Joseanne Peregin: “Miedos y esperanzas de una madre católica de un hijo gay – la perspectiva de un padre”
Presentación de Joseanne Peregin* (Presidenta de la Comunidad de Vida Cristiana de Malta) para “Los caminos del Amor. Conferencia internacional para una pastoral con las personas homosexuales y transexuales” (Roma, 3 de Octubre de 2014), traducido por Carlos (Pastoral de la Diversidad Sexual de Santiago, Chile)
Ni en mis sueños más locos me habría imaginado que estaría dando un discurso a teólogos. Pero tampoco habría soñado alguna vez que sería la madre de un hijo gay tampoco.
Vengo de la pequeña isla de Malta, donde todos conocen a todos y la gran mayoría de nosotros somos católicos tradicionales. He estado felizmente casada por casi 20 años y soy la madre orgullosa de 3 hijos, todos ellos de veintitantos. He sido miembro activo de la CVX por más de 35 años, 6 de ellos como presidenta de la CVX Malta. Más recientemente, sin embargo, mi servicio en la iglesia ha evolucionado ya que la línea de ayuda para padres que están luchando con la “salida del armario” de sus hijos.
En 2008, el grupo DrachmaLGBT, el cual fue establecido en 2004, había invitado a la Hna. Jeannine Grammick a Malta. Después de oír su charla, un puñado de padres decidieron volverse a reunir y aún lo hacemos todos los meses. El Grupo de Padres Drachma ofrece un ESPACIO SEGURO para que los padres asuman su proceso de aceptación.
Si bien es un ESPACIO SEGURO, no es un espacio cerrado, por lo que me causa gran alegría compartir esta experiencia con ustedes, aún cuando cono toda seguridad no soy un teólogo.
Comenzaré con cómo lidié con la “salida del armario” de mi hijo – conducida por la frase ignaciana: “Dios está en todas las cosas”. Entonces, explicaré algunas dificultades con la posición de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad. Y finalmente, diré algo sobre mi propia “salida del armario” como padre (probablemente, mi participación en esta Conferencia es mi etapa final en este proceso).
Lidiando con la “salida del armario” de mi hijo
Entonces, ¿cómo fue que mi hijo de 17 años “salió del armario” conmigo? Bueno, de un modo bien típico de su generación: ¡me mandó un SMS! Ocurrió mientras íbamos en el auto de vuelta a casa una tarde. Me detuve a leer el mensaje y decía: “Mamá, soy gay” (no es eso loco ). De cualquier modo, comencé con las típicas frases de negación, como “es sólo una fase…”.
Pero él me paró en seco y me explicó que había estado seguro por un buen tiempo y ya le había contado a todos sus amigos. Entonces me contó que me había escrito “la famosa carta” unas semanas antes, la que me explicaría todo lo que necesitaba saber, una vez que llegáramos a casa.
De cualquier modo, gracias a Dios cuando llegamos, mi esposo (el cual pensé que reaccionaría negativamente), estaba profundamente dormido frente a la televisión.
A medida que leía la carta (mi hijo siempre escribió muy claramente, de hecho es periodista), sentí que podía entender completamente la totalidad del camino doloroso que había vivido, y como San Pablo, sentí que las escamas se caían de enfrente de mis ojos y fui capaz de ver todo tan claramente: por qué se negaba a ir con nosotros a la misa dominical, por qué todos esos dolores de cabeza, por qué la pérdida de peso, y por qué la cantidad de pañuelos de papel en su papelero de muchas noches llorando, etc.
Bien en el fondo me sentí culpable de que tuvo que pasar por esa incertidumbre solo – no fue fácil para él. Por otro lado, sentí un gran alivio dado que había imaginado muchas cosas peores como: drogas, alguna enfermedad terrible, problemas con la policía, que hubiera embarazado a alguien, etc.
