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Mujer a la que le aplicaron descargas eléctricas para “curar” su sexualidad pide al gobierno de Nueva Zelanda que admita la “tortura”

Viernes, 29 de noviembre de 2024

IMG_8601Joan Bellingham estaba formándose para ser enfermera cuando fue ingresada en un pabellón psiquiátrico por ser lesbiana.

12 de noviembre. Escrito por Chantelle Billson

Una mujer a la que le aplicaron más de 200 descargas eléctricas (que le provocaron quemaduras graves y episodios de ceguera) en un intento de “curar” su sexualidad, ha pedido al gobierno de Nueva Zelanda que reconozca la tortura infligida a ella y a otras personas.

Joan Bellingham también ha sufrido pérdida de memoria como resultado de lo que ella llama “tortura”, que incluyó ser obligada a tomar un cóctel de medicamentos, mientras estaba bajo el cuidado del Hospital Princess Margaret, en Christchurch, entre 1970 y 1982.

Presentó una reclamación a través de la Accident Compensation Corporation (ACC) en 1987 por las quemaduras en su cuero cabelludo, pero tuvo que esperar 12 años antes de recibir NZ $10,000 (£4,600/$5,970) en compensación por las quemaduras y $1,500 (£695/$895) por los dolores de cabeza crónicos resultantes.

En 2012, se acercó a la Crown Health Funding Agency y recibió un “pago de bienestar” de $4,000 (£1,850/$2,390) y parte de sus costos legales, pero el acuerdo tuvo que permanecer en secreto y las autoridades se negaron a admitir ninguna irregularidad.

Pero, en declaraciones a Radio New Zealand, ahora pide al gobierno que reconozca la tortura que se practica bajo la apariencia de tratamiento médico en instalaciones de toda Nueva Zelanda.

Un dolor horrible

Los registros de la terapia electroconvulsiva (TEC) de Bellingham se han perdido, lo que significa que nunca se revelará por completo el alcance de lo que sufrió. Sin embargo, algunos documentos que quedan detallan los cientos de descargas a las que fue sometida.

Afirmó que le habían aplicado más de 200 descargas, simplemente por ser lesbiana. Sabía que cada vez que entraba allí iba a experimentar este dolor horrible”, dijo. “Me inyectaron algo que me paralizó. Había alguien de pie allí con la caja de TEC, y alguien [que] estaba en recuperación [estaba] gimiendo y gimiendo. Sabía que esa sería yo, si sobrevivía. Cada vez, pensaba que iba a morir. Recuerdo el dolor, los horribles dolores de cabeza que me sobrevinieron después, los vómitos continuos, a veces la ceguera, las quemaduras graves en la cabeza, que supuraban. Me aplicaron de nuevo el mismo día un tratamiento de choque”.

Como una droga mortal

La práctica pseudocientífica de la terapia de conversión va desde las descargas eléctricas que sufrió Bellingham hasta el psicoanálisis, los tratamientos de aversión, las drogas que provocan náuseas o simplemente “rezar para que desaparezca la homosexualidad”. Las organizaciones médicas y de salud mental tradicionales han rechazado todas las formas durante décadas.

Bellingham recordaba la “droga mortal”, que la dejó con un “dolor horrible”. Un médico le hizo “muchas preguntas sexuales inapropiadas”, añadió. “Si estuvieran haciendo algo para curar a alguien que estaba enfermo, sería una taza de té diferente. Cuando entré allí, no era una persona enferma. Me estaban dando un dolor indescriptible, me estaban quitando la memoria, me estaban quitando la personalidad, me estaban dejando ciega, me quemaron la cabeza.”

Eso es una tortura para mí”.

También afirmó que un niño que también estaba recibiendo el “tratamiento” se suicidó más tarde.

La directora general del Ministerio de Salud, la Dra. Diana Sarfati, pidió disculpas el martes (12 de noviembre) a todos aquellos que sufrieron abusos en los centros de atención y salud estatales entre 1950 y 1999.

En una declaración a PinkNews, un portavoz del Ministerio de Salud dijo: “El Ministerio reconoce a los sobrevivientes que compartieron sus experiencias con la Comisión Real. El Ministerio también reconoce a aquellos sobrevivientes que no participaron, o ya no pudieron participar, en la investigación.

“El Ministerio de Salud, en particular, reconoce el daño experimentado por las personas en los servicios de salud y salud mental. Cualquier daño, y especialmente cualquier abuso como resultado de la confianza depositada en las instituciones gubernamentales, es inaceptable”.

Fuente PinkNews

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Una lesbiana de 67 años denuncia que la sometieron a 200 descargas eléctricas para «curarla»

Sábado, 3 de octubre de 2020
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C2O6GUSSCJEVTFXULB6FHIR4BELas mal llamadas «terapias de conversión» deberían realmente conocerse como terapias de tortura, cuando los también mal llamados profesionales intentan un imposible: modificar la orientación sexual de una persona.

 Eso no solo es algo que no se pueda, el problema es que se intenta de las maneras más horrorosas y traumáticas para quienes las sufren.

