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“Vino bueno”, 2º Tiempo ordinario – C (Juan 2,1-11)

Domingo, 16 de enero de 2022
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02-TO-CJesús ha sido conocido siempre como el fundador del cristianismo. Hoy, sin embargo, comienza a abrirse paso otra actitud: Jesús es de todos, no solo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de la humanidad.

Nadie en Occidente ha tenido un poder tan grande sobre los corazones. Nadie ha expresado mejor que él las inquietudes e interrogantes del ser humano. Nadie ha despertado tanta esperanza. Nadie ha comunicado una experiencia tan sana de Dios sin proyectar sobre él ambiciones, miedos y fantasmas. Nadie se ha acercado al dolor humano de manera tan honda y entrañable. Nadie ha abierto una esperanza tan firme ante el misterio de la muerte y la finitud humana.

Dos mil años nos separan de Jesús, pero su persona y su mensaje siguen atrayendo a muchos. Es verdad que interesa poco en algunos ambientes, pero también es cierto que el paso del tiempo no ha borrado su fuerza seductora ni amortiguado el eco de su palabra.

Hoy, cuando las ideologías y religiones experimentan una crisis profunda, la figura de Jesús escapa de toda doctrina y trasciende toda religión, para invitar directamente a los hombres y mujeres de hoy a una vida más digna, dichosa y esperanzada.

Los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva. De él recibían un aliento diferente para vivir. Sin él, todo se les volvía de nuevo seco, estéril, apagado. El evangelista Juan redacta el episodio de la boda de Caná para presentar simbólicamente a Jesús como portador de un «vino bueno», capaz de reavivar el espíritu.

Jesús puede ser hoy fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona invitan a inventar formas nuevas de vida sana. Él puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos”. Domingo 16 de enero de 2022. 2º domingo del Tiempo Ordinario.

Domingo, 16 de enero de 2022
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10-ordinario2 (C) cerezoDe Koinonia:

Isaías 62, 1-5:La alegría que encuentra el esposo con su esposa.
Salmo responsorial: 95. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
1Corintios 12, 4-11: El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.
Juan 2, 1-11: En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.

La vida de Jesús se desarrolló dentro de la normalidad propia del ambiente cultural y la religiosidad de un judío del primer siglo de nuestra era. Los discípulos descubren a Jesús como un hombre normal, en un ambiente normal y sin ningún tipo de manifestaciones espectaculares o extraordinarias. Esta realidad de una vida normal en Jesús, hace que entre los discípulos y él no haya ningún tipo de distanciamiento, antes por el contrario, una vida verdaderamente humana como la de Jesús, hace que su experiencia del Dios sea más creíble y mucho más accesible a la conciencia y a la vida de los que le escuchan y le siguen. La actitud de Jesús, sin ningún tipo de pretensión, va revelando una nueva imagen y un nuevo concepto de Dios. Dios ha dejado de ser ese ser extraño y lejano, que atemoriza al ser humano, y toma la característica del Dios original de Israel, el Dios que camina con su pueblo.

Para la lógica del Evangelio de Juan, el Banquete es un tema fundamental en la teología del evangelio de Juan. La teología del banquete se abre con la misión de Jesús en Caná de Galilea, y se cierra con la última Cena, fundamento de la Eucaristía. El Banquete es por tanto un signo mesiánico, donde se anuncia la llegada del Reino y se presenta a Jesús, Soberano del Reino. Es un símbolo fundamental que explica en la cotidianidad la presencia del Reino en medio de la historia.

Las bodas de Caná están en el imaginario de los primeros cristianos y de todo la Iglesia a lo largo de la historia, por ese hecho inolvidable: en lo mejor de la boda, el vino se acaba. ¿Cómo es posible que no se haya previsto esta parte en la fiesta? La acción de Jesús de Nazaret frente a la falta de vino, hará que este relato de las bodas de Caná, quede inmortalizado en la simbología cristiana.

El milagro de las bodas en Caná de Galilea, no es simplemente por la falta de vino. El asunto es otro: el relato tiene que ser entendido en perspectiva de Reino, en dinámica de tiempo mesiánico. El texto indica, que había allí en un lugar de la casa, unas tinajas de piedra vacías, seis en total. El texto hace énfasis en que están vacías. Son tinajas destinadas para contener el agua de la purificación ritual de los creyentes judíos. Pero están secas. Este símbolo, indica la sequedad en que se encuentra el modelo religioso judío. En la visión de los cristianos primeros, que acabaron separándose del judaísmo, la ley judía, antes que ayudar, terminó dificultando la relación de Dios con su pueblo. Les resultaba una ley vacía, sin sentido, que sólo generaba cargas y no posibilitaba la libertad y la alegría. Las tinajas, destinadas a la purificación, eran un símbolo que dominaba la ley antigua. Ese modelo de ley creaba con Dios una relación difícil y frágil, mediatizada por ritos fríos y carentes de sentidos.

No se dice sin embargo que las tinajas estuvieran con agua. Son llenadas cuando Jesús lo ordena. Al estar llenas, las tinajas que no prestaban ya ningún servicio, más bien estorbaban en la vida normal de la gente, permiten una nueva manifestación del proyecto de Jesús: el agua está convertida en vino. ¿Qué nos indica ese signo? La ritualidad, el legalismo, la norma fría y vacía, es trasformada en vino, símbolo de la alegría, del gozo mesiánico, de la fiesta de la llegada del tiempo nuevo del Reino de Dios. Tenemos que acabar en nuestra vida y en la vida comunitaria, con los sistemas religiosos deshumanizantes, para lograr entrar en la dinámica liberadora, incluyente y festiva que Jesús inauguró.

¿Complicada esta interpretación? Efectivamente, es complicada, con la complicación que brota de un texto sofisticado, muy elaborado, con toda una trastienda de alusiones veladas y crípticos mensajes. Leer, proclamar, comentar el evangelio de Juan como si se tratara de una simple y llana historieta de unas bodas, en las que además Jesús funda el sacramento del matrimonio, sin más complicaciones… resultaría una lectura fácil y cómoda, pero sería profundamente carente de veracidad. Aunque sea más laborioso y menos grato, es mejor tratar a nuestros oyentes como adultos, y no ahorrarles la complejidad de unos textos que interpretados directamente a la letra nos llevarían solamente por caminos de fundamentalismo. Leer más…

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16.1.22. Bodas de Caná (Jn 2, 1-11) ¿Qué hace Jesús en las bodas? ¿Qué hace la iglesia?

Domingo, 16 de enero de 2022
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Del blog de Xabier Pikaza:

Tres son los signos de la “epifanía” o manifestación de Jesús. (a) La estrella de los “magos” (día de Reyes). (b) Bautismo, nueva creación (dom. 1º). (c) Bodas: “Consagración” del amor (dom 2º)

Hoy me centro en las bodas de Caná, el primero de los signos de Jesús según el evangelio de Juan. En contra de una religión penitencial (con seis hidrias de piedra para el agua) y de otra “espiritualista” (gnóstica, que condenan las bodas humanas), el evangelio de Juan empieza consagrando las bodas como fiesta de encuentro humano de amor con buen vino.            

| X.Pikaza

Introducción y texto evangélico

Las bodas son actualmente campo de disputa en la iglesia: (a) Si son sólo de hombre-mujer, o si son de dos seres humanos, sean varones o mujeres. (b) Si se admiten sólo bodas, o si hay también posibilidades de divorcio. (a) ¿Qué significa invitar a Jesús, es decir, que se hagan bodas por la iglesia de Jesús, en un tiempo como éste, año 2022, donde parece que en España sólo se casan por la iglesia una cuarta parte de los que viven en pareja

            El tema es serio y así lo ha sentido evangelio de Juan. Y por eso, después de hablar de Juan Bautista (Jn 1), es decir, de los temas penitenciales y del agua del bautismo (tema del domingo pasado), pasa a las bodas. La gente, en general, tiende a vivir en pareja, esto es, casarse (crear una familia), pero quizá sin boda formal, y menos con boda por la Iglesia.

 ¿Qué sentido tiene invitar o no invitar a Jesús para las bodas? ¿Para qué tipo de bodas,para todas, incluso para las de amigos del mismo sexo? ¿Qué sentido tiene decir que Jesús aporta el vino? ¿Tiene algo que ver la iglesia con esto?

La mayoría de los lectores de mi blog tendrán ya una respuesta. Yo sólo puedo ofrecerles un planteamiento bíblico, no para resolver los temas de fondo, sino para entenderlos mejor. El tema es pues éste: ¿Puede la iglesia decir algo sobre las bodas? ¿Podemos invitar a un cura para casarnos?

Esta escena de las “bodas” “religiosas”, con la madre de Jesús presente como iniciadora y la transformación del agua de la Ley en vino del Reino, ofrece un signo privilegiado de la Iglesia (el primero, según el evangelio de Juan), y puede (debe) aplicarse muy bien a la “transformación de la vida cristiana”, entendida como experiencia fuerte de evangelio, como signo intenso de una iglesia que ha pasado de las purificaciones legales de un judaísmo de ley a la experiencia de las Bodas Mesiánicas del Reino, con la Nueva Humanidad como Novia del Cordero (cf. Ap 20‒21)[1].

