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“Y ahora… ¿qué creo que creo? (III)”, por Gonzalo Haya.

Sábado, 28 de abril de 2018
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rosto-de-jesus-na-multidao(Ya he reflexionado sobre Dios y nuestras limitaciones, y sobre Jesús. Ahora trato un aspecto más concreto, su mensaje, el Reinado de Dios y, al concretar, las posibilidades de interpretación son más amplias y más circunstanciales; por lo tanto más versátiles y provisionales).

El término griego basileia significa reino o reinado, en el sentido que hoy diríamos gobernanza; un régimen social, un modo de relacionarse, establecido en un pueblo. El proyecto de Jesús era convocar a su pueblo para establecer voluntariamente unas relaciones de compartir en fraternidad como hijos de Dios. La opresión ejercida por los invasores romanos y por los epulones y el alto clero judío le urgía a liberar –redimir– a los marginados y anunciar la buena noticia a los pobres.

Jesús inició este proyecto “para las ovejas descarriadas de Israel” pero, al entrar en contacto con los pueblos vecinos, comprendió que el amor del Padre era universal, y su proyecto era anterior a cualquier religión porque procedía desde la misma creación. Marcos y Mateo escenifican esta universalización de Jesús -esta conversión- en el episodio de la mujer cananea (Mt 15,21-28); pero más ampliamente se muestra este universalismo, como ya he indicado, con los samaritanos, el publicano, el geraseno, y el centurión romano.

Este proyecto fue asumido por sus discípulos como cumplimiento de la promesa mesiánica, y fue denominado cristianismo por el término griego Khristós, ungido, Mesías. Sin embargo este término vuelve a ser reduccionista porque reduce la universalidad de Jesús -y del Dios de la creación- a una determinada religión.

No dudo que todos sus discípulos estuvieron impulsados por el Espíritu, pero este impulso se concreta de manera distinta en Isaías, en Jesús, en Pablo o en Santiago. También la electricidad que entra en mi casa produce efectos diferentes en las bombillas, en el radiador o en el televisor; y este escrito provocará diversas reacciones en cada uno de los que lo lean.

Para comprender ahora su proyecto universal conviene relacionarlo con algunos conceptos de nuestra cultura.

Religiones

Las religiones son elaboraciones humanas para socializar las tendencias espirituales inherentes a nuestra naturaleza. El desarrollo de nuestro cerebro ha roto de alguna manera el cerco espacio-tiempo, trasciende las sensaciones de placer-dolor, y se aventura por sentimientos irrenunciables de belleza, justicia, amor desinteresado, y ansias de infinito (vía intuitiva). Estos sentimientos -promovidos por nuestra naturaleza y fundamentados en Dios inmanente y trascendente- serían inútiles y crueles si no pudieran ser satisfechos de alguna manera. La noosfera nos ha abierto una ventana -”ya sí pero todavía no”– a una esfera espiritual; nuestra conciencia es como una interfaz que conecta con el “fundamento divino”.

Las religiones concretan esos sentimientos con las realidades diarias de una sociedad y establecen unas explicaciones comunes (creencias), unos preceptos, y unas expresiones simbólicas (mitos, ritos, bailes), dirigidos por una jerarquía (más o menos rígida).

Jesús partió de su religión judía, abrazó su creencia fundamental en un Dios amor que desea una convivencia feliz para todos sus hijos y ofrece un futuro trascendente; pero se desligó de “esas tradiciones vuestras” (Mc 7,5-13) porque se habían ido endureciendo en beneficio de la jerarquía dirigente. Él no fundó una nueva religión, solamente impulsó un movimiento para volver al fundamento espiritual -dignidad, justicia, amor- de toda religión. Ese movimiento espiritual y social era, y es, común con otras religiones. Jesús no trató de convertir a los “paganos” que acudieron a él, y hoy acogería lo que denominamos un pluralismo religioso o una laicidad éticamente responsable.

El Reinado de Dios no es exclusivamente para los cristianos, es un proyecto para toda la humanidad. Todas las religiones lo han descubierto en su fondo humano espiritual y lo han socializado -con más o menos acierto- mediante creencias, preceptos y ritos de su propia cultura.

Cristianismo

Las Iglesias cristianas tienen su origen en los seguidores de Jesús. Ellos tuvieron el mérito de creer en su mensaje divino a pesar de su fracaso humano, y trataron de concretar y socializar su movimiento en unas circunstancias desconcertantes.

Los pequeños grupos que acogieron el proyecto de Jesús eran fundamentalmente judíos y esperaban una inminente escatología; a medida que pasaba el tiempo se fueron estableciendo comunidades cristianas de orign pagano y de cultura greco-romana. Las creencias se formularon en conceptos griegos y las normas en términos del derecho romano.

El movimiento de Jesús fue perdiendo flexibilidad y se fueron acumulando tradiciones de creencias, preceptos y ritos, más preocupados por mantener la identidad del grupo que por alentar el compartir en fraternidad. Sería desmesurado el pretender analizar aquí, con los necesarios matices, esas creencias pero no puedo eludir referirme brevemente a lo que creo sobre las más significativas (reconociendo expresamente mis limitaciones culturales y personales).

De una manera general puedo adelantar que la formulación de las creencias, normas y ritos, en una sociedad adulta, deberían ser orientaciones para ayudar a discernir y mantener alguna cohesión entre las distintas comunidades, pero dejando la última palabra a la propia conciencia (y la coacción a las leyes civiles que deben garantizar la convivencia social).

Creo que lo importante no es ser cristiano, sino tratar de seguir el mensaje que recuperó y promovió Jesús; sin embargo me considero cristiano como todos los que reconocemos a Jesús como mensajero de Dios y nos sentimos en el ámbito de creencias expresadas en el Nuevo Testamento.

La iglesia no es la jerarquía sino el pueblo de Dios. La formulación de las creencias y preceptos no compete solamente a la jerarquía, sino también al sensus fidelium que debe recibir esas formulaciones y normas (y debería participar en su elaboración). Tanto las creencias como las normas son interpretaciones culturales -y por tanto evolutivas- de una percepción del amor y la justicia. La fe consiste en una adhesión confiada más que en unas explicaciones conceptuales.

Las creencias sobre el más allá rebasan nuestras limitaciones espacio-temporales, por tanto son un postulado, igual que la idea de Dios, y creo que pueden basarse en dos pilares. Por una parte somos seres abiertos a la trascendencia: justicia, amor, ansias de infinitud; por otra, las experiencias místicas han percibido -con más o menos intensidad en cada época y cultura- un atisbo de ese estado trascendente; en palabras de Raimon Panikkar, han tenido conciencia “de un contacto tangencial con la eternidad”.

La resurrección no se planteó en la religión judía hasta el siglo II a.C, ante la muerte heroica de los hermanos Macabeos, porque pensaban que Dios no podía abandonar definitivamente a los que habían muerto por defender su nombre. El principal argumento para muchos de nosotros se basa igualmente en que la justicia y el amor de Dios no abandona definitivamente a los que han sufrido la marginación y la crueldad de nuestra sociedad. Jesús, por su experiencia de Dios, sabía que Dios no es un Dios de muertos sino un Dios de vivos. En qué consista la resurrección, no lo sabemos; Jesús lo comparaba a lo que entonces se entendía como los ángeles de Dios; Pablo como un cuerpo espiritual. Si creemos en la existencia de Dios y en realidades como la justicia y el amor, podemos pensar que la resurrección puede ser un estado de plenitud en una esfera o ámbito espiritual.

Los ritos religiosos son expresiones simbólicas de nuestros sentimientos, y la mejor pedagogía para interiorizar las creencias; por eso se formularon según las creencias y la cultura de una determinada época, pero al cambiar las costumbres van perdiendo su poder de evocación, o incluso llegan a ser incomprensibles. Y los símbolos que no sugieren nada son como la sal que pierde su sabor; se los mantiene para asegurar la permanencia de esas creencias a pesar de los cambios culturales. Actualmente urge la renovación de nuestros símbolos religiosos,

A lo largo de la Historia se han producido brotes de vuelta al movimiento impulsado por Jesús -semejante al de los profetas de Israel- y felizmente rebrota también en estos momentos. Pero se está produciendo en un radical cambio cultural, que algunos consideran una nueva era axial. Quizás en la cultura occidental estemos pasando a una era posreligional. Estos cambios exigen una nueva socialización del mensaje de Jesús; espero que se desarrollen en una atmósfera de libertad y compromiso fraternal.

Conclusiones

Propongo unos mantras para mantener unos recuerdos útiles en el día a día.

· “Hay un asunto en la tierra / Más importante que Dios / Y es que nadie escupa sangre / Pa’ que otro viva mejor “ (Atahualpa yupanqui)

· “Hechos son amores, que no buenas razones”

· Dios es amor, y el verdadero amor nos identifica con él

· Tres parábolas de Jesús: el buen samaritano, la oración del publicano, y la del hijo pródigo

Y quiero terminar asumiendo lo que repetía mi estimado maestro Díez Alegría

Aunque sabemos que Dios no tiene manos,
me pongo en manos de Dios”

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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“Y ahora… ¿qué creo? II Jesús de Nazaret”, por Gonzalo Haya.

Miércoles, 18 de abril de 2018
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medio-rostro-de-jesus(En la primera parte reflexioné sobre los límites del conocimiento y sobre nuestra idea de Dios. Ahora trataré de precisar qué significa para mí Jesús de Nazaret).

Jesús es el referente fundamental para los ideales y las complejidades de mi vida; lo reconozco como “el rostro humano de Dios”, como expresión de Dios en forma humana, dentro de los límites del espacio-tiempo. Fue tan hondamente humano que nos mostró lo que antes he llamado el “fundamento divino” de todo ser humano.

La revelación

Un atisbo de ese fundamento divino sería lo que llamamos revelación, y lo logran algunas personas en momentos especialmente sensibles. Eso sucedió con el Segundo Isaías en los Cantos del Siervo de Yahvé; sus sufrimientos, y los de su pueblo, le permitieron intuir que la respuesta a la violencia no era oponer más violencia. Por su parte, los seguidores de Jesús, desconcertados por la inexplicable crucifixión del Mesías, aplicaron a Jesús la experiencia religiosa de los Cantos del Siervo.

