Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 33. Ciclo ordinario. Mateo 25, 14-30.
Expuse ayer el trasfondo y sentido de la primera lectura de este domingo, con la mujer como “talento” supremo para el hombre, en perspectiva de trabajo y de fecundidad sexual, según Prov 30-31.
Hoy vuelvo a la parábola de Mt 25, 14-30, paralela de Lc 19, 11-27, leída desde el trasfondo de las tres parábolas de Mateo sobre el dinero, es decir, sobre la capacidad humana de “producir” y la exigencia más alta de compartir, en línea de humanidad, de vida.
De nuevo, como ayer, deseo a todos mis lectores buen evangelio… y, al mismo tiempo, deseo que todos puedan tener un buen fin de semana. Les dejo con Mateo que, según la tradición, sabía de estas cosas, pues había sido alcabalero.
Tres parábolas de Mateo sobre el dinero
Mt 18, 23-35 Primera parábola: el perdón.
Nada debemos a Dios, nada tenemos que pagarle en plano religioso, pues es Padre y nos perdona todo, si algo le debiéramos. Pero en un nivel social, en nuestras relaciones con el prójimo, debemos expresar ese perdón en forma de gratuidad interhumana. Así lo expresa este pasaje, donde culmina el capítulo eclesial (17, 24-18, 35), centrado en la discusión sobre el valor de los pequeños y la exigencia de una ley comunitaria, con una parábola del perdón que se expresa en claves económicas.
El primer protagonista de la parábola es un rey perdona la deuda incalculable de su ministro injusto y ladrón, porque este se lo pide, revelando de esa forma el poder de la misericordia que está por encima de toda ley del mundo. Pero este ministro no quiere perdonar a un consiervo que le debe una pequeña suma de dinero ¿Que hará al rey? ¿Seguirá ofreciendo perdón a quien lo ha recibido sólo para aprovecharse de él y no quiere expandirlo en su entorno?
La parábola nos sitúa en el lugar donde se cruzan y fecundan dos lenguajes: la gratuidad fundante del rey, reflejada en el perdón de una suma incalculable de dinero (diez mil talentos) y la justicia inmisericorde del “ministro” que no quiere perdonar a quien le debe una modesta suma económica (cien denarios).
Esta parábola nos sitúa ante el tema Padrenuestro (Mt 6, 12), entendido en claves económica: le decimos a Dios que nos perdone todo (los 10.000 talentos) pues nosotros perdonamos a los otros (los 100 denarios).
Esta parábola (lo mismo que el Padrenuestro) supone que podemos emplear dinero, pues el problema no es el dinero material, sino el perdón y gratuidad, con la justicia, no sólo en plano espiritual sino también económico. El evangelio apuesta por una economía convertida en signo de perdón y reconciliación interhumana. Por eso ha tenido que contar esta parábola del perdón en claves monetarias, porque es a ese nivel (antaño como hogaño) donde el perdón resulta más difícil en el mundo.
Mt 20, 1-16. Segunda parábola: el dinero (=denario) de la gratuidad.
Conforme a la simbología bíblica, un denario es el jornal del día… Desde ese fondo se teja esta parábola ejemplar sobre el salario:
Por un día ha comenzado a contratar el amo a los primeros jornaleros, ajustándose con ellos a un denario. Pero el amo ha vuelto a salir a la plaza, una y otra vez, a lo largo del día, contratando nuevos jornaleros, hasta la hora undécima, cercano ya el fin del trabajo. Evidentemente, los trabajadores han calculado el jornal en términos de salario: recibirá más dinero quién más ha trabajado. Pues bien, con gran escándalo de los sufridos obreros de la mañana, el amo paga a todos el mismo jornal: un denario.
– Salario y gratuidad. En el fondo del relato está el problema del salario y la justicia. Quizá hay también una disputa entre judeocristianos (obreros del día entero) y paganocristianos (de la última hora) ¿Es justo que todos reciben lo mismo? En términos de salario no es justo. Pero Jesús, con esta parábola y con toda su conducta, ha superado el nivel de la justicia legal, para situarnos en un plano de pura gratuidad, donde la vida es don para todos.
