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Imaginarios trans en los ritos de paso: simbolismo y potencia

Jueves, 4 de marzo de 2021
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Utilizamos el verbo ‘transicionar’ para referirnos a la experiencia concreta transgénero, pero lo cierto es que todos los seres humanos sin distinción transicionamos a lo largo de nuestra vida. Valorar y proteger a la gente que tiende puentes, derriba fronteras, cose desgarros y sana grietas es algo que deberíamos aprender de otras culturas.

Utilizamos el verbo ‘transicionar’ para referirnos a la experiencia concreta transgénero, pero lo cierto es que todos los seres humanos sin distinción transicionamos a lo largo de nuestra vida. Pasamos por cambios endocrinos brutales que difícilmente nos hacen parecer la persona que dejamos atrás. Algunos ejemplos de ello podrían ser la pubertad, el embarazo, el envejecimiento, la menopausia. Dichos ritos de paso vitales no están exentos de artificio. En su transcurso, nos inscribimos voluntariamente en hormonaciones químicas, prótesis, cirugías, depilaciones láser, injertos, incisiones, extirpaciones. En la mayoría de los casos, desconectamos emocionalmente de esos cambios o los vivimos con una buena dosis de autoodio. La sociedad, mientras, los ignora, invisibiliza o juzga.  Si esos cambios se relacionan con la sexualidad, generan más terror. Así, pasamos de puntillas por la posibilidad de experienciar e irradiar la transformación social, tomar la parte por el todo convirtiendo nuestra capacidad de cambio físico en una potencia social. No existe sociedad sin imaginario simbólico y, por eso, urge empezar a incorporar en nuestra formación como individuos modelos poderosos de evolución personal. Qué mejor que la experiencia transgénero para ello. La capacidad de llenar ese espacio vacío entre fronteras, de atravesarlo, de ir “entre” algo está reflejada en el prefijo latino trans-. Valorar y proteger a la gente que tiende puentes, derriba fronteras, cose desgarros y sana grietas es algo que deberíamos aprender de otras culturas. Hay que reconocer por su valía a la gente que dedica su vida a poner el prefijo trans– delante de cada verbo fundamental en las acciones de la vida: transmutar, transgredir, transplantar, transicionar.

Muchas comunidades, más allá del monolítico paradigma occidental moderno, han respetado el poder del cambio personal. En ocasiones, se han mantenido ceremonias que protegen y honran los más distintos tipos de metamorfosis, así como sus ritos de paso, entendidos como un momento vital significativo que, idealmente, se acompaña con el cuidado intergeneracional y el reconocimiento público del avance en el camino de la vida.

En estas sociedades, algunos de sus miembros eligen encarnar la fuerza latente de la transformación por su intensidad y valentía. Se les conoce por distintos nombres. Aquí y ahora los llamamos trans y los atacamos sin pensar que quien logra romper la oscura tradición del género binario y se erige por encima de esa cárcel social está representando para todas el poder de emerger como ningún otro agente social. Cuando una persona trans decide dar el paso de visibilizarse como tal está encarnando una potencia extraordinaria: la confianza en el poder del cambio. Como sociedad que tiene un horizonte de justicia al que aspirar, la presencia de esa potencia debería ser un lugar en el que mirarnos, una política transgresora que crea conocimiento desde el cuerpo. Y así lo entienden otras comunidades con un esquema de pensamiento menos pobre y, por tanto, mucho más interesante que el nuestro. Aquí ofrezco solamente tres ejemplos de ello, pero hay muchos: los Fa’afafine en Samoa, los Omeguid de los Kuna de Panamá o los Buguis en las Islas Célebes, entre otros.

Los occidentales aún estamos lejos de sentir el respeto debido a la potencia trans que exhiben algunos pueblos americanos. Para la nación Mojave los llamados “dos espíritus” encarnan el equilibrio sagrado, el motor de la creación y la cuna de su cosmogonía. Por eso, cuentan con rituales específicos para transicionar, como la menstruación performativa. En 1990, se actualizó esta tradición acuñando el término en inglés two-spirit, en el marco de la Tercera Convención Anual de Gays y Lesbianas Nativoamericanos/Primeras Naciones, en Cánada. El objetivo de la cumbre consistió en proteger la tradición de respeto por aquellos que son a la vez hombres y mujeres, y reivindicar la resistencia a la colonización, que incluye la lucha contra la transfobia impuesta por Europa. Por tanto, se hizo hincapié en el binarismo de género como una violencia cultural más del imperialismo. Para continuar con el modo en que los indígenas de Norte América entendían el género, es muy recomendable el libro de Serena Nanda, Gender Diversity: Crosscultural Variations (1999), donde además se incide en la violencia que las dañinas etiquetas europeas de lo “normal”, lo “natural” y lo “moral” han provocado alrededor del mundo. Los two spirit abrazan en lo simbólico la unidad dual y, por tanto, el equilibrio en la contradicción.

En la India, quizá el país más rico en tradiciones trans, encontramos a las hijra. Algunas de ellas se identifican como mujeres u hombres, mientras que otras permanecen como identidades no-binarias. Las hijra, aunque no está claro qué nivel de aceptación tienen en sus comunidades, cuentan con parteras expertas en sus ritos de paso: las dai ma, que ofrecen cuidados especializados a las castraciones y las orquiectomías sagradas; incluyendo alimentación, oración y reposo. La deidad a la que se consagran las hijra es Bahuchara Mata, quien está íntimamente ligada a la fertilidad, ya que se entiende que aquellos que transicionan a hijra ofrecen a la diosa su capacidad de reproducirse y ésta se la trasmuta por aumento de poder. Las familias de aquellos que una vez llamados no transicionan son castigadas con la impotencia por generaciones. Las hijra representan dos caras interesantes de la creación: transmutar la fertilidad de la procreación humana en poder creativo personal.

Quizá más conocidas en el hispanismo sean las muxhes, el tercer sexo zapoteca. Los infantes que transicionan a muxhes no conocen la discriminación, sus vecinos no lxs violentan, sino que acompañan, haciendo de su rito de paso un momento de apoyo colectivo. El problema aparece cuando deben salir de su comunidad para estudiar o trabajar. Ahí es donde se les exige adherir su género al sexo de nacimiento, se lxs discrimina y agrede. En diciembre de 2019, la revista Vogue dedicó su portada en México y Reino Unido a las muxhes y, de alguna manera, realizó un ejercicio único de transculturalidad entre británicos, sorprendidos por la vitalidad de la inclusión trans zapoteca, y la ancestralidad de la hipersensualidad muxhe. Una muxhe puede ser pensada como un puente que conecta nuevas luchas con una raíz cultural mucho más profunda y antigua que la europea moderna.