Joan Bellingham es una mujer lesbiana de 67 años que forma parte de una investigación que realiza Nueva Zelanda sobre los abusos que se cometieron contra personas LGTB en centros médicos religiosos y estatales, desde 1950 al año 2000.

Joan Bellingham sufrió lo indecible, estando prisionera durante largos 12 años en uno de estos hospitales, recibiendo a la fuerza medicación y descargas eléctricas.

Cuando Joan mira hacia atrás tiene claro que lo le molestaba a sus torturadores, y a sus familiares que le enviaron a este sitio, es que ella no ocultaba su orientación sexual, lo que actualmente conocemos como «tener pluma».

 “He sido lesbiana desde que tengo uso de razón ”, dijo al Ontago Daily Times . «Nunca pensé en ello como algo que necesitaba esconder».

Sus profesores le decían que tenía que avergonzarse de sí misma, algo que ella no hacía, y ya cuando era estudiante de enfermería, en su escuela comenzaron unos dañinos rumores sobre ella, sobre lo indecoroso que era que hablara tan abiertamente de sus relaciones lésbicas y se sintiera tan orgullosa de su orientación. Era 1970, y era tal el desprecio que algunos sentían por ella que incluso la acusaron de robar medicamentos.

Joan Bellingham seguía con su vida a pesar de todo. Pero un día, así sin más, la internaron en el Hospital Princess Margaret. No llevaba ni ropa ni nada. No pudo siquiera oponer resistencia.

Ahí la obligaban a tomar calmantes (a veces hasta el triple de la dosis recomendada) cuando ella intentaba explicar que no debía estar ahí, le diagnosticaron «trastorno neurótico de la personalidad» y esquizofrenia.

En el hospital recibió más de 200 cargas eléctricas. Una vez hasta le pusieron las manos en agua hirviendo para que los enfermeros pudieran encontrar sus venas y pincharle medicamentos que le hacían perder el control sobre su cuerpo.

Los tratamientos se sintieron como hojas de afeitar atravesando mi cuerpo. No había un patrón regular. A veces pasaba dos veces al día (…). Fue el dolor más terrible que puedas imaginar. Era desde la parte superior de mi cabeza, bajaba por mi cuello y hasta mi espalda. A menudo estaba despierta cuando me colocaban los electrodos, pero la primera ola me dejaba inconsciente«, relata.

Como efecto de estas torturas quedaba ciega durante temporadas, vomitaba y tenía pensamientos suicidas. Aún tiene cicatrices en su cabeza que hasta los peluqueros notan.

En 1982 consiguió dejar el hospital, y dos años después todas las medicaciones que le dieron. Muchos años después su médico de cabecera reconoció que Joan jamás mostró indicios de trastornos mentales.

En dos demandas que Joan ha hecho al sistema por las quemaduras en su cabeza, por los dolores de cabeza crónicos, y la tortura apenas ha conseguido 15 mil dólares.

Joan, que nunca pudo graduarse de enfermera, dice que cuenta todas sus horribles vivencias para que jamás ninguna otra mujer lesbiana deba padecerlas.

Las últimas noticias acerca de este esperpento de las falsas “terapias” fue que la Subsecretaria de DDHH de Chile quiere que Ley Zamudio permita en ciertos casos las terapias para “curar” la homosexualidad o la transexualidad. Unos meses antes, la asociación española Abogados Cristianos se querella contra Ignacio Aguado por hacer pública la multa a la coach de terapias para personas LGTBI, y que, ante la protesta ciudadana, el Ministro de Educación de Israel se retractaba de su apoyo a las terapias de “curación” para gays. Y Canadá prohibirá las «terapias de conversión» a nivel nacional.

Una tendencia creciente a la prohibición

En Europa la pionera fue Malta, que aprobó una ley en 2016. Irlanda y el Reino Unido también están dando pasos en esta dirección. En España, mientras tanto, la prohibición de este tipo de intervenciones ha sido ya contemplada en varias normas autonómicas y es una de las disposiciones que prevé la prometida ley en favor de la igualdad y no discriminación de las personas LGTBI, que se discutió en el Congreso de los Diputados (aunque el PP intentó «colar»una proposición alternativa, en forma de enmienda a la totalidad, que no contemplaba este aspecto). Un proyecto que naufragó con la convocatoria de elecciones anticipadas.

En cualquier caso, conviene recordar que el Consejo General de la Psicología, órgano coordinador y representativo de los Colegios Oficiales de Psicólogos de toda España, emitió ya en 2017 un comunicado en el que recordaba que las intervenciones que prometen «curar» la homosexualidad carecen de fundamento. No es ninguna novedad, pero en estos momentos en los que la promoción de este tipo de intervenciones parece reverdecer en nuestro país (casos recientes como el de la “terapeuta” Elena Lorenzo o las charlas de Jokin de Irala o de Richard Cohen así parecen indicarlo) toda aclaración es bienvenida. Mientras, el año pasado sufrimos un seminario sobre ayudar a cambiar sentimientos homosexuales. En todos casos, nuestros amigos de HazteOir estuvieron ahí apoyando a los homófobos…

Mientras tanto, el Parlamento Europeo ha exigido la prohibición de estas terapias.

