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Ante el cambio de año: Navidad Judía, Navidad Cristiana (con Hannah Arendt)

Lunes, 1 de enero de 2018
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

— Todo nacimiento humano es Navidad, presencia y promesa de Dios, en la fragilidad y riqueza de la vida, abierta al futuro de una esperanza que nos sobrepasa.

-No hay nacimiento sin promesa de los padres y/o educadores, esto es sin compromiso de asistencia y de futuro. Sólo se nace por otros, es decir, donde hay personas (madre, padre, sociedad…) que dicen al niño “tú serás”, con comprometemos a que vivas, te daremos cuidado, palabra y asistencia, para que tú seas.

Todo nacimiento es finalmente perdón, esto es, gratuidad, por encima de los mecanismos de violencia y de ira, de la lucha mutua y la venganza… Nacer humanamente es recibir vida gratuita, por encima de todos los “pecados”, los errores, las venganzas, poner en marcha una existencia nueva, una “ventana” de Dios en la tierra.

Así pueden resumirse los tres momentos principales del pensamiento maduro de Hanna Arendt (1906-1975), filósofa y antropóloga judía, que ha marcado el pensamiento del siglo XX, en torno al holocausto nazi (la anti-navidad) y a su superación, más allá de la pura justicia retributiva (vindicativa).

De esa forma, ella ha trazado, desde su tradición judía, de una manera básicamente laica, pero abierta al misterio de la Vida universal, los tres elementos básicos que la Navidad Cristiana ha desarrollado desde el mismo judaísmo, en clave religiosa.

Pienso que ella puede y debe presentarse como testigo privilegiado de la Navidad cristiana, repensada desde la más honda tradición judía, de un modo universal…como esperanza y tarea de Navidad, que es nacer, perdonar, pactar:

26167593_910087169168476_3037925899468190298_n1. Ser hombre es nacer, ser hombre es Navidad (es decir, que te nazcan), en gratuidad, para iniciar un nuevo camino de vida, como Dios ha querido hacerse nueva vida humana en Jesús.

2. Ser hombre es prometer, esto es, que prometan darte vida: es pactar, recibiendo y dando la palabra… Ser hombre es palabra hecha carne, como dice Jn 1, 14, ofreciendo a cada niño que nace un espacio en la gran alianza de la vida.

3. Ser hombre es,finalmente perdonar…, no hallarse atado al pasado, comenzar de nuevo, cada vez, en cada nueva historia… superando incluso el holocausto nazi (nacimiento), esperando encontrar nuevos caminos de vida.

Éstos son los tres momentos de la “navidad” universal, tal como los ha puesto de relieve H. Arendt, judía ejemplar, en clave antropológica. Con ellos quiero evocar la Navidad Judía, en línea antropológica.

Hay cientos de libros sobre la “infancia judía” de Jesús, casi siempre en clave de piedad intimista y folclórica (cf. imagen 3: Presentación de Jesús en el templo, como aténtico israelita, navidad judía). Pero entre ellos (sobre ellos) destaca esta fuerte Navidad Israelita universal de H. Harendt.

 

die_darbringung_im_tempelCiertamente, los judíos “ortodoxos” pueden sentirse a veces molestos por la Navidad cristianano creen en la “encarnación” radical de la Palabra de Dios en Jesús, ni creen en la “intimidad vital” de Dios (como Padre/Hijo en el Espíritu), y según ellos la verdadera Navidad prometida por Isaías no ha llegado aún.

— Y porque sienten que los defensores de la Navidad cristiana han sido a veces anti-semitas, han utilizado el nacimiento de Jesús-judíos para oponerse a los judíos..

Sea como fuere, los judíos más tradicionales siguen a la espera de la verdadera Navidad, admirados, emocionados… ante lo que será la Futura Presencia Universal de Dios, como cumplimiento del mesianismo del AT.

En esa línea, no en contra de los judíos, sino aprendiendo de ellos lo que nos parece “mejor” (su gran herencia mesiánica) y creyendo humilde pero intensamente que su esperanza ha empezado a cumplirse en Jesús de Nazaret, los cristianos celebramos la Navidad de Dios (y de los hombres) en Jesús de Nazaret.

En esa línea, entre los judíos que nos enseña mejor a celebrar la Navidad quiero citar a H. Aredt, discípula de Heidegger,perseguida por el nazismo, quizá la mejor antropóloga del siglo XX. Ella nos dice que la Navidad no es un fiesta particular de algunos cristianos, sino fiesta y tarea universal de todos los hombres y mujeres del siglo XXI

Un camino universal de Navidad.

Estos días he venido tratando de la Navidad, entendida en sentido cristiano y de esa forma he presentado a Jesús como Hijo de Dios, nacido de María, a partir de Gal 4, 4 y Jn 1, 13. Desde ese fondo se entienden y avanzan algunas observaciones y propuestas de Hanna Arendt, filósofa e historiadora judía, experta en violencias y totalitarismos.

Nadie ha trazado como ella, que yo sepa, una teoría personal y social del ser humano como nacimiento, promesa y alianza, esto es, del hombre como ser que puede y debe nacer de nuevo, pues no está condenado a repetir siempre lo anterior.

Hanna Aredt es radicalmente judía, pero desde sus bases judíos (que nosotros, los cristianos, entendemos como primer testamento y camino) ha trazado una experiencia clave de la navidad cristiana. Por eso he querido hablar hoy, en el paso entre el 2017 el 2018, en un tiempo de grandes riesgos y deseos de paz, los tres rasgos principales de eso que he llamado la Navidad Judía.

Sí, ya sé que los judíos “tradicionales” (rabínicos, nacionales…) no celebran la Navidad Cristiana, pues dicen que ella va en contra de la pura trascendencia y separación del Dios Uno, de Yahvé, Dios de Israel. Pero eso no quita que la Navidad Cristiana sea la más honda experiencia y culminación del camino judío, tal como lo ha formulado H. Arendt.


Sólo podemos recuperar la Navidad volviendo a su fondo judío,
volviendo a los tres rasgos que H. Arendt ha destacado: La Natalidad, el Perdón y la Promesa

El judaísmo tradicional sigue centrado en la promesa (testimonio y esperanza de futuro). Los cristianos, partiendo del judaísmo, hemos destacado de un modo especial los otros dos elementos judíos de la vida, que son el perdón y la natalidad.

Quiero unir aquí esas tres actitudes, culminando en la Natalidad (que se expresa de un modo especial en la Navidad cristiana). Que estas palabras sirvan de homenaje a todos los judíos de paz que han existido y siguen existiendo, que ellas sirvan de testimonio de eso que quiero llamar la Navidad Judía, tiempo de perdón y de promesa de la vida

1. Perdón.

El primer requisito para alcanzar la paz, en las condiciones actuales de la humanidad, dividida por la imposición de unos, el deseo de revancha de otros y el odio de todos, es el perdón, que viene a revelarse como el único poder que rompe el círculo del eterno retorno del pasado (con su ley de acción y reacción) que encierra a los hombres en su destino de violencia. Dios mismo ha roto ese eterno retorno de la violencia, naciendo entre los hombres (según los cristianos, que culminan y recrean así una profunda tradición judía). En esa línea dice H. Arendt (sin dejar de ser judía):

El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret. El hecho de que hiciera este descubrimiento en un contexto religioso y lo articulara en un lenguaje religioso no es razón para tomarlo con menos seriedad en un sentido estrictamente secular (H. Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona 1993, 258.)

El perdón rompe la “lógica” de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente); de esa forma libera al hombre del automatismo de la violencia y permite que su vida trascienda el nivel de la ley, donde nada se crea ni destruye, sino que sólo se transforma. Sólo el perdón nos sitúa en un nivel de gratuidad creadora. El perdón es gracia; de esa forma supera el pasado y abre un comienzo de vida allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y luchas de poder .

H. Arendt contrapone el perdón al castigo (que actúa según ley), añadiendo que los hombres sólo pueden perdonar aquello que son capaces de castigar. La ley tiene un valor, pero el perdón lo sobrepasa. Hay, sin embargo, un “mal radical” que los hombres no pueden castigar ni perdonar, pues se sitúa más allá de sus potencialidades.

