Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Francisco de Asís’

Francesco

Sábado, 20 de mayo de 2017
Comentarios desactivados en Francesco

Del blog Nova Bella:

S.Francesco'StripBenedetto

Los pájaros anidan en mis brazos,

en mis hombros, detrás de mis rodillas,

entre los senos tengo codornices,

los pájaros se creen que soy un árbol.

Una fuente se creen que soy los cisnes,

bajan y beben todos cuando hablo,

las ovejas me pisan cuando pasan,

y comen en mis dedos los gorriones;

se creen que soy tierra las hormigas

y los hombres se creen que no soy nada.

*

Gloria Fuertes

francesco-1

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

“A lesbianas, gais, transexuales y bisexuales”, por José Arregi

Jueves, 24 de marzo de 2016
Comentarios desactivados en “A lesbianas, gais, transexuales y bisexuales”, por José Arregi

homosexualidad_560x280Leído en su blog:

Amigas, amigos: gracias por invitarme a vuestro encuentro anual de Creyentes Cristianos LGTB en el Santuario franciscano de Santa María de Regla en Chipiona (Cádiz). Bellísimo lugar de paz acariciado por el mar Atlántico, mecido de día y de noche por el rumor de sus olas. Gracias a los franciscanos por su efusivo abrazo fraterno y, sobre todo, por acogeros cada año con la libertad y la bendición de Francisco de Asís a su hermano León, bendición presente en todos los rincones del santuario: “El Señor te bendiga y te guarde…”. Sí, la Vida os bendice.

No os bendice Dios o la Vida a pesar de ser gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, sino por ser lo que sois. Bendecid vuestra vida por ser como sois, por vuestro cuerpo como es –el cuerpo nunca miente–, por vuestra orientación sexual, por vuestra identidad de género. “Gracias porque nos hiciste de todos los colores”, rezaba el lema de vuestro encuentro. Así sea. Que cada una, cada uno, se goce de lo que es. Que dé gracias por el color propio y único de su vida, como el azul del cielo de Chipiona, el verde de sus aguas, el amarillo de su playa, todos los colores del arcoíris.

No os acoge Jesús “con misericordia”, como se dice en los evangelios que acogía a “publicanos y pecadores” y comía con ellos; como recuerdan con la mejor intención algunos buenos teólogos cuando hablan de vosotros u os hablan, admitiendo sin saberlo o insinuando sin quererlo que, por vuestra condición, necesitáis una mirada de indulgencia, un trato de conmiseración. Como si llevarais sobre vosotros un problema, una enfermedad o una culpa.

La Iglesia no os debe comprensión y misericordia, sino reconocimiento. Que reconozca lo que sois como bueno, tan bueno como ser rubio en un país de morenos. Y no basta con decir como el papa Francisco cuando le preguntaron sobre los homosexuales: “Si son así, ¿quién soy yo para juzgarlos?”. Está bien, ya es mucho, pero imagina que un periodista le hubiera preguntado: “Papa Francisco, ¿qué le parece un matrimonio heterosexual?”. ¿Crees que el papa hubiera respondido: “Si la vida les ha hecho así, no soy quién para juzgarlos”? Que pase la Iglesia Católica de trataros con misericordia a trataros con respeto, y de respetaros tolerantemente a reconoceros verdaderamente. El problema es suyo. El problema es nuestro.

Lleváis sobre vosotros el terrible estigma de milenios de cultura machista, de negación de cultura, de desprecio del otro, de maltrato a la vida, de simple ignorancia… Cargáis todavía con el anatema de la institución eclesial, por puro desconocimiento, por la dureza de mente o tal vez también de corazón. Las religiones en general –desde las tradiciones del oriente hasta los grandes monoteísmos– tienen pendiente una revolución cultural y espiritual que les lleve a reconciliarse profundamente con el cuerpo, el sexo, el placer.

En la raíz de la homofobia se halla justamente un problema con el cuerpo, el sexo y el placer. Y no se olvide que la homofobia más agresiva responde casi siempre a la propia homosexualidad mal vivida; la psicología y la sociología (la sociología eclesiástica en particular) lo corroboran.

Algún día la Iglesia os pedirá perdón de lo que aún sostiene falsamente, en nombre de Dios. Y borrará del Catecismo de la Iglesia Católica, como otras cosas, esa absurda afirmación de que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” y abandonará de una vez su argumento preferido: que la Biblia y la tradición “siempre” lo han enseñado así. Es históricamente falso, pues hay que buscar e interpretar mucho para encontrar en la Biblia condenas claras de la homosexualidad; en cuanto a la historia de la Iglesia, abundan testimonios y documentos de que, sobre todo antes del siglo XIV, la práctica homosexual estuvo no solo tolerada, sino que incluso fue bendecida como sacramento.