Sabía que algo andaba mal, pero nunca sospeché esto. De modo que cuando quedó claro que era gay me dije: “¡Ah! OK, con esto puedo tratar, porque todo lo que se necesita es amor. De modo que lo abracé y le aseguré mi amor. Me sentí privilegiada de tener una relación tan maravillosa como mi hijo, una donde el me podía confiar algo tan íntimo y especial.
Fue un espaldarazo a mi maternidad. Pero entonces me ordenó: “te cuento a ti pero no le voy a contar a papá yo mismo, porque no quiero tener en mi consciencia si él cae muerto de un ataque cardíaco. Así que si piensas que debiera saber, tú le cuenta, no yo“. Así fue como esa noche fue la más larga de mi vida y no dormí un pestañazo.
Tenía que procesar todas las implicaciones de esta nueva realidad que acababa de aterrizar en mi regazo.
Debía elegir entre apoyar a mi hijo de 17 años o proteger mi matrimonio y mi reputación en la iglesia. Así que recé pidiendo fortaleza…y en la mañana había elegido estar del lado de mi hijo y ser abierta sobre el tema, aún si todo el mundo se volvía en contra nuestra.
Pero es una decisión muy difícil de tomar. Pero quería estar al lado de mi hijo en un punto tan vulnerable en su vida. De modo que temprano en la mañana le conté a mi esposo y el camino lentamente se comenzó a desarrollar…y les gustará saber que, a Dios gracias, después de este shock inicial, mi esposo y yo estamos juntos acá. Parece que casi todos los padres sienten este shock inicial.
La confusión y el miedo paralizan a la mayoría de los padres. Pero nosotros, Católicos Romanos, tenemos una preocupación adicional es lo que la Iglesia dice sobre la homosexualidad.
Me di cuenta que, cuando se trata de la realidad LGBT, hay muchas concepciones erróneas y mitos que envuelven a las personas en dudas y en miedo.
Aún cuando tenemos leyes que protegen los derechos de los homosexuales, aún queda mucho camino hasta que veamos el cambio en la cultura y en la mentalidad que se necesita. Uno de nuestros primeros desafíos que los padres de hijos gay debemos enfrentar es: “¿qué va a decir la gente?”, pero en una Malta católica el segundo es: “¿qué dice la Iglesia Católica?”. Desafortunadamente es aquí donde muchos padres se confunden y es aquí donde se siente la mayor falta del apoyo pastoral.
Por ejemplo, uno de los miembros de nuestro grupo es una madre separada de un hijo gay de 35 años. Ella cuenta su triste historia de ser rechazada por sus propios hermanos y hermanas, los que antes eran muy cercanos y apoyadores mientras ella se separaba.
Pero desde que su hijo “salió del armario” hace años, ni ella ni su hijo son bienvenidos en matrimonios familiares o en celebraciones navideñas – ellos han sido excluidos por toda la familia extendida.
Esto ha resultado en que el hijo asuma la culpa como suya y, como consecuencia, muchas veces tiene pensamientos suicidas. Y estamos hablando de gente que va a misa diaria y que recibe la Eucaristía – y, sin embargo, les es tan fácil juzgar y excluir.
Escucho muchas de estas dolorosas historias.
Para mí, la atención pastoral es sobre salir a encontrar a la gente donde ellos están y construir una amistad con aquellos que se sienten aislados, distantes o apartados de la Iglesia o incluso de sus familias, con aquellos que están en la periferia de la sociedad, enfocándome por lo tanto en apoyo emocional y atención espiritual.
Como cristianos debemos pararnos junto al pobre y rechazado, aún si nos causa incomodidad y humillación. Pero aún has una gran cantidad de hostilidad y juicio allá afuera. Nuestras comunidades cristianas necesitan construir puentes y diálogo con aquellos que están en la periferia de la sociedad. Necesitamos ofrecerles un LUGAR SEGURO donde ellos puedan continuar su camino de fe. Un LUGAR SEGURO donde ellos puedan compartir sus vulnerabilidades.