La antigüedad de los ritos de paso trans se documenta desde la civilización sumeria, quienes ya practicaba la “la ceremonia de girar la cabeza”, donde el hombre se convirtió en mujer y la mujer en hombre, que hoy estudia Betty De Shong Meador como parte del culto a la diosa Innana. Quienes giraban la cabeza eran conocidos como la gente de la caña, ese el espacio intermedio entre el pantano y la tierra. Kurgarra y Galatur, mitos de la transexualidad, contaban con ubicaciones sagradas en el templo de Innana, ya que habían sido ellos quienes la habían rescatado del Inframundo como seres sagrados, capaces de habitar lo intermedio. La gente de la caña simboliza un cruce interesante entre la vida y la muerte, encarnan esa idea de lo trans como el espacio privilegiado de puente entre dos realidades.

Obviamente, la experiencia trans y las identidades LGBTTIQ no son monolíticas ni estandarizadas. Hay tantas formas de transicionar como personas y para muchas no hay espejo al que mirar ni tradición en la que apoyarse. Igualmente, aquellos que tienen la suerte de pertenecer a las muchas culturas transinclusivas pueden sentir lejano y ajeno el activismo occidental. Si se pudiera, en un ejercicio de síntesis, aprender una lección de las transiciones respetadas y acompañadas es que las necesitamos. Necesitamos esa potencia transgresora de confianza total en el cambio justo aquí y ahora, seas quien seas, porque, cuando vengan las transiciones de cualquier tipo, su simbología será una ayuda inestimable. Muchos pueden seguir pensando que lo trans les toca desde muy lejos o no lo hace en absoluto. Es más un hábito mental que una realidad, hábito que voy a desafiar con el siguiente ejemplo para finalizar.

Si aún resulta dudoso por qué o cómo transicionar nos habla directamente a todxs, pensemos en el siguiente rito de paso habitual en mujeres nacidas mujeres. Éste supone un cambio endocrino, se da un quirófano, conlleva una cirugía, tiene que ver con quitar un elemento interno (que no se odia pero que se desea retirar), suele provocar algún tipo de disforia (aunque no sea específicamente la de género) y es censurado; a veces, perseguido. Estoy describiendo una interrupción voluntaria del embarazo, escena que así descrita, enfocada en el momento de operar el cambio, guarda ciertas concomitancias con algunas transiciones. Si pudiéramos, como sociedad, dotar estos momentos de un simbolismo que abrazara la contradicción (two-spirits), la transmutación de fertilidad en poder personal (hijra), lo ancestral de la práctica (muxhes) y una relación equilibrada con los cruces vida/muerte (gente de la caña) transformaríamos el autoodio que Occidente imprime en estas transiciones vitales por un momento mucho más profundo, incluso en una comprensión integrada de la evolución personal. Es por eso que aquí y ahora necesitamos defender la experiencia trans, su mitología, tradiciones, rituales, fortaleza y valentía. Es por esto que nadie que viva bajo el injusto y miope esquema de pensamiento occidental contemporáneo puede permitirse prescindir del lenguaje, potencia y experiencia del movimiento trans en cualquiera de sus formas. No solo las personas transexuales necesitan una historia, tradición e imaginario simbólico de referencia, todxs podemos encontrar en el acto de transicionar un momento de gran fortaleza y belleza que incorporar a nuestro vocabulario por superviviencia personal y justicia social. Respetar el cambio transgénero es proteger todas las transiciones por las que pasamos y pasaremos, puesto que este es la más desafiante y valiente para una sociedad aterrorizada, pacata y limitante en afectos y celebraciones de la vida como la nuestra.

Fuente Pikara Magazine

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Bangladesh hace historia con la primera universidad islámica para musulmanes transgénero

Jueves, 19 de noviembre de 2020
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GettyImages-1229490492Estudiantes transgénero leyendo el sagrado Corán en Dawatul Quran Tritia Linger Madrasa (Primera escuela islámica para transexuales) (Sony Ramany / NurPhoto a través de Getty)

Bangladesh ha hecho historia al abrir su primera universidad islámica para musulmanes transgénero en la ciudad de Dhaka.

Hasta 150 estudiantes transgénero podrán estudiar en la universidad, que se llama Dawatul Quran Third Gender Madrasa (Madrasa del Tercer Género del Corán de Dawatul), según The Times of India.

La universidad se inauguró el 6 de noviembre, y 40 personas transgénero se inscribieron solo en su primer día.

Los estudiantes trans en Bangladesh tendrán la oportunidad de aprender sobre la enseñanza islámica en la universidad, mientras que un departamento separado también ofrecerá educación técnica.

La mujer transgénero Nishi habló de su “inmensa alegría” por tener acceso a la educación nuevamente en Bangladesh.

Una mujer transgénero llamada Nishi, que tiene 27 años, dijo que fue expulsada de la escuela cuando aún era una niña después de que los maestros descubrieron su identidad de género.

“Salí de casa cuando tenía entre cinco y seis años”, dijo. “He vuelto a entrar en una madrasa después de tantos años. Es un momento de inmensa alegría para mí “.

Nishi dijo que le gusta maquillar y coser, y espera algún día poder poner en práctica sus pasiones encontrando un trabajo donde pueda utilizarlas. “Quiero aprender algo antes de ingresar al mercado laboral. Entonces no tendré que buscar un medio de vida “.

Mientras tanto, otra mujer transgénero, que no fue nombrada, dijo a la AFP: “La sociedad nos trata de la manera más odiosa. Se nos niega cualquier amor o felicidad. No puedo expresar nuestro dolor lo suficiente. Nadie lo entendería. No se nos permite entrar a las mezquitas. Si algunos de nosotros incluso ingresamos a uno, la gente a menudo nos humilla. Como humano y musulmán, me pregunto por qué no se nos permite ser parte de la sociedad “.

En un discurso a los estudiantes, Abdur Rahman Azad, el fundador de la escuela, dijo: “A menudo culpamos a las hijras (personas transgénero) por su supuesto estilo de vida indisciplinado. Pero ellos no son los culpables, creo. Más bien, nosotros, como sociedad, tenemos la culpa. No les permitiremos asistir a escuelas, seminarios o universidades. No les permitiremos tener un trabajo decente. ¿Qué más harían? Como humano y musulmán, me pregunto por qué no se nos permite ser parte de la sociedad.”

Se estima que hay 1,5 millones de personas transgénero viviendo en Bangladesh, y sus derechos se han fortalecido gradualmente en los últimos años.

En 2019, los funcionarios introdujeron “hijra”, refiriéndose a las personas transgénero, como una opción adicional en los formularios de votación.

