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Besada contra el “pensamiento cavernícola” de los obispos de Getafe y Alcalá

Martes, 23 de agosto de 2016
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besada-protesta-declaraciones-alcala-getafe-ediima20160820-0255-18_560x280A las puertas del Obispado

Por sus palabras contra la ley anti LGTBfobia

Según el Observatorio Español contra la LGTBfobia los representantes de la Iglesia de Getafe y Alcalá de Henares se encuentran en la lista de los 14 obispos españoles que más fomentan la exclusión de los homosexuales

Unas 60 personas han participado en la besada para curar la LGTBIfobia que se ha celebrado junto a la sede del Obispado de Getafe. La convocatoria ha sido realizada por la asociación Gaytafe LGBTI+, en protesta por las críticas del obispo de Getafe, Joaquín María López de Andújar, a la Ley contra la LGTBIfobia, en las que aseguraban que la ley madrileña contra la LGTBfobia “se halla en contradicción con la moral natural”.

A besazos contra la discriminación. Este fin de semana, la asociación Gaytafe LGBTI+ ha organizado una besada pública frente a la sede del Obispado de Getafe para responder a la carta firmada por Joaquín María López de Andújar (obispo de la localidad) y Juan Antonio Reig Pla (obispo de Alcalá de Henares) en la que vertían duras críticas contra la ley contra la LGTBfobia.

La carta firmada por los obispos ha prendido una mecha de odio que ha sido avivada por otros representantes de la Iglesia Católica. En este vergonzoso camino, hay que destacar las declaraciones ofrecidas por el obispo de Córdoba que se ha ganado un puesto de honor dentro de las figuras públicas más LGTBfóbicas del año al indicar que la ideología de género es como ”una bomba atómica”.

Ante este panorama hostil, Gaytafe LGBTI+ ha utlizado las armas del amor y la conciencia. Así, el sábado a las 18:30 se organizó una besada para curar la LGTBfobia y tras esta acción se leyó un comunicado para mostrar el más absoluto rechazo a la postura tomada por una parte de la jerarquía católica de nuestro país.

En el comunicado conjunto de ambas asociaciones, al que se han adherido diversos colectivos como Cogam, Gitanas Feministas por la Diversidad o la Fundación Triángulo Madrid, han asegurado que las declaraciones de los representantes de la Iglesia de Getafe y Alcalá de Henares son “un fiel reflejo de pensamiento cavernícola, medieval y reaccionario de sendos obispos.

Durante la lectura, han indicado que la Ley Integral contra la LGTBIfobia “ni contradice la moral natural, ni anula la enseñanza pública de la Iglesia, ni prohíbe rezar por quien pretenda cambiar la orientación de su vida, puesto que dicha ley en ningún momento conculca la libertad religiosa y moral”.

“Nos parece muy curioso que desde la Iglesia se acuse al colectivo LGTBI de querer imponer modelos totalitarios y excluyentes de pensamiento y de ‘coaccionar con sanciones’ a aquellas personas que los critiquen, cuando hace solo 50 años era la Iglesia quien imponía un pensamiento único, han asegurado.

Han querido señalar que “La Ley Integral contra la LGTBIfobia no ataca a las libertades religiosas, educativas, de expresión, de cátedra o científica, sino que pretende que las personas LGTBI tengamos los mismos derechos y nos veamos reflejados en espacios donde hasta ahora estábamos totalmente invisibilizadas o incluso donde se violaban sistemáticamente nuestros derechos”.

También se hizo mención a una de las partes más conflictivas del discurso eclesiástico: el de las terapias curativas. Desde la asociación les parece “gravísimo e irresponsable que se defiendan las terapias de curación de la homosexualidad, bisexualidad y transexualidad, cuando está demostrado que dichas terapias son muy peligrosas para la integridad física y psíquica de quienes se someten a ella y que constituyen un riesgo para la salud pública, por no hablar de la dudosa legalidad de los métodos que se emplean en las mismas, dignos de una película de terror“.

Para finalizar, se ha instado a las instituciones a “que se tomen medidas contra los autores” por entender que el comunicado de los obispos “exhorta al odio y la discriminación contra las personas LGTBI y que puede ser constitutivo de delito en función de la legislación vigente que previene tales manifestaciones y a las cuales no entendemos amparadas ni por la libertad de expresión ni por la libertad religiosa”.

