Hace 87 años que estalló la Guerra Civil
“La casi totalidad de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes”
“Los militares golpistas atrajeron a los partidos de la derecha conservadora como los falangistas y carlistas, a los terratenientes temerosos de la reforma agraria y a la Iglesia”
“Con el inicio de la Guerra Civil la casi totalidad de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes, en vez de ser un instrumento de reconciliación nacional. La Iglesia se convirtió en el arma moral de los sublevados, dándoles legitimidad a sus crueles actos”
La Iglesia, como lo hizo en otras situaciones de la historia, traicionó el mensaje de Jesús de “no matarás”, de “amaros los unos a los otros”
| José Melero Pérez
El pasado 18 de julio hizo 87 años que estalló la Guerra Civil española, tras la sublevación encabezada por Franco, acabando con la democracia establecida por la II República desde su triunfo electoral el 14 de abril de 1931. Los militares golpistas se enfrentaron con los militares fieles al Gobierno legítimo de la República. España se dividió en dos.
Los militares golpistas atrajeron a los partidos de la derecha conservadora como los falangistas y carlistas, a los terratenientes temerosos de la reforma agraria y a la Iglesia. Fueron apoyados y ayudados por la Italia fascista y por la Alemania nazi. Los militares defensores de la República atrajeron a los partidos de izquierda: comunistas, socialistas y anarquistas. Solo fueron ayudados por la URSS. Sin esa ayuda extranjera el conflicto hubiera durado solo unas semanas. Pero duró tres años de horror y matanzas con un balance de medio millón de muertos.
Franco consideró la guerra como una Cruzada contra el ateísmo
El general Franco se alardeó de que la guerra que había iniciado era una Cruzada contra el mal: “Nuestra guerra no es una guerra civil, una guerra de pronunciamiento, sino una Cruzada de los hombres que creen en Dios, que creen en el alma humana, que creen en el bien, en el ideal, en el sacrificio, que lucha contra los hombres sin fe, sin moral, sin nobleza… Sí, nuestra guerra es una guerra religiosa. Nosotros, todos los que combatimos, cristianos, musulmanes, somos soldados de Dios y no luchamos contra otros hombres, sino contra el ateísmo y el materialismo, contra todo lo que rebaja la dignidad humana, que nosotros queremos elevar, purificar y ennoblecer…”
Posicionamiento de la Iglesia en la Guerra Civil
Con el inicio de la Guerra Civil la casi totalidad de la jerarquía eclesiástica se puso de parte de los militares rebeldes, en vez de ser un instrumento de reconciliación nacional. La Iglesia se convirtió en el arma moral de los sublevados, dándoles legitimidad a sus crueles actos. Pienso que no existe mayor mal que hacer daño en nombre de Dios, porque la crueldad queda legitimada al desarrollar en los verdugos la convicción de que actúan en defensa de valores sagrados incuestionables. Fue una repetición del grito de guerra de los cruzados en la primera Cruzada (s. XI) : ” ¡Dios lo quiere!”
La Iglesia, como lo hizo en otras situaciones de la historia, traicionó el mensaje de Jesús de “no matarás”, de “amaos los unos a los otros”, de “perdonad a vuestros enemigos”, de “todo lo que hagáis a uno de ellos, me lo hacéis a mí” (tanto si se hace el bien a otro como el mal). Dar por buena y necesaria la sublevación y la guerra fue una alianza con los verdugos. No cabe duda de que la Iglesia sufrió mucho con el anticlericalismo de la II República: quema de iglesias, asesinatos de miembros del clero, profanación de cementerios…
La iglesia estaba, con razón, muy indignada, pero fue incapaz de hacer autocrítica y reconocer la parte de culpabilidad que tuvo en el surgimiento y desarrollo del anticlericalismo al estar vinculada con la oligarquía. La Iglesia, al apoyar a los golpistas, manifestó una actitud vengativa contra los izquierdistas, llamados rojos, considerados enemigos de la Iglesia y de Dios, pero también pretendió que esos militares restablecieran los privilegios que le usurpó la II República.