Pero el argumento de que lo que dicen la Biblia y la tradición es verdad absoluta y ha de ser mantenido para siempre de manera inamovible es, sobre todo, teológicamente falso. Justifica opiniones insensatas solo porque “está escrito”. Absurdo. ¿Acaso no leen los obispos en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que Dios prohíbe comer cerdo, mariscos, conejo o embutidos? ¿No leen en la Carta a Timoteo que los obispos han de ser casados? En realidad, solo leen lo que quieren. Llaman Dios a sus fobias y obsesiones.

Pero el Espíritu se mueve. Las religiones se mueven, a pesar de sus escrituras y tradiciones. Se ha movido el Dalai Lama. Y muchos rabinos liberales. Y muchos obispos anglicanos. ¿Se moverán los obispos católicos? ¿Se moverá el papa Francisco también en esta cuestión? ¿Se reconciliarán con la Vida?

Amigo, amiga homosexual, el ángel de la anunciación te dice como a María: Alégrate de ser como eres, lleno/a de gracia, sacramento del amor en tu propio color bello y santo. Quiere lo que eres y sé lo que quieres.

Cristianismo (Iglesias), General, Iglesia Católica , , , , ,

“Amor Franciscano”, por Leonardo Boff

Sábado, 10 de octubre de 2015
Comentarios desactivados en “Amor Franciscano”, por Leonardo Boff

news_v0nax93066x0n17Leído en Reflexión y Liberación:

¿Alguien hubiera dicho que un hombre que vivió hace más de 800 años vendría a ser referencia fundamental para todos aquellos que buscan un nuevo acuerdo con la naturaleza y sueñan con una confraternización universal?

Ese hombre es Francisco de Asís (+1226), proclamado patrono de la ecología. En él encontramos valores que perdimos, como la capacidad de encantarnos ante el esplendor de la naturaleza, la reverencia delante de cada ser, la cortesía con cada persona, el sentimiento de hermandad con cada ser de la creación, con el sol y con la luna, con el lobo feroz y el leproso al que abraza enternecido.

Francisco realizó una síntesis feliz entre la ecología exterior (medio ambiente) y la ecología interior (pacificación interna) hasta el punto de transformarse en el arquetipo de un humanismo tierno y fraterno-sororal, capaz de acoger todas las diferencias. Como afirmó Hermann Hesse: «Francisco casó en su corazón el cielo con la tierra e inflamó con la brasa de la vida eterna nuestro mundo terreno y mortal». La humanidad puede enorgullecerse de haber producido semejante figura histórica y universal. Él es lo nuevo, nosotros somos lo viejo.

La fascinación que ejerció desde su tiempo hasta el día de hoy se debe al rescate que hizo de los derechos del corazón, a la centralidad que confirió al sentimiento y a la ternura que introdujo en las relaciones humanas y cósmicas. No sin razón, en sus escritos la palabra «corazón» aparece 42 veces frente a «inteligencia», una vez; «amor» 23 veces frente a «verdad», 12; y «misericordia» 26 veces frente a «intelecto», sólo una vez.

Era el «hermano-siempre-alegre» como lo apodaban sus cofrades. Por esta razón, deja atrás el cristianismo severo de los penitentes del desierto, el cristianismo litúrgico monacal, el cristianismo hierático y formal de los palacios pontificios y de las curias clericales, el cristianismo sofisticado de la cultura libresca de la teología escolástica.

En él emerge un cristianismo de jovialidad y canto, de pasión y danza, de corazón y poesía. Él conservó la inocencia como claridad infantil en la edad adulta que devuelve frescura, pureza y encanto a la penosa existencia en esta tierra. En él las personas no aparecen como «hijos e hijas de la necesidad, sino como hijos e hijas de la alegría» (G. Bachelard). Aquí se encuentra la relevancia innegable del modo de ser del Poverello de Asís para el espíritu ecológico de nuestro tiempo, carente de encantamiento y de magia.

Estando cierta vez un 4 de octubre, fiesta del Santo, en Asís, en esa minuscule ciudad blanca al pie del monte Subasio, celebré el amor franciscano con el siguiente soneto que me atrevo a publicar:

Abrazar a cada ser, hacerse hermana y hermano,
Oír el cantar del pájaro en la rama,
Auscultar en todo un corazón
Que palpita en la piedra y hasta en la lama.

Saber que todo vale y nada es en vano,
Y que se puede amar incluso a quien no ama,
Llenarse de ternura y compasión
Por el bichito que por ayuda clama.

Conversar hasta con el fiero lobo
Y convivir y besar al leproso
Y, para alegrar, hacer de bobo,

Sentirse de la pobreza el esposo,
Y derramar afecto por todo el globo:
He aquí el amor franciscano: ¡oh supremo gozo!

