Comentarios desactivados en Sábado 02 de Noviembre de 2024. Fieles Difuntos
PRIMERA LECTURA
Job 19,1.23-27a
Yo sé que está vivo mi Redentor
Respondió Job a sus amigos:
– “¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.”
***
Salmo responsorial: 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.
***
SEGUNDA LECTURA
Filipenses 3,20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
***
EVANGELIO
Marcos 15,33-39;16,1-6
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
-“Eloí, Eloí, lamá sabaktaní“. (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
-“Mira, está llamando a Elías.”
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
-“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.”
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
-“Realmente este hombre era Hijo de Dios.”
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
–“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:
-“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.”]
Comentarios desactivados en “En las manos de Dios”. 2 de noviembre de 2024. Conmemoración de los difuntos. Marcos 5, 33-39; 16,1-6
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver“.
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2024. Conmemoración todos los Difuntos
Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor. Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma. Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso. Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.
A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:
– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).
– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.
Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;
-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2023. Conmemoración todos los Difuntos
Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor. Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma. Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso. Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.
A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:
– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).
– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.
Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;
-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…
Comentarios desactivados en “En las manos de Dios”. 2 de noviembre de 2023. Conmemoración de los difuntos. Marcos 5, 33-39; 16,1-6
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”.
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nootros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver“.
Comentarios desactivados en 02 de Noviembre de 2022. Fieles Difuntos
Job 19,1.23-27a
Yo sé que está vivo mi Redentor
Respondió Job a sus amigos:
– “¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.”
***
Salmo responsorial: 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.
***
Filipenses 3,20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
***
Marcos 15,33-39;16,1-6
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
-“Eloí, Eloí, lamá sabaktaní“. (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
-“Mira, está llamando a Elías.”
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
-“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.”
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
-“Realmente este hombre era Hijo de Dios.”
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
–“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:
-“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.”]
Comentarios desactivados en “En las manos de Dios”. 2 de noviembre de 2022. Conmemoración de los difuntos. Marcos 5, 33-39; 16,1-6
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver“.
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2022. Conmemoración todos los Difuntos
Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor. Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma. Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso. Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.
A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:
– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).
– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.
Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;
-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…
Comentarios desactivados en 1-2, 11, 2022. Más allá de Halloween: enseñanza de mi abuela, una teología de difuntos
Del blog de Xabier Pikaza:
La palabra di-funto proviene del latín “de-functus”, aquel que ha cumplido su tarea (fungere-fungi), que ha saldado las deudas de la vida y que se encuentra por tanto “des-ligado”, ab-suelto de toda función, obligación o cargo, en libertad plena, ante/en lo divino y en lo humano. No tiene ya nada que hacer o cumplir, ninguna deuda que saldar, liberado, por tanto, de sus obligaciones, abierto sólo al misterio divino de la vida.
Por eso, los cristianos decimos a Dios que “perdona nuestras deudas” (Padre-nuestro), pidiéndole que nos acoja en el seno de su paz (RIP: requiescat in pace), que descansemos en la paz de Dios que es Shalom, como dice la bendición sacerdotal de Israel, Num 6, 22-27, por la que rogamos a Dios, que sea nuestra vida y protección (Yahvé, Shommer). que nos conceda su paz.
| X Pikaza Ibarrondo
Los difuntos forman parte del misterio cumplido de la vida. Están por una parte “desligados” (liberados). Pero, al mismo tiempo, expresan y fundamentan todo lo que somos, y en ese sentido podemos “imaginarlos” (representarlos) como como “esencia” o principio de aquello que somos. En su relación con los difuntos se define, según eso, nuestra vida. Frente a los “animales” que, en principio, abandonan a sus muertos (los olvidan), los hombres somos aquellos que “recordamos” a los muertos, los mantenemos en la memoria.
El hombre es un animal de pensamiento (racional), de trabajo organizado (productor) etc. Pero, en sentido más profundo, es un viviente que recuerda a sus difuntos, sabiéndose ligado a ellos. Por eso, los primeros signos humanos dichos son los “enterramientos” (dólmenes, cuevas y ritos funerarias etc.).