“A partir de ahora, un individuo de tercer género puede ser un votante con su propia identidad, como hijra”, dijo Abdul Baten, director de registro de identidad nacional, en ese momento. “Ya se ha ordenado a la prensa que imprima los nuevos formularios. Ahora pueden identificarse como hijras en la lista nacional de votantes “.

Fuente Pink News

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Una mujer transgénero acaba de hacer historia en el Bangladesh de mayoría musulmana ultraconservadora

Martes, 22 de octubre de 2019
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1571150849Por primera vez en la historia de Bangladesh, un candidato transgénero de 37 años llamado Pinki Khatun ha sido elegido como concejal de Kotchandpur Upazila del distrito de Jhenaidah. Pinki venció a su oponente por más de 4,000 votos y no se enfrentó a ningún tipo de discriminación al lograr el puesto de vicepresidenta del consejo de Kotchandpur. Un oficial de ala juvenil del partido gobernante Liga Awami; Pinky tiene como objetivo trabajar para mejorar y proteger los derechos de las mujeres y las hijras para que puedan liderar honorablemente en la sociedad.

La activista por los derechos de las personas transgénero Anonnya Banik comentó que la elección de Pinky es un gran logro para el país.

En un país donde no solo es ilegal ser gay, sino que las leyes están definidas por puntos de vista religiosos tradicionales y estrictos, una mujer trans elegida consejera parece un sueño. Pero para la propietaria de una tienda de ropa de Bangladesh, Pinki Khatun, es una realidad.

Khatun fue elegida concejal de Kotchandpur, una ciudad rural en el lado oeste del país, después de vencer a su rival más cercano por más de 4.000 votos a principios de esta semana, informó The Straits Times.

“Estoy muy encantada. Hice campaña de puerta en puerta y la gente ha respondido positivamente ”, dijo Khatun. “No enfrenté ninguna campaña de discriminación u odio”. “Mi objetivo es trabajar para el mejoramiento de las mujeres y proteger sus derechos”. “Trabajaré paraque los hijras  puedan vivir honorablemente en la sociedad”.

El jefe de la policía local, Mahbubul Alam, confirmó la victoria de Khatun el lunes.

De 37 años es un miembro del ala juvenil del partido gobernante de la Liga Awami. Hizo campaña como candidata independiente en la ciudad de Kotchandpur, de 200,000 habitantes, después de que el partido no respaldara a nadie.

En partes del sur de Asia, el término hijra se refiere a ciertas mujeres, personas intersexuales y no binarias a las que se les asignó un varón al nacer. Mientras que algunos hijra son trans, no todas las personas trans son hijra. La comunidad ha recibido cierto reconocimiento legal en la última década, pero el trabajo continúa de los incansables activistas para consagrar a la comunidad LGBT + en general con mejores protecciones y mejorar las actitudes culturales.

Las hirjas, que ocupan un lugar especial, casi sagrado en las creencias hindúes y los textos antiguos. Muchas personas de Bangladesh creen que los hijras tienen el poder de bendecir o maldecir, y los hijras intercambian esta ambivalencia inestable. Como resultado, mientras algunos celebran la comunidad, muchos se ven rechazados por sus familias y la sociedad en general.

En 2013, el gobierno de Bangladesh reconoció formalmente a los hijras como un género separado en los documentos oficiales y la opción de identificarse como tal se agregó más tarde a los formularios de votación por primera vez este año.

Bangladesh es el hogar de alrededor de 10,000 hijras, pero estimaciones independientes dicen que el número podría ser de hasta 500,000, ya que muchos aún ocultan su identidad para evitar el acoso. Pero pocas políticas protegen a la comunidad y los organismos gubernamentales han sido acusados en el pasado de imponerles un examen médico humillante y extenuante.

Al menos 1,000 hijras participaron en la primera Marcha del Orgullo de Bangladesh en noviembre de 2014, marcando un año desde que el gobierno los reconoció como un tercer género.

Fuente Pink News

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Cuatro hombres queman viva a una mujer transgénero al resistirse a ser agredida sexualmente en Pakistán

Martes, 11 de septiembre de 2018
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pakistan-trans-300x199Una mujer trans ha sido quemada viva en Pakistán a manos de cuatro hombres. La víctima opuso resistencia al intento de ser sometida sexualmente. Al parecer, los asesinos la secuestraron y la llevaron a un lugar desierto, cerca de una estación de taxis en el distrito Sahiwal, a unos 250 kilómetros de Lahore. La mujer sufrió quemaduras en el 80% de su cuerpo y falleció de camino al hospital. Los medios locales, poco respetuosos con la realidad de las personas LGTB en general, incluso después de la tragedia, no han respetado su auténtica identidad de género, refiriéndose a ella en masculino. Así lo ha denunciado Trans Action Pakistán, una organización igualitaria que lucha especialmente por los derechos de las personas trans en este país asiático.

Una mujer transgénero fallece en Pakistán después de que cuatro individuos le prendieran fuego al haberse resistido a ser agredida sexualmente. A pesar de los últimos avances de la comunidad transgénero en el país asiático, en algunas zonas se ha incrementado la violencia por parte de personas cisgénero. Una vez más, el odio tránsfobo se cobra una nueva víctima en Pakistán, un país en el que las mujeres trans son con frecuencia víctimas de la violencia. Trans Action Pakistán explica que, al menos hasta el momento, nadie ha reclamado el cuerpo de esta mujer y no se ha revelado su identidad. Los  avances legislativos y de visibilización conviven con los numerosos episodios de violencia tránsfoba: solo en 2017 se registraron 208 casos y entre 2015 y la actualidad se han contabilizado, al menos, 56 asesinatos.

Después de que cuatro individuos le prenden fuego al ofrecer resistencia cuando intentan abusar sexualmente de ella, una mujer mujer transexual fallece este sábado, 8 de septiembre, en Pakistán. Según la policía, los hechos tuvieron lugar el jueves anterior, 6 de septiembre, cuando los cuatro acusados se llevaron a su víctima a la fuerza, hasta a un lugar desierto cerca de una parada de taxis, en el distrito de Sahiwal, a unos 250 kms de Lahore. Con un 80 % de quemaduras en su cuerpo, la víctima fallece mientras está siendo trasladada a un hospital en Lahore.

Además de denunciar que la mayoría de medios locales se han referido en todo momento a la víctima en masculino, la asociación Trans Action Pakistan ha publicado en su página de Facebook un desgarrador vídeo en el que se ve a la víctima cuando está siendo rescatada para ser trasladada al hospital. Así como la identidad de la víctima no ha trascendido, ningún familiar ha reclamado tampoco su cuerpo después de su muerte. Sus restos permanecen en la corporación municipal, a la espera de que se hagan cargo de su funeral. Este brutal ataque se produce a menos de un mes después de que los miembros de la comunidad transgénero de Pakistán protestaran por la violencia a la que están siendo sometidos por parte de personas cisgénero. Solo en 2018, más de 489 mujeres transgénero fueron agredidas en una única provincia de Pakistán.

