Buenos cristianos (y cristianas)
Cristina Plaza
Madrid.
ECLESALIA, 11/10/24.- Cuando acompañaba de pequeña a mi madre a la misa de ocho de los sábados estaba deseando que acabara la homilía que el párroco llenaba de reflexiones sobre la presencia del maligno en el mundo y noticias sobre la actividad del papa. Cómo recuerdo esos momentos de angustia imaginando al demonio maligno y el aburrimiento que me producía la crónica papal. Mi madre me permitía llevarme un libro (de urbanidad) para que esos momentos se hicieran más llevaderos.
La homilía es un momento muy útil de la celebración para saber qué sacerdote tenemos delante. Después de haber escuchado tantas a lo largo de mi vida, valoro enormemente la sencillez, la pertinencia, el cariño y la brevedad. Sencillez en la expresión, que entendamos lo que se dice. Pertinencia al hablar de la Palabra y cómo se actualiza en nuestro tiempo y espacio. Cariño al dirigirse a la comunidad que celebra, acogiendo. Brevedad, que el tiempo de atención óptima ante una charla es limitado.
Este verano tuvimos ocasión de participar en una celebración dominical muy sencilla, en una parroquia situada en los bajos de un edificio en una ciudad norteña en la que el sacerdote, que sigue ejerciendo a la espera de que el obispo permita su jubilación «porque no hay relevo», habló con cariño, pertinencia, brevedad y sencillez. No solo en la homilía sino durante toda la celebración, saludando a quienes llegábamos de fuera, deseando buenas vacaciones a los que partían, invitando a los pequeños a subir al altar y a la asamblea a participar en los cantos, lecturas y oraciones… En definitiva, compartiendo Palabra y Vida con sus palabras y su propia vida. Me encantó su saludo final, deseando buena semana a toda la asamblea con un «que seamos buenos cristianos». Qué gusto de celebración. Y también qué pena que algo tan de sentido común, tan sencillo como una celebración atrayente y mínimamente participativa sea tan inusual…
Tengo un pensamiento recurrente que me lleva a desear que ojalá se pudiera abrir un turno de preguntas después de la homilía para dialogar sobre algunas osadas afirmaciones que no dejan de ser opiniones. Por ejemplo, hubiera levantado la mano para que me explicaran hace unas semanas por qué se habló de las vocaciones en la Iglesia refiriéndose solamente a varones ante una asamblea mayoritariamente femenina en la que había un buen número de religiosas. Oportunidad perdida de hablar sobre las distintas vocaciones…
Como lo de las homilías dialogadas o compartidas es minoritario, voy a quedarme con mis recuerdos de la infancia, con mi interés en analizar homilías (y saber a quién tengo delante) y con el deseo que había en el saludo final del párroco del que soy fan: seguiré tratando de ser buena cristiana.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).
Comentarios recientes