Los responsables de la muerte de un chico de 15 años al que pretendían “masculinizar” en Sudáfrica, culpables de asesinato
Un tribunal sudafricano ha encontrado culpable de asesinato al responsable de un campo de entrenamiento paramilitar destinado a “masculinizar” a jóvenes afeminados o considerados de carácter débil, ingresados allí por sus propias familias, en el cual fallecieron varios jóvenes víctimas de los malos tratos sufridos. El escándalo trascendió a raíz de la trágica muerte en 2011 de Raymond Buys, un muchacho de 15 años. También ha merecido veredicto de culpabilidad un ayudante.
Además, tres jóvenes sudafricanos fallecieron, en 2011 y 2007, víctimas de los malos tratos sufridos en un campo de entrenamiento paramilitar destinado a “masculinizar” a jóvenes afeminados o considerados de carácter débil, ingresados allí por sus propias familias. Se ha juzgado al responsable del campo, Alex de Koker, y a su ayudante Michael Erasmus, de 20 años por la muerte de Raymond Buys. Como decimos, la muerte de Buys rescató además del olvido otras dos muertes ocurridas cuatro años antes, en 2007: la de Erich Calitz, de 18 años, y la de Nicholas van der Walt, de 19. Calitz sufrió también palizas que le provocaron lesiones cerebrales, pese a lo cual Alex de Koker evitó entonces una sentencia de cárcel. La muerte de Nicholas van der Walt, en cambio, fue considerada una “muerte natural” y atribuida a un ataque cardíaco.
Como conocimos entonces, Buys había sido ingresado en el campo de entrenamiento diez semanas antes de su muerte. El chico presentaba al parecer problemas de aprendizaje debido a un déficit de atención y sus padres deseaban “endurecer” su carácter. Cuando abandonó el campo, se encontraba malnutrido y deshidratado (al parecer negarles la comida a los “reclutas” era uno de los castigos habituales del campamento) y presentaba lesiones traumáticas, hematomas múltiples y daño cerebral, consecuencia de las palizas recibidas. Raymond Buys ingresó directamente en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, pero finalmente murió. Según el testimonio de Gerhard Oosthuizen, otro joven de 19 años, la estancia de Buys en el campamento fue un auténtico infierno, digno de una película de terror: en una ocasión en la que intentó escapar fue encadenado a la cama, golpeado y obligado a hacerse sus necesidades encima. En otras ocasiones le hicieron comer sus propias heces y su propio vómito.
La terrible muerte de Raymond Buys trajo de nuevo a la actualidad otras dos muertes ocurridas cuatro años antes, en 2007: la de Erich Calitz, de 18 años, y la de Nicholas van der Walt, de 19. Calitz sufrió también palizas que le provocaron lesiones cerebrales, pese a lo cual Alex de Koker, que regentaba el campo, evitó entonces una sentencia de cárcel. La muerte de Nicholas van der Walt, en cambio, fue considerada una “muerte natural” y atribuída a un ataque cardíaco.
Alex de Koker, izquierda, y Michael Erasmus
Alex de Koker, de 49 años, está vinculado al movimiento supremacista afrikáner liderado por el ultraderechista Eugène Terre’Blanche (fallecido en 2010). Y aunque las fuentes de las que hemos recogido la noticia no hacen referencia a ello, parece verosímil pensar que las familias que ingresaban a sus hijos en este campo pertenecen, posiblemente, al círculo de influencia de dicha ideología. La activista sudafricana Melanie Nathan denunció que la actividad del campamento no dejaba de ser en cualquier caso una siniestra variante de las terribles “terapias reparadoras”, cuyo objetivo no era otro que “masculinizar” a adolescentes supuestamente afeminados.
Casi cuatro años después de su muerte el proceso judicial ha llegado a su fin. Alex de Koker (vinculado al movimiento supremacista afrikáner) y el que entonces era su joven ayudante, Michael Erasmus de 20 años, han sido encontrados culpables de asesinato, abuso infantil y lesiones corporales graves por la muerte de Raymond Buys. Hasta dentro de varias semanas no se conocerá la sentencia. Esperemos que esta vez se evite que otros jóvenes sufran el terrible calvario por el que pasaron Raymond, Erich y Nicholas, todo apunta que empujado por el odio homófobo de sus propias familias.
Según denunció en su momento la activista sudafricana Melanie Nathan, la actividad del campamento no dejaba de ser una siniestra variante de las terribles “terapias reparadoras”, cuyo objetivo no era otro que “masculinizar” a adolescentes supuestamente afeminados o de carácter “blando”.
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