En el año 2008 la muerte de Gaspar García Laviana había quedado ya muy difuminada entre mis recuerdos. Yo había conocido algo a Gaspar cuando vino de Nicaragua a visitar a su familia que vivía en Tuilla. Cuando ese año me invitan a participar en el documental que RTPA estaba haciendo sobre Gaspar García Laviana, sacerdote y comandante sandinista, acepté con mucho gusto y ello fue un revulsivo de mis vivencias de hacía unos treinta años. También el haber comenzado por esas fechas a participar en el Foro Gaspar García Laviana, hizo que ya desde entonces se mantuviera constante en mí la memoria de Gaspar. Contribuiría además a ello el participar en el aniversario de su muerte en Tuilla –este año será el sábado 16 a las 12h Eucaristía y luego la Ofrenda Floral. He de confesar que el reencuentro con Gaspar en el 2008 supuso en mí revivir valores, actitudes, sentimientos… que me conducirían a comportamientos más comprometidos socialmente.
Es fundamental para los individuos y para los pueblos mantener la memoria de aquellos hechos y personas que más valoramos, sobre todo aquellos que conllevan, por la razón que sea, el marchamo de ejemplaridad. Ya el año pasado en este mismo medio recordaba aspectos fundamentales de su vida: su especial sensibilidad al sufrimiento de los más empobrecidos, su inquebrantable compromiso en la liberación de los oprimidos, su valentía y generosidad de entrega.
En el treinta y nueve aniversario, aquí en Asturias estamos ya mirando hacia la celebración del cuarenta. Así como en el 30º Aniversario se le quiso dar una especial resonancia, queremos también resaltar el cuadragésimo con la publicación de otro libro: Gaspar García Laviana visto desde Asturias.
Con la presentación de este libro a lo largo del año 2018, esperamos difundir más la ejemplar conducta de este cura asturiano, misionero MSC, portador de unos encomiables valores humanos dignos de ser imitados, tal como ha sido reconocido en Asturias en el año 1979, ya nada más morir en Nicaragua, cuando fue distinguido por el diario La Nueva España como uno de los asturianos del año 1978, a título póstumo, pues ya había caído en combate el 11 de diciembre de ese año. Con ese motivo el nombre de Gaspar García Laviana quedó unido al de todos los personajes de Asturias que reciben tal honor por otorgamiento democrático de la redacción del periódico. Tras este reconocimiento han venido otros aquí en su tierra: Algunos ayuntamientos le honraron dedicándole una calle: Oviedo, Gijón (Avenida) y Siero (en Lugones, la población del municipio con mayor número de habitantes). El ayuntamiento de SMRA le dio nombre a un paseo peatonal entre El Entrego y La Hueria de Carrocera. Precisamente en esta Hueria, en Les Roces, es donde nació Gaspar el año 1941. Todo ello nos muestra cómo la sensibilidad popular sabe reconocer y agradecer el comportamiento de quienes han luchado por los empobrecidos y más si han entregado sus vidas por ellos.
Como ocurre en muchos casos, el valor ejemplarizante de ciertos personajes nuestros, de los cristianos, es más reconocido fuera del ámbito eclesial que dentro, principalmente si su compromiso estuvo centrado en favor de los desheredados y sobre todo si fueron personas que quisieron combatir las causas de los problemas sociales. Se reconocen más fácilmente los méritos de quienes protagonizan el asistencialismo social. Un ejemplo claro de tardanza ha sido Mons. Romero. Bien es verdad que a nuestros “santos” o a nuestros “héroes” mejor que recordarles con liturgias vacías es conocerles profundamente y dar testimonio con nuestras propias vidas de los valores de los que son ejemplo.
