Al menos desde que Francisco de Asís lo hizo por primera vez -dice la tradición- en muchos ámbitos cristianos se celebra la fiesta de navidad alrededor de la representación de un pesebre. Tantas veces se ha replicado esta pequeña imagen a lo largo de siglos, que fácilmente pierde su significado y vaciamos su sentido. Entre las imágenes modernas de María y José en algunas los visten a ellos de tules y lentejuelas y los ponen como absolutos reyes… ni medio parecido a lo que fueron ni a lo que intentamos representar con un pesebre.
Si pensamos hasta el fondo qué porta este símbolo, se nos conmueven los cimientos de nuestra vida y nuestra fe. El pesebre es el lugar en el que comen los animales… no suele ser este el sitio ideal para un recién nacido. En algunos países de Europa, en el campo, la estancia baja de la casa corresponde a los animales y en las noches frías de invierno, ellos pueden ayudar a calentar a los humanos y al ambiente. Por supuesto no nos estamos moviendo en el nivel de los hechos históricos, las narraciones de Lucas, Mateo y otros evangelios apócrifos, se desarrollan en el ámbito de las parábolas y la simbología y en este sentido tienen mucho que plantearnos.
Una lectura ecológica de las narraciones de la infancia de Jesús, resulta reveladora para nuestras realidades actuales tan llenas de retos en este terreno. Las narraciones nos hablan del cielo en la noche, de la presencia importante de estrellas, del portal de los animales, de ovejas y un burro que rodean al niño recién nacido… Posteriormente y retomando sobre todo a Isaías, esta enumeración se enriquece con la figura del buey. La noche es descrita repetidamente como una noche en paz, en la que la armonía sintoniza la vida de todos los seres vivos: humanos, animales y cosmos. La insistencia en esa paz, se refuerza en el mundo occidental con la resonancia del hermoso villancico compuesto en 1816 por Joseph Mohr y Franz Xaver Gruber. Una noche en la que la LUZ intensa irrumpe con su alegría.
Hay varios tonos que quiero destacar en el pesebre:
Primero: ese niño que nace no es otro que el Mesías, nos dicen los relatos. El Mesías anunciado por siglos que traerá al pueblo la salvación necesitada y esperada. Y ese Mesías nace, en medio de la oscuridad, en un lugar tan humilde y lejano de las riquezas y expectativas de este mundo como es un portal-refugio de animales. Drewermann en su bello texto: Tu nombre es como el sabor de la vida, nos dice que si el mesías nace en mitad de la noche está capacitado para entender todas las oscuridades y llevarlas a la luz.
Segundo: Ese niño que nace, va a ser calentado en una noche fría por sus hermanos (según Francisco el de Asís) no-humanos. El buey y la mula -dice la tradición popular- velaron sobre el niño y le dieron su protección. El pesebre nos testifica la necesidad de colaboración y apoyo que tenemos todos los seres vivos y nos invita a realizarla.
Tercero: El cosmos entero participa de la alegría y la lleva de un extremo a otro, anunciándola por medio de las estrellas a pastores y sabios.
Esa armonía entre las distintas formas de vida es la que estamos llamados a construir y lograr los amigos del niño cuyo nacimiento conmemoramos cada Diciembre en casi todas partes del mundo. De esa armonía y en esos términos: es decir portal, comederos de los no-humanos: bueyes, mulas, ovejas… es de lo que nos habla el pesebre, nos dice que allí está la salvación, no en los palacios ni en los reyes. Tenemos que mirar el pesebre con ojos de asombro, con ojos nuevos… no desde una rutina que se repite porque entonces termina por no decirnos nada.
Cuando empieza esta tradición, dice Francisco a su amigo Juan:
«Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo hacer memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». De lo que se trata entonces es de mirar como en un espejo esos símbolos y desentrañar de qué nos hablan. Y sobre todo asumir las consecuencias que ello tiene para nuestro ser de cristianos y cristianas.
Comentarios desactivados en Francisco de Asís, vestido de Evangelio
En la fiesta del cristiano por excelencia, Francisco, el Poverello de Asís… Siguiendo su ejemplo, se nos invita a despojarnos de todo lo superfluo y revestirnos con la desnudez del Evangelio:
Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís, nació en 1181 (o 1182). Disuadido de sus ideales de gloria caballeresca a raíz de las experiencias decisivas de su encuentro con los leprosos y de la oración ante el crucifijo en la iglesia de San Damián, Francisco abandonó su familia y comenzó una vida evangélica de penitencia. Con los numerosos compañeros que muy pronto se unieron a él, comprendió que estaba llamado a vivir el Evangelio sine glossa, como fraternidad de menores a ejemplo de Jesús y de sus discípulos. Al año siguiente a la aprobación de la Regla y vida de los hermanos menores en 1223 por el papa Honorio III, Francisco recibió los estigmas del Crucificado, sello de la conformidad con su único Señor y Maestro. Cuando murió, en 1226, Francisco era un hombre extenuado por la fatiga y por las enfermedades y, al mismo tiempo, un hombre reconciliado con el sufrimiento, consigo mismo y con toda criatura. Fue canonizado en 1228 y es patrono de Italia y de los ecologistas.
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“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad…”
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San Francisco de Asís. Cántico de las Criaturas
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Su vida estuvo enteramente caracterizada -hasta el momento de la conversión- por la búsqueda de un modelo que pudiera educar y plasmar su natural propensión al canto.
Lo encontró de repente en el Señor Jesús, en la belleza de su vida narrada por el Evangelio y, en particular, en el luminoso canto nuevo de su muerte en la cruz.
Dejó que la pasión marcara cada uno de sus pasos y afinara de manera progresiva todas las fibras de su persona con la humanidad del Hijo de Dios, que se entregó por completo a sí mismo por nosotros.
Francisco oró así: «Te ruego, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de todas las cosas que hay bajo el cielo, para que muera yo de amor por tu amor, como tú te dignaste morir por amor a mi amor» (oración Absorbeat).
Su camino estuvo siempre acompañado por confirmaciones y consuelos. Su predicación y su ministerio tocaron el corazón de las personas y suscitaron decisiones de conversión y de reconciliación.
Su manera de seguir radicalmente al Señor se volvió, cada vez más, casa hospitalaria para otros muchos hermanos y hermanas, que encontraron en su itinerario personal una modalidad radical y actual de interpretar y vivir el Evangelio de la nueva estación histórica que avanzaba. Sin embargo, en el tiempo del monte Alverna, parece apagarse el canto fluente.
En esta estación encuentra Francisco la prueba más terrible: las fatigas originadas por un movimiento que se institucionaliza -que pierde en intensidad evangélica y llega incluso a dudar sobre la posibilidad de que sea integralmente practicable su estilo de vida- repercuten en su misma fe.
La pregunta sobre la verdad de sus intuiciones más profundas y la duda sobre el origen divino de su proyecto de vida resuenan en un silencio opresor en el que Dios no parece hablarle ya, a pesar de haberlo buscado con tanta tenacidad.
Francisco experimenta el abandono de Dios y se retira de los hermanos para no mostrar su semblante, que ha perdido la serenidad habitual. El canto nuevo, por consiguiente, no le fue dado en un momento de paz y consolación, sino en un momento en el que -como dice el salmista- «fallan los cimientos» (Sal 11,3) y todas las seguridades parecen hundidas
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C. M. Martini – R. Cantalamessa, La cruz como raíz de la perfecta alegría,
Verbo Divino, Estella 2002, pp. 15-16).
Comentarios desactivados en “Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff
Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?
Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.
Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”,que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.
Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:
«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».
Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».
Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.
El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.
De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).
El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.
La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.
En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.
La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?
Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.
El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.
Comentarios desactivados en “Dos estilos de ser Iglesia”, por Gabriel María Otalora.
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
Con el sínodo de la sinodalidad cada vez más cerca, se acentúan dos maneras de vivir la fe. No es cosa nueva, ya que ocurrió también en la institución eclesial que vivió Jesús de Nazaret. Ya entonces, aquella Iglesia judía se afanaba en preservar la institución como un elemento fundamental en torno al Templo y a todas las normas que identificaban a la comunidad (AT). Lo que vino a expresar Jesús con sus obras de amor y denuncia profética es que las instituciones estaban al servicio de la comunidad, y no al revés. Había que volver a lo esencial del Mensaje -el amor- y expresarlo cada uno en la comunidad para irradiarlo después como Buena Noticia a los demás, sin exclusiones ni excepciones.