Juan 2, 1-11

En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos. En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.”Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.”Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.”Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.”

Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.” A sí, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

COMENTARIO

 Al tercer día había una boda en Caná de Galilea (Jn 2, 1) [2].

Había una boda en Caná… Viene al mundo la Palabra de Dios, que es Jesús, y se ha introducido en el contexto de la misión de Juan Bautista y sus discípulos, que se mantenía todavía en un plano de agua, es decir, de purificaciones, en línea de ley (Jn 1). Pero después, cumplido el rito de Juan Bautista, la Palabra de Dios se introduce el escenario concreto de la vida de los hombres y mujeres, en el momento clave de su despliegue, de ley de vida, que una boda, todas las bodas de la historia humana.

La vida humana está hecha de bodas, esto es, de vinculaciones concretas de amor y generación, de atracción mutua y de ley, de hombres y mujeres que se casan, hace “hacen casa”, para vivir, para engendrar, para esperar, para morir… Las bodas revelan y realizan lo más grande (son una especie de centro y latido de la historia humana). Pero ellas pueden terminar y muchas veces terminan siendo lo más triste o pequeño (no logran realizar el amor pleno, no hay en ellas vino de existencia renovada, de fiesta que se abre para siempre a la eucaristía del vino de la vida eterna). Las bodas son lo más grande de la vida humana; pero tal como se celebran en Caná de Galilea son bodas de purificación, de agua de limpieza por los pecados, más que de vida de amor[3].

Y la Madre de Jesús estaba allí (Jn 2, 1)

1611887B-259B-43CC-9B60-28ECC41ADAE7 Esta anotación nos causa sorpresa. Según el evangelio de Juan, podía parecer  que Jesús carecía de padres de la tierra, pues había provenido como pura Palabra de Dios, de la altura de los cielos (Jn 1, 1-18). Después se nos decía casi de pasada que era el hijo de José de Nazaret, en afirmación cuyo sentido concreto no quedaba claro en el texto (Jn 1, 45; cf. 6, 42). Pues bien, de pronto, como indicando algo que es obvio y significativo, el texto alude a la Madre de Jesús y añade que estaba allí (2, 1). Todo nos permite pensar que ella es “signo de Israel”, de la familia judía de Jesús.

Parece claro que esa Madre de Jesús es importante, pues se la conoce por su título (es la Madre, sin más) y no por su nombre (igual que en Jn 19, 26-27, ante la Cruz). Sin duda alguna, ella pertenece al espacio y tiempo de las bodas de la humanidad. No era necesario invitarla, porque las bodas son el paso de una humanidad anterior a la nueva humanidad a la que alude el mismo Adán, en el principio de la creación (Gen 2, 23‒24). Por eso se dice sin más que la madre ¡estaba allí!

Las bodas para para la madre un espacio normal (natural), forman parte de su preocupación y de su historia. No está fuera, como invitada, en actitud pasiva; está muy dentro y, actuando como supervisora, ha de mostrarse atenta a todo lo que pasa; forma parte de la organización, es responsable de todo lo que pasa. Significativamente, José no está, quizá porque ha muerto; quizá porque el Evangelio de Juan no quiere introducir simbólicamente su figura, en un mundo presidido por la madre.

Jesús, en cambio, empieza siendo sólo un invitado, viene de fuera, no pertenece por sí mismo al espacio de bodas: él y sus discípulos parecen formar un mundo aparte, están como de paso. Lógicamente, no se preocupan de los temas de organización, al menos en un primer momento. Esta es la paradoja de la escena: Jesús viene como por casualidad y, sin embargo, luego actúa como responsable verdadero de las viejas y las nuevas bodas de la tierra. En este contexto se vuelven centrales las relaciones entre la madre (que es signo de la humanidad anterior, es decir, del judaísmo de ley, de la esperanza mesiánica) y Jesús (que será el iniciador de las nuevas bodas del Vino del Reino).

La madre es la mujer  que introduce la nueva pascua de Jesús. Ella marca la diferencia entre las antiguas y las nuevas bodas, el paso del agua al vino. Es la mujer de dos mundos, de dos épocas, de dos bodas. Por eso puede ver lo que falta en la boda anterior y decírselo a Jesús.

Y faltando vino la madre de Jesús le dijo: ¡no tienen vino! (2,3).

             Cuidadosamente debemos situar y comentar cada uno de los rasgos de esta frase, pues en ella se contiene como en germen todo lo que sigue: la carencia humana, la atención cuidadosa de la Madre, el gesto creador de Jesús, las nuevas bodas de la Iglesia, tal como pueden y deben ser actualizadas en la vida religiosa.

Lo primero es la carencia:¡faltando el vino! Todas las explicaciones puramente historicistas de ese dato quedan cortas: los novios serían pobres, se habrían descuidado en la hora del aprovisionamiento, habrían llegado (con los discípulos de Jesús) demasiados invitados, diestros bebedores… El mensaje y conjunto de la escena es demasiado importante como para cortarlo a ese nivel[4].

Anticipando un poco lo que sigue, podemos afirmar que la carencia de vino es un elemento constitutivo de la escena. Si Jesús no estuviera allí quizá no se hubiera notado esa falta: ¡Por siglos y siglos los hombres se habían arreglado sin (buen) vino, viviendo a pan y agua, como se decía en Castilla! Sólo ahora, cuando llega Jesús, se nota la carencia y se establece una especie de fuerte desnivel entre lo antiguo (bodas sin vino) y lo nuevo (el posible regalo del Cristo, vivir de pan y vino, como en una Eucaristía perpetua). Se puede sospechar ya desde aquí que los novios antiguos son el agua (en amor de purificación, que nunca limpia ni ama de verdad), y que ellos mismos deben convertirse en vino.

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En vez de ayuno, banquete de bodas. Domingo 2º del Tiempo Ordinario. Ciclo C. Domingo, 16 de enero de 2022

Domingo, 16 de enero de 2022
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canc3a1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 El domingo pasado leímos el relato del bautismo de Jesús. Si hubiéramos seguido el orden del evangelio de Lucas (base de este ciclo C), hoy deberíamos leer el ayuno de Jesús en el desierto y las tentaciones. Sin embargo, con un salto imprevisible, la liturgia cambia de evangelio y nos traslada a Caná. ¿Por qué?

Las tres epifanías (o “manifestaciones”)

            Para la mayoría de los católicos, solo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

Un comienzo sorprendente

Si recordamos lo que ha contado hasta ahora el cuarto evangelio, el relato de la boda de Caná resulta sorprendente. Juan ha comenzado con un Prólogo solemne, misterioso, sobre la Palabra hecha carne. Sin decir nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, lo sitúa junto a Juan Bautista, donde consigue sus primeros discípulos. ¿Qué hará entonces? No se va al desierto a ser tentado por Satanás, como dicen los otros evangelistas. Tampoco marcha a Galilea a predicar la buena noticia. Lo primero que hace Jesús en su vida pública es aceptar la invitación a una boda.

¿Qué pretende Juan con este comienzo sorprendente? Quiere que nos preguntemos desde el primer momento a qué ha venido Jesús. ¿A curar unos cuantos enfermos? ¿A enseñar una doctrina sublime? ¿A morir por nosotros, como un héroe que se sacrifica por su pueblo? Jesús vino a todo eso y a mucho más. Con él comienza la boda definitiva de Dios y su pueblo, que se celebra con un vino nuevo, maravilloso, superior a cualquier otro.

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.” Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.” Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.” Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.” Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.”

Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

El simbolismo de la boda: 1ª lectura (Is 62,1-5)

           Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, porque se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia).

            Pero el Dios del Antiguo Testamento no conocía el Código de Derecho Canónico y podía permitirse el lujo de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“El que te hizo te tomará por esposa:

su nombre es Señor de los ejércitos.

Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

            La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte.


Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

            Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

El simbolismo del vino

            En el libro de Isaías hay un texto que habría venido como anillo al dedo de primera lectura:

“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte

un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares enjundiosos, vinos generosos”.

            Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

El primer signo de Jesús, gracias a María   

A Juan no le gustan los milagros. No le agrada la gente como Tomás, que exige pruebas para creer. Por eso cuenta muy pocos milagros, y los llama “signos”, para subrayar su aspecto simbólico: Jesús trae la alegría de la nueva relación con Dios (boda de Caná), es el pan de vida (multiplicación de los panes), la luz del mundo (ciego de nacimiento), la resurrección y la vida (Lázaro).

            Pero lo importante de este primer signo es que Jesús lo realiza a disgusto, poniendo excusas de tipo teológico (“todavía no ha llegado mi hora”). Si lo hace es porque lo fuerza su madre, a la que le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Jesús dijo que “el hombre no está hecho para observar el sábado”; María parece decirle que él no ha venido para observar estrictamente su hora. En realidad no le dice nada. Está convencida de que terminará haciendo lo que ella quiere.

            Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, Juan abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

La tercera Epifanía

El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria. Debemos pedir a Dios que tenga en nosotros el mismo efecto que en los discípulos: un aumento de fe en él.