De modo que mientas más abierta fui sobre tener un hijo gay, más me volvía un imán para que la gente se acercara y estas amistades pastorales se comenzaron a desarrollar. De algún modo podía ofrecer apoyo emocional y acompañamiento espiritual a padres, quienes como yo habían experimentado, de una día para otro, que ahora nos habíamos vuelto “los extranjeros”, “los otros que están bajo la mirada crítica de la sociedad – “la comidilla entre amigos y colegas”, los desadaptados en la sociedad y los marginados en nuestras propias comunidades de iglesia.
Esto es algo que yo misma experimenté. De pronto me di cuenta que “Yo también estoy siendo juzgada” y “Yo también estoy siendo excluida”, pero me aferraba a las palabras de Isaías: “Ya que eres precioso a mis ojos, digno de honra, y yo te amo” (Isaías 43, 4).
Bueno, comencé a leer muchos artículos (ej., “Siempre Nuestros Hijos”) y libros (algunos autores están aquí hoy ) y a aprender más sobre qué tiene que decir la Iglesia sobre la homosexualidad. Sin embargo, sentí que había numerosas contradicciones en lo que mi iglesia decía y lo que yo sabía de mi hijo gay. Quería unir las dos cosas que amo más: mi familia y mi Iglesia.
Pero, mientras mi Iglesia se refiere a la sexualidad de mi hijo como “intrínsecamente desordenada”, mi hijo se refiere a mi iglesia como “juzgadora e irracional”. Y este dilema interior es común entre muchos padres católicos que como yo, se sienten un poco decepcionados por su propia iglesia. Entonces, dado que no se ofrecía nada en las parroquias, el Grupo de Padres Drachma ofreció algún acompañamiento pastoral y ayudó a los padres a enfrentar su trauma:
• Negación: “es sólo una fase”.
• Culparse: “¿de quién es la culpa?“.
• Culpa: “¿qué (no) debí haber hecho?”.
• Rabia: “¿por qué Dios permite esto?”.
• Pérdida/dolor: “no podemos ser abuelos y debemos olvidarnos de nuestros sueños”.
• Miedo: “ser excluidos y juzgados”, “¿morirá mi hijo de VIH/Sida?”.
• Rechazo: “¿debemos arriesgarnos a contarles a la familia y amigos?“.
• Soledad: “sentirse abandonados aún por la Iglesia”.
• Vergüenza: “¿fallé como padre?”.
Con estallidos regulares de lágrimas y compartiendo honestamente en nuestras reuniones hemos ido hacia un proceso un aceptación y reconciliación.
Drachma toma su nombre de la parábola de la moneda perdida en Lucas 15 – pienso que bien adentro todos queremos ser conocidos, apreciados y “encontrados”, y cuando nuestros hijos gay no es esconden más sino que “salen del armario” a la luz, entonces es nuestro turno para hacer nuestro camino de “salir del armario”, como padres.
Lidiando con la posición de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad
Pese a mis años de compromiso y servicio en CVX Malta, aún sentía el estima que la gente LGBTI experimenta. En cualquier ocasión en que cuestiono el duro lenguaje usado en el Catecismo de la Iglesia Católica, tal como: intrínsecamente desordenado – ¡cómo me gustaría que los Obispos comiencen este Sínodo cambiando esta frase que causa tanto dolor!.
Yo también me sentía estigmatizada, experimentaba rechazo y exclusión por personas e instituciones que me conocían muy bien.
Por ejemplo: cuando fui a mi primera Marcha del Orgullo Gay como oradora invitada del Grupo de Familia LISTAG en Turquía, alguna gente de mi comunidad la emprendió conmigo.
Era incomprendida. Y cuando asistí a la Conferencia ILGA en Turín hace alguno años, tuve la oportunidad de sabe cómo se siente estar en la minoría (yo misma entre 200 LGBTI) – ¡debía ser la una madre heterosexual católica ahí! No fue una experiencia fácil para mi. Pero esto me impulsó a apreciar la diversidad y a continuar actuando como un puente. Leer más…
Budismo, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Iglesia Católica, Islam, Judaísmo
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