Lo mismo puede decirse de los fundadores de otras religiones, que tuvieron otras experiencias semejantes y las explicaron en los términos de su propia cultura y filosofía. Y a menor escala, también se dan pequeñas experiencias religiosas. Para ser sincero quiero decir, aun a sabiendas del ridículo que asumo al decirlo, que en algunos momentos llego a creer que alguien me sopla algunas ideas. Ya sé que es el subconsciente el que las elabora con viejas lecturas olvidadas, pero me permito pensar que el subconsciente -el silencio de la mente- es el estado más propicio para que nuestro espíritu se identifique con Dios Espíritu; aunque tengo que añadir aquello de “pero tampoco es eso”.

A l traducir el término griego pneuma en el Nuevo testamento a veces he dudado si escribirlo con mayúscula o con minúscula, porque no queda claro si se trata del Espíritu de Dios o del espíritu humano; quizá los autores sagrados tampoco tenían muy claro hasta dónde llegaba la acción de cada uno.

La Biblia

La Biblia es una antología de la experiencia religiosa del pueblo de Israel, con grandes momentos de profundidad mística; pro hay que tener en cuenta que los relatos más antiguos fueron reelaborados en el siglo VI ó V antes de Cristo, tras la vuelta del cautiverio de Babilonia, con el propósito de afianzar el nacionalismo del pueblo, basado en la alianza con Dios.

Sus escritos se dirigían a un pueblo analfabeto y tenían que presentar las ideas y las normas con ejemplos impactantes más o menos fabulados. Esto resulta inconcebible para nuestro sentido de la veracidad histórica, pero todavía durante mis años de seminario leíamos un libro del siglo XIX con frecuentes capítulos “donde se confirma lo dicho con algunos ejemplos” y nosotros añadíamos “con deliciosos e inverosímiles ejemplos”.

Los primeros cristianos heredaron el sentido de pueblo elegido -pueblo sagrado- y elaboraron el Nuevo Testamento con la misma intención de interpretar los acontecimientos desde la perspectiva salvífica de Dios más que desde una estricta cronología de los hechos.

Jesús también vivió condicionado por su propia cultura, y además su figura nos ha llegado tamizada por sus historiadores y discípulos. Él mismo se interpretó como el Mesías prometido, aunque no lo interpretó como el Rey triunfante que esperaba la mayoría sino como un Reinado (gobernanza) de Dios en igualdad y fraternidad compartida. Quizás en su fracaso en la cruz se sintió como el Siervo sufriente del salmo 21.

Ni la Biblia ni los evangelios son “palabra de Dios”. En el mejor de los casos, podemos considerarlos como “mensajes de Dios”, expresados en palabras humanas, y entremezclados con mensajes meramente humanos, y a veces “demasiado humanos”. Nuestra tarea es discernir lo que hay de mensaje divino y de mejor o peor mensaje circunstancial humano.

Jesús de Nazaret

El ejemplo de Jesús de Nazaret me (nos) revela los valores inscritos en toda conciencia humana; él percibió en su conciencia con la mayor nitidez cómo Dios amaba a los leprosos excluidos del templo, a la mujer adúltera, a la samaritana, a la cananea, al centurión del ejército invasor romano y al muchacho que le acompañaba.

En sus parábolas reconocemos el mensaje de Dios porque traduce con claridad el apagado rumor que escuchamos en nuestra conciencia. No pretendió demostrarnos nada, le bastó mostrase tal cual era para que sus discípulos, y nosotros, reconociéramos al Dios que llevamos dentro. Él confirmó la autenticidad de sus palabras, de su proyecto de reinado de fraternidad, con la entrega de su propia vida.

Sus parábolas sobre la Providencia del Padre parecen desentonar con la total autonomía de nuestro hombre occidental, pero yo no puedo dejar de ver su influencia -la atracción del Punto Omega – en los acontecimientos humanos. No se trata de una intervención despótica, sino de una insinuación perceptible para los que están a la escucha; una influencia semejante a la que tiene el ejemplo de los padres en el comportamiento de los hijos. Y en este sentido ya he mencionado también la teonomía de Lenaers y la identificación con nuestro espíritu.

Lucas acuñó la expresión “en espíritu” para designar la acción conjunta del hombre con Dios. Marcos dice que el Espíritu empujó a Jesús al desierto (Mc 1,12); Mateo suaviza este tosco antropomorfismo y dice que Jesús fue conducido por el Espíritu (Mt 4,1); Lucas parece destacar el protagonismo de Jesús al decir que “fue conducido en espíritu” (Lc 4,1), sin precisar si se trata del Espíritu de Dios o del propio (como Juan Bautista en Lc 1,80. Comparar también el logion sobre la asistencia del Espíritu ante los tribunales según Mc 13,11; Mt 10,20; Lc 12,12 y 21,15 ).

Más que desentonar, tengo que reconocer que me repugna -nos repugna- la idea de que Dios necesitó el sacrificio de su hijo como reparación por el pecado de Adán y por nuestros pecados. La idea del sacrificio ritual, del chivo expiatorio, del cordero pascual, nos viene de los sacrificios del Antiguo Testamento y fue reforzada por Pablo. Parece que procedía de una costumbre de los pueblos limítrofes, que disfrazaban como rey a un esclavo para que recayeran sobre él los maleficios destinados al verdadero rey.

La idea melodramática de que Cristo murió por mis pecados habrá logrado multitud de conversiones, ¡a costa de nuestra imagen del Padre!. Si queremos basarnos en una auténtica relación con Jesús y con el Padre tenemos que renunciar al sacrificio expiatorio. Jesús murió por nosotros o, mejor, para nosotros. Murió por proclamar un Reino -una gobernanza- de fraternidad, en la que todos -especialmente los excluidos- compartamos los bienes materiales.

La Teología de la salvación tiene que ser reemplazada por una Teología de la creación. Todo ser humano es “imagen y semejanza de Dios”, aunque esta imagen esté moldeada en endeble barro. Es esa imagen, ese amor generoso, lo que tenemos que recuperar. Todos, creyentes y no creyentes, llevamos dentro el germen del amor. Es esa brasa lo que tenemos que espabilar, y más con ejemplos que con amenazas. Con ejemplos como el de Jesús.

Hay otros muchos referentes, pero él es mi referente fundamental. En la penumbra de la noche, Jesús ilumina las tablas enmohecidas del puente de mi conciencia.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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“Y ahora… ¿qué creo que creo? “, por Gonzalo Haya:.

Jueves, 12 de abril de 2018
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lo-que-creo-que-creoHace ya ocho años publiqué un librito con el título “Lo que creo que creo (ediciones feadulta) en el que reunía mis reflexiones al jubilarme y repensar la teología que había estudiado hacía más de 20 años. Durante estos últimos años se han producido profundos cambios socioculturales – “Paradigmas emergentes” decimos en un grupo de estudio- y ya próximo a la hora de la verdad me pregunto: Y ahora… ¿qué creo?

Quiero compartir estas reflexiones resumidas para compensar mis limitaciones con otros puntos de vista.

Límites del conocimiento

Creo que tenemos tres vías de conocimiento: la experimental, la racional, y la intuición (percepción que se identifica con lo conocido). Simplificando mucho: la ciencia, la filosofía discursiva (vías aristotélicas, esprit de géométrie, que tratan de demostrar) y la sensibilidad ética, estética, o mística. (Vía platónica, esprit de finesse, que solamente pretende mostrar, desvelar aletheia la evidencia). Y sabemos que lo más importante en esta vida -dignidad humana, amor, justicia, y el mismo principio de no contradicción- no se demuestran; se perciben por vía inuitiva. Descartes primero constató que pensaba, y de ahí dedujo “luego existo”.

Las tres vías son válidas pero limitadas, y deben complementarse para rectificar sus inevitables errores y desviaciones. Incluso así, no estamos capacitados (al menos en el estadio actual de la evolución) para comprender la realidad en sí misma, porque la realidad rebasa nuestras limitaciones de espacio-tiempo; sólo podemos vislumbrarla intuitivamente y aspirar a una explicación más o menos coherente de nuestra situación en esa realidad.

La cultura occidental ha valorado el conocimiento experimental y el racional; en cambio la sensibilidad intuitiva destaca más en la cultura oriental, y creo que también es la característica tanto de las personas sencillas como de las geniales. Las personas sencillas pueden equivocarse con la letra, pero aciertan con la música; los “ilustrados” acertamos con la letra, pero desafinamos con la música. Dios se manifiesta a los sencillos (Mt 11,25).

Creer no es saber y, menos aún, demostrarlo; creer es adherirse a una explicación -o a un comportamiento- conscientes de que es una explicación inevitablemente parcial y progresiva, pero nos parece la explicación más adecuada dentro de nuestras posibilidades, y la que coordina mejor los resultados de estas tres vías del conocimiento.

La conciencia

En la portada de aquel librito plasmé su mensaje principal: un puente de tablas sobre un abismo; las débiles barandillas de cuerda eran las creencia, el suelo de tablas era la conciencia ética. La imagen me vino quizás por aquel puente de tablas en Mozambique, hacia 1994; lo atravesamos reponiendo tablas en los huecos que se habían producido.

Hoy me reafirmo. Están cambiando las creencias -las explicaciones- pero mi apoyo más firme es mi conciencia; sé que tiene mucho de subjetivo, que necesita ser completada, pero es la base más sólida por la que puedo avanzar.

Puedo rebatir o dudar de muchas explicaciones filosóficas o religiosas -¿dualidad o no dualidad?- pero no puedo dudar del sufrimiento humano. No puedo dudarlo: aliviar ese sufrimiento es mejor que provocarlo, la empatía compasiva es mejor que el egoísmo. “No quieras para tu prójimo lo que no quieres para ti”, es la regla de oro tanto para laicos como para creyentes de cualquier religión. Esto es algo objetivo, no mera educación o consuelo de débiles.

Un fundamento

Entramos en el terreno de las explicaciones; necesitamos las barandillas del puente para caminar con más seguridad y no ceder al vértigo. He sentido ansiedad al atravesar un puente de cristal. El proceso evolutivo nos ha capacitado para salirnos del presente y proyectarnos hacia el pasado y hacia el futuro, para preguntarnos cómo funcionan las cosas y por qué funcionan, para ampliar nuestro horizonte más allá de las nubes y de las galaxias. Sin embargo no ha conseguido -al menos por ahora- darnos respuestas definitivas a las preguntas más radicales.