No es la primera vez que las declaraciones de ambos obispos generan debate en la opinión pública. De hecho, según el Observatorio Español contra la LGTBfobia los representantes de la Iglesia de Getafe y Alcalá de Henares se encuentran en la lista de los 14 obispos españoles que más fomentan la exclusión de los homosexuales en la Iglesia y en la sociedad.

El propio obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, publicó en 2014 una carta abierta en la que aludía a una multitudinaria manifestación a favor del aborto al compararla con “los trenes de Auschwitz que conducían a un campo de muerte”. El obispo sostenía, además, que la marcha en defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio embarazo debería llamarse “el tren de la muerte, del holocausto más infame: la muerte directa y deliberada de niños inocentes no-nacidos”.

Fuente: Religión Digital/Agencias/Redacción Chueca

Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , , , , , , , , , , ,

Diversidad de diversidades: personas gitanas no heterosexuales

Martes, 11 de agosto de 2015
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bandera-gitana-lgtbBandera gitana integrada con la LGTB

Un interesante artículo que hemos leído en Cáscara Amarga:

A las Gitanas Feministas por la Diversidad

“Es preciso reivindicar la igualdad de la mujer blanca frente al hombre negro, del gay gitano frente al inmigrante pobre, y de todos y todas frente al hombre blanco, cisexual, heterosexual.

Nos quejamos una y otra vez de que se promueva como único perfil del sujeto de derecho, del ciudadano, el del hombre blanco, cisexual, heterosexual y con familia, de clase media-alta y propietario de bienes raíces, adulto, nacional, sin ningún tipo de diversidad.

En las investigaciones, los manuales, en todas partes, se lo toma como referencia inequívoca, y no nos cansamos de denunciar esa normatividad y reclamar la inclusión de otros perfiles: mujeres, personas de otras etnias, orígenes, sexualidades y capacidades.

Pero cuestionar el sujeto de referencia contradiciendo en bloque todos sus caracteres resultaría subversivo en exceso, y así cada una de nuestras otredades sólo se atreve, en el activismo más institucional, a visibilizar la oposición a uno de los rasgos que construyen el sujeto canónico.

De este modo al Feminismo más clásico se le acusa desde otros feminismos de olvidar las diferencias existentes entre las mujeres, como al activismo en defensa de personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales más institucionalizado se le recuerda la falta de compromiso con reivindicaciones que escapen a las propias del hombre blanco, cisexual, con familia, de clase media-alta y propietario de bienes raíces, adulto, nacional, sin ningún tipo de diversidad, y gay.

Además, desde nuestras propias otredades hemos venido generando, con la mayor reivindicación de nuestros derechos, perfiles estereotípicos que en la mayor parte de las ocasiones no son sino reinterpretaciones, re-creaciones y no creaciones propias, de tipos estigmatizantes nacidos del discurso de la discriminación.

De esta suerte el tipo resultante de la reivindicación, que no el tipo reivindicativo, y que no deja de ser una transposición del estereotipo de la discriminación, puede llegar a colaborar con el propio discurso discriminativo al incorporarse a él y actualizarlo.

En el caso de las personas no heterosexuales, si atendemos a esta actualización, apreciamos aún la vigencia del estereotipo estigmatizado: los rasgos del antiguo marica, que hacen hincapié en los cuidados de personas -la madre- y de los vestidos y maquillajes -“el mariquita se peina” lorquiano-, reaparecen entre los caracteres del estereotipo actual, actualizando lo relativo al cuidado al homosexualizar una profesión ya feminizada, como es la enfermería, y lo referido a la preocupación por lo estético haciendo lo mismo con los oficios relativos al cuidado personal -modistos, peluqueros, maquilladores-.

gitanas_diversidadColectivo de Gitanas Feministas por la Diversidad

Del mismo modo, el estereotipo estigmatizado de otra de las diversidades posibles, la étnica, nos ofrece por ejemplo una imagen de las personas gitanas asociada a la delincuencia y lo folclórico que, aunque actualizada a través de una “nueva” figura asociada al éxito a través del canto y la danza, mantiene en el diccionario de la Real Academia la acepción como sinónima de “gitano” de “trapacero”, sin incluir siquiera una explicación o una marca que denuncie que se trata de un uso despectivo, y obliga a gritar muy alto, en la magnífica campaña organizada en respuesta, Yo no soy trapacero.