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16 de Enero. Domingo II. Tiempo Ordinario

Domingo, 16 de enero de 2022
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“Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: -Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.”

(Jn 2, 1-12)

¿No había ningún fariseo en aquella boda?, para que se indignara y le dijera a la gente algo parecido a lo del episodio de la mujer encorvada (“seis días tenéis para venir a curaros…”). Algo así como: -“Otros recipientes tenéis para llenarlos de vino, dejad las tinajas de las purificaciones”.

Desde luego, si en esa casa había seis tinajas para las purificaciones, parece indicar que la gente que vivía allí era religiosa y cumplidora de la Ley. Pero nadie se queja, bueno, Jesús un poco, le dice a su madre que no ha llegado su hora. Todos los demás se callan. Solo abren la boca para beber vino.

Con todo, el gesto de Jesús es osado, casi escandaloso. En lugar de decirles a los siervos que traigan las jarras vacías del vino y las llenen de agua les hace llenar las tinajas de las purificaciones.

Bien pensado poco podría decirnos a nosotros que Jesús convirtió 600 litros de agua en vino, a regañadientes, en una boda. El sentido de ese gesto tiene un algo más. Y creo que los tiros tampoco van por el piadoso empeño de ver aquí el papel de intercesora de María.

El gesto de Jesús

El gesto de Jesús es mucho más subversivo pero se nos pasa desapercibido con tanto vino. Jesús convierte el agua de las purificaciones, de la Ley, en vino de fiesta. Y no para una fiesta religiosa sino para una fiesta “mundana”, humana. En una boda se celebra el amor humano, el inicio de una nueva familia.

Y es ahí donde Jesús transforma el agua de la Ley en vino de boda. El Dios de Antiguo Testamento que se ha cansado de repetir que el Templo se le queda pequeño, se escapa ahora también de la Ley y se mete en nuestras fiestas.

La novedad de Jesús no es que Dios venga a habitar en medio de su pueblo, eso ya era una realidad para el pueblo de Israel. Yahvé tenía su morada en medio de Israel. Israel tenía el Templo y la Ley. La novedad es que Dios en Jesús dice que Él es mucho más que el Templo y la Ley. Que a Dios no le podemos poner unos límites. Él ocupa TODO nuestro espacio, todos nuestros espacios.

Es más, nos está diciendo que Él quiere ser la alegría de nuestras fiestas. El vino abundante, desbordante, esplendido. Dios no quiere que se acabe nuestra fiesta.

Oración

Danos, Trinidad Santa, de ese vino para que nos embriaguemos de la alegría que viene de ti. Que sepamos entrar en la fiesta sin fin de tu Reino. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El agua-Ley limpia por fuera. El vino-amor vivifica desde dentro.

Domingo, 16 de enero de 2022
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693d39cd99e5ab83560037a6d04e605aDOMINGO 2º (Boda de Caná) (C)

Jn 2,1-12

Celebramos hoy la tercera manifestación de Jesús que, junto a las otras dos durante siglos, se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista se trata de un signo que nos lleva a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.

Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de cien litros, dedicadas a las purificaciones. No tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él quien ordenaba qué vino se servía.

El relato no es una crónica de lo sucedido. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Pero lo que hoy nos cuenta Juan es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo, la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.

La boda era, desde Oseas, el signo más empleado por los profetas para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.

La Mujer es un misterio en este relato. Nos aporta un poco de luz la segunda carta del Tarot: la Sacerdotisa. Un mujer madura, pero en plenas facultades, que simboliza lo nuevo, la sabiduría. María no le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. María, símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro y menos aún que adelantara la hora de hacerlo. La hora para Juan es siempre la hora de la muerte de Jesús.

El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda, (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: “No tienen vino“. No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Juan es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita y espera.

Jesús invita a su madre a desenten­derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hacer ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Juan está haciendo referencia a la “hora” (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Anunciar la hora significa que la salvación está cerca.

Haced lo que él os diga. Solo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: “Haremos todo lo que dice el Señor“. También el Faraón dice a los servidores: haced lo que él (José) os diga. Se ve con claridad el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla.

Las tinajas estaban allí colocadas, inmóviles. Se ve el carácter simbólico que van a tener en el relato. El número 6 es signo de lo incompleto. El número de la perfección era el 7. Es el número de las fiestas que relata este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley. La ley es inmisericorde, sin amor. La ley (imposible de cumplir) es la causa del pecado (falta de amor-vino). Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir, que el sistema de purificación era ineficaz.

Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. “Habían sacado el agua“. La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta presencia de Dios dentro de uno es la oferta original de Jesús.

Lo que sacan los criados de las tinajas es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conoce el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor, como don del Espíritu, es el que de verdad purifica, lo único que puede salvar definitivamente.

El vino es de calidad. “Kalos” indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en el pasado o aniquilada.

El último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del “primer signo” de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi­po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar “su gloria”. Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios consiste en la nueva relación con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como Él ama.

Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica. El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad-amor. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti.

Meditación

Con apaños exteriores no puedo llegar a Dios.
Dogmas, ritos y preceptos, o los vivo o están muertos.
Nuestra religión es falsa si no nos da Vida auténtica.
La doctrina será el agua que solo te dará vida
si la bebes y trasformas en lo más hondo de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Caná: el primer signo.

Domingo, 16 de enero de 2022
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Jn 2, 1-12

«Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él»

Cuando se escribe el evangelio de Juan —a finales del siglo primero— hace ya mucho tiempo que los sinópticos están circulando por las comunidades cristianas, lo que significa que los hechos y dichos de Jesús son ya sobradamente conocidos por los fieles. Quizá por esta razón, el cuarto evangelio se plantea como un gran tratado teológico y su estilo es tan distinto del resto de evangelios.

Juan —su comunidad— organiza el evangelio en torno a siete hechos milagrosos sobre los que desarrolla siete mensajes —signos—, con tal carga teológica, que resulta imposible reconstruir lo que realmente sucedió. Además, no tiene ningún empacho en poner sus palabras (las palabras de Juan) en boca de Jesús, lo que significa que los textos que leemos no se corresponden con dichos de Jesús, sino con la elaboración teológica realizada en el seno de sus comunidades.

A veces Juan nos exaspera con su empeño de presentar un Jesús mucho más cercano a una deidad disfrazada, que al hombre verdadero que fascinaba a la gente con sus hechos y sus dichos (no en vano, algunos especialistas descubren en su evangelio no poco elementos gnósticos), pero eso no quita para que los signos que narra nos sigan pareciendo esenciales para una correcta interpretación del mensaje evangélico.

Y este primer signo que nos ofrece es muy sencillo: Jesús es invitado a una boda, se acaba el vino y hace el milagro de convertir el agua ritual en vino de la mejor calidad. Aunque aparentemente es un signo trivial, encierra una trascendencia notable y no es casual que Juan lo sitúe justamente al comienzo de su evangelio.

Y es que nos quiere trasmitir desde el principio la novedad de Jesús, la plenitud que representa. Y lo hace enviándonos un mensaje de fiesta, de abundancia, de felicidad. El Reino no tiene nada que ver con ganarse el cielo a base de renuncias y sacrificios; el Reino es cosecha, es abundancia, es perla preciosa, es tesoro escondido en el campo, es la alegría de quien los encuentra y no duda en venderlo todo por conseguirlo.

Pero hay más, porque se trata un signo sorprendente, casi paradójico, en cuyo texto se dice que «Dios manifestó su gloria»… alegrándoles el día a un puñado de aldeanos que celebraban una boda de pueblo.

El pueblo de Israel — y nosotros exactamente lo mismo— creía manifestar la gloria de Dios construyéndole Templos soberbios, utilizando ornamentos suntuosos, ofreciéndole sacrificios y liturgias solemnes, acatando escrupulosamente la Ley… y Juan les dice —nos dice— que cuando mejor manifestamos la gloria de Dios es cuando somos felices. Como decía Ruiz de Galarreta: «La gloria de Dios es siempre la felicidad de sus hijos».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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El poder de la transformación.

Domingo, 16 de enero de 2022
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03Jn 2, 1-11

16 de enero de 2022

El evangelio de este domingo nos regala un texto extremadamente simbólico, muy propio de Juan; un episodio considerado como bisagra que permite un giro entre la introducción del Evangelio y el ministerio público de Jesús. No es muy justo hacer responsable al Evangelio de la historicidad de los acontecimientos, pero sí de lo esencial de su mensaje, más allá de los elementos periféricos que nos pueden enredar en inútiles reflexiones. Este pasaje podría considerarse como una reseña de la gran obra del cristianismo según la perspectiva de Juan.

La escena comienza en Caná, una ciudad pequeña, de gente humilde y agobiada por impuestos. Estamos en la segunda fase de una boda cuando ya la mujer se va a vivir a casa del novio. Solían durar mucho tiempo, tal vez una semana. El detonante de esta historia es que les falta vino, por lo visto muy habitual en estas fiestas y que, en este caso, adquiere una importancia capital. Que se acabara el vino era una prueba de vergüenza y de situación precaria. En cualquier caso, nos encontramos ante un texto que revela un gran poder de transformación en diferentes planos.