¿Por qué existe algo en vez de nada? ¿Por qué la generosidad es mejor que el egoísmo? ¿Por qué es malo abusar de los débiles? ¿En qué consiste el amor?

Cada cultura, y cada época, ha tratado de responder a estas preguntas y ha explicado el fundamento objetivo de esas cuestiones según los conceptos elaborados por su propia filosofía y sus experiencias éticas o místicas.

Creo que mayoritariamente, los que han admitido la necesidad de ese fundamento, lo han concebido como Dios, como un ser necesariamente distinto (porque si fuera igual no serviría de fundamento último) pero necesariamente semejante (porque si fuera totalmente distinto no podríamos pensarlo).

Este Ser y fundamento, visto desde lo racional, es un postulado, un misterio, que ha sido confirmado por la intuición mística y ética de muy diversas culturas. Se ha dicho, con razón, que cada uno de nosotros tiene su propia idea sobre Dios.

En qué Dios creo

El acuerdo más común sobre Dios es que es un misterio indecible. La teología oriental y los místicos tienden a la teología apofática, que se refiere a Dios por negación de los atributos humanos (derivados de nuestra limitada experiencia); la teología positiva prefiere considerar el sentido analógico de los atributos humanos, y después de afirmar algo sobre Dios tiene que reconocer que “tampoco es eso”.

El dilema principal se presenta entre una Realidad única o dual, y entre un Dios personal o impersonal. Actualmente se está extendiendo la idea de la no-dualidad, pero muchos de sus defensores explican que no se trata de un monismo sino de una única realidad fundamental que se manifiesta en diversas formas; “La ola es el mar; pero el mar es más que la ola”. La intuición mística se nos presenta como unidad, pero nuestra mente sólo puede pensar en forma dual.

Creo que Dios tiene, o supera, los atributos personales -conocimiento y amor- pero no es un individuo (una persona considerada independientemente de los demás); me gusta considerarlo como “energía lúcida”.

La imagen más entrañable, a la que no quiero renunciar, es el acercamiento a Dios como Padre, sin embargo creo que la imagen más adecuada a nuestros tiempos es la imagen bíblica de Dios como Espíritu. “Padre” acentúa la dualidad y la distancia; el Espíritu es común a todos nosotros en cualquier tiempo y espacio, pero se diferencia de nosotros.

Actualmente va difundiéndose una concepción de Dios “no teísta”. No niega su existencia, pero defiende a ultranza la auto-nomía humana y rechaza cualquier intervención de Dios en el mundo, especialmente la hetero-nomía y los milagros. Una total autonomía del hombre sería contraria al mensaje del evangelio y nos llevaría a un orgulloso pelagianismo y, lo que es socialmente peor, a las dictaduras de los más poderosos.

 Creo que algunos autores consideran que la acción de un Dios trascendente invadiría la autonomía inmanente del hombre; sin embargo la trascendencia de Dios no excluye su inmanencia en el universo y en el hombre. “Intimior intimo meo” (más íntimo que mi misma intimidad) reconocía san Agustín.

Dios es el fundamento de la existencia y de la actividad del hombre, y además lo trasciende. Creo recordar que Lenaers, autor consgarado en esta línea, rechazaba la hetero-nomía pero también la mera auto-nomía, y prefería considerarla teo-nomía, porque Dios es inmanente en el hombre.

Creo en el Dios de Jesús; él lo sintió en su experiencia del Jordán como amor de Padre que le enviaba a anunciar la Buena Noticia de la liberación a sus hijos marginados y oprimidos (Lc 4,17-21). Dios es amor; nosotros tratamos de explicarlo con nuestras categorías actuales, pero sólo comprenderemos a Dios -los cristianos o cualquier ser humano- en la vivencia del verdadero amor.

Seguiré reflexionando sobre Jesús y la Iglesia, de la que formo parte.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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“Recreando”, por Gerardo Villar.

Martes, 10 de abril de 2018
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es-la-fe-cristiana-una-fe-fundamentadaMe doy cuenta de que la teología cristiana tradicional es un edificio bien trabado y unido unas verdades con otras. Pero ¿qué ocurre si sacamos una piedra de esa pared? Por ejemplo, si descubrimos que el pecado original es un género literario, porque vemos que no existió pareja de Adán y Eva, porque no existió ese pecado , que no fueron la primera pareja, que Dios no nos castigó sino que nos bendijo inicialmente, que no nacemos con ese pecado original?

Se resquebraja el armazón de la fe. ¿Qué sentido tiene el bautismo para quitar el pecado original, la muerte de Jesús como redención, el sacrificio como expiación…? Y podemos seguir.

Siento la necesidad de reconstruir mi fe cristiana desde otros sillares. Entonces el bautismo es celebrar el nacimiento, vivir la alegría de ser hijo de Dios, entrar conscientemente en la experiencia de ser miembro de la Iglesia, seguidor de Jesús. Jesús me enseña quién soy y cómo es el Padre. Y desde su vida me salva porque me presenta otro estilo de vida en la solidaridad, la paz.

Me resulta preciosa esta nueva visión de fe, pero me lleva a cambiar mi celebración cristiana. Y a evitar cantidad de cantos religiosos que intentan que yo le repare a Dios “ofendido”. Un Padre bondadoso que no se puede ofender por lo que haga el hijo. Ya no hablaré en la plegaria de “sacrificio expiatorio” sino de “entrega por Amor”. Jesús me salva porque me enseña quién soy y cómo vivir esa realidad de Hijo de Dios.

Entiendo que la primitiva comunidad cristiana explicó la vida y la muerte de Jesús con categorías expiatorias desde la teología del cordero pascual y del cordero que se lanzaba al desierto para expiar todos los pecados. Hoy, desde Jesús Amor, me cuesta entender esa teología. Y no es porque me exija menos sino al revés. Cuando descubro a Jesús en el proceso de la creación como plenitud, me siento integrado en esa corriente salvadora.

Ya no ofrezco sacrificios “para aplacar al Dios ofendido” sino que disfruto de su Amor y me lleva a amar a todas las personas hasta la cruz. Mi fe no es de temor y miedo, sino de alegría y salvación; me empuja a vivir el Mensaje de Jesús.

El Padre-Madre Dios nos espera siempre, nos acoge siempre. No sabe rechazar ni condenar. No necesita reparación. El amor todo lo disculpa, todo lo perdona.

En positivo

Dice Javier Melloni: «creer que nacemos endeudados y que nos tiene que salvar porque nuestra naturaleza está caída, implica una concepción terriblemente pesimista del ser humano, concepción que marca una relación “tóxica” con Dios». En vez de una caída original hemos de hablar de una bendición original. Somos “seres en proceso”. Para desarrollar esa bendición original nos creó “a imagen de Dios” y estamos llamados a ser Hijos de Dios en plenitud.

Me parece una visión muy interesante y sobre todo muy eficiente. Tiene sentido mi vida. Educarme: sacar lo bueno que hay en mí Igual por ello, usamos el agua como signo de Vida, encendemos la vela en el bautismo. Desarrollar esa luz que me ilumina y es potente como para iluminar a los demás

Veo un camino apasionante: crecer y desarrollar toda la Vida -el Amor- que hay en mí; dejar que Cristo crezca en mí. Y eso me va a llevar a superar lo negativo, lo que hay en mí de obscuridad y pecado. La mejor forma de derretir la nieve es acercarle el calor. Cuanto más calor, más se derrite.

“Jesús nos salva porque nos revela lo que somos y así nos salva”: nos empuja en el Camino.

He estado varios años intentando, al predicar, sacar a luz lo positivo que hay en mí, en los demás, en la creación, en la naturaleza. Vale más encender una cerilla que maldecir la obscuridad

Cuando celebro en la prisión, todos los días, de una u otra forma, les remarco que somos buenas personas; que nuestra misión es descubrir esa bondad inicial y hacerla crecer. Llevamos un tesoro dentro, o mejor, somos un tesoro. Descubrirlo, limpiarlo de toda sombra y valorarlo… hasta que encontremos ahí el sentido de nuestra vida.

Esto me lleva ver lo bueno que hay en todas las personas y a trabajar para que los demás puedan desarrollar su Vida, colaborando en quitar la miseria, lo negativo que hemos puesto en su vida.

Conecto con lo más grande que hay en mí: Dios me empapa, me habita, se expande en mí y desde mi centro. Cuando descubro este tesoro, esta semilla de mostaza, dejo que crezca en mí y dé fruto abundante.

Del gusano, sale la mariposa, dejando atrás su vestido. Se trata de ir dejando la sombra que hay en mí, gracias a la Luz que ilumina.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“¿Qué es la Cuaresma y qué implica para los creyentes?”

Lunes, 26 de febrero de 2018
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cuaresma_portada_01No pocos cánticos chirigoteros y cuchufletas (*) habrían de ser otros tantos puntos de reflexión y examen de conciencia para corregir comportamientos, también jerárquicos, dentro y fuera de la Iglesia.

De “tiempo santo y aceptable” califica la liturgia a los 46 días comprendidos entre el “Miércoles de Ceniza” y el Domingo de la Pascua de la Resurrección –“quadragésimo dies”– y que se consagra a la penitencia y al ayuno “modelado sobre el ejemplo de Moisés y Elías antes de ser admitidos ante la visión de Dios”. Las siguientes reflexiones podrán contribuir a la reconversión de tiempo tan sagrado en marco y academia doctrinal y ascética para la auténtica vida cristiana.

Ya en el concilio de Nicea (a.325), en su cánon 5, se da por supuesta en las principales Iglesias de Oriente la dedicación de este tiempo litúrgico al ayuno riguroso, a veces mitigado, como preparación adecuada para el bautismo- y con-resurrección de Cristo Jesús. “Como el líquido no rompe el ayuno”, las fórmulas para sobrellevarlo en conformidad con el ritual litúrgico no siempre resultaban tan enfadosas e incómodas como para llegar a impedir el trabajo propio o ajeno.