Leonardo Boff

Espiritualidad , , ,

“Florecillas de San Francisco”, por José Arregi, teólogo

Viernes, 9 de octubre de 2015
Comentarios desactivados en “Florecillas de San Francisco”, por José Arregi, teólogo

18benLeído en su blog:

Si nunca has leído las “Florecillas de San Francisco”, hoy (04/10/2015), fiesta entrañable del Poverello de Asís, te animo a leerlas. Descubrirás una joya literaria, escrita hace 750 años a la luz de la Toscana y del recuerdo de Francisco. En seductores relatos sueltos, describen un mundo transfigurado en el que también tú puedes habitar, en el que ya habita y sueña despierto el niño mejor que llevas dentro de ti.

“Este libro contiene –así reza el encabezado– ciertas florecillas, milagros y ejemplos devotos del glorioso pobrecillo de Cristo messer San Francisco y de algunos de sus santos compañeros”.

Cómo un día, por ejemplo, predicó a los pájaros. Y cómo a un joven que llevaba al mercado unas tórtolas silvestres se las pidió, librándolas de una muerte cruel, y las domesticó y vivieron en familia con los frailes en Santa María de los Ángeles.
O cómo, en Gubbio, amansó a un lobo ferocísimo, con solo que la gente le diera de comer, porque la violencia nunca convierte al violento. Y cómo en cierta ocasión, yendo de camino con el hermano Maseo, al llegar a un cruce de caminos le hizo dar vueltas sobre sí y parar en seco, para saber la dirección que hacían de tomar.

Y cómo al hermano Rufino, noble de Asís y muy tímido, le envió una vez a predicar en calzones en una iglesia de Asís, y Francisco, apenado por haber puesto a su hermano en semejante aprieto, le siguió detrás igualmente desnudo y así predicó, y la gente pensó que estaban locos, pero al final todos quedaron muy edificados y consolados.

Hoy no estamos, dirás, para cándidas florecillas, para fábulas milagreras ni cuentos moralistas. Tienes razón, no estamos para eso, pero las Florecillas son otra cosa, lo verás. Rezuman frescura, sencillez, libertad. Irradian, sobre todo, alegría y bondad. Y también mucho inconformismo. Las Florecillas son menos cándidas y más subversivas de lo que parece, pero no hallarás en ellas ni pizca de amargura. Son como el Evangelio de Jesús.

Eso quiso Francisco: vivir el Evangelio de Jesús, junto con los hermanos que se le fueron uniendo (nunca se le ocurrió, por cierto, hacer eso que hoy llaman “Pastoral vocacional”). Quiso vivir el Evangelio sin glosas y sin reglas complicadas, sin conventos ni moradas estables, sin nada, sin nada, caminando de aldea en aldea, conviviendo con los últimos y trabajando con sus manos, pidiendo limosna solo cuando el trabajo no les daba para comer, e invitando a todos a perdonarse a sí mismos y a los otros, a vivir en paz con todas las criaturas, a ser hermanos y menores, a cuidarse los unos a los otros, a ser felices con poco, y a no querer más. Eso es todo.

De eso hablan las Florecillas, Bienaventuranzas plasmadas en retazos de vida. Son retazos imaginarios, pero de vida muy real. Fueron en su origen y siguen siendo todavía una clara protesta, una provocación profética y pacífica, pacífica y enérgica, contra el poder, la riqueza y todas las convenciones sociales, contra el mundo de los poderosos de entonces y de hoy, contra la Iglesia establecida de entonces y de hoy con sus muchos cánones, catecismos y jerarquías clericales.

Y contra la propia Orden franciscana, que se había vuelto tan numerosa, culta y admirada, y se había establecido dentro de las ciudades en grandes conventos y habían convertido la pobreza en virtud ascética y la mendicidad en forma de vida a costa de los pobres. Las Florecillas protestan.

En cierta ocasión, Francisco iba de camino con el hermano Maseo y, al llegar hambrientos a una aldea, fueron a pedir limosna cada uno por un barrio. A Francisco, que era pequeño y feo, solo le dieron sino mendrugos y desperdicios de pan seco. A Maseo, que era gallardo y de buena presencia, le dieron buenos y grandes trozos. Y se juntaron ambos a la salida del pueblo, junto a una fuente, y sobre una piedra colocaron cada uno la limosna recibida.

Al ver Francisco que los trozos del hermano Maseo eran más numeroso y hermosos que los suyos, no cabía de gozo y exclamó: “Oh hermano Maseo, no somos dignos de un tesoro como éste”. Y como lo repetía una y otra vez, el hermano Maseo le dijo: “Hermano carísimo, ¿cómo se puede hablar de tesoro donde hay tanta pobreza y donde falta lo necesario? Aquí no hay ni mantel, ni cuchillo, ni tajadores, ni platos, ni casa, ni mesa, ni criado, ni criada”.

Y Francisco le repuso: “Esto es precisamente lo que yo considero gran tesoro: estos trozos de pan, esta mesa de piedra, esta fuente tan clara. Es el tesoro de la santa pobreza que al despojarnos de todo nos hace hermanos de los pobres y libres del todo”.

En alabanza de la Vida más plena. Amén.