El primer plano: del rol a la identidad; Podemos ver claramente el protagonismo que adquiere María en esta historia. María, la madre de Jesús, en un primer momento, aparece separada del grupo de Jesús y sus discípulos. A ella se hace referencia primero, lo que nos puede llevar a suponer que el texto tiene una clara intención inclusiva y de integración de la mujer en el movimiento de Jesús. De hecho, termina el pasaje dejando claro que se fueron todos juntos a Cafarnaúm. Ha llegado, por tanto, el signo de la unidad, todos incluidos y anclados en el nuevo tiempo de Dios.

Es María-mujer la primera que toma la palabra en la escena. No usa su palabra para juzgar, para condenar, para explicar nada. María ejerce su liderazgo personal de una manera libre, con firmeza y proactivamente: “No tienen vino”. Se limita a hacerse cargo de una situación a través de una nueva mirada, una mirada integradora, más desarrollada en lo femenino, nada egocéntrica, vislumbrando una realidad de carencia para conducirla a la plenitud-ABUNDANCIA. La confianza en su hijo, creer en su capacidad de transformación, en su talento, en su potencial, hace que la situación cambie por completo.

Jesús se dirige a su madre denominándola como “mujer”, igual que en el momento de la cruz. Sin duda, María no es reconocida por su rol sino por su identidad…¡¡cuánto hay que aprender de esta escena!! …y su rol queda redefinido, “transformado” no ya por la maternidad biológica sino por su función profética, histórica, social, al servicio de un nuevo modo de existir. María empuja hacia la transformación desde una osadía extraordinaria, empoderada y consciente de su papel en la historia; arraigada en la historia humana introduce los nuevos tiempos y una nueva visión de la humanidad.

El segundo plano: de la carencia a la abundancia; sería el milagro de Jesús en sí mismo como signo de transformación. Supone una ruptura clara del movimiento de Jesus con respecto al judaísmo; un judaísmo en decadencia y radicalizado hasta el extremo. Vuelve la fuerza de la palabra de María para contribuir a esta transformación que cambia el curso de la historia: “haced lo que él os diga”. Las 6 tinajas eran un símbolo del carácter judío de la población de Galilea. Puesta ya la confianza en Jesús, nos introduce a todos los oyentes en la nueva ruta del cristianismo como una nueva forma de vivir en la que la “abundancia” no es solo un sentimiento sino una manera de situarnos ante la vida.

Vivir anclados en la carencia, en lo que nos falta, en lo que no somos, nos convierte en personas frustradas, ansiosas por completar lo que no tenemos o no creemos ser; nos lleva a colocar la referencia en otras realidades-personas para compensar ese vacío existencial. María nos vincula a Jesús para que avancemos desde lo que realmente somos en nuestro plano más profundo. En realidad, el verdadero milagro no es tanto transformar nada sino conectarnos a nuestra verdadera naturaleza donde todo es abundancia y plenitud.

El tercer plano: del tiempo humano al tiempo de Dios. Ya aparece en las primeras palabras del texto al situar este pasaje al “tercer día”. Sabemos que esta expresión bíblica es un signo pascual, es decir, nos ubica en el tiempo de la trascendencia de la historia. Cuando Jesús entiende que ha llegado su “hora” nos introduce en el tiempo de Dios fluyendo la auténtica vida simbolizada en el mejor vino que se podría tener. Ahora es la abundancia, la plenitud, la alegría de encontrar el verdadero sentido y significado de la vida, lo que se convierte en signo de nuestro vínculo con la Divinidad; la conexión entre el Cielo y la Tierra sincroniza la humanidad y la Divinidad generando un derroche de Amor que justifica el valor de lo que somos.

Ser conscientes de nuestra dignidad y conectar con la dignidad de todos los seres humanos tiene unas tremendas consecuencias éticas que serían la verdadera transformación de nuestro planeta: la consecuencia de leer la realidad personal, social, eclesial, con anchura, sin egos, con altura, sin sesgos, con hondura, sin ligerezas; la consecuencia de hacer posible, de una vez, que las mujeres dejemos de ser las “mujeres de” para ser “mujeres con” en conexión con el liderazgo de María; la consecuencia de aprender a mirar, por dentro y por fuera, desde la posibilidad, la abundancia, y no desde los límites y los vértices de la vida.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

 Fuente Fe Adulta

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Alegría

Domingo, 16 de enero de 2022
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callealegria-blog_imagenDomingo II del Tiempo Ordinario

16 enero 2022

“La alegría es señal inequívoca de que la vida triunfa”, escribía el filósofo Henri Bergson. Y no parece casual que el “primer signo” que el evangelio de Juan atribuye a Jesús tenga que ver justamente con esa actitud vital.

La alegría es el primer fruto natural de la vida que no ha sido bloqueada, porque es una con ella. Sin negar nuestra vulnerabilidad, que explica los altibajos emocionales y condicionamientos de todo tipo con los que nos vemos obligados a lidiar en nuestra existencia cotidiana, la alegría se sitúa en un “lugar” que se halla siempre a salvo. Porque es una realidad transpersonal.

Ello significa que no se trata de “algo” que podemos (o no) tener; no es una “cualidad” que hayamos de conquistar. Es lo que somos en nuestra identidad profunda. Y podemos experimentarla como un anhelo que busca fluir a través de nuestra persona.

Puede ocurrir, sin embargo, que nos vivamos desconectados de ella, debido a dos factores que se alimentan mutuamente. Por un lado, hemos podido crecer con carencias o dolencias de todo tipo -físicas, económicas, psicológicas, relacionales…- que siguen pesándonos y, en mayor o menor medida, nos mantienen atrapados en la tristeza, la decepción, la angustia, el enfado, el resentimiento o incluso la apatía. Por otro, en relación con lo vivido, nuestra mente ha podido generar un modo de funcionar alejado de la vida y de la verdad de lo que somos, dando lugar a patrones de pensamiento erróneos y a creencias irracionales que, en última instancia, son la fuente de nuestra desdicha.

Redescubrir la alegría que somos y reconectar con ella requiere un trabajo de “limpieza” o “higiene mental”, que no consiste únicamente en modificar unas creencias (irracionales) por otras (más ajustadas), sino en tomar distancia de la mente porque aprendemos a vivir en “otro lugar”: en la atención. en el no-pensamiento (el «no-saber», del que han hablado siempre los sabios), en el no-juicio, en el silencio de la mente…, en el Testigo.

Así como la mente es el lugar del razonamiento y necesitamos utilizarla para desenvolvernos adecuadamente en nuestra vida cotidiana, el Testigo es el lugar de la Comprensión que, más allá de los recurrentes y cansinos mensajes mentales, nos permite entrar en contacto y vivir en conexión con lo que realmente somos. Con lo cual, venimos a descubrir que el camino para descubrir y vivir nuestra verdad pasa por el silencio de la mente.

Cuando la mente se silencia, fluye la alegría, de la misma manera que fluye la gratitud. Es por esto que, tal como reza el dicho, no necesitas nada para ser feliz; en cambio, necesitas algo para estar triste.

¿Qué me da resultado para conectar con la alegría?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El sistema eclesiástico se ha quedado sin vino, sin amor

Domingo, 16 de enero de 2022
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6D89C307-307F-4177-80AC-03ECA3F1BEB7bodascana-asombro400Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- v 1. BODA EN CANÁ DE GALILEA

    El signo de las bodas de Caná es como el primer paso de la actividad de Jesús en su vida adulta.

    Había una boda

Toda boda, el matrimonio hace referencia siempre al amor, a la vida. En toda boda, que sea tal, hay amor y vida.

Dios amaba a su pueblo, a la humanidad. La relación entre Dios y su pueblo era vivida como una comunicación de bondad y amor: boda.

La imagen de la boda, del amor está muy presente en los profetas y en el mundo bíblico a la hora de anunciar los tiempos del Mesías. A esta relación de amor en el lenguaje bíblico se le llamaba: “Alianza”.

Dios quiere, ama, y es siempre fiel al pueblo, al ser humano.

Dios no nos manda(ley), nos quiere.

02.- v 3 Faltó el vino

Vamos a convenir en que esto de que faltó el vino es una ficción literaria del evangelista, porque “no es posible” que en una boda judía falte el vino.

El vino es el símbolo del espíritu y del amor. El pueblo de Israel se quedó sin espíritu, sin amor, únicamente vivían de la ley. El judaísmo terminó por entender y vivir la religión como un entramado de normas y ritos sin alma, sin vida y sin espíritu, sin amor. Se quedaron solamente con las tinajas (las tinajas eran de piedra, porque el barro contamina el agua. Que las tinajas fuesen de piedra hace referencia a las piedras del Sinaí, al decálogo, la ley). La religión judía terminó siendo un “carrefour” de leyes y preceptos. ¿Como nosotros, como como nuestra Iglesia?

En muchas de las actitudes de nuestras parroquias e instituciones eclesiásticas no hay espíritu, hay estructuras, servilismo, leyes, miedo, ritos, cumplimiento, pero no hay alma ni amor.

Para ser católico no hace falta amar, basta con cumplir. El católico cumple, el cristiano ama.