Además, a los ricos, con bulas e indulgencias, se les facilitaban cuantas dispensas fueran precisas para eximirles de las culpas y pecados, aún los incluidos en el apartado de la gula y la glotonería.

El número “cuarenta” se hace reiteradamente presente en los textos bíblicos, por lo que la consideración e interpretación literales, no siempre tienen por qué ser fieles, sino más o menos aproximadas y simbólicas. El diluvio universal duró cuarenta días. La estancia de los israelitas en Egipto perduró cuatrocientos años. La peregrinación por el desierto, camino de la Tierra Prometida, fue de cuarenta años.

Las horas que permaneció enterrado Cristo en el sepulcro resultaron ser cuarenta, al igual que los días de su ayuno antes de haber sido bautizado por Juan. Alrededor de cuarenta años se aceptaba en aquellas épocas el tiempo transcurrido entre una y otra generación entre los humanos…

La Cuaresma, es decir, toda la vida, es también el tiempo del segundo bautismo, no habiéndose insistido catequísticamente en que también lo es la penitencia, en igualdad de condiciones que la abstinencia, la limosna y la oración, que son valores tan cuaresmales, o más, que los sacrificios y actos de mortificación corporales.

Estos, como otros tantos frutos y consecuencias de la pujanza y validez de la fe, convirtieron la vida de muchos en constantes programaciones de tristezas, incomodidades y desesperanzas, sin posibilidad de disfrutar de lo bueno que con legitimidad proporciona la vida en esferas familiares, sociales y amistosas, no confiando ser verdad aquello de que “Dios creó el mundo para nuestra satisfacción y servicio”.

La certeza de esta aseveración está documentada hasta en el propio organigrama de la liturgia cuaresmal. Exactamente el cuarto domingo -“dominica laetare“- se denomina de esta manera, por la generosa aportación de santa alegría y apacible serenidad contenida en los textos sagrados de la misa y del Oficio Divino, permitiéndose además que el altar sea revestido de flores, que suene el órgano, y que los celebrantes usen las dalmáticas “jucunditatis”, con el color rosa, y no el morado habitual.

La bendición de la “Rosa de Oro”, que les era concedida por el papa a benefactores de la Iglesia y a determinadas instituciones u obras, exactamente en este domingo, y las bullanguerías populares que se organizaban en tal ceremonia cívico-religiosa, manifiesta con claridad y tersura que la tristeza, por tristeza, es menos, mucho menos, religiosa, que la fe verdadera. La fe es alegría, por lo que cualquier Cuaresma que se ritualice sobre textos y símbolos de desesperanza y tristeza, reclama hoy revisión y restructuración esencialmente litúrgica y piadosa.

Es religiosamente constructivo desvelar que los términos “carnestolendas” y “carnaval” definen el periodo de tres días que precede a la Cuaresma y a la fiesta popular, que consiste generalmente en mascaradas, bailes y comparsas. Los dos términos están compuestos con las palabras “carne” y “tollere” o “levare”, que significa la desaparición de este alimento de la dieta, además del uso y disfrute de determinados encuentros en la intimidad amorosa. “Antruejo”, equivalente también a carnestolendas y a carnaval, procede en su etimología de “introito” o entrada.

Merece destacarse además y penitencialmente que no pocos cánticos chirigoteros y cuchufletas habrían de ser otros tantos puntos de reflexión y examen de conciencia para corregir comportamientos, también jerárquicos, dentro y fuera de la Iglesia. Lo de “irreverente” no deja de ser, normalmente, y por vulgar, un simple, disculpable y anecdótico episodio.

Como punto y aparte de estas sugerencias aporta la anécdota de que el obispo de una diócesis española prohibió la celebración de un festival taurino en el que intervendrían los más “famosos y notables espadas” en beneficio de la promoción de un grupo de viviendas para pobres…

La razón “oficial” aportada no fue otra que la coincidencia del citado festival con el tiempo litúrgico de la sagrada Cuaresma. (Si a alguien le asaltara la tentación de pensar que se trata de un invento antiepiscopal por mi parte, estoy dispuesto a proporcionales cuantos datos, circunstancias, nombres y apellidos, precisen). Algunos lo justificarán aseverando que se trataba de otros tiempos y hasta de otros obispos…

(*) Bromas, con letras llenas de ingenio, que se cantan en los carnavales en España y más propiamente en Cádiz.

Antonio Aradillas

Fuente Religión Digital

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“Quise ser un ‘buen cristiano’ pero nada puede cambiar mi sexualidad”

Lunes, 19 de febrero de 2018
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chris_adamsChris Adams es un activista militante del Partido Demócrata liberal del reino Unido y recientemente ha concedido una entrevista sobre la reconciliación entre su fe y su orientación sexual, y tiene un mensaje para las personas que piensan que ser gay es pecaminoso.

Adams, profundamente cristiano llegó a la universidad pensando que debía casarse con una mujer porque, aunque sentía deseo sexual hacia los hombres, pensaba que eso no estaba bien y que en cualquier caso sería bisexual y podría vivir de forma tranquila y ser padre al lado de una mujer. Y así lo hizo.

Hace unos dos años pensó que ya no podía aguantar más con esa vida de mentiras y confesó a su mujer que era gay y que debían divorciarse. Su mujer no se lo tomó muy bien pero ser honesto le hizo poder vivir la vida como sentía que debía hacerlo.

Chris comentó que No fue una elección que hice, fue una necesidad.

“Esta es una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer, y he pasado por una mierda bastante dura en mi vida. No me estoy quejando, me ha convertido en lo que soy hoy. Y amo quién soy hoy. No lo cambiaría por nada del mundo, para ser honesto.”

Después de hacer un largo camino, hablar con expertos, reducir su número de amigos y leer la Biblia en profundidad llegó a una gran conclusión.

“Así que permítanme ser honesto con mis hermanos cristianos y con todos aquellos que se atreven a juzgarme por lo que soy: Dios es mi juez, no tú. No tienes derecho. Quita la paja de tu ojo antes de comenzar a señalar la mota en el mío. Lee la Biblia y trata de vivir de acuerdo con ella en lugar de juzgarme y hacer declaraciones morales sobre temas que francamente no tienen nada que ver contigo. Y si decides comenzar a hacer esos pronunciamientos, ten las agallas para decir lo que realmente crees: que las personas homosexuales somos defectuosas e intrínsecamente pecadoras por nuestra forma de ser. Al menos entonces podemos llamarlo como lo que es: un delito de odio.

Fuente: PinkNews, vía Oveja Rosa

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En la desnudez

Sábado, 3 de febrero de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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  “Exactamente igual que tenemos una máscara externa y superficial producto de nuestras palabras y nuestros actos, pero que no representa totalmente todo lo que está en nosotros, así los creyentes tratan con un Dios que está hecho de palabras, sentimientos, consignas tranquilizadoras, y esto no es el Dios de la fe, es el producto de la conducta social y religiosa. Un ‘Dios’ como ese, se convierte en un sustituto del Dios invisible de la fe y de ese modo, aún cuando esa imagen confortadora puede parecernos real, en realidad no es más que una especie de ídolo. Su función principal es protegernos contra un encuentro profundo con nuestro auténtico yo interior y con el verdadero Dios.

El silencio es, por lo tanto, importante incluso en la vida de la fe y en nuestro más profundo encuentro con Dios. No podemos estar hablando continuamente, rezando con palabras, argumentando o manteniendo continuamente una especie de música devota como fondo. Gran parte de nuestro bien intencionado diálogo religioso interior es, de hecho, una cortina de humo y una evasión. … En vez de encontrarnos realmente con Dios en la desnudez de la fe, en la cual nuestro ser más íntimo queda desnudo ante él, realizamos un acto de ritual interior que no tiene función alguna, pero que aquieta la ansiedad.

La fe más pura tiene que ser sometida a la prueba del silencio, en el cual escuchamos lo inesperado, en el que estamos abiertos a lo que hasta ahora no sabemos, en el cual nosotros lenta y gradualmente nos preparamos para el día en que hayamos alcanzado un nuevo nivel de ser con Dios.”

*

Thomas Merton.
Amar y Vivir. Silencio Creativo.
(fragmento)

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2018, bajo el signo de la confianza

Lunes, 1 de enero de 2018
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El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

*

Salmo 22 (23)

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“Ciencia, filosofía y fe”, por Martín Gelabert, OP.

Lunes, 6 de noviembre de 2017
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de-estambul-a-rumania-retratos-del-mundo-fotos-estambul-rumania-bruselas-roma-religion-gayLeído en su blog Nihil Obstat:

Hay personas que piensan que lo que dice la Biblia a propósito de la creación del mundo y del ser humano ha quedado totalmente superado por la ciencia. Si superado quiere decir que la ciencia explica las cosas con una perspectiva y un lenguaje muy distintos al de la Biblia, podemos estar de acuerdo: Dios, evidentemente, no ha creado el mundo en seis días. Pero si superado quiere decir que lo que dice la Biblia ha dejado de ser verdad, entonces no estoy de acuerdo, aunque reconozco que hay que explicar bien esa verdad bíblica. Lo que sí me parece que está superado es la alternativa entre creación y evolución. Tanto las ciencias naturales como la fe, hablan de lo mismo, aunque con perspectivas diferentes, ambas importantes para nosotros.

Las ciencias naturales quieren describir de la manera más exacta los datos y los hechos. Quieren analizar los componentes físicos, químicos, biológicos y neurológicos. Y descubren una serie de conexiones y de leyes que explican los distintos momentos de una evolución, que han conducido a la aparición de la vida y, finalmente, de los seres humanos. Pero con esto no han dicho todo lo que puede decirse sobre el mundo y sobre el hombre. Podemos explicar las funciones químicas del cuerpo humano y de su cerebro, y no por eso hemos comprendido al ser humano.

¿Por qué existe algo y no la nada, por qué hay evolución? ¿Por qué el universo está constituido de esta manera, por qué resulta inteligible? ¿Qué sentido tiene la vida humana? ¿Cómo debemos comportarnos con la naturaleza? ¿Hay algún límite para nuestro comportamiento? Todo ser humano, de un modo u otro, se plantea estas u otras preguntas parecidas. Y cuando trata de responderlas ya no está haciendo ciencia, sino filosofía. Cuando nos planteamos estas preguntas ya no buscamos explicaciones; buscamos comprendernos a nosotros mismos y buscamos comprender cómo debemos relacionarnos con la naturaleza y con los otros seres humanos.