Las resistencias fuero tales, que el Amor acabó en la Cruz. Las primeras comunidades eclesiales trabajaron con tesón para que el incipiente Mensaje transformador fuese el catalizador de un renovado y universal Pueblo de Dios. Se afanaron en mantener la vivencia personal y comunitaria como el siglo radical de vida en la fe y de evangelización.
Lo ideal sería adecuar la institución eclesial al ritmo novedoso de la experiencia de fe, pero está claro que somos vasijas de barro que a veces no nos gustan las manos del Alfarero. El problema grave llega con la desproporción y el encastillamiento de la institución eclesial como si fuera el epicentro de la Iglesia. Aquella organización religiosa estaba esclerotizada y pagada de sí misma. Tomaron un camino que les llevó a que su Templo idolatrado quedase arrasado por los romanos pocas décadas después.
Hoy vivimos un tiempo difícil, con una nueva era que se abre sin cerrarse del todo la anterior. Algunos han interpretado que hay que resistir “como sea” sin autocrítica alguna. Con el Papa Francisco se agudizan las dos maneras de entender la fe que señalaba al comienzo de esta reflexión. Frente a su apuesta sinodal de calado transformador, crecen las resistencias, y lo que puede ser peor, el “silencio de los buenos” que ya denunciara Martin Luther King.
No creo que nadie se extrañe si escribo que sobran razones para un cisma en este desabrido tiempo eclesial en el que vivir el Evangelio de verdad puede considerarse un desbarre peligroso en no pocos lugares eclesiales. ¿Peligroso para quién? Pues para los que anteponen a la fidelidad del Mensaje una religiosidad enferma en su formas de poder, vanagloria y hasta dinero, que no celebra lo que deberían mientras tratan de mantener la institución eclesial sin cambios ni autocrítica alguna, pensando en que fuera está el problema y que los malos son los otros. En definitiva, que la sinodalidad es un peligro como fermento de una actitud para recuperar la primacía del Mensaje y de la vivencia en clave de Pueblo de Dios.
Estamos viendo la pasividad sinodal, comenzando por la actitud de muchos obispos que no recuerdan el mandato del Papa en este interregno hasta el sínodo de octubre, de alentar y vivir ese caminar juntos entre diferentes ya, sin esperar a los cambios necesarios que surgirán de la comunidad toda para que todo no siga igual, y la Iglesia -Pueblo e Institución- vuelva a ser el referente del amor cristiano que el Maestro nos enseñó. Quizá les parezca a algunos que escribo “pájaros y flores”. Pues no hay nada mejor que un buen ejemplo que visualice el abismo que existe entre quienes proyectan renovar una Iglesia cristiana de verdad, y quienes se han hecho fuertes entre sus muros, como le pasó a Jesús con buena parte de aquellas autoridades religiosas y civiles que hicieron una religión a su medida:
Me parece un buen ejemplo el contraste entre dos personajes que han influido en la historia de la Iglesia, para bien y para mal. El primero acabó siendo un gran santo, el segundo llegó a ser elegido Papa, pero pronto fue olvidado. Uno llevó un estilo de vida humilde y sencilla, siendo de familia adinerada; llegó a ser un referente universal por su ejemplo y las enseñanzas que nos legó. El otro, de su misma época histórica, educado en la nobleza, se convirtió en un belicoso personaje. El primero era Francisco de Asís.El segundo se llamaba Lotario, convertido en el Papa Inocencio III. Uno se recreaba en el amor de Dios para con todas sus criaturas (Cántico de las criaturas y alabanzas de Dios mismo), y el otro llegó a ser el Papa más poderoso del Medioevo que soñaba con salvar la Iglesia desde la realeza papal a base de rigorismo y violencia (El desprecio del mundo). Para uno todo es belleza, para el otro todo es horrible y necesita la “guerra santa”. Aquél fue un hombre de paz que triunfó y es modelo de vida. El otro personaje, belicoso y violento, no dudó en llevar a la hoguera a quienes no estaban de acuerdo con él.
Las cosas hoy tienen otros modales, pero los corazones arden de igual manera que en aquél tiempo: unos de amor y otros de soberbia o indiferencia. Dos estilos de ser Iglesia. Lo más triste de todo es que los escándalos, la falta de perdón y reparación a tiempo, y la imposible autocrítica, perjudican a las personas que buscan de corazón y no encuentran la Buena Noticia entre nosotros. Al Papa y a quienes luchan de corazón por abrir la institución al amor de Dios se les recordará por sus frutos. Los que buscan su fracaso en beneficio propio, están en su pírrico momento de gloria.
Comentarios desactivados en Clara de Asís, la Dama pobre…
Al ser mañana domingo, adelantamos la memoria de Clara de Asís, mujer fuerte, fundadora de las Damas Pobres (Clarisas), espejo en el que Francisco de Asís se reflejaba como un igual… Que nos acompañe hoy en su fiesta y nos enseñe a vivir siendo más humanos, con una mirada compasiva abierta al hermano sufriente…
Clara nació en Asís el año 1193 (o 1194). Hija de noble familia, fue educada por su madre en la fe cristiana, pero al escuchar y ver a su conciudadano Francisco en la nueva vida evangélica que éste había emprendido comprendió que quería llevar la misma forma de seguimiento de Jesús. Con su hermana, que la seguirá quince días después de su huida del palacio, vive en el monasterio de San Damián, situado fuera de los muros de Asís, «según la forma del santo Evangelio», obteniendo de los papas el singular «privilegio de la pobreza». Fueron muchas las compañeras que la imitaron. Juntas constituyeron la primera comunidad de «Hermanas pobres», para las cuales, y ya en sus últimos años, escribió Clara -primera mujer que lo hizo en la historia de la Iglesia- una Regla. Esta fue aprobada por Inocencio IV en 1254, pocos días antes de la muerte de Clara. Se conserva el Proceso de su canonización, que tuvo lugar en 1255. Es un documento de excepcional valor para conocer la experiencia de la «plantita de Francisco».
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Tanto para Clara como para Francisco, el primado se lo lleva el señorío de Dios sobre toda la vida y todas las cosas; la centralidad de toda la vida, la voluntad y la acción está constituida por Cristo; la dinámica de la vida de penitencia o de conversión sólo la da y sólo hemos de buscarla en el Espíritu Santo; pero esto es más que suficiente para definir la contemplación auténticamente cristiana […].
Clara no hace coincidir nunca contemplación y clausura, la contemplación como conocimiento amoroso de Cristo y un hecho material como la clausura. Tanto para Clara como para Francisco (es cierto, no obstante, que los acentos de Clara son femeninos), la contemplación es asiduidad con la palabra leída en las sagradas Escrituras, aunque también escuchada y recibida por los hermanos como comida y alimento de la fe y del alma; la contemplación es oración continua atendiendo al Señor y a todas las criaturas.
Es propio y específico de Clara haber dado a la contemplación una dimensión propiamente evangélica: no era para ella una actividad extraordinaria, reservada a una élite, a los privilegiados de la cultura, sino una actitud cotidiana en el ámbito de la humilde realidad de las cosas, de las labores cotidianas. La contemplación, para Clara, es vida en Cristo, es sacrificio vivo y espiritual ofrecido al Señor. Es significativo que la única referencia que hace Clara a la página del encuentro de Jesús con María y Marta [cf. Lc 10,38-42], que se había convertido en su tiempo en un lugar clásico para afirmar el primado de la vida contemplativa sobre la activa, determina lo único necesario de este culto de la vida a Dios [cf. Rom 12,1] y no entrevé ninguna oposición entre acción y contemplación.
La contemplación, por tanto, para Clara y Francisco, no es sólo conocer a Dios, sino también ver a los hombres y a las criaturas como los ve Dios. Clara llama a Inés «alegría de los ángeles »[Carta tercera 3, 11 ]y registra de un modo nuevo las cosas de Dios, las criaturas de las que siempre ve brotar una alabanza, una acción de gracias al Dios altísimo y creador
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E. Bianchi, La contenplazione in Francesco e Chiara d’Assisi,
Magnano 1995
Comentarios desactivados en ‘Gente Humilde’: un homenaje y una reflexión, por Leonardo Boff.
