Mayday, mayday; nos hundimos.
Me van a permitir que comience dándoles mi opinión, y es que el calentamiento global (el nunca suficientemente aludido cambio climático) se ha convertido ya en el mayor problema al que se ha enfrentado la humanidad en toda su historia. Y puede sorprenderles la contundencia de esta afirmación, pero todo apunta a que va a provocar incomparablemente más muertes que las dos grandes guerras, y que una vez desencadenado puede durar cientos o miles de años. La ONU nos habla de escasez dramática de los recursos necesarios para la vida, y Stephen Howking (y otros muchos) de extinción de la especie humana.
Un inciso, si llegados a este punto Ud. piensa que todo es un camelo de gente catastrofista, o que nos están engañando en aras de dios sabe qué, le recomiendo que lo deje aquí y a vivir que son dos días, pero si no, puede ser que le interese lo que viene a continuación.
He visto el discurso de Greta Thumberg (activista sueca de 16 años) en la XIV Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, y quiero comenzar mostrando mi identificación con sus palabras. Salvo excepciones, los líderes mundiales se están comportando como auténticos irresponsables ante este descomunal problema; como si no fuese con ellos. Y esto es aplicable a la extrema derecha, a la derecha, al centro, a la izquierda y a la extrema izquierda, es decir, a todo el arco político convertido en títere de los intereses económicos.
Pero creo que el discurso queda cojo si lo focalizamos solo en ellos. Los líderes mundiales pueden legislar para paliar el problema, pero somos nosotros, todos y cada uno de nosotros (Ud. y yo) los que lo estamos provocando; los que estamos derrochando energía, demandando un tren de vida insostenible y contaminando el planeta con nuestros desperdicios. Cuando echamos la culpa a los ricos debemos ser conscientes que todos nosotros nos estamos comportando como nuevos ricos cretinos e insolidarios; que todos nosotros estamos viviendo por encima de las posibilidades de una humanidad que habita un ecosistema limitado, frágil y vulnerable.
Alimentamos el problema cuando derrochamos calefacción, o aire acondicionado, o electricidad, o agua caliente; cuando usamos el coche para desplazarnos habiendo otras alternativas; cuando tenemos las puertas de nuestro comercio abiertas calentando las aceras en invierno y enfriándolas en verano; cuando mantenemos nuestro local o nuestra casa más caliente en invierno que en verano… Sería muy saludable que nos hiciésemos permanentemente esta reflexión: lo que yo derrocho debo multiplicarlo por cuatro mil millones para poder hacerme una idea del impacto de mis actos sobre la Naturaleza. Por supuesto, esa enorme cifra corresponde al número de personas con capacidad de herir a la Naturaleza y con el mismo derecho que yo para hacerlo.
¿Y qué se supone que podemos hacer?… Pues me temo que solo hay un camino para desactivar el mecanismo de relojería que va a hacer saltar todo por los aires, aunque afortunadamente podemos recorrerlo sin ayuda de los líderes. Las cumbres del clima no van a paliar jamás el problema, y la mejor prueba de ello es la cumbre de París cuya fórmula fue “más tecnología y más economía”; es decir, más de lo que nos ha llevado al desastre. La única solución es la austeridad generalizada. Podemos elegir una austeridad voluntaria desde ahora, o una austeridad caótica y trágica dentro de unos años. En una conferencia que dio en Pamplona Jon Sobrino SJ, nos decía: “Debemos caminar hacia la cultura de la austeridad compartida”. Y ya sabemos que esta fórmula choca contra todo principio económico, pero si alguien piensa que de ésta vamos a salir indemnes es que está loco.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Fuente Fe Adulta
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