Finalmente, las personas que creen en Dios, además de querer comprender el universo y la vida, se admiran ante tanta maravilla y dan gracias a Dios por su existencia. Porque entienden que, de un modo misterioso, Dios está en el origen de todo lo que existe. Y que la vida es un regalo que Dios nos ha hecho. Las personas que creen en Dios se maravillan ante los portentos que es capaz de realizar el ser humano en el campo del arte y de la técnica, pero también en el campo del amor al prójimo. Las personas religiosas se duelen también ante el sufrimiento que hay en el mundo y el dolor que provocamos los hombres. Este sentimiento de admiración y de gratitud nos abre a la responsabilidad y a la idea de que, detrás de tanta maravilla, está la mano de un Dios que no sólo es poderoso, sino esencialmente bueno.

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Todos santos, aquí y ahora.

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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Del ya tristemente desaparecido y recordado  blog À Corps… À Coeur:

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La vida futura es el opio del pueblo, es una mistificación que hace esperar del futuro un cambio que no no se habría producido o por lo menos no se ha preparado en el presente.

La verdadera fe cristiana no es la fe en una vida futura, sino en la vida eterna, y si es eterna, sólo se necesita un momento de reflexión para comprender que ya se ha iniciado. Vivimos ahora, o no viviremos nunca.

*

Luis Evely, “Ese hombre eres tú” (1957), p. 58

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“Con letra negrita”, por Gerardo Villar

Miércoles, 11 de octubre de 2017
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Yo siento que lo im15940435_10154693728471006_3921165420462472077_nportante es ser buenas personas. Con lenguaje evangélico: construir el reino, la sociedad de hijos de Dios. Ahí es donde hemos de echar el resto. Eso es lo que hizo  Jesús. El habló muy poco de sí mismo. Si trabajamos por un mundo de hermanos, eso tiene muchos valores cristianos. Lo que ocurre es que hay que pasar de ser buenos, a ser consecuentes, a ser honestos, a vivir con valores, a comprometer la vida. Fácilmente compaginamos el ‘ser buenos’ con la indiferencia ante el refugiado, el marginado, el preso.

Nos sentimos buenos y no pagamos los impuestos. Somos buenas personas y no nos hablamos con varios vecinos. Nos habituamos a ir tirando, a ser ‘normales’. Y creo que el Evangelio me lleva a tener que tomar opciones especiales, comprometidas, exigentes. Tales como el evangelio. Eso de Jesús: ‘Si quieres… deja, vende, perdona…’

Aquello de yo ni robo ni mato, ni blasfemo… y ya está. Cada frase del evangelio me indica un nivel de exigencia, de compromiso. Nos sabemos las bienaventuranzas de memoria, pero no me interrogan en mi conducta.

Creo que podríamos suprimir la primera lectura de la misa y repetir las veces que sea preciso el evangelio y en comentario común, analizar las exigencias que me supone el vivirlo.

Fácilmente entramos en contradicción: “si cuando vas al altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja ahí tu ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano”. No. Es más fácil ponerme en otro banco y así no me cuesta dar la paz. “Comparte con tu hermano…” y lo cumplo porque ya me he venido a misa previsto de moneditas. Pero eso no es compartir… “No digáis muchas palabras al orar…” y me hincho a pedir a los santos para que se me arregle el problema.

Pienso que es muy necesario plantearme si quiero ser cristiano o me contento con la apariencia externa. Qué alegría verme escrito en el libro de partidas de bautismos, o llevar la medalla de la cofradía.

Y algo que me cuesta mucho ver y aceptar es que estemos en la eucaristía y no comulguemos. Vemos, oímos, y nos vamos…. Damos la razón de que no nos hemos confesado, pero yo siento mayor causa. No me paro a pensar que no hay eucaristía sino participo. La eucaristía es desde “el señor está con vosotros, hasta el podéis ir en paz”: participando, orando, cantando, comulgando…

Vamos bajando el grado de conciencia, de compromiso y así estamos, somos uno más dentro de la multitud. Va a ser verdad lo que dice el cardenal Burke: que no son buenas las eucaristías multitudinarias… y a veces son multitudinarias en cuanto pasan de seis.

Necesitamos testigos de Jesús en la vida. Y esto nos invita a hacerlo de una manera fuerte, chocante, que se note de verdad que somos seguidores de  Jesús, no miembros de una comunidad sin más. De forma que nuestro comportamiento cree interrogantes. Y hay muchos campos donde lo podemos demostrar: familia, pueblo, sociedad, trabajo, dinero… Que actuemos siempre con letra negrita. Y si hace falta, hasta subrayada. Cuando queremos remarcar una conducta, unas creencias, una fe, es preciso hacerlo enérgicamente, con letra negrita, no para que lo vea la gente, pero sí que lo sienta y lo perciba… y se interrogue.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Por delante de nosotros”. 01 de octubre de 2017. 26 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 28-32

Domingo, 1 de octubre de 2017
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two_sonsUn día Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de de Dios”. Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.

Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda del libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.

.“Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento… Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende!…”.

.“Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento… Jesús, quiero cambiar de vida, guíame porque tú solo conoces mi futuro…”

.“Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo, yo le llamo y él me ayuda. El está cerca de mí, es maravilloso… Él me lleva en sus manos, él me carga, siento la presencia de él…”

. “En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada, me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él…”

. “Un día yo estaba apoyada en la plaza y dije: Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?… Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargándome, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?…”

. “Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera (se refiere a una compañera asesinada en un hotel). Te ruego por ella y pido que nada malo suceda a mis compañeras, Yo no hablo, pero pido por ellas pues ellas son personas como yo…”

. “Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quien culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en Ti y has permitido que esto me pasara… Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero por favor no me dejes de nuevo…”

José Antonio Pagola

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“Recapacitó y fue.” Domingo 01 de octubre de 2017. 26º Domingo de Tiempo Ordinario

Domingo, 1 de octubre de 2017
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49-OrdinarioA26Leído en Koinonia:

Ezequiel 18,25-28: Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida.
Salmo responsorial: 24: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Filipenses 2,1-11: Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Mateo 21,28-32: Recapacitó y fue.

La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.

El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.

La parábola que hoy nos propone Jesús, denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actúo coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.

Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.

Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.

Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.

Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el princpio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él de hecho fue a la viña, «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas. Leer más…

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Dom 01.10.17. Publicanos y prostitutas os preceden en el Reino

Domingo, 1 de octubre de 2017
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22089859_863339983843195_3322836024810394500_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 26. Mt 21, 28-32. Evangelio escandaloso, consolador. exigente:

 Jesús no dice “os precederán” (en el cielo futuro), sino que os están precediendo ya (en este mundo), en el camino concreto de Jerusalén, para instaurar el Reino, abriendo con Jesús el camino de la nueva humanidad (libertad, justicia), desde su sufrimiento y opresión, no los grandes “gurús” (sacerdotes) y los diputados (presidentes de reinos o repúblicas)

— Jesús no dice esta palabra a la gente de la calle en general , que bastante tienen con vivir, sino a los “sumos sacerdotes y ancianos/senadores”(Mt 21, 23), que son las autoridades religiosas y civiles. A diferencia de esos sacerdotes/senadores, enrocados en su verdad parcial (y en el fondo falsa), “ellas y ellos”, en pareja de hecho, prostitutas y publicanos, pueden toman y toman el camino de la nueva humanidad liberada, porque sufren y “creen”, y pueden convertirse al amor.

— Jesús viene de “discutir” con sacerdotes y políticos (senadores), y ha visto que no cambian, no pueden cambiar, de manera que (al menos por ahora) les ve irrecuperables, en Roma y Samarcanda,en Madrid y Barcelona, para iniciar con ellos el camino de la nueva humanidad. Han tomado “sus puestos de mando” y no los dejan. Navegan sin vacilación hacia el desastre. Por eso inicia el camino con publicanos y prostitutas, que tienen al menos un resquicio de amor, una bocanada de esperanza.

— En este momento (1.10.17) muchos “sacerdotes/senadores” de Madrid y Barcelona hablan de justicia, legalidad y futuro…pero nuestro Jesús de publicanos y prostitutas, tras haber discutido mucho con ellos, descubre que no pueden cambiar, están enrocados en su pequeña verdad falsa, no quieren que haya una para todos. Quizá se puedan salvar para el cielo futuro, pero en ese mundo no tienen ya nada que hacer, bien lo han demostrado.

Ciertamente, hay otros poderes importantes, civiles y/o religiosos, empresarios y gente del “teatro”, jueces y soldados del imperio que hace lo que saben y pueden en su campo. Pues bien, tampoco en ellos confía Jesús para cambiar la humanidad y crear el Reino… Al contrario, él escoge como primeras en el camino, como compañeras y colaboradoras a las prostitutas (con los publicanos).

Texto para temblar, texto para saltar de alegría. Si no estuviera en el evangelio habría que inventarlo, pues nos habla de los verdaderos constructores del “reino”, es decir, de la nueva humanidad, ya aquí, en ese mundo.

Hombres como M. Foucault (Historia de la sexualidad), han comprendido esta palabra de Jesús mejor que miles de eclesiásticos. Miles de prostitutas (prostituidas, víctimas sexuales, utilizadas y expulsadas de la buena sociedad…) han sido y son el punto de partida y centro del camino de Reino de Jesús. No sé si lograré decir algo de lo que quiso afirmar Jesús, que sabía bien.

Como en días anteriores, tomo la base del texto de mi Comentario al Evangelio de Mateo. Buen día a todos, día alegre, porque si nos preceden puede haber también lugar para nosotros.

TEXTO

imagesEn aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero.” Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis. (Mt 21, 28-32)

INTRODUCCIÓN

De los publicanos (tema de dinero) he hablado con más frecuencia en este blog, por eso insisto hoy más en el casode las prostitutas, para ocuparme después, sencillamente, del texto de Jesús, dejándolo ante los lectores, para que ellos vean, entiendan, comenten.

