Cristianos homosexuales: “Los obispos que dicen barbaridades son cuatro y están enfermos”
“Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”, “contrarios a la ley natural” y “no pueden recibir aprobación en ningún caso”. Por eso, “las personas homosexuales deben ser acogidas con respeto” pero “están llamadas a la castidad”. Todo eso (y más) está escrito en el Catecismo de la Iglesia Católica y resume la postura de la institución al respecto.
“Es un mensaje muy sibilino: ‘Aceptamos, no llegamos a condenar, pero… Pues mira, nosotros no lo aceptamos. Porque es una visión negativa, muy juzgadora y no es lo que dice el Evangelio”.
Elena habla en representación de sus compañeros de Betania, un grupo creado hace 15 años y del que forman parte unos 12 cristianos LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) de entre 28 y 61 años de Bilbao. Apenas 48 horas antes de la marcha del Orgullo Gay de Madrid, todos ellos están reunidos analizando textos del teólogo y sacerdote progresista José Antonio Pagola.
Se juntan cada 15 días para reflexionar sobre el Evangelio y poner en común sus pensamientos. En fechas puntuales realizan oraciones en grupo. Por ejemplo, en Navidad, en el día contra la homofobia o en semana santa. Así, explican, generan un espacio donde pueden sentirse “cómodos” compartiendo dos pilares de su vida: la orientación sexual y su fe.
CADA VEZ MENOS HOSTILIDAD
Como el suyo, hay grupos de cristianos LGTB en varias ciudades españolas. Jordi Valls es el portavoz de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas de Cataluña, que aglutina a 15 socios que llegan a 200 personas. Asegura que cada vez sienten menos hostilidad contra ellos.
“Cada vez hay más comunidades cristianas menos fundamentalistas y por tanto más abiertas a la diversidad. Entre la comunidad LGTB también se ha redescubierto la dimensión espiritual, que todo no termina en el cuerpo, sino que hay algo más. Y empiezan a aceptar la realidad cristiana”, asegura.
Todos admiten, en cualquier caso, que ni es fácil ni les agrada escuchar las declaraciones homófobas que miembros de la jerarquía eclesiástica realizan de vez en cuando. El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, es uno de los más combativos contra los gays y las lesbianas. En 2012, por ejemplo, dijo que “la revolución sexual está produciendo muertos”.
Más muestras de la postura de la jerarquía: el cardenal Fernando Sebastián aseguró este mismo año que “señalar a un homosexual una deficiencia no es un ofensa, es una ayuda, porque muchos casos de homosexualidad se pueden recuperar, se pueden normalizar con un tratamiento adecuado“.
“SON CUATRO ENFERMOS“
¿Qué piensan los homosexuales cristianos cuando escuchan declaraciones como estas? En general, afirman, se lo toman con calma. “Esos obispos… se trata de personas enfermas que necesitan acudir a un buen especialista para que les cure de su homofobia”, dice, con mucha tranquilidad, Valls.
“Sabemos que los que dicen barbaridades no han tenido una vida fácil, que han tenido problemas. Y expresan su malestar diciendo estas barbaridades. Lo que tienen que hacer es ponerse en manos de un buen profesional y no vamos a contestarles porque se trata de personas enfermas, con un problema. Nos consta que alguno es un homosexual de armario”, avisa.
Valls subraya que los “obispos que dicen barbaridades” son “cuatro contados” y que son personas con “problemas” que no van “a la cuerda del papa”. “La gente mínimamente sana no ve absolutamente ningún problema. Las jerarquías están muy equivocadas”, asegura. Y añade que su grupo tiene contacto con la Iglesia de base y que siempre los han acogido bien. “Sólo hemos tenido problemas con parroquias o comunidades que están dominadas por alguien que quiere hacer carrera eclesiástica”.
Desde el grupo de cristianos gays de Bilbao matizan que “es tanto o más triste que no haya nadie dentro de la jerarquía que no se posicione claramente en contra de las declaraciones salidas de tono”.
“Van en contra del Evangelio, que no dice nada de eso, sino todo lo contrario. El mensaje del Evangelio es de amor, de respeto, de aceptación y de acogida a todo el mundo. Las palabras de Jesús nunca dan lugar al rechazo, ni a la expulsión, ni a los ‘peros’, ni a juzgar a nadie“, afirman.
“TAMBIÉN SE PROHÍBE COMER MARISCO“
Antonio C., del grupo Ichthys de Sevilla, que aglutina a 30 personas, también resta importancia a las declaraciones homófobas de los obispos y se remite al contenido del Evangelio.
“Desde la Iglesia no puede surgir el odio”, advierte. Recuerda, además, que en el Levítico, un libro del Antiguo Testamento, se dice que “se condenará” quien yazca con otro hombre. “Pero en el mismo libro dice que te condenarás si comes marisco y hoy por hoy ni está prohibido ni es un pecado. ¿Si una cosa no es pecado por qué lo otro sí lo es?”, se pregunta.
También resta importancia al contenido del Catecismo y subraya la contradicción de que se condenen los actos homosexuales porque “son actos de amor”. “No pensamos que una conducta desordenada pueda serlo si surge del amor. No entendemos que se nos prohíba desarrollar nuestra afectividad”, lamenta.
Al mismo tiempo, recuerda: “Dios nos ha hecho para ser felices y si nos ha creado el instinto del hambre, o de la sed, o el sexual, ha sido para dar placer bien entendido. El catecismo no es una ley, es una serie de normas. Incumplirlo no es pecado”.
¿Y EL PAPA?
A la vez, Antonio C. celebra el cambio de registro del papa Francisco, pero reconoce que no tienen esperanzas en que la Iglesia vaya a cambiar “de la noche a la mañana, ni de que esté próximo el día en que los homosexuales puedan casarse por la Iglesia”.
En el grupo de Bilbao apoyan esa tesis y llaman a dar tiempo al pontífice. Advierten de que, por el momento, hay “signos positivos” pero ahora hay que ver “si las palabras pasan a los hechos”.
Uno de esos hechos, por ejemplo, sería acabar con la discriminación dentro de la Iglesia. “Nos llegan casos de chicos o chicas que son homosexuales y cuando el cura de turno se ha enterado les ha echado del grupo con malas formas. Profesores y profesoras de centros religiosos que tienen que llevar su pertenencia en secreto porque pueden perder su trabajo…“, critica Jordi Valls. Mientras, ellos y ellas siguen esperando.
Fuente El Huffington Post
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