A las elecciones generales que se celebraron en Pakistán el pasado 25 de julio se se presentaron cinco mujeres trans (la cifra más elevada hasta la fecha). Tres de ellas aspiraban a ocupar un escaño en la Asamblea Nacional y las otras dos se postularon como representantes provinciales. Hasta trece personas trans intentaron presentarse para aspirar por diferentes cargos, aunque solo cinco conseguían formalizar sus candidaturas. Cabe señalar que a decenas de personas en la región de Khyber Pakhtunkhwa se les prohibió emitir sus votos debido a que sus documentos de identidad no coincidían con su identidad de género

Las luces y sombras del colectivo LGTB de Pakistán

A lo largo de este último año, las personas transgénero han conseguido varios logros en la lucha por sus derechos en Pakistán: Se produjeron avances históricos en los derechos de las personas de zonas tribales y transgénero. Cinco mujeres trans concurren como candidatas en las elecciones generales de Pakistán. Marvia Malik, hacía historia al convertirse en la primera presentadora transgénero de un noticiario de la cadena Kohenor, en el mes de abril; pocas semanas después abre sus puertas Gender Guardian School, un centro educativo orientado a la capacitación laboral de las persona trasngénero en Lahore; al que sigue la aprobación de la Ley de Personas Transgénero, que otorga amplia protección legal a las personas transgénero al prohibir la discriminación por parte de empresarios, tanto públicos como privados.  La Asamblea Nacional de Pakistán aprobaba el pasado mes de mayo la Ley de Protección de Derechos de las Personas Transgénero. Una norma que reconoce el derecho a decidir sobre la propia identidad de género y prohíbe la discriminación laboral y en otros ámbitos y que fue presentada en la cámara baja del parlamento bicameral pakistaní en agosto de 2017 por la diputada Naeema Kishwar. En el articulado se agrupan bajo el término «persona transgénero» realidades diversas como las personas intersexuales, los eunucos (varones de nacimiento sometidos a castración), los hombres y mujeres transexuales y «cualquier persona cuya identidad o expresión de género difiera de las normas sociales y las expectativas culturales basadas en el sexo que se les asignó al nacer».

A pesar del gran avance de la nueva ley, las condiciones de vida de la comunidad LGTB en Pakistán son muy duras. Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo siguen siendo ilegales a día de hoy en este país. El Código Penal se remonta a 1860, cuando formaba parte de la India colonial y ambos Estados compartían la ley de sello británico. Tal y como reza el texto en su artículo 377, están perseguidos los «delitos antinaturales», que cometerá «quien voluntariamente tenga relaciones sexuales carnales contra el orden de la naturaleza con cualquier hombre, mujer o animal».

Los condenados por estos «delitos» «serán castigados con pena de prisión de por vida o con pena de prisión de cualquiera de las dos categorías por un término que no podrá ser inferior a dos años ni superior a diez años; también será responsable de multa». La ilegalidad de las relaciones homosexuales ha provocado, aparte de injustas persecuciones motivadas por la orientación sexual, situaciones tan ridículas como la censura de una fotografía de dos hombres besándose en la portada internacional del New York Times distribuida en Pakistán el 29 de enero de 2016.

En la parte norte de Pakistán, los miembros de la comunidad transgénero siguen viviendo de forma muy insegura después de repetidos ataques a manos de personas cisgénero. La Dirección de Derechos Humanos de Khyber-Pakhtunkhwa se ha tomado muy en serio el peligroso incremento de los incidentes de violencia contra las personas transgénero, por lo que ha ordenado a todos los departamentos interesados a que compartan a diario su investigación sobre el asesinato de personas transgénero.

En cambio, como publicó también dosmanzanas en su momento, ya en julio de 2009 la Corte Suprema de Pakistán daba un paso hacia un cierto reconocimiento oficial de las personas transgénero y a finales de ese mismo año ordenaba que se reconociera oficialmente la existencia de un «tercer sexo». Este mismo año, el senador Babar Awan presentaba en la cámara alta un proyecto de ley similar al aprobado ahora para proteger al colectivo trans y que también contenía disposiciones antidiscriminatorias. En marzo de 2017, una histórica sentencia condenaba a cadena perpetua a los dos asesinos de una mujer trans.

No obstante, la igualdad real de las personas trans también sigue estando muy lejana, ya que todavía son vulnerables a los abusos físicos y verbales, tienen que soportar la actitud humillante de los policías, médicos en los hospitales y funcionarios públicos y los informes de palizas y otras formas de violencia dirigidas contra estas personas son comunes. En abril recogíamos el asesinato de Sheena, una mujer trans de origen afgano, que no pudo recuperarse tras ser víctima de cinco disparos. Shena era en la quincuagésimo sexta persona trans muerta como consecuencia del odio tránsfobo en Pakistán desde 2015. Entre ese año y 2017, además, contabilizaron un mínimo de 1.131 casos de violencia contra este colectivo (208 de los cuales corresponden al año pasado).

Fuente Universogay/Dosmanzanas/Cristianos Gays

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Cinco mujeres trans concurren como candidatas en las elecciones generales de Pakistán

Jueves, 26 de julio de 2018
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elecciones_pakistan_trans-290x150Las elecciones generales que se celebran en Pakistán este miércoles 25 de julio serán consideradas como históricas por la participación de cinco mujeres trans (la cifra más elevada hasta la fecha). Tres de ellas aspiran a ocupar un escaño en la Asamblea Nacional y las otras dos se postulan como representantes provinciales. Hasta trece personas trans han intentado presentarse para aspirar por diferentes cargos. Sin embargo, solo cinco de ellas han logrado formalizar sus candidaturas, en parte por la presión social, por la discriminación a la que se han visto sometidas o por la imposibilidad de conseguir fondos para la campaña (alguna, incluso, se ha visto forzada a abandonar el país). La comunidad trans de Pakistán sigue avanzando en la visibilización y en la conquista de derechos; una realidad que, desgraciadamente, convive con los numerosos episodios de violencia tránsfoba: solo en 2017 se registraron 208 casos y entre 2015 y la actualidad se han contabilizado, al menos, 56 asesinatos.