Prostitutas

La prostitución aparece en la Biblia desde los tiempos más antiguos tanto en la tierra de Israel como en los países del entorno (Gen 28, 15), como en los países del entorno (Jc 16, 1; Prov 2, 16; 29, 3). Podemos citar dos casos que tratan de ella: (a) un sacerdote, y sobre todo el Sumo Sacerdote, no puede casarse con una prostituta, pues ello implicaría un riesgo para su santidad y, sobre todo, para la limpieza genealógica de sus hijos (cf. Lev 21, 7.14); (b) un padre no puede prostituir a su hija para lograr así ganancias económica (cf. Lev 19, 29).

En estos casos, la prostitución se utiliza en su sentido literal. Pero, como suele suceder en otros pueblos, las palabras vinculadas con la prostitución han tomado pronto un carácter simbólico, de tipo casi siempre religioso y negativo.

En este contexto debemos poner de relieve el hecho de que, por contaminación patriarcalista, el Antiguo Testamento presenta como prostitutas a mujeres que no lo son en sentido alguno, sino que poseen y ejercen una independencia social que las hace autónomas ante la sociedad o ante su misma familia. Los casos más famosos son los de Rajab, la «hospedera» de Jericó, que recibe a los espías de Israel (Jos 2, 1-3; 6, 17-25), y la «concubina» del Levita de Jc 19, 1-3. Ellas no son prostitutas en el sentido normal del término, sino mujeres que gozan de una libertad especial, sea en contexto social, sea en contexto matrimonial.

(1) Casos especiales. Evocamos algunos casos en los que el simbolismo de la prostitución tiene un papel importante para la Biblia.

(a) Prostitutos sagrados. Han sido especialmente condenados en Israel los prostitutos y prostitutas agrados (llamados «santos» y «santas»: de la raíz qds), vinculados al culto de algunos tempos cananeos o de otras ciudades del entorno. En este contexto se sitúa la famosa ley del Deuteronomio: «No traerás la paga de una prostituta ni el precio de un perro [=prostituto sagrado] a la casa de Yahvé tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Yahvé tu Dios tanto lo uno como lo otro» (Dt 23, 18); en este contexto parece suponerse que en algún momento ha existido dentro del mismo templo de Yahvé algún tipo de prostitución sagrada.

img_2596El caso más significativo de prostitución sagrada, de tipo perverso, es la que está vinculada con el culto a los ídolos que, al menos desde Oseas, aparecen como amantes falsos (vinculados a veces con prácticas sexuales que la religión de Yahvé condena como inmorales). Entendida así la prostitución es el pecado nacional de Israel, como supone Os 2, 1; Is 1, 21; Jer 13 27. Especialmente significativo es, en ese contexto, el largo capítulo de Ez 16, dedicado a las prostituciones de las dos doncellas de Dios, Israel y Judá.

(c) Las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos.

El Nuevo Testamento conserva los diversos sentidos de la palabra. Así, dentro de la retórica moral del tiempo, hallamos algunas condenas generales de la prostitución, como la que aparece la crítica del hermano mayor de Lc 15, 30 o de 1 Cor 6, 15-16. Pero la novedad mayor del evangelio aparece allí donde Jesús viene presentarse como el Mesías o cristo de las prostitutas, a las que se acerca sin condenarlas (cf. Mt 21, 32; cf. Lc 7, 34), diciendo que ellas, con los publicanos, son los que “preceden” a los otros en el (camino del) Reino de Dios. Ellas son las primeras, las adelantadas de la gracia de Dios, son constructoras del Reino, es decir, de la nueva humanidad, ya aquí, en un sentido “social”, personal.

¿Por qué dice Jesús que las prostitutas os precederán…?

PORQUE DIOS ES DIOS, Y ELLAS (Y ELLOS) SON SUS HIJOS

Está el hijo mayor que dice cumplir, pero no cumple; que dice que va, pero no va. Es como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo… ¡Qué pena de Dios Padre con estos hijos!

Pero Dios tiene otros hijos… que dicen que no van… pero en el fondo van. Éstos son como el hijo pródigo: son los capaces de escuchar al Padre… Son los que pueden hacer camino de Reino, porque dejan que el Padre les alumbre con su amor.

PORQUE FUERON CON JESÚS DONDE JUAN BAUTISTA

Jesús no habla de oídas… Él conoce bien a los publicanos y prostituías, porque ha compartido con ellos la escuela de Juan Bautista. Ciertamente, no todos los publicanos y prostitutas fueron… pero fueron algunas, las suficientes para descubrir que Dios abre con ellas un camino de salvación. Ellas formaron parte de “la escuela” de Jesús, es decir, de la escuela donde Jesús escuchó la voz de Dios, con pecadores y prostitutas.

Jesús no vino a aprender a un “seminario de santos” (para que le dieran un buen Master de Buen Reino) sino a una escuela donde se juntaban publicanos y prostitutas, para dejarse cambiar por la gracia de Dios, por el Reino.

PUBLICANOS Y PROSTITUTAS LE CREYERON

Creyeron a Juan, creyeron en Dios… Muchos de los “grandes” constructores del Templo Oficial (piedras sublimes de la masonería de Nueva Humanidad) sólo quieren construirse a sí mismos, construir su templo. No creen en Dios, no creen en la gracia, creen en sí mismos… Por el contrario, muchos publicanos y prostitutas “creyeron”, es decir, aceptaron la existencia de un misterio de gracia… No buscaban “su” salvación, se dejaron encontrar por “la salvación de Dios” (como dirá San Pablo, en el centro de todo su mensaje). Leer más…

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Los gais y lesbianas os llevan la delantera. Domingo 26. Ciclo A.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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4-April-Orthodox-Calendar-2013Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El título intenta ser tan provocador e hiriente como las palabras del evangelio. Pero los únicos que deben sentirse heridos son los que desprecian a gais y lesbianas, igual que los antiguos judíos que despreciaban a prostitutas y publicanos (recaudadores de impuestos)

Lucha a muerte en el recinto del templo

La liturgia, saltándose numerosos relatos evangélicos, nos traslada de repente a la inmensa explanada del templo de Jerusalén, en el día que nosotros conocemos como lunes santo. El día antes, Jesús ha entrado triunfalmente en Jerusalén, ha purificado el templo, expulsando a vendedores de animales y cambistas de monedas, y ha curado en el recinto sacro a cojos y ciegos, personas a las que les estaba absolutamente prohibida la entrada en el templo. Es fácil imaginar la indignación de los sacerdotes y de los escribas (representantes de moralistas, canonistas y teólogos). Ese día, domingo de ramos, se limitan a protestar. Pero al día siguiente, cuando Jesús vuelve a Jerusalén y al templo, todos los grupos con poder religioso y político se irán turnando para ponerlo en aprieto con las preguntas más comprometidas y poder condenarlo.

            La primera pregunta, la más directa, la formulan los sacerdotes y los senadores (representantes del poder político), pensando en lo ocurrido el día antes: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?» Jesús se encuentra ante una disyuntiva. Si responde: «De Dios», lo pueden acusar de blasfemo. Si dice: «de mí mismo», lo considerarán un loco o un vulgar revolucionario. Evita la respuesta directa y les tiende una trampa. Ya que ellos son los jueces religiosos de Israel, y como tales lo interrogan, que den su opinión sobre otro personaje famoso: Juan Bautista. «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Ellos, viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto». E inmediatamente pasa al contrataque, con una parábola que sólo transmite el evangelio de Mateo: la de los dos hijos (21,28-32).

Obras son amores, y no buenas razones

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”  Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Contestaron:

― El primero.

Jesús les dijo:

― Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.

           La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. Un padre y dos hijos. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».

            Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que pertenecer a cualquier organización o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.

            ¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿de dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron.

¿Tirando piedras contra el propio tejado?

Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.

            Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.

Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para recha­zar a Juan y a Jesús. Pero el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestran el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.

Así dice el Señor: Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.

Nota final

Para explicar el evangelio de este domingo he tenido que remontarme a diversos episodios anteriores. Por desgracia, la liturgia usa la técnica del zapping, saltando de un episodio a otro sin la menor lógica. Espero que dentro de dos o tres siglos se realice una mejor selección de los textos litúrgicos. Que así sea.

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Domingo XXVI. 01 de octubre, 2017

Domingo, 1 de octubre de 2017
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d26

“Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él respondió: “Voy, Señor”. Pero no fue.”

(Mt 21, 28-30)

Supongo que a todos nos gustaría ser el tercer hijo. El que no sale en la parábola, quizá porque es el que nos la cuenta. Ser como Jesús, que dice que va a la viña y no solo va sino que se deja matar por la viña. Se entrega.

Sí, nos gustaría. Por eso el cristianismo es precisamente eso: el seguimiento de Jesús. Pero cuando miramos a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades. Cuando nos miramos cara a cara a nosotras mismas quizá encontramos más del “segundo hermano” de lo que nos gustaría.

¿Cuantas veces hemos dicho que íbamos a la viña y nos hemos quedado en nuestras comodidades? ¡Y cuántas veces esperamos a que vayan los demás o nos quejamos de que nadie quiere ir mientras discutimos sentadas en el sofá!

Esta viña, a la que nos llama el Padre, es más que un trabajo. Mucho más. Sabemos que debemos ir. Queremos de verdad ir. Y muchos días emprendemos el camino. Muchas horas las pasamos en esa viña. Más de una vez somos el “primer hermano” que dice que no con la boca, pero dice que sí con la vida.

Sin embrago, todavía no somos lo que estamos llamados a ser. No acabamos de ser como Jesús. La buena noticia es que eso no importa. Ni nuestras negativas, ni nuestras ausencias conseguirán que el Padre cambie de opinión. Él volverá, puntualmente, constantemente, con su invitación. Asaltará nuestras vidas una y otra vez, sin cansarse, sin decepcionarse.

Y nosotras seguiremos siendo el primer hermano, el segundo y por supuesto nos iremos pareciendo cada vez más al tercero. Volveremos a levantarnos, quizá con menos fuerzas, pero con un amor más probado, más acrisolado.