“Aquí, donde el propio acto nos desposee de todo poder, lo único que cabe es repetir con Jesús «Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar»” (Ibid 260). La cita está tomada de Mc 9, 42 par. En esa línea se sitúan las reflexiones de otro pensador judío muy significativo: V. JANKÉLÉVITCH, El Perdón, Seix Barral, Barcelona 1999.

Encerrados en su círculo de acción y reacción eterna, los hombres no podían perdonar… Pero, naciendo en el mundo, Dios puede hacerlo. De esa forma, antes de la muerte en cruz, el nacimiento de Jesús es ya testimonio y promesa de un perdón posible, en línea de humanidad de Dios.

2. La facultad de prometer.

En ese sentido, como he dicho, nacer es prometer…abriendo un camino de perdón (de reconciliación) sobre la tierra. Todo nacimiento es una promesa de vida: Los padres y la sociedad dicen al niño “tú serás”, podrás vivir, te lo prometemos.

La promesa puede entenderse en sentido individual (¡yo prometo!) o sentido dialogal (¡nosotros nos com-prometemos y pactamos!). En un caso y en otro, ella capacita a los hombres para superar la fatalidad de aquello que vuelve siempre de forma necesaria (como puro destino), haciéndoles responsables y creadores de un futuro que, por un lado, les desborda (es don de Dios) y que, por otro, ellos mismos puedan realizar de una manera humana, renunciando a la imposición y a la arbitrariedad.

Nietzsche entendió la capacidad de prometer como el carácter específico del hombre, que (en contra del animal, prendido a un antes y después que no son suyos), puede asumir de manera personal su futuro, dándole un sentido; pero él no supo sacar las consecuencias. En contra de eso, H. Arendt ha mostrado que, más que voluntad de poder y eterno retorno de lo mismo, el hombre es persona porque puede prometer y pactar, trazando de esa forma un futuro nuevo y propio, que puede ser futuro de paz . Ibid 262-264.

Eso significa que la paz no es algo previo, dado ya, sino que puede y debe entenderse como un don, vinculado a la promesa. En esta línea viene avanzando, de un moco consecuente, el pensamiento de J. MOLTMANN, a partir de su Teología de la esperanza, Sígueme, Salamanca 2002 (original de 1964).

Así, cada niño que nace, es una promesa de ida, como ha dicho de forma impresionante el mayor de todos los profetas de la Navidad, que fue Isaías, en el Libro y Pacto del Emmanuel (Is 7-12), en medio de la gran “guerra mundial” del Oriente antiguo, entre Egipcios y Mesopotamios: Una mujer ha concebido y dará a luz y cuidará a su hijo… Esa es la promesa y garantía de la Navidad, perdón y vida, en medio de la guerra.

En ese contexto ha prometido Isaías la llegada del gran pacto ecológico (morarán juntos el lobo y el cordero, la víbora y el niño…) y político: Un niño nos ha nacido, un niño que será el “gran soberano”. Esta es la promesa de crear un reino nuevo para que los niños vivan y crezcan en paz, en Navidad.

3. Natalidad.

Los hombres pueden liberarse de la esclavitud del pasado (perdón) y del futuro (promesa, pacto) porque son cada vez, cada uno, una nueva creación y así nacen: no están hechos desde siempre o fabricados (como cosas), definidos de antemano. Ellos se definan, más bien, a sí mismos como seres natales, que no están fijados de antemano, sino que pueden trazar su trayectoria y ser distintos, lo que ellos mismos quieran:

Sin la articulación de la natalidad estaríamos condenados a girar para siempre en el repetido ciclo del llegar a ser, sin la facultad para deshacer lo que hemos hechos y controlar parcialmente los procesos que hemos desencadenado (H. Aredt, Ibid 265).

La mayor parte de la filosofía y sociología moderna supone que los hombres están hechos, como realidades que en el fondo pudieran intercambiarse. En contra de eso, H. Arendt, lo mismo que H. JONAS, otro testigo y promotor judío de la paz (cf. El principio de la responsabilidad, Herder, Barcelona 1995) ha fundado la paz futura sobre la fragilidad y grandeza del hombre, como ser que nace del cuidado de los otros, para iniciar una existencia cualitativamente nueva.

Nacer significa ser creado y vivir sobre una ley que nos ata a lo que ha sido y debe ser, definiéndonos desde fuera, en un todo que nos determina. Todo nacimiento se define como creación: Es el surgimiento de un ser autónomo, que puede asumir su propia realidad (su destino) y realizarse de esa forma, de manera distinta, autónoma. Por eso, cada nacimiento es una promesa de vida

Ampliación: Un nuevo Nacimiento

H. Arendt ha conducido así las tradiciones de Israel hasta el lugar donde ellas pueden volverse más fecundas, de un modo mesiánico, vinculadas de manera intensa con la raíz del cristianismo (que es, ante todo, mesianismo). No existirá paz sin Navidad, es decir, sin nuevo nacimiento, como aquel que los cristianos celebran en Jesús.

H. Arendt piensa que el futuro de la paz, es decir, de vida humana (porque una nueva guerra mundial puede llevarnos a la destrucción de todos), sólo es posible en coordenadas de gracia, esto es, allí donde los hombres superan el nivel de la pura ley y de la guerra del sistema, abriéndose al milagro de una vida que es don de Dios y que puede ser distinta de aquello que ha sido previamente. La paz es posible si brota, según eso, del milagro del perdón y de la palabra de promesa de los hombres, que sitúan su vida en un nivel donde los gestos primordiales son la fe y la esperanza. Sólo será posible la paz si hay un nuevo nacimiento

–La razón es necesaria, en plano de sistema. Ella funciona en un nivel organización económica y social, pero en sí misma resulta insuficiente. La pura razón cierra a los hombres en aquello que siempre es lo mismo, en la batalla incesantemente repetida por los poderes de la vida, dentro de un todo de violencia. Esto significa que los hombres no viven sólo de pan, ni pueden resolver sus problemas en un plano de argumentación y de poder.

– Más allá de la razón del sistema se extiende un espacio de racionalidad humana más profunda, vinculada al perdón, a la palabra de promesa, a la natalidad. Estos rasgos nos sitúan en un plano más hondo de humanidad. Ellos no niegan el valor de la Ilustración, ni se oponen en modo alguno a los principios de la ciencia y de sus leyes. Pero nos muestran que en un plano de pura ciencia y sistema la vida de los hombres se destruye. O se despliegan como gracia o mueren.

Por eso, para que sea posible la vida de los hombres como tales, para que exista un futuro para ellos, tenemos que pasar del plano de la pura ciencia y ley (que se encarna en forma de sistema) al plano de la comunión en libertad, donde la vida del hombre se define como fe y como esperanza. Sólo en ese contexto (de fe y esperanza personal), es posible el despliegue del perdón, que capacita a los hombres para regalarse gratuitamente la vida, superando el orden del destino, abriéndose a la promesa de la vida que no está fijada de antemano.

Nacer como Jesús. Os ha nacido hoy un salvador

Esto significa que el hombre es más que elemento de un “todo” que se organiza de un modo legal. Los viejos y los nuevos imperios corren el riesgo de encerrar al hombre en el nivel de sus conquistas sociales y económicas, que acaban destruyendo su existencia. Pues bien, la esperanza mesiánica, que nos abre a la paz de la vida compartida (del don de la vida) se expresa y despliega en un nivel más alto, por encima de los cálculos legales y de las coordenadas de un sistema que se impone sobre todos.

Esa paz mesiánica no puede establecerse ni asentarse sobre bases de imposición, sobre un tipo de racionalismo ontológico, como el que ha venido dominando en Occidente a partir de los griegos. Esa paz sólo es posible allí donde los hombres, superando la racionalidad instrumental del sistema, con la pura ley de acción y reacción, dejan que su vida se ilumine y se vuelva creadora en claves de perdón y de promesa, es decir, de fe y de esperanza.

Esta fe y esperanza en el mundo encontró tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en las pocas palabras que en los evangelios anuncian la gran alegría: «Os ha nacido hoy un Salvador» (H. Arendt, 266). Las palabras del evangelio (Lc 2, 11) recogen la proclamación mesiánica de Israel, sobre todo la que aparece vinculada al Libro del Emmanuel (Is 7-11) y al Segundo Isaías (Is 40-55).