Si usted no da una limosna en su vida, si no visita un enfermo, si no dedica tiempo y energías a los demás, moral y canónicamente nadie le podrá decir nada, nadie le dirá nada. Pero como no cumpla con la normativa, con la ley eclesiástica, como se desvíe un ápice de las rúbricas litúrgicas, o de las normas morales de natalidad, etc., probablemente le dirán que se está descarriando de la Iglesia, si no le amenazan con la condenación.

    En Caná, en Israel faltó el amor, y hoy el entramado eclesiástico está carente de espíritu, de libertad, de audacia, de amor.

    Menos mal que Francisco trata de corregir el rumbo eclesiástico hacia lo eclesial y hacia las bodas de Caná.

03.- vv 2.3 En la boda de Caná está presente la madre de Jesús y también los discípulos: la asamblea cristiana, la Iglesia

La familia se constituye en torno al amor. Se trata ahora de la nueva familia de Jesús: su madre y sus hermanos (discípulos).

Es curioso que el evangelio de Juan solamente mencione dos veces a María y Jesús no llama a María “madre”, sino “mujer”. (Ni tan siqueira aparece el nombre de María en el evangelio de Juan). Ahora en Caná: “Mujer, no ha llegado mi hora” y al pie de la cruz: “mujer ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26-27)

La mujer, la nueva Eva como creación de la nueva vida. Las bodas de Caná como “encuentro” de amor. (En la cruz está el discípulo al que Jesús tanto quería).

La nueva familia de Jesús se constituye no por las tinajas, por las piedras de la ley, sino por el amor.

Hay iglesia donde hay amor, lo demás es una agencia de servicios litúrgicos.

En algunas diócesis (iglesias locales) como la nuestra,  esto se ve claramente. Se cuida toda la tramoya litúrgica, la adoración perpetua al santísimo, la normativa moral, pero no tenemos espíritu, vino, amor.

    No tienen, no tenemos vino, tono vital.

04.- v 4. No ha llegado mi hora

    El tema de la “hora” es en portante en Juan: aparece veintitantas veces en este evangelio y en un movimiento ascendente y un tanto dramático, porque la hora llega cuando Jesús va a morir: sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre… (Jn 13,1). Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa. (Jn 19,27).

    En el evangelio de San Juan la comunidad cristiana, la Iglesia nace al pie de la cruz donde reciben la redención, el Espíritu, el bautismo (agua y sangre).

    En tiempos de tristezas y desánimos eclesiásticos, volvamos la mirada personal y eclesial a la hora del Señor, a la redención y al amor.

05.- v 6 Había seis tinajas de piedra – las llenaron de agua.

El mundo religioso del AT se había quedado exhausto y sin vida, pues lo habían reducido todo a piedras (las tablas del la ley del Sinaí) y agua (ritos sin vida).

El número 6 (tinajas) significa la imperfección. El número perfecto es 7. [1] Aquel pueblo se había quedado con 6 piedras, que evocan imperfectamente las piedras de la ley del Sinaí.

La restauración del cristianismo (de la Iglesia) no vendrá por la ley más rígida, por la involución y castigo que ya lleva décadas navegando en la Iglesia (probablemente desde la muerte de Pablo VI hasta el papa Francisco).

La recuperación de la Iglesia vendrá por el amor.

06.- v 9 El mayordomo probó el agua convertida en vino.

JesuCristo transforma la religión en fe y vida. Ya no sirve la vieja Alianza, el viejo vino. La Alianza de Cristo es nueva. Es la sustitución de la vieja Alianza. JesuCristo cambia el cumplimiento por la confianza, la ley por la libertad, el agua en amor. Jesús cambia la dureza, el cilicio por el buen vino en el espíritu.

En el restauracionismo que se nos quiere imponer, no volvamos a la vieja Alianza, no volvamos a la esclavitud de Egipto. Cristo es la nueva alianza de amor y libertad.

07.- v 11-12 Con las bodas de Caná Jesús comienza sus signos. Creció la fe de sus discípulos.

Por este signo –por el amor- creció la fe de sus discípulos. El creyente y toda comunidad crece en la fe y como persona por el amor.

El signo (el milagro) no es magia. El signo es que Cristo cambia la ley (tinajas: piedra) y la el rito (agua) por un nuevo vino, es decir por el amor. El signo es que estamos llamados a la libertad y al amor, no a la ley. Uno no cree en un prestidigitador, sí creemos en el amor y en quien ama.

Los símbolos tienen valor por lo que apuntan, no por lo que son en sí. El estilo del evangelio de Juan es hermosamente simbólico. El evangelio de Juan está construido a partir de un hecho y un largo discurso o “catequesis” que explica el hecho simbólico:

Agua / samaritana (Jn 4),

Multiplicación de los panes / pan de Vida (Jn 6), Ceguera / luz: yo soy (Jn 9)

Cuando alguien te enseñe las estrellas, no te quedes mirando el dedo

08.- v 5 Haced lo que él os diga.

María, presente en el amor de aquellas bodas, les dice a los sirvientes: haced lo que Él os diga.

Solamente habrá espíritu, nuevo vino, amor en la Iglesia y en la sociedad si hacemos lo que Él nos dice y lo que Él nos dice es servicio y amor.

Haced lo que él os diga.

[1] El número 666 es la suprema imperfección, la bestia – el antiCristo (Ap 13,18): por tres veces -el 6- no llega a la perfección.

 

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El poder de un gesto

Sábado, 29 de mayo de 2021
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Del blog de Henri Nouwen:

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No minusvaloremos el poder de la espera diciendo que la relación que es capaz de salvar una vida no puede desarrollarse en una hora. Un movimiento de ojos o un apretón de manos puede reemplazar años de amistad cuando el hombre está agonizando. El amor no es sólo algo que tiene una gran duración. A veces no necesita más que un segundo para hacerse realidad“.

*

Henri Nouwen

El sanador herido

***

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“Un gesto poco religioso”, 2º Tiempo ordinario – C (Juan 2,1-11)

Domingo, 20 de enero de 2019
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02-TO-CHabía una boda en Galilea. Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética «salvando» una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.

En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su «primer signo», el que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

El evangelista Juan no habla de «milagros». A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre «signos». No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuenta de que «no les queda vino» y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.

Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes viven decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

José Antonio Pagola

 

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“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos”. Domingo 20 de enero de 2020. 2º domingo del Tiemp

Domingo, 20 de enero de 2019
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10-ordinario2 (C) cerezoDe Koinonia:

Isaías 62, 1-5:La alegría que encuentra el esposo con su esposa.
Salmo responsorial: 95. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
1Corintios 12, 4-11: El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.
Juan 2, 1-11: En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.

La vida de Jesús se desarrolló dentro de la normalidad propia del ambiente cultural y la religiosidad de un judío del primer siglo de nuestra era. Los discípulos descubren a Jesús como un hombre normal, en un ambiente normal y sin ningún tipo de manifestaciones espectaculares o extraordinarias. Esta realidad de una vida normal en Jesús, hace que entre los discípulos y él no haya ningún tipo de distanciamiento, antes por el contrario, una vida verdaderamente humana como la de Jesús, hace que su experiencia del Dios sea más creíble y mucho más accesible a la conciencia y a la vida de los que le escuchan y le siguen. La actitud de Jesús, sin ningún tipo de pretensión, va revelando una nueva imagen y un nuevo concepto de Dios. Dios ha dejado de ser ese ser extraño y lejano, que atemoriza al ser humano, y toma la característica del Dios original de Israel, el Dios que camina con su pueblo.

Para la lógica del Evangelio de Juan, el Banquete es un tema fundamental en la teología del evangelio de Juan. La teología del banquete se abre con la misión de Jesús en Caná de Galilea, y se cierra con la última Cena, fundamento de la Eucaristía. El Banquete es por tanto un signo mesiánico, donde se anuncia la llegada del Reino y se presenta a Jesús, Soberano del Reino. Es un símbolo fundamental que explica en la cotidianidad la presencia del Reino en medio de la historia.

Las bodas de Caná están en el imaginario de los primeros cristianos y de todo la Iglesia a lo largo de la historia, por ese hecho inolvidable: en lo mejor de la boda, el vino se acaba. ¿Cómo es posible que no se haya previsto esta parte en la fiesta? La acción de Jesús de Nazaret frente a la falta de vino, hará que este relato de las bodas de Caná, quede inmortalizado en la simbología cristiana.

El milagro de las bodas en Caná de Galilea, no es simplemente por la falta de vino. El asunto es otro: el relato tiene que ser entendido en perspectiva de Reino, en dinámica de tiempo mesiánico. El texto indica, que había allí en un lugar de la casa, unas tinajas de piedra vacías, seis en total. El texto hace énfasis en que están vacías. Son tinajas destinadas para contener el agua de la purificación ritual de los creyentes judíos. Pero están secas. Este símbolo, indica la sequedad en que se encuentra el modelo religioso judío. En la visión de los cristianos primeros, que acabaron separándose del judaísmo, la ley judía, antes que ayudar, terminó dificultando la relación de Dios con su pueblo. Les resultaba una ley vacía, sin sentido, que sólo generaba cargas y no posibilitaba la libertad y la alegría. Las tinajas, destinadas a la purificación, eran un símbolo que dominaba la ley antigua. Ese modelo de ley creaba con Dios una relación difícil y frágil, mediatizada por ritos fríos y carentes de sentidos.

