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El cardenal Cipriani no se cansa de atacar a las personas LGTB

Jueves, 5 de marzo de 2015
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juan-luis-cipriani-thorneNo es noticia que Juan Luis Cipriani, cardenal de Lima, ataque a los homosexuales. Quizás por eso no le damos espacio en esta web. No nos sorprende. Pero en esta ocasión, el religioso –que sabe muy bien de política– opina en un momento importante: está por debatirse la Unión Civil para personas del mismo sexo en el Congreso.

En el programa que tiene en una radio local, Cipriani defendió como siempre a la familia y arremetió contra los gays. Dijo así: “Si nosotros empezamos por querer privilegiar una ley en la que se puedan unir dos hombres y formar familia, el matrimonio gay, cuando la gran mayoría del Perú (cosa que no ha salido en las encuestas) lo desaprueba. No la han querido publicar porque nuestro pueblo es sabio, tiene un sentimiento de lo que está bien y lo que está mal”

Previamente, manifestó que en lugar de estar haciendo COSAS EN CONTRA DE LA FAMILIA privilegiemos “todo lo que se pueda hacer para resguardar y promocionar la familia constituida por marido y mujer y los hijos, que es una comunidad de amor, de educación, unidos por lazos de sangre, bajo un mismo techo, bajo una misma concepción religiosa”.

Y más, claro que hubo más:  “La sociedad actual la ha destruido y ahora se queja. Ahora quieren ver cómo hago para educar a los hijos, cómo hago para que los jóvenes no sean drogadictos, cómo hago para que el marido no abuse de la esposa”.

Cipriani, que tiene la suerte de contar con un programa en la radio de más audiencia en el Perú, insistió en el valor de la familia. En Diálogo de Fe se ocupó de los gays como el terror de las FAMILIAS PERUANAS.

Para el cardenal, los homosexuales no tenemos familia. No debemos tenerla. No tenemos derecho. Punto.

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La Homosexualidad a lo largo del ciclo vital: retos y singularidades (II), por Javier Corchado

Miércoles, 4 de febrero de 2015
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homosexualidad-niño-arcoiris-compLas familias homoparentales son contextos familiares idóneos para la crianza de los hijos.

Con motivo del Orgullo, en Psicomemorias hicieron un interesante post sobre los retos y singularidades que se puede encontrar el colectivo en el desarrollo de su vida.

A lo largo de esta semana, se celebran en Madrid los actos del Orgullo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales). Del 2 al 6 de julio habrá diferentes actividades reivindicativas bajo el eslogan “Nos manifestamos por quienes no pueden“, en alusión a aquellos países cuyas legislaciones prohíben y/o persiguen la homosexualidad.

Con motivo de esta fecha, en Psicomemorias queremos hacer una exposición sobre los retos y singularidades que se puede encontrar este colectivo en el desarrollo normal de su vida, desde la infancia hasta la vejez.

Hemos presentado toda esta información en dos entradas: la primera parte el 30 de Junio (Infancia y Adolescencia) y la segunda el 3 de Julio (Adultez, Familia y Vejez).

Adultez

Después de haber vivido una infancia y adolescencia con más o con menos retos que superar, llega la adultez y el afrontamiento de la vida laboral y familiar.

Vida laboral

Supongamos que la persona homosexual, por ejemplo nuestro famoso Pablo, tiene completamente aceptada su homosexualidad, y que vive con libertad y sin trabas. Pero imaginemos que tiene que hacer frente a un entorno laboral nuevo o que puede ser potencialmente homófobo, ¿qué problemas pueden surgirle?

Investigaciones llevadas a cabo por la Universidad de Sevilla y la Universidad de Manchester, revelan datos interesantes sobre la experiencia de gays y lesbianas en el contexto laboral español:

1) Estrategias usadas para comunicar su orientación sexual

La mayoría comunica su orientación sexual de forma indirecta, hablando de forma distendida sobre su vida. Se dan datos sutiles que permiten sacar conclusiones a los compañeros de trabajo. Puede ser hablando de unas vacaciones o un episodio de la vida cotidiana.

Muchas de estas personas afirman además que en algún momento de su vida laboral han escondido su orientación sexual por miedo a padecer consecuencias negativas. Una minoría continúa haciéndolo. En estos casos las relaciones con los compañeros de trabajo se ven afectadas al evitarse todas las situaciones sociales en las que sea necesario hablar de la vida personal, como desayunos o cenas de empresa.

2) Factores que influyen en adoptar una estrategia concreta

A la hora de no decir su orientación sexual, se dan varios motivos: el miedo al rechazo o el aislamiento de compañeros de trabajo, trabajar en sectores con un marcado carácter tradicional (banca o medicina) o muy masculinizado (cuerpos de seguridad o construcción) y trabajar con personas mayores (que puedan no aceptarlo) y con un nivel formativo más bajo.

A la hora de buscar un trabajo o promocionar en el mismo, perciben que desvelar su homosexualidad en la entrevista inicial o de cara a una promoción interna les perjudicaría en su candidatura con respecto a otros candidatos heterosexuales.

3) Consecuencias a nivel personal y organizacional

El hecho de que una persona no revele su orientación sexual puede conllevar una serie de consecuencias personales, tales como: relaciones distantes con los compañeros por la imposibilidad de compartir información sobre la vida personal, deterioro del nivel de motivación laboral, reducción en la percepción de bienestar y justicia (por ejemplo, el homosexual que no comunica que tiene un marido, se verá privado de unos días de asuntos propios por la hipotética intervención quirúrgica de su pareja al pensar en la empresa que está soltero). Esto podría dar lugar a estados de ánimo negativos e incluso depresión en algunos casos.

Entre las consecuencias para la empresa estarían: el deterioro de la calidad del trabajo y el trabajo en equipo (derivado de la falta de comunicación con los compañeros y la insatisfacción asociada), dificultad para centrarse en el trabajo desarrollado y aumentos en la intención de sustituir el puesto laboral por otro en el que sí puedan compartir su vida personal.

Cabe resaltar que en ocasiones se justifica la omisión de la propia orientación sexual por considerar que esta pertenece a la esfera privada de la persona y que no tiene por qué ser evidente en el trabajo. Evidentemente está en la libertad de cada uno vivir su sexualidad como quiera, pero no hay que olvidar que la orientación sexual forma parte de la identidad de la persona, al igual que su nombre, procedencia o aspecto físico. Sería deseable que todas las personas pudieran vivir su identidad de forma completa y no en base al contexto o entorno en el que se desenvuelven.

Vida familiar

Una de las etapas clave en la adultez es la formación de una familia. Puede que Pablo no decida formar una familia nunca, pero se considera un paso normal en esta etapa. Las familias homoparentales son el tipo de familia más desconocido, menos reconocido y aceptado, siendo contemplada con mirada prejuiciosa desde muchos sectores de la sociedad.

¿Cómo puede formarse una familia homoparental?

Existen distintas vías por las que se puede formar una familia. La más frecuente es la de las familias “reconstituidas”, es decir, aquellas en las que un miembro de la pareja homosexual tenía anteriormente una pareja heterosexual con quien tuvo un hijo biológico, y este convive ahora con la pareja homosexual de su padre o madre. Por otro lado, están los métodos seguidos por personas como Pablo, que no han vivido la experiencia anterior y que ya sabían que eran gays o lesbianas: adopción o acogimiento realizada por un miembro de la pareja (legal desde 1987) o por ambos (desde 2005) y la reproducción asistida realizada por un miembro de la pareja (desde 1988), conjunta (desde 2006) o con óvulos de la pareja (desde 2009). Por último, existe otro método que aún no es legal en nuestro país: la gestación subrogada. Ésta es una forma de reproducción asistida en la que, además de los futuros padres, participa una mujer que gesta el embrión. Este embrión puede ser el resultado de una inseminación artificial o de una fecundación “in Vitro” y los gametos pueden proceder de uno de los progenitores y de una donación, de los dos progenitores, o de donaciones.

Prejuicios sociales sobre las parejas homoparentales

Existen una serie de prejuicios sociales frente a las personas homosexuales a la hora de formar una familia. Ante estas ideas han ido apareciendo recientemente publicaciones científicas muy relevantes que han tenido por objetivo conocer mejor a estas familias y a sus hijos e hijas. Las preguntas que se han realizado y a las que han dado respuesta han sido:

1) ¿Son estas familias contextos idóneos para el desarrollo infantil y adolescente?

Se ha demostrado que las familias homoparentales son contextos familiares idóneos, presentando los adultos una buena salud mental, unas capacidades educativas adecuadas basadas en correctos estilos educativos, una dinámica saludable tanto en el ambiente familiar, en la relación de pareja, en las relaciones entre padres/madres e hijos y en la vida cotidiana. Además se trata de familias que disponen de redes sociales de un tamaño medio, con una alta variedad de personas dispuestas a echarles una mano (familiares, amistades, homosexuales, heterosexuales, con hijos, sin hijos…) y, además, se percibe este apoyo como satisfactorio.

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Poner a Jesús en su lugar: Una familia queer (H. Moxnes)

Miércoles, 21 de enero de 2015
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269Del blog de Xabier Pikaza:

He venido reflexionando sobre el tema en los días pasados, desde el 30 del pasado (XI, 2011), pasando por el 1 y el 5-6 del presente (en los que he tratado del matrimonio en la Biblia). También me he ocupado de María, la madre de Jesús, desde una perspectiva de género y de maternidad (10 y 12 de este mes), culminando el 15 y 17 con la visión de María-mujer y de Jesús-varón en la Iglesia primitiva, partiendo de una obra ejemplar de H. Cáceres (que se apoya en gran parte en las investigaciones sociales y exegéticas de H. Moxness).

Quiero seguir en esa línea, y para plantear mejor el tema citaré y comentaré (con la ayuda de un trabajo de B. Pérez Andreo) el libro de  Halvor Moxnes, Poner a Jesús en su lugar. Una visión radical del grupo familiar y el Reino de Dios (Verbo Divino, Estella 2005), que es el mejor trabajo que conozco sobre el tema. Evidentemente, no todos los lectores estarán siempre de acuerdo con las aportaciones de Moxness, pero es bueno que las conozcan y valoren antes de criticarlas.