Es precisamente desde esta perspectiva desde donde hay que ver el compromiso político-militar de Gaspar García Laviana, que en algunos produce un cierto rechazo. Conociendo la “vida interior” de Gaspar, que no muestra a través de sus poemas, podremos descubrir que detrás de su compromiso hay unas motivaciones humanitarias. Hay quienes condenan sin más el hecho de que un cura hubiese cogido las armas. En aquellos momentos fueron varios los que en Latinoamérica lo hicieron (recordemos al que fuera primer icono: el colombiano Camilo Torres) y bastantes los que colaboraron en la retaguardia de los movimientos de liberación.
Gaspar da el paso de entrar en la guerrilla del Frente Sandinista en primer lugar porque su misma vida, como la de tantos otros, ya estaba en peligro. Y en segundo lugar porque quiso comprometerse en la defensa del pueblo nicaragüense que estaba explotado y sometido por la familia Somoza, siendo muchos de ellos explotados hasta tener que vivir en situación de miseria, prácticamente como esclavos de unos amos que se enriquecían a su costa. Lo fundamental era la situación en la que vivía la gente. Así la describía Amnistía Internacional en su Informe del año 1976: “los derechos humanos son sistemáticamente violados”… “y torturan y mantienen en prisión a sospechosos de atentar contra la seguridad del Estado, sin que los cargos hayan sido comprobados judicialmente”. “En el noreste de Nicaragua, los campesinos han sido perseguidos por las autoridades por ser considerados como sospechosos de simpatizar con los guerrilleros” y asegura que “en esa zona del país han desaparecido trescientos campesinos, desde mayo de 1975 hasta enero de este año. En el departamento de Zelaya, doscientos campesinos están en prisión sin haber sido juzgados todavía”.
De esta cruel realidad que maceraba el corazón de Gaspar habla él mismo en sus poemas. Recordemos sólo tres de ellos: CAMPESINO 1. Me hieren/ tus mortajas/ prematuras/ de hambre/ serena.// Me hieren/ tus huesos/ entubados/ en pieles/ sedientas.// Me hieren/ tus ojos/ humillados/ hendiendo/ la tierra.// Me hieren/ tu duro trabajo/ y tus malas/ cosechas.// Me hieren/ tu ignorancia/ y tu eterna/ tristeza.// Me hieren/ tus plantas/ desnudas/ cuando pisan/ las piedras.// Todo tu yo/ me hiere/ campesino,/ pero me hiere/ sobre todo/ tu impotencia.//
Otro poema muy recurrido para explicar el corazón profundamente herido del cura de San Juan del Sur y Tola es el titulado LA NIÑA DEL PROSTÍBULO. Catorce añitos de edad,/ dos de puta,/ cara joven,/ rasgos viejos,/ piel lozana,/ ojos muertos.// pantaloncito ceñido,/ desnudos pierna y ombligo,/ pies descalzos,/ recorriendo el puterío.// … Estas niñas eran de su parroquia, todos conocían a los guardias que cerraban los ojos a esta esclavitud infantil, recibiendo a cambio unos dinerillos, y también los nombres de la gente que utilizaban sus obligados servicios. A éstos los recrimina Gaspar en su REFLEXIÓN 1. Hablando de aquellos contra los que se está haciendo la revolución incluye a los que “dormían con putas/ y aparecían con sus esposas en los desfiles/ y en las inauguraciones/ y en la iglesia comulgando.//
Estas pincelas que he dado sobre la realidad de Nicaragua nos hacen ver que este país, desde hace ya tiempo (el dominio de la familia Somoza dura desde 1934 a 1979), vive en estado de guerra, pues así es cuando existe una conculcación generalizada de todos los derechos humanos, que en Nicaragua incluía la violencia física, torturas, muertes con impunidad, duras condiciones de trabajo, desatención sanitaria… Y además el hambre, reflejada en esa “piel seca” de muchas de sus gentes, que tanto impresionó a Gaspar. Todos tenemos derecho a vivir en paz. Y todos es todos. Con este fin pacificador entra en aquella guerra y lo hizo en favor de los empobrecidos, de los masacrados, de los humillados… y en contra de los poderosos que desde todas las instancias del Estado –militar, económico, legal…- estaban agrediendo a los más débiles. Gaspar entra en una guerra de liberación nacional.