nadeem_kashish-258x300Nadeem Kashish, una mujer trans de 35 años, se presenta como independiente a las elecciones generales de Pakistán de este miércoles. Lo hace por la circunscripción NA-153 de Islamabad. «La gente se entera de mi elección y piensa que es una broma, simplemente comienzan a reírse», explica Kashish, que está realizando una campaña puerta a puerta y comercio a comercio. Esta candidata vive en un hogar grupal de personas trans, en uno de los barrios más pobres de Islamabad. También cuenta con apoyos, que se dejan oír en el programa de radio que presenta semanalmente. Desde las ondas ha elevado numerosas denuncias para mejorar la calidad de vida de la población de la capital del país, como la falta de suministro de agua potable o los cortes constantes de electricidad. «Estoy compitiendo contra grandes nombres como Imran Khan y el ex primer ministro Shahid Abbasi, y no me consideran una amenaza real», confiesa. Nadeem Kashish fue rechazada por su propia familia. Kashish, además, es presidenta de la asocación por los derechos fundamentales «She Male».

nayyab_ali-300x169Nayyab Ali es otra de las aspirantes a la Asamblea Nacional de este país asiático, por la circunscripción NA-142 (Okara). La vida de Ali en Pakistán también ha sido muy dura. A los 13 años su familia la echó de casa y, años después, fue atacada con ácido en su rostro por un hombre celoso (con el que supuestamente había tenido algún tipo de relación). Fue durante uno de los shows que realizaba para ganarse la vida, a pesar de estar en posesión de una licenciatura en Botánica por la Universidad de Punjab. Después de recuperarse de las quemaduras, comenzó a trabajar para mejorar su comunidad y decidió dar el paso a la política activa (también consiguió desempeñarse como profesora).

«Me di cuenta de que sin poder político y sin ser parte de las instituciones del país, no puedes obtener tus derechos», argumenta Ali. Esta mujer trans de 26 años, que se presenta bajo el paraguas de un partido político de Tehreek-e-Insaf Gulalai, defiende que «no solo somos la voz de la comunidad transgénero, también somos la voz de las mujeres y las minorías» por lo que si la gente «quiere un cambio real, vote transexual».

«Se debe formalizar una ley por la cual los padres deben aceptar y mantener a sus hijos transgénero hasta que cumplan 18 años de edad. Ninguna persona tran debe ser forzada a ser parte de la cultura Guru», reivindica Nayyab Ali.

maria_khan-300x230Maria Khan se postula como diputada independiente por la circunscripción PK-31 (Mansehra). Ella tuvo que huir literalmente de su casa tras ser acosada e intimidada por sus vecinos y por sus propios hermanos cuando solo tenía 10 años. «Cuando te vas de casa, los grupos transgénero son el único lugar donde te sientes segura», se lamenta Khan. «Nuestra propia familia contrata gente para asesinarnos», añade esta candidata provincial.

Lubna Lal, también conocida como «Madame Lal», aspira igualmente a un escaño, concretamente por la circunscripción PP-26 (Jehlum). Lubna Lal tenía solo 15 años cuando lubna_lal-300x225tuvo que abandonar su hogar y, al igual que Resham Zahid, se presentó en los comicios de 2013.  Ya entonces prometía «no solo representar a la comunidad transexual, sino a todos los que viven en la pobreza. Quiero ayudar a la gente pobre y mejorar la educación, los servicios de salud y el alcantarillado. La gente pobre de esta área está contenta de que esté en pie». Se presenta por el partido de Tehreek-e-Insaf Gulalai.

Resham Zahid concurre como independiente por la circunscripción NA-105 (Gujrat). Zahid ya cuenta con experiencia en estas lides, puesto que se presentó en las anteriores elecciones generales para «ayudar a los pobres y a los desposeídos», con una sencilla flor como símbolo de su campaña. Bastan los poco más de cinco segundos que dura el siguiente vídeo de YouTube para hacerse una idea de la batalla (no solo política, sino también social) a la que se enfrentan estas valientes mujeres. Zahid aparece saliendo de un edificio público rodeada por un grupo de hombres que se le quedan mirando y se ríen de ella.

Más de 105 millones de personas están llamadas a las urnas en Pakistán este miércoles 25 de julio (la mitad de los habitantes totales del quinto país más poblado del mundo). Las personas trans accedieron al derecho al voto en 2011. Y aunque estas cinco valientes candidatas tienen muy difícil conseguir sus escaños, lo cierto es que solo por la visibilización y el activismo merecen el reconocimiento. De hecho, están planeando crear un partido de cara a las próximas elecciones locales. «Las personas transgénero que se postulan para estas elecciones son líderes de la comunidad», dice Uzma Yaqoob, de Forum of Dignity Initiative. Para Yaqoob, estas candidatas «han dado un gran paso y necesitan aliento y confianza».

Las luces y sombras del colectivo LGTB de Pakistán

La Asamblea Nacional de Pakistán aprobaba el pasado mes de mayo la Ley de Protección de Derechos de las Personas Transgénero. Una norma que reconoce el derecho a decidir sobre la propia identidad de género y prohíbe la discriminación laboral y en otros ámbitos y que fue presentada en la cámara baja del parlamento bicameral pakistaní en agosto de 2017 por la diputada Naeema Kishwar. En el articulado se agrupan bajo el término «persona transgénero» realidades diversas como las personas intersexuales, los eunucos (varones de nacimiento sometidos a castración), los hombres y mujeres transexuales y «cualquier persona cuya identidad o expresión de género difiera de las normas sociales y las expectativas culturales basadas en el sexo que se les asignó al nacer».

A pesar del gran avance de la nueva ley, las condiciones de vida de la comunidad LGTB en Pakistán son muy duras. Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo siguen siendo ilegales a día de hoy en este país. El Código Penal se remonta a 1860, cuando formaba parte de la India colonial y ambos Estados compartían la ley de sello británico. Tal y como reza el texto en su artículo 377, están perseguidos los «delitos antinaturales», que cometerá «quien voluntariamente tenga relaciones sexuales carnales contra el orden de la naturaleza con cualquier hombre, mujer o animal».

Los condenados por estos «delitos» «serán castigados con pena de prisión de por vida o con pena de prisión de cualquiera de las dos categorías por un término que no podrá ser inferior a dos años ni superior a diez años; también será responsable de multa». La ilegalidad de las relaciones homosexuales ha provocado, aparte de injustas persecuciones motivadas por la orientación sexual, situaciones tan ridículas como la censura de una fotografía de dos hombres besándose en la portada internacional del New York Times distribuida en Pakistán el 29 de enero de 2016.

En cambio, como publicó también dosmanzanas en su momento, ya en julio de 2009 la Corte Suprema de Pakistán daba un paso hacia un cierto reconocimiento oficial de las personas transgénero y a finales de ese mismo año ordenaba que se reconociera oficialmente la existencia de un «tercer sexo». Este mismo año, el senador Babar Awan presentaba en la cámara alta un proyecto de ley similar al aprobado ahora para proteger al colectivo trans y que también contenía disposiciones antidiscriminatorias. En marzo de 2017, una histórica sentencia condenaba a cadena perpetua a los dos asesinos de una mujer trans.