Desde ese fondo, en las reflexiones que siguen, quiero evocar dos elementos de mi visión fundamental de los difuntos. (a) La experiencia milenaria de mi abuela, en un contexto rural vasco. (b). La teología cristiana de los difuntos.
EL HALLOWEEN DE MI ABUELA
No me extraña nada el Halloween como fiesta pagana de los difuntos, de origen quizá celta, pero con raíces mucho más extensas, yo diría universales, muy cercanas a las que me transmitió mi abuela. El culto y recuerdo de los muertos, con lo que tiene de fascinación, pavor y vibración del alma, es una de las bases de la cultura humana (y de la religión). Si un día lo olvidamos, si los muertos dejan de ser “sagrados” en el sentido más hondo del término, dejaremos también de ser humanos.
Lo que me entristece es un Halloween sin hondura , manejado por comerciantes del dinero y la conciencia otros seres humanos. Si triunfa este “Halloween sin Halloween” (es decir, sin experiencia de la santidad de los difuntos), habremos perdido el gozo y la emoción de la vida, con el infinito temblor sagrado, esperanzado, de la muerte, de manera que nos convertiremos en máquinas, juguetes parlantes, en manos de la pura banalidad o del comercio económica que todo lo corrompe y lo utiliza. Viviremos sin repliegues de misterio en el alma, pues no tendremos alma.
Si borramos el Halloween “primigenio” de mi abuela habremos destruido el gozo y misterio más hondo de nuestra existencia., que consiste en recordar a los difuntos, manteniéndoles en el recuerdo del corazón y celebrando con ellos (por ellos) la fiesta dolorida y gozosa de la vida.
Esto es lo que puede suceder por la vía de un Halloween sin sin temblor gozoso ante misterio de la vida y de la muerte. Habremos borrado la “fiesta” de los santos y difuntos de todos. Seremos como autómatas en manos del comercio de algunos. No habrá ya santidad de fondo de la existencia humana, sorpresa ingente por la vida, por ser cada vida única y sagrada; no habrá desconcierto infinito e infinita esperanza ante la muerte; no habrá ya humanidad, al menos la que hemos conocido hasta el momento.
De esto quiero tratar en el entorno de estos días de santos y difuntos (para otros de Halloween; 1-2 de noviembre), no para negar el Halloween como posible fiesta de la muerte (¡que yo he celebrado de niño!), sino para darle su sentido antropológico, religioso, que no es comercial, sino de apertura al misterio de la vida.
Celebré un año las fiestas de los santos y difuntos con mi abuela materna, en el basherri o caserío de Aldekoa/Arrugaeta. Con ella se podía hablar de todo y así hablamos. Fue una de las más hondas lecciones que me han dado, sobre la vida y la muerte, antes de todo lo que más tarde he podido aprender estudiando y enseñando sobre el sentido de la vida y de la muerte en las diversas culturas y religiones.
1. Yo tendría en torno a ocho años (quizá siete y miedo, quizá ocho y medio). Le dije que me habían dicho que no pasara esos días por delante del Illherri o cementerio (pueblo de los muertos), pues venían los difuntos y metían miedo.
Me respondió que no les tuviera miedo, que pasara por allí contento, que los muertos (Arima-Santuak, almas santas) estaban allí para ayudarnos y enseñarnos. Que les pidiera su ayuda, y que me ayudarían, pues los muertos son santos que ayudan a los niños a crecer y a los hombres a vivir, como ellos han vivido, y mejor todavía que ellos, aunque no les veamos.
2. Le pregunté entonces por qué se celebraban muchas misas, con muchas velas en la Iglesia. Le dije también que muchos lloraban, sobre todo las mujeres, y que iban de negro.
Me respondió que las misas no eran para ayudar a los difuntos, sino para recordarles, para saber que todos formamos una gran familia, vivos y difuntos. Me dijo que las velas eran para saber que hay una luz para cada uno, para todos… y que las mujeres lloraban porque recordaban con cariño a los difuntos, sabiendo que un día todos los que hemos vivido en el mundo nos encontraríamos en Dios.
