero de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es una profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su ori gen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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Canta alma mía: estoy en Cristo, soy de Cristo. Imperceptible cambio en el interior,  la transfiguración del ser se prosigue a lo largo de la existencia. Concede vivir en el momento presente, hace de cada día un hoy de Dios. Ya en la tierra, es comienzo de la resurrección, el comienzo de una vida que no tiene fin.

*

Frère Roger de Taizé,
Vivir lo inesperado
(Carta del hermano Roger, 1974)

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¿Qué puede aportar hoy el mensaje del Evangelio en nuestra cultura y sociedad?

Viernes, 3 de febrero de 2017
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La sociedad y la cultura actuales están determinadas por el avance tecnocientífico y la tensión entre el mercantilismo y los valores democráticos. La insólita propuesta de Jesús no se orienta tanto a una salvación religiosa y específica cuanto a un proyecto supra ético universal basado en una civilidad de amor desbordante que empieza por los más débiles. Esa es su trascendencia y su divinidad enterrada.

INTRODUCCIÓN

Si preguntamos hoy a una persona cualquiera qué quiere hacer de su vida no responderá evidentemente que “ha sido creada para alabar hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su ánima” ni tampoco “cambiar el sistema mediante la propiedad colectiva de los medios de producción…” sino que a lo mejor dirá “vivir feliz, no hacer daño a nadie y sentirse protegido, creyendo que “hay algo” superior que explica todo.

A la par, si para nosotros Jesús de Nazaret representa el mejor valor para una vida digna, hemos de interpretar los relatos que nos hablan de él no al modo judío de la Palestina del siglo I, ni tampoco al modo de las religiones que ya nos dicen poco, tampoco al modo revolucionario ya bastante decaído y mucho menos al modo instrumental de esta sociedad. Debemos responder a la tercera respuesta: El evangelio hay que leerlo desde lo universal mejor de esa persona común y que es también el mismo fondo de Jesús de Nazaret y que todo el mundo intuye desde una mirada sincera.

En los últimos años muchos “católicos” nos hemos caído del guindo de la religión. La Biblia como Palabra de Dios absoluta y exclusiva, el Misterio de la Salvación, esa secuencia temporal: creación-pecado-encarnación-redención-resurrección-vida eterna no nos dicen nada si no es como una gran metáfora. Hemos “deconstruído” nuestras creencias, experimentamos un terremoto devastador que nos ha provocado primero desconcierto, luego alivio y finalmente renacido ánimo

Este artículo no tiene espacio más que para unos rasgos intuitivos de este tránsito de la religión a un supraética del amor. No pretendemos demostrar ni argumentar una nueva teología. Queremos de verdad y deseamos vuestra corrección para remontarnos a ese significado más auténtico de Jesús de Nazaret.

Y ahora, dos observaciones previas. La primera que la sociedad y la cultura actual, a pesar de su globalidad y acelerada uniformidad, no son homogéneas. Nosotros nos situamos  en el contexto occidental postmoderno. La segunda es que en los mensajes concretos de Jesús no cabe una única interpretación. Nosotros prescindimos de la lectura literal y exclusiva de la Biblia, asumimos las voces de las ciencias y las filosofías críticas y desmontamos muchas teologías a la búsqueda del “paradigma evangélico”

1. LA SOCIEDAD Y LA CULTURA ACTUAL

El mundo es un pañuelo, decíamos ayer, y hoy más bien lo comparamos con una manta de inmigrante, extendida en las calles de moda y cogida por cuatro cuerdas para salir corriendo. Vivimos en una manta global llena de opresiones, en un mundo desigual, fragmentado, contradictorio, líquido y gaseoso, posesivo y evasivo en paraísos fiscales y telemáticos, ansioso y carroñero, post religioso y fundamentalista, “low-cost“, “desigual” e “Inditex-ado” por el pensamiento único. Vivimos con el 99% sumergido en las aguas gélidas del mercado y el desafecto.