H. Moxnes, profesor de teología en la Universidad de Oslo, Noruega, sitúa la figura y movimiento de Jesús en el contexto antropológico y social de su tiempo, descubriendo y destacando una serie de implicaciones personales y sociales que la teología tradicional no ha tenido en cuenta.Entre ellas destacan:

— La postura de Jesús está cerca de lo que actualmente suele llamarse el “modelo queer”, es decir, raro, no oficial (no dominador).

— Jesús ha “roto” un tipo de familia tradicional (o ha descubierto que ella estaba rota, porque era opresora). En ese contexto ha puesto de relieve el valor de los “otros”: mujeres y niños, pobres, enfermos, excluidos, impuros, extranjeros etc., iniciando con (por) ellos la construcción de una nueva forma de familia.

— Provocadoramente, Jesús ha puesto como modelo a los “eunucos”, que no son los célibes y castos por esfuerza ascético “varonil”, sino los eunucos-eunucos (reales), los rechazados de la sociedad. Crear para ellos y por ellos una familia, en la que quepan todos (incluso los varones y padres no-machos), ese es el ideal de Jesús.

— La propuesta de familia de Jesús ha chocado con los intereses de los sacerdotes de Jerusalén y de los soldados de Roma, que le han condenado a muerte.

— La Iglesia cristiana posterior ha recuperado en gran parte los “ideales” de familia (la real-politik de la familia) que Jesús había rechazado y superado, sacralizando así (en un nuevo contexto) el modelo de vida de aquellos que le habían matado.

imagesEl problema es vital en un lugar como España, donde entre Navidades y Año Nuevo se viene celebrando una gran Misa y Manifestación a favor de un tipo especial de “familia cristiana”, una misa promovida por Mons. Rouco, obispo de Madrid, y patrocinada por el Movimiento Neocatecumenal, en alguna zona de la calle y plaza de la Castellana. Ciertamente, promotores y asistentes a esa misa tienen todo el derecho de hacerlo, pero, a mi humilde entender, la visión que ellos tienen de la familia cristiana no es la que tuvo Jesús.

Misas y manifestaciones como ésa quizá no hacen un favor al verdadero cristianismo del evangelio, sino al contrario, pues lo que Jesús quería (o lo que juzgaba prioritario) no parece ir en la línea del tipo de familia que promueven los promotores de ese evento. Se nos dice que este año esa misa se tendrá 30 de diciembre, aunque no estoy seguro de ello. Lo que me parece claro es que Jesús de Nazaret tendría dificultades para asistir a ella, pues (según Mooxness) solía andar con otra gente y buscaba otro tipo de familia.

Sea como fuere, el tema es muy complejo, y nos sitúa ante las prioridades de su proyecto de familia, ante su misa en el mundo, es decir, en la calle de la vida . La Plaza de Jesús era más amplia que un tipo de Castellana de Madrid, como verá quien siga leyendo el libro de Moxness.

Sin duda, Navidad es fiesta de Familia… Y así deseo que sea para todos, pero si es fiesta de familia cristiana ha de ser en la línea de Jesús, que tomó una opción muy precisa en las plazas de Galilea y Jerusalén.

Introducción, temas básicos del libro de Moxness

Normalmente, la figura ideal del varón es la del patriarca dueño de casa (en clave de poder sobre mujeres y niños). Para Moxnes, Jesús es el prototipo de no-dueño de casa, sin poder sobre mujeres y niños, viviendo itinerante, predicando el reino de Dios: “De esta manera, su masculinidad era amenazadora. No se comportaba como un “verdadero hombre”. Sus seguidores aparecen como eunucos, “construyendo una tierra de no-hombres”.

Jesús estaba fuera de lugar en la ideología masculina grecorromana y judía; rechaza el papel de “macho” en la masculinidad hegemónica de su cultura, y también un tipo de matrimonio que tenga como fin principal engendrar herederos varones. Sin herederos, su linaje no se continuaría. Abandonó nombre de familia, poder y estatus.

Jesús rompió el género patriarcal y procreador que era prototípico de su cultura, y llamó a los hombres (varones y mujeres), no para que vivieran en estructuras masculinas o anti-masculinas, sino en un espacio límite de género, que es el reino de Dios, un espacio de fidelidad y de amor, desde los más pequeños.

Desde ese fondo se entienden los varones de Jesús como portadores de una “masculinidad versátil”, de tal forma que tienen que aceptar voluntariamente la pobreza, superando las funciones de liderazgo, para abrirse a un tipo de hospitalidad inclusiva. Sus discípulos tienen que abandonar sus familias antiguas (sus esposas, sus hijos, sus tierras) para crear una nueva familia, según aquel dicho esencial: “En verdad, les digo, no hay nadie que haya dejado casa o esposa o hermanos o padres o hijos, por el reino de Dios, no reciba mucho más en este tiempo y en el tiempo futuro, de vida eterna” (Lc 18,29-30). Jesús llama a sus discípulos varones a un espacio “queer”, una dislocación de los papeles de género masculino en su sociedad.

(cf. El Evangelio de Lucas según la Biblia Queer – Entrega 7- / Robert E. Goss, EVANGELIO DE LUCAS, en The Queer Bible Commentary).

PARA TODO LO QUE SIGUE, CF.

Bernardo Pérez Andreo, Instituto Teológico de Murcia, Alternativa cristiana al (des)orden mundial: logos, imperio y cristianismo, publicado en Revista Iberoamericana de Teología 5 (2007) 69-90

1. La familia de Jesús, según H. Moxness

El primordial estriba en la marginalidad familiar de Jesus que le lleva a rechazar su propia familia para crear un vinculo familiar diferente, desde el celibato y la acogida de los excluidos sociales: mujeres rechazadas y niños abandonados.

La familia, en un sentido extenso o restringido es el ámbito de relación del ser humano, constituye el lugar desde el que se auto comprende y desde el que se relaciona. La personalidad diádica se ubica en el ámbito familiar e implica la referencia al grupo de manera constante, de modo que la consideración social se percibe desde la familia, el honor del ser humano esta en pertenecer a una familia y poseer la suya propia.

Sin embargo, es difícil encontrar en los Evangelios textos que dejen en buen lugar la pertenencia a la familia en el sentido antiguo (cf. Lc 14, 26-27; Mc 10, 29-30; Mt 19, 29; Mc 3, 31-35; Mt 12, 46-50; Lc 8, 19-21).

Según esos textos, Jesus se sale de la norma familiar, se margina, y ofrece una nueva imagen de familia, con nuevos criterios de pertenencia. Veamos esto de la mano de H. Moxnes en Poner a Jesús en su lugar. Una visión radical del grupo familiar y el Reino deDios, Verbo Divino, Estella 2005.

Jesus rompe con la casa propia

con el fin de dislocar la identidad y moverse a otra localización que es socialmente y espacialmente diferente, para ser resocializado en otra localización. Pero esta nueva localización es un tanto extraña porque es un “no-lugar”.

Jesus desubica a los que le siguen, y lo hace con la intención de dejarlos sin lugar fijo, sin centro de permanencia, al margen. Desde esta nueva situación pretende crear una nueva identidad basada en nuevos modelos familiares. El nuevo lugar de Jesus es un ámbito donde las relaciones ya no se establecen sobre el honor y la vergüenza, y donde él mismo es la causa de la división entre los integrantes de la familia y la destrucción de los vínculos tenidos por naturales.

Jesús mismo pretende destruir el ámbito familiar tal y como estaba organizado en su tiempo, hasta tal punto que, para los seguidores, los de su casa, son sus propios enemigos (Mt 10, 36). Además de sacar del grupo familiar propio y tradicional a sus discípulos, Jesus ofrece un nuevo grupo familiar donde las relaciones que se establecen son absolutamente diferentes.

Nueva familia de Jesús

Como leemos en Mc 3, 31-35, la nueva familia de Jesus son todos los que cumplen la voluntad de su Padre, esos son sus hermanos, hermanas y madre. Y es de significar que habiendo citado a su Padre celestial no cite ningún padre terreno para construir esa nueva familia, ni tampoco cite ninguna esposa ni hijos. Esa nueva familia no es como
las familias socialmente constituidas por vínculos de sangre y por generación sexual. Tampoco es una familia “moral”; es una familia unida por vínculos afectivo-prácticos.

Esta nueva familia se sitúa fuera de las estructuras biológicas, como vemos en el texto de Lc 11, 27-28, donde una mujer bendice el seno que lo llevó y los
pechos que lo criaron, mientras Jesus le corrige inmediatamente señalando que los dichosos son los que escuchan y cumplen la palabra
. No son las funciones biológicas de la mujer la que le hacen dichosa, como es creído socialmente en una cultura donde la procreación es entendida como un bien máximo en la mujer. La procreación y cuidado de los hijos reducen a la mujer a útil por el cual el marido consigue la descendencia y el honor social, porn ello las palabras de Jesus tienen una fuerza mayor si cabe.

El varón debe abandonar su espacio masculino, para acceder a este nuevo espacio social y familiar que propone Jesús. No serán ya sus valores masculinos los que le valdrán el reconocimiento, sino su disposición a renunciar a ellos como forma de entrar en la nueva familia. Debe renunciar a su sexualidad como medio de obtener su propia familia en la procreación, y debe renunciar a su condición de padre y esposo para convertirse en compañero dentro de un discipulado de iguales. Las estructuras patriarcales, machistas y autoritarias son abolidas en la nueva familia, como en Mt 23, 9:

“No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra,
porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo”.

Eunucos (Mt 19, 12)

En este mismo sentido hay que entender el texto sobre los eunucos de Mt 19, 12. Los varones que entren a formar la nueva familia deben sentirse como eunucos, pero es necesario conocer que significado tenia esto en el contexto en que Jesus lo dijo. La interpretación tradicional de este dicho ha conseguido domesticarlo y devolverlo a un espacio fuertemente masculinizado con todas sus prerrogativas de poder y privilegio familiar. Leer más…

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“Los problema teológicos de la familia, ¿son dogmas de fe?”, por José Mª Castillo

Lunes, 12 de enero de 2015
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Dios es FamiliaDe su blog Teología sin Censura:

(Conferencia en el Centro Cultural “Francisco Suárez”, de Granada).- 1. Cuando hablamos de la “familia”, ¿de qué hablamos? Para comprender la hondura y la importancia del problema, que aquí afrontamos, hay que tener en cuenta, ante todo, que la familia es: 1) Una unidad económica: la transmisión de la propiedad (los bienes, el patrimonio) ha sido, durante siglos, la base principal del matrimonio (Anthony Giddens, Un mundo desbocado, Madrid, Taurus, 2000, 67-68). 2) Una unidad jurídica: los deberes y los derechos de los padres, de los hijos, y de las relaciones que deben mantener, han necesitado y han justificado una serie de leyes y las consiguientes dependencias respecto al poder judicial. 3) Una unidad de relaciones emocionales: relaciones entre los cónyuges, entre los padres y los hijos, entre los hermanos….