3. Entonces le pregunté por qué había dos fiestas, una de difuntos y otra de santos,que me parecía que los santos ya disfrutaban en el cielo y los difuntos seguían sufriendo en el purgatorio o el infierno.
Ella me dijo, con toda decisión, que las dos fiestas eran una misma. El día de los Santos se recordaba a todos los muertos con alegría, porque todos iban a Dios, donde la vida era una Gran Luz, un Gran Amor; entre esos santos se recordaba a algunos en especial, como la Virgen, San Pedro o San Martin, los que estaban en las imágenes de la iglesia. El día de los Difuntos se recordaba a los mismos muertos, especialmente a últimos, a los que todavía recordamos (aitita, osaba Leon…), porque Dios le está recibiendo en su casa del cielo.
4. Yo le dije todavía que había algunos muertos malos, malos, de esos que iban al infierno, y que venían para castigan a los niños, que así me lo había dicho Eneko en el camino de la fuente, y que había que espantarles. Ella me respondió muy seria que no le hiciera caso a Eneko, porque ningún muerto podía venir a hacernos daño. Además, añadió, no podíamos decir que alguno se condenaba, porque Dios es el Más Grande (Jaungoikoa haundiena…) y puede llevar a todos a su cielo, porque él quiere a todos, porque todos somos sus hijos, y por eso vino Jesús, para abrir las puertas del cielo, de par en par…
5. Pero, entonces, le dije: ¡Amama, todo lo mismo! Si todos se van a salvar a ir al cielo, da lo mismo ser bueno que malo…Ella volvió a responderme muy seria. ¡No todo da lo mismo! Precisamente porque Dios nos quiere tenemos que buenos, y no tener miedo… Por eso debemos celebrar y alegrarnos estos días, de los Santos y los Difuntos, llevar flores, llevar luces… Vamos al etxaurre abuscar flores, luego voy a hacer unos pasteles, vamos a poner luces en casa, para que estén con nosotros los santos y difuntos, y estén contentos…
6. Pero ¿no dices que no se les puede ver, que no les tenga miedo? ¿Para qué poner luces y flores si no les vemos?
No les vemos, pero ellos están. Están aquí, con nosotros, en la misma casa, están en la iglesia y el Illherri… No les podemos ver, pero están, ellos nos hablan al corazón, sin necesidad de palabras, nos dicen que vivamos, que nos queramos… y cuidemos unos a otros
¿Sabes quién es el muerto principal, el amigo de todos los vivos y los muertos? Es Jesús, ya sabes cómo le mataron, sabiendo además que está vivo, en nosotros con nosotros. Eso es lo que llaman los curas resurrección. Jesús está aquí, diciéndonos lo que nos decía cuando vivió en Jerusalén; y está la Andramari, su amatxu, y están los muertos, todos resucitados, con nosotros. No, no les podemos ver, ni escuchar con los oídos, pero les podemos sentir en el corazón y están contentos porque vivimos y nos queremos. Por ellos podemos vivir, a ellos les debemos lo que somos.
7. No entiendo, amama. ¿Por qué dices que podemos vivir por ellos, si ya no están?
–¿Cómo te atreves a decir que no están? Ellos están y viven con nosotros. Sin ellos no seríamos nadie, no podríamos haber nacido. Pero ahora pero no podemos verles, gracias a Dios. Tú no podrías vivir sin tu aitita, que ya ha muerto, pero está contigo, y no podrías vivir sin Jesús y sin todos los que han muerto para que nosotros podamos vivir. Por eso, aunque estamos tristes porque han muerto nos alegramos, buscamos flores, ponemos luces, vamos a comer pasteles… y después, mañana, iremos a misa, con luces y zapatos nuevos y daremos gracias a Dios por todos los muertos…
Mi amama celebraba así un tipo de Halloween, de rito “pagano” por los muertos, como el que han celebrado chinos y bantúes, celtas y euskaldunes, por siglos y siglos… Pero ese rito era, al mismo tiempo, una fiesta cristiana, una fiesta de gozo por la vida y la muerte de Jesús, en el Illherri de fuera y en la Iglesia de dentro, en los caminos y en las fuentes.
