La recién elegida candidata socialista, Marina Silva, que releva al desaparecido Eduardo Campos en la carrera presidencial, ha defraudado a la comunidad LGTB de Brasil al retirar de su programa el compromiso de respaldar el matrimonio igualitario apenas unas horas después de publicarlo. Su proximidad con el potente electorado evangélico parece una de las razones más factibles.
Habíamos leído en La Nación que Marina Silva, candidata presidencial brasileña, en el capítulo titulado “Ciudadanía e Identidades” del programa de gobierno lanzado este viernes en Sao Paulo, se planteaba “apoyar propuestas en defensa del casamiento civil igualitario”, así como “eliminar obstáculos a la adopción de niños por parte de parejas homoafectivas“. Miembro de la conservadora iglesia evangélica Asamblea de Dios, Marina Silva no se refirió directamente a este tema cuando pronunció un discurso al ser lanzado el programa.
Pues bien, el comando de campaña de la candidata socialista a la Presidencia de Brasil Marina Silva informó este sábado que fueron retirados del programa de Gobierno, que presentó este viernes, los párrafos en que se manifestaba su apoyo al matrimonio homosexual. Paso en falso, presiones o miedo a perder apoyos. Sea como fuere, lo cierto es que Marina Silva, Silva, ferviente creyente de la religión evangélica, que condena la homosexualidad y candidata socialista a las elecciones presidenciales del próximo mes de octubre, ha retirado de su programa la reivindicación del matrimonio igualitario. Y lo ha hecho tan solo unas horas después de haberlo publicado. La aspirante a medirse con la actual presidenta, Dilma Rousseff, parece más preocupada de no perder el voto evangélico que de defender la igualdad total del colectivo LGTB. Silva, aunque bien posicionada en las encuestas, sustituye a Eduardo Campos, fallecido en un accidente aéreo el pasado 13 de agosto. En este sentido, el equipo de Silva demuestra un decepcionante abandono de los compromisos adquiridos por el anterior candidato.
Pero Silva quiere consolidarse como la candidata de los ciudadanos descontentos con la política actual y que no se identifican con el Partido de los Trabajadores (en el poder hace 12 años) y el opositor socialdemócrata PSDB. Según las últimas encuestas, Silva ganaría en segunda vuelta a la presidenta Dilma Rousseff, que aspira a la reelección en los comicios de octubre. En tercer lugar de las preferencias aparece el candidato Aecio Neves del PSDB.
Su equipo ha querido salir al paso de la polémica difundiendo un comunicado que, sin embargo, no aparece en el apartado de prensa de la web del partido. En la nota, recogida por medios de comunicación internacionales, los socialistas alegan que la redacción del texto ya retirado “no representa fielmente los resultados de la discusión interna”, matizando que “nuestro compromiso es con el Estado laico, con respeto a las libertades individuales y religiosas. El Estado laico es defender los intereses de todos, el que cree y no cree, independientemente de su color, religión u orientación sexual”.
El programa de Gobierno de la abanderada del Partido Socialista Brasileño (PSB) fue presentado en un acto celebrado en Sao Paulo y en uno de sus trechos manifestaba su apoyo al “casamiento civil igualitario” y a la aprobación de leyes que garanticen ese derecho. Sin embargo, según una nota divulgada este sábado por los responsables de su campaña, el texto “no retrataba con fidelidad los resultados del proceso de discusión sobre ese tema en la formulación del programa de Gobierno”. En lugar de los párrafos suprimidos, se ha agregado uno en el que se afirma que “permanece intocable el compromiso irrestricto” de la candidata “con la defensa de los derechos civiles” de los homosexuales y “con la promoción de acciones que eduquen a la población para la convivencia respetuosa con las diferencias”.