Oración

Trinidad Santa, renueva nuestros corazones con tu invitación siempre nueva y retadora. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Rectificar es más humano que hacer alarde de bondad.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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d-3-14-3a-semana-tiempo-adviento1-436x321Mt 21, 28-32

Jesús acaba de realizar la “purificación del templo”. En el episodio inmediatamente anterior, los sumos sacerdotes y los senadores, preguntan a Jesús con qué autoridad actúa así. Él les responde con otra pregunta: ¿El bautismo de Juan era cosa de Dios o cosa humana? No se atreven a contestar, y Jesús les cuenta esta parábola. Mateo trata de justificar que la comunidad cristiana se apartara del organigrama religioso judío, pero quiere advertir también a la nueva comunidad, que no debe caer en el mismo error.

En este capítulo, siguen las advertencias a la comunidad. Es muy peligroso creerse perfecto. Lo importante es descubrir los fallos y rectificar lo que has hecho mal. La pura teoría no sirve para nada, solo la vida salva. Lo que digamos o lo que proclamemos son palabras vacías, mientras no vayan acompañadas por una actitud vital, que inevitablemente se manifestará en las obras. En el evangelio de Juan, Jesús pone como instancia definitiva sus obras. “Si no me creéis a mí, creed a las obras”.

El domingo pasado nos hablaba de jornaleros. Hoy nos habla de hijos. En el AT, el pueblo en su conjunto, se consideraba hijo de Dios. Jesús distingue ahora dos hijos: los que se consideran verdaderos israelitas y los que los jefes religiosos consideran pecadores. Recordemos que ser hijo significaba hacer en todo la voluntad del padre. Un buen hijo era el que salía al padre. El que dejaba de hacer la voluntad del padre, dejaba de ser hijo. “¿Quién hizo la voluntad del padre?” quiere decir “¿quién es verdadero Hijo?

Jesús se enfrenta a los jefes religiosos, como respuesta a la radical oposición que ellos le han manifestado. Todos los evangelios dejan clara esa lucha a muerte de las instancias religiosas contra Jesús. Sin embargo, no podemos sacar de estas parábolas argumentos antisemitas. Las prostitutas y los recaudadores de impuestos, que Jesús pone por delante de los jefes religiosos, eran también judíos; y los primeros cristianos eran todos judíos.

Los fariseos no tenían nada de qué arrepentirse, eran perfectos, porque decían “sí” a todos los mandamientos. Consideraban que tenían derecho al favor de Dios, por eso rechazan de plano, el cambio que les propone Jesús. Como los de primera hora del domingo pasado exigen la paga justa por su trabajo. Para ellos es intolerable que Dios pague lo mismo al que no ha trabajado. No se dan cuenta de que su respuesta es solamente formal, sin compromiso vital alguno. El espíritu de la Ley les importaba un pito.

El escándalo está servido: Para Jesús no hay duda, los que se consideran buenos son los malos, y los malos son los buenos. Los primeros eran lo estrictos cumplidores de la Ley, los segundos ni la conocían, ni podían cumplirla. Los primeros ponían su empeño en el cumplimiento externo de las normas. Los otros buscaban una posibilidad de hacerse más humanos, porque se sabían pecadores. Jesús deja claro cual es la voluntad de Dios, y quién la cumple. Pero Jesús da a entender que tanto los unos como los otros, son hijos.

Los recaudadores y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino. Es una de las frases más hirientes que pudo decir Jesús a los jerifaltes religiosos. Eran las dos clases de personas más denigradas y odiadas por las instancias religiosas. Pero Jesús sabía muy bien lo que decía. El organigrama religioso-social de su tiempo era represivo e injusto. Que esa situación se mantuviera en nombre de Dios no podía aguantarlo quien había descubierto un Dios, que lo único que quiere es el bien del hombre.

No se alude en el relato a las otras dos situaciones que se pueden dar: El hijo que dice sí y va a trabajar a la viña; y el hijo que dice no, y no va. En estos dos casos no hay posibilidad de equivocarse ni cabe la pregunta de quién cumple la voluntad del padre. Lo que pretende el relato es advertir sobre el engaño en que puede caer el que interprete superficialmente la situación del que dice “sí” y no va; y del que dice “no” pero va.

No debemos engañarnos. La simplicidad del relato esconde una enseñanza fundamental. Como conclusión general, tenemos que decir que los hechos son lo importante, y que las palabras sirven de muy poco. La praxis prevalece siempre sobre la teoría. El evangelio no nos invita a decir primero no y después sí. El ideal sería decir sí y hacer; pero lo maravilloso del mensaje está precisamente ahí: Dios comprende nuestra limitación y admite la posibilidad de rectificación, después de “recapacitar”, dice el texto.

Nuestras actitudes religiosas son incoherentes. Llevamos muchos siglos haciendo una religión de ritos, doctrinas y preceptos. Desde el bautismo decimos “sí voy”, pero nos quedamos siempre en donde estamos. No hay más que ver lo que se entiende por “practicante” para darse cuenta de que no tiene nada que ver con la vida real. Nos estamos yendo cada vez más por las ramas y alejándonos de la raíz del evangelio.

Se nos llena la boca proclamando pomposamente que somos cristianos, pero hay muchos que sin serlo, cumplen el evangelio mucho mejor que nosotros. El fariseísmo se ha convertido en moneda corriente entre nosotros, y damos por hecho que basta hablar del evangelio u oír hablar de él para tranquilizar nuestra conciencia. Hay un refrán que lo expresa muy bien: “Una cosa es predicar y otra dar trigo”.

En la primera lectura ya se nos dice que ni siquiera los mayores fallos son definitivos. Podemos en cualquier momento rectificar la trayecto­ria equivocada. Los errores cometidos pueden ayudarnos a encontrar el camino verdadero. Somos limitados y tenemos que aceptar esta condición porque es parte de nuestra naturaleza. No podemos pretender, ni para nosotros ni para los demás, la perfección. Cuando exigimos a un ser humano ser pluscuamperfecto estamos exigiéndole que deje de ser humano.

Solo la experiencia me dice qué es lo que me deteriora como ser humano y qué es lo que me enriquece. Cuando damos por absoluta una norma nos anclamos en el pasado y nos negamos a progresar. El gran peligro para esta fijación es creer que Dios nos ha dado directamente esa norma. Desde esa perspectiva se siguen cometiendo verdaderas barbaridades en contra del ser humano. El Dios de Jesús nunca puede ir en contra del hombre; las normas que hemos promulgado en su nombre, sí. Entender la religión como verdades, normas y ritos absolutos, es fundamentalismo puro.

También hoy podemos ir un poco más allá de la parábola. Ni siquiera las obras tienen valor absoluto. Las obras pueden ser la manifestación de una actitud vital, pero pueden ser reacciones automáticas desconectadas de nuestro verdadero ser, y conectadas solo al interés egoísta. Los fariseos cumplían escrupulosamente todas las normas, pero lo hacían mecánicamente, sin ninguna sinceridad de corazón. No pierdas el tiempo tratando de situarte en una de las partes. Todos estamos diciendo “no” cada tres por cuatro, y todos estamos diciendo “sí” con una pasmosa ligereza. La vida es una constante rectificación.

Meditación-contemplación

Si a la primera no somos capaces de decir sí,
Dios acepta siempre nuestra rectificación.
Casi siempre acertamos a costa de rectificaciones.
No estamos capacitados para descubrir la meta a la primera.
No deben preocuparnos las equivocaciones.
Pero me debe preocupar que sea incapaz de rectificar.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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No quiero.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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imagen114Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma (Miguel de Cervantes)

1 de octubre. Domingo XXVI del TO

Mt 21, 28-32

El hijo le respondió: No quiero: pero luego se arrepintió y fue (v 29)

En las anotaciones al presente evangelio, Schokel comenta que lo que importa no son las apariencias externas, sino el interior de la persona; la observación de unos ritos externos es secundario. En tiempo de Jesús, el legalismo había creado una forma de ser centrada en las apariencias. Jesús sabía que para Dios, que conoce lo secreto del corazón, el hijo verdadero es el que, de hecho, practica la justicia. Esta parábola lo expresa con claridad: las relaciones auténticas con Dios y con los hombres se establecen sobre el compromiso.

Mateo da mucha importancia a las obras. Tanta, que con ellas “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El hijo del “sí, voy” representa a los indiferentes, el de “no voy” pero va luego, a los observadores estrictos de la ley, jefes y fariseos. Y en la película estadounidense de 1988, dirigida por Sidney Lumet, “Un lugar en ninguna parte”le dice el hijo a su padre: “Tenemos que cuestionar la autoridad; eso me lo enseñaste tú”.

Otro ejemplo nos lo muestra Krzysztof Penderecki (1933), compositor vanguardista y director de orquesta polaco, eterno rebelde de la música clásica, como lo fueron los Beatles de la música moderna en los años sesenta. “Toda mi vida nadé contra corriente”, dijo en una ocasión. Por eso su música no suele dejar indiferente a nadie, y desde hace más de medio siglo entusiasma a gente de todo el mundo, aunque también genera protestas. Cuando no compone, se dedica a plantar árboles y a cuidar de su Jardín Botánico con más de mil seiscientas especies de árboles y arbustos: todo un símbolo de lo que él es y de lo que cree debe ser la vida. Para él, el árbol nos enseña que toda obra de arte –y el vivir lo es– debe tener doble raíz, tanto en el cielo como en la tierra, es decir, en lo mundano y lo divino“Sin raíces, ninguna obra puede persistir”, advierte.

Por mi parte me he sentido árbol creciendo para arriba y para abajo, recorriendo los caminos blancos de la Luz y el Evangelio. Y al recorrerlo, he podido percatarme de que los seres humanos sentimos desilusión cuando, lo que deseamos, no lo conseguimos. Y he conseguido también darme cuenta de que quien conoce las reglas de la vida, acoge sin objeción lo que sucede. Porque, con demasiada frecuencia, el ser humano es afortunado no obteniendo lo que desea. Con frecuencia, lo que suele llamarse mal, no es más que el instrumento que permite que el bien apetecido sea realizado.

Miguel de Cervantes Saavedra fue soldado, y de estas batallas de la vida era gran experto. Lo confirmó diciendo que “Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”.

Pido al águila –ave de altos vuelos– que me enseñe a ver la Tierra desde las alturas, mis iluminaciones y mis sombras, que también son mías y las quiero.

El ÁGUILA

Tu sueño, a velas desplegadas,
que sienten la montaña, el mar, el bosque.
Que subes sus entrañas
hasta el cielo.
Enséñame a elevar mis pensamientos.