No sé si he recreado aquel recuerdo de un modo demasiado romántico, pero ha seguido estando ahí, a lo largo de mi vida, con más fuerza que las ideas teológicas que más tarde quise aprender. Por eso, estoy seguro de que un tipo Halloween humano y religioso pertenece a las entrañas de la misma vida. Ese Halloween, no se opone al Evangelio de Jesús, sino todo lo contrario, está en la línea de la fiesta cristiana de la vida, porque el muerto por quien todos vivimos es el mismo Jesús, Dios que ha muerto por nosotros, para que en él vivamos, despleguemos nuestra vida en amor y seamos.
Pero está llegando un Halloween puramente comercial, que ha perdido sus raíces religiosas y se ha convertido en un signo de consumismo banal, que todo lo confunde (muertos y vivos, monstruos y seres humanos) en aras de un comercio que Cristo quiso expulsar del templo de la vida humana.
2. DÍA DE ÁNIMAS. EL PURGATORIO NO ES DOGMA, ES UN CAMINO EN LA VIDA.
No es un dogma separado, sino un elemento de la experiencia de Jesús, quien, según el credo de los apóstoles “descendió a los infiernos” (que son en realidad el purgatorio), para compartir la suerte de los muertos, liberándolos de la destrucción eterna.
No es un dogma más, junto a otros, sino un elemento esencial del “dogma” de Jesús que “descendió a los infiernos” para acompañar y liberar a los que “esperaban” (=esperan) su santo advenimiento. Así lo entendió la iglesia antigua y lo sigue entendiendo la Iglesia Oriental, que no ha necesitado nunca ni necesita un dogma separado sobre el purgatorio. Leer más…
Comentarios desactivados en Martes 02 de Noviembre de 2021. Fieles Difuntos
Job 19,1.23-27a
Yo sé que está vivo mi Redentor
Respondió Job a sus amigos:
– “¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.”
***
Salmo responsorial: 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.
***
Filipenses 3,20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
***
Marcos 15,33-39;16,1-6
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
-“Eloí, Eloí, lamá sabaktaní“. (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
-“Mira, está llamando a Elías.”
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
-“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.”
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
-“Realmente este hombre era Hijo de Dios.”
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
–“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:
-“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.”]
Comentarios desactivados en “En las manos de Dios”. 2 de noviembre de 2021. Conmemoración de los difuntos. Marcos 5, 33-39; 16,1-6
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver“.
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2021. Conmemoración todos los Difuntos
Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor. Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma. Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso. Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.
A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:
– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).
– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.
Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;
-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2020. Conmemoración todos los Difuntos
Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor. Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma. Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso. Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.
A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:
– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).
– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.
Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;
-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…
Comentarios desactivados en “En las manos de Dios”. 2 de noviembre de 2020. Conmemoración de los difuntos. Marcos 5, 33-39; 16,1-6
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nootros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver“.
Comentarios desactivados en Sábado 02 de Noviembre de 2019. Fieles Difuntos
Job 19,1.23-27a
Yo sé que está vivo mi Redentor
Respondió Job a sus amigos:
– “¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.”
***
Salmo responsorial: 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.
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Filipenses 3,20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
***
Marcos 15,33-39;16,1-6
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
-“Eloí, Eloí, lamá sabaktaní“. (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
-“Mira, está llamando a Elías.”
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
-“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.”
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
-“Realmente este hombre era Hijo de Dios.”
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
–“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:
-“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.”]
Comentarios desactivados en “En las manos de Dios”. 2 de noviembre de 2019. Conmemoración de los difuntos. Marcos 5, 33-39; 16,1-6
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver“.
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2019. Conmemoración todos los Difuntos
Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor. Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma. Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso. Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró
El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.