Leído en su blog La fuerza de los pequeños:
Chico Buarque, humano, amante de la justicia y cantor del amor
‘Gente humilde’ es una canción de Chico Buarque hecha en colaboración con otros. De su vasta y compleja obra, esta canción es para mí la más hermosa y significativa
“Habla de los anhelos que animan a la teología de la liberación que da centralidad a la ‘gente humilde’ y reconoce en ellos una fuerza histórica, poco valorada por los analistas sociales”
“En mi oficio de teólogo, andando desde hace 50 años con un pie en la academia y el otro en los medios pobres, considero que esta obra de Chico es la más conmovedora y perfecta. Ella traduce de maravilla dos realidades·
“Quiero hacerle un homenaje por sus 80 años con una pequeña reflexión a partir de esta canción. En ella todo es verdadero”
“Gente humilde” es una canción de Chico Buarque hecha en colaboración con otros. De su vasta y compleja obra, esta canción es para mí la más hermosa y significativa. Ella habla de los anhelos que animan a la teología de la liberación que da centralidad a la “gente humilde” y reconoce en ellos una fuerza histórica, poco valorada por los analistas sociales. Quiero hacerle un homenaje por sus 80 años con una pequeña reflexión a partir de esta canción. En ella todo es verdadero.
Las cosas verdaderas e identificadoras de las personas se realizan más allá de la conciencia refleja. Son fuerzas que actúan a partir de lo profundo de la vida y del universo, del inconsciente abismal y de arquetipos ancestrales que asoman a la conciencia de las personas y a través de ellas se anuncian y emergen en la historia. Digo esto para superar cierta interpretación que da valor absoluto al sujeto y al sentido consciente que él pretende conferir a su obra.
El sentido de la producción de Chico Buarque va más allá del sentido que él mismo haya querido tal vez darle. Seguramente él no pretende tener el monopolio del sentido de la realidad por él cantada y descrita. Hay múltiples facetas de sentido que pueden ser captadas por los oyentes y lectores, que entonces se hacen co-autores de la obra.
La letra de la canción dice así:
Hay ciertos días en que pienso en mi gente Y siento así todo mi pecho apretado Y es que sucede que me viene de repente Como un deseo de vivir sin ser notado
Igual a ellos cuando voy por los suburbios Y yo muy bien llegado en tren de algún lugar Y ahí me da como una envidia de esa gente Que va adelante sin tener con quien contar
Casas sencillas con sillas en las aceras Y en la fachada escrito encima que es un hogar En el balcón flores tristes y baldías Como alegría que no tiene donde asentar
Y ahí me viene una tristeza en el pecho Me siento inútil por no tener cómo luchar Y yo que no creo, le pido a Dios por mi gente Es gente humilde, ay qué ganas de llorar”
En mi oficio de teólogo, andando desde hace 50 años con un pie en la academia y el otro en los medios pobres, considero que esta obra de Chico es la más conmovedora y perfecta. Ella traduce de maravilla dos realidades.
La primera, la “de la gente humilde”, su completo desamparo social. Nadie está de su parte. Van adelante con sus pocas fuerzas, sin poder contar con nadie, ni con el Estado, ni con la sociedad cerrada en sus intereses excluyentes de clase, a veces ni con las iglesias, aunque una parte de la Iglesia Católica hizo una opción por los pobres, contra su pobreza y por su liberación. Pero por lo general sólo cuentan con Dios y con ellos mismos. Las casas, cuando las tienen, son sencillas, con sillas en las aceras desde donde ven el mundo y comparten amistades. Tienen un elevado sentido ético y un sentido sagrado de familia. La casa es pobre, pero es “un hogar”. Flores tristes, raquíticas, semejantes a ellos, adornan la casa, pero reina una discreta alegría y serenidad.
La segunda realidad, que la canción traduce con fina percepción ética y psicológica, esla reacción de quien no es “gente simple” pero es sensible, humano y solidario con esta condition humaine, en este caso, Chico, Vinicius de Morais y Garoto, co-autores de la letra y de la música. El compositor piensa “en mi gente”, o sea, para Chico esa gente existe y está ahí, cuando para tantos no solo es invisible, sino que no existe o es vergonzosamente despreciada. Percibe la diferencia de estatuto social: él viene muy bien en tren; ellos, seguramente a pie, caminando mucho. Su “pecho se aprieta”, le gustaría vivir como ellos, anónimo, sin ser notado. Mas aún, tiene “envidia de esa gente” por su valor de enfrentar la vida sola, luchar y sobrevivir sin nadie que la ayude.
Y ahí irrumpe la solidaridad y la compasión en el sentido noble del término: ¿cómo ayudar y estar junto a ellos? Surge el sentimiento de impotencia, “la tristeza en el pecho […] por no tener cómo luchar”.
La Teología de la Liberación, que envuelve todavía a miles de cristianos en los distintos continentes, comenzó al enfrentarse con esta situación relatada por Chico. Esos cristianos asumieron un compromiso liberador, confiando en la “gente humilde” y en su fuerza histórica. Pero la llaga es demasiado grande. Tal vez ni nuestra generación ni la próxima consigan cerrarla. Nos asola un sentimiento de impotencia pero sin perder nunca la esperanza de que otro mundo es posible y necesario.
Entonces es cuando recurrimos a la Última referencia. Debe haber Alguien, señor del mundo y del curso de las cosas, que dé respuesta a esa humillación. Incluso alguien que no cree, pero que no ha perdido su sentido de humanidad, percibe el sentido liberador de la categoría “Dios”. Y ahí, con emoción incontenida, canta el poeta: “Y yo que no creo, le pido a Dios por mi gente/es gente humilde, ay qué ganas de llorar”.
“Incluso alguien que no cree, pero que no ha perdido su sentido de humanidad, percibe el sentido liberador de la categoría ‘Dios'”
La impotencia es superada porque triunfa la conmoción del corazón. Dios es invocado, desesperadamente, como última fuente de sentido. Delante de la gente humilde, sufrida, anónima, toda descreencia sería cinismo, toda indiferencia, inhumanidad. El efecto final es justamente ese: “tengo ganas de llorar”. Y lloramos o enjugamos discretamente lágrimas de conmoción, de indignación y de compasión.
Siempre que escucho esta canción me vienen lágrimas a los ojos, pues la verdad es tanta y el sentimiento tan verdadero que la única reacción digna son las lágrimas que, según san Pablo, son un don del Espíritu Santo. Esto es puro humanismo, testimoniado también por Jesús de Nazaret que se conmovió delante de su pueblo abandonado como ovejas sin pastor.
Y aquí cabe una reflexión de teólogo sobre “la no creencia” de Chico, mencionada en esta canción. Tenemos que discernir bien y rescatar la creencia verdadera de la falsa. Eso aparece claro cuando tomamos conciencia del sentido verdadero de “Dios” y dónde Él se deja encontrar bajo otros nombres.
Están los que dicen que no creen, pero se preocupan de la “gente sencilla”, son sensibles a la justicia y se niegan a aceptar el mundo perverso que encuentran. Y están los que creen en Dios pero no ven a la “gente sencilla”, son insensibles a la injusticia social y se introducen tranquilamente en el mundo perverso en el que se encuentran.
¿Dónde está Dios? ¿De qué lado se encuentra? De todo lo que aprendimos de los profetas y de la reflexión cristiana, Dios está infaliblemente del lado de quien se acerca a la “gente sencilla”, se compromete con la justicia y se llena de iracundia sagrada contra ese mundo perverso. Esto es porque el verdadero nombre de Dios es justicia, es solidaridad y es amor.
“Chico se situó, sin pretenderlo, al lado del Dios vivo y verdadero porque se puso al lado de la ‘gente humilde'”
Quien tiene a Dios continuamente en sus labios y Lo profesa en sus palabras pero se distancia de la “gente humilde”, se hace mudo a los reclamos de la justicia y se desentiende de la solidaridad, está lejos de Dios y falto de su gracia. El Dios en que cree no deja de ser un ídolo porque no hay amor, solidaridad ni justicia.
Chico se situó, sin pretenderlo, al lado del Dios vivo y verdadero porque se puso al lado de la “gente humilde”. Su compromiso lo sitúa infaliblemente del lado de Dios y en el corazón de su proyecto de un Reino de amor, de justicia y de paz.
Más aún. En el atardecer de la vida, cuando se va a decidir todo, el criterio según Jesús (véase el evangelio de san Mateo 25, 41-46) será cuán sensibles hayamos sido a la “gente humilde”, a los hambrientos, a los sedientos, a los pobres y castigados de nuestra historia. Los que así lo hicieron, oirán las palabras de infinita bienaventuranza: “a mí me lo hicisteis”; “venid, pues, benditos de mi Padre y tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.