Espiritualidad , ,

Salir a buscar la belleza de la comunidad*

Sábado, 26 de septiembre de 2015
Comentarios desactivados en Salir a buscar la belleza de la comunidad*

mundo-en-la-caraYolanda Chaves; Mari Paz López Santos; Patricia Paz
Los Ángeles; Madrid; Buenos Aires.

ECLESALIA, 11/05/15.-  “En el principio…” en aquel primer instante, tras crear el cielo, la tierra, el mar y todo lo que allí se contiene, Dios creó al ser humano. Macho y hembra los creó. Ser humano masculino y ser humano femenino. No dice nada el Génesis ni de negros y amarillos, ni de trigueños y apiñonados,  ni dorados y rojizos, ni  pardos ni blancos, sólo dice que los creó. Nada de tonalidades, nada de metros y centímetros, nada de culturas, naciones, religiones… nada de nada.

Sopló en sus narices un aliento de vida, el mismo aliento, la misma vida, la única vida que Dios podía insuflar: la suya propia. Y fue para todos. Ellas y ellos existieron. Sin más. Y Dios miró lo que había hecho y vio que era muy bueno. Miró como respiraban, como se movían, y quedó contemplando aquella diversidad de colores y formas, viendo como se paseaban por la Creación, ese espacio maravilloso que los esperaba para ser habitado. El Creador sonrió viendo que su obra además de buena era bella… ¡era muy hermosa!

Dio por sentado que entendían que todo eso que les regalaba era para ser compartido. Ninguno de los seres humanos había hecho nada para merecer tanta abundancia, tanta diversidad. Ninguno había pensado los mecanismos y ciclos de la naturaleza. No habían diseñado las formas, ni los colores, ni las texturas de cuanta belleza podían admirar sus ojos. El día y la noche, la tierra, el aire y el agua, el frío y el calor, la multiplicidad de vida animal y vegetal que los rodeaba, todo, absolutamente todo, era don gratuito y amoroso del Creador para ser disfrutado y compartido.

¿Cuándo se rompió aquel instante, el primero y único? En el preciso momento en que el ser humano se atribuyó la vida no como Don sino como  propiedad suya. Así se autoexcluyó del Paraíso, iniciando un viaje que parece no tener fin.

Nos hemos apropiado de la tierra excluyendo a muchos de gozar de sus frutos. Millones de personas desplazadas de sus lugares de origen por el hambre, la violencia, las guerras, las persecuciones, esperan en vano ser recibidos como hermanos para poder rehacer sus vidas y gozar de una existencia digna. La Madre Tierra está siendo explotada sin respeto y sin amor causando graves daños que ponen en peligro la subsistencia de la especie a corto plazo. Hemos olvidado por completo que lo recibido es don y que se nos entregó para ser compartido sin distinciones.

Hay razas, países y culturas que se sienten superiores y con derecho sobre los que consideran inferiores. Delimitamos nuestra casa común con fronteras, con muros, con leyes. Los poderosos saquean los recursos de aquellos que no tienen los medios para defender sus ríos, su aire limpio, sus minas, su cielo azul, sus montañas, en definitiva, su hogar. Se gastan fortunas en ejércitos y armamento para sostener toda esta depredación en vez de designar esos recursos para terminar con el hambre y la exclusión.

Que las razas nos distingan pero no nos clasifiquen. Que la diversidad nos enriquezca. Que veamos a través de los ojos del Creador que todo lo que existe es bueno y bello y, por lo tanto, debe de ser respetado y cuidado. Que nadie se quede sin una mesa para comer, un techo para guarecerse, ropa para vestirse y una mano amiga para acompañarlo. El Reino es un banquete donde todos tienen un lugar, donde nadie quede excluido mirando desde fuera.

En la reciente encíclica del Papa Francisco, “Laudato si”, resuena el Cántico de San Francisco a la Hermana Tierra: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra, Madre Tierra”. El Papa llama a “entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común” (3); y también a ir más allá, reflexionando: “No nos servirá descubrir los síntomas si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica” (101).

Es urgente salir de este paradigma individualista y consumista e iniciar el camino hacia un modelo evangélico donde la solidaridad y el bien común sean la  manifestación de que hemos entendido y aceptado el don gratuito de la Creación para ser compartido en igualdad y fraternidad.

Pero nada de esto podremos conseguir sin una verdadera conversión del corazón, que nos haga mirar a los demás y a la casa común como iguales, y los beneficios y logros sean para todos. Que el bien común sea la ley suprema que rija nuestras comunidades y nadie sea más que nadie. Donde el concepto de éxito no sea tener sino ser con los otros y juntos tener una vida digna.