Pero aquí es de suma importancia señalar que, en la Europa medieval (y todavía en muchas culturas) el matrimonio no se contraía sobre la base del amor sexual, ni se consideraba como un espacio donde el amor debía florecer. La desigualdad de hombres y mujeres era intrínseca a la familia tradicional. En Europa las mujeres eran propiedad de sus maridos. Y esto se extendía, por supuesto, a la vida sexual. Durante gran parte de la historia, los hombres se han valido de amantes, cortesanas y prostitutas. Los más ricos tenían aventuras amorosas con sirvientas. Eso sí, los hombres tenían que asegurarse de que sus mujeres fueran las madres de sus hijos.

4) Una unidad para la procreación: ya que el matrimonio y la familia constituyen normalmente el medio que, mediante la generación, perpetúa la especie y, sobre todo, socializa a los recién nacidos integrándolos en la sociedad.

2. Problemas teológicos de la familia

Cuando en este conjunto de problemas (propiedad, derecho, sexo, generación, educación…) entra la religión y se mezcla con tales problemas, a esos problemas se suma un elemento añadido, de enorme importancia (para bien o para mal) porque toca donde nadie más puede tocar, en la intimidad de la conciencia, allí donde uno se ve a sí mismo como una persona honrada o, por el contrario, como un indeseable, un despreciable, una mala persona. Todos los problemas que entran en el enorme bloque de la “bio-ética” están condicionados, en gran medida, por esta intromisión del hecho religioso en la institución familiar.

Esto supuesto, la pregunta que se plantea es la siguiente: los llamados “problemas teológicos de la familia”, ¿son problemas que afectan a nuestra fe cristiana? Y por tanto, si un creyente está en desacuerdo con las soluciones “oficiales”, que se les suelen dar a esos problemas, ¿es por eso un mal creyente o incluso un hereje? Dicho de otra forma, ¿se puede disentir de las soluciones “oficiales”, que se suelen dar a los problemas relativos al matrimonio y a la familia, sin ser por eso un mal cristiano que pone en serio peligro su fe y su amor a la Iglesia?

3. Dogma de Fe

En la Iglesia se entiende por “Dogma de Fe”, “una proposición objeto de fe divina y católica” (K. Rahner-H. Vorgrimler, Diccionario Teológico, Barcelona, Herder, 1966, 185). Esta afirmación se basa en la definición que, en 1870, hizo el concilio Vaticano I: “Deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ya sea por juicio solemne, ya sea por su magisterio ordinario y universal” (Denzinger-Hünermann, 3011). Por tanto, para que una verdad sea Dogma de Fe, en esa verdad tienen que darse dos elementos esenciales: 1º) Tiene que ser una verdad que ha sido revelada por Dios. 2º) Tiene que ser una verdad que el Magisterio de la Iglesia propone como revelada por Dios. Si falta uno de estos dos elementos esenciales, no hay (ni puede haber) un Dogma de Fe. La negación (o la puesta en duda) de una verdad determinada, que no reúna los dos elementos mencionados, no puede ser nunca una herejía.

De lo dicho se sigue que todo lo que no son “dogmas de fe”, son por eso mismo cuestiones de las que se puede disentir. Serían, por tanto, “quaestiones disputatae”, según la denominación que les daba a estas cuestiones la teología escolástica medieval. Es decir, serían cuestiones que siempre pueden estar sometidas a la duda, a la discusión, incluso al disenso.

4. Los problemas relativos a la familia, ¿son Dogmas de Fe?

Ante todo, tenemos presente que una verdad teológica es “Dogma de Fe” cuando esa verdad ha sido revelada por Dios (en la Biblia o en la Tradición) y cuando, además de eso, tal verdad ha sido propuesta por el Magisterio de la Iglesia como una afirmación de Fe que ha de ser aceptada y creída como Dogma. Por tanto, no basta preguntarse si tal problema concreto (relativo al matrimonio o a la familia) se encuentra en la “revelación civina”. Además de eso, tiene que estar fuera de duda que esa verdad ha sido propuesta por el Magisterio infalible como Dogma de Fe.

Ahora bien, no existe ninguna afirmación teológica, relativa al matrimonio o a la familia, que reúna los dos elementos mencionados. Concretamente, el tema de la ley natural (al que suelen apelar los documentos eclesiásticos cuando se refieren a la familia) aparece, por primera vez, en el Magisterio solemne de la Iglesia, en la Declaración “Dignitatis Humanae” sobre la libertad religiosa, del concilio Vaticano II, en 1963. El tema de la indisolubilidad del matrimonio se menciona por primera vez, en un documento pontificio, en la Encíclica “Arvanum Divinae Sapientiae”, de León XIII, en 1880. El tema de la homosexualidad fue asunto de los manuales de teología moral, hasta que en 1975, la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la Declaración “Persona humana”, rechaza abiertamente las prácticas homosexuales como contrarias al constante magisterio eclesial y al sentimiento moral de los fieles.

No se trata de analizar aquí estos documentos. Para lo que interesa al presente estudio, basta tener claro que ninguno de estos documentos, ni los que han tratado posteriormente estos asuntos, han sido pronunciamientos del Magisterio infalible de la Iglesia. Por tanto, no se trata de doctrinas vinculantes para la Fe de los cristianos.

En consecuencia, no se puede afirmar que los problemas que plantea la teología del matrimonio y la familia sean temas que afectan a la Fe divina y católica. No lo son. Así lo demuestra la historia de la Iglesia y de la teología cristiana.

En efecto, durante los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos siguieron los mismos usos y costumbres, por lo que concierne al casamiento, que había en el resto del Imperio romano. Esta situación se mantuvo, por lo menos, hasta el siglo IV (J. Duss-Von Werdt, El matrimonio como sacramento, en Mysterium Salutis, IV/2, 411). Lo cual quiere decir que los cristianos de los primeros siglos no tenían conciencia de que la revelación cristiana hubiera aportado algo nuevo y específico al hecho cultural del matrimonio en sí. Por tanto, en aquellos primeros siglos, la Iglesia no tenía un Derecho matrimonial propio y específico. Es más – y esto es importante que se sepa -, la Iglesia, durante casi todo el primer milenio, no sólo se rigió en sus decisiones (también sobre el matrimonio y la familia) por el Derecho romano, sino que “la custodia de la tradición jurídica romana recayó fundamentalmente en la Iglesia. Como institución, el Derecho propio de la Iglesia en toda Europa fue el Derecho romano. Como se decía en la Ley Ripuaria de los francos (61(58)1), en el s. VII, “la iglesia vive conforme al Derecho romano” (Peter G. Stein, El Derecho romano en la Historia de Europa, Madrid, Siglo XXI, 2001, 57). Más aún, en el año 619, el concilio de Sevilla, presidido por san Isidoro, invocaba el Derecho romano como la “lex mundialis”, aceptando así su universalidad (Conc. Hispalense II, can. 1 y 3. Cf. Ennio Cortese, Le Grandi Linee della Storia Giuridica Medievale, Roma, Il Cigno, 2008, 48). Y esto se mantuvo así, no obstante las resistencias de algún que otro autor más puritano, como fue el caso de Beda el venerable. Sin embargo, desde el año 620, las Etymologiae de san Isidoro se erigieron en la fuente de referencia más importante del Derecho romano a lo largo y ancho de Europa (Peter G. Stein, o. c., 58).

Ahora bien, es importante saber que el Derecho romano no se ocupara para nada de lo que ocurría dentro de la familia. Las relaciones entre sus miembros eran un asunto privado, en el que la comunidad no intervenía. Todo el Derecho recaía sobre el poder y los privilegios del paterfamilias, en el que se concentraba toa la propiedad familiar. Y todos los poderes sobre la mujer y sus hijos. De manera que los hijos, incluso adultos, no podían poseer bienes hasta la muerte del padre (Peter G. Stein, o. c., 7-8).

Como es lógico, estas condiciones y este vacío de legalidad indican claramente que las preocupaciones de la Iglesia no se centraban en los temas relativos al matrimonio y a la familia. En todo el primer milenio, no hay documento alguno del Magisterio que hable de los siete sacramentos. Porque la teología de los siete sacramentos se elabora a partir de los comentarios al Decretum de Graciano (.s. XI). Tales comentarios se hicieron, por tanto, a partir del s. XII, cuando aparecieron los primeros libros de Sententiae o Tractatus sobre los sacramentos (las Sententiae Divinitatis y el Tractatus de sacramentis del Maestro Simón). Hasta que se impuso el tratado de las Sentencias de Pedro Lombardo, que fue aceptado como fuente de los comentarios de los grandes Teólogos Escolásticos, de los siglos XII y XIII. Pero es importante saber que hasta el s. XIV no se impuso la doctrina de los siete sacramentos (José M. Castillo, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos, Salamanca, Sígueme, 1981, 375-301).

Sabemos que el concilio de Trento dedicó la Ses. VII por completo al tema de los siete sacramentos. Pero, para fijar exactamente el “valor dogmático” que tienen las afirmaciones, que hizo el concilio en esta Sesión, hay que tener en cuenta dos puntos capitales: 1º) Los anathemas que impuso el concilio no significan necesariamente, en modo alguno, condenas de herejía (por ejemplo, DH 1660; 1759. Cf. P. Fransen, Reflexions sur l’anathème au concile de Trente: ETL 29 (1953) 658). 2º) La pregunta que les hicieron a los padres y teólogos del concilio fue si las doctrinas, que enseñaban los reformadores sobre los sacramentos, eran “errores” o “herejías” (CT 5, 844, 31-32). Pero no hubo manera de llegar a un acuerdo sobre este asunto. Así consta expresamente en las Actas del concilio (CT 5, 994, 11-12. DH 1600; cf. José M. Castillo, o. c., 333).

