Un buen fundamento, el mejor antídoto contra el fundamentalismo
Lo que llamamos normalmente “fundamentalismo”, tanto en el plano de la cultura como de la política y de la religión, nace de la ausencia de un buen fundamento. Quien tiene un buen fundamento, quien cree de verdad en lo que cree no es nunca fundamentalista, sino un hombre de principios, que sabe respetar la fe de otras personas.
En esa línea añado (para ir a lo concreto) que un judío de fundamento nunca ha sido ni será fundamentalista en el sentido estrecho del término, sino todo lo contrario. Por eso quiero que el judío vaya a la raíz y fundamento de su experiencia social y religiosa, en el sentido fuerte del término: Cuanto más “crea” en su misión mesiánica (ser fermento de comunión para todos los pueblos), cuanto más fundamentado esté menos fundamentalista será en sentido negativo. Un judío que rechaza a los demás , que niega el valor de los otros pueblos (a los que debe ofrecer su testimonio) deja de ser judío.
Un cristiano de fundamento deja de ser cristiano en el momento en que se hace fundamentalista, en el sentido estrecho del término. Un cristiano que deja de amar a los enemigos (a los distintos en cuanto distintos), queriendo imponer su verdad a los otros, deja de ser cristiano. Por eso, no quiero que el cristiano renuncie a su verdad “absoluta” y crea que en el fondo todo da lo mismo, pues su verdad “absoluta” (si se quiere utilizar, a pesar de todo, ese término) es lque el debe dar su vida por los demás (para que los otros tengan vida), como muestra el símbolo-dogma de Cristo.
Un musulmán de fundamento deja de ser musulmán si quiere imponer su fe a los otros: Deja de creer en el Dios de la Paz (Shalam, Islam) para creer en sí mismo, en una palabra petrificada. Por eso, no quiero que el musulmán abandone su fe más profunda (en el sentido de radical), sino que profundice en ella, descubriendo en la radicalidad de Dios (¡Dios clemente y misericordioso!) el principio de toda apertura a los demás. En ese sentido, lo “absoluto” (en cuanto fundante) deja de ser absoluto-separado y se convierte en principio de comunicación.
A partir de aquí he retejido unas reflexiones sobre el fundamentalismo, que pueden ayudarnos a entender algunas actitudes de judíos y de musulmanes (en el cercano oriente) y también de cristianos, con materiales que pueden ayudarnos a entender el movimiento (pseudo-)fundamentalista de la IS.
1. Las religiones, espacios de encuentro comuntario
1. Las religiones no son experiencias “colectivas” (de masas), sino comunitarias (de encuentro personal)… Experiencias que han nacido, en general,de la aportación y experiencia creadora (distinta) de los grandes maestros, como Moisés (los profetas bíblicos), Jesús o Muhammad… Ellos no han buscado una legitimación colectiva sin más, sino que han ofrecido a los demás su experiencia radical de encuentro con lo divino,en comunión de libertad, sin imposición de grupo (con los matices que se deben precisar en cada caso y circunstancia).
2. Por eso, al lado de la comunicación (diálogo inter-religioso), que es básica, tiene que darse la búsqueda de lo fundamental, en el sentido fuerte del término, tal como lo han descubierto y explorado los grandes maestros, como Jesús y Muhammad. En esa línea, creer (por ejemplo) en Jesús como revelador de la verdad fundamental de Dios y del hombre (creer en su verdad absoluta) implica creer en la comunión de los hombres, asumiendo la tarea de poner la propia vida al servicio de esa comunión (para que les vaya muy bien a los distintos –¡enemigos!–, rezando y preocupándose por ellos, como dice el Sermón de la Montaña).
3.En general, los “anti-fundamentalistas” suelen ser fundamentalistas de otro tipo (en otra línea). Lo más parecido a un fundamentalismo de derechas es uno de izquierdas, lo más parecido a un fundamentalista religioso es un fundamentalista anti-religioso (valga esa terminología). Se suele decir “dime de qué presumes y de diré de qué careces”. Los que presumen de anti-fundamentalitas suelen ser a veces fundamentalistas larvados. Desde ese fondo quiero ofrecer las aportaciones que siguen, ofreciendo tres “principios”, para añadir después el trabajo que un servidor y J. F. Durán Velasco hemos publicado en X. Pikaza y A. Aya, Diccionario de las tres religiones (Verbo Divino, Estella 2009).
2. Tres principios:
1. Hay que distinguir entre búsqueda de lo fundamental (radicalidad) y fundamentalismo. Como en otros casos (aunque no siempre), la terminación “-ismo” suele tener un matiz peyorativo. En ese sentido, un fundamentalista es aquel que sólo valora lo suyo, excluyendo lo de todos los demás. Pues bien, en contra de eso, aquel que busca lo fundamental (radical) de una religión no es fundamental-ista “condenable”, sino que puede ofrecer un testimonio ejemplar de hondura religiosa y de comunión. En esa línea, el buen fundamentalismo es hoy más necesario que nunca.
2. El diálogo de religiones no debe hacerse negando las particularidades de cada una y conservando un cómodo común denominador (que sería una racionalidad difusa), sino intentando que cada religión busque y desarrolle sus valores más hondos: el judaísmo la promesa mesiánica, el cristianismo la encarnación de Dios en la historia, el Islam la trascendencia de Dios… Allí donde un judío, un cristiano o un musulmán buscan de forma intensa sus raíces pueden no sólo encontrarse, sino dialogar de un modo fecundo al servicio de la humanidad. Un buen fundamentalista es siempre un hombre de comunión, pues busca en lo más propio aquello que le permite dialogar mejor con los demás.
3. El riesgo está en la búsqueda y cultivo de un aspecto marginal de cada religión, no en línea de “experiencia fundamental”, sino de puro fundamental-ismo… Cuando una religión olvida su centro (su núcleo inspirador) y se deja prender por aspectos marginales de su historia se vuelve fundamental-ista. En ese sentido, ser fundamentalista es perder el “fundamento”, es olvidar la esencia. Por eso, el mejor antídoto contra al fundamentalismo es buscar y cultivar el fundamento de cada religión, en apertura hacia las otras, al servicio de la revelación del misterio de Dios, que es la plenitud de lo humano. Leer más…
Budismo, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Islam, Judaísmo
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