Dom 3 Adviento: Deberes de todos: Gente llana, hacienda/comercio, soldados (Continuación…)
Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. Sigo con el tema de ayer, que es el mensaje moral del Bautista, que aparece en la imagen alumbrando con su exigencia de justicia la gran cueva de la tierra.
Andan los políticos de propaganda, anunciando reinos nuevos, si ganan las elección, y diciendo a unos y otros que cumplamos los deberes; no estaría mal que escucharan al Bautista, lo mismo que todos, la gente de a pie, los publicanos de la hacienda y el comercio, los soldados.
Pues bien, en este contexto de espera de Navidad, la liturgia sigue recordando a Juan, que proclamaba los auténticos deberes de Adviento, al servicio de la igualdad y la justicia entre los hombres:
– Deberes para todos
‒ Deberes para la gente de la hacienda y el comercio
‒ Deberes para los soldados
Ayer he presentado en una postal larga la historia de Juan y sus relaciones con Jesús. Hoy me fijo sólo en la tabla de deberes, que él expone ante todos, según el evangelio de Lucas.
Estos deberes son universales, para los hombres y mujeres, pero él Juan los aplica de un modo especial a publicanos y soldados (gente de dinero y de poder: ricos y políticos), pues ellos deben convertirse primero y cumplir bien su función al servicio de la vida humana.
No hay una norma de Iglesia, una moral de sacerdotes… Ellos han de cumplir la moral de todos: el que tiene dos túnicas de una al que no tiene, y el que tenga comida que haga lo mismo
Al servicio de la casa, comida y vestido de todos han de estar publicanos y soldados (funcionarios del dinero y la política), y todos los demás, incluida la Iglesia.
Esto es lo que Juan, según el evangelio de Lucas, como una ley básica, es decir, natural o, mejor dicho, humana. Es lo que debe pedir (y sobre todo ofrecer) la Iglesia a todos, si es que quiere ofrecer su Navidad y ser significativa para el mundo . Buen Adviento a todos.
Texto. Lc 3, 10-18, una justicia para todos
Tiene dos partes. Una (a) recoge y actualiza el mensaje moral de los profetas. Otra (b) retoma el motivo apocalíptico. Aquí voy a centrarme sólo en la primera: Lc 3, 1-14
1) La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: 1 El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.
2) Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado.
3) También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.
Juan, los deberes humanos.
Lucas presenta en mensaje de Juan Bautista desde una perspectiva ética, que puede y debe aplicarse a todos los pueblos. Deja a un lado los aspectos exclusivamente judíos (confesionales) de su mensaje y lo condensa en una tabla ética de deberes sociales, que se aplican primero a todos los hombres y mujeres y luego a dos estamentos especial: los publicano-comerciantes y los soldados.
Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil (sin necesidad de apelar a Jesús)… Éste es un mensaje humano: Bástale al hombre una casa, bástale una túnica… Todo lo que sea más ha de ser para compartirlo.
Éste es un mensaje muy sencillo. No necesita reuniones episcopales, ni consejos de Europa, ni comisiones internacionales. Es un mensaje inmediato y cercano, de comunión humana, pacífica, sencilla, generosa.
Es un mensaje que cree en el hombre… No se trata de “matar” a publicanos y soldados, sino de descubrir que también ellos son humanos, iniciando la gran revolución de la igualdad y comunicación. Es aquí donde debería ofrecer su ejemplo la iglesia de Roma y la de Salamanca, , con todas las iglesias:
1) Norma Universal. Deberes de la gente. Igualdad básica:
“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna,
y el que tenga comida que haga lo mismo”.
Los problemas de fondo son comida y vestido; y en ambos casos la exigencia de la “moral profética” es el compartir:
‒ El vestido” son las posesiones, empezando por la casa (el primer vestido), y siguiendo por la rompa…: quien “conserve” o tenga algo que le sobre (dos casas, dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)… Esto se aplica a todos, como moral político, pero debe cumplirse de un modo especial en la Iglesia. No hay aquí mandatos sagrados de catecismos especiales, sino la norma primordial de la vida humana: Que todos los bienes son comunes, al servicio de los necesitados. Todo lo demás es ideología, venga de donde viniere, del cuartel, del banco o del mismo campanario.
‒ Quien almacene comida mientras otros hombres o mujeres pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús…, no puede pasar por Juan Bautista. Almacenar comida es tener los bancos llenos, al servicio de uno mismo, de mi propio grupos… Toda comida almacenada para algunos, mientras otros pasan hambre va en contra del mensaje del Bautista, de la ley originaria de la vida.
Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos: La finalidad de la vida no es amontonar casas, vestidos, dinero… sino compartir entre todos. La economía y la vida ha de ponerse al servicio de todas las personas.
No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar la iglesias, dogmas o jerarquías especiales… La verdad profética de adviento consiste está en compartir la vida: El hombre sólo puede poseer aquello que necesita para vivir, de forma que debe dar aquello que le sobre a quien no tiene nada (o tiene menos). Ahí pueden ir algunos ejemplos:
— Pisos, casas e iglesias vacías… han de ser para aquellos que no tienen ningún piso, iglesia o casa…
‒ Los que tienen dos pisos han de dar uno a quien no tiene ninguno… haciendo así que la producción y el comercio se ponga al servicio de la igualdad (fraternidad) no del capital.