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Biblia, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Judaísmo , , , , , , , , , , , ,

9.8.2017. Edith Stein, setenta y cinco años (E. Castellano)

Miércoles, 9 de agosto de 2017
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11836783_10206138148964529_5179417180894412724_nCelebramos hoy la festividad  de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), mártir en Auschwitz, por lo que es un momento adecuado (No olvidemos Siria, Israel/Palestina, Irak, África…) para leer este buen artículo que hemos leído en el  blog de Xabier Pikaza:

Hoy hace setenta y cinco años, fue asesinada en el campo de concentración de Auschhwitz una de las mujeres más significativas del siglo XX, por su talla humana, por su pensamiento, por su martirio.

Fue judía y filósofa, discípula de E. Husserl, mente privilegiada, en búsqueda de la verdad, en línea fenomenológica.

Convertida al catolicismo por influjo de la lectura de El Libro de la Vida de Santa Teresa, abandona la filosofía profesional y profesa como Religiosa Carmelita, para recorrer con y como ella el camino de encuentro con Jesús, escribiendo alguno de los textos más profundo de espiritualidad del siglo XX.

Encarcelada por el sistema nazi alemán, fue encerrada en un campo de concentración, siendo asesinada en Auschwitz hace 75 años.

Como filósofa, como escritora de espiritualidad, como mártir… como testigo del amor judío y cristiano, dentro de una Europa torturada por sus demonios político-sociales, quiero hoy recordarla, y acudo una vez más al texto que Emilia Castellano, antropóloga, psicóloga y amiga, escribió para nuestro “Diccionario de Pensadores cristiano”, en cuya portada aparece (fila tres, derecha).

Gracias, Emilia, una vez más, por tu trabajo, por tu amistad.
Buen día a todos los amigos de Edith Stein
El “icono” está tomado del FB de G. Scalzo (también a ti gracias, Giuseppe). Nos seguimos comunicando.

STEIN, EDITH (TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ) (1881-1942)(Emilia Castellano).

10380909_804692689549717_4336269902471815840_nReligiosa y filósofa católica, de origen judío. Nació en Breslau (hoy capital de Silesia en Polonia) el 12 de octubre de 1891. Cuando tiene dos años, muere su padre. En plena adolescencia toma la primera decisión importante y trascendental de su vida: dejar la escuela y el judaísmo porque, según nos cuenta, no encontraba en ellas sentido para la vida. Fue después filósofa y escritora espiritual. Para una mejor comprensión de su obra, podemos dividirla en (1) Escritos autobiográficos y cartas. (2) Escritos fenomenológicos. (3) Escritos de filosofía cristiana. (4) Escritos antropológicos y pedagógicos. (5) Escritos Espirituales.

Con 20 años ingresa en la Universidad de Breslau y estudia Historia y Germanística. Dos años después la encontramos en la Universidad de Gotinga donde había llegado atraída por la Fenomenología, una corriente filosófica que emergía en aquel momento y que enseñaba Husserl. Allí publica su tesis con el título Sobre el problema de la Empatía. Poco después escribirá Causalidad Sentiente e Individuo y Comunidad persiguiendo la idea de encontrar asiento para la nueva psicología que florece en Europa. A este periodo temprano pertenece también Una investigación sobre el Estado, con la que culmina la elaboración de una Antropología Fenomenológica, cuya pretensión es alcanzar a hablar del hombre y de la comunidad.

Siguiendo un orden cronológico, podemos citar las siguientes obras: Introducción a la Filosofía. Obra interesante y original, donde a través de un diálogo con (→ Kant) y Husserl establece la diferencia entre naturaleza y subjetividad mostrando conocimientos profundos de física, biología y filosofía. En la segunda parte de la obra formula algunas de sus ideas antropológicas a través del estudio de la libertad, la conciencia y la reflexión, como características del hombre. Finalmente esta obra se convertirá en el preámbulo de otra posterior La estructura de la persona humana, siendo el fruto de un curso impartido en el Instituto de Pedagogía Científica de Münster (1932-33).

En 1921 lee el Libro de la Vida de (→ Teresa de Jesús) y definitivamente orienta su vida hacia el cristianismo. En 1922 se bautiza y confirma. A partir de ese momento su pensamiento filosófico se abre a un conocimiento nuevo. Estudia las obras de (→ Tomás de Aquino) y (→ Duns Escoto). Apoyándose en la base de sus propias obras filosóficas de antropología escribe Potencia y Acto, obra de metafísica y ontología a través de la cual dialoga con el pensamiento de sus amigas fenomenólogas Gehrda Walter y Hedwing Conrad-Martius. Poco después escribirá Ser Finito y Ser Eterno, su gran obra, en la que desarrolla una metafísica inspirada en la filosofía de Santo Tomás y en la fenomenología de Husserl, convirtiéndose así en una de las tomistas más originales de la historia de la Filosofía. Mérito suyo es haber logrado generar en el ámbito de la antropología filosófica un pensamiento original, que no obstante sigue inédito y no suficientemente reconocido y estudiado. En 1932 dicta unas conferencias sobre La mujer y la Pedagogía. Seguidamente ingresa en el Carmelo Descalzo de Breslau con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz.

Tras la llegada de los nazis al poder se traslada al Carmelo de Colonia, y posteriormente (1938) al Carmelo de Echt en Holanda donde escribirá su última obra: La Ciencia de la Cruz, en un acto de obediencia a sus superiores. Es su obra más personal y autobiográfica. El 2 de agosto de 1942 es arrestada por la Gestapo. El primer destino: el Campo de concentración de Amersfoort, desde donde será trasladada el 9 de agosto a Auschwitz-Birkenau. Marcada con el número 44.074, muere como judía y mártir de la fe cristiana a los 51 años de edad en la cámara de gas del campo de concentración. Es canonizada el 11 de octubre de 1998 en la Plaza de san Pedro y declarada co-patrona de Europa el 13 de diciembre del año siguiente en el Sínodo de Europa.

1. El ángulo abierto de un triángulo cerrado.

Foto-Edith-SteinEncontrarse con Edith Stein, es hallarse ante un pensamiento profundo y una antropología humanizada y humanizadora. La suya es una vida apasionada, ahíta de conocimiento y abierta a todo; una vida “al servicio de la Humanidad”, en palabras suyas. Sobre la base de una personalidad recia, independiente, voluntariosa y sincera hasta la transparencia, vemos evolucionar y transformarse a esta mujer singular cuyo mayor logro será, como en tantos santos del Carmelo Descalzo, haber conseguido encarnar su pensamiento filosófico, religioso y místico en la propia vida.

Edith Stein forma junto a (→ Simone Weil) y Hannah Arendt una especie de triángulo donde, de forma virtual, podríamos encerrar para su estudio y comprensión, gran parte del pensamiento del siglo XX en el corazón de Europa. Ciertamente no contienen todas las perspectivas de ese periodo, pero sí algunas muy representativas. Hablamos de un siglo que nos ha dejado parte de su complejidad en este triángulo de mujeres, grandes pensadoras, judías las tres, pero con recorridos vitales muy diferentes.

Los ojos de Hannah Arendt sondean el futuro histórico a través de la longitud de onda de la contingencia de los hechos humanos, hasta descubrir que la política no puede conseguir que la gente sea mejor, aunque es posible llegar a crear un espacio para la libertad, si las circunstancias acompañan, pero siempre dentro de unos límites estrechos. Como su pueblo judío, ella misma se convertirá en nómada, dentro de una sociedad en la que no termina de encontrar su nicho.

El pensamiento de Simone Weil conduce a reconocer el valor de la gracia en las condiciones intramundanas, en sus extremos de necesidad. El pensamiento de Weil, exige la no resistencia al orden de esa necesidad, llamada por ella “recreación”. De igual manera que Dios se decreó a sí mismo para que los seres tuvieran existencia, el alma debe renunciar a sí, exigiéndose el consentimiento del reino de la necesidad en el orden material mientras se es libre en el orden del espíritu. En este sentido, Simone Weil pide que el ser deseante viva en conformidad con la voluntad de Dios, entendida como acogimiento de todo lo que sucede bajo su permisión. Aceptando sus operaciones necesarias, alcanzara la perfección.