Hemos venido reivindicando derechos desde y para la Diversidad, en el activismo más “tradicional”, atacando de uno en uno los caracteres del sujeto de referencia y así, en la construcción de los estereotipos reivindicativos, que generan a su vez perfiles supuestamente positivos y que no necesariamente han de coincidir con aquellos, hemos olvidado que en múltiples ocasiones los caracteres de la diversidad se dan cita en una misma persona, produciendo identidades cruzadas que no terminan de encajar en la reivindicación clásica.

¿Cómo nos enfrentamos a estas identidades que combinan diferentes rasgos de la Diversidad?

El próximo 15 de agosto se celebra el Orgullo en Praga y durante los dos días previos tendrá lugar allí el Primer Encuentro Internacional LGTBIQ Romaní, tras unas jornadas similares realizadas a nivel local en 2014.

Las diversas formas de la Diversidad llevan ya varios años encontrándose, pero es desde hace relativamente poco que se aprecia su interseccionalidad fuera del ámbito académico, quizá por el ya conocido agotamiento del discurso reivindicativo tradicional, que busca ahora nuevos objetivos.

Los acercamientos intelectuales llegaron mucho antes: la ya agonizante “Teoría Queer”, que aunque siempre de moda provocó en el activismo una preocupante atomización de las reivindicaciones y una sobreelaboración del discurso que lo hacía –y hace- muy poco fructífero para la demanda de derechos a pie de calle, ha propiciado con su interseccionalidad definitoria el nacimiento de utilísimos estudios como los de David Berná Serna, pionero a la hora de analizar el encuentro del estigma de la homosexualidad y el de la gitanidad.

Y ahora es ya el momento de la puesta en práctica de la reivindicación, y aparecen no sólo figuras como Juan David Santiago, gitano gay que fue miembro de la junta de FELGTB, sino colectivos como Gitanas Feministas por la Diversidad, donde buenas amigas como Soraya Giménez, Noelia Heredia y Aurora Fernández trabajan con otras muchas grandes mujeres para que los derechos sean reconocidos para todas las personas en todas y cada una de sus diversidades.

Se trata de reivindicar un nuevo sujeto de referencia que sean todos al mismo tiempo, de cuestionar nuestra dominación señalando al unísono todas y cada una de las características que nos convierten en personas discriminadas, sin que sea preciso dejar de ser gay para reivindicarse como gitano sino precisamente empoderándonos en cada una de nuestras cualidades.

Y no sólo hay que oponer al hombre blanco, cisexual, heterosexual y con familia, de clase media-alta y propietario de bienes raíces, adulto, nacional, sin ningún tipo de diversidad, una mujer gitana de piel oscura, transexual y lesbiana, soltera, pobre y anciana, inmigrante y en silla de ruedas; es preciso reivindicar la igualdad de la mujer blanca frente al hombre negro, del gay gitano frente al inmigrante pobre, y de todos y todas frente al hombre blanco, cisexual, heterosexual, etc.

Se trata de acabar con la referencia, que conlleva acabar con los privilegios. Por eso, a esas mujeres gitanas que luchan, y a tantos hombres y mujeres que las acompañamos, hay que desearles en su trabajo salud y libertad.

¡Sastipen thaj mestipen!

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Ser lesbiana también es de gitanas

Miércoles, 12 de noviembre de 2014
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11435_967_544Para muchas gitanas ser lesbiana es de payas. En las mujeres reside la honra de la familia: casarse, tener hijos y cuidar de ellos. Sin embargo, que en esta comunidad también hay homosexuales es una realidad. Asociaciones como la de Gitanas Feministas por la Diversidad luchan por normalizar esta condición sexual dentro de una sociedad que poco a poco se desprende de los prejuicios