Para mí, bastaría “Gente humilde” para eternizar a Chico en el corazón de todos los que no pasan de largo ante los caídos en el camino, se detienen como samaritanos, sufren y lloran junto a ellos. Chico vivió la misma experiencia de su patrono Francisco de Asís. Esa experiencia lo convirtió de hijo de un rico comerciante en amigo y compañero de los más pobres de los pobres, los leprosos (hansenianos). Él hablaba de ellos como su “gente poverella”, gente humilde de la Toscana. De burgués y miembro de la “jeunesse dorée” que era, dejó todo y se hizo un pobrecillo como ellos. Era llamado sencillamente “el poverello de Asís”.
“Para mí, bastaría ‘Gente humilde’ para eternizar a Chico en el corazón de todos los que no pasan de largo ante los caídos en el camino”
Y ahora digo como teólogo: detrás de esta “gente humilde”, de todos los “poverellos” se esconde el Hijo de Dios. Dignificar a la “gente humilde”, como lo hizo Chico, es rescatar lo mejor de la herencia humanista de nuestra historia y del Jesús histórico que vio en los pobres los primeros herederos de su sueño. Siempre estuvo al lado del ciego, del cojo, del psicológicamente afectado (poseído, en el lenguaje de la época), y él se hizo también un pobre.
“Detrás de esta ‘gente humilde’ se esconde el Hijo de Dios. Dignificar a la “gente humilde”, como lo hizo Chico, es rescatar lo mejor de la herencia humanista de nuestra historia y del Jesús histórico … Para vivir esta dimensión no es necesario ser religioso ni creer en Dios”
Para vivir esta dimensión no es necesario ser religioso ni creer en Dios. Lógicamente quien es religioso y cree en Dios se ve reforzado, pero no es indispensable. Basta ser humano, amante de la justicia y cantor del amor. En eso se realiza la religión auténtica y ahí se encuentra el verdadero Dios.
Traducción de Mª José Gavito Milano
*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor.
Comentarios desactivados en (l-ll) ! Un verdadero compañero, Amigo, de nombre Jesús de Nazaret ; y muy amigo de mi hermano, Francisco de Asís!
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
(l-ll) ! Un verdadero compañero, Amigo, de nombre Jesús de Nazaret; y muy amigo de mi hermano, Francisco de Asis
¡Cerrar las puertas, pronto!
Abrir ya todas las ventanas
Y Dejar pasar presto, la luz eterna de este día suyo muy amado!¡Dejar pasar toda su luz! Toda su Luz
por entre todos los rincones, de tu pobre casa.Y hasta los hermanos ratones, se alegran en tu presencia.Jesús. ¿Quién eres, extraño y gran hombre?!Que a mi casita has venido y no hay sitio para ti!
Por ser Tú, peregrino bueno, de mirada muy profunda y serena hermosura.
Y yo bandido andariego que ando sin medida,
Y Amo sin saber que es el Amor…
¿Por qué hoy has entrado a mi casa, de este pobre pecador?
! ¡Bienvenido Jesús, a mi pobre casita!
!No hay más de lo que ves
Y de lo qué no ves, nada más tengo !
¡Jesús, amigo fuerte!
¡ Y a pesar de tanto, tanto tiempo pasado, no han podido contigo!
¡Jesús!
! Aunque quieran ponerte de rodillas y darte su fusil!
!Tu no abandonas a los pobres de tu aldea!
Ni te vendes por ser su Reyezuelo.
¡ Tú solo te rindes, cuando ves a tus hermanos!
¡Que se aman entre sí!
¡Tu ser, todo el vibra!
¡Cuando ves el amor, entre todos, todos tus hermanos!
(II) ! Un verdadero compañero, Amigo, de nombre Jesús de Nazaret; y muy amigo de mi hermano, Francisco de Asís!
! ¡Bendito eres hermano! ¡De Tierra, Sol y Estrellas!
Bendito seas
!Bendito, Pobre eres! Entre todos los pobres.
Y de S.Francisco
Y de todos los que hacen su voluntad,
Son hermanos tuyos
Y Predilectos son!
¡Desde tu riqueza,
elegiste a la hermana pobreza, la dama más hermosa!
! Desde tu poder divino
elegiste al hermano servicio, para ser el último y para todos!
!En tu servicio, te hiciste Rey de la Humildad!
De todos, todos los humildes.
¡Con la humildad te ganaste a todos, a todos!
Con tu presencia predicabas la buena noticia.
Y en la sonora soledad de la muerte: ¡Hermana, la hiciste!
Para no asustarnos, para ser nuestra.
¡Por qué la muerte no es tuya!
Que buenas noticias.
Jesús Tú nos dices,
” Ven a la Vida” Yo soy la Vida. ( S.Juan 11: 25-26)
! Jesús, !
¡Creemos en ti!
Que por la hermana Resurrección,
Ya nos pareceremos totalmente a ti.
¡No perdiste la hombría de ser justo!
Ni la inocencia del hombre bueno la olvidaste.
Mas te vestiste, como el hijo del Dios bueno
Del campesino feliz con sombrero de paja, y corazón muy ardiente.
!Y resplandeciste tanto, tanto, con el hermano Sol
l! Que todas las criaturas a tu lado, te alaban Señor.
!Mi muy querida hermana tierra!
Siempre a tu lado está
Y sus frutos y sus flores te alaban Señor.
¡El gran hermano Árbol! te protege en el calor del ardiente estío;
Y en el invierno muy frío te aguarda en su interior, de corazón divino!
¡Hermano polvo y Hermano barro!
Que poco conocidos y nada sois reconocidos:
Ya que ni el hombre mira a sus pies, porque perdió su mirada.
!Y el hermano viento !ah! Hermano Viento!
Soplo del verdadero espíritu del bien.
¡Y el hermano aire! ¡Siempre te bendice!
Para que no mueras sin alabarle y respires con él.
¡La hermana agua!
Te saciaba por ser fuente pura y cristalina;
que viene de las corrientes divinas y hace siempre tu voluntad!
¡Bendito, los hermanos pajarillos que te alegraban
y daban de su música a su maestro!
!¡Qué buenos alumnos fueron!!¡Y en la noche!
Las altas estrellas te bendecian.¡Ellas te daban de su luz y hermosura,
! Mientras tu vivías en muy profunda comunión con tu Padre!!Jesús!
¡En tu Misericordia perdonabas a todos!Tú fuiste el primero en ser Perdón
!Y nos hiciste ver, querido Jesús, que tu sueño era posible,
Por imposible que siempre es; quitarnos siempre el sombrero en tu presencia,
para no perder la cabeza en nuestra insolencia.
Y así poder recitar junto con Jesús y Francisco; “Que amar es ser el último sin ser perdedor,
para vibrar con todos los sentidos
para ser primero, siendo el último”
Como el lo quiere.
¡Tu Jesús, así lo has
hecho posible!
¡Cuando somos hombres; nos dejamos dormir en tu amor cómo hombres!
! Sin olvidar que habiendo sido niños, soñamos a ser Hombres CONTIGO!
Comentarios desactivados en Conozco a Cristo, pobre y crucificado, y eso me basta! (S. Francisco de Asís)
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
(I-II) ¡Conozco a Cristo, pobre y crucificado, y eso me basta! (S. Francisco de Asís)
En memoria a nuestra hermana Tere Elizalde (OFS) de la Fraternidad de Pamplona. España.
❤
¡Jesús, Pobre y Crucificado, que amas a los humildes!
¡Para ser Humilde!
No pretendas otra cosa, y fíjate en mí.
¡Sé el último conmigo, en el pobre que soy!
En el más desvalido y serás el primero conmigo.
¡No desees nada y ya tendrás todo!
Como el pobre del Evangelio
¡No te preocupes de tu imagen y serás imagen mía!
¡En el rostro del pobre, ahí estoy yo!
¡No quieras convencer con tu palabra!
Y convencerás con tu vida
Con la mirada del pobre Jesús
¡No te preocupes de tu vida!
Ocúpate de la mía y seré yo tu vida,
Para asemejarte a Jesús pobre.
¡No hagas cálculos con tu vida!
Y yo te enseñaré sus medidas
Las medidas de los pobres, son las mías.
¡No busques ser reconocido!
A mí todos me abandonaron…
Para luego Jesús, yo poder reconocerte en Todos…
Y en los más débiles de mi casa
¡No tengas prisa en amar!
Ten prisa, con mis anhelos
para ser Oración perpetua
Y recitar la oración del pobre.
¡No esperes, ni confíes, ni te agobies por nada!