El fin no justifica los medios
Una idea común unió a la Iglesia con los rebeldes: que el fin justifica los medios. Un fin honroso para la Iglesia fue recuperar los privilegios que le retiró el Gobierno de la República. Ese fin bien merecía una guerra considerada justa y necesaria, denominada Cruzada. Un fin honroso para los sublevados fue eliminar la democracia, que permitió en febrero de 1936 el triunfo de la coalición de izquierdas del Frente Popular, y sustituirla por una dictadura fascista. Ese fin también justificaba una guerra.
La Iglesia y el Ejército compartieron que era justo y necesario iniciar una guerra para conquistar los ideales que cada institución defendía, aunque costara centenares de miles de muertos. Nunca un fin, por muy bueno que se considere, puede conseguirse con la violencia. Y eso debería saberlo la Iglesia, por ser conocedora del Evangelio, que proclama la paz y no la violencia. Pero la Iglesia eligió el camino contrario como hizo en otras épocas, en las que legitimó, santificó y promovió la violencia.
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DOCUMENTO 1
“En la pastoral Enrique Plá y Deniel presentaba la guerra como “una cruzada por la religión, la patria y la civilización”, dando una nueva legitimidad a la causa de los sublevados: la religiosa. Así el “Generalísmo”, no era sólo el “jefe y salvador de la Patria”, sino también el “Caudillo” de una nueva “Cruzada” en defensa de la fe católica y del orden social anterior a la proclamación de la Segunda República Española.
De esta forma “Franco contó con el apoyo y bendición de la Iglesia católica. Obispos, sacerdotes y religiosos comenzaron a tratar a Franco como un enviado de Dios para poner orden en la ciudad terrenal y Franco acabó creyendo que, efectivamente, tenía una relación especial con la divina providencia”. El cardenal primado de Toledo Isidro Gomá le envió a Franco un telegrama de felicitación por su nombramiento como “Jefe del Gobierno del Estado Español” y el “Generalísimo” en su contestación, después de decirle que “no podía recibir mejor auxilio que la bendición de Vuestra Eminencia”, le pedía que rogara a Dios en sus oraciones para que “me ilumine y dé fuerzas bastantes para la ímproba tarea de crear una nueva España de cuyo feliz término es ya garantía la bondadosa colaboración que tan patrióticamente ofrece Vuestra Eminencia cuyo anillo pastoral beso”. El obispo Plá y Deniel le cedió a Franco su palacio episcopal en Salamanca para que lo utilizara como su Cuartel General” (Wikipedia)
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DOCUMENTO 2
Conclusiones de la carta colectiva de los obispos españoles, del 1 de julio de 1937, a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España.
Primera: Que la Iglesia, a pesar de su espíritu de paz, y de no haber querido la guerra ni haber colaborado en ella, no podía ser indiferente en la lucha.
De una parte, se suprimía a Dios, cuya obra ha de realizar la Iglesia en el mundo, y se causaba a la misma un daño inmenso, en personas, cosas y derechos, como tal vez no la haya sufrido institución alguna en la historia; de la otra, cualesquiera que fuesen los humanos defectos, estaba el esfuerzo por la conservación del viejo espíritu, español y cristiano.
Segunda: Afirmamos que el levantamiento cívico-militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular de un doble arraigo: el del sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina definitiva; y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión.
Tercera: Hoy, por hoy, no hay en España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y los bienes que de ellas deriva, que el triunfo del movimiento nacional.
Cuarta: Prueba elocuentísima de que la destrucción de los templos y la matanza de los sacerdotes fue cosa premeditada, es su número espantoso. Aunque son prematuras las cifras, contamos unas 20.000 iglesias y capillas destruidas o totalmente saqueadas. Los sacerdotes asesinados son unos 6.000. Pero, sobre todo, la revolución fue “anticristiana”.
Quinta: El movimiento ha garantizado el orden en el territorio por él dominado. Mientras en la España marxista se vive sin Dios, en las regiones indemnes o reconquistadas se celebra profusamente el culto divino y pululan y florecen nuevas manifestaciones de la vida cristiana”.
Fuente Religión Digital
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