Cuando nos preguntamos por esta sociedad tratando de decir qué puede aportar el evangelio, nuestra primera respuesta es que queremos mirarla con los ojos del mantero, desde los pies en la calle, ojo avizor al que nos persigue y expulsa de ella. La mirada de Jesús es de abajo arriba y tan abierta que no niega lo que parece imposible

Y esta mirada fue el detonante de una conversión iniciada en la Teología de la liberación. Allá por los años 60 y 70, cuando el Vaticano II, cuando los mártires de Latinoamérica y el Mayo del 68. También cuando se asomó la Teología de la secularización tras la muerte de Dios en Auschwitz y su posterior resurrección en la protesta colectiva contra las barbaries.

La segunda gran conmoción en nuestra lectura del evangelio la estamos experimentando desde hace cinco o diez años. Está en sus comienzos y va a provocar una convulsión de enormes repercusiones no solo en el cristianismo. Muchos llaman a esta revolución “cambio de paradigma” o de paradigmas, una mutación de los presupuestos de nuestra interpretación del mundo y consiguientemente de nuestro yo, de la fe y de Dios.

El primer y básico rasgo de este paradigma es la apertura a la ciencia. Su avance espectacular y sobre todo su divulgación han colocado las creencias como símbolos detrás de las explicaciones plausibles (o admisibles por los procedimientos de investigación). Ya no son la primera verdad. Asumimos la teoría de la evolución, la revolución genética, las teorías de la relatividad y cuántica, los avances de las neurociencias y la informática y sus prolongaciones cibernéticas. También las filosofías críticas de Marx, Nietzsche, Wittgenstein, etc. y otras sociologías de la contestación.

Pero sobre todo entendemos el conocimiento de otra manera.  No hay verdades absolutas ni procedimientos concluyentes. La incertidumbre, la subjetividad y el azar son constitutivos de todo conocimiento. Somos nosotros los que configuramos los dígitos que describen la realidad, nosotros ponemos las reglas para la ciencia, nosotros creamos al Dios que nos crea. La Biblia es otra creación de nuestra bella y buena razón y el “mensaje evangélico” la mejor explicitación de la bondad que emerge en nuestra conciencia personal y social.

El nuevo paradigma epistemológico sitúa a las religiones en el ámbito de la moralidad (léase libertad en acción); en el ámbito concreto de la esperanza, del postulado, del ojalá. No en el de la explicación o la verdad. Cuando no encontramos respuesta a una pregunta ésta permanece abierta como dinamismo. Por eso cuando no podemos razonar más se produce un cambio cualitativo. Al final de la razón, cuando ésta hace agua, entonces, en su desazón, rompe aguas de esperanza. Alumbra  un mundo de simbolismos, de anhelos profundos y buenas voluntades, de interiores compartidos, una ropa interior del amor que cura el mundo en un abrazo de solidaridad utópica.

No mezclemos la explicación de la naturaleza, con la comprensión de lo humano y la simbolización de la esperanza. Durante milenios se ha confundido la metáfora con la verdad y con el deber. Hasta ahora la fe tenía siempre razón, ahora es la ciencia la que va a misa. Si hay contradicción debe resolverse según los procedimientos críticos de la ciencia y la inagotable metamorfosis de las creencias que encantan pero no dicen. No puede haber riña entre ciencia y fe.

La convivencia con otras religiones ha puesto frente a nosotros como en un espejo muchos de nuestros símbolos y prácticas. Nos hemos contemplado desde fuera y eso nos ha dado una imagen extraña y nos ha conducido a la relatividad. En cierto sentido todas las religiones se parecen y hacen cosas raras. Su valoración ya no puede venir de la fuerza de su pretendida inspiración divina sino por la respuesta a las necesidades y derechos humanos. Con Kant podríamos decir: Cree y obra de tal manera que tu fe pueda ser tenida como válida por toda la humanidad.

La experiencia religiosa “tremenda y fascinante” de otro tiempo, construida sobre el desdoblamiento del mundo, cede hoy el relevo a una vivencia más secular del amor incondicional en un contexto de ciudadanía y construcción personal. El mundo de lo sobrenatural se abre no en el más allá sino en la actitud de gratuidad. Podemos ser ateos, agnósticos o teístas. Pero no podemos dejar de amar. El mundo sobrenatural es la inagotable capacidad de amar de la libertad. Solo en el amor merece la pena creer (1Cor, 13).