A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:
– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).
– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.
Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;
-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…
Comentarios desactivados en 2.11.19. Por nuestra hermana muerte, loado mi Señor
Del blog de Xabier Pikaza:
Todos los Difuntos, la alabanza de la muerte
El tema del hombre es morir para la vida
De los muertos vivimos, y por ellos alabamos a Dios, en fraternidad gozosa. Porque ellos han sido y son para (con) nosotros, como sabe y dice el Hermano Francisco, en su Canto a las criaturas (sol, luna y estrellas, luego viento, y agua y fuego), con la “hermana madre nuestra tierra” (sora nostra matre terra)…, para culminar con nuestra hermana (sora) muerte.
Por eso, hoy (1.11) es día de cantar a sora nostra morte corporale, como sigue diciendo Francisco, a la muertehermana universal (nuestra) como Dios, como la tierra… Por eso, es bueno precisar mejor los rasgos de esa muerte, que es corporal (como la tierra) y es divina, como el Dios de Cristo, siendo “mía”, “hermana del alma”, condición y vida de todos los vivientes, que morimos en, con, y para los demás (en y como Cristo).
Así quiero presentarla , destacando su condición “bendita” de hermana nostra, por la que alabamos a Dios, pues en él vivimos, nos movemos/morimos y somos (Hch 17, 28), para así regalar vida y compartirla con todos, pues en el Cristo muerto y resucitado somos, en esperanza universal, sabiendo que la vida de Dios en los hombres hermanos no muere, sino que se transforma, como evocaré en dos partes:
(a) Quiero evocar a una abuela,que me enseñó a querer a los muertos, sabiendo “querido” por ellos, en la línea de Francisco de Asís, dándoles gracias por seguir en nosotros, cuando pasábamos un día como éste junto al cementerio, hace más de 70 años, con cierto miedo, pero con temblor más fuerte de gozo.
(b) Presentaré una breve historia de las religiones, que me ha permitido trazar un esquema de vida con revelación del sentido de los muertos. Empiece el lector por la primera parte. La segunda puede quedar para eruditos.
(Imágenes para situar el tema. 1: Necrópolis romana de Barcino/Barcelona, del tiempo de Jesús; 2: Corredor externo de la Iglesia de mi abuela de Zeberio, que era en principio cementerio abierto desde el templo a la luz del ancho mundo; 3: Necrópolis de Argiñeta/Elorrio, junto al pueblo de mi abuela; 4: Necrópolis budista; 5: Yad-va-Shem, memorial de los muertos de la Soah, en Jerusalén; 6: Cementerio de soldados alemanes “caidos”, en Yuste).
La herencia de mi abuela
Recuerdo que solíamos pasar al lado del cementerio, a veces de noche y siempre había personas que nos metían miedo, hablando de apariciones de difuntos. Solíamos tener miedo, ir de puntillas, callados, por si aparecían las almas. Pues bien, recuerdo que ella, la abuela, con la sabiduría de los siglos, me dijo, nos dijo: no tengáis miedo a los muertos; son amigos que ayudan. Siguen aquí cerca de nosotros para acompañarnos a vivir, hasta que todos lleguemos al cielo.
Ese lenguaje de la abuela encerraba una historia de las religiones. Sin ella saberlo, sabía y decía todo lo que han dicho a lo largo de los larguísimos milenios, las grandes religiones, desde el paganismo primero de la tierra vasca (o africana), hasta el más hondo cristianismo, pasando por las religiones orientales. La abuela era pagano/cristiana, como seguimos siendo paganos en un resquicio del alma, todos nosotros. Para ella, los muertos eran impulsores de vida. Más aún, eran la potencia de una vida que sigue haciéndonos vivir, pura energía espiritual. Ellos nos dan dado la vida y se han ido antes que nosotros para que nosotros podamos existir. Así nos decía “se han ido para ayudarnos; no recéis por ellos, rezarles a ellos para que os acompañen”. Esta ha sido para mí una experiencia de vida y después, cuando he estudiado el sentido de la muerte y de los muertos en las varias religiones de la tierra, he tenido siempre en cuenta lo que decía la abuela.