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Por cada minuto que llegaba más tarde de las nueve de la noche, Teresa recibía un puñetazo de su padre. Con 29 años todavía tenía toque de queda. Lleva cinco años fuera de casa, pero los primeros meses tras su huida su cuerpo se fruncía cuando el minutero pasaba de las nueve. Cuando habla, parece que todo el dolor se le agrupa en un costado. Se inclina cuando se reprocha a sí misma no haberse ido antes, se arruga cuando recuerda cómo su padre le hacía la guerra cada día. También se ríe cuando habla de cómo liga con otras chicas. Teresa es gitana y lesbiana. Lo primero siempre ha sido una certeza y un motivo de orgullo para ella, lo segundo no. No hasta hace al menos unos años, cuando su memoria aún estaba llena de desgarros. Ahora, gracias a sus amigas y a ella misma es capaz incluso de subirse a una carroza del Orgullo en Madrid y gritar: “¡En mi jojoi [‘coño’ en caló] mando yo!”.
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 «Cuando era pequeña tenía pensamientos o sensaciones al estar con una amiga y pensaba que no era normal. Me resultaba extraño. En mi entorno veía a mis primas más mayores que se casaban o que les gustaban los niños, y yo me fijaba en las niñas», cuenta Teresa. A los 14 tuvo su primer novio, quería probarse a sí misma, quería ser ‘normal’. «Estaba pedida, iba a casarme con aquel chico, pero no le quería. Por mi madre aguanté un tiempo con él, ella me decía: “Ya le conoces, es de buena familia, tiene cierta posición…”. Lo dejé y me di cuenta de que era lesbiana». Reconocérselo a sí misma no alivió la situación. «Recuerdo cuando ya se murmuraba que podía ser homosexual y fui a buscar a una amiga para ir al culto. Salió su padre y me dijo que me fuera, que su hija no iba a ir más conmigo».

En su barrio, Orcasitas (Madrid), corrían rumores de que Teresa estaba con otra chica, también gitana. Velaron su relación, pero los comentarios y la actitud de algunos vecinos —«nos llegaron a escupir por la calle»— las asfixiaban.

Mujer, gitana, lesbiana. Minoría absoluta.

Su padre quiso entonces poner tierra de por medio y obligó a su familia a mudarse a otra ciudad. Se marcharon y los comienzos, con un final así de sísmico, fueron complicados. «No quería salir de casa. Era una chavala joven, tendría 20 años, pero estaba enfadada con el mundo, con mi padre y conmigo misma por no tomar las riendas de mi vida». A los pocos meses conoció al que sería su prometido. Sí, su prometido. «Al principio no quería nada con él, le consideraba un amigo. Pero quedábamos mucho, a escondidas de mi padre, claro. Porque en los gitanos, que salgas de calle con un chico que no es tu novio se ve mal. Me fue gustando poco a poco y ahí es cuando acabé de volverme loca. Me cortejaba como yo lo había hecho antes con otras chicas y pensaba: ¿soy bisexual?».

Un día, en la playa, le pidió matrimonio. Él tenía cáncer de médula, pero en teoría ya lo había superado. A los pocos días de prometerse, el padre de Teresa decidió que volvían a Madrid. «Me dijo que se vendría conmigo cuando todo estuviera más calmado, hablábamos todos los días, hasta que se debilitó y lo ingresaron en el hospital. Llamé a su madre y me dijo que no siguió con la quimioterapia como debería haber hecho. Quería que le viera con pelo. Murió y yo ni siquiera pude ir al entierro porque en mi casa era un tema tabú».

Para Teresa es importante contar todo esto por un motivo: «Mi padre nunca estuvo ahí para mí porque yo era diferente, me maltrataba porque sabía cuál era mi condición sexual. Me había enamorado de un hombre, sí, pero yo era lesbiana». La situación en casa empeoró a partir de entonces. «Dormía con tres cerrojos en mi habitación porque si mi padre tenía que tirarme un plato a la cabeza, me lo tiraba».

Gitanas Feministas por la Diversidad

El antropólogo David Berná, que ha estudiado la homosexualidad en esta comunidad, afirma que ser gay es más complicado para una gitana que para un gitano: «Las normas de género en esta comunidad son muy rígidas. Como ocurre con cualquier minoría, fortalecen su cultura para que no les cambien la identidad. Hay mucho miedo a cambiar sus valores por si eso significa dejar de ser gitanos. El control sobre la mujer es mucho mayor: en ellas reside la honra de la familia». Ser madres, ser esposas. «Por ello, consideran que ser lesbianas es de payas, no de gitanas», añade Berná.