2. APORTACIÓN DEL MENSAJE EVANGÉLICO

Jesús no creó ninguna religión, ninguna política o moral específicas. Solo exageró el amor hasta lo insólito: perdonar y amar también al que te hace daño, poner la otra mejilla. Esto no es exclusivo del cristiano, felizmente es de todos, pero sí que en un momento de la historia fue ’inventado’, revelado o activado por una persona de la que luego muchos hemos hecho un Cristo. Lo hemos universalizado en un paradigma de buen amor, de buen vivir. De este hilo hemos bebido todos lo humanismos.

Los nuevos paradigmas recuperan esta memoria del Jesús “enteramente para los demás” (P.Tillich), “humano como solo un dios puede serlo” (L. Boff) que nos descubrían las teologías de la secularización y de la liberación allá por los años 1960. Ambas nos llaman no a la religión sino a esa supra ética de la desmesura y de la autonomía benevolente: “Aunque no hubiera cielo yo te amara”.

El “buen cristiano” es hoy el buen ciudadano que responde al consenso de la reciprocidad con la misma altura de miras con que le gustaría respondieran todos. Pero que además en algunos casos y según cada persona, y solo desde una auto-invitación libérrima, se anima a sobredimensionar su civilidad con la donación de su vida. Tres peldaños de una ética cívica abierta a una trascendencia desde abajo: ciudadanía, fraternidad, donación.

Los bellos relatos, el cine, el arte, la poesía, las utopías sociales y algunas prácticas políticas, religiosas y comunitarias son extremadamente valiosas para animar y construir esta nueva sociedad y persona que todos queremos. Pero ese rellano final desde el que levantamos el vuelo suena a Jesús de Nazaret. A ese modo de vida, a esa actitud de ponerse en el lugar del menos favorecido, de responder incondicionalmente a la compasión.

Evangelizar hoy es extender este movimiento universal por la justicia y la felicidad con todas las instituciones mundiales y movimientos alternativos. Esa es la nueva iglesia, la convergencia de todas las gentes por la dignidad humana. Eso hizo y quiso Jesús. Su “Reino” es hoy este “impulso de dignidad universal”, inexplicable, que gime dentro de cada persona, del planeta y de cada acción colectiva. Ya ha concluido el tiempo de hacer nuestra Iglesia, de definir nuestro Dios, de defender nuestra Salvación. Es hora de construir una convención mundial por la justicia, una internacional de la esperanza.

Nos agruparemos en comunidades humanas de base, grupos de significación plural del desinterés, del amor, de la libertad. Será labor de estos grupos de esperanza llamar al optimismo radical del ser, a trabajar por la igualdad en libertad, a fomentar significados, desenmascarar el sistema único, disolver el lenguaje monolítico de las religiones y de las ideologías y denunciar los reavivamientos ilusorios y fundamentalistas. Tan difícil es para la persona religiosa dejar de remitirse a un mundo sobrenatural como para el materialista elevarse a significados no inmediatos.

Los próximos retos de este nuevo cristianismo serán la formación y el vigor de la esperanza en la sociedad civil. Propiciar las funciones simbólicas y formativas que hoy por hoy la sociedad civil no acaba de darse para elevar su moralidad. Vigorizar la esperanza: no es lo mismo moverse por certezas cerradas que por metáforas; lo primero da pie a pautas de entrega fuertes pero con orejeras, lo segundo responde a la gratuidad de la libertad. Las parroquias, cafés, foros y tertulias u otros lugares comunitarios deben ser, para todos los credos y pensamientos, lugares de acción y crítica social, de cuidados mutuos, zonas verdes frente al mercantilismo y zonas azules para la serenidad.

Santiago Villamayor

Comunidad Almofuentes de Zaragoza.

Boletín Semanal Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Teresa de Jesús, hoy

Sábado, 15 de octubre de 2016
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santa-teresa-avilaLeído en la página web de Redes Cristianas

Si la máxima de Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias” fuera cierta, no lo sería menos referida a la espiritualidad del ser humano. En cualquier circunstancia, una espiritualidad que diera la espalda a la realidad histórica estaría renunciando a un componente muy sustancial de su propia identidad, y, por eso mismo, estaría acumulando sobrados motivos para ser tachada de engañabobos. Pero, a su vez, una espiritualidad religiosa, cristiana, que renunciara a la tras”-des”-cendencia” y “calidez” del misterio, sería, cuando menos, imperfecta y difícil de entender. Uniendo ambas dimensiones, el papa Francisco, desde su llegada al obispado de Roma, no cesa de clamar contra la “cultura de la indiferencia” y de proponer como revulsivo “la revolución de la ternura”.