Esta forma de “mística” se convierte en un sublime afrontamiento del deseo de infinito, aunque sin lucha contra ese ángel que exige en la vida la acción, la duda y, sobre todo, el no poder cuadrar filosófica y teológicamente el paso oculto de Dios y nuestros propios pasos. De alguna manera, estamos condenados a no poder determinar con seguridad los pasos de Dios en la creación, sólo a intuirlos. Así, ella misma (Simone Weil) y su vida. Leer más…

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“La banalidad de la homofobia”, por Ramón Martínez

Jueves, 29 de septiembre de 2016
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israel-levanta-el-primer-monumento-a-los-gaysExcelente artículo que publica en Cáscara amarga:

Koji no cree que lo suyo sea homofobia porque no considera que las personas no heterosexuales seamos, además, humanas.

 Desde que hace unas semanas fue detenido el llamado Koji Kabuto, como consecuencia de su ya larga trayectoria difundiendo un clarísimo discurso de odio contra las personas no heterosexuales, no dejo de pensar qué puede llevar a una persona no solo a ofrecer públicamente las muestras de desprecio que hemos observado en sus videos y redes sociales, sino cómo es posible también que esa misma persona no sea consciente -o no quiera serlo- del efecto que acaban provocando sus declaraciones.

Un argumento más que habitual para explicar la homofobia, desde que el propio concepto de homofobia se inventó, consiste en vincularla a una sexualidad poco asumida o desarrollada. La imagen del detenido, que hemos podido observar con un detenimiento casi morboso en sus publicaciones, ha provocado numerosos comentarios en ese sentido: sus cejas, que según la pública opinión han padecido una depilación excesiva, han servido como piedra de toque para revelar una supuesta cualidad del dicho individuo: es homófobo porque es gay y no lo asume.

Nunca me ha gustado esta argumentación. Si toda la homofobia tiene su origen en la homosexualidad no asumida el problema se convertiría en una cuestión interna de las personas no heterosexuales, admitiendo así que quienes cumplen a rajatabla con los mandatos de la ortodoxia sexual, que son también quienes los hacen cumplir a cualquier heterodoxo confirmado o supuesto, están libres de toda posible culpa.

Dejando esto a un lado, pues el origen y fundamentación de la homofobia da para muchas más líneas de las que aquí puedo permitirme, me preocupa también, como digo, que algunas de las formas de homofobia reconocidas traten de hacerse pasar por inocentes, o incluso amparadas por ciertas concepciones no poco retorcidas del concepto de la libertad. Algo hemos debido romper sin querer, aunque otros tanto lo quisieran, en nuestra occidental forma de pensar para que hayamos olvidado el vínculo ineludible entre la libertad de una persona y la libertad de todas las demás.

Ayer mismo lo decía Amelia Varcálcel, maestra entre maestras, en una entrevista en El Mundo:la libertad tampoco es la volición. No es el yo quiero. La libertad es el territorio común en que las voluntades deben medirse unas con otras. La libertad de expresión, la libertad religiosa, y tantas y tantas otras libertades no pueden arrasar el derecho colectivo a la misma libertad, y así es preciso indicar en qué momento una supuesta forma de libertad vulnera muchas otras, y defender y valorar la interconexión entre todas ellas.

Pero experimentamos actualmente un interesante -y muy dañino- aislamiento, producto evidente del individualismo rampante al que nuestro Occidente lleva décadas entregado: las acciones de una sola persona, bajo la libertad de su manto, no tienen más consecuencias percibidas que las directas. Parece que hemos olvidado que el discurso de odio funciona como una correa de transmisión, como una cadena en la que cada eslabón hace posible la existencia del siguiente.

Las palabras de un obispo propician el relativismo de cualquier alcalducho, y la posición de éste provoca que un ‘videoblogger’ difunda un determinado mensaje, que a su vez escucharán cientos de personas que creerán lícita la amenaza en redes sociales y que, finalmente, alguien se encargará de concretar en una agresión a cualquiera de aquellas personas que el fanático originario quiso señalar.

Y el problema reside en que, exceptuando los dos últimos eslabones de esta cadena, el resto de elementos del proceso solo con dificultad se interpretan como culpables, porque pretenden acogerse a la ya mencionada libertad de expresión. Son inocentes porque parecen fundamentarse en una inconsciencia de sus consecuencias.

Aunque existe un supuesto principio del debate en redes, la llamada Ley Godwin, que defiende que quien primero recurra al nazismo como argumento termina y pierde la discusión, creo necesario, y muy relevante, poder emplearlo como recurso para la comparación, tanto porque las barbaries del régimen aquel suponen un importante referente del mal absoluto que puede alcanzar la humanidad como porque hacer imposible la referencia me parece una sibilina forma de silenciar aquellos sucesos.

Así, salvando no pocas distancias, estas semanas he recurrido al juicio a Eichmann, uno de los responsables de la Solución final, para tratar de entender mejor el comportamiento de Koji Kabuto y cómo él mismo interpreta las acciones que ha llevado a cabo. Eichmann, que enviaba trenes hacia campos de concentración, se declaró en su juicio «inocente, en el sentido en que se formula la acusación», siendo éste, como indica Hannah Arendt, que hizo lo que hizo «con pleno conocimiento de la naturaleza criminal de sus actos».

Nuestro personaje, tal como ha declarado también se presenta como un inocente. Él no es homófobo: tiene amigos gais, usa ropa de marca gay (?), y un largo etcétera de justificaciones. Koji Kabuto no se considera homófobo porque para él la homofobia no reside en la difusión de su mensaje, aunque al cabo sus vídeos, si seguimos la cadena del odio, provoquen agresiones.

Para él la homofobia se encuentra en la propia agresión, no en las fases previas a que esta se produzca. Su homofobia, la que le hemos reconocido, no le resulta relevante, significativa ni fácilmente aceptable porque, del mismo modo que el mal del que nos hablaba Hannah Arendt al hilo del juicio a Eichmann, es perfectamente banal.

Dice la Academia que banal significa «trivial, común, insustancial», y creo que es precisamente esos rasgos los que mejor definen la homofobia que sabemos propia de nuestro Koji. Su homofobia es trivial porque «carece de toda importancia y novedad», es común porque es «corriente, recibida y admitida de todos o de la mayor parte» y en insustancial porque, aunque la Academia dice que es algo «carente de sustancia o de interés», resulta un comportamiento como falto de concreción, de precisión sobre la realidad.

Se trata así de una homofobia cultural, que todo lo impregna y, por tanto, resulta complicada de aislar como problemática, de igual manera que, al no aplicarse sobre una persona concreta, se ofrece como discurso normalizado sobre el común de las personas a las que estereotipa, estigmatiza y deshumaniza. Es una homofobia irrelevante, porque no tiene como consecuencia directa la bofetada, y como tal, hasta hoy ha venido resultando impune.

Pero con su detención, y esperemos que pronto juicio y condena ejemplarizante, queda fuera de toda discusión que lo que hace Koji Kabuto es homofobia, pues difunde un mensaje de odio.

Avanzamos, porque la única forma de erradicar el problema de las agresiones no es solo condenarlas cuando se producen, sino retroceder en la cadena del odio para eliminar también aquellas manifestaciones de la homofobia que se amparan en una libertad muy mal entendida; esa tan común, tan banal, que se sigue propagando porque el estereotipo que nos resume como personas no heterosexuales sigue estando deshumanizado.

Koji no cree que lo suyo sea homofobia, que sus burdas opiniones online constituyan un atentado contra los derechos humanos porque, en conjunto, como estereotipo, no considera que las personas no heterosexuales seamos, además, humanas. Y lesbianas, gais, bisexuales y transexuales somos seres humanos. Todavía hace falta decirlo.