– Más allá del salario… El denario, que ha empezado siendo un dinero material, viene a convertirse en signo de gratuidad. Es la expresión de don de Dios su gracia soberana, en clave de salvación. Hemos pasado del nivel de la obras de la ley al de la gracia (por utilizar una terminología paulina). Este es el nivel donde se sitúa y cobra su sentido la pobreza/riqueza de la vida cristiana, hecha expresión de gratuidad.
Más allá de los cálculos y salarios del mundo, Jesús ha revelado el más hondo principio de la gracia que iguala en amor (en promesa de salvación) a todos los humanos.
25, 14-30. Última parábola: talentos y servicio interhumano. El contexto.
Esta parábola final sobre el dinero en Mateo, está incluida en el texto de las tres parábolas famosas de Mt 25, que sitúan al hombre (al creyente) ante el misterio de su vida. Por eso será bueno mirarlas en su unidad
1. El dinero para ser y alumbrar en amor, el aceite de las diez vírgenes necias (25, 1-13).
La riqueza máxima de las muchachas que esperan al esposo es el aceite de la lámpara: es la fe, las buenas obras. Con ella pueden entrar en las bodas las vírgenes sabias, tras la noche larga de la muerte y de la historia. Pues bien, en contra de ellas, las vírgenes necias han dejado gastar el aceite y no tienen dispuesta la lámpara en la hora de las bodas.
Irónicamente se les dice que “vayan a comprar” el aceite, pero llegan tarde: este es un aceite que no puede comprarse en las tiendas de la tierra y de la historia. Supone la parábola que ellas tienen dinero del mundo, que puedan salir en la noche y buscar en las tiendas… Pero ese aceite así comprado no les vale; el reino de Dios no puede adquirirse de esa forma.
2. El “dinero” de la vida para producir: los talentos (25, 14-30).
De la luz de la lámpara que Dios ha ofrecido a los humanos para que la cuiden pasamos a los talentos que recibe cada uno, para administrarlos, al servicio del amo. Culminan así las parábolas monetarias del evangelio. Las anteriores (18, 21-35; 20, 1-16: propias de Mt) destacaban paradójicamente la gratuidad y el perdón, en términos económicos.
Esta parábola de los talentos, tomada de la tradición del Q (cf. Lc 19, 11-27) pone de relieve la responsabilidad del humano ante el juicio de Dios. La vida es como un capital (un dinero) que se nos ha confiado y debemos ponerlo en rendimiento. Es válido el tema en clave de responsabilidad, pero el simbolismo del dinero resulta duro, poco abierto a la ternura y a la misericordia de Dios que ha revelado Cristo. Este Dios de los talentos (Dios del dinero) no parece salvador, sino dueño duro de un duro negocio que pasa revista a sus siervos.
3. Parábola final, resumen de todas: el dinero para dar de comer: Tuve hambre y me distéis de comer (Mt 25, 31-46). .
Las parábolas anteriores culminan y quedan asumidas en ésta, que no habla de dinero sino de solidaridad interhumana. Ciertamente no condena la riqueza y posesiones (es bueno tener pan y casa, libertad y salud), sino el utilizarlas para el egoísmo propio, dejando en necesidad (con hambre, sin casa) a los que están viviendo a nuestro lado.
El dinero material, tomado en sí, resulta secundario, secundaria es también la riqueza en cuanto tal… Lo que importa es la solidaridad: el hecho de que hombres y mujeres puedan ayudarse, alimentarse, acogerse, visitarse… El dinero es medio que puede servir para el encuentro interhumano y en ese aspecto es bueno. Pero también puede convertirse en signo de poder, en expresión de egoísmo de algunos, y en ese aspecto es malo
De nuevo la parábola de hoy: Los talentos de Mateo 25,14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad; luego se marchó. [El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.]
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”
[Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”]
Reflexiones para seguir pensando:
a. Ésta es una parábola… no un texto de teoría, una doctrina. Es una parábola para pensar y comprometerse, para descubrir la vida como una fuerte tarea, o como un “don” que debemos recibir agradecidos, queriendo que “produzca fruto”, sin miedo. . En un primer momento, podemos pensar que el amo no es Dios (sobre todo por el final, cuando “castiga” al siervo holgazán de una forma extrema). Repito, el texto es una parábola, un espejo de la vida… Y para situarnos ante la tarea de nuestra “administración”, Jesús acude a la imagen de un “rico” (aspirante a reyezuelo) que deja su tesoro en manos de administradores, para que le produzcan más dinero. Leer más…
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