Ya es tiempo de iniciar el camino de retorno al origen, al instante aquel; dejando el lastre de odios y diferencias, de dolor y frustración, de corrupción y violencia. Ha llegado la hora de salir a buscar la belleza de la comunidad, para la que fuimos creados  y amados

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*Nota de las autoras:  Queremos dedicar este nuevo escrito “a seis manos” a todos los refugiados que han muerto en estos días, a los que han seguido camino intentando llegar a destinos seguros para sus vidas y las de sus hijos. Acabamos este escrito antes de que el pequeño Aylan Kurdi entrara en nuestros corazones como icono, representando a todos los pequeños inocentes que mueren cuando sólo deberían disfrutar una vida digna y feliz.

Espiritualidad , , , , , , ,

“Laudato si”… Cántico de Francisco de Asís, encíclica del Papa.

Miércoles, 17 de junio de 2015
Comentarios desactivados en “Laudato si”… Cántico de Francisco de Asís, encíclica del Papa.

canticosolEl próximo 18 se presentará oficialmente la nueva encíclica de Francisco, firmada el día de Pentecostés (24.5.2015) sobre la ecología y el cuidado de las creaturas (es decir, del mundo), como gesto religioso (de alabanza a Dios) y exigencia de justicia social (que todos los hombres y mujeres puedan compartir y gozar los dones de la tierra).

Como es lógico, los medios vaticanos han querido mantenerla en secreto hasta su presentación, pero Infovaticana ha filtrado el texto, que cualquier internauta encontrará en la red sin dificultad; no publico aquí el link por cortesía al Vaticano, pero adelanto la vinculación de le Encíclica con el Cántico de Francisco de Asís, cosa que por lo demás ya se sabía

Éste es el comienzo de la encíclica (en italiano):

1. Laudato si’, mi’ Signore, cantava san Francesco d’Assisi. In questo bel cantico ci ricordava che la nostra casa comune è anche come una sorella, con la quale condividiamo l’esistenza, e come una madre bella che ci accoglie tra le sue braccia: Laudato si’, mi’ Signore, per sora nostra matre Terra, la quale ne sustenta et governa, et produce diversi fructi con coloriti flori et herba.

Traducción:

((Loado seas, mi Señor”, cantaba San Francisco de Asís. En este bello canto nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la que compartimos la existencia, y como una bella madre, que nos acoge entre sus brazos: Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra que nos sustenta, la cual nos sustenta y gobierna, y ella produce diferentes frutos, con flores de colores y con hierbas”)).

Así comienza el Cántico de Francisco I (Asís) y la Encíclica de Francisco II (Papa). Comentaré el texto del Papa cuando se publique. Hoy presento y comento de nuevo el Cántico de Francisco de Asís, adaptando para ello unas páginas que publiqué en La oración cristiana (VD, Estella 2000; cf. blog el 13, 07, 10). Buen día a todos.

FRANCISCO DE ASÍS. EL CÁNTICO DE LAS CREATURAS

Estrofa 1: Introducción: Dios, el buen Señor

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloría y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, se pueden dirigir
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Estas palabras encierran la más honda paradoja de toda la experiencia religiosa. Por un lado, el orante se levanta, eleva manos y mirada y tiende en movimiento irresistible hacia la altura de Dios que se desvela como Altísimo. Ciertamente, Dios es también omnipotente y buen Señor: es el poder que guía cuidadosamente la existencia de los hombres. Pero su atributo original, repetido por la estrofa, es Altísimo: elevado, grande, lleno de sentido. Ante ese Dios, en paradoja primigenia, el hombre siente la necesidad de la palabra y el silencio. Surge por un lado la palabra, en forma de alabanza, gloria, honor y bendición: la palabra desbordante del que ha visto la presencia de Dios y le responde con la voz gozosa, creadora, de su canto. Pero, al mismo tiempo, esa palabra conduce hacia el silencio: pues no hay hombre que pueda hacer de ti mención .

Este silencio, cuajado de deseos de alabanza, es primigenio en la experiencia religiosa y constituye el centro de eso que se suele llamar la teología negativa: conocemos aquello que no es Dios; a Dios mismo le ignoramos. Por eso guardamos silencio en su presencia, a fin de mirar siempre en más hondura. El hombre de la praxis y a veces también el de la estética parece que le tiene pavor a los silencios: debe hablar, llenarlo todo con sus voces, ahuyentar de esa manera el espejismo de su miedo. Pues bien, en contra de eso, Francisco nos invita primero al silencio. Por eso, en gesto de increíble respeto, no se atreve ni siquiera a dar a Dios el nombre de Padre: le ofrece su alabanza-gloria-honor-bendición y queda silencioso ante sus manos de Altísimo-omnipotente-buen-Señor.

Estrofa 2: Hermano sol, hermana luna

Loado seas con toda creatura, mi Señor,
y en especial loado por mosén hermano sol,
el cual es día y por el cual nos iluminas;
él es bello y radiante, con gran esplendor,
y lleva la noticia de ti, que eres Altísimo.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas;
en el cielo las formaste luminosas, preciosas y bellas.