Por tanto, no es un “dogma de fe” ni que los sacramentos sean siete; ni que el matrimonio cristiano sea un sacramento instituido por Cristo. A partir de esta afirmación fundamental, hay que tener presente que toda la doctrina del Magisterio, sobre el matrimonio y sobre la familia, nunca ha sido una definición dogmática. Siempre han sido enseñanzas pastorales, catequéticas o, en todo caso, de rango inferior. Ni siquiera el concilio Vaticano II se pronunció dogmáticamente sobre los asuntos que trató. Fue un “concilio pastoral”. Esto es lo que quiso Juan XXIII y mantuvo Pablo VI.

La conclusión, que cabe deducir de lo dicho, es que todas las cuestiones y problemas, que se han planteado y se están debatiendo en el Sínodo de la Familia, son cuestiones sobre las que todos los cristianos podemos (y debemos) sentirnos libres para pensar, opinar y decir nuestra opinión, sin que por eso debamos tener miedo a atentar contra nuestra fe y nuestra fidelidad a la Iglesia.

5. Cuestiones de mayor actualidad

1. Divorcio

He dicho que el Derecho de la Iglesia, durante los diez primeros siglos de su historia, fue el Derecho romano. Pues bien, en los manuales de Derecho romano se enseña que, al menos hasta el siglo IV, la libertad para divorciarse fue casi total en la sociedad romana. A partir del siglo IV, fue en aumento una cierta reprobación social en los casos de divorcios que se efectuaban sin una causa justificada (cf. Aulo Gelio, en las Noches Áticas, en 232 a. C., que probaría la mencionada reprobación social en los casos de divorcio injustificado). A partir del siglo VI, Justiniano admite el divorcio por “justa causa”. Y se sabe, con seguridad, que la Iglesia aceptó y practicó esta legislación. Por ejemplo, el año 726, el papa Gregorio II responde a una consulta de san Bonifacio: ¿Qué debe hacer el marido cuya mujer haya enfermado y como consecuencia no puede darle el débito conyugal? “Sería bueno que todo siguiese igual y se diese a la continencia. Pero, como eso es de hombres grandes, el que no se pueda contener, que vuelva a casarse; pero no deje de ayudar económicamente a la que enfermó y no ha quedado excluida por culpa detestable” (PL 89, 525). La misma doctrina sobre el divorcio entre cristianos se encuentra en el papa Inocencio I, en respuesta a Probo (PL 20, 602-603; cf. M. Sotomayor, Tradición de la Iglesia con respecto al divorcio: Proyección 28 (1981) 102-103).

2. Homosexualidad

Este asunto es motivo y causa de enorme apasionamiento y de más enorme sufrimiento. Ambas cosas. Apasionamiento en quienes lo rechazan. Y sufrimiento en no pocos de quienes lo padecen o lo tienen que soportar, en las sociedades en que esta condición de la sexualidad humana es fuertemente rechazada.

Es de sobra conocido que algunas religiones se han opuesto, y se sigue enfrentando, con violencia a las personas de condición homosexual. En la historia del cristianismo, este enfrentamiento ha llegado, a veces, a la violencia extrema del asesinato. Antiguamente, a los homosexuales se les quemaba vivos, como se hacía con los herejes. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la cultura se humaniza y, sobre todo, se conoce mejor lo que es la condición humana en su totalidad, el juicio y la estimación social de este asunto se va equilibrando.

Se suele citar a san Pablo como un opositor tajante de la condición homosexual. Pero hay que matizar este juicio. Pablo, hablando desde la Torá judía, singulariza en Rom 1, 26-27 la homosexualidad únicamente para rechazarla como “contra la naturaleza”. Pero en esa tradición, como en muchas otras, la naturaleza sexual estaba determinada por la biología, el cuerpo y los genitales. Para muchas personas hoy en día, sin embargo, la naturaleza sexual está determinada por la química, el cerebro y las hormonas. Así pues, Pablo nunca se enfrentó a la pregunta que nosotros debemos responder actualmente (J. D. Crossan, J. L. Reed, En busca de Pablo, Estella, Verbo Divino, 2006, 453). ¿Qué pasa si resulta que la homosexualidad es tan “natural”, para algunos, como lo es la heterosexualidad, para otros? En todo caso, no podemos utilizar a Pablo para responder a una pregunta que Pablo, en su tiempo y su cultura, no pudo jamás hacerse, ni sospechar del problema que esa pregunta oculta.

Por esto, parece más razonable hacerse esta otra pregunta: ¿aceptó la Iglesia, en siglos anteriores y en algunos casos, el matrimonio homosexual?

El Derecho romano, que la Iglesia aceptó e hizo suyo, reconocía dos definiciones de matrimonio. Así lo indican los manuales de Derecho romano (Antonio Fernández de Buján, Derecho Privado Romano, Madrid, Iustel, 2008, 134-135). Una de estas definiciones se encuentra ya en Ulpiano (Digesto, 1. 1. 3) y fue desarrollada por Modestino (D. 23. 2. 1), que entiende el “matrimonio, coniunctio maris et feminae, la unión del hombre y la mujer”. La otra definición está también en Ulpiano (D. 24. 1. 32. 13): “No es la unión sexual lo que hace el matrimonio, sino la afección, affectio, matrimonial”. Como es lógico, la”afección matrimonial” se puede dar y vivir lo mismo entre personas de distinto sexo que entre personas del mismo sexo. Es verdad que la definición de Modestino (“unión de hombre y mujer”) es la que prevaleció en el Decretum de Graciano y, de ahí, pasó al Derecho Canónico. Sin embargo, la segunda de las definiciones mencionadas quedó también recogida en las Instituciones de Justiniano (A. Fernández de Buján, o. c., 135). De forma que donde se pone el acento, en ambas definiciones, es en “el proyecto de vida en común” (o. c., 135). Es evidente que tal proyecto se puede realizar lo mismo entre personas de distinto sexo que entre personas del mismo sexo.

Por lo demás – y esto es fundamental -, esta legislación tuvo que traducirse en hechos. O quizá lo que sucedió es que esta legislación era la que correspondía a hechos que se vivían ya en la Edad Media. Esto es lo que demuestra el estudio de John Boswell, Las bodas de la semejanza (Barcelona-Madrid, 1996). La tesis de la obra de Boswell es que los homosexuales existieron en la sociedad medieval occidental, sin ser perseguidos de forma significativa, existiendo también una subcultura gay que era tolerada. A partir del siglo XIII, se acentúa la tendencia hacia la uniformidad en las sociedades cristianas europeas y el fortalecimiento de las autoridades tanto religiosas como civiles, cosa que se puso de manifiesto en la persecución contra los albigenses a los que se acusaba de practicar la sodomía y de cometer delitos “contra natura”. Además, Boswell demuestra que existían rituales para la celebración de la unión matrimonial entre personas del mismo sexo. La plegaria de estos rituales matrimoniales decía: “Bendice a tus siervos N. y N., no unidos por naturaleza… Y concédeles amor recíproco y que permanezcan libres de odio y escándalo…” (John Boswell, o. c., 490-491; cf. Javier Gafo, “Cristianismo y Homosexualidad”, en Javier Gafo (ed.), La homosexualidad: un debate abierto, Bilbao, Desclée, 3ª ed., 1998, 189-222).

6. Reflexión final

Es evidente que la institución familiar es la base sobre la que se sostiene la firmeza y la consistencia del tejido social. Una sociedad en la que la familia se desestructura y se rompe es una sociedad que se autodestruye. En una sociedad así, la violencia se desata hasta límites que no imaginamos. Por el contrario, en las peores circunstancias de crisis social, si la familia es sólida, la sociedad se sostiene y mantiene a las personas y a las instituciones. Lo hemos visto en la crisis económica y política de Europa. La unidad familiar ha sido decisiva para mantener una ayuda y una protección segura a quienes los parados y, en general a quienes se han visto en dificultades. Es bien conocida la ayuda que han prestado los pensionistas a los hijos parados, a los niños, a los enfermos, etc.

Es evidente también que la familia tradicional está evolucionando. Es un hecho que el elemento determinante de la familia ya no es el matrimonio, sino la pareja. Y el factor decisivo, para el mantenimiento de la pareja, es la comunicación basada en la relación pura (Anthony Giddens, o. c., 73-75). Se trata de la relación “basada en la comunicación emocional”. La relación que se basa en aquella forma de comunicación humana en la que “entender el punto de vista de la otra persona es lo esencial” (o. c., 75). Insistir en este punto, mantenerlo y enriquecerlo, todo esto es mucho más importante que resolver los problemas teológicos tradicionales de la familia. Problemas que fueron planteados por teólogos solteros. Y ahora son de nuevo los solteros los que pretenden resolver los problemas que ellos plantearon Y problemas que los clérigos solteros les metieron en la cabeza a los laicos.

Seamos, pues, respetuosos todos, unos con otros. Y, en lugar de discutir cuestiones que no van a resolver los verdaderos problemas que hoy tienen tantas familias, seamos honestos todos. Reconozcamos nuestras limitaciones. Y pongámonos a buscar las verdaderas soluciones.

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“Una gran familia”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 31 de diciembre de 2014
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15873186599_4a47509696_mEchando una vista atrás, hacia lo acontecido en este año que hoy acaba y mirando hacia el nuevo que comienza… Un sugerente artículo que hemos leído en su blog Juntos Andemos:

Los evangelios fueron escritos para transmitir una buena noticia y –como diría Juan en el suyo– para despertar la fe y dar vida. Pero, a veces, inquietan profundamente. Nada que ver con la angustia o la tristeza, sino con el impulso y la fuerza que da descubrir las huellas de Jesús.

Son textos capaces de despertar los sentimientos más profundos del ser humano y hacerle mover en la dirección de la luz. Teresa de Jesús decía que siempre los había preferido a otras lecturas espirituales y, consciente de la alegría y el valor que de ahí venía, exclamó: «¡Bendito sea el que nos convida que vamos a beber en su Evangelio!».

El relato evangélico que cuenta que María y José, con un niño recién nacido, tuvieron que huir a Egipto –un texto muy dado a las leyendas y a la imaginación– despierta algo de inquietud. Egipto era la tierra donde solían refugiarse quienes huían de la tiranía en Palestina… era lo que hoy son los países del primer mundo, adonde huyen quienes se refugian de las innumerables tiranías del siglo presente.