Precisamente lo que reivindica la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad es que «no por ser lesbiana, gay, transexual (o lo que sea) vas a ser menos gitano o gitana». La presidenta, María José Jiménez, considera que la intolerancia o el machismo no son características intrínsecas a su cultura. «Hemos sido un pueblo muy machacado. Sin formación ni herramientas. Han sido las circunstancias las que nos han abocado a ser así. Un ejemplo: si no tienes agua caliente, no vas a poder ir limpio. No es que ir sucio forme parte de tu cultura». A pesar de ello, Jiménez reconoce que los clichés femeninos del pasado —estar en casa, cuidar de los hijos, obedecer al marido— se han cronificado y por eso muchas mujeres repiten los patrones de sus madres y abuelas.

Para los gitanos el entorno es hostil, como explica David Berná: «Muchos solo han tenido un único espacio vital relacional, y si salen de él siguen viendo racismo». Lo que conocen se convierte en un lugar seguro donde no son “el otro”: sus costumbres, sus tradiciones, sus reglas. Blindarse con una armadura cultural para sobrevivir. Por ello, la herramienta principal de muchas gitanas lesbianas para contactar con el exterior sin sentirse desterradas es internet. «A través de la red pueden experimentar con otras mujeres, conocen, además, el mundo asociativo, ven que hay más personas que piensan y sienten como ellas. Y eso les da autonomía», asegura el antropólogo.

 El mundo lésbico y los chats

 Mara es de un pueblo de Albacete y reconoce que internet ha sido el mejor medio para conocer chicas. Ahora es mediadora social, aunque abandonó el instituto a los 16 años: «Un profesor me dijo que qué más daba si tenía los deberes hechos o no si al final iba a acabar en el mercado». Igual que Teresa, Mara también se dio cuenta de su orientación con apenas 8 años«Mientras las niñas de mi clase de fijaban en el profesor, yo me fijaba en la profesora». «He estado con chicos para experimentar, intentaba que me gustase porque se suponía que a mí, evangelista y que siempre iba al culto, educada desde pequeña en la sacralización de la virginidad, era lo que tenía que gustarme. Pero era como besar una almohada», cuenta.

Esta gitana aboga por el aperturismo sexual para comenzar a cambiar las cosas. «Parece que el coño de la mujer sea parte de la cultura gitana y que si se acaba con la idea de que ellas deben llegar vírgenes al matrimonio, se acaba con la cultura gitana. Quiero que todas decidan acostarse con quienes quieran, hay muchas chicas gitanas que no saben ni qué es un orgasmo». Ahora, con 32 años, propugna esta idea sin titubear, pero hasta los 19 no se atrevió a estar con una chica. «A esa edad pensé: tengo que besar a una tía ya, a ver si me gusta».

Comenzó adentrándose en el mundo lésbico a través de chats, hasta que llegó al de Chueca. Conoció a gente del mundo asociativo de Madrid, por lo que aprovechaba sus visitas a la capital no solo para acudir a charlas y conferencias, también para conocer a chicas. «Una amiga me llevó a Chueca por primera vez y me ‘entró’ una colombiana de 1,80 y me asusté. Que yo soy de un sitio muy pequeño, al principio no era fácil para mí».

Aunque ha asimilado totalmente su sexualidad, la única persona de su familia a la que le ha dicho que es homosexual es a su hermana pequeña, de 17 años. «Me dice que haga lo que quiera, aunque luego me dice que no quiere ser como yo. Que ella quiere un marido e hijos, y yo le digo que ni se le ocurra casarse tan joven. También me pincha con que si las mujeres queremos más libertad, la solución es una cocina más grande. No sé si he hecho algo mal, si lo dice de verdad o no, si es para hacerme daño porque no acepta que sea lesbiana…». Mara intuye que sus padres lo saben, pero no considera necesario confirmarles la sospecha: «No me hace falta decírselo a nadie. Yo sé cómo soy, y pienso que si Dios es bueno, qué más da a quién quieras y quién te quiera».

El matrimonio de una gitana y una paya

Gitana, casada con una paya y madre de dos niñas. La historia de Raquel Saavedra parece, a priori, la más complicada. Sin embargo, nunca ha tenido problemas con su condición sexual. Diplomada en Trabajo Social y con un padre formado en idiomas y hostelería, Raquel, de 39 años, reconoce que su familia no entra «dentro de los clichés que se suelen asociar a los gitanos». Sentada en el sofá de su casa en Mérida, donde vive junto a María José y a sus dos hijas adoptadas, María José y Alba, cuenta que su esposa es la primera (y única) mujer con la que ha estado.