No se dice sin embargo que las tinajas estuvieran con agua. Son llenadas cuando Jesús lo ordena. Al estar llenas, las tinajas que no prestaban ya ningún servicio, más bien estorbaban en la vida normal de la gente, permiten una nueva manifestación del proyecto de Jesús: el agua está convertida en vino. ¿Qué nos indica ese signo? La ritualidad, el legalismo, la norma fría y vacía, es trasformada en vino, símbolo de la alegría, del gozo mesiánico, de la fiesta de la llegada del tiempo nuevo del Reino de Dios. Tenemos que acabar en nuestra vida y en la vida comunitaria, con los sistemas religiosos deshumanizantes, para lograr entrar en la dinámica liberadora, incluyente y festiva que Jesús inauguró.

¿Complicada esta interpretación? Efectivamente, es complicada, con la complicación que brota de un texto sofisticado, muy elaborado, con toda una trastienda de alusiones veladas y crípticos mensajes. Leer, proclamar, comentar el evangelio de Juan como si se tratara de una simple y llana historieta de unas bodas, en las que además Jesús funda el sacramento del matrimonio, sin más complicaciones… resultaría una lectura fácil y cómoda, pero sería profundamente carente de veracidad. Aunque sea más laborioso y menos grato, es mejor tratar a nuestros oyentes como adultos, y no ahorrarles la complejidad de unos textos que interpretados directamente a la letra nos llevarían solamente por caminos de fundamentalismo. Leer más…

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Dom 20.1.19.María quiere vino: Las bodas de la Iglesia

Domingo, 20 de enero de 2019
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bodas_canaDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 2, Ciclo 3. Jn 2, 1-11. El texto de las Bodas de Caná de Galilea ofrece el tema final de la Navidad (es decir, de la Epifanía de Jesús), con los oros dos motivos anteriores: Adoración de los Magos y Bautismo de Jesús.

Es un evangelio rico en motivos históricos, cristológicos, eclesiales y marianos, que deberían exponerse con más cuidado. Yo lo he titulado María (=la madre de Jesús), quiere vino, no para ella, sino para la Iglesia, para todos los que buscan y quieren a Jesús, para todos los hombres y mujeres de la tierra.

— Hay ciertamente un recuerdo de Jesús participando en bodas, hombre de vida, al servicio del amor y de la vida.. Éste es el Jesús verdadero, iniciador de bodas, hombre de amor y de vino, promotor de una esperanza de paz (shalom), simbolizada en la Biblia con buenas bodas.

— Hay un matiz de Iglesia, es decir, de humanidad: Debemos pasar de las bodas de agua y purificación (mucha ley, muchas normas, piedra a piedra, gran pobreza) a las bodas del vino . Que todos los hombres y mujeres de la tierra, todas las casas, tengan lo necesario para vivir (pan, agua, casa…), pero también algo de vino, que es el gozo de la vida, algo que sobra para el regalo, para el amor, para las bodas…

Hay un recuerdo de la Madre de Jesús, que es persona concreta y signo de Israel, una mujer festera, promesa de vino y de amor para hombres cargados de leyes, de miedos y normas frustradas (los cántaros de piedra para las purificaciones).

a. Santa María de las bodas

49937771_1155522287958295_7210638752929021952_nLa Madre de Jesús se sitúa ante las bodas humanas (antes judías, hoy cristianas) y descubre en ellas mucha mucha ley (agua de purificaciones, normas bien aseguradas…), pero sin vino de vida, que es la alegría de los novios que se irradia y expande a todos los invitados. Por eso critica las bodas antiguas (de Israel, quizá de gran parte de las bodas de nuestras Iglesias, cargadas de leyes y normas de piedra y agua, con poco vino de vida.

La Virgen de muchas “apariciones marianas” habla más de penitencia que de vino; ella puede ser piadora, pero no es la Virgen de Caná de Galilea, iniciadora de evangelio, de vino y de bodas, de alegría esperanzada (es decir, cristiana).

b. San Jesús del Vino

Jesús se manifiesta en Cana para dar vino y “marcha” de vida (esperanza, alegría) a las bodas de la historia humana, pasando de la pura ley (cántaras de agua de purificaciones) a la vida intensa, al vino abundante, sobrado, bueno, de la fiesta, con María su Madre (que es signo del paso, de camino que se debe hacer para ir del Antiguo al Nuevo Testamento).

Hemos manipulado a Jesús (hemos manipulado a su Madre), muchas veces, para seguir teniendo a la puerta de nuestras iglesias las seis cántaras de agua de las purificaciones (prohibiciones, normas…). Jesús, en cambio, ha venido y su madre le ha “presentado” para que sea fuente de vino, es decir, de amor, de bodas para el conjunto de la humanidad. Éste es el mensaje del evangelio de hoy.

Todo eso y mucho más está latente en este texto prodigioso, que comentaré en tres partes:

a) Comentario básico
b) Manifiesto del vino
c) Observaciones finales

Imágenes Son normales todas… menos la segunda: Una Fiesta de Bodas del pintor judío M. Chagall… Parece Caná de Galilea, bullicio de fiesta, con Jesús en algún lado, con la Madre, con los novios… y todos con sus ánforas de vino. Es la mejor representación moderna que conozco de las Bodas de Caná.

Buen domingo a todos.

Texto: Juan 2, 1-11

280px-Giotto_-_Scrovegni_-_-24-_-_Marriage_at_CanaEn aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.”
Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.”Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”
Había allí colocadas seis cántaras de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.”
Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo. “Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.”
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

1. COMENTARIO BÁSICO

El evangelio nos sitúa en el centro del misterio humano, allí donde nos dice Gén 2, 24 que los hombres se encuentran a sí mismos para unirse: abandonan a los padres y se unen entre sí para formar una sola carne. Bodas son celebración de amor, fiesta de la humanidad que goza en su mayoría de edad, como unión matrimonial y promesa de vida.

Lógicamente, la madre de Jesús estaba allí (2,1).

No se dice que haya venido o que la inviten. Ella pertenece al espacio de las bodas, al lugar del surgimiento mesiánico, al camino de la nueva esperanza de familia de los hombres. Está precisamente en su función de madre y de esa forma se la llama, silenciando su nombre propio de María. En este primer plano, ella refleja la experiencia israelita: es la madre creadora de familia, entregada plenamente a la fiesta de esponsales de los hombres.

Pues bien, el hilo de la narración, la historia de la boda, se corta para introducir una novedad que cambiará toda la línea del relato: «pero también fue invitado Jesús y sus discípulos a la boda» (2,2). Ellos no estaban allí desde el principio, vienen de fuera a interrumpir y transformar el curso de los acontecimientos. Precisamente su venida pone al descubierto la carencia de la fiesta: ¡no tienen vino! En un nivel externo, aquí puede tratarse de carencia material, pero es evidente que el relato apunta a otro nivel: no es que se haya acabado un vino que antes hubo, aunque fue escaso; es que no hubo ni hay vino de ninguna especie.

Israel no puede terminar la fiesta de sus bodas: tiene la promesa y el camino, pero no llega por sí mismo al cumplimiento, porque falta el vino;
tiene anhelo de familia, pero no logra crearla, porque se clausura en el padre (tradiciones) de la tierra. La Iglesia actual se parece mucho a ese Israel aquí criticado, incapaz de abrir para los hombres y mujeres el tiempo de las bodas.

Los novios de aquel antiguo Israel y de esta iglesia 2019 no han podido conseguir el vino de la vida, como indica certeramente la madre (Jn 2,3). Solamente tienen el agua de las purificaciones judías, el agua de los ritos y las leyes, que limpia una vez, externamente, para que volvamos de nuevo a descubrir que nuestras manos siguen estando manchadas (cf. Heb 9,23-10,18). Precisamente en ese fondo de insuficiencia israelita y búsqueda de bodas que no pueden culminar, viene a situarse la palabra de María. Sin entrar en sus matices teológicos más hondos señalamos su manera de ponerse ante las bodas. 49

En primer lugar,
María se muestra preocupada y atenta.

Por ser obvio, este nivel aparece pocas veces destacado. No sabemos si es que había otros que vieron y sintieron la carencia de vino, a la llegada de Jesús, pero sabemos que María lo ha advertido. Ella mira atenta a las necesidades de los hombres, gozosa ante unas bodas que prometen dicha. Pudiéramos decir que está al servicio de la fiesta del amor y de la vida: quiere que haya gozo, que haya vino y, mientras otros están quizá perdidos en quehaceres más pequeños, ella sabe mantener distancia y descubrir las necesidades de los hombres, lo mismo que lo ha hecho en el Magníficat (Lc 1, 46-55). Leer más…

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En vez de ayuno, banquete de bodas. Domingo 2º del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Domingo, 20 de enero de 2019
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canc3a1-3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado leímos el relato del bautismo de Jesús. Si hubiéramos seguido el orden del evangelio de Lucas (base de este ciclo C), hoy deberíamos leer el ayuno de Jesús en el desierto y las tentaciones. Sin embargo, con un salto imprevisible, la liturgia cambia de evangelio y nos traslada a Caná. ¿Por qué?