El silencio ante Dios se vuelve alabanza por las creaturas. De esa forma, la teología negativa se convierte en la más positiva y expresa de todas las teologías. Para alabar a Dios, en la línea del AT, pero sostenido ya por Cristo, el orante va nombrando y descubriendo cada una de las cosas que aparecen primero condensadas en su propia condición de creaturas: no son Dios, pero reflejan su misterio, como revelación pascual del Altísimo presente en todo el mundo.

En el principio de ese todo, formando la pareja primigenia y sustentante de este cosmos, visto en perspectiva humana, están hermano-sol y hermana-luna, con su séquito de estrellas. Son hermanos del orante, pertenecen a su misma condición de creatura. Este parentesco del hombre con el cosmos no es producto de especulación intelectual, no es signo de algún tipo de panteísmo físico. Es consecuencia de la misma creación, pues como dice Gn 1, Dios nos hizo a todos con su misma palabra y con su espíritu de vida. Esta es una fraternidad gloriosa que vincula nuestra vida a los poderes más altos del cosmos (sol, luna-estrellas). Pero es también fraternidad humilde que confirma nuestra condición de creaturas de Dios sobre la tierra.

El canto nos hace hermanos del sol que nos alumbra en su belleza. El sol es día y nosotros somos día: formamos parte de su luz, en gesto de belleza luminosa. Por eso, porque estamos en el día, recibimos por el sol noticia del Altísimo. En actitud de gozo conmovido, Francisco ha personificado al sol, llamándole “messor lo fratre sole”, que hemos traducido por “mosén hermano sol”. Es como hermano mayor, signo del Padre Dios, que, unido con la hermana madre tierra de la última estrofa cósmica del himno, constituye el espacio de totalidad (amor y bodas) en que Dios ha querido sustentarnos.

Al mismo tiempo somos hermanos de la luna que, simbólicamente, aparece en su rostro femenino, presidiendo el orden de la noche. Nuestra vida es también noche junto al día; es tiniebla y mutación frente al claror y permanencia de la luz. Con gran profundidad, Francisco nos enseña a mirar en la noche, descubriendo en ella un signo de la propia realidad humana: somos cambiantes como la luna, amenazados por la muerte que llevamos dentro; moramos en el centro de una oscuridad donde las cosas pierden sus contornos y se difuminan, de manera que sólo podemos caminar si mantenemos la vista en las estrellas. Leer más…

Espiritualidad , , , ,

“La belleza salvará al mundo”: Dostoyevski nos dice cómo, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Martes, 6 de mayo de 2014
Comentarios desactivados en “La belleza salvará al mundo”: Dostoyevski nos dice cómo, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

baron113Leído en la página web de Redes Cristianas:

Aprendimos de los griegos, y luego pasó a través de todos los siglos, que todo ser por diferente que sea tiene tres características trascendentales (están siempre presentes poco importa la situación, el lugar y el tiempo): es unum, verum et bonum, es decir, goza de una unidad interna que lo mantiene en la existencia, es verdadero, porque se muestra así como es en realidad, y es bueno porque desempeña bien su papel junto los demás seres ayudándolos a existir y coexistir.

Los maestros franciscanos medievales, como Alexandre de Hales y especialmente San Buenaventura fueron los que, prolongando una tradición venida de Dionisio Aeropagita y de san Agustín, añadieron al ser otra característica transcendental: lo pulchrum, es decir, lo bello. Basados seguramente en la experiencia personal de san Francisco que era un poeta y un esteta de calidad excepcional, que “en lo bello de las criaturas veía lo Bellísimo,” enriquecieron nuestra comprensión del ser con la dimensión de la belleza. Todos los seres, incluso aquellos que nos parecen repugnantes, si los miramos con afecto, en los detalles y en el todo, presentan, cada cual a su modo una belleza singular, si no en la forma, en el modo en que todo viene articulado en ellos con un equilibrio y armonía sorprendentes.

Uno de los grandes apreciadores de la belleza fue Fiodor Dostoyevski. La belleza era tan central en su vida, nos cuenta Anselm Grün, monje benedictino y gran espiritualista, en su último libro Belleza: una nueva espiritualidad de la alegría de vivir (Vier Türme Verlag 2014) que el gran novelista ruso iba todos los años a contemplar la hermosa Madonna Sixtina de Rafael. Permanecía largo rato en contemplación delante de esa espléndida obra. Tal hecho es sorprendente, pues sus novelas penetraron en las zonas más oscuras e incluso perversas del alma humana, pero lo que en verdad lo movía era la búsqueda de la belleza. Nos legó esta famosa frase: “La belleza salvará al mundo”, escrita en su libro El idiota.

En la novela Los hermanos Karamazov profundiza la cuestión. Un ateo, Ippolit, pregunta al príncipe Mischkin: “¿cómo “salvaría la belleza al mundo?” El príncipe no dice nada pero va junto a un joven de 18 años que está agonizando. Y se queda allí lleno de compasión y amor hasta que muere. Con eso quiso decir que belleza es lo que nos lleva al amor compartido con el dolor; el mundo será salvado hoy y siempre mientras ese gesto exista. ¡Y que falta nos hace hoy!