No obstante, la igualdad real de las personas trans también sigue estando muy lejana, ya que todavía son vulnerables a los abusos físicos y verbales, tienen que soportar la actitud humillante de los policías, médicos en los hospitales y funcionarios públicos y los informes de palizas y otras formas de violencia dirigidas contra estas personas son comunes. En abril recogíamos el asesinato de Sheena, una mujer trans de origen afgano, que no pudo recuperarse tras ser víctima de cinco disparos. Shena era en la quincuagésimo sexta persona trans muerta como consecuencia del odio tránsfobo en Pakistán desde 2015. Entre ese año y 2017, además, contabilizaron un mínimo de 1.131 casos de violencia contra este colectivo (208 de los cuales corresponden al año pasado).

Fuente Dosmanzanas

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El Parlamento de Pakistán aprueba una ley de derechos de las personas trans

Sábado, 12 de mayo de 2018
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saj-35La Asamblea Nacional de Pakistán aprobó el pasado martes la Ley de Protección de Derechos de las Personas Transgénero. Una norma que reconoce el derecho a decidir sobre la propia identidad de género y prohíbe la discriminación laboral y en otros ámbitos. Para que entre en vigor solo falta la firma del presidente Mamnoon Hussain. Se trata de un gran avance en una región dominada por la LGTBfobia social y de Estado y la discriminación de la realidad hijra y otras expresiones e identidades de género diferentes de las mayoritarias.

En agosto del año pasado recogíamos la noticia: la diputada de la Asamblea Nacional Naeema Kishwar Khan presentaba un proyecto de ley para proteger los derechos y mejorar las condiciones de vida de la población trans en Pakistán. La propuesta reconocía que este colectivo «constituye una de las comunidades más marginalizadas y desfavorecidas del país» y que sufre problemas «desde la exclusión social hasta la discriminación y la falta de protección en la familia, la comunidad y la sociedad».

Para atajar esta situación, la nueva norma consagra el derecho a ver reconocida la propia identidad de género, sin necesidad de mediar intervención médica ni judicial, y a modificar los documentos de identidad a partir de los 18 años para que se ajusten a la misma. También prohíbe la discriminación de las personas trans en el acceso a la educación, el empleo, la salud, la prestación de servicios, el transporte, la vivienda o el ejercicio de un cargo público. La violencia y el acoso de carácter tránsfobo quedan igualmente prohibidos y quien obligue a una persona trans a practicar la mendicidad se enfrentará a una pena de seis meses de prisión y una multa de 50.000 rupias (algo más de 360 euros).

En el articulado se agrupan bajo el término «persona transgénero» realidades diversas como las personas intersexuales, los eunucos (varones de nacimiento sometidos a castración), los hombres y mujeres transexuales y «cualquier persona cuya identidad o expresión de género difiera de las normas sociales y las expectativas culturales basadas en el sexo que se les asignó al nacer». El Gobierno deberá establecer centros específicos para su protección, educación y sanidad, así como instalaciones penitenciarias diferenciadas y medidas para fomentar su integración social y económica.

Se trata de una medida que ha tenido que superar un largo recorrido desde que fue propuesta. Un jalón fundamental fue el visto bueno del Consejo de Ideología Islámica, un órgano consultivo que dictaminó que el texto no contenía provisiones contrarias a la sharía o ley islámica. En marzo de este año, el Senado aprobaba el proyecto de ley. Posteriormente continuó su tramitación en la Asamblea Nacional, donde recibió un apoyo mayoritario el pasado martes. Ahora solo resta la firma del presidente de la república, Mamnoon Hussain. Se desconoce aún cuándo podría entrar en vigor.

La realidad LGTB en Pakistán

A pesar del gran avance que supondrá la nueva ley, las condiciones de vida de la comunidad LGTB en Pakistán son muy duras. Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo siguen siendo ilegales a día de hoy en este país. El Código Penal se remonta a 1860, cuando formaba parte de la India colonial y ambos Estados compartían la ley de sello británico. Tal y como reza el texto en su artículo 377, están perseguidos los “delitos antinaturales”, que cometerá “quien voluntariamente tenga relaciones sexuales carnales contra el orden de la naturaleza con cualquier hombre, mujer o animal”.

Los condenados por estos «delitos» «serán castigados con pena de prisión de por vida o con pena de prisión de cualquiera de las dos categorías por un término que no podrá ser inferior a dos años ni superior a diez años; también será responsable de multa». La ilegalidad de las relaciones homosexuales ha provocado, aparte de injustas persecuciones motivadas por la orientación sexual, situaciones tan ridículas como la censura de una fotografía de dos hombres besándose en la portada internacional del New York Times distribuida en Pakistán el 29 de enero de 2016.

En cambio, como publicó también dosmanzanas en su momento, ya en julio de 2009 la Corte Suprema de Pakistán daba un paso hacia un cierto reconocimiento oficial de las personas transgénero y a finales de ese mismo año ordenaba que se reconociera oficialmente la existencia de un «tercer sexo». Este mismo año, el senador Babar Awan presentaba en la cámara alta un proyecto de ley similar al aprobado ahora para proteger al colectivo trans y que también contenía disposiciones antidiscriminatorias. En marzo de 2017, una histórica sentencia condenaba a cadena perpetua a los dos asesinos de una mujer trans.

No obstante, la igualdad real de las personas trans también sigue estando muy lejana, ya que todavía son vulnerables a los abusos físicos y verbales, tienen que soportar la actitud humillante de los policías, médicos en los hospitales y funcionarios públicos y los informes de palizas y otras formas de violencia dirigidas contra estas personas son comunes. Hace solo un par de semanas recogíamos el asesinato de Sheena, una mujer trans de origen afgano, que no pudo recuperarse tras ser víctima de cinco disparos. Shena era en la quincuagésimo sexta persona trans muerta como consecuencia del odio tránsfobo en Pakistán desde 2015. Entre ese año y 2017, además, se han contabilizado un mínimo de 1.131 casos de violencia contra este colectivo (208 de los cuales corresponden al año pasado). Cualquier ley que favorezca a las personas trans y al conjunto de la población LGTB pakistaní es, por tanto, muy necesaria, igual que lo es la urgente despenalización de la homosexualidad.

Fuente Dosmanzanas

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La esclavitud del tercer sexo

Miércoles, 14 de enero de 2015
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1420458432_855858_1420461406_noticia_normalVeena S., primera transexual que se presenta a unas elecciones en India. / Z. A.