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No a nosotros mismos. Que vivan las cadenas y la “marica advenediza”

Miércoles, 28 de enero de 2015
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doble-moralUn buen artículo que hemos leído en Cáscara Amarga:

Una de las preguntas más frecuentes que formula una persona lesbiana, gay, bisexual o transexual que se considera, en mayor o menor medida, ideológicamente de izquierdas cuando se enfrenta con un igual cuyas ideas políticas pueden enmarcarse en lo que consideramos habitualmente derecha es el clásico “¿cómo puedes ser lesbiana, gay, bisexual o transexual y ser votante de partidos conservadores?”. La cuestión, que suele considerarse ya como un tópico de humor, vuelve a nuestro pensamiento a través de nuestras pantallas porque la semana pasada, en el desfile carnavalesco de concursantes de ese programa inverosímil que es ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, nos encontramos con el caso de Sandro, visiblemente gay y que afirma posicionarse ideológicamente de derechas, además de declararse monárquico. Este hecho, que habitualmente suele calificarse casi como una traición a la patria, creo que requiere de una reflexión, no tanto ya de si las personas no heterosexuales deben militar activamente sólo en partidos de izquierda –ya me gustaría a mí–, sino sobre cómo cada persona se enfrenta individualmente a su propia exclusión por el hecho de no encajar en la norma heterosexual.

Queramos o no, lesbianas, gais, bisexuales y transexuales hemos sido asimilados en Occidente a la cultura heterosexual, más que posiblemente porque nuestra propia identidad como heterodoxos sexuales y del género está derivada de una determinada concepción de la sexualidad propia de nuestro entorno heteronormativo. Las construcciones clásicas que dividen el activismo en asimilacionista, aquel que pretende que las cualidades sexuales y de género de cada persona no supongan ninguna diferenciación, o comunitarista, que persigue la igualdad sin olvidar la particularidad específica de nuestra distinción; han perdido ya buena parte de su sentido, aunque deban seguir teniéndose muy en cuenta como un sustrato del que partir, ya que a nosotros y nosotras se nos empiezan a reconocer una serie de derechos, legislándose incluso algunas acciones afirmativas –que es como debe traducirse lo que tan mal se convierte, interesadamente, en “discriminación positiva”–, que nos equiparan poco a poco a las personas cuya sexualidad no se aparta de la norma. Pero en este proceso de asimilarnos es preciso detenernos a pensar cómo afronta cada cual su relación con propia circunstancia como persona susceptible de ser excluída, con su propia condición de paria sexual más o menos oprimido por una casta heterosexual. Y ese proceso hay que analizarlo de manera individual pues si comparamos nuestra especificidad con una posible especificidad religiosa sucede que, como recuerda mi querida Hannah Arendt, “la cuestión judía se convierte en un problema para el judío individual”.

Enfrentados en la soledad de nuestra adolescencia con el descubrimiento de una sexualidad que no nos es posible encuadrar en los patrones que hemos aprendido y que también por nuestro aprendizaje sabemos que puede suponernos un motivo de exclusión, son dos las salidas factibles. En primer lugar es viable interpretar esta cualidad nuestra como una anécdota sin más de todo lo que somos, de cuantas cualidades nos definen como personas. Esconderíamos así nuestra condición de parias, restándole importancia y tratando de que otros de nuestros rasgos sean más destacables. Seríamos el advenedizo o parvenu, el individuo que se salva así de la marginalidad eliminándole a su especificidad sexual o de género cualquier atisbo de diferenciación, cualquier importancia. No niega ser lesbiana, gay, bisexual o transexual, pero eso es lo de menos: reniega del don de su nacimiento en pos de integrarse, de medrar en un contexto donde se le consideraría –y seguramente se le siga considerando– un paria. Así, el tipo del advenedizo, enfrentado a la defensa de los derechos la diversidad sexual y de género, acostumbrará manifestar su malestar frente a la insistencia en la propia cualidad de no ser heterosexual, y llamará al activismo, incluso al más institucionalizado, “radical”, en el mal sentido, tratando de apartarse de toda reivindicación colectiva. Conviene destacar, dentro de esta categoría, al tipo específico que pretende identificarse por su habilidad en lo económico. Arendt, en su reflexión sobre la judeidad, los llamó “los judíos de los negocios”, y quiero permitirme el homenaje denominando a este carácter “la marica de los negocios”, cuyas características puede compartir con el estereotipo judío aquél y, citando a la filósofa, señalaremos que son “las cualidades que el ‘advenedizo’ debía poseer si querían triunfar –inhumanidad, avaricia, insolencia, rastrero servilismo y determinación para medrar–”. Quizá conozcas alguno.

En segundo lugar hay otra posibilidad que, siendo igualmente respetable que la anterior, considero éticamente mucho más acertada. Se trata de lo que Arendt llama “el paria consciente”, aquellas personas que, citándola, “en vez de ceder a la tentación del mimetismo estúpido de la carrera del parvenu, intentaron tomarse el gozoso mensaje de la emancipación más en serio de lo que nadie había pretendido nunca y ser –en su condición de judíos– seres humanos”. Es decir, lesbianas, gais, bisexuales o transexuales que desean acceder a sus derechos ciudadanos precisamente desde su cualidad de heterodoxos sexuales, sin tener que renunciar ni a un ápice de su identidad para alcanzar el status de ciudadanía plena. Es ésta la diferencia que marcaba Denneny en 1981 cuando afirmaba “homosexual y gay no son la misma cosa: gay es cuando decides que sea importante”. Y a través de este empoderamiento del don de la distinción con que hemos nacido se consigue algo mágico: de pronto hay algo importante que une a todas esas personas, que las puede mover a trabajar unidas. El proceso individual mediante el que nos enfrentamos a la cualidad que nos excluye genera en este caso que nos reconozcamos en otros, que podamos sentir como propios los problemas de otras personas, que intentemos quizá tratar de paliar sus sufrimientos. Así es como nace el activismo, una ética de comportamiento y defensa de derechos que implica siempre el bienestar colectivo, no únicamente individual.

Y así llegamos a responder a la pregunta inicial, ¿qué ideología es más adecuada para una persona no heterosexual? Cualquiera, evidentemente. Es posible ser de derechas, quizá tras un posicionamiento como lo que antes llamábamos advenedizos. Pero creo que la consciencia de ser de un modo u otro susceptibles de marginación, el proceso de convertirse en un paria consciente, no deja otra opción que una ideología política comprometida con lo colectivo, con la defensa de los derechos no sólo de uno mismo sino de todas las personas. Un hombre homosexual puede ser de izquierdas o de derechas, incluso no posicionarse en esos términos, si es que eso es posible. Pero un hombre gay sólo podrá ser de izquierdas, porque desde el reconocimiento de su especificidad como un don, como una cualidad relevante en su cotidianeidad, ha de llegar al convencimiento activista de trabajar por el bien común.

Individual o colectivo, ¿cómo enfrentar a partir de aquí la tarea de defender los derechos de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales? Si diariamente nos enfrentamos a noticias como la de esa letra profundamente homófoba que iba a ser presentada al Carnaval de Santa Cruz de Tenerife por la murga Ni Fu Ni Fa, que ha sido finalmente retirada gracias a la presión colectiva que iniciaron las Juventudes Socialistas, a las que siguió el PSOE y numerosos activistas de diversos colectivos, precisamente mientras nos enterábamos de que el canario Colegio Pepe Monagas es el primero en visibilizar la prohibición de discriminación por motivo de orientación sexual e identidad de género; si nos estremecemos al leer que el terrorista Estado Islámico, después de lapidar en noviembre a dos jóvenes acusados de practicar la homosexualidad en la localidad de Deir Ezzor, ha condenado a muerte a dos hombres homosexuales en la ciudad iraquí de Mosul, procediendo a cumplir la sentencia lanzándolos al vacío, y que la Federación Argentina LGBT frente a esta barbarie ha exigido la intervención de la comunidad internacional, la misma comunidad internacional a la que el ya nunca más simpático y progresista Papa Francisco advierte de que el Matrimonio Igualitario constituye una “colonización ideológica de la familia”; se hace evidente con todo esto que el mejor camino no es el del advenedizo que consiente determinadas cadenas e incluso las celebra, tal como algunos majos y majas gritaban el “vivan las cadenas” defendiendo el absolutismo durante la Guerra de la Independencia; convocando desde una empresa unos misteriosos Premios LGTB que acaban recibiendo los reyes de España por su compromiso (?) con el colectivo, como va a suceder en esta edición de FITUR GAY –ni lesbiana, ni bisexual, ni transexual porque, según el organizador “los hosteleros podían pensar que iban a tener el hotel lleno de Cármenes de Mairena o de Venenos”–; sino que el trayecto adecuado es el trabajo en comunidad para perseguir el bien común, la creación de un movimiento, porque “quien no se mueve no siente las cadenas”, que nos dijo Hannah Arendt,. La vía hacia la Igualdad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales no pasa por el “no a nosotros mismos” y el sí a mi bienestar personal. Pasa por la unión de todos y todas, porque, como nos recuerda Arendt, el poder “surge entre los hombres cuando actúan juntos y desaparece al momento en que se dispersan”.