El influyente pastor evangélico brasileño Silas Malafia, en cuyas cuentas de Twitter se constata su profunda homofobia y su tenaz obsesión en contra de los derechos LGTB, que él mismo justifica hasta la saciedad en su “derecho democrático” a difundir libremente los postulados cristianos, cargaba contra la versión inclusiva del programa socialista. Según rezaba Malafia en un tuit, “el programa de gobierno de Marina es una defensa vergonzosa de la agenda gay, y lo peor, con datos mentirosos sobre asesinatos gays. Voy a esperar”. El pastor tiraba la piedra y escondía rápidamente la mano, añadiendo en tuits sucesivos que antes de un pronunciamiento rotundo quería comprobar la reacción de la propia Marina Silva. Y una vez esta echaba marcha atrás en sus compromisos electorales LGTB, Malafia no dudaba en transmitir su euforia con las siguientes palabras: “el activismo gay está enojado con Marina. ¡Comenzando a estar satisfecho! Gracias a toda la presión. No estamos aquí para tragarnos la agenda gay”.
Es un hecho el cúmulo de presiones ejercidas por el lobby evangélico en Brasil en contra de la igualdad de las personas LGTB, así como de sus mensajes de represión y de odio. El año pasado, sin ir más lejos, cerca de 100.000 personas convocadas por diversos grupos evangélicos mostraron en Río de Janeiro su oposición al derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio, reconocido judicialmente en ese país. La convocatoria coincidió con la “Marcha por Jesús”, un evento que anualmente congrega a decenas de miles de fieles evangélicos de todo el país.
La fuerza del evangelismo brasileño consiguió asimismo el esperpéntico nombramiento del diputado Marco Feliciano como presidente de la Comisión de Derechos Humanos, cargo que ocupó hasta finales de 2013. Feliciano es un socialcristiano, marcadamente homófobo y racista, que fue colocado en aras del acuerdo que su formación mantiene con el partido de Rousseff.
En cualquier caso, pese a la obcecación de pastores evangélicos como Malafia o incluso el negacionismo de los crímenes motivados por el odio LGTB, es tristemente cierto que la homofobia está instalada en buena parte de la sociedad brasileña y que a menudo se traduce en violencia, crímenes y suicidios. Y, desde luego, es inegable la responsabilidad del lobby evangélico mediante sus discursos vejatorios, como la interesada y falsa asociación entre homosexualidad y pederastia.
El Grupo Gay de Bahía, el colectivo LGTB más antiguo del país, hacía público un dato que ejemplifica bien la situación: desde 1980 hasta 2009 se produjeron 2.998 asesinatos homófobos. El último caso que recogimos expresamente fue el homicidio de Bruno Borges de Oliveira, un muchacho gay de 18 años que volvía a casa en compañía de dos amigos tras disfrutar de una noche de fiesta. El brutal ataque fue llevado a cabo por 6 jóvenes de edades comprendidas entre los 16 y los 23 años, que formaban una banda que se había especializado en acudir a una de las zonas de ambiente de São Paulo y allí atacar a víctimas desprevenidas, a las que humillaban, robaban y agredían.
En Brasil no existe ninguna legislación sobre el casamiento entre personas del mismo sexo, pero se permite en los registros civiles en función de una decisión judicial adoptada a mediados del 2013. La justicia brasileña determinó que las oficinas públicas que celebran matrimonios no pueden rechazar a parejas homosexuales que deseen casarse, a pesar de que el Congreso no ha aprobado una ley federal al respecto. El 14 de mayo de 2013, el Consejo Nacional de Justicia de Brasil, órgano de gobierno del poder judicial, decidía por 14 votos contra 1 emitir una orden que obliga a los registros civiles de todo el país a adoptar un único criterio y registrar los matrimonios entre personas del mismo sexo. La orden venía a despejar la situación jurídica existente hasta entonces en Brasil, donde 13 jurisdicciones (12 de los 26 estados y el Distrito Federal) reconocían ya el matrimonio igualitario. Por lo tanto, el matrimonio igualitario es una realidad de facto, a pesar de no contar con una legislación específica.
Con información de La Nación , Dosmanzanas y NTN 24
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