Pero la abuela tenía algo de las religiones orientales. Ella sabía que los muertos tienen que “purificarse”, venciendo todas las formas de mal que han podido ir acumulando a lo largo de su vida. No, ella no creía en las reencarnaciones, pero sí creía en la necesidad de crear un mundo de luz y de gracia, hasta la purificación final de todos, de los vivos y los muertos. Por eso había que seguir vinculados a los muertos, para que todos, nosotros y ellos, fuéramos alcanzando la perfecta limpieza. En ese sentido, la vida en su conjunto era un “purgatorio”, un purificatorio: un camino en el que podemos y debemos aprender a querernos, superando las manchas del odio y la venganza. Por eso, en el fondo, “creer en los muertos” era creer que no habían muerto del todo, que seguían haciendo un camino de Dios, hasta que alcanzaran, con la ayuda de Dios y nuestra colaboración, pureza total de la vida. Esa purificación no era fuego… almas que se queman, sino escuela de amor, para todos.
Finalmente, la abuela era muy cristiana. Recuerdo la manera que tenía de hablar de los “inocentes”, es decir, los locos, los pobres sin ningún medio de subsistencia, los niños que morían sin haber crecido… En ellos veía a Dios. En ese sentido, todos los muertos acababan siendo “inocentes”. Ellos eran los que sustentaban este mundo, manteniendo viva la misericordia de Dios. Pero, al mismo tiempo, ella sabía que tenemos que cambiar la forma de vida en este mundo, cambiar las condiciones de la sociedad, para que no hubiera inocentes sufriendo, para que todos pudiéramos vivir, en amor, como la Virgen María, que ayudaba en el camino.
Creer en los muertos era creen en la vida que es un don de inocencia, un don de Dios, al servicio de los más pobres, esperando la llegada de un mundo de justicia total. Por eso, en el fondo del “culto a los muertos” estaba el recuerdo de Jesús: ser como Jesús para resucitar, para que un día la vida fuera trasparente (nos podríamos ver todos, muertos y vivos); para que un día la vida fuera lugar de justicia para todos, empezando por los “inocentes”. Por ero, recordar a los muertos era un modo de tenerlos presentes en un camino de esperanza… con la certeza de que un día no habría ya muerte.
Ahora, pasados muchos años, más o menos 70, quiero recordar y recrear algunas de las cosas que estaban en el fondo del lenguaje de la abuela, de otra manera, desde la historia de las religiones. Si alguien quiere seguir leyendo siga, pero lo fundamental (lo que yo quería decir) ya lo he dicho, en este días de difuntos, con la memoria (quizá idealizada) de mi abuela.
2. Los muertos en las religiones de la naturaleza
Los muertos están en el mismo proceso de la vida. Así lo han dicho las religiones cósmicas (o de la naturaleza), que introducen la historia del mundo y de los hombres en el ritmo incesante, siempre repetido, del eterno retorno de la vida. Eso significa que no hay fin, no existe meta alguna, sino rueda de generaciones y generaciones, una rueda que en el fondo es buena, porque es bueno vivir. Lo que ha sido eso es, lo que es eso será, lo que es ya ha sido. De esa forma, los muertos están en el mismo ritmo de la vida, que vuelve de formas distintas, pero en el fondo siempre iguales. Siguen estando en la roca y el árbol, en el mar y la montaña, en las estrellas y el mar infinito.
De esa forma, los muertos se integran en el eterno retorno de la naturaleza, entendida como divina, realidad suficiente, absoluta. No hay un Dios personal, ni los hombres son de verdad individuales: vivimos de los muertos que han vivido antes que nosotros. Y así seguiremos viviendo. Por eso enterramos a los muertos, para que fecunden la tierra, como semilla de vida.