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Edith Stein, cristiana judía, asesinada por “cristianos” (E. Castellano)

Sábado, 9 de agosto de 2014
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Saint_Edith_SteinCelebramos hoy la festividad  de Santa Edith Stein, mártir en Auschwitz, por lo que es un momento adecuado (No olvidemos Israel/Paestina, Irak, África…) para leer este buen artículo que hemos leído en el  blog de Xabier Pikaza:

Hoy recuerdan los amigos de la libertad y el pensamiento, judíos y cristianos, a Santa Edith Stein, Patrona de Europa, que profesó como carmelita cristiana en el convento de Colonia (Alemania), sin dejar de ser judía, siendo asesinada como judía por los nazis, en el campo de Auschwitz el 9 de de Agosto de 1942.

Es una fe las grandes figuras intelectuales, judías y cristianas, del siglo XX, una mujer que supo descubrir por Jesús, su Cristo, el camino que conduce a la Séptima Morada, siguiendo las huellas de Teresa de Jesús, su hermana, también judía de origen.

Pedí hace unos años a Emilia Castellano, pensadora y terapeuta, gran amiga, que trazara su semblanza para “nuestro” Diccionario de Pensadores cristianos. Ésta fue su colaboración, que hoy presento gozoso en el día de Edith (¿Ester?), en un momento en que el dolor judío y cristiano sigue encendiendo grandes alarmas, especialmente en el Cercano Oriente (Irak, Gaza).

La asesinaron unos poderes “cristianos” porque, a pesar de haberse hecho cristiana y de vivir como monja contemplativa, seguía siendo judía. En ella se encarna la gran paradoja del auténtico Israel, a quien sus hijos cristianos han perseguido por siglos… queriendo matar a su madre.

Muchos cristianos hemos considerado mala madrastra a nuestra buena madre judía. No hemos reconocido lo que somos. Humanamente hablando tenemos poco remedio… Alguien ha dicho que nos llamamos cristianos para así poder negar mejor a nuestro Cristo judío.

Por eso, en un tiempo como éste, es bueno recordar a Santa Edith, nueva Ester “invertida”, y con ella a los seis millones de santos judíos asesinados por cristianos.

Edith, querida, ruega por nosotros, judíos y cristianos (sin olvidarte de los musulmanes… ni de Irak, ni de Gaza…). También aquí en España juzgaron y mataron antaño los de la Santa Inquisición a muchos cristianos judíos como tú..

Gracias, Emilia, todo lo que sigue es tuyo. La imagen inicial de Edith aparece repetida en el Diccionario de Pensadores Cristianos, para el que me hiciste el honor de escribir esta entrada.

STEIN, EDITH (TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ) (1881-1942)(Emilia Castellano).

10380909_804692689549717_4336269902471815840_nReligiosa y filósofa católica, de origen judío. Nació en Breslau (hoy capital de Silesia en Polonia) el 12 de octubre de 1891. Cuando tiene dos años, muere su padre. En plena adolescencia toma la primera decisión importante y trascendental de su vida: dejar la escuela y el judaísmo porque, según nos cuenta, no encontraba en ellas sentido para la vida. Fue después filósofa y escritora espiritual. Para una mejor comprensión de su obra, podemos dividirla en (1) Escritos autobiográficos y cartas. (2) Escritos fenomenológicos. (3) Escritos de filosofía cristiana. (4) Escritos antropológicos y pedagógicos. (5) Escritos Espirituales.

Con 20 años ingresa en la Universidad de Breslau y estudia Historia y Germanística. Dos años después la encontramos en la Universidad de Gotinga donde había llegado atraída por la Fenomenología, una corriente filosófica que emergía en aquel momento y que enseñaba Husserl. Allí publica su tesis con el título Sobre el problema de la Empatía. Poco después escribirá Causalidad Sentiente e Individuo y Comunidad persiguiendo la idea de encontrar asiento para la nueva psicología que florece en Europa. A este periodo temprano pertenece también Una investigación sobre el Estado, con la que culmina la elaboración de una Antropología Fenomenológica, cuya pretensión es alcanzar a hablar del hombre y de la comunidad.

Siguiendo un orden cronológico, podemos citar las siguientes obras: Introducción a la Filosofía. Obra interesante y original, donde a través de un diálogo con (→ Kant) y Husserl establece la diferencia entre naturaleza y subjetividad mostrando conocimientos profundos de física, biología y filosofía. En la segunda parte de la obra formula algunas de sus ideas antropológicas a través del estudio de la libertad, la conciencia y la reflexión, como características del hombre. Finalmente esta obra se convertirá en el preámbulo de otra posterior La estructura de la persona humana, siendo el fruto de un curso impartido en el Instituto de Pedagogía Científica de Münster (1932-33).

En 1921 lee el Libro de la Vida de (→ Teresa de Jesús) y definitivamente orienta su vida hacia el cristianismo. En 1922 se bautiza y confirma. A partir de ese momento su pensamiento filosófico se abre a un conocimiento nuevo. Estudia las obras de (→ Tomás de Aquino) y (→ Duns Escoto). Apoyándose en la base de sus propias obras filosóficas de antropología escribe Potencia y Acto, obra de metafísica y ontología a través de la cual dialoga con el pensamiento de sus amigas fenomenólogas Gehrda Walter y Hedwing Conrad-Martius. Poco después escribirá Ser Finito y Ser Eterno, su gran obra, en la que desarrolla una metafísica inspirada en la filosofía de Santo Tomás y en la fenomenología de Husserl, convirtiéndose así en una de las tomistas más originales de la historia de la Filosofía. Mérito suyo es haber logrado generar en el ámbito de la antropología filosófica un pensamiento original, que no obstante sigue inédito y no suficientemente reconocido y estudiado. En 1932 dicta unas conferencias sobre La mujer y la Pedagogía. Seguidamente ingresa en el Carmelo Descalzo de Breslau con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz.

Tras la llegada de los nazis al poder se traslada al Carmelo de Colonia, y posteriormente (1938) al Carmelo de Echt en Holanda donde escribirá su última obra: La Ciencia de la Cruz, en un acto de obediencia a sus superiores. Es su obra más personal y autobiográfica. El 2 de agosto de 1942 es arrestada por la Gestapo. El primer destino: el Campo de concentración de Amersfoort, desde donde será trasladada el 9 de agosto a Auschwitz-Birkenau. Marcada con el número 44.074, muere como judía y mártir de la fe cristiana a los 51 años de edad en la cámara de gas del campo de concentración. Es canonizada el 11 de octubre de 1998 en la Plaza de san Pedro y declarada co-patrona de Europa el 13 de diciembre del año siguiente en el Sínodo de Europa.

1. El ángulo abierto de un triángulo cerrado.

Edith1938bEncontrarse con Edith Stein, es hallarse ante un pensamiento profundo y una antropología humanizada y humanizadora. La suya es una vida apasionada, ahíta de conocimiento y abierta a todo; una vida “al servicio de la Humanidad”, en palabras suyas. Sobre la base de una personalidad recia, independiente, voluntariosa y sincera hasta la transparencia, vemos evolucionar y transformarse a esta mujer singular cuyo mayor logro será, como en tantos santos del Carmelo Descalzo, haber conseguido encarnar su pensamiento filosófico, religioso y místico en la propia vida.

Edith Stein forma junto a (→ Simone Weil) y Hannah Arendt una especie de triángulo donde, de forma virtual, podríamos encerrar para su estudio y comprensión, gran parte del pensamiento del siglo XX en el corazón de Europa. Ciertamente no contienen todas las perspectivas de ese periodo, pero sí algunas muy representativas. Hablamos de un siglo que nos ha dejado parte de su complejidad en este triángulo de mujeres, grandes pensadoras, judías las tres, pero con recorridos vitales muy diferentes.

