“Las fugas”, por Gerardo Villar
Ante la sequía y el miedo a quedarnos sin agua para beber, los ayuntamientos y las comunidades autónomas van revisando las tuberías de reparto del agua.
Y están apareciendo muchas fugas por las que se va gran cantidad de agua. Las tuberías son viejas y ya tienen defectos.
Con los arreglos se ahorra cantidad de líquido. En muchos pueblos más allá del veinticinco por ciento. Buena y necesaria labor.
¿Y si aplicamos esta operación a otras energías, a otros caudales? Sin duda evitaríamos que se vaya y se pierda mucha energía en nuestra vida.
Tenemos cada uno y la comunidad entera muchas posibilidades. Pero las dejamos perder, escapar: los conocimientos y experiencias de cada uno, las posibilidades musicales, artísticas, espirituales… Hay muchas tuberías en nuestra vida y en nuestra convivencia con falta de arreglo: cuántas fincas llecas, cuántos libros sin leer, cuanta formación posible.
Vemos que cuando se enfoca y se aprovechan esas posibilidades, surge la banda de música, las jornadas culturales, el arreglo de calles, las veredas, las marchas… Muchas actividades. Y eso que aún se nos escapa bastante agua, energía por los mil agujeros de la vida.
Con el arreglo de las roturas, vamos a ir creciendo en valores y tendremos mucha agua de amistad.
Está claro: se nos van los fieles de la comunidad cristiana, los jóvenes y niños no descubren la fe como aliciente en la vida. Los grupos van disminuyendo y sobre todo, se nos escapa el gran potencial de vida que es Jesús de Nazaret: no se le conoce ypor tanto, no se le vive. Hay una gran fuga de antiguos cristianos o quizás mejor, de personas religiosas.
Hay que hacer rápidamente un diagnóstico para ver las posibles causas de fuga, de escape. Sin duda, ahí tenemos el Evangelio y los hechos de los Apóstoles para diagnosticar. Y corregir.
Ananías y Zafira desaparecen, mueren a la comunidad porque no eran sinceros, porque no entregaron todo lo que tenían.
Muchos judíos se iban al escuchar a Jesús, y luego a Pedro y Pablo, la exigencia de descubrir al Maestro como el centro y sobre todo como la Vitalidad de la comunidad.
Estamos muy enfrascados en ritos, novenas, recuperar tradiciones y se nos olvida conocer y vivir a Jesús.
Siento que es momento de leer el Evangelio. Después vendrá el conocerle, el interiorizarle, el vivirlo. Siento la necesidad de un gran trabajo en anunciar a Jesús; y estar cerca de los pobres. Me parecen los dos pasos fundamentales en la planificación pastoral.
Y en cuanto a compartir, no podemos quedarnos en dar, sino que es preciso acoger, tratar con los pobres, vivir su estilo.
La fe se contagia, no se enseña. Cuando vayamos viviendo a Jesús y los pobres desde la interiorización, vamos no solo a detener las fugas de fe sino a enriquecer y acrecentar la comunidad cristiana.
Quizás, al purificar nuestra vivencia del evangelio, haya personas que se fuguen, pero los restantes, con su vitalidad, van a contagiar, interrogar, animar y atraer a otras personas.
Propongo que durante dos años, no hagamos otra cosa que, de mil formas, dar a conocer a tiempo y a destiempo a Jesús. Y empezar por la letra de los evangelios. Pienso que sería bueno dar una copia de las lecturas del domingo. E incluso hacer un plan muy sencillo para leer dos veces el evangelio del domingo y si es preciso, sustituir, momentáneamente otras lecturas, para que quede el recuerdo y el mensaje de Jesús.
Y con los pobres, meternos, estar con ellos, acoger, no quedarnos en darles, sino vivir un tanto su amistad. Eso nos cambia.
Contra fugas, primero diagnosticar y luego buenas tuberías.
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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