Teresa de Jesús se hacía eco del sufrimiento que había vivido la familia de Jesús, recordando la casi invisible presencia de José, que sostenía a la familia. Y Teresa de Lisieux se preguntaba: «¿Por qué no fueron transportados a Egipto en virtud de un milagro?… ¡cuántas penas, cuántas decepciones! ¡Cuántas veces se le habrán hecho reproches al bueno de san José!».

Al volver a este evangelio es casi imposible no pensar en lo que sucede en la actualidad… o bien, al ver lo que sucede en este siglo XXI, es inevitable volverse al evangelio a buscar luz. Porque la desazón que suscita el presente puede apagar su malestar en la inquietud que despierta el evangelio.

Teresa había comprendido que los evangelios muestran quién es Jesús y que con Él se puede dar una respuesta a los males del mundo: «Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. Él le enseñará. Mirando su vida, es el mejor dechado». La vida de Jesús es un pozo de bondad, sabiduría y esperanza.

Y en un poemita, Teresa había escrito: «Vino del cielo a la tierra para quitar nuestra guerra». El camino de vida que abre Jesús es un cambio de dirección hacia lo más humano, es creer que las cosas pueden cambiar, si no se sofoca el Espíritu que Dios da, que no es «un Espíritu cobarde, sino un Espíritu de energía, amor y buen juicio» —como decía Pablo.

La vida de Jesús estuvo llena de inconvenientes y dificultades desde el principio, como la de tantísimos seres humanos. Por eso, la Buena Noticia que Él es, se agranda al comprender su proximidad, su identificación con los menos favorecidos en el mundo. Y desvela cómo se deshace cualquier distancia con Dios.

Teresa de Jesús percibió esa proximidad y se sintió sacudida, dándose cuenta de que ella no se hacía tan «próxima», como Jesús. Decía: «No hace Él diferencia de Él a nosotros; mas hacémosla nosotros, para no nos dar cada día por Él».

Y entendió que lo que borraba las distancias con Dios era el amor: «Si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios».

La huida de Egipto evoca las innumerables huidas que causan las opresiones de este mundo, donde los que tienen –decía Teresa– sucumben a la tentación de «procurar más y más». Y aún añadió: «Así es este mundo, que él nos da bien a entender sus desvaríos si no estuviésemos ciegos».

Y la estremecedora imagen de unos inmigrantes intentando saltar la valla de Melilla, mientras algunas personas juegan en un campo de golf, evoca otra imagen impresionante: aquella en la que Jesús, colgado ya de la cruz, veía cómo se repartían sus cosas o se reían de Él, los que estaban por allí.

Ni los golfistas ni los transeúntes del Gólgota tienen mayor responsabilidad que quienes no aparecen en esas escenas. Unos y otros son como los personajes de una escena evangélica, al término de la cual reaparece la pregunta fundamental: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?».

El Jesús del Gólgota es aquel niño que tuvo que emigrar con sus padres a Egipto, pero también un hombre tierno que despertó la alegría de los más sencillos y la esperanza de tantos desechados en el Israel del siglo I. Su vida no fue fácil, pero lo que aviva todo eso no es dolor y, menos aún culpa, sino una gran esperanza: la confianza de que Él alienta otra vida posible.

El gran reto que plantea Teresa de Jesús es: «¿Cómo haré mi condición que conforme con la suya?». La condición de Jesús es la que «no hace diferencia», la que no excluye, ni rechaza… ni deporta a los huidos, ni tasa su número por conveniencias económicas*. La condición de Jesús es la acogida, la disponibilidad y la fraternidad.

Nadie ha dicho que todo eso sea sencillo, ni personal ni socialmente, pero como decía Teresa: «La medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor… si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que su Majestad quisiere». Y lo que Dios quiere es una gran familia, una fraternidad sin fronteras.

*Merece la pena leer el comunicado que Caritas, la CEE, Confer y Justicia y Paz han hecho conjuntamente: http://www.confer.es/noticias/comunicado-devoluciones-2014

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Si por ellos fuera… Jesús, José y María pasarían esta noche en la calle…

Miércoles, 24 de diciembre de 2014
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canizares-en-valenciaDefienden únicamente “su” exclusivista visión de la Familia. ¡Respeten de una vez la ley civil, la Democracia y la dignidad de TODAS las formas de Familia. Y lo peor es que no se ven ridículos con esta apoteosis de mitras, báculos y ropajes medievales…

Por cierto, ciudadano Cañizares, este domingo mi marido y yo, con mi madre y mi cuñada celebraremos el Díaa de la Familia… como Dios manda, con inclusividad y fidelidad al Evangelio…

Urge a la “defensa” de la familia para “superar la cultura de la muerte”
Cañizares denuncia que la familia “está siendo sacudida en sus cimientos por graves amenazas claras y sutiles”
“La familia debería ser la primera y gran prioridad mundial”

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, hace en su carta pastoral de este domingo un llamamiento a las familias y parroquias de la diócesis a participar el próximo sábado en el Día de la Familia y ha advertido de que “sólo la defensa y afirmación de la familia abrirá el camino, necesario y urgente, hacia la civilización del amor, hacia la afirmación del hombre y su dignidad, hacia la cultura de la vida superando la tenebrosa cultura de la muerte que con tanto poderío nos amenaza“.

En su carta, el purpurado explica que la familia es “un inmenso regalo de Dios, un maravilloso don divino, lo mejor que tenemos” y señala que la cita del próximo sábado, víspera de la fiesta de la Sagrada Familia, “será el gran canto jubiloso de esperanza que se encuentra en la identidad de la familia y de su base y fundamento, que es el matrimonio entre un hombre y una mujer, abierto a la vida, icono de la alianza nupcial de Dios”.

El cardenal reconoce que “vivimos tiempos no fáciles para las familias y alerta de que “la institución familiar se ha convertido en blanco de contradicción: por una parte, es la institución social más valorada en los sondeos de opinión, y, por otra, está siendo sacudida en sus cimientos por graves amenazas claras y sutiles, incluso con legislaciones que no la favorecen como se debiera hacer”. Además, la familia “se ve acechada hoy, en nuestra cultura y en nuestra sociedad, por un sinfín de graves dificultades, al tiempo que sufre incluso ataques de gran calado, que a nadie se nos oculta”.

De hecho, continúa Cañizares, “esta situación es tan delicada, tan grave y de tan graves consecuencias para el futuro del hombre y de la sociedad que hoy, sin duda, se puede considerar la estabilidad del matrimonio y la salvaguardia y defensa de la familia, su apoyo y reconocimiento público, como el primer problema social”.

“Cuando se ataca, se deteriora, o no se defiende o protege la familia se pervierten las relaciones humanas más sagradas, se llena la historia de muchos hombres y mujeres -en todas las edades- con sufrimiento y desesperanza, y se proyecta una amarga sombra de soledad y desamor sobre la historia colectiva y sobre toda la vida social”.

Por todo ello, considera el purpurado que “la familia debería ser la primera y gran prioridad mundial”. Sin embargo, el cardenal Antonio Cañizares, exhorta a no tener miedo aunque sean muchas las dificultades y, aunque “a veces hasta puedan escasear nuestras fuerzas, o debilitarse nuestros ánimos”, porque “contamos con el auxilio, fuerza y fortaleza de Dios, y lo invocamos y nos confiamos a sus manos”.

Al término de su carta, el cardenal Cañizares invita a que la celebración del Día de la Familia el próximo sábado en la archidiócesis de Valencia “sea una gran fiesta de la fe de las familias cristianas en Dios que es Amor; una gran fiesta de gozo y de humanidad compartida con todos los que, con nosotros, apuestan por la familia, creen en la familia, viven en familia y la defienden”.

“Ese día será una ocasión preciosa para afirmar vibrante y gozosamente, con certeza y valentía, la gran verdad de la familia; ese día expresaremos y manifestaremos, sin poder callarlo, la gran seguridad, la fundada esperanza de que en la familia está el futuro de la humanidad y de cada hombre” y, además, “será, sin duda, el testimonio más cierto de que nuestra sociedad valenciana, de que la Iglesia en Valencia unida a toda la Iglesia, tiene futuro porque apostamos por la familia, pequeña iglesia doméstica, signo y morada del amor, que es Dios”.

Fuente Religión Digital

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Encuentro Nacional reunirá personas LGBT y familiares de todo Paraguay

Lunes, 17 de noviembre de 2014
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congreso_lgbt_paraguayoEste Congreso merece especial atención, ya que es una iniciativa histórica para la población LGBT de ser escuchada y construir demandas políticas de movilización hacia diversas instituciones de gobierno y la sociedad civil”, afirman desde la organización.

En el marco del proyecto Araroky Táva: Ambientes sociales favorables para la participación juvenil activa el ejercicio de sus Derechos Humanos impulsado por SOMOSGAY con el apoyo de la Unión Europea, la Fundación Triángulo de España y la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AEXCID), el día sábado 22 de noviembre se llevará a cabo el Encuentro para familiares y amigos de personas LGBT y el Congreso Nacional LGBT desde las 10:00 hasta las 16:00 hs. en la sala de conferencias del Parque Hotel Alta Gracia, en la ciudad de Caacupé.

Los talleres participativos del Encuentro de Padres serán llevados a cabo por las especialistas en los temas; la Educadora Rossana Mayeregger, Yolanda Mujica y Eugenia Insaurralde, con un fuerte componente experiencial, donde las y los familiares puedan ahondar en las mayores situaciones cotidianas con referencia al tema de la diversidad sexual, los derechos humanos y la discriminación.

El camino que inicia el Congreso Nacional LGBT es el de una serie de conferencias departamentales y municipales, que gradualmente se realizarán a medio plazo, en las cuales se llevaría la discusión de las principales demandas políticas LGBT. Se espera cubrir varias cuestiones en este III Congreso Nacional, como el trabajo, la justicia y la seguridad pública, la salud y el bienestar, el deporte y la educación para las personas lesbianas, gay, bisexuales y trans, enfocadas a delinear estrategias para fortalecer la ciudadanía LGBT, así como para combatir la violencia, la homofobia y la discriminación.

Este III Congreso Nacional busca reunir a activistas de todo el país por el avance de la consolidación de un movimiento de justicia social que apoye la construcción de una sociedad paraguaya sin exclusiones. Para este evento, están invitados a participar los activistas LGBT interesados en las discusiones, debates y temas previstos a trabajar durante los dos días del evento.