Que descansen
en tu corona real y en el regazo
del Dios que los creó.
Enséñame a ver la tierra
desde las alturas.
Si de día, mis iluminaciones;
si de noche, mis oscuridades,
que también son mías y las quiero.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Sí o no?

Domingo, 1 de octubre de 2017
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1Hay tantos modos de evitar dar una respuesta clara, de no definirnos, y eso que los españoles tenemos fama de ser directos. En el mundo anglo norteamericano hay una expresión que lo dice todo cuando no quieren mojarse, que como en todos sitios, es frecuente: “creative postponing”, creo que lo entendemos todos, y además con creatividad, con excusas convincentes. Nuestro “dar largas”. Me decía una mujer joven de allí, “eso de ser hija de Dios me resulta fuerte, yo me conformo con ser sobrina”. Sincera la mujer.

Decir sí o decir no, es rotundo, es radical. Es lo que Jesús pide de sus seguidores, sobre todo de aquellas personas que se consideran discípulas. El texto de hoy nos invita a entrar en el significado del sí y del no en nuestro seguimiento y en nuestra vida.

Primero entendamos el texto en su contexto: El pueblo judío dijo “sí” al aceptar la ley de Moisés, pero se niega, a través de los dirigentes, a aceptar la propuesta de Jesús. Sin embargo, los paganos y los pecadores, que primero dijeron “no”, al final son los que aceptan el reino, acogen el proceso de ir entrando en el modo diferente que propone Jesús.

Para Jesús, la fidelidad a Dios no pasa por la observancia de la Ley, sino por la práctica de un amor sin excepciones. Jesús cambia el modo de relación con Dios, al que presenta como él lo vive, no como el distante Dios del Templo, sino como el Abba cercano y comprometido con la vida. Esto desmonta el tinglado de una religión súper estructurada alrededor de las normas y las leyes de pureza, de impureza, de sacrificios como paga por los pecados los cuales han sido determinados por unos jerarcas que imitan a un dios lejano, frío, a quien hay que calmar con ofrendas, que se quedan los sacerdotes…

En lenguaje de hoy diríamos que Jesús “flipa” con esa doblez, y para denunciarla utiliza el inteligente y oriental lenguaje de las parábolas.

La que nos ocupa hoy, la de los dos hijos, va dirigida especialmente a la infidelidad de los dirigentes: dicen pero no hacen; son fieles por fuera pero podridos por dentro… Toda esa gama de expresiones que expresa una indignación en aumento y una compasión más profunda hacia aquellos marginados, considerados pecadores por las leyes hipócritas.

Serán, de hecho, ellos los que acogerán la radicalidad de Jesús, aunque en apariencia sean unos pasotas o critiquen la institución.

Tal vez hoy, uno de octubre, que nuestro país vive una situación muy complicada por falta de diálogo, cuyo término es repetido pero no se practica, podemos preguntarnos qué significa un sí o un no: a un sistema, a unas políticas corruptas… todos y todas debemos reflexionar, ¿por qué quiere separarse una pareja, un país, una autonomía…? La autenticidad del sí y del no nos daría claves de interpretación de la realidad y perspectiva de futuro.

Propongo una segunda o tercera lectura, como en la Lectio Divina, en clave de conversión personal. Ver que estos dos hijos, estas dos posturas o actitudes, conviven dentro de nosotras. Yo soy la hija buena que dice que sí al proyecto de Jesús, y me apunto a muchas movidas, pero cuando me tocan el ego, o el bolsillo, o mi tiempo… entonces doy un “creative postponing”, es decir, no me defino, no me comprometo, no me pillo los dedos.

Y también convive en mí la rebeldilla, la indignada, la que dice que no porque, entre muchas otras cosas que no me gustan, una especialmente me duele en las entrañas: a las mujeres nos tienen retiradas, nos utilizan para lo que necesitan, cuando ellos no llegan… pero cuando dejo que la mirada de Jesús sea más potente que la de “los monseñores de turno” entonces voy, entonces me mojo, me abro, corro para que su proyecto siga, para que nadie lo ahogue, para que nadie pueda estropearlo. Porque he escuchado por dentro algo que ha autentificado mi respuesta “si tú me miras, yo me vuelvo hermosa, como la hierba a que bajó el rocío” (G. Mistral)

Cuando no hay coherencia con nuestras posturas, con nuestro “sí” y nuestro “no”, los psicólogos dicen que se produce ansiedad. Es decir, que el alma chirría porque la persona sufre cierta angustia que puede hacerse crónica. La angustia que produce la doblez, que se puede convertir en rigidez, en un atarse a la ley, o en un sarcasmo hiriente, o en tristeza interior causada por la mediocridad, por la falta de fuelle para correr a colaborar con el proyecto de Jesús.

Es su legado el que está hoy en nuestras manos. La disponibilidad o la pereza, la decepción, la excusa repetida de necesidades familiares que no se acaban nunca, es tema de conciencia. Será lo que tú y yo decidamos. El reino espera, Jesús espera, la tarea está ahí. ¿Quieres colaborar? ¿Sí o no? Tú dirás, yo diré, con la vida.

Magdalena Bennàsar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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La verdad no se dice, se hace

Domingo, 1 de octubre de 2017
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imagesDel blog de Tomás Muro, La verdad es libre:

01. SIEMPRE DOS HERMANOS.

Resulta curioso las veces que en la Biblia aparecen dos hermanos: Caín y Abel, (Gn 4,1-2); Esaú y Jacob, (Gn 25,24ss); un padre tenía dos hijos en la parábola del padre y el hijo pródigo, (Lc 15,11ss); en la parábola de hoy también un padre tenía dos hijos… Dos hermanas: Marta y María

Tal vez más que dos hermanos se trata de dos aspectos de un único personaje, que todos llevamos dentro en una especie de “esquizofrenia inevitable”. Probablemente todos somos algo de Caín y de Abel; algo tenemos de hermano mayor cumplidor, prepotente; y algo de hijos pródigos. Todos hablamos mucho y hacemos poco, como en la parábola de hoy.

Al mismo tiempo, en todo ser humano hay algo de la bondad de Abel y del arrepentimiento del hijo menor, además de las incoherencias del hijo al que le dio un “perrenque”, dijo que no iba a trabajar, pero luego se lo pensó y fue.

Las “esquizofrenias” y los dobles momentos antes que de la psicología y de la psiquiatría son de la vida misma y algo de sentido común. Como se dice en estos tiempos, todos somos algo “bipolares”.

02. LA VIÑA.

La viña, los campos de trigo son el pueblo de Dios, la humanidad, la historia en la que hay mucho que trabajar; las más de las veces el trabajo son sencillas, pequeñas tareas, pero son trabajos nobles.

Todos estamos llamados a trabajar en la mies, en la viña del Señor. San Pablo dice un poco estentóreamente aquello de que: quien no trabaje que no coma, (2Tes 3,10).

El trabajo no es solamente un medio de ganarse la vida, sino un modo de construir la propia persona-personalidad y la historia.

Trabajar -en la medida en que uno puede- es bueno y hace bien.

03. OBRAS SON AMORES, QUE NO BUENAS RAZONES.

Así acuñó Santa Teresa esta afirmación que ha pasado a ser un refrán: obras son amores, que no buenas razones. De grandes palabras (palabrería) están llenos los espacios políticos, eclesiásticos y también los personales. Las promesas de las campañas electorales duran hasta el día siguiente de las elecciones. ¡Si la Iglesia fuese conforme a lo que leemos en el Nuevo Testamento, en las encíclicas y documentos!, etc.

O4. ORTODOXIA Y ORTO PRAXIS.

imagessORTO significa: recto / correcto. DOXA: doctrina / pensamiento y praxis: práctica / acción.

Corren tiempos en los que se disfruta buscando recuperar una ultra-ortodoxia que anquilosa la vida y el evangelio, cuando lo que importa es la ortopraxis, es decir la vida.

Muchas veces la ortodoxia tiene poco que ver con lo que hacemos, con la ortopraxis.

o A veces la ortodoxia no es más que una trinchera donde se defienden miedos y posicionamientos ideológicos y religiosos. Algunos movimientos religiosos modernos viven afincados en una super-ortodoxia intransigente, sin significado, pero es el “santo y seña”.

o Otras personas y actitudes hacen la verdad: están con los que sufren, los pobres, el SIDA, ancianos etc., incluso con una doctrina (ortodoxia) muy elemental, incluso no muy puritana para el orden establecido.

La verdad no se dice, se hace.

Esta veta la recogió con energía la Teología de la Liberación.

Es evidente que el papa Francisco se sitúa en la praxis, en el hijo que va a trabajar, incluso aunque sus palabras no lo parezcan. Es también vidente que los que se oponen y se enfrentan con la línea de Francisco son ultramontanos fanáticos que guardan con celo la doctrina, pero no mueven un dedo para ayudar a la humanidad a cargar con el peso de la vida y de la historia (Mt 23,1-12)

Quiera Dios que la ultraortodoxia fundamentalista no pise la praxis evangélica.

05. ¿QUIÉN HIZO LA VOLUNTAD DE DIOS PADRE?

imagess1Lo de Jesús tiene su retranca.

No es un diletantismo exegético, pero conviene leer con atención el cp 21 de Mateo.

Mt 21, 1-27: Jesús, tras expulsar con energía del Templo a los comerciantes, Jesús pronuncia tres parábolas contra los dirigentes religiosos, es decir contra el poder (no contra el pueblo):
Mt 21,29-32 Parábola de los dos hijos

Mt 21,33-46 Parábola de los viñadores homicidas, (el poder crucifica)

Mt 22,1-14 Parábola del banquete del Reino al que no quieren asistir los invitados

La conclusión de la parábola de hoy es desconcertante y osada. Jesús pone modelos de vida algo que escandaliza a los estamentos oficiales. Probablemente nadie se lo creyó entonces, ni hoy, que los publicanos (ladrones legales de impuestos) y las prostitutas, la gente de los cruces de los caminos estarán, están, por delante de nosotros en la viña del Señor, en el Reino.

Nos puede resultar escandaloso y molesto, pero en el cristianismo de Jesús las cosas -gracias a Dios- son así.

 

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