En algunas de estas religiones, el “alma” es Huaca, un alma cósmica. Esa es una palabra propia de los incas del altiplano sud-americano, que piensan que el hombre forma parte del todo divino cósmico. Huaca son las montañas, los ríos poderosos y, en especial, la madre tierra. Pero en ella son especialmente sagrados o huaca los que han muerto y siguen vinculados a su sepultura. Por eso es fundamental el enterramiento: de la madre tierra venimos y en ella somos recibidos por la muerte. Quizá podemos decir que el alma de los hombres forma parte del gran alma cósmica, que es la divinidad de la tierra o huaca. Por eso, un día como hoy, en gran parte de la América profunda, los vivos y los muertos se descubren en sinfonía superior de Vida. Así lo he sentido, por ejemplo, en México y en Perú, lugares donde el culto a los muertos sigue siendo garantía de sentido y vida para millones y millones de personas.
3. Religiones de la interioridad
Las religiones de la interioridad (hinduismo, budismo) tienden a decir que los hombres y mujeres somos más que mundo. Somos alma (interioridad, espíritu) que ha descendido de la altura de Dios y ha venido a introducirse en un mundo que gira y que gira, sin sentido alguno. Así estamos en el mundo como en una cárcel: Somos el resultado de una caída… y por eso estamos encerrados en la materia. Por eso tenemos que volver a nuestro origen y patria, a lo divino, más allá de las estrella. Vuelve el polvo, vuela el alma el cielo… Por eso, estas religiones suelen quemar a los muertos: para que el alma se desligue de la materia, para que la vida interior se libere del peso del cuerpo y vuelva a su sitio, en lo divino.
De esa manera, la muerte no es retorno a los ciclos de vida de la tierra, sino separación liberadora. Las almas deben invertir el camino de caída y volver a su origen superior, superando así la historia. De todas maneras, los muertos han hecho que seamos lo que somos y así les damos gracias. En el fondo, somos ellos: somos todos los muertos que aún no han logrado purificarse y que vuelven, volvemos a la tierra que el liberemos el espíritu y salgamos de esta cárcel y Dios sea Dios para siempre y la materia se muera y destruya a sí misma, como pura materialidad sin alma.
En estas religiones… sólo se “salva” el mundo interior, el mundo exterior ha de perderse. Por eso, aquí no se puede hablar de resurrección ni, en el fondo, de transformación de este mundo, de justicia… Para superar la muerte es necesario, en el fondo, superar la misma vida. La religión es, en el fondo, la forma en que los hombres y mujeres pueden superar la vida, el eterno retorno de los deseos que nos atan a la tierra. Los que han muerto de verdad ya no desean nada, no están en ninguna parte, sino en el puro más allá de la tierra del silencio. Da la impresión de que para superar la muerte hay que superar la vida, pues toda la vida el hombre en el mundo es muerte. Aquí importa la vida interior, la salvación del “alma”, no la justicia y comunicacion entre los hombres. Desde ese fondo se puede hablar de reencarnación y de inmortalidad.
Comentarios desactivados en Escucha y atiende a razones.
DelblogdeTomásMuro La Verdad es libre:
01. ESCUCHA, ISRAEL.
La primera actitud del ser humano en la Biblia es: Escucha Israel, (Shema, Israel).
Escuchar en la vida es el talante de todo ser humano. Rahner entendía al hombre como aquel que escucha, que presta oído y atención a toda palabra que se pronuncia en la historia. Somos “Oyentes de la palabra”, de toda palabra que se ha pronunciado y se dice en la historia.
Es bueno escuchar las palabras y preguntas que brotan de la condición humana: de la vida, del trabajo, de la nostalgia de felicidad, de la convivencia, de la ética, de la enfermedad, de la muerte, de los pobres y marginados.
No es sensato eliminar palabras y preguntas del campo de visión humano, de la educación, de la sociedad. Sobre todo no es sensato eliminar las cuestiones últimas éticas, la muerte. ¡Menos mal que vuelven a poner la filosofía en los planes de educación!
Hemos de prestar atención -escucha- a toda posible palabra también de Dios (Revelación), una palabra que nos viene de Dios. En el principio existía la Palabra, (Jn 1,1).