En EE.UU., gran aliado de Israel, California fue el primero en hacerlo en 2012, no sin controversia. Le siguieron el también estado de Nueva Jersey (varios meses después), Washington D.C. (cuyo Consejo legislativo aprobó la norma por unanimidad en 2014) y más tarde se sumaron los estados de  OregonIllinoisVermont,  Nuevo MéxicoRhode Island, Nevada, Connecticut, Washington,  Hawái, MarylandDelaware y New HampshireNueva York, Colorado y Massachusetts, cuyo texto entró en vigor el pasado 8 de abril tras la firma del gobernador republicano Charlie Baker.

En abril se les unía Puerto Rico, estado asociado a los Estados Unidos, aunque en este caso lo hacía mediante una orden ejecutiva firmada por su gobernador, Ricardo Roselló, después de que la Cámara de Representantes puertorriqueña rechazara tramitar un proyecto de ley aprobado por el Senado. Y el pasado 8 de mayo, la Cámara de Representantes de Maine aprobó el proyecto de ley 1025 por 91 votos a favor (de demócratas, independientes y cinco republicanos) frente a 46 en contra (todos ellos republicanos). Su tramitación continuó en el Senado, donde salió adelante el día 21 de mayo por 25 votos afirmativos (de los demócratas y cinco republicanos), frente a 9 contrarios (todos republicanos).

Hay además numerosos condados y ciudades que haciendo uso de sus competencias locales han promulgado normas similares. Denver, precisamente la capital de Colorado, lo aprobó por ejemplo el pasado enero por decisión unánime de sus concejales.

En abril se les unía Puerto Rico, estado asociado a los Estados Unidos, aunque en este caso lo hacía mediante una orden ejecutiva firmada por su gobernador, Ricardo Roselló, después de que la Cámara de Representantes puertorriqueña rechazara tramitar un proyecto de ley aprobado por el Senado. Hay además numerosos condados y ciudades que haciendo uso de sus competencias locales han promulgado normas similares. Denver, precisamente la capital de Colorado, lo aprobó por ejemplo el pasado enero por decisión unánime de sus concejales, así como el estado de Utah.

Y en julio, era Ciudad de México quien prohibía las «terapias» de conversión de la orientación sexual y la identidad de género.

No” rotundo de los especialistas a las “terapias” reparadoras.

“Terapias” reparadoras: no solo inútiles, también peligrosas

La comunidad médica mundial en su inmensa mayoría condena estas prácticas y lucha para que los gobiernos las prohíban. Precisamente en marzo de 2016 tenía lugar un histórico pronunciamiento de la Asociación Mundial de Psiquiatría en contra de las “terapias” reparadoras, intervenciones que no solo se han mostrado ineficaces para cambiar la orientación sexual de una persona, sino que resultan muy peligrosas. Prácticas contra las que ya antes se habían pronunciado numerosas organizaciones profesionales. La Asociación Americana de Psicología, por ejemplo, hizo ya en 2009 un llamamiento a los psicólogos para que las abandonasen definitivamente tras revisar la evidencia científica disponible y concluir que ya no resulta posible sostener que un paciente puede cambiar su orientación sexual a través de terapia, mientras que los daños potenciales de tales intervenciones pueden ser graves, incluyendo depresión y tendencias suicidas. Otras organizaciones que han alertado contra los riesgos de estas intervenciones son la Asociación Médica Británica, las más importantes organizaciones de psicoterapeutas del Reino Unido o, en España, el Colegio de Psicólogos de Madrid. Los testimonios de algunas de las personas atrapadas por las redes que promueven este tipo de prácticas (“ex-gais”) y que años después han conseguido liberarse son un buen ejemplo del daño que pueden llegar a sufrir.

En definitiva, la aplicación o recomendación de este tipo de prácticas van, hoy en día, en contra del conocimiento médico actual y de la lex artis que obliga a todo profesional sanitario.

Respecto al reto que suponen aquellas personas adultas que movidas por su fe religiosa conservadora acuden por voluntad propia a las consultas para cambiar su orientación sexual, ya desde hace años la Asociación Americana de Psicología recomienda ser “honestos” con ellos respecto a su eficacia, considerando que el objetivo en estos casos debe ser favorecer, sin imposiciones, la aceptación de la propia realidad. Posibles estrategias que sugería Judith Glasshold, la presidenta del comité que en 2009 revisó la evidencia disponible hasta esa fecha, eran insistir en determinados aspectos de la fe religiosa, como la esperanza y el perdón, frente a la condena de la homosexualidad, sugerir el acercamiento a confesiones religiosas que sí aceptan la realidad LGTB o, los casos más recalcitrantes, valorar la adopción del celibato como estilo de vida sin pretender cambiar la orientación.

«Nada que Curar», la guía que ayuda a combatir con información científica las denominadas terapias de conversión

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Fuente Oveja Rosa/Cristianos Gays

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