De guerrillero a pitonisa: el hombre que se hizo mujer en la cárcel
Su nuevo nombre es Mariposa, antes era un miliciano de las Farc.
Por:Por: Mauricio Cárdenas
“Yo era un varón…un machito que tenía varias viejas, un revólver y daba mucho plomo. Los hombres me respetaban y a las mujeres les gustaba”.
Habla Hernando Muñoz, un excombatiente que entró a La Picota siendo un hombre y dentro de la cárcel se convirtió en Mariposa, una transexual que además es líder de la comunidad LGTBI en el tema de derechos humanos.
Nació a finales del 78 entre las montañas del Caquetá cuando la guerra entre la Fuerza Pública, la guerrilla y los paramilitares arreciaba. Se crió entre historias de milicias y milicianos que de un lado o de otro se creían los héroes de la patria.
También se consideró un salvador nacional. Por eso, y otro par de razones, duró metido en las Farc 12 años, hoy paga una condena de casi nueve en Bogotá.
Se transformó en Mariposa, dice ella, por culpa de las mujeres. Dos decepciones amorosas consecutivas y el recuerdo de amores pasados fueron el punto de quiebre.
“Yo tenía muchas chichas. Aquí en la cárcel me visitaban buenas hembras. La mamá de mis hijos también venía. Con ellas tenía buen sexo y la pasaba chévere”.
Mariposa cuenta su historia desde uno de los solares de La Picota. Al lugar llega esposada, acompañada por dos guardianes del Inpec y un representante de la oficina de comunicaciones de la institución.
En sus pesadas y gruesas manos, limpias de joyas, lleva un mazo de naipe español bien envuelto en un una bolsa transparente que enrolla y desenrolla a medida que entre pregunta y respuesta sus palabras van adquiriendo fuerza, velocidad y fluidez.
El primer golpe emocional lo recibió cuando Ana Liliana, la mamá de Ingrid, su primera hija, le dijo que lo abandonaba por miedo. Ella temía que el papá de su niña, hoy de 18 años, estuviese armado, peleando en el monte contra el ejército y los paramilitares. Ella no estaba de acuerdo que él fuese un guerrillero. Ana Liliana, la mujer que como hombre más amó, se fue con Ingrid, de dos años, mientras él estaba metido en la selva del Caquetá.
Cuando Mariposa habla de Ana Liliana y de su hija su expresión cambia. En su rostro se dibuja una notoria tristeza y sus ojos adquieren ese brillo que precede al llanto. Respira hondo, desvía la mirada y continúa su relato. No llora.
– La conocí en una fiesta de cumpleaños, en la casa de una prima. Yo tenía 16. La hice mi novia, me la robé y me la llevé a vivir –. Meses después nació Ingrid. Hace casi 10 años que no tiene contacto con ninguna de las dos.
El dolor que le produjo perder a las dos personas más importantes de su vida lo sobrellevó enamorándose de María Erly, una adolescente de 14 años que conoció en El Caguán, en la zona de distención que se creó en el marco del fallido proceso de paz entre el Gobierno de Andrés Pastrana y las Farc.
Estando en La Picota, cuando María Erly, que le dio dos hijos, le dijo que lo abandonaba porque a su lado ya no había futuro ni para ella ni para los niños, él, aún siendo Hernando, pasó ese trago amargo en los brazos de Leidy Johanna, una mujer que lo visitaba en la cárcel con regularidad. Hernando pensó que Leidy Johanna sería la mujer con la que terminaría sus días; pero con ella, a quien quiso con pasión, duró 28 meses. Lo dejó el 28 de diciembre de 2012. – Ya se imaginará ese fin de año, dice.
Hernando se echó a la pena. Preso, solo y sin el amor de sus mujeres, fue, según lo cuenta, uno de los hombres más tristes de la cárcel. – Lloré, no se imagina cuánto lloré por esas hembras, realmente las amaba. Empecé a aburrirme de todo.
En medio de la melancolía, deprimido, intentó matarse con un par de cuchillas que le quitó a una máquina de afeitar. Se cortó las venas de las muñecas.
Mariposa se sube las mangas de una vieja chaqueta negra de paño y enseña las cicatrices que le dejó su primer y único intento de suicidio. Las baja con disimulo cuando ve que Leonel Cordero, el fotógrafo de KienyKe.com, le apunta hacia las manos.
Además de la chaqueta de paño, Mariposa viste una blusa pegada al torso. Dice que al salir, cuando consiga dinero, se mandará a hacer senos y cola. También lleva un short de jean encima de unas medias de malla color negro y unas zapatillas femeninas. Está totalmente maquillada: labial, rubor, y bastante polvo facial. No tiene cejas, cada vez que estas crecen las depila y en su lugar demarca una delicada línea con lápiz negro. Dos grandes candongas adornan su rostro.
Viviendo con Ana Liliana y con la niña ingresó a las milicias de las Farc. Lo hizo, cuenta, porque la situación era precaria y la plata que se ganaba como ayudante de panadería, el primer trabajo que consiguió a los 16, “no alcanzaba para nada”.
Antes de ser guerrillero, a los 12 años, se salió del colegio, llegó hasta segundo de bachillerato, porque le picó el bichito de delinquir, así lo dice en medio de una sonora carcajada.
– Lo que yo quería era meterme a una banda criminal y como era apenas un niño, con los amigos del barrio, allá en Florencia (Caquetá), formamos un grupo de 35 unidades. Culicagados que armados con cuchillos y peinillas defendíamos nuestro barrio de ladrones y drogadictos. Peleábamos contra pelaos de otros sectores.
Hernando, que para la época apodaban ‘El flaco’, se hizo líder de la banda. Amigos y enemigos empezaron a respetarlo; pero cuando Ana Liliana quedó embarazada tuvo que abandonar su pandilla para conseguir un trabajo que les diera de comer.
Conoció a las Farc meses después. El haber visitado en la cárcel a un cuñado, que era guerrillero, lo acercó al grupo armado. Lo contactaron y le ofrecieron el caramelo que el niño estaba buscando: dinero. Con más ansias que gusto aceptó ser miliciano. En una finca cerca a Florencia lo entrenaron en disparo de armas cortas y en manejo de explosivos. Le pagaron muy bien por algunos ‘trabajitos’ que realizó en nombre de las Farc-Ep, de los cuales ahora no quiere hablar.
– Obvio que no se los voy a contar. No soy pendeja ¿cierto?, sería la marica más bruta. Mariposa dice esto, mira de reojo a los guardias del Inpec, vuelve a soltar una de las pocas risas que acompañan esta conversación y remata diciendo – ¿Sabe por qué hemos caído aquí?, por darle confianza a personas que tal vez no conocemos. El mejor amigo de uno es el silencio. Lo que uno no habla es lo que no se sabe.
Para esa fecha la situación en Florencia y sus alrededores era muy pesada. Los ‘paracos’ estaban accionando fuertemente. Había bandas criminales que también hacían lo suyo. Y estaban las guerrillas. Fue una época de muchas muertes. Había que estar en algún bando. Leer más…
Comentarios recientes