Escuchar no es meramente oír, sino atender, acoger al otro, a lo que viene y me sobreviene.
Escuchar es también recibir la voz de Dios que habla por la comunidad eclesial, del pueblo. (En la época neotestamentaria lo que brotaba de la conciencia de la comunidad era considerado como proveniente del Señor).
Muchos curas y obispos, superiores de comunidades, muchos políticos no saben o no quieren escuchar realmente la voz del pueblo, de la comunidad eclesial. Creemos que tenemos la verdad, la razón y el poder y nos imponemos a los demás con vocación no eclesial, sino de dominio.
ESCUCHA EN LA VIDA. ATIENDE A RAZONES.
02. DIOS ES NUESTRA ÚNICO SEÑOR.
Siempre estamos rodeados de ídolos y fetiches que dominan nuestra vida: dioses de barro de la vida política, deportiva, eclesiástica que pretenden suplantar a Dios.
Pero solamente Dios es Dios.
Claro que podemos tener alguna dificultad a la hora de pensar y decir quién sea Dios.
Decía un teólogo del siglo XX, (P. Tillich), que tendréis que olvidar todo lo que habéis aprendido de Dios, incluso su nombre y ahondar en la profundidad de vuestra vida para saber qué es Dios.
Lo que amáis en el fondo de vuestro ser, eso o ese es Dios.
¿Y qué amamos en el fondo de nuestro ser? Amamos la justicia, la paz, la libertad, el amor. Pues eso o tal es Dios. ¿O no dice el NT que Dios es amor? (1Jn 4,8). Todo eso es Dios: amor, libertad, paz, justicia.
No hay político, ni economista, ni eclesiástico que sustituya a Dios.
Quien ama y busca esos grandes valores en la vida, no es ateo, sino creyente. Quizás sea un creyente, un cristiano anónimo, “sin carnet eclesiástico”, pero quien se toma en serio la vida, la justicia, la libertad, el amor, ese es un profundo creyente. SÓLO DIOS ES DIOS.
03. AMARÁS.
Se trata de la moral, del modo de vivir cristiano.
Es un escriba, un hombre de leyes, quien pregunta a Jesús: ¿cuál es el mandamiento principal?
Jesús le contestó correctamente conforme a la ley. Pero Jesús no tuvo un comportamiento legal, más bien Jesús fue un “fuera de la ley”. Para Jesús cuenta la persona, no la ley. Por eso lo mismo cura en sábado, que trata con mujeres y prostitutas, es libre ante la sangre, ante la muerte, se acerca a los leprosos…
Por desgracia en el ámbito católico -como en el judaísmo- todo se convirtió y se tradujo en una normativa sin fin: preceptos y normas que, como las infrinjas, te mandan al infierno per omnia saecula saeculorum.
El planteamiento de la moral cristiana no se plantea desde la ley, desde los mandamientos, sino desde el seguimiento de Jesús y desde la persona, desde el valor y cuidado del ser humano y siempre con amor.
Allá en los tiempos conciliares el padre de la moral moderna, Bernard Häring, publicó una gran obra que entendía la moral desde el seguimiento de Cristo: “la Ley de Cristo”.
¿Y cuál es la ley de Cristo? El amor.
Decía K Rahner que la Iglesia haría bien en proponer como único criterio de moralidad el amor. Después, las concreciones, se irían extrayendo en las diversas comunidades y momentos.
Comentarios desactivados en Viernes 02 de Noviembre de 2018. Fieles Difuntos
Job 19,1.23-27a
Yo sé que está vivo mi Redentor
Respondió Job a sus amigos:
– “¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.”
***
Salmo responsorial: 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.
Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.
***
Filipenses 3,20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
***
Marcos 15,33-39;16,1-6
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
-“Eloí, Eloí, lamá sabaktaní“. (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
-“Mira, está llamando a Elías.”
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
-“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.”
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
-“Realmente este hombre era Hijo de Dios.”
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
–“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:
-“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.”]
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