Confía sin medida, con mi esperanza, en mi lógica divina
Y la ansiedad, la depresión, no te tocarán.
¡El pobre Jesús confía, confía…!
❤
(II) ¡Conozco a Cristo, pobre y crucificado, y eso me basta! (S. Francisco de Asís)
¡Vacíate conmigo, amigo mío!
Para Agotándote sobre mí
Descansar ya junto a mí.
Al lado del Jesús pobre.
¡Ama sin medida, sin esperar nada!
Para entregarte ya, lo que yo ya quiero.
Y entenderás lo que yo anhelo
Hacerme pobre como tú.
¡¡Ama mucho a mi Madre!!
Y por ella recibirás lo que tengo preparado para ti.
Madre del pobre, todo lo puede en el nombre de Jesús pobre.
¡Ama mucho al mundo, al pobre, al más débil!
No ames mucho porque tú lo quieras
Sino porque espero
Lo que yo deseo.
Hablar de mí, siendo pobre.
¡No temas lo que de ti bienquiero!
Ni receles de lo que de ti espero
Porque te amo tanto, tanto hijo mío
Que solo quiero tu felicidad conmigo.
¡Ser resucitado por ti!
Para ser tu pobre Crucificado.
Y Jesús me dice;
¡Cree en esto querido hijo!
Porque he conocido el amor de mi Padre
Y todo lo que he recibido a ti te lo entrego sin medida
Porque tú eres mi hijo.
Comentarios desactivados en “Primero atender a los hermanos y después Orar contigo”. (S. Fco de Asís.) Amar, No es Amar como Amamos.
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
Jesús,
Enseñanos a Amar, Pues ya perdimos la inocencia del amado Y Olvidamos el primer amor El primer anuncio del amado
Primero atender a los hermanos y después Orar contigo.
(S. Fco de Asís)
Hermano
Rezamos sin darnos cuenta
Sin confianza, ni alegría
Más si la confianza es cierta,
Hay alegría verdadera-
Y ya teniendo esto,
Sabemos que Él Ora en nosotros.
Y así queremos amar al hermano Al que le llega nuestra oración por ser bien rezada.
¡Hermano eres Oración!
Porque hemos Orado bien,
¡Y gran pena da, que antes no lo supiéramos!
¡Jesús!
Incrústame en mi corazón, Ser Fraternidad con mis hermanos
Y si yo luego, Te negara, Tú que eres Misericordia, Haz lo que quieras conmigo.
¡Jesús, hermano!
Ahora sabemos contemplar tu amor,
Chispa de mil colores de misericordia que no cesa,
Y se difunde en tu fraternidad universal.
Fuego de amor que no se consume.
Y se fusiona en toda tu humanidad.
¡Jesús!
Haz que nosotros no nos consumamos en nuestra impaciencia.
Muéstranos nuestro rostro en la Fraternidad,
Haciendo que se funda con el tuyo
Y si así lo Viéramos, a TI te veríamos
Y así haríamos tu Voluntad.
Señor,
Haz que pasemos por esta Vida, la tuya, con tu sentido Orando.
Y así pasemos con sentido Obrando
Para llegar pronto el día
Para ser Fraternidad, la tuya.
De la Vida al Evangelio
Del Evangelio a la Vida.
Amar no es amar, como Amamos
Jesús,
Enséñanos a Amar
Pues ya perdimos la inocencia del amado
Y Olvidamos el primer amor
El primer anuncio del amado.
Jesús
Enséñanos al Amor,
Muéstranoslo Para ser alumnos de tu escuela divina.
Corre tu velo de Fraternidad
Abrázanos y fúndenos con tu espíritu que todo lo abrasa y lo transforma.
Jesús,
Cuando pedimos con sincero corazón,
Nuestros asuntos son los tuyos.
Jesús,
Enséñanos a Amar
Muéstranos al amado,
Para que descubramos nuestra vocación de enamorados.
Danos el sentido del amor
De la importancia de renacer otra vez
Para Ser Fraternidad Universal.
Comentarios desactivados en “Encuentro histórico de paz con el Evangelio en la mano”, por Gabriel María Otalora
| Gabriel Mª Otalora
Hubo un tiempo, tan malo o peor que el nuestro, en lo que a la paz se refiere. Las Cruzadas del siglo XIII no estuvieron encaminadas a la recuperación de Jerusalén, ni a la protección de los cristianos, sino más bien a la conquista de nuevos lugares donde comerciar y dar rienda suelta a la codicia pensando enampliar los beneficios en Oriente. Lo religioso en casi todas las Cruzadas era un barniz más que otra cosa. La V Cruzada (1217-1221) pretendía tomar Egipto y desde allí avanzar a Palestina. Pero fracasó ante el sultán de Egipto en medio de enfrentamientos y disputas constantes entre los propios cruzados.
A Francisco de Asís no se le ocurrió idea mejor que embarcarse en una larga travesía para entrevistarse nada menos que con el sultán Al Kamil Muhammad al Malik,sobrino de Saladino, al mando de Egipto. Lo extraño fue que el sultán aceptara recibir a unos frailecillos insignificantes contra el consejo de su séquito que prefería matarles allí mismo.
Lo cierto fue que Al Kamil se encontró por primera vez con un cristiano pacífico y devoto de su fe sin fustigar a nadie, que no quería la guerra sino la paz. Quedó tan impresionado con el Poverello que exclamó: “Si todos los cristianos fueran como Francisco sería muy fácil ser cristiano”.
Francisco logró una paz temporal entre ambos bandos después que el sultán llegara a ofrecer a los cruzados una tregua que estos rechazaron. Solo tras desbordarse el Nilo, los cruzados terminaron pactando una tregua que duró 8 años. Desde entonces, los franciscanos custodian los Santos Lugares.
La mansedumbre del corazón del frailecillo logra cumplir su viaje, tocar el corazón del sultán y regresar sano y salvo como testigo de la paz, en nombre del Evangelio. Cuentan que al despedirse, el sultán dijo a Francisco “Ruega por mí, para que Dios se digne revelarme la ley y la fe que más le agrada”.
En el actual ambiente bélico mundial, especialmente centrado en la masacre en que se ha convertido Gaza, es necesario recordar un encuentro así. La foto de Francisco y el Sultán es la imagen poderosa que que ponga en valor al diálogo que vence a la lógica del conflicto. Diálogo a todos los niveles: en la familia, en el trabajo, en los Estados, pero también dentro de la Iglesia, ahora con el desafío de la sinodalidad. Y por supuesto, diálogo también entre el mundo cristiano y el mundo musulmán, saliendo al encuentro del Otro sin prejuicios.
La actitud de Francisco fue contra cultural, diríamos incluso ´poco eclesial´,frente a lo que se llevaba: ser “soldados de Cristo” para estar dispuestos a asesinar a los musulmanes y a ser asesinados por ellos como enemigos de la fe. Si la valentía del hermano de Asís fue sorprendente, no olvidemos la del sultán, que quiso colmarles de regalos a aquellos frailes, rechazando la opinión de sus asesores que preferían un baño de sangre. Un signo de que la paz construye. Yo echo en falta ensayos sobre las Escrituras y la historia de la humanidad, centrados en la paz y en las consecuencias de no haber apostado por ella; que es posible ganar más con ella que lo que se pierde.
Tras su experiencia, Francisco no volvió a su país de vacío. Frente a lo que se estilaba (morir y matar por Cristo era la mayor gloria que se podía conseguir), incluyó en su Regla la manera de evangelizar en territorios musulmanes junto al código de comportamiento a seguir en dichos lugares. No olvidemos que la actitud del sultán tuvo su importancia en la actitud posterior de Francisco hacia los musulmanes.
Un fruto reciente del corazón de paz de san Francisco lo tenemos en otro encuentro histórico de los frailes franciscanos de Betania, donde vivían María, Marta y Lázaro (los amigos de Jesús que siempre lo acogían). Se han reunido por primera vez en su convento con un grupo de musulmanes para compartir el iftar, el único momento del día durante el mes de ayuno del Ramadán en el que pueden comer. La preparación de la comida estuvo a cargo de Fátima Faroun, palestina musulmana,directora de la asociación Shoruq Society For Women, de Betania. Jesús resucitado, siempre invita al encuentro de paz.
Coda final para escépticos: El encuentro entre Francisco y el sultán se produjo, es histórico y está documentado en numerosas fuentes coetáneas. Son destacables dos textos del obispo de Acre, Jacobo de Vitry, fallecido en 1240, que confirman la historicidad del diálogo. A lo que hay que sumar otros relatos y las referencias a este hecho por parte de san Buenaventura (s. XIII).