La espiritualidad en las religiones siempre ha estado tentada por el escapismo o la huida de la realidad, y por refugiarse en mundos imaginarios y fantásticos frecuentemente aberrantes. La historia, como se irá evidenciando en estas páginas, está cuajada de ejemplos en este sentido. Pero simultáneamente se ha venido desarrollando otro tipo de espiritualidad, generalmente incomprendida por las instituciones, que, desde tiempos inmemoriales, se ha ido haciendo cargo de las irritaciones y desafíos de la realidad. Las tradiciones bíblicas —desde los primeros capítulos del libro del Éxodo, pasando por los Salmos, Job y los profetas hasta Jesús de Nazaret— no han cesado de preguntarse, desde el lado oscuro de la historia, “¿dónde está tu Dios?”. Porque el Dios bíblico, descubierto como amor, es también Dios de justicia; siendo la justicia la mejor imagen que representa al Dios que es amor.

Desde el último cuarto del pasado siglo, el teólogo J. B. Metz ha venido calificando este tipo de espiritualidad, profundamente bíblico, como “Mística de ojos abiertos” (cfr. Por una Mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad). Una espiritualidad samaritana que, en la terminología del mártir Ignacio Ellacuría, se hace cargo de, carga con, y se encarga de la realidad doliente. A juicio de este eminente teólogo de Münster, cofundador de la revista Concilium, se trata de una espiritualidad que, mirando de reojo al juicio evangélico de las naciones (Mt 25), asume como imperativo ético y político la centralidad y autoridad de las víctimas.

Pues la búsqueda incesante del ser humano por un más allá —que la teodicea reasume en la pregunta por Dios— solo se justifica plenamente desde el sufrimiento y la justicia debida a las personas que sufren y a las empobrecidas. Se trata entonces de una espiritualidad que sitúa en la encrucijada de la historia humana el conflicto entre la injusticia reinante (que proyecta el ser humano a una tarea mesiánica, liberadora) y la plenitud de la justicia que se espera del futuro.

Dedicamos estas páginas a Teresa de Ávila en el quinto centenario de su nacimiento. Es nuestro pequeño homenaje a esta mujer tan entrañablemente nuestra. Fue la suya una espiritualidad de “ojos abiertos”. Nos sigue cautivando aquel gracejo del que es ejemplo su disgusto ante el único retrato en su vida, que le hizo fray Juan de la Miseria: “Me habéis hecho fea y legañosa, fray Miseria, ¡Que Dios os lo perdone!”.

Nos sigue sorprendiendo la profundidad que una mujer “sin letras” —como ella misma se dice en el Libro de su Vida— llegó a cultivar su propio “huerto” y alcanzar una tal experiencia del ser humano y de la divinidad. Nos sobrecoge, sobre todo, su gran habilidad para moverse al filo de la censura doctrinaria de la institución y sortear las siempre amenazantes llamas de la Inquisición. La riqueza personal, de la que Teresa es plenamente consciente, la empuja a moverse con serenidad y sabiduría entre aquellas aguas turbulentas de la religión de su tiempo. El extraordinario temple de esta mujer singular se refleja plenamente en la confesión que le hizo a un fraile carmelita cuando ya rondaba los cincuenta años: “Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, solo Dios sabe”.

Editorial del nº 127 de EXODO, espiritualidad: Teresa de Jesús, hoy

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La calle

Lunes, 23 de mayo de 2016
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Del blog Nova Bella:

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“Empieza un día más. Jesús quiere vivirlo en mí. No está encerrado. Conmigo está entre los hombres de hoy. Jesús no ha dejado de ser enviado a todas partes. Nosotros no podemos dejar de ser en cada instante los enviados de Dios al mundo. Jesús no deja de ser enviado en nosotros, a lo largo de este día que comienza, a toda la humanidad de nuestro tiempo, de todos los tiempos, de mi ciudad y del mundo entero.”

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Madeleine Delbrêl

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