Interesante reportaje que hemos podido leer en El País:

Aunque la legislación india los reconoce desde abril como ‘tercer género’, los transexuales todavía viven segregados y condenados a una grave discriminación

La estimación del PNUD es que en India hay entre 200.000 y dos millones de personas transgénero

La mayoría de los transexuales de India se ven obligados a la prostitución o la mendicidad

La operación de cambio de sexo está cercana a los 4.000 euros, algo inalcanzable para la inmensa mayoría

FOTOGALERÍA Transexuales indios: una vida de miseria y discriminación

 India reconoce a los transexuales como un “tercer género

Letras contra la homofobia y los prejuicios

Probar la homosexualidad

Zigor Aldama Bangalore / Nueva Delhi 5 ENE 2015

Teena Sen sabe perfectamente que le espera un amargo futuro, pero está dispuesta a hacer lo que haga falta para que su cuerpo y su mente estén en consonancia. Porque nació varón, pero se siente mujer. “Ya en los primeros años del colegio supe que algo no cuadraba. Me sentía mucho más cercano a las niñas que a los niños, pero era demasiado pequeño para entender por qué”. Tuvo que esperar hasta llegar al instituto para comenzar a cuadrar las piezas de su sexualidad. “Me sentía atraído a los chicos, y, como todos me llamaban maricón, pensé que era homosexual”. Pero en la universidad confirmó que no. “Con mis primeras relaciones sexuales comprendí que era una mujer. Así que comencé a pintarme los labios y a vestir de forma más afeminada. Decidí no esconderme más. Hasta que en diciembre de 2011 mi padre me preguntó qué me pasaba. Le conté la verdad y me sorprendió la calma con la que respondió y el apoyo que me dio”.

1420461722_471390_1420461985_album_normalTeena con su madre

Ahora, con 23 años, Teena —el nombre de mujer que ha adoptado— está a la espera de que le den cita para iniciar las operaciones quirúrgicas de cambio de sexo. A pesar de que algunos estados ofrecen subvenciones, son muy caras. Así que irá paso a paso. “He ahorrado lo suficiente para la castración, que cuesta unas 15.000 rupias (200 euros) y supone el punto de partida”. La reconstrucción de los pechos multiplica por cuatro esa factura, mientras que el mayor desembolso —100.000 rupias, 1.300 euros— corresponde a la neovaginoplastia para formar su nuevo aparato genital. “Mi vida ya es muy diferente de la del resto, pero sé que cuando me opere ya nada volverá a ser lo mismo. Es posible que jamás me den un trabajo acorde con mis cualificaciones, y sé que posiblemente me vea condenada a la mendicidad o la prostitución”.

No en vano, esas son las dos actividades que más se relacionan con las hijra, un término ampliamente utilizado en el subcontinente indio y que engloba a todos los colectivos transgénero. “La sociedad nos da la espalda y nos discrimina, de forma que son las dos únicas salidas que nos quedan”, se lamenta Teena. No importa que en abril el Tribunal Supremo diese un paso de gigante al sentenciar que “todo ser humano tiene derecho a elegir su sexo” y exigir que los hijra sean reconocidos como tercer género. “Las leyes son un importante primer paso, pero tardan en calar en la sociedad. Y, aunque miembros del tercer sexo aparecen incluso en las ancestrales historias hindúes del Ramayana y el Mahabharata, algo que demuestra su existencia desde hace siglos, lo cierto es que son tratados peor incluso que los intocables”, afirma Tajuddin Khan, director de la organización local Deepshikha, que, con financiación parcial de la ONG española Ayuda en Acción, lucha contra el estigma de gais y transexuales.

Un detallado informe publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) confirma el drama que sufren las personas transgénero, cuyo número en India se estima entre 200.000 y dos millones. Las estadísticas son contundentes a la hora de mostrar la vulnerabilidad de las hijra, en gran medida relacionada con la exposición a prácticas sexuales de riesgo. De hecho, una encuesta llevada a cabo en el estado de Tamil Nadu descubrió que el 81% de las hijras que se prostituyen no utilizaba preservativo durante el sexo anal con clientes, y el porcentaje crecía hasta el 85% en el caso de sexo sin fines lucrativos. Así, la prevalencia del VIH (68%) y de la sífilis (57%) es muy superior a la media nacional entre los transgénero. Además, su acceso a la Sanidad es también menor, y se han dado casos incluso de gente a la que se ha dejado morir sin recibir tratamiento.

Otros elementos ligados a la marginación, como son el uso de estupefacientes y de alcohol, también se disparan entre las hijra, cuya tasa de suicidios multiplica por cinco la media de India. Además, los trastornos mentales severos son habituales. El informe del PNUD enumera algunos de los elementos que los provocan: “Vergüenza, miedo y una transfobia subyacente en la fase de confusión inicial; inadaptación social y presión del círculo más cercano en el momento de afirmación sexual —conocido como salir del armario—; y miedo a la pérdida de relaciones y una limitación autoimpuesta en las aspiraciones personales, después”.

No obstante, lo que se menciona en pocas ocasiones es la violencia interna de la propia comunidad, que se rige en muchas ocasiones por los dictados de una hijra gurú cuyo poder es casi total. Lo sabe Tamana, a quien su hermano violó cuando solo tenía 10 años y todavía era varón. “Fue a partir de entonces cuando comencé a sentir atracción hacia los hombres. Mis padres se enteraron y tuve que abandonar mi casa a los 15 años”. Encontró consuelo y comida en la comunidad hijra de la ciudad de Hyderabad, pero no fueron gratuitos. “Comenzaron a presionarme para que mendigase y me prostituyera, y los gurús terminaron forzándome a la castración porque dijeron que así ganaría más dinero. De lo contrario, me dijeron, no podría continuar recibiendo su protección. Yo habría preferido seguir siendo un hombre, pero no me quedó más remedio”.

1420461722_471390_1420462024_album_normalSamjana

Actualmente, Tamana se prostituye en unos baños públicos en los que también vive, ubicados en la periferia de Bangalore. “Cada día puedo ganar entre 500 y 1.000 rupias (entre 6,5 y 13 euros), pero la mitad de mis ingresos se los tengo que entregar a los gurús. Además, tengo que pagar el alquiler de mi parte del baño, y siempre cabe la posibilidad de que aparezca la Policía pidiendo su tajada a cambio de no arrestarme. Como en comisaría las palizas y las violaciones son habituales, saben que pagaremos”, asegura incapaz de contener las lágrimas. “Si no nos condena la sociedad, nos condenamos nosotras mismas con las mafias que creamos. En cualquier caso, somos esclavos”.

Afortunadamente, hay quienes trabajan con ahínco para darle un vuelco a la situación. Como el caso de Madhu Kinnar, de 35 años y primer alcalde transgénero del país. O el de Veena S., que fue primera transexual candidata a unas elecciones en el sur de India. Fue la única de cinco hermanos que nació varón en el seno de una familia “que nunca comía tres veces al día”. El padre, que trabajaba en el sector de la construcción, murió cuando ella tenía 12 años, una edad a la que comenzó a sentirse diferente. “Me gustaban particularmente las actividades extraescolares como el baile o el canto, y sentía que prefería estar entre chicas. Los niños me insultaban, pero pronto comencé a sentirme atraída por ellos”.