Para Dostoyevski la contemplación de la Madonna de Rafael era su terapia personal, pues sin ella habría desesperado de los hombres y de sí mismo, ante tantos problemas como veía. En sus escritos describió a personas malas y destructivas y otras que se asomaban a los abismos de la desesperación. Pero su mirada, que rimaba amor con dolor compartido, conseguía ver belleza en el alma de los personajes más perversos. Para él, lo contrario de lo bello no era lo feo sino el utilitarismo, el espíritu de usar a los otros y así robarles la dignidad.

“Seguramente no podemos vivir sin pan, pero también es imposible existir sin belleza”, repetía. Belleza es más que estética; posee una dimensión ética y religiosa. Veía en Jesús un sembrador de belleza. “Él fue un ejemplo de belleza y la implantó en el alma de las personas para que a través de la belleza todos se hiciesen hermanos entre sí”. Dostoyevski no se refiere al amor al prójimo; al contrario: es la belleza la que suscita el amor y nos hacer ver en el otro un prójimo al que amar.

Nuestra cultura dominada por el marketing ve la belleza como una construcción del cuerpo y no de la totalidad de la persona. Entonces surgen métodos y más métodos de plásticas y botoxs para hacer a las personas más “bellas”. Por ser una belleza construida, no tiene alma. Y si lo miramos bien, estas bellezas fabricadas hacen emerger personas con una belleza fría y con un aura de artificialidad, incapaz de irradiar. Ahí irrumpe la vanidad, no el amor, pues belleza tiene que ver con amor y comunicación. Dostoyevski en Los hermanos Karamazov observa que un rostro es bello cuando se percibe que en él litigan Dios y el Diablo en torno del bien y del mal. Cuando percibe que ha vencido el bien irrumpe la belleza expresiva, suave, natural e irradiante. ¿Qué belleza es mayor, la del rostro frío de una top model o el rostro arrugado y lleno de irradiación de la Hermana Dulce de Salvador de Bahía o de la Madre Teresa de Calcuta? La belleza es irradiación del ser. En las dos hermanas la irradiación es manifiesta, en la top model no tiene fuerza.

El Papa Francisco ha dado especial importancia en la transmisión de la fe cristiana a la via pulchritudinis (la vía de la belleza). No basta que el mensaje sea bueno y justo. Tiene que ser bello, pues solo así llega al corazón de las personas y suscita el amor que atrae (Exhortación La alegría del Evangelio, n 167). La Iglesia no busca el proselitismo sino la atracción que viene de la belleza y del amor cuya característica es el esplendor.

La belleza es un valor en sí mismo. No es utilitarista. Es como la flor que florece por florecer, poco importa si la miran o no, como dice el místico Angelus Silesius. ¿Pero quién no se deja fascinar por una flor que sonríe gratuitamente al universo? Así debemos vivir la belleza en medio de un mundo de intereses, trueques y mercancías. Entonces ella hace realidad su origen sanscrito Bet-El-Za que quiere decir: “el lugar donde Dios brilla”. Brilla por todo y nos hace también brillar por lo bello.

Leonardo Boff escribió La fuerza de la ternura, Editorial Mar de Idéias, Rio 2011.

Traducción de MJ Gavito Milano

Espiritualidad , , , , , , , , , , , , ,

“Cuidar de la Madre Tierra y amar a todos los seres”,por Leonardo Boff, teólogo y escritor.

Domingo, 6 de abril de 2014
Comentarios desactivados en “Cuidar de la Madre Tierra y amar a todos los seres”,por Leonardo Boff, teólogo y escritor.

aaplac_2Leído en la página web de Redes Cristianas:

El amor es la mayor fuerza que existe en el universo, en los seres vivos y en nosotros los humanos. Porque el amor es una fuerza de atracción, de unión y de transformación. Ya el antiguo mito griego lo formulaba con elegancia: «Eros, el dios del amor, se irguió para crear la Tierra. Antes, todo era silencio, vacío e inmóvil. Ahora todo es vida, alegría, movimiento». El amor es la expresión más alta de la vida que siempre irradia y pide cuidado, porque sin cuidado languidece, enferma y muere.

Humberto Maturana, chileno, uno de los mayores exponentes de la biología contemporánea, mostró en sus estudios sobre la autopoiesis, es decir, sobre la autoorganización de la materia de la cual resulta la vida, cómo el amor surge desde dentro del proceso evolutivo. En la naturaleza, afirma Maturana, se verifican dos tipos de conexiones (él las llama acoplamientos) de los seres con el medio y entre sí: una necesaria, ligada a la propia subsistencia, y otra espontánea, vinculada a relaciones gratuitas, por afinidades electivas y por puro placer, en el fluir del propio vivir.