Los ojos de Hannah Arendt sondean el futuro histórico a través de la longitud de onda de la contingencia de los hechos humanos, hasta descubrir que la política no puede conseguir que la gente sea mejor, aunque es posible llegar a crear un espacio para la libertad, si las circunstancias acompañan, pero siempre dentro de unos límites estrechos. Como su pueblo judío, ella misma se convertirá en nómada, dentro de una sociedad en la que no termina de encontrar su nicho.

El pensamiento de Simone Weil conduce a reconocer el valor de la gracia en las condiciones intramundanas, en sus extremos de necesidad. El pensamiento de Weil, exige la no resistencia al orden de esa necesidad, llamada por ella “recreación”. De igual manera que Dios se decreó a sí mismo para que los seres tuvieran existencia, el alma debe renunciar a sí, exigiéndose el consentimiento del reino de la necesidad en el orden material mientras se es libre en el orden del espíritu. En este sentido, Simone Weil pide que el ser deseante viva en conformidad con la voluntad de Dios, entendida como acogimiento de todo lo que sucede bajo su permisión. Aceptando sus operaciones necesarias, alcanzara la perfección.

Esta forma de “mística” se convierte en un sublime afrontamiento del deseo de infinito, aunque sin lucha contra ese ángel que exige en la vida la acción, la duda y, sobre todo, el no poder cuadrar filosófica y teológicamente el paso oculto de Dios y nuestros propios pasos. De alguna manera, estamos condenados a no poder determinar con seguridad los pasos de Dios en la creación, sólo a intuirlos. Así, ella misma (Simone Weil) y su vida.

Frente a la robustez del pensamiento analítico de Arendt, en el que casi todo se centra en el análisis y la referencia a lo político, y en contraste con la “kénosis intelectual” de (→ Simone Weil) que conduce casi irremediablemente a la auto aniquilación como medio para compartir el sufrimiento de sus compatriotas franceses, Edith Stein es el camino hacia la apertura de la existencia que conduce a un final de elección y perdón.

Quizás pase por ahí la línea que curva definitivamente ese triángulo de pensamiento filosófico, teológico, existencial y político, para hacerlo más abarcador, acogiendo en sí la compleja realidad que caracteriza el siglo XX y que no es otra que la tecnociencia. Es esta apertura existencial de la vida de Edith la que conseguiría convertir en círculo, ese hipotético triángulo que hemos construido con el pensamiento de estas tres grandes mujeres, y que no obstante, como tantos otros, se muestra limitado para superar nuestros problemas de relación y comunicación humana. Leer más…

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“¿Cuánta barbarie existe aún entre nosotros?”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Domingo, 27 de julio de 2014
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picassoguernica

No sólo es en Gaza, Irak, Sudán o Centro África donde se vive una violencia descarnada como demuestran las noticias precedentes. En nuestras sociedades, teóricamente desarrolladas permanece y se alimenta un odio cainita que destroza cuanto quiere apaleando, linchando, odiando… cuando no abusando del inocente … No hemos puesto las imágenes de las noticias que acompañan porque son muy duras. Quien lo desee puede pinchar en los enlaces que amplían las noticias.

Francia, conmovida ante las imágenes del adolescente gitano apaleado en París

El linchamiento de un joven gitano provoca reacciones de condena en Francia

La imagen del adolescente gitano apaleado conmociona a Francia

Leído en la página web de Redes Cristianas

Perversidades siempre han existido en la humanidad, pero hoy, con la proliferación de los medios de comunicación, algunas se hacen más patentes y suscitan especial indignación. El caso más clamoroso fue el linchamiento de la inocente Fabiane María de Jesús en Guarujá en el litoral paulista a principios de este mes de mayo de 2014. Confundida con una secuestradora de niños para prácticas de magia negra, fue literalmente despedazada y linchada por una turba de indignados.

Tal hecho constituye un desafío a la comprensión, pues vivimos en sociedades consideradas civilizadas y dentro de ellas ocurren prácticas que nos remiten a los tiempos de barbarie, cuando aún no había contrato social ni reglas colectivas para garantizar una convivencia mínimamente humana.

Hay una tradición teórica que ha intentado dilucidar tal hecho. En 1895 Gustave Le Bon escribió, quizá fue el primero, un libro sobre la “Psicología de las masas”. Su tesis es que una multitud, dominada por el inconsciente, puede formar un “alma colectiva” y llegar a practicar actos perversos que el “alma individual” normalmente jamás practicaría. El norteamericano H. L. Melcken escribió en 1918 “La Turba”, un estudio mesurado sobre el hecho. Muestra la identificación del grupo con un líder violento o con una ideología de exclusión, que adquiere entonces un cuerpo propio y, sin control, deja que irrumpa lo bárbaro que anida todavía en el ser humano. Freud en 1921 retomó la cuestión con su “Psicología de las masas y análisis del yo”. Los impulsos de muerte subsistentes en el ser humano, dadas ciertas situaciones colectivas, dice, escapan al control del superyó (conciencia, reglas sociales) y aprovechan el espacio liberado para manifestarse con toda su virulencia. El individuo se siente amparado y animado por la multitud para dar salida a la violencia escondida dentro de él.

El análisis más incitante fue hecho por la filósofa Hannah Arendt. En 1961 siguió en Jerusalén todo el proceso del juicio del criminal nazi Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad. En 1963 Arendt escribió un libro que irritó a muchos: “Eichmann en Jerusalén: un relato sobre la banalización del mal”. Y acuñó la expresión “la banalización del mal”. Mostró como la identificación con la figura del “Führer” y con las órdenes dadas desde arriba pueden llevar a las peores barbaridades con la conciencia más tranquila del mundo. Pero no solo en ellos se expresa la barbarie. También lo hace en aquellos judíos a los que desbordaba su odio a Eichmann, exigiendo los peores castigos para él, como expresión también de un mal interno.

¿Qué concluimos de todo esto? Que un concepto realista del ser humano debe incluir también su inhumanidad. Somos sapientes y dementes. En otras palabras: la barbarie, el crimen, el asesinato pertenecen al ámbito de lo humano. Hace miles de años dimos un día el salto desde la animalidad, del inconsciente al consciente, del impulso destructivo a la civilización. Pero ese salto todavía no se ha completado totalmente. Cargamos dentro de nosotros, latente pero siempre actuante, con el impulso de muerte. La religión, la moral, la educación, el trabajo civilizatorio han sido los medios que hemos desarrollado para poner bajo control esos demonios que nos habitan. Pero esas instancias no tienen la fuerza que pueda someter tales impulsos a las reglas de una civilización que procura resolver los problemas humanos con acuerdos y no recurriendo a la violencia.

Hay que reconocer que todavía prevalece en nosotros mucha barbarie. No diría animalidad, pues los animales se rigen por impulsos instintivos de conservación de la vida y de la especie. En nosotros esos impulsos perduran pero tenemos condiciones para volverlos conscientes, canalizarlos para tareas dignas a través de sublimaciones no destructivas, como Freud y, recientemente, el filósofo René Girard con su “deseo mimético” positivo tanto han insistido. Pero ambos se dan cuenta del carácter misterioso y desafiante de la persistencia de ese lado sombrío (pulsión de muerte en dialéctica con la pulsión de vida) que dramatiza la condición humana y pueden llevar a hechos irracionales y criminales como el linchamiento de una persona inocente. Todos pensamos en los linchadores, ¿pero cuáles serían los sentimientos de Fabiane María de Jesús, sabiéndose inocente y siendo víctima de la saña de la multitud que hace “justicia” por su propia mano?

La cuestión principal no es el Estado ausente y débil o el sentimiento de impunidad. Todo eso cuenta, pero no aclara el hecho de la barbarie. Ella está en nosotros. Y a todas horas resurge en el mundo con expresiones innombrables de violencia, algunas reveladas por la Comisión de la Verdad que analiza las torturas y las abominaciones practicadas por tranquilos agentes del Estado de terror implantado en Brasil.