Comentarios desactivados en Seré Gusano para vivir con mis hermanos.
Del blog de Alfonso J.Olaz El Rincón del Peregrino:
Seré Gusano para vivir con mis hermanos
Para ser luz
Déjate fundir todas tus luces…
Y serás luz.
Para ser paz Déjate vaciar Y él te llenará de toda su paz.
Para ser Alegría
No busques la alegría
Y serás alegría.
Para encontrar lo que tu corazón ansia, olvídate lo que ansia tu corazón.
¡Para encontrar ese tesoro!…
¡Deja, deja, deja de buscar!…
Y él se hará el primero en llegar
El loco encontradizo de sus playas abiertas
De tu faro en sus mares
Siempre en roca firme, con cimientos firmes.
Siempre ha estado ahí, a tu lado.
Para que seas su Farero de la confianza, sin haber visto
de todos los faros de su alta mar.
Para perdonar
Déjate perdonar
Y serás perdón.
Haz la experiencia de la humildad Déjate llevar… ¡Y solo haz!…
¡Como hermanito menor que eres…!
Cuando él quiere que hagas…
Serás luz, paz, alegría y perdón.
Y vivirás en el filo de su amor.
Para ser dardo certero de su
corazón sangrante y alivio y
consuelo de los corazones de sus
hermanos, los tuyos.
Serás como el gusano,
que San Francisco de Asís apartaba
para que no lo pisaran en el camino,
Y tú harás lo mismo para que no pisen a tus hermanos,
ya que tu padre celestial te ha recogido del camino
para que seas siempre gusano.
Comentarios desactivados en Déjate, Déjate, Déjate llevar por Él. Con Jesús de Nazaret y Francisco de Asís
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
Para ser sentido del enamorado Déjate enamorarte por sus sentidos
Sé consentido con Él
para ser su sentido.Para tener sus sentimientos y emociones
Sé con Él,
Para vaciando tu consentimiento Ser agradecimiento.Y dejarás tu consentimiento imperfecto y serás solo agradecimiento.Para ser su mirada, Déjate llevar por Él.Bendito seas Padre
En tu mirada, que es la perfecta alegría, que todo lo deslumbras y transformas hasta el hermano Sol se arrodilla en tu presencia,
Y toda la creación se estremece, muere y vuelve a renacer en tu mirada de cada día.
Bendito seas Padre Por todo hombre que te escucha con corazón sincero,
Y se abrasa, y se disuelve en el jardín de su creación
Haciéndose corazón del hortelano Del Maestro divino del pozo blanco.
Bendito seas Padre
¡Porque es fácil y posible el verte desde el corazón!
Bendito seas Padre,
¡Porque nos has regalado que es fácil, simple y posible creer en ti, si creyéramos!
Te pedimos perdón, Padre
Porque hacemos imposible lo que tú hiciste posible, Amar-
Haciéndonos nosotros creer, que es imposible por tu redención lo que a todos nos regalaste, para que fuera posible para todos, para todos.
Qué lo imposible no es Amarte,
Ni lo posible no quererte
Que en tu lógica todo es posible,- En la tuya que ya la has hecho- nuestra: Enamórate del buen Dios Padre
Te pedimos perdón, Padre,
Por tantas veces no besar tu carne, Cuando te has hecho el encontradizo en tu Evangelio- nuestro de cada día,
¡Como lo hizo tu hermano Francisco con el pobre de tu Evangelio!-
¡Con tu amigo el leproso!
Y con todos los leprosos de nuestro evangelio de cada día, en nuestras leproserías de nuestras periferias, en las orillas muy cercanas de donde vivimos.
Francisco!
Te rogamos que hagamos la experiencia del Amor,
De ese amor divino, y corazón muy humano que tú le entregaste, y tan bien lo conociste!
Francisco!
Te rogamos que en nuestra torpeza,
Dejemos de serlo, para encontrar la Verdadera Paz.
Ponernos ya en camino para ser- Humildes como tú y tus amigos: Jesús y María, y no buscar otra cosa.
Francisco!
Ser sencillos como tú y tu hermano Jesús y María.
Porque el que se deja encontrar por Él Amor, todo le sale bien… Y- jamás querrá desposarse.
¡Señor, alabado seas!
Por darnos todo y Creer que si creemos, ya lo veremos por haber creído.
¡ Señor, alabado seas!
Que permites todo, incluso caminar en tu presencia por desfiladeros de muerte
para bien nuestro y ser semejanza tuya.
¡Señor, alabado seas por todas las criaturas!
Que te reconozcamos en todo,
En Todo estás tú.
¡Te alabamos Padre!
Por la criatura más bella de toda la Creación, por ser hecha a imagen y semejanza tuya,
Tu muy querido hijo,
Nuestros hermanos y hermanas de la Fraternidad Universal.
¡Padre, Por tu Alegría!
Haz que creamos en tu Madre, Que nos alegremos con nuestra Madre
Porque somos de origen divino
De la misma familia que Jesús y Maria
Francisco, Te rogamos
Que siendo Humildad, es posible dar tu fe, al que no la tiene.
Para que siendo hijos de la Madre, Santa María de la Humildad,
Seamos Hermanos y hermanas de la sencillez-
Para que el que perdió la Fe vuelva a-Ti.
El que no te conoció te conozca bien.
Y el que te conoce y no de testimonio de ti, De ti ahora lo dé.
Comentarios desactivados en “El hermano de Asís al hermano de Roma”, por José Arregi
De su blog Umbrales de Luz:
Nunca quise ser importante, sino el hermano menor de los más pequeños y de todos los olvidados. Pero, por circunstancias de la historia, el día en que pasé de esta vida mortal a la Vida plena se convirtió en un día señalado para muchas hermanas y hermanos de sueños evangélicos.
El tránsito –que quise consumar “desnudo en la tierra desnuda”– tuvo lugar tal día como hoy, 3 de octubre de 1226, hace casi 800 años, en aquella celdita de ramas y tierra en la Porciúncula de Asís, el lugar de mis amores y de mis sueños. En el atardecer del aniversario de aquel día os escribo, hermanas y hermanos todos de la Tierra. Al día siguiente me enterraron en la iglesia de San Jorge de Asís, fundida mi tierra con toda la tierra hermana y madre. ¡Qué descanso! ¡Qué libertad! ¡Qué plenitud! Uno con la tierra, el agua y el aire, con las alondras, las aves y todos los animales, uno con todos los seres humanos, sobre todo con los últimos y todos los desconocidos. Uno con Dios.
Desde niño fui soñador. Soñé con otro mundo en este mundo, donde no hubiera señores y siervos, ricos y pobres, palacios y tugurios, ejércitos y guerras y tanta miseria. Incluso antes de conocer de verdad a Jesús y antes de creer en las llamadas verdades del Credo, soñé vagamente con otra Iglesia sin papas con ejércitos y en guerra, sin clérigos poderosos, sin ambiciones ni riquezas ni monopolio de la verdad.
Luego, cuando aprendí a mirar a Jesús en aquel misterioso crucificado lleno de paz y de luz en la penumbra de la ermita de San Damián –¡aquellos atardeceres de Asís!–, entonces todo encajó en lo profundo de mí. Quería ser como aquel Jesús. Sentía a veces una irresistible rebelión y una paz invencible. Y quise ser rebelde y pacífico. Quise ser hermano de todos, incluso de los grandes señores, y transformar de raíz aquel mundo desgarrado. Y fui sintiendo un impulso intenso por reformar aquella Iglesia de señores de las conciencias y de la verdad, aliados con señores de las tierras y del comercio. Pero decidí no dedicarme a proclamar y promover directamente la reforma irrenunciable de la Iglesia, sino vivir la reforma que soñaba. Por eso no quise ser clérigo ni monje, sino peregrino y compañero de vida de los más pobres, como Jesús. Y todo me decía que la transformación del mundo y de la Iglesia eran inseparables.