11446Raquel y María José en el salón de su casa, en Mérida.

Tras estudiar la carrera en Sevilla, donde se crió, se fue a Mérida con una beca de investigación de Cruz Roja. Poco después pasó a ser orientadora laboral en barriadas gitanas para la Fundación Secretariado Gitano. Hace 18 años conoció a María José, trabajadora de acogimiento familiar. Por aquel entonces, Raquel estaba prometida con un hombre. «Yo siempre supe que me podían atraer tanto chicos como chicas, pero nunca ha sido una lucha interna para mí. La vi y me enamoré», recuerda. Los familiares de ambas saben que están juntas, aunque el único al que le ha costado aceptarlo es al padre de Raquel. «Pero no por ser gitano, más bien por ser testigo de Jehová. Para él esta era una casa de pecado», explica.

El suyo no es un caso representativo de las gitanas lesbianas, como ella misma reconoce: «Para mí no lo ha sido, pero ser gitana y homosexual es muy difícil. A mí, por el reconocimiento profesional y el respeto que me tienen en la comunidad, porque he trabajado con ellos y les he ayudado, no me van a cuestionar. Pero en términos generales es muy complicado. Es una sociedad todavía muy machista, donde la mujer tiene un destino muy claro: “viene aquí a darme familia”. Si eres lesbiana piensan que ya no vas a tener niños, que no vas a ser madre, que no vas a tener un varón al que someterte. Puede que de mí lo piensen, pero no me lo dicen». Incluso en instituciones como el Secretariado Gitano es un tema tabú. «Se habla de mujer, de juventud, de promoción de la comunidad, de educación, de inclusión… ¿y en todo eso no entra la diversidad sexual? Piensan que es mejor dejarlo pasar, si no, perderían sinergias con ‘hombres de respeto’, con patronos…», apunta Raquel.

La solución al problema, según ella, pasa por la formación general y por aumentar la autoestima como pueblo: «Educar a la gente en la tolerancia es básico. Y valorarnos más: nosotros aportamos cosas a la sociedad, no solo vandalismo, robos y drogas. Por ejemplo, el respeto a los mayores, la palabra dada [cumplir lo que dices], el amor por la familia o los ‘hombres de respeto’, que no patriarcas. Porque de hecho, la madre es la que lo lleva todo. Es una estructura más matriarcal que patriarcal». Considera que su pueblo debería ser más abierto y aceptar la evolución natural de la sociedad, aunque el único remedio que ve a corto plazo es trabajar de manera gradual: «Bocadito a bocadito, familia a familia».

Una de las últimas conversaciones que Teresa mantuvo con su padre prueba la teoría de Raquel sobre el cambio desde dentro. Tras irse de casa sin nada, ni siquiera formación —tuvo que dejar el colegio cuando era pequeña para cuidar de sus hermanos—, pasó los primeros meses en casa de una amiga. Con las emociones trituradas, poco a poco todo se fue recomponiendo. Estuvo tres años sin hablar con su padre, hasta que una Nochebuena, en la que se suponía que él no iba a estar, apareció. «Con el día a día le fui viendo más. Pero no tengo una relación buena con él. Ha cambiado, sí, porque no le ha quedado otra. Ya no estoy a su alcance. Lo que para él era feo y deshonroso ya no lo ve, no lo escucha».

En julio, la madre de Teresa se enteró de que iba a participar en el Orgullo Gay de Madrid. «Me dijo que no fuese, que eso salía en la tele, que si mi padre lo veía… Oí que él se le acercaba y le decía a mi madre que le pasase el teléfono. Se puso y me preguntó: “¿Por qué lloras? ¿Te vas al Orgullo? Pues vete, hija, que yo no voy porque a mí no me gusta eso, si no, me iría contigo. ¿Sabes el dolor que me llevo yo? Que lo he intentado contigo por las buenas, por las malas, te he pegado, te has ido de mi casa, te he maltratado, y al final para qué, para nada. Lo único que he hecho es perderte”».

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Teresa, al igual que Mara, ha preferido dar un nombre falso y no ser fotografiada. Este es el cajón con el que hace percusión (también es cantaora), que lleva impresa la bandera gitana.

Fuente Gonzoo

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