Como resultado de este Congreso se aspira al establecimiento de líneas de trabajo de la Federación LGBT Paraguaya a través del Primer Plan de Ciudadanía LGBT de Paraguay, que guiará sus actividades para garantizar los derechos civiles, sociales, económicos y políticos para la población LGBT.

Este evento busca ofrecer un espacio positivo para la discusión de los problemas de las y los gays, lesbianas, bisexuales y trans. Con este Congreso Nacional, además, se busca iniciar un proceso de fortalecimiento de las bases de activistas en el interior de nuestro país. Este objetivo se muestra clave para las metas de SOMOSGAY y la Federación LGBT Paraguaya en general, principalmente en lo referente a la creación de espacios de intercambio y aprendizaje que busquen empoderar a los y las activistas de todo el país, dando respuesta al centralismo puesto hasta ahora por el movimiento en la capital del país.

El formulario de inscripción se encuentra disponible en línea en este enlace: http://bit.ly/congresoform. Además, las inscripciones están disponibles vía telefónica y de manera presencial en El Centro Comunitario LGBT.

Fuente Somos Gay

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“El Sínodo sobre la familia, freno a la reforma de Francisco”, por Juan José Tamayo, teólogo

Viernes, 7 de noviembre de 2014
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familia tradicionalEl arzobispo norteamericano Chaput se suma a Burke y acusa al Papa de convertir la Iglesia “en un barco sin timón” y denuncia que Bergoglio “está dejando a los creyentes un poco mareados”

Leído en la página web de Redes Cristianas

La reforma de Francisco parece haber naufragado o, al menos, encallado en el Sínodo celebrado en Roma del 5 al 19 de octubre, que ha reunido a cerca de 200 obispos de todo el mundo para reflexionar sobre la concepción, la actitud y la práctica pastoral de la Iglesia católica en torno a diferentes orientaciones sexuales, a los diferentes modelos de familia y otras cuestiones vinculadas con ella. Éramos muchas las personas de fuera y de dentro de la Iglesia católica que esperábamos un cambio de mentalidad, de orientación y de rumbo en un tema que se caracteriza por planteamientos anclados en el pasado sin apertura alguna a los cambios producidos en las últimas décadas en la sociedad. Pero éramos también conscientes de los obstáculos que se interponían y del peligro de que se produjera un estancamiento

El primer obstáculo lo constituían los propios protagonistas del Sínodo: los obispos. ¿Qué aportaciones podían hacer unas personas que no son especialistas en el tema, ni siguen de cerca los estudios especializados en las diferentes disciplinas que se ocupan del fenómeno de la familia en toda su complejidad? Personas que, además, han renunciado a formar una familia para dedicarse en exclusiva al servicio de la Iglesia. Es verdad que fueron invitados expertos y matrimonios, pero sin apenas influencia en los debates y sin voto a la hora de aprobar las proposiciones finales.

El segundo era la herencia de los papas anteriores. Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI se mantuvieron instalados rígidamente en el paradigma tradicional de la familia y de la doctrina sobre la sexualidad y condenaron los modelos de familia que no se atuvieran a la imagen conservadora del matrimonio “cristiano”. Pablo VI, beatificado el pasado domingo por Francisco, condenó los métodos anticonceptivos en 1968 en la encíclica Humanae vitae, en clara oposición a las orientaciones del concilio Vaticano II, que defendía la paternidad responsable, y en contra de la mayoría de la Comisión de científicos y de teólogos que le asesoraba y que era partidaria del uso de dichos métodos para poner en práctica el principio conciliar de la referida paternidad responsable. La encíclica provocó una de las más graves rupturas de los teólogos, las teólogas y de los movimientos cristianos críticos con el Vaticano y generó un clima de malestar profundo dentro de la Iglesia, que desembocó en una actitud de justificada desobediencia colectiva a las orientaciones papales tanto en la teoría como en la práctica.

En la encíclica Familiaris consortio Juan Pablo II ya alertaba sobre los signos más preocupantes en torno al tema que ha discutido el Sínodo reciente, entre los cuales citaba “la facilidad del divorcio y del recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a “desposarse en el Señor”; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio”.

El cardenal Ratzinger, siendo presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigió en 1986 una durísima carta a los obispos norteamericanos en la que afirmaba que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada objetivamente desordenada. El documento reaccionaba ante quienes creíamos –y seguimos creyendo- que oponerse a la actividad homosexual y a su estilo de vida constituye una forma de discriminación injusta, y osaba aseverar, negando la evidencia, que la actitud de la Iglesia contra la homosexualidad no comporta discriminación alguna, sino que busca la defensa de la libertad y de la dignidad de la persona.

En coherencia con este planteamiento, Ratzinger pedía a los obispos que no incluyeran en ningún programa pastoral a organizaciones de personas homosexuales sin antes dejar claro que toda actividad homosexual es inmoral, ordenaba retirar todo apoyo a organizaciones que pretendieran subvertir la enseñanza de la Iglesia en esta materia, prohibía el uso de locales “propiedad de la Iglesia” para actos de grupos homosexuales e instaba a defender los valores del matrimonio frente a proyectos legislativos que defiendan las reivindicaciones de los colectivos homosexuales.

Por esas fechas, la Congregación romana para la Educación Católica publicaba la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales con vistas a su admisión en el seminario y a las órdenes sagradas, que prohibía a los homosexuales ingresar en los seminarios y acceder al sacerdocio. Prohibición que sigue manteniéndose hoy a rajatabla.

No resultaba fácil romper en el Sínodo con esa tendencia excluyente de las personas homosexuales y de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar, ya que en ella fueron educados –mejor instruidos- muchos de los padres sinodales.

Un tercer obstáculo fue la creación, desde el comienzo de la preparación del Sínodo, de un “frente” de oposición a cualquier cambio, liderado por el cardenal Gerhard Ludwig Müller, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombrado por Benedicto XVI para mantener la ortodoxia y evitar cualquier desviación en materia doctrinal y moral. Se apresuró a escribir un libro sobre la familia recordando la doctrina tradicional, que considera inamovible, y firmó un documento junto con otros cardenales en contra de la reforma que en este tema pretendía introducir Francisco.

Pero no todas eran inercias, obstáculos y problemas. Había también síntomas de apertura. Fue el propio papa Francisco quien, al poco de ser elegido, propició un nuevo clima y abrió el debate sobre la actitud de la Iglesia hacia los homosexuales y el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar a los sacramentos. En el propio Sínodo reinó un clima de libertad y los participantes en el mismo pudieron expresar sin ningún tipo de restricciones en lo referencia a la expresión de sus ideas. Dicho clima fue favorecido por Francisco, quien asistió a las sesiones en actitud de escucha y sin interferirse en las discusiones.

Ya en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013, preguntado a bordo del avión por su actitud hacia los homosexuales, respondió de esta guida: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle? No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”.

En otra ocasión insinuó la posibilidad de revisar la actual prohibición del acceso de los divorciados que han vuelto a casarse y adoptar una actitud menos excluyente que la actual. Hubo cardenales que remaron en la dirección del papa y mostraron una actitud más abierta y favorable al cambio, entre ellos el cardenal Kasper que, en respuesta a los cardenales firmantes del documento conservador, respondió que “la verdad católica no es un sistema cerrado” y defendió el acceso de las personas divorciadas vueltas a casar a la eucaristía, si bien imponiendo unas condiciones muy severas:

“Si un divorciado vuelto a casar: 1. Se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio 2. Se han esclarecido las obligaciones del primer matrimonio, y se ha definitivamente excluido que regrese atrás. 3. Si no puede abandonar sin otras culpas las responsabilidades asumidas con el matrimonio civil. 4. Si, sin embargo, se esfuerza por vivir del mejor modo según sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y de educar a los propios hijos en la fe. 5. Si tiene el deseo de los sacramentos como fuente de fuerza para su situación, ¿debemos o podemos negar, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), los sacramentos de la penitencia y después de la comunión?”.

Su respuesta es afirmativa, pero con importantes matices y precisiones: “Este posible camino no sería una solución general. No es el camino ancho de la gran masa, sino más bien el estrecho camino de la parte probablemente más pequeña de los divorciados vueltos a casar, sinceramente interesados en los sacramentos. ¿No es necesario tal vez evitar aquí la peor parte? (o sea la pérdida de los hijos con la pérdida de toda una segunda generación)… Un matrimonio civil como el que fue descrito con criterios claros debe distinguirse de otras formas de convivencia irregular, como los matrimonios clandestinos, las parejas de hecho, sobre todo la fornicación, de los así llamados matrimonios salvajes. La vida no es solo blanco y negro. De hecho, hay muchos matices”.

La propia metodología seguida en la preparación del Sínodo permitía albergar esperanzas de cambio. El Vaticano envió una encuesta a todos los cristianos y cristianas en torno a las cuestiones que se iban a abordar en la asamblea episcopal para conocer la opinión de las diferentes comunidades católicas del mundo sobre el tema. La mayoría de las respuestas eran favorables a una mayor apertura y a una actualización de la doctrina sobre la familia más acorde con los cambios producidos en las últimas décadas.

Pero ese clima de apertura enseguida se encontró con la réplica del cardenal Müller, que apelaba a argumentos de carácter dogmático y jurídico para oponerse incluso a la posibilidad de discutir sobre el tema: “Si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme a derecho; por tanto, es imposible que reciban los sacramentos”.

En el Sínodo se han producido, es verdad, cambios importantes en el análisis de la situación de la familia y en las críticas hacia sus patologías, en las actitudes y en el lenguaje empleado. La proposición 8 hace un buen análisis de las situaciones más graves por las que pasa hoy la familia: discriminación de las mujeres y creciente violencia de género contra ellas, con demasiada frecuencia dentro de la familia; abusos sexuales de los niños y de las niñas; penalización de la maternidad en vez de su consideración como valor; mutilación genital en algunas culturas; efectos negativos de las guerras, el terrorismo y el crimen organizado en las familias; crecimiento del fenómeno de los niños de la calle en las grandes metrópolis y en sus periferias.