Han pasado los siglos, y veo con pasmo que el mundo está más desgarrado que nunca y amenazado por peligros inminentes jamás sospechados. Y veo con tristeza que la institución que se presenta como Iglesia católica de Jesús, en tiempos de tanta gravedad, sigue aferrada al pasado en sus creencias e instituciones, dedica casi todas sus energías a asuntos internos, y limita sus proyectos de reforma a triviales cuestiones de fachada y de aseo. Por eso me permito dirigirme a mi hermano Francisco de Roma con respeto y libertad, como el más pequeño de sus hermanos:
Te deseo Paz y Bien, hermano Francisco de Roma y de las pampas argentinas. Hace 8 siglos, en mi Umbría medieval, me dirigí a “mi señor papa”, pero los tiempos han cambiado. La Vida nos lleva de transformación en transformación. La Vida es permanente novedad en su Fuente indecible y en todas sus formas visibles. El Soplo vital originario, que es también el Espíritu universal de Pentecostés, nos llama a transformar radicalmente la institución de la Iglesia para contribuir con la inspiración de Jesús a la urgente transformación del mundo.
Reconozco, hermano Francisco de Roma, tus esfuerzos, tu valentía y generosidad en medio de tantas resistencias políticas y episcopales. Tu voz resuena en todos los países en favor de la justicia y de la paz, en favor de la vida de todos los empobrecidos, de los pueblos oprimidos, de la comunidad de los vivientes sin respiro. Y me inclino ante ti. Pero déjame que, de Asís a Roma, de corazón a corazón, de hermano a hermano, te diga con humildad y libertad: no percibo la misma claridad y determinación en tu programa de reforma de la Iglesia católico-romana que presides. Los tres sínodos generales celebrados, con todo su fasto y su derroche excesivo, no han traído ninguna novedad de fondo, ningún avance decisivo, y nada anuncia que el cuarto, el “sínodo de la sinodalidad” cuya última fase se inaugura el día de mi tránsito a la plena liberad, vaya a arrancar la raíz principal de los males de la Iglesia: el clericalismo. El clericalismo que relega a la mujer, que reprime el cuerpo y la sexualidad en general y la homosexualidad y las diferencias de género en particular. El clericalismo que se traduce en dominación y en abusos y agresiones. El clericalismo que divide y separa, el clericalismo que se opone a las palabras de Jesús: “No haya entre vosotros ni padres, ni maestros ni señores, pues todos sois hermanas y hermanos”.
La Iglesia no podrá ser presencia inspiradora, sanadora, liberadora en este mundo en grave peligro, mientras no erradique de su seno la raíz clerical, ligada a la ambición de poder. Y, para erradicar esa raíz dañina, no bastará con dar la voz y el voto en el sínodo a dos o tres mujeres, ni con ordenar como sacerdotes a varones casados de virtud probada, ni con ordenar diaconisas de segundo orden. Es necesario derogar la idea misma del “orden sagrado” con el papado en su base, y la ideología patriarcal y la lógica del poder sagrado sobre las que descansa. Y la imagen de Dios que la sostiene.
Hermano Francisco, volvamos al camino y al espíritu de Jesús. Volvamos a la Fuente de toda fraterno-sororidad. Que la Vida te bendiga y te dé la paz.
Comentarios desactivados en Francisco de Asís, vestido de Evangelio
En la fiesta del cristiano por excelencia, Francisco, el Poverello de Asís… Siguiendo su ejemplo, se nos invita a despojarnos de todo lo superfluo y revestirnos con la desnudez del Evangelio:
Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís, nació en 1181 (o 1182). Disuadido de sus ideales de gloria caballeresca a raíz de las experiencias decisivas de su encuentro con los leprosos y de la oración ante el crucifijo en la iglesia de San Damián, Francisco abandonó su familia y comenzó una vida evangélica de penitencia. Con los numerosos compañeros que muy pronto se unieron a él, comprendió que estaba llamado a vivir el Evangelio sine glossa, como fraternidad de menores a ejemplo de Jesús y de sus discípulos. Al año siguiente a la aprobación de la Regla y vida de los hermanos menores en 1223 por el papa Honorio III, Francisco recibió los estigmas del Crucificado, sello de la conformidad con su único Señor y Maestro. Cuando murió, en 1226, Francisco era un hombre extenuado por la fatiga y por las enfermedades y, al mismo tiempo, un hombre reconciliado con el sufrimiento, consigo mismo y con toda criatura. Fue canonizado en 1228 y es patrono de Italia y de los ecologistas.
***
“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad…”
*
San Francisco de Asís. Cántico de las Criaturas
***
Su vida estuvo enteramente caracterizada -hasta el momento de la conversión- por la búsqueda de un modelo que pudiera educar y plasmar su natural propensión al canto.
Lo encontró de repente en el Señor Jesús, en la belleza de su vida narrada por el Evangelio y, en particular, en el luminoso canto nuevo de su muerte en la cruz.
Dejó que la pasión marcara cada uno de sus pasos y afinara de manera progresiva todas las fibras de su persona con la humanidad del Hijo de Dios, que se entregó por completo a sí mismo por nosotros.
Francisco oró así: «Te ruego, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de todas las cosas que hay bajo el cielo, para que muera yo de amor por tu amor, como tú te dignaste morir por amor a mi amor» (oración Absorbeat).
Su camino estuvo siempre acompañado por confirmaciones y consuelos. Su predicación y su ministerio tocaron el corazón de las personas y suscitaron decisiones de conversión y de reconciliación.
Su manera de seguir radicalmente al Señor se volvió, cada vez más, casa hospitalaria para otros muchos hermanos y hermanas, que encontraron en su itinerario personal una modalidad radical y actual de interpretar y vivir el Evangelio de la nueva estación histórica que avanzaba. Sin embargo, en el tiempo del monte Alverna, parece apagarse el canto fluente.
En esta estación encuentra Francisco la prueba más terrible: las fatigas originadas por un movimiento que se institucionaliza -que pierde en intensidad evangélica y llega incluso a dudar sobre la posibilidad de que sea integralmente practicable su estilo de vida- repercuten en su misma fe.
La pregunta sobre la verdad de sus intuiciones más profundas y la duda sobre el origen divino de su proyecto de vida resuenan en un silencio opresor en el que Dios no parece hablarle ya, a pesar de haberlo buscado con tanta tenacidad.
Francisco experimenta el abandono de Dios y se retira de los hermanos para no mostrar su semblante, que ha perdido la serenidad habitual. El canto nuevo, por consiguiente, no le fue dado en un momento de paz y consolación, sino en un momento en el que -como dice el salmista- «fallan los cimientos» (Sal 11,3) y todas las seguridades parecen hundidas
*
C. M. Martini – R. Cantalamessa, La cruz como raíz de la perfecta alegría,
Verbo Divino, Estella 2002, pp. 15-16).
Comentarios desactivados en “Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff
Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?
Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.
Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”, que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.
Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:
«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».
Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».
Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.
El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.
De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).
El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.
La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.
En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.
La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?
Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.
El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.
Comentarios desactivados en El perdón siempre espera “… Se abrazaron y se besaron mutuamente”
Después de haber compuesto el bienaventurado Francisco las predichas alabanzas de los creaturas que llamó Cántico del hermano sol, aconteció que se produjo una grave discordia entre el 0bispo y el podestá de la ciudad de Asís. El obispo excomulgó al podestá, y éste mandó pregonar que ninguno tratara de vender ni de comprar nada al Obispo, ni de celebrar ningún contrato con él.
El bienaventurado Francisco, que oyó esto estando muy enfermo, tuvo gran compasión de ellos, y más todavía porque nadie trataba de restablecer la paz, Y dijo a sus compañeros: “Es para nosotros, siervos de Dios, profunda vergüenza que el obispo y el podestá se odien mutuamente y que ninguno intente crear la paz entre ellos”. Y al instante, y con esta ocasión, compuso y añadió estos versos a las alabanzas sobredichas:
“Loado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán”.
Llamó luego a uno de sus compañeros y le dijo: “Vete al podestá y dile de mi parte que tenga a bien presentarse en el obispado con los magnates de la ciudad y con cuantos ciudadanos pueda llevar”.
Cuando salio el hermano con el recado, dijo a otros dos compañeros: “Id y cantad ante el obispo, el podestá y cuantos estén con ellos el Cántico del hermano sol. Confío en que el Señor humillará los corazones de los desavenidos, y volverán a amarse y a tener amistad como antes”.
Reunidos todos en la plaza del claustro episcopal, se adelantaron los dos hermanos y uno de ellos dijo: “El bienaventurado Francisco ha compuesto durante su enfermedad unas alabanzas del Señor por sus creaturas en loor del mismo Señor y para edificación del prójimo. Él mismo os pide que os dignéis escucharlas con devoci6n”. Y se pusieron a cantarlas.