Las tres epifanías (o “manifestaciones”)

Para la mayoría de los católicos, solo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

Un comienzo sorprendente

Si recordamos lo que ha contado hasta ahora el cuarto evangelio, el relato de la boda de Caná resulta sorprendente. Juan ha comenzado con un Prólogo solemne, misterioso, sobre la Palabra hecha carne. Sin decir nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, lo sitúa junto a Juan Bautista, donde consigue sus primeros discípulos. ¿Qué hará entonces? No se va al desierto a ser tentado por Satanás, como dicen los otros evangelistas. Tampoco marcha a Galilea a predicar la buena noticia. Lo primero que hace Jesús en su vida pública es aceptar la invitación a una boda.

¿Qué pretende Juan con este comienzo sorprendente? Quiere que nos preguntemos desde el primer momento a qué ha venido Jesús. ¿A curar unos cuantos enfermos? ¿A enseñar una doctrina sublime? ¿A morir por nosotros, como un héroe que se sacrifica por su pueblo? Jesús vino a todo eso y a mucho más. Con él comienza la boda definitiva entre Dios y su pueblo, que se celebra con un vino nuevo, maravilloso, superior a cualquier otro.

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.” Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.” Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.” Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.” Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.”

Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

El simbolismo de la boda: 1ª lectura (Is 62,1-5)

            Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, porque se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia).

            Pero el Dios del Antiguo Testamento no conocía el Código de Derecho Canónico y podía permitirse el lujo de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“El que te hizo te tomará por esposa:

su nombre es Señor de los ejércitos.

Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

            La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte.


Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

            Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

El simbolismo del vino

            En el libro de Isaías hay un texto que habría venido como anillo al dedo de primera lectura:

“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte

un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares enjundiosos, vinos generosos”.

            Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

El primer signo de Jesús, gracias a María   

            A Juan no le gustan los milagros. No le agrada la gente como Tomás, que exige pruebas para creer. Por eso cuenta muy pocos milagros, y los llama “signos”, para subrayar su aspecto simbólico: Jesús trae la alegría de la nueva relación con Dios (boda de Caná), es el pan de vida (multiplicación de los panes), la luz del mundo (ciego de nacimiento), la resurrección y la vida (Lázaro).

            Pero lo importante de este primer signo es que Jesús lo realiza a disgusto, poniendo excusas de tipo teológico (“todavía no ha llegado mi hora”). Si lo hace es porque lo fuerza su madre, a la que le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Jesús dijo que “el hombre no está hecho para observar el sábado”; María parece decirle que él no ha venido para observar estrictamente su hora. En realidad no le dice nada. Está convencida de que terminará haciendo lo que ella quiere.

            Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, Juan abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

La tercera Epifanía

El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria. Debemos pedir a Dios que tenga en nosotros el mismo efecto que en los discípulos: un aumento de fe en él.

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20 de Enero. Domingo II. Tiempo Ordinario

Domingo, 20 de enero de 2019
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“Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: -Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.”

(Jn 2, 1-12)

¿No había ningún fariseo en aquella boda? Para que se indignara y le dijera a la gente algo parecido a lo del episodio de la mujer encorvada (“seis días tenéis para venir a curaros…”). Algo así como: -“Otros recipientes tenéis para llenarlos de vino, dejad las tinajas de las purificaciones”.

Desde luego si en esa casa había seis tinajas para las purificaciones parece indicar que la gente que vivía allí era religiosa y cumplidora de la Ley. Pero nadie se queja, bueno Jesús un poco, le dice a su madre que no ha llegado su hora. Todos los demás se callan. Solo abren la boca para beber vino.

Con todo, el gesto de Jesús es osado, casi escandaloso. En lugar de decirles a los siervos que traigan las jarras vacías del vino y las llenen de agua les hace llenar las tinajas de las purificaciones.

Bien pensado poco podría decirnos a nosotros que Jesús convirtió 600 litros de agua en vino, a regañadientes, en una boda. El sentido de ese gesto tiene un algo más. Y creo que los tiros tampoco van por el piadoso empeño de ver aquí el papel de intercesora de María.

El gesto de Jesús

El gesto de Jesús es mucho más subversivo pero se nos pasa desapercibido con tanto vino. Jesús convierte el agua de las purificaciones, de la Ley, en vino de fiesta. Y no para una fiesta religiosa sino para una fiesta “mundana”, humana. En una boda se celebra el amor humano, el inicio de una nueva familia.

Y es ahí donde Jesús transforma el agua de la Ley en vino de boda. El Dios de Antiguo Testamento que se ha cansado de repetir que el Templo se le queda pequeño, se escapa ahora también de la Ley y se mete en nuestras fiestas.

La novedad de Jesús no es que Dios venga a habitar en medio de su pueblo, eso ya era una realidad para el pueblo de Israel. Yahve tenía su morada en medio de Israel. Israel tenía el Templo y la Ley. La novedad es que Dios en Jesús dice que Él es mucho más que el Templo y la Ley. Que a Dios no le podemos poner unos límites. Él ocupa TODO nuestro espacio, todos nuestros espacios.

Es más, nos está diciendo que Él quiere ser la alegría de nuestras fiestas. El vino abundante, desbordante, esplendido. Dios no quiere que se acabe nuestra fiesta.

Oración

Danos, Trinidad Santa, de ese vino para que nos embriaguemos de la alegría que viene de ti. Que sepamos entrar en la fiesta sin fin de tu Reino. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El agua-Ley limpia por fuera. El vino-amor vivifica desde dentro.

Domingo, 20 de enero de 2019
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693d39cd99e5ab83560037a6d04e605aJn 2, 1-12

Celebramos hoy la tercera de las manifestaciones de Jesús que durante siglos se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista, se trata de signos que nos llevan a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.

Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Está dentro de toda lógica la respuesta de Jesús: “¿Qué nos importa a ti y a mí?”. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de unos cien litros, dedicadas a las purificaciones. Por último, no tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él quien ordenaba qué vino se servía.

El relato no es una crónica de lo sucedido en una boda. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quienes eran los novios ni que relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Pero lo que hoy nos cuenta Jn es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo del AT, y la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.

La boda era, desde Oseas, el signo más empleado para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT, era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.

La Mujer es un misterio en este relato. Nos aporta un poco de luz la segunda carta del Tarot: la Sacerdotisa. Un mujer madura, pero en plenas facultades que simboliza lo nuevo de la sabiduría. No le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. Símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro y menos aún que adelantara la hora de hacerlo. La hora para Jn es siempre la hora de la muerte de Jesús.

El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda, (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: “No tienen vino”. No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Jn es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita.

Jesús invita a su madre a desenten­derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hacer ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Jn está constantemente haciendo referencia a la “hora” (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Anunciar la hora significa que la salvación está cerca.

Haced lo que él os diga. Solo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: “Haremos todo lo que dice el Señor”. También el Faraón dice a los servidores: haced lo que él (José) os diga. Se ve con claridad que el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla.

Las tinajas estaban allí colocadas, inmóviles. Se ve el carácter simbólico que van a tener en el relato. El número 6 es signo de lo incompleto. El número de la perfección era el 7. Es el número de las fiestas que relata este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley. La ley es inmisericorde, sin amor. La ley (imposible de cumplir) es la causa del pecado (falta de amor-vino). Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir que el sistema de purificación era ineficaz.

Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley, (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. “Habían sacado el agua”. La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta interioridad es la oferta original de Jesús.

Lo que sacan los criados de las tinajas es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conocen el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor como don del Espíritu es el que purifica, lo único que puede salvar definitivamente.

El vino es de calidad. “Kalos” indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en el pasado o aniquilada.

El último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del “primer” signo de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi­po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar “su gloria”. Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios consiste en la nueva relación con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como Él ama.

Lo más sorprendente es que se emplee la imagen de una boda para hablarnos de las relaciones de Dios con el hombre. Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica.

El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros e identificado con todo nuestro ser, seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti.

Meditación

Con apaños exteriores no puedo llegar a Dios.
Dogmas, ritos y preceptos, o los vivo o están muertos.
Nuestra religión es falsa si no nos da Vida auténtica.
La doctrina será el agua que solo te dará vida
si la bebes y trasformas en lo más hondo de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La realidad de la Iglesia.

Domingo, 20 de enero de 2019
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2-TOC-ev“No amemos de palabra, sino con obras” (Papa Francisco citando la carta de Juan)

20 de enero. Domingo II del TO

Jn 2, 1-11

Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor.

Desafortunadamente hoy la riqueza llena los depósitos bancarios de los ricos, frecuentemente escoltada por los esbirros de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, creando una humillante sociedad de pobres.

Ante tal indigno teatro no se puede permanecer ociosos, ni sumisos tampoco. En su Mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres el 13 de noviembre de 2017, El Papa Francisco recordaba las palabras de la primera Carta de Juan, de no hablar de palabra y de boca, sino de verdad y con obras, cuando se trata de amar a los pobres (1 Jn, 3-18).