La actitud ante los matrimonios civiles y las parejas de hecho es más comprensiva y acogedora, ya que, se dice, en ellos deben descubrirse elementos positivos, y en la actitud hacia los homosexuales. Muestra la necesidad de acoger las personas en situaciones difíciles como el divorcio y de buscar nuevos caminos pastorales para las familias heridas, no basadas en “soluciones únicas”

Pero en las cuestiones de fondo no se ha producido cambio alguno. Dos ejemplos. La proposición 52 describe las dos tendencias de los padres sinodales en torno a la posibilidad –solo la posibilidad- de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía: la que se muestra partidaria de mantener las actuales normas prohibitivas en vigor, y la partidaria de permitir el acceso a los sacramentos, pero con muchas restricciones: no de manera generalizada, sino en algunas situaciones especiales y con condiciones muy precisas. Además, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un “caminar penitencial” bajo la responsabilidad del obispo diocesano. Aun con todas estas restricciones, esta proposición contó con el rechazo de 74 padres sinodales y no logró los 2/3 tercios.

Otro ejemplo es la proposición 55 sobre los homosexuales. Defiende la necesidad de una acogida respetuosa y de un trato no discriminatorio hacia ellos, pero es contundente en el rechazo de los matrimonios homosexuales, hasta el punto de excluirlos del plan de Dios sobre la familia y el matrimonio. Con todo, la proposición fue rechazada por 62 padres sinodales y tampoco logró los 2/3.

Para frenar la lógica sensación pesimista que deja el Sínodo en quienes esperaban que la apertura fuera real ya, se afirma, como consuelo, que en este Sínodo no se ha dicho la última palabra y que hay que esperar al de octubre de 2015, que elaborará las conclusiones definitivas sobre la familia. Yo pregunto: ¿Cambiará entonces el panorama y se reconocerá sin trabas, prejuicios y prevenciones el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar el matrimonio a los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia y el reconocimiento del matrimonio homosexual como lo hace la Iglesia Anglicana, o volverán a emplearse fórmulas ambiguas del “sí, pero no”, tan propias del lenguaje eclesiástica ¿O se dejará la respuesta ad kalendas graecas?

¿Se seguirá pensando con categorías jurídicas o se hará al ritmo de la vida y atendiendo a los problemas reales de la familia? ¿Se buscarán las respuestas apelando al Código de Derecho Canónico o a la racionalidad dialógica? ¿Se seguirá expulsando de la comunidad eclesial y de la eucaristía que, según el Vaticano II, es el centro de la vida cristiana, a quienes se considera pecadores por el hecho de haber iniciado un nuevo proyecto de vida común y de haber formado una nueva familia?

¿Se respetarán y reconocerán en la Iglesia católica las diferentes identidades sexuales: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, que de hecho existen entre los cristianos y las cristianas como existen en la sociedad? ¿Caminará la Iglesia oficial al ritmo de la sociedad y será sensible, como pedía Juan XXIII, a los signos de los tiempos, entre los cuales se encuentra el reconocimiento explícito de los diferentes modelos de familia, o perderá de nuevo el tren de la historia?

Y una reflexión final en clave de realismo. Yo creo que considerar un problema el acceso a la eucaristía a personas divorciadas vueltas a casar y a los matrimonios homosexuales solo existe en las mentes de los jerarcas, no en la práctica. Y negar dicho acceso se encuentra en el Código de Derecho Canónico, no en la vida de las comunidades cristianas. Son muchas las comunidades eclesiales de todo el mundo (parroquias, comunidades de base, grupos de matrimonios, etc.) que ni siquiera se plantean el problema. Las cristianas y los cristianos divorciados que han vuelto a casarse y las parejas homosexuales son acogidos sin ningún tipo de reserva en dichas comunidades, de las que forman parte, y participan en los sacramentos como el resto de los creyentes. Y lo hacen con toda naturalidad, sin ningún complejo de culpa, sin consultar ni pedir permiso a los clérigos y obispos, ni preguntarse si actúan conforme a la disciplina de la Iglesia, sin someterse a ningún “camino de penitencia”. Bastante penitencia ha tenido y sigue teniendo su vida como para añadirle todavía otra más.

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“Familia: ¿Qué quiere la Iglesia?”, por José María Castillo, teólogo

Domingo, 26 de octubre de 2014
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Dios es FamiliaDe su blog Teología sin Censura:

¿Qué quiere resolver la Iglesia en lo que se refiere a los problemas que más preocupan ahora mismo a la familia? Como es lógico, lo primero que llama la atención – y resulta difícil de explicar – es que los problemas que ha tratado el Sínodo no son los que más interesan y preocupan a la gran mayoría de las familias del mundo. El angustioso problema de la vivienda, el problema de un jornal o un sueldo con el que llegar dignamente a fin de mes, el problema de la salud y de la seguridad social, el de la educación de los hijos. Por lo menos, estos asuntos tan graves y que tanto angustian a la gente no han estado – que sepamos – como problema centrales en el orden del día de ninguna de las comisiones o de las sesiones del Sínodo.

Esto da pie para pensar o quizá sospechar – al menos, en principio – que quienes han preparado y organizado los trabajos del Sínodo son personas que pueden dar la impresión de que viven más preocupadas por los dogmas católicos y la moral, que predica el clero, que por los sufrimientos y humillaciones que están soportando muchas más familias de las que imaginamos. No hay que ser ni un sabio ni un santo para darse cuenta de esto. Para hacerse lógicamente la pregunta que acabo de plantear. Y que nadie me diga que los asuntos, que acabo de apuntar, son problemas que tienen que ser resueltos por economistas y por políticos. Por supuesto, lo que he dicho es asunto que concierne directamente a la economía y a la política. Pero, ¿sólo a economistas y políticos? Y entonces, ¿el sufrimiento, la dignidad, la seguridad y los derechos de la gente, los derechos fundamentales de las familias, no nos tienen que interesar, ni por ellos podemos ni tenemos que hacer nada?

Esta es la primera gran cuestión que, a mi modesto entender, tendría que interesar sobre todo – y antes que ninguna otra cosa – a la Iglesia, especialmente a sus dirigentes. Lo digo con tiempo, cuando todavía tenemos un año por delante para llegar a las conclusiones finales del Sínodo.

Pero, viniendo ya a los problemas que el Sínodo ha tratado, mi pregunta es la siguiente: a la Jerarquía de la Iglesia, ¿qué es lo que más le interesa y le preocupa? ¿gente que “se quiere”? o ¿gente que “se somete”? Confieso que estas preguntas se me han ocurrido pensando y recordando lo que yo mismo estoy viendo en el mundo eclesiástico desde hace más de 60 años, es decir, desde que ando metido en ambientes clericales. Lo mismo en España que fuera de España, lo que yo he palpado, en los ambientes de Iglesia, es que los problemas de la economía y los asuntos sociales no suelen preocupar demasiado. Porque normalmente tales problemas (en las instituciones eclesiásticas) están resueltos. Mientras que los asuntos relacionados con la ortodoxia dogmática (sumisión a la Jerarquía) y con el sexo (observancia de la moral), no sólo suelen ser muy preocupantes, sino que con frecuencia resultan casi obsesivos o rozando la obsesión. La consecuencia, que se suele seguir de este estado de cosas, y que la gente nota mucho, está a la vista de todos: los obispos no suelen hablar (o se limitan a alusiones genéricas) sobre la corrupción política y sus consecuencias, mientras que esos mismos obispos suelen poner el grito en el cielo si lo que se plantea es el problema de los matrimonios entre personas homosexuales o, en general, cuestiones relacionadas con el sexo. De ahí, por poner un ejemplo, la diferencia de trato que reciben, en tantos confesionarios, los capitalistas y banqueros o los gays y lesbianas.

Todo esto nos lleva – me parece a mí – a una pregunta mucho más radical: ¿por qué las religiones afrontan de manera tan distinta los problemas relacionados con “la propiedad de los bienes” y los problemas que se refieren al “cariño entre las personas”? Desde el punto de vista de la sociología, uno de los especialistas más reconocidos en esta materia, Anthony Giddens, ha escrito: “La familia tradicional era, sobre todo, una unidad económica. La producción agrícola involucraba normalmente a todo el grupo familiar, mientras que entre las clases acomodadas y la aristocracia la transmisión de la propiedad era la base principal del matrimonio. En la Europa medieval el matrimonio no se contraía sobre la base del amor sexual, ni se consideraba como un espacio donde el amor debía florecer” (Un mundo desbocado, pg. 67-68).

En realidad, “la propiedad de los bienes” (y no “el cariño entre las personas”), como factor determinante de la familia tradicional, viene de más lejos y tiene su origen en otra fuente: el Derecho. Como es sabido, la familia era la unidad que interesaba al primer Derecho romano. Este Derecho no se ocupaba de lo que ocurría dentro de la familia. Las relaciones entre sus miembros eran un asunto privado, en el que la comunidad no intervenía. La familia estaba representada por su cabeza, el paterfamilias, en el que se concentraba toda la propiedad familiar. Y todos sus descendientes, en línea paterna estaban bajo su control. Cualquier hijo no dejaba de estar bajo su poder. Más aún, un hijo no dejaría de estar bajo el poder de su padre hasta que llegase a adulto e incluso, hasta que no muriese el padre, no podría tener propiedades por sí mismo. Consecuentemente toda la propiedad familiar se mantenía unida y los recursos de la familia, como un todo, se reforzaban (Peter G. Stein, El Derecho romano en la historia de Europa, pg. 7-8). Lo notable es que la Iglesia hizo plenamente suyo este Derecho. De forma que, por ejemplo, el concilio de Sevilla, del año 619, califica al Derecho romano como lex mundialis, es decir la ley por antonomasia a la que tendrían que someterse todos los pueblos (cf. E. Cortese, Le Grandi Linee della Storia Giuridica Medievale, pg. 48).

Pues bien, en este contexto de ideas y de leyes, resulta comprensible y lógico que la Iglesia, a medida que se fue acomodando a la cultura y al Derecho heredado del Imperio romano, en esa misma medida fue asumiendo e integrando en su vida y en su sistema organizativo lo que era común a las demás religiones. Me refiero a lo que, con razón, ha dicho uno de los más reconocidos especialistas en esta materia: “La religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implica dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles” (Walter Burkert, La creación de lo sagrado, pg. 146). De ahí que las teologías y los rituales de las religiones, si en algo insisten y en algo son semejantes los unos a los otros, es precisamente en cuanto afecta a la “sumisión”. Y conste que, por lo que afecta concretamente a esta sumisión, los rituales que la crean, la fomentan y la mantienen, “no están limitados a una religión particular, sino que se encuentran en todo el planeta, y se puede demostrar que algunos de ellos son prehumanos” (o. c., pg. 156). La sumisión, desde las sociedades prehumanas, se expresa creando la impresión que uno produce al inclinarse, arrodillarse, tirarse al suelo, arrastrarse, en suma, todo lo que es “no agrandarse”. Y está demostrado que los rituales religiosos coinciden todos en esto (K. Lorenz, On Aggression, Nueva York, 1963, pg. 259-264; I. Eibl-Eibesfeldt, Liebe und Hass: Zur Naturgeschichte elementarer Verhaltensweisen, Munich, 1970, pg. 199 ss).

