Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 11 Tiempo Ordinario. Ciclo B. Retomamos el ritmo normal de los domingos del tiempo ordinario, tras las grandes fiestas de Pascua, para leer otra vez, de manera atenta, el evangelio de Marcos, que seguiré ofreciendo con el apoyo de mi comentario (Verbo Divino, Estella 2012, cf. imagen).
Hoy tenemos dos parábolas que comparan nuestra vida con una semilla que crece por sí misma (¡sin que sepamos cómo, pues ella misma es fecunda!) y con un grano de mostaza muy pequeño que se vuelve grande, como el Reino de Dios, como el mismo ser divino en el que estamos implantados:
La parábola de la semilla que crece por sí misma es propia de Marcos; ni Mateo ni Lucas la utilizan, quizá porque tienen miedo de que se entienda como expresión de una soberanía exclusiva de Dios, sin cooperación humana.
La parábola del grano de mostaza que crece y se hace grande... ha sido recogida y reelaborada en formas distintas por Mt y Lc. Es una de las Imágenes privilegiadas del Reino de Dios, en su pequeñez, en su fragilidad, y, al mismo tiempo, en su apertura .
Ambas son muy importantes para entender el mensaje de Jesús conforme al Evangelio de Marcos, que iremos retomando semana a semana, a paso de hombre, de comunidad orante, de iglesia peregrina, para recorrer así el camino de Dios.
Buen fin de semana a todos, buen “tiempo ordinario” de la liturgia, que es el tiempo de todos los días del año. Cuidemos nuestro árbol, pues somos plantación de Dios. Tomemos el evangelio como libro de nuestro jardín
a. Semilla y tierra de Dios (4, 27-29).
(a. Semilla y tierra de Dios)26 Y decía: El reino de Dios es como un hombre que echa simiente en la tierra 27 y duerme y se levanta noche y día y la simiente germina y crece, sin que él sepa cómo. 28 Por sí misma da fruto la tierra: primero tallo, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 29 Y cuando el fruto está a punto, (el hombre) envía inmediatamente la hoz, porque ha llegado la siega.
El texto comienza diciendo que el Reino se parece a un hombre sembrador, que puede ser Jesús (como en 4, 3-9) o uno de sus discípulos, que realizan la siembra del Reino tras pascua. Los discípulos han podido pensar que son ellos los que deciden la llegada del Reino; más aún, alguien podría angustiarse, suponiendo que el reino depende de sí mismo y que no llega por su culpa. Pues bien, la parábola puede y debe ser para ellos una voz de aliento, pues habla del poder de la semilla y de la tierra que germina por sí misma. Desde ese fondo se entienden sus tres temas o protagonistas: el hombre, la simiente, la tierra, la siega.
a. El hombre que siembra (anthropos, ser humano; 4, 26) es Jesús (sembrador principal de 4, 3-9), pero también sus discípulos (en el tiempo de la iglesia), quizá angustiados, porque les parece que el Reino no crece o no llega a su fin, como habían supuesto. Pues bien, este Jesús pascual les dice que no se preocupen. Ellos han hecho lo que debían hacer, no han guardado la semilla en su bolsa, no han cerrado en sí mismos la Palabra, sino que la han “sembrado”, de manera que, en un plano, deben descansar, dormir y levantarse. No son responsables finales del fruto, están comprometidos en una tarea que les desborda, porque es de Dios.
b. Simiente (4, 26). El hombre arroja en la tierra una simiente (sporos) que lleva en sí misma el poder de germinar, porque es de Dios. Por eso, el hombre puede dormir y levantarse, porque la simiente germina y crece, sin que él sepa cómo, es decir, sin que pueda controlarla. Hay una “lógica de creatividad”, un “plus de realidad y de vida” que los sembradores no pueden dominar ni dirigir, conforme a principios mensurables; ciertamente, ellos pueden ser limitados y pequeños, porque son siempre humanos, pero lleven en sus manos una semilla de Reino, una realidad que, siendo suya, les desborda. No se trata de que duerman sin más, sino que duerman en brazos de la Vida, sabiendo que actúan al servicio de una Vida/Simiente que, siendo de ellos, les desborda: la Simiente de la Palabra de Dios.
c. Tierra (4, 28). De manera abrupta, allí donde parece que bastaba la referencia a la simiente, sin ninguna partícula que sirva de unión con lo anterior (ni un kai, ni un gar: y, pues…), el texto añade que la tierra (hê gê) “produce por sí misma” (automatê, automáticamente). Da la impresión de que esa frase aluce a Gen 1, 24, donde Dios dijo a la tierra que produzca los vivientes, que provienen de la palabra de Dios, pero que, al mismo tiempo, provienen de esa tierra. Nos hallamos pues ante la imagen de la “madre tierra” que recibe semilla de Dios (del hombre), pero que karpophorei, da fruto, por sí misma. Antes (en 4, 3-9), en otro contexto, Jesús nos ponía ante cuatro tipos de tierras. Ahora, en cambio, estamos ante un solo tipo de tierra generosa que acoge la semilla y da fruto generoso (¡toda tierra!).
d. Hombre segador (4, 29). El “hombre con semilla” del principio (4, 26) viene a convertirse al final en “hombre con hoz” (drepanon; 4, 29), conforme a una imagen que aparece, casi en los mismos términos, en Ap 14, 14-19 donde se habla de un Hijo de Hombre con hoz (drepanon), al que se le dice que la envíe (pempson) y así lo hace. También en nuestro caso el “hombre” (que ahora puede ser ya el mismo Jesús en cuanto segador final) envía la hoz, pero no con el verbo más neutral del Apocalipsis (pempô), sino con el más específicamente cristiano de apostellô, vinculados a los “apóstoles” de 3, 14 y 6, 7. Hay, además, otra diferencia: la hoz de la siega del Hijo de Hombre (o del otro ángel segador) del Apocalipsis tiene un carácter amenazador; aquí, en cambio, este envío de la hoz tiene un carácter positivo (el hombre podrá recoger el buen trigo de la buena siembra y de la buena tierra) . Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo B, Dios, Evangelio, Grano de Mostaza, Jesús, Tiempo Ordinario
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