Esta preocupación está atestiguada ya desde las primeras páginas de Los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro pide que se elijan a siete hombres “llenos de espíritu y sabiduría”  (Hch 6, 3) para que se encarguen de la asistencia a los pobres.

En la Carta del apóstol Santiago, 2, 1, se manifiesta esta misma enseñanza con igual convicción, utilizando palabras fuertes e incisivas: “Supongamos que en vuestra congregación entra uno con anillo con anillos de oro y traje elegante, y también un pobre andrajoso; os fijáis en el de traje elegante y le decís: Siéntate aquí en un buen puesto; y al pobre le decís: Quédate en pie o siéntate bajo mi estrado, ¿no estáis discriminando y siendo jueces de criterios perversos?”

Pero afortunadamente tampoco faltan ejemplos contarios. Francisco de Asís en el siglo XII, al que han imitado hoy otros muchos cristianos: Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer, Pedro Casaldáliga… y un largo etc., no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos. Él mismo vio en ese encuentro el punto de inflexión de su conversión: “Cuando vivía en el pecado me parecía algo muy amargo ver a los leprosos, y el mismo Señor me condujo entre ellos, y los traté con misericordia. Y alejándome de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo” (Test 1-3; FF 110).

Y tampoco olvidemos que en el mundo también hay animales y plantas menesterosas, que necesitan nuestras atenciones. Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, personas, plantas y animales; a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma.

Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.

Todos estos pobres -como solía decir Pablo VI- pertenecen a la Iglesia por “derecho evangélico” (Discurso en la apertura de la segunda sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, 29 septiembre 1963), y obligan a la opción fundamental por ellos.

En la Primera Jornada de los Pobres 19 de junio de 2017 el Papa Francisco dijo: “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”.

Fiel a su pensamiento de que “hay que pasar a los hechos”, él es el primero en hacerlo invitando, con motivo de la Navidad, a un grupo de pobres a participar en una comida de Navidad, organizada por medio de la Limosnería Apostólica, celebrada en el Centro Deportivo de la Guardia de Finanza en Castelporziano. Las personas que comerán invitados por el Papa son pobres, gente sin hogar, inmigrantes y personas en situación de exclusión que reciben atención de Cáritas de la Diócesis de Roma.

Tras resultar elegido en el cónclave, el Papa Francisco dijo: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!

PEDRO CASALDÁLIGA, POETA DE LOS POBRES

Durante más de 33 años –toda la vida de Cristo– Pedro Casaldáliga (1928), pensador, poeta y circunstancialmente obispo de Sao Félix de Arauaja, Brasil, ha vivido dedicado a trabajar a favor de los indígenas, campesinos y a la causa de la justicia. Obispo católico ordenado, siempre se negó a vestir como tal, sin ofensivas ínfulas, mitra, báculo o anillo de oro, llevando él mismo una vida de pobreza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tu madre vio y los que servían experimentaron.

Domingo, 20 de enero de 2019
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canc3a1(Jn, 2, 1-11)

Adentrémonos en la boda más famosa de la historia: “Había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda”.

La mirada de tu madre era de largo alcance y te conocía tanto como para ver que tu momento había llegado: “No tienen vino”, sinónimo de que una fiesta sin vino no es una fiesta y de la sensibilidad y empatía de María.

Te vio nacer, crecer, hacerte hombre y ese día intervino discretamente pero con la elegante contundencia de una madre que ve el paso siguiente de la historia de su hijo, más allá de si él todavía no lo ve; obviando que pueda parecer inoportuna la observación.

Efectivamente, respingaste: “¿Qué tengo yo contigo, mujer?, todavía no ha llegado mi hora”. Lo que equivale a decir: “¿Qué a mí y a ti?”(1), término utilizado en el AT y el NT para indicar el rechazo de algo que no se cree incumbencia del interpelado. Hoy diríamos algo parecido: “¿Y a ti y a mí que nos importa?

Tu madre se saltó tu improcedente respingo y resolvió dirigiéndose a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”.

¿Qué pasó en tu cabeza? ¿Cabeza?… No, lo que pasó venía directo desde tu corazón. Las palabras de tu madre debieron resonar como un eco interior que al instante te despertó a la comprensión de que había llegado tu hora: “Llenad las tinajas de agua”… y sucedió.

María debió retirarse después de su materna intervención. El mayordomo estaría de los nervios sabiendo que se había acabado el vino y eso le traería problemas cuando acabara la boda. Los discípulos y demás invitados centrados en el banquete y ajenos a lo que estaba sucediendo entre bastidores no se enteraron de nada. Y al novio, lo podemos imaginar, extrañado y sorprendido por el comentario del atónito mayordomo: “Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el inferior. Tú, en cambio has reservado el vino bueno hasta ahora”.

¿Quiénes fueron los únicos que vivieron como experiencia inolvidable el comienzo de los signos que realizaste en Caná de Galilea? Sólo los sirvientes que habían llenado de agua las tinajas, sabían lo que había pasado.

¿Qué contarían cuando volvieran a casa? Quizás quisieron verte de nuevo y te siguieron el tiempo que permaneciste por esas tierras, y se hicieron mensajeros de primera mano de lo vivido, como experiencia interior.

Me pregunto quiénes son hoy esos sirvientes. ¿Serán quienes experimentan en primera persona tu paso por sus vidas?

Creo que son quienes saben que lo que era oscuro se transforma en luz; que lo que era insípido se vuelve sabroso; que lo que era frustración desemboca en autoestima; que la desesperación se convierte en esperanza; y que sólo el Amor, como dice la canción (2), “engendra la maravilla, sólo el Amor consigue encender lo muerto”. Así con música, sin olvidar que la fiesta sigue, como en la Boda de Caná.

Somos llamados a ser sirvientes activos y comunicar con sencillez y alegría que nos invitas a un banquete en donde todo puede suceder si no falta lo principal: el Amor.

Mari Paz López Santos

 

  1. Semitismo bastante frecuente en el AT y NT (Biblia de Jerusalén, Nueva Edición Manual, Ed. Desclée De Brouwer, pág. 1546)
  2. De la canción “Sólo el amor”, Silvio Rodríguez
 Fuente Fe Adulta

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El vino bueno de la presencia.

Domingo, 20 de enero de 2019
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03Domingo II del Tiempo Ordinario

Jn 2, 1-11

Nos hallamos ante un relato completamente simbólico –algún exegeta ha llegado a afirmar que, antes que relato, fue sencillamente una parábola–, en el que cada elemento encierra todo un mensaje cargado de contenido.

La boda, las tinajas de agua, el vino, la figura de la madre, las propias expresiones utilizadas…, todo ello está hablando de la novedad que, según el autor del evangelio, aporta Jesús: el paso de una religión ritual (el agua de la purificación) y vacía (“no les queda vino”) a la plenitud de una vida desbordante de gozo (el vino bueno que sorprende al mayordomo).

Habitualmente, en nuestra existencia parecen alternarse el “agua” y el “vino”, la rutina y la novedad, el “ir tirando” y una sensación viva de plenitud. Es bueno ser conscientes de que la causa de hallarnos en una u otra de esas vivencias no depende de lo que ocurre, sino del “lugar” desde el que nos estamos viviendo.

Cuando vivimos en la mente no observada –la mente que cavila, elucubra, rumia–, nos vemos sometidos a sus vaivenes, terminamos creyendo lo que pensamos y en la práctica funcionamos como marionetas que son movidas por hilos que (momentáneamente) han escapado a nuestro control.

En esos casos, la mente pensante parece ocupar todo el terreno y nosotros terminamos perdidos, en la confusión y, antes o después, en el sufrimiento. Lo cual es fácil de comprender en cuanto tenemos en cuenta que todo el sufrimiento es producido por la mente, por la lectura que ella hace de todo lo que sucede.

Las circunstancias son como son: agradables o desagradables, sencillas o difíciles, placenteras o dolorosas…, y sentimos el impacto que producen en nuestra sensibilidad. Pero el sufrimiento nace en el momento mismo en que nuestra mente añade una interpretación, dramatizando, magnificando o construyendo cualquier “historia” en torno a lo que simplemente sucede. Al hacer esto, venimos a ser esclavos de nuestra mente que se convierte para nosotros en una jaula que puede llegar a asfixiarnos.

Sin embargo, podemos también observar la mente con todas sus idas y venidas, pensamientos que aparecen y desaparecen, sin identificarnos con ella. Al hacer así, salimos de la jaula, mantenemos la distancia, dejamos de creernos las historias que la mente pudiera elaborar y nos anclamos en la atención (la consciencia Testigo) que observa.

Hemos trascendido el estado mental para acceder al estado de presencia, el “lugar” de la plenitud, donde reconocemos que no somos el “yo” al que le suceden cosas, sino la misma y única Vida que ha tomado forma temporal en este “yo”. La Presencia consciente que somos disuelve todas las “historias” que la mente podía contarnos y, de ese modo, nos libera de rumiaciones interminables y de sufrimiento inútil. Solo hay Presencia…, el “vino bueno” de la alegría.

¿Vivo en la rutina de la mente o en el gozo de la Presencia?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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