La muerte del padre supuso un punto de inflexión en su vida. Tuvo que dejar los estudios y ponerse a trabajar, como el resto de hermanas. Poco más tarde, comenzó a cuestionarse su identidad. “No entendía por qué había nacido varón y me sentía mujer”. Los vecinos no tardaron en darse cuenta de su carácter afeminado y la discriminación dio un salto cualitativo. “Empezaron a abusar físicamente de mí, algunos incluso me dieron una paliza”. Sus padres la terminaron echando de casa, avergonzados, y, después de perder el trabajo en una fábrica, comenzó a prostituirse. “Curiosamente, cuando vieron que empezaba a ganar más dinero que ellos, mis padres decidieron aceptar mi sexualidad y permitieron que regresara”, recuerda. Con lo que le reportaba el sexo pagó las dotes de sus hermanas y consiguió respeto y seguridad en sí misma. Tras haberse castrado en 1997, en 2005 comenzó a tramitar su reconocimiento como mujer.

“Comencé pidiendo un cambio de nombre. Tuve que publicar en diferentes periódicos que renunciaba a Vittala para llamarme Veena, un proceso largo y costoso que dio resultado. Ahora en el certificado de sexo obligatorio se me considera mujer transexual, porque carezco de útero y tengo próstata, pero en el pasaporte que me acaban de dar, después de dos años y medio intentándolo, mi sexo ya consta como mujer. Creo que es el primero que se expide así, y ahora quiero que mi lucha sirva para muchas otras personas como yo”.

Veena decidió presentarse a las elecciones municipales de 2010 como adalid de los derechos de los transgénero y para evitar las mafias que los explotan. “Tenemos que utilizar las armas que nos da la democracia para combatir una sociedad retrógrada que nos condena a la mendicidad y a la prostitución solo por nuestra orientación sexual. Los transexuales no nos organizamos porque, generalmente, pertenecemos a castas bajas y se nos ha negado la formación necesaria para entender cómo funciona el poder político. Nos han infravalorado tanto que ni siquiera nos creemos con el derecho a participar en las elecciones”. Quizá por eso, Veena solo obtuvo 671 votos de un censo de 16.000, pero continúa con su lucha.

1420461722_471390_1420462137_album_normalNaaz con su marido Arian

El objetivo es conseguir que casos como el de Naaz sean lo habitual y no la excepción. A sus 23 años, es una de las pocas transexuales que ha encontrado marido en India. Y el pequeño apartamento que comparten es un oasis de color en un barrio gris de la capital, Delhi. Igual que su historia, que representa un rayo de esperanza en el negro panorama que sufren quienes deciden cambiar de sexo. “Conocí a Arian cuando yo tenía 18 años. Desde el principio, yo le advertí de que había nacido hombre y que no tenía todavía los atributos de mujer”. A pesar de ello, él lo aceptó. “No voy a negar que en un primer momento no me sorprendiese, pero decidí seguir viéndola”, reconoce Arian. Hasta que se enamoró. No fue una relación fácil, ya que tuvo que aguantar la burla de casi todos sus conocidos. Y un día reventó: tras la discusión por los insultos que ella tenía que aguantar en la calle, Arian decidió comprometerse con ella. “Se hizo un corte en la mano y me puso su sangre entre las cejas”. Sin duda, fue una conmovedora forma de dibujar el punto rojo del bindi, una marca que distingue a las mujeres casadas en el subcontinente indio.

Sus respectivas familias accedieron a la unión, y Naaz comenzó a reunir el dinero necesario para convertirse en mujer. 100.000 rupias (1.300 euros) para los pechos, y casi otras 200.000 (2.600 euros) para la vaginoplastia por inversión peneana. “Era mucho dinero, pero conseguimos reunirlo con la ayuda de familiares y amigos. Curiosamente, después de haber sufrido tanto, nos sorprendió la ayuda que recibimos: incluso algunos vecinos donaron algo”. Un año después, Naaz fue reconocida oficialmente como mujer, y se casaron. “Ahora estamos pensando en adoptar hijos”, reconoce ella. Su objetivo es “tener una familia normal”. Y nadie diría que no lo vaya a conseguir. A diferencia de otras parejas indias, ellos no tienen problema en mostrar afecto frente a la cámara. Hay miradas cómplices, y las manos buscan zonas prohibidas. “Nuestro caso demuestra que algo está cambiando en India”, sentencia ella. Afortunadamente, no es el único ejemplo de apertura. Ya hay ciudades que incluso celebran concursos de mises trans y en septiembre Padmini Prakash dio la campanada al convertirse en la primera presentadora de televisión transexual.

A Teena le gustaría ser como Naaz o como Prakash, pero quizá no haya escogido el camino más adecuado para conseguirlo. Porque ahora es una de las dos chelas —nombre que dan a quienes aspiran a entrar en la comunidad hijra— de Samjana, un discreto hombre de familia de día y prostituta travesti de noche. Pronto será gurú en la comunidad hijra a pesar de que no se ha castrado, porque tiene que “mantener a la familia y cumplir con los deberes del marido”, y ofrece protección a Teena a cambio de parte de sus ingresos. “No me considero un proxeneta. Ella me ayuda económicamente, y yo hago lo propio en todo lo que puedo”, zanja. No obstante, reconoce que los gurús con mayor número de chelas gozan de una vida mucho más cómoda.

Kangana tiene 20, pero ni las prostituye ni las obliga a mendigar. Como gurú importante, considera que es su responsabilidad mejorar la imagen que los transgénero tienen en India. “Nos quejamos mucho de la discriminación que sufrimos, y no se puede negar que sea real, pero luego entramos en una peligrosa rueda de la que es casi imposible salir, porque terminamos explotando a nuestros propios allegados”. Ella, que hace unos años completó la cirugía para ser considerada mujer, busca otras vías “decentes” para obtener ingresos: aprovecha la extraña dualidad con la que son vistas las hijra por una sociedad, que, “como sucede con los gitanos en otros países”, les concede poderes cercanos a lo sobrenatural. “Lo mismo que cuando damos palmas creen que lanzamos una maldición y nos pagan para que no lo hagamos, también nos contratan para bendecir a recién nacidos y a novios que van a casar. Es un buen negocio alternativo hasta que en India podamos acceder a trabajos de todo tipo como cualquier otro ser humano. Pero, a pesar de los cambios, eso no sucederá hasta dentro de muchos años”.

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