Inmediatamente, el podestá se levantó y, con las manos y los brazos cruzados, las escuchó con la mayor devoción, como si fueran palabras del evangelio, y las siguió atentamente, derramando muchas lágrimas. Tenía mucha fe y devoción en el bienaventurado Francisco.
Acabado el cántico de las alabanzas, dijo el podestá en presencia de todos: “Os digo de veras que no solo perdono al obispo, a quien quiero y debo tener como mi Señor, sino que, aunque alguno hubiera matado a un hermano o hijo mío, le perdonaría igualmente”. Y, diciendo esto, se arrojó a los pies del obispo y dijo: “Señor, os digo que estoy dispuesto a daros completa satisfacción, como mejor os agradare, por amor a nuestro Señor Jesucristo y a su siervo el bienaventurado Francisco”.
El obispo, a su vez, levantando con sus manos al podestá, le dijo: “Por mi cargo debo ser humilde, pero mi natural es propenso, pronto a la ira: perdóname”. Y, con sorprendente afabilidad y amor, se abrazaron y se besaron mutuamente”
*
“Espejo de perfección“, X,101,
en san Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1978, 773-774.
***
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
-“Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?“
Jesús le contesta:
-“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.” El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: “Págame lo que me debes.” El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.” Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?” Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.”
Comentarios desactivados en Clara de Asís, la Dama pobre…
Clara de Asís, mujer fuerte, fundadora de las Damas Pobres (Clarisas), espejo en el que Francisco de Asís se reflejaba como un igual… Que nos acompañe hoy en su fiesta y nos enseñe a vivir siendo más humanos, con una mirada compasiva abierta al hermano sufriente…
Clara nació en Asís el año 1193 (o 1194). Hija de noble familia, fue educada por su madre en la fe cristiana, pero al escuchar y ver a su conciudadano Francisco en la nueva vida evangélica que éste había emprendido comprendió que quería llevar la misma forma de seguimiento de Jesús. Con su hermana, que la seguirá quince días después de su huida del palacio, vive en el monasterio de San Damián, situado fuera de los muros de Asís, «según la forma del santo Evangelio», obteniendo de los papas el singular «privilegio de la pobreza». Fueron muchas las compañeras que la imitaron. Juntas constituyeron la primera comunidad de «Hermanas pobres», para las cuales, y ya en sus últimos años, escribió Clara -primera mujer que lo hizo en la historia de la Iglesia- una Regla. Esta fue aprobada por Inocencio IV en 1254, pocos días antes de la muerte de Clara. Se conserva el Proceso de su canonización, que tuvo lugar en 1255. Es un documento de excepcional valor para conocer la experiencia de la «plantita de Francisco».
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Tanto para Clara como para Francisco, el primado se lo lleva el señorío de Dios sobre toda la vida y todas las cosas; la centralidad de toda la vida, la voluntad y la acción está constituida por Cristo; la dinámica de la vida de penitencia o de conversión sólo la da y sólo hemos de buscarla en el Espíritu Santo; pero esto es más que suficiente para definir la contemplación auténticamente cristiana […].
Clara no hace coincidir nunca contemplación y clausura, la contemplación como conocimiento amoroso de Cristo y un hecho material como la clausura. Tanto para Clara como para Francisco (es cierto, no obstante, que los acentos de Clara son femeninos), la contemplación es asiduidad con la palabra leída en las sagradas Escrituras, aunque también escuchada y recibida por los hermanos como comida y alimento de la fe y del alma; la contemplación es oración continua atendiendo al Señor y a todas las criaturas.
Es propio y específico de Clara haber dado a la contemplación una dimensión propiamente evangélica: no era para ella una actividad extraordinaria, reservada a una élite, a los privilegiados de la cultura, sino una actitud cotidiana en el ámbito de la humilde realidad de las cosas, de las labores cotidianas. La contemplación, para Clara, es vida en Cristo, es sacrificio vivo y espiritual ofrecido al Señor. Es significativo que la única referencia que hace Clara a la página del encuentro de Jesús con María y Marta [cf. Lc 10,38-42], que se había convertido en su tiempo en un lugar clásico para afirmar el primado de la vida contemplativa sobre la activa, determina lo único necesario de este culto de la vida a Dios [cf. Rom 12,1] y no entrevé ninguna oposición entre acción y contemplación.
La contemplación, por tanto, para Clara y Francisco, no es sólo conocer a Dios, sino también ver a los hombres y a las criaturas como los ve Dios. Clara llama a Inés «alegría de los ángeles »[Carta tercera 3, 11 ]y registra de un modo nuevo las cosas de Dios, las criaturas de las que siempre ve brotar una alabanza, una acción de gracias al Dios altísimo y creador
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E. Bianchi, La contenplazione in Francesco e Chiara d’Assisi,
Magnano 1995
Comentarios desactivados en Francisco de Asís, vestido de Evangelio
En la fiesta del cristiano por excelencia, Francisco, el Poverello de Asís… Siguiendo su ejemplo, se nos invita a despojarnos de todo lo superfluo y revestirnos con la desnudez del Evangelio:
Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís, nació en 1181 (o 1182). Disuadido de sus ideales de gloria caballeresca a raíz de las experiencias decisivas de su encuentro con los leprosos y de la oración ante el crucifijo en la iglesia de San Damián, Francisco abandonó su familia y comenzó una vida evangélica de penitencia. Con los numerosos compañeros que muy pronto se unieron a él, comprendió que estaba llamado a vivir el Evangelio sine glossa, como fraternidad de menores a ejemplo de Jesús y de sus discípulos. Al año siguiente a la aprobación de la Regla y vida de los hermanos menores en 1223 por el papa Honorio III, Francisco recibió los estigmas del Crucificado, sello de la conformidad con su único Señor y Maestro. Cuando murió, en 1226, Francisco era un hombre extenuado por la fatiga y por las enfermedades y, al mismo tiempo, un hombre reconciliado con el sufrimiento, consigo mismo y con toda criatura. Fue canonizado en 1228 y es patrono de Italia y de los ecologistas.
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“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad…”
*
San Francisco de Asís. Cántico de las Criaturas
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Su vida estuvo enteramente caracterizada -hasta el momento de la conversión- por la búsqueda de un modelo que pudiera educar y plasmar su natural propensión al canto.
Lo encontró de repente en el Señor Jesús, en la belleza de su vida narrada por el Evangelio y, en particular, en el luminoso canto nuevo de su muerte en la cruz.
Dejó que la pasión marcara cada uno de sus pasos y afinara de manera progresiva todas las fibras de su persona con la humanidad del Hijo de Dios, que se entregó por completo a sí mismo por nosotros.
Francisco oró así: «Te ruego, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de todas las cosas que hay bajo el cielo, para que muera yo de amor por tu amor, como tú te dignaste morir por amor a mi amor» (oración Absorbeat).
Su camino estuvo siempre acompañado por confirmaciones y consuelos. Su predicación y su ministerio tocaron el corazón de las personas y suscitaron decisiones de conversión y de reconciliación.
Su manera de seguir radicalmente al Señor se volvió, cada vez más, casa hospitalaria para otros muchos hermanos y hermanas, que encontraron en su itinerario personal una modalidad radical y actual de interpretar y vivir el Evangelio de la nueva estación histórica que avanzaba. Sin embargo, en el tiempo del monte Alverna, parece apagarse el canto fluente.
En esta estación encuentra Francisco la prueba más terrible: las fatigas originadas por un movimiento que se institucionaliza -que pierde en intensidad evangélica y llega incluso a dudar sobre la posibilidad de que sea integralmente practicable su estilo de vida- repercuten en su misma fe.
La pregunta sobre la verdad de sus intuiciones más profundas y la duda sobre el origen divino de su proyecto de vida resuenan en un silencio opresor en el que Dios no parece hablarle ya, a pesar de haberlo buscado con tanta tenacidad.
Francisco experimenta el abandono de Dios y se retira de los hermanos para no mostrar su semblante, que ha perdido la serenidad habitual. El canto nuevo, por consiguiente, no le fue dado en un momento de paz y consolación, sino en un momento en el que -como dice el salmista- «fallan los cimientos» (Sal 11,3) y todas las seguridades parecen hundidas
*
C. M. Martini – R. Cantalamessa, La cruz como raíz de la perfecta alegría,
Verbo Divino, Estella 2002, pp. 15-16).
Comentarios desactivados en “Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff
Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?
Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.
Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”, que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.
Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:
«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».
Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».
Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.
El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.
De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).
El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.
La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.
En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.
La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?
Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.
El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.
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