El ser humano es una ecuación aún no resuelta: cloaca de perversidad, para usar una expresión de Pascal, y al mismo tiempo la irradiación de bondad de una Hermana Dulce en Bahía, que aliviaba los padecimientos de los más miserables. Ambas realidades caben dentro de ese ser misterioso ―el ser humano― que sin dejar de ser humano puede ser también inhumano. Tenemos que completar el salto de la barbarie a la plena humanidad. La situación violenta del mundo actual, también contra la Madre Tierra, nos deja aprensivos sobre la posibilidad de que ese salto pueda tener un final feliz. Sólo un Dios podrá humanizarnos. Él lo intentó pero acabó en la cruz. Uno de los significados de la resurrección es darnos esperanza de que aún es posible. Pero para eso necesitamos creer y esperar.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Filantropía.

Lunes, 3 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

philanthropia

Estamos acostumbrados a ver la amistad puramente como un fenómeno de intimidad, donde los amigos abren sus corazones sin tener en cuenta el mundo y sus exigencias. Rousseau y no Lessing es el mejor defensor de este punto de vista que concuerda tan bien con la actitud básica del individuo moderno, que debido a su alienación por el mundo sólo puede revelarse sinceramente en privado y en la intimidad de los encuentros cara a cara. Así nos es difícil de comprender la importancia política de la amistad. Cuando, por ejemplo, leemos en Aristóteles que la philia, la amistad entre ciudadanos, es una de las condiciones fundamentales del bienestar común, tendemos a creer que habla solamente de la ausencia de facciones y de guerra civil en el seno de la ciudad. Pero para los griegos, la esencia de la amistad consistía en el discurso. Sostenían que sólo un “hablar juntos” constante unía a los ciudadanos en un pulimento. Con el diálogo se manifiesta la importancia política de la amistad, y de su propia humanidad. El diálogo (a diferencia de las conversaciones íntimas donde las almas individuales hablan de sí mismas), aunque esté tan impregnado del placer de la presencia del amigo, se preocupa de la gente común, que permanece “inhumano” en cierto sentido muy literal, mientras los hombres no discutan de eso constantemente. Porque el mundo (gente) no es humano por haber sido hecho por los hombres, y no se vuelve humano porque la voz humana resuene allí, sino solamente cuando se hace objeto de diálogo. Como quiera que las cosas del mundo (gente) nos afecten intensamente, que puedan emocionarnos y estimularnos profundamente, no se vuelven humanas para nosotros más que en el momento en el que podemos debatir de eso con nuestros semejantes. Todo lo que no puede hacerse objeto de diálogo puede muy bien ser sublime, horrible o misterioso, incluso encontrar una voz humana a través de la cual resonar en el mundo, pero esto no es verdaderamente humano. Humanizamos lo que pasa en el mundo y en nosotros hablando de ello, y, en este hablar, aprendemos a ser humanos. Los griegos llamaban a esta humanidad que se realiza en las conversaciones de la amistad, philanthropia, “amor del hombre”, porque ella se manifiesta en una disposición que comparte el hombre con otros hombres.

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Hannah Arendt, Vies politiques, Gallimard

hannah-arendt

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Dom 23.3.14. Para alcanzar la paz: perdón y el amor al enemigo.

Domingo, 23 de febrero de 2014
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el-camino-de-la-paz-xabier-pikazaDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 7 tiempo ordinario, ciclo A. Sigue el tema del domingo anterior, centrado en las “antítesis” del Sermón de la Montaña (Mt 5, 21-48). Así llegamos al centro del mensaje que Jesús ofrece a quienes quieran escucharle, la verdad del evangelio.

El primer requisito para alcanzar la paz, en las condiciones actuales de la humanidad, dividida por la imposición de unos, el deseo de revancha de otros y el odio de todos, es el perdón, que viene a revelarse como el único poder que rompe el círculo del eterno retorno del pasado (con su ley de acción y reacción) que encierra a los hombres en su destino de violencia (H. Arendt, quizá la mayor experta del siglo XX en el tema del totalitarismo y la violencia social).

Un mensaje más alto…

Este es un mensaje que no puede imponerse, porque en ese caso dejaría de ser evangelio, y se convertiría de nuevo en una ley que es buena, y necesaria, pero no salvadora, ni pacificadora en el sentido radical de la palabra.

No podemos pedirles a los políticos que lo cumplan pues su proyecto se sitúa en otro plano… Pero podemos pedirles a los hombres de Iglesia que lo vivan, lo anuncien, lo proclamen, y esto es lo que yo no veo.

No podemos pedirles a las víctimas de la violencia o a sus representantes que lo cumplan, superando así el talión de la justicia, pero podemos esperar que los cristianos sean (seamos) sensibles más sensibles al proyecto y camino de pacificación de Jesús, renunciando a la venganza, al ojo por ojo, no para negar la justicia, sino para ratificarla desde un nivel más alto de verdad hecha amor. Sólo superando la venganza podremos romper el circulo de la violencia, de un modo creador, creando condiciones de regeneración del tejido social

Éste es un mensaje que me gustaría escuchar más a los cristianos, no sólo en un nivel de amor intimista, sino de compromiso de “liberación” social, desde arriba, como revelación de Dios:

He escuchado a los obispos de España diciendo cosas buenas sobre la ley natural y sobre algunos elementos de la moral cívica… pero no les he escuchado proclamar de verdad este evangelio, aplicándolo a la situación social en que vivimos, para así “crear” un hombre nuevo, en línea de perdón.

He escuchado muchas cosas buenas a las emisoras y televisiones que se dicen católicas, pero no he visto que desarrollen de manera consecuente el tema de este evangelio, para hacer así que la justicia, sea más que justicia, como supo y dijo Pablo al haber de la justificación de los “pecadores”.

He escuchado algunas buenas palabras a los políticos que se dicen cristianos…
. Pero en general me parecen muy propensos a la venganza, ojo por ojo, cárcel por cárcel.

Unos y otros tendemos a olvidar el mensaje y camino de Jesús. Buscamos nuestra verdad, más que el bien del otro. Buscamos la seguridad propia a costa de los demás…. Nos llamamos demócratas, pero en general no ofrecemos una oportunidad y un camino de vida para los que son distintos…

Este evangelio tiene otros matices, puede verse desde otras perspectivas… Pero está en el centro del mensaje de Jesús, no para exigir a otros que lo vivan, sino para animarnos a vivirlo los cristianos. Tiene dos partes, que comentaré brevemente. Buen fin de semana a todos

Más allá del ojo por ojo:

Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo os digo:
No resistáis al mal, sino que:
1. a quien te hiera en la mejilla derecha, ponle la otra;
2. al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica,
déjale también la capa;
3. a quien que te haga llevar carga una milla, llévasela dos.
4. Al que te pida, dale;
y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues (Mt 5, 38-42).

La ley (incluso la mejor) regula el orden del mundo por la fuerza, utilizando la violencia, conforme al principio del talión (ojo por ojo) que impone su sistema de equivalencia en los diversos campos de la vida. La ley tiene que oponerse a la violencia (ilegal) con violencia (legal). Ella no cree en la bondad del hombre ni en la victoria de la gracia sobre la violencia. En contra de eso, al decir «no resistáis al mal» o al Malo, Jesús, desborda los supuestos de la ley (israelita o no israelita), porque la primera obligación de toda ley es marcar las diferencias y oponerse al mal (al malo, injusto), para que los justos puedan vivir tranquilos, protegidos por la cerca o valla de la justicia.

Pues bien, Jesús ha querido derribar esa valla con un mandato negativo, universal: «no resistáis al mal», es decir, no respondáis con violencia a la violencia.

En este contexto se plantea la pregunta decisiva que suelen recordar los comentaristas judíos actuales: ¿Cómo puede mantenerse un pueblo si sus miembros (sus autoridades) renuncian a la resistencia y a la violencia legal? . Muchos pensaban y piensan que la sociedad (y justicia) nace de la resistencia contra el malo, como supone el principio del talión, que busca siempre un chivo expiatorio, un culpable a quien se puede y debe oponer, expulsándole del grupo.

‒ El talión es tajante: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de la ley.

‒ En contra de eso, el mensaje de Jesús es paradójico y se puede entender únicamente partiendo de las normas judiciales anteriores para superarlas.

(1) Empieza suponiendo que hay malos, hombres que dividen la sociedad y me amenazan: ponen en peligro mi vida. Leer más…

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Recordatorio

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