Cuando esta última ocurre, incluso en estadios primitivos de la evolución hace miles de millones de años, surge ahí la primera manifestación del amor como fenómeno cósmico y biológico. En la medida en que el universo se inflaciona y se vuelve complejo, esa conexión espontánea y amorosa tiende a incrementarse. A nivel humano, gana fuerza y se vuelve el móvil principal de las acciones humanas.

El amor se orienta siempre por el otro. Significa una aventura abrahámica, la de dejar su propia realidad e ir al encuentro del diferente y establecer una relación de alianza, de amistad y de amor con él.

El límite más desastroso del paradigma occidental tiene que ver con el otro, pues lo ve antes como obstáculo que como oportunidad de encuentro. La estrategia ha sido y sigue siendo esta: incorporarlo o someterlo o eliminarlo como hizo con las culturas de África y de América Latina. Esto se aplica también a la naturaleza. La relación no es de mutua pertenencia y de inclusión sino de explotación y de sometimiento. Negando al otro, se pierde la oportunidad de alianza, de diálogo y de mutuo aprendizaje. En la cultura occidental ha triunfado el paradigma de la identidad, con exclusión de la diferencia. Esto ha generado arrogancia y mucha violencia.

El otro goza de un privilegio: permite surgir el ethos que ama. Fue vivido por el Jesús histórico y por el paleocristianismo antes de constituirse en institución con doctrinas y ritos. La ética cristiana estuvo más influenciada por los maestros griegos que por el sermón de la montaña y la práctica de Jesús. El paleocristianismo, por el contrario, da absoluta centralidad al amor al otro, que para Jesús es idéntico al amor a Dios. El amor es tan central que quien tiene amor lo tiene todo. Testimonia esta sagrada convicción de que Dios es amor (1 Jn 4,8), que el amor viene de Dios (1 Jn 4,7), y que el amor no morirá jamás (1Cor 13,8). Ese amor incondicional y universal incluye también al enemigo (Lc 6,35). El ethos que ama se expresa en la ley áurea, presente en todas las tradiciones de la humanidad: «ama al prójimo como a ti mismo»; «no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti». El Papa Francisco está rescatando al Jesús histórico: para él es más importante el amor y la misericordia que la doctrina y la disciplina.

Para el cristianismo, Dios mismo se hizo otro por la encarnación. Sin pasar por el otro, sin el otro más otro, que es el hambriento, el pobre, el peregrino y el desnudo, no se puede encontrar a Dios ni alcanzar la plenitud de la vida (Mt 25,31-46). Esta salida de sí hacia el otro a fin de amarlo en sí mismo, amarlo sin retorno, de forma incondicional, funda el ethos más inclusivo posible, el más humanizador que se pueda imaginar. Ese amor es un solo movimiento, va al otro, a todas las cosas y a Dios.

En Occidente fue Francisco de Asís quien mejor expresó esta ética amorosa y cordial. Él unía las dos ecologías, la interior, integrando sus emociones y deseos, y la exterior, hermanándose con todos los seres. Comenta Eloi Leclerc, uno de los mejores pensadores franciscanos de nuestro tiempo, sobreviviente de los campos de exterminio nazi de Buchenwald:

«En vez de hacerse rígido y cerrarse en un soberbio aislamiento, Francisco se dejó despojar de todo, se hizo pequeño. Se situó con gran humildad en medio de las criaturas, próximo y hermano de las más humildes entre ellas. Confraternizó con la propia Tierra, como su humus original, con sus raíces oscuras. Y he aquí que “nuestra hermana y Madre-Tierra” abrió ante sus ojos maravillados el camino de una hermandad sin límites, sin fronteras. Una hermandad que abarcaba a toda la creación. El humilde Francisco se hizo hermano del Sol, de las estrellas, del viento, de las nubes, del agua, del fuego, de todo lo que vive, y hasta de la muerte».

Ese es el resultado de un amor esencial que abraza a todos los seres, vivos e inertes, con cariño, ternura y amor. El ethos que ama funda un nuevo sentido de vivir. Amar al otro, sea el ser humano, sea cada representante de la comunidad de vida, es darle razón de existir. No hay razón para existir. El existir es pura gratuidad. Amar al otro es querer que él exista porque el amor hace al otro importante. «Amar a una persona es decirle: tú no podrás morir jamás» (G.Marcel); “tú debes existir, tú no puedes irte».

Cuando alguien o alguna cosa se hacen importantes para el otro, nace un valor que moviliza todas las energías vitales. Por eso cuando alguien ama, rejuvenece y tiene la sensación de comenzar la vida de nuevo. El amor es fuente de suprema alegría.

Solamente ese ethos que ama está a la altura de los desafíos de la Madre Tierra devastada y amenazada en su futuro. Ese amor nos podrá salvar a todos, porque nos abraza y hace de los distantes, próximos y de los próximos, hermanos y hermanas.

Leonardo Boff es autor de El cuidado necesario, Vozes 2013.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Espiritualidad , , , , , , , , , ,

Recordatorio

Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.

Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada. no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.

Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.