Él mismo es consciente de la contradicción en la que se vio obligatoriamente envuelto. Él, que había sido educado para la paz, para la no violencia… se veía inmerso en la guerrilla que el Frente Sandinista libraba contra el Estado somocista. Todos quisiéramos saber -¿Cómo se produjo ese paso decisivo hacia una acción violenta? Es la pregunta que le hace el periodista que le entrevista poco antes de su trágica muerte (Interviú, nº 125, 1978, 5-12 de octubre). Y ésta es la respuesta de Gaspar: -Para mí, con una formación social no violenta, fue un problema muy grande. Sólo había un causante de los millones de hombres humillados, aplastados, oprimidos, muertos: Somoza. Entonces me planteé el ya antiguo problema teológico-moral: ¿Es lícito matar al tirano? La respuesta era sí, no había más remedio, era por el bien de toda la comunidad. Los documentos de Medellín, suscritos por los obispos de Latinoamérica, lo dicen bien claro: “La insurrección revolucionaria puede ser legítima en el caso de tiranía evidente y prolongada y que atente gravemente a los derechos fundamentales de la persona y damnifique peligrosamente el bien común del país, ya provenga de una persona, ya de estructuras evidentemente injustas.”
Los criterios morales los tiene claros. En varias ocasiones recuerda estas palabras de los obispos latinoamericanos. Pero el periodista todavía insiste y le dice: “-Pero una cosa es justificar algo moralmente y la otra que un sacerdote sea precisamente el que aprieta el gatillo o conecta el detonador. Y él responde: “-Es lo mismo. Hay que ser consecuentes con las ideas. El bien de muchos justificaba el que este hombre desapareciera. Entonces el pueblo, dormido por la propaganda, no era consciente de esto. Yo sí lo era. Era mi misión.”
A su respuesta hay que añadir algo muy importante: En temas fundamentales, como lo es la conculcación de los derechos humanos, la moral es la misma para un cura que para un seglar. Quienes lo diferencian es debido a una cierta mistificación que se ha hecho de los sacerdotes. La guerra en Nicaragua era una realidad que ya existía cuando Gaspar llega a esas tierras y él ve que era una exigencia cristiana tomar partido. Lo dice en su carta A MIS HERMANOS LOS OBISPOS, SACERDOTES,RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS: “No podemos quedarnos como mudos espectadores de la tragedia del pueblo mientras la dictadura Somocista enloquecida por el oro y el poder, sigue torturando y matando a los nicaragüenses como si fuesen bestias sin derechos”. Cada uno tenía que ver cómo, según las propias posibilidades y capacidades, colaboraba para conseguir una paz real para todos en Nicaragua. Él es consciente de que “el pueblo oprimido y humillado al que yo he servido como sacerdote, reclamaba más que el consuelo de las palabras el consuelo de la acción”. Naturalmente, no todos tenemos la fuerza necesaria para llevar hasta esos límites el compromiso de la acción. Hubo también otros sacerdotes y seglares que de distinta manera a como lo hizo Gaspar apoyaron la causa de la liberación del pueblo nicaragüense.
Concluyendo: estupendo todo aquello que nos recuerda a Gaspar, pero quienes reconocemos la ejemplaridad de su vida no podemos quedarnos en meros gestos de admiración hacia él, hemos de intentar imitarle en algo. Gaspar será siempre una invitación a un compromiso social liberador. En esta Europa nuestra, el neoliberalismo dominante nos está sometiendo a todos a múltiples esclavitudes que reclaman esfuerzos liberadores. Y no digamos en otros lugares del mundo.
José María Álvarez
Del Foro Gaspar García Laviana
www.forogasparglaviana.es
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