‒ Todo lo que a uno le sobra mientras otros pasan hambre no es suyo, es de los pobres
2) Norma para los publicanos, la gente de hacienda y negocios:
“No exijáis nada fuera de lo fijado”.
Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos… En sentido extenso, publicanos son hoy todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda, gentes del BM, del FMI etc).
Juan supone que debe haber un orden económico, una norma buena, bien establecida (en griego: diatetagmenon), una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Evidentemente, Juan sabe que lo establecido puede ser injusto, y en ese caso debe cambiarse, al servicio de la norma 1 (todo lo que sobra es para los pobres), pero piensa que en principio los gestores del dinero pueden cumplir un buen servicio (¡no los manda al infierno a la primera, como haríamos muchos de nosotros, cansados ya de tanto cinismo y manoseo!).
Juan Bautista les pide a los “gestores” del sistema que sólo “exijan” (sólo cobren) lo regulado por su servicio (suponiendo que cumplen la norma 1: Todo lo que sobra es para los pobres). Eso significa que ha de haber publicanos que organizan el sistema económico… Pero ellos no pueden hacerse dueños del sistema para servicio particular, sino para bien de todos.
Este Juan (conforme a la versión de Lucas) es un indignado, pero dentro del sistema, para cambiarlo al servicio del bien común. No aparece como un incendiario que quema las mieses por venganza; es un hombre del orden y el sistema, pero un orden y un sistema para bien de todos. Y aquí se vuelve a la norma primera: la economía ha de estar al servicio del reparto de túnicas y de comida (es decir, de humanidad).
3)Norma para los soldados.
No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie,
y contentaos con vuestra paga.
Juan vive en un “imperium”, es decir, en una sociedad militarista, organizada y presidida por soldados (el emperador era el primer soldado). Donde él decía “soldados” deberíamos decir hoy “soldados y políticos, policías y agentes del orden”, es decir, funcionarios de la administración política.
Muchos judíos de aquel tiempo querían que se aboliera el imperio, que no hubiera soldados. Juan, en cambio, los admite, pero quiere ponerlos al servicio de la comunión universal. Así reconoce la necesidad de unos “funcionarios” que pueden entenderse casi como “policía” al servicio del orden del imperio. No es antimilitarista, no es anarquista… No es tampoco un celota guerrillero. Admite a los soldados/funcionarios (con cierto poder), pero cree y dice que ellos deben cambiar y por eso les pide a los soldados tres cosas.
(a) No uséis la violencia. Juan nos sitúa ante unos soldados que no son ya portadores de violencia (no emplean la espada, van sin armas…), sino ministros de la paz, es decir, de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo y ayudando. Éstos soldados tendrían que ser “pacifistas activos”, dispuestos, en el fondo, a dejarse matar para proteger a los débiles. Unos soldados que no luchan contra otros soldados, sino que defienden a los pobres e indefensos.
(2) No hagáis extorsión a nadie. El texto utiliza una palabra muy plástica “me sykophantêsete”, no ser “psicofantes”, no utilizar la propia ventaja para oprimir a los demás. Esto implica, en el fondo, no emplear el poder para servicio propio, no acusar a los demás y oprimirles, buscando así la ventaja propia. Esto que se dice así de los soldados debe aplicarse a todos los funcionarios públicos, a todos los que pueden emplear su autoridad o poder para “engordarse” a sí mismos: ¡No utilizar nunca el poder para ventaja propia!
(3) Contentaos con vuestra paga. El poder de las armas se ha asociado desde antiguo al robo y al enriquecimiento. Juan pide a los soldados que no utilicen su poder para enriquecerse. Lo mismo puede y debe decirse de todos los funcionarios públicos (desde los banqueros hasta empleados de la administración): ¡Hay una para que debe ser justa, un dinero público para bien de todos! Contentarse con ello, y en caso de duda acudir a la norma 1: Si tienes dos túnicas dale una a quien no tiene ninguna.
Conclusión y apéndice. Juan Bautista según F. Josefo y
Ésta es la moral natural de Juan Bautista… Éste es para Lucas el punto de partida para llegar al evangelio. Jesús es algo más (es gratuidad). Para llegar a Jesús hay que pasar por Juan Bautista.
De esa forma, el evangelio de Lucas se sitúa cerca del historiador Flavio Josefo que, por aquellos mismos años (hacia el 90 d. C.) presenta a Juan como a moralista, que pide la conversión interior para los hombres
Juan, de sobrenombre Bautista… era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse…, dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión… Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).
Josefo ha querido presentarle como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un predicador de la virtud, en la línea de Lucas 3, 10-14. Pero aún así hay una diferencia básica. Josefo parece destacar más el aspecto interior y personal del mensaje de Juan. Lucas en cambio pone de relieve el aspecto social.
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