Ahora bien, lo más sorprendente, en todo este asunto, es comparar estos supuestos básicos de la familia y de la religión con los relatos de los evangelios que, repetidas veces, se refieren tanto a la familia como a la religión. Sabemos, en efecto, que Jesús, lo mismo en lo que se refiere a la familia como en lo que respecta a la religión, asumió públicamente y sin ambigüedades una actitud sumamente crítica. Me explico.

Por lo que afecta a la religión, los evangelios nos informan de los enfrentamientos y conflictos constantes y crecientes que tuvo Jesús con los dirigentes religiosos y sus rituales. A esto se refieren los enfrentamientos con escribas y fariseos, con los sumos sacerdotes y senadores, incluso con el mismo Templo de Jerusalén. Hasta terminar siendo detenido por las autoridades religiosas, acabando en el juicio, la condena y la ejecución violenta en el tormento de los crucificados, los “lestaí” (Mc 15, 27; Mt 27, 38), es decir, no los simples ladrones, sino los rebeldes políticos, como explica F. Josefo (H. W. Kuhn: TRE vol. 19, 717). Jesús fue el hombre más profundamente religioso que podamos imaginar. Pero la religión de Jesús quedó desplazada del modelo establecido: su religión (como el Dios que representaba) no estuvo centrada en “lo sagrado”, sino en “lo humano”. Esto es capital para entender el Evangelio Y sin embargo, esto no es central para entender la Teología cristiana. Ni esto es tampoco el centro de la vida de la Iglesia.

Por lo que se refiere a la familia, es seguro que las relaciones de Jesús con su propia familia fueron tensas y complicadas: sus parientes lo tuvieron por loco (Mc 3, 21) y no creían en él, incluso lo despreciaban (Mc 6, 1-6; cf. Jn 7, 5). Por otra parte, lo primero que Jesús les exigía, a quienes pretendían seguirle, era abandonar la propia familia (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62). Y cuando un día le dijeron que le buscaban su madre y sus hermanos, la respuesta de Jesús fue decir que su madre y sus hermanos son los que escuchan y cumplen lo que Dios quiere (Mc 3, 31-35; Mt 12, 46-50; Lc 8, 19-21). Pero Jesús, en lo que se refiere a las relaciones con la familia, llegó más lejos. Porque se atrevió a decir que él no había venido a traer paz, sino espadas, división y conflicto, precisamente entre los miembros de la propia familia (Mt 10, 34-42; Lc 12, 51-53; 14, 26-27). Es más, Jesús llegó a tocar en lo intocable de aquel modelo de familia: “No llaméis “padre” a nadie en la tierra” (Mt 23, 9). Una prohibición tan fuerte, en aquella cultura, que llegó a desmontar el eje mismo de aquel modelo de relaciones familiares. Los grandes, los importantes, no son los “padres” y “jerarcas”, sino los “niños”, los “pequeños”: el reinado de Dios es de los que se hacen como ellos (Mt 19, 14).

¿Qué quiere decir todo esto? ¿Dónde está el fondo del asunto? Las relaciones de parentesco no son libres, sino que nos son dadas e impuestas a cada ser humano que viene a este mundo. Por el contrario, las relaciones comunitarias y de amistad, dado que nacen de convicciones libres y de sentimientos que cada cual acepta libremente, son siempre relaciones que se basan en la libertad humana y se mantienen por la fuerza de la decisión libre. Lo más bello, lo más gratificante y lo más motivador de la relación de fe y confianza en el otro, y en Dios, es que siempre es posible porque es una relación libre. De tal manera que lo determinante, en este modelo de familia y de grupo, no es la sumisión, ni al “poder represivo”, ni al “poder seductor” (Byung-Chul Han), sino que lo decisivo es la fe y la confianza, en el encuentro (con el Otro, con los otros, con alguien en concreto) mediante la “relación pura” (A. Guiddens), que se basa en la comunicación emocional. La forma de comunicación en la que las recompensas derivadas de la misma son la base primordial para que tal comunicación pueda mantenerse y perdurar. Por esto precisamente la experiencia nos dice que donde hay cariño verdadero, por eso mismo hay libertad, mientras que donde hay religión (centrada en lo ritual y lo sagrado) hay sumisión.

Ahora bien, supuesto lo dicho en esta (ya demasiado prolongada) reflexión, vuelve la pregunta inicial: ¿Qué quiere la Iglesia con todo lo que ha removido a propósito de la familia? Por supuesto, el papa Francisco, al convocar y programar el Sínodo de la Familia, ha querido responder a problemas apremiantes que tienen planteados miles de familias en todo el mundo. Pero es de suponer que el papa Francisco, al convocar este Sínodo, exigiendo libertad para hablar de los problemas y transparencia para informar de lo que se ha hablado en las sesiones sinodales, lo que ha hecho ha sido poner en marcha, sin posible vuelta atrás, un proceso de apertura de la Iglesia a los problemas reales y concretos que, en este momento histórico, se nos plantean a todos.

Pero lo que ha ocurrido es que, no sólo se ha puesto en marcha este proceso, sino que, además de eso, el mundo se ha enterado de que en la Iglesia persiste muy vivo un sector importante de clérigos (de todos los rangos) y de laicos que identifican las creencias cristianas con posiciones inmovilistas e intolerantes que, además, desde el punto de vista de la más documentada, sana y ortodoxa teología, son posiciones indemostrables. Y, por tanto, posiciones que ocultan pretensiones inconfesables de poder y autoridad que se orientan más a mantener intacta la “sumisión” de los fieles que a fomentar la “libertad” que brota del cariño entre los seres humanos.

La situación es delicada. Hay que evitar, a toda costa, un nuevo cisma en la Iglesia. Pero no podemos estar incondicionalmente con quienes identifican el cristianismo con una religión centrada en la observancia de rituales sagrados, que produce obsesivamente sumisión a jerarquías ancladas en un pasado y en una cultura que ya no son ni nuestro tiempo, ni la cultura en que vivimos. Un cristianismo así, produce personas muy religiosas y un clero fiel a jerarquías eclesiásticas que se identifican más con los privilegios que le ofrece el poder político que con la libertad indispensable para lograr una sociedad más justa en la que todos los ciudadanos podamos vivir en justicia e igualdad de derechos. Si nuestro proyecto de vida quiere ser fiel a Jesús y a su Evangelio, no tenemos más camino que la apertura al futuro que entre todos tenemos que construir. Es más, si de verdad queremos a la Iglesia y ser fieles a la ”memoria peligrosa” de Jesús, los cristianos tenemos, en el camino que nos está abriendo y trazando el papa Francisco, el itinerario cierto que nos lleva al fin que anhelamos.

José M. Castillo

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Joseanne Peregin: “Miedos y esperanzas de una madre católica de un hijo gay – la perspectiva de un padre”

Miércoles, 22 de octubre de 2014
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carta-hijo-gay-600x330Presentación de Joseanne Peregin* (Presidenta de la Comunidad de Vida Cristiana de Malta) para “Los caminos del Amor. Conferencia internacional para una pastoral con las personas homosexuales y transexuales” (Roma, 3 de Octubre de 2014), traducido por Carlos (Pastoral de la Diversidad Sexual de Santiago, Chile)

Ni en mis sueños más locos me habría imaginado que estaría dando un discurso a teólogos. Pero tampoco habría soñado alguna vez que sería la madre de un hijo gay tampoco.

Vengo de la pequeña isla de Malta, donde todos conocen a todos y la gran mayoría de nosotros somos católicos tradicionales. He estado felizmente casada por casi 20 años y soy la madre orgullosa de 3 hijos, todos ellos de veintitantos. He sido miembro activo de la CVX por más de 35 años, 6 de ellos como presidenta de la CVX Malta. Más recientemente, sin embargo, mi servicio en la iglesia ha evolucionado ya que la línea de ayuda para padres que están luchando con la “salida del armario” de sus hijos.

En 2008, el grupo DrachmaLGBT, el cual fue establecido en 2004, había invitado a la Hna. Jeannine Grammick a Malta. Después de oír su charla, un puñado de padres decidieron volverse a reunir y aún lo hacemos todos los meses. El Grupo de Padres Drachma ofrece un ESPACIO SEGURO para que los padres asuman su proceso de aceptación.
Si bien es un ESPACIO SEGURO, no es un espacio cerrado, por lo que me causa gran alegría compartir esta experiencia con ustedes, aún cuando cono toda seguridad no soy un teólogo.

Comenzaré con cómo lidié con la “salida del armario” de mi hijo – conducida por la frase ignaciana: “Dios está en todas las cosas”. Entonces, explicaré algunas dificultades con la posición de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad. Y finalmente, diré algo sobre mi propia “salida del armario” como padre (probablemente, mi participación en esta Conferencia es mi etapa final en este proceso).

Lidiando con la “salida del armario” de mi hijo

Entonces, ¿cómo fue que mi hijo de 17 años “salió del armario” conmigo? Bueno, de un modo bien típico de su generación: ¡me mandó un SMS! Ocurrió mientras íbamos en el auto de vuelta a casa una tarde. Me detuve a leer el mensaje y decía: “Mamá, soy gay” (no es eso loco ). De cualquier modo, comencé con las típicas frases de negación, como “es sólo una fase…”.

Pero él me paró en seco y me explicó que había estado seguro por un buen tiempo y ya le había contado a todos sus amigos. Entonces me contó que me había escrito “la famosa carta” unas semanas antes, la que me explicaría todo lo que necesitaba saber, una vez que llegáramos a casa.

De cualquier modo, gracias a Dios cuando llegamos, mi esposo (el cual pensé que reaccionaría negativamente), estaba profundamente dormido frente a la televisión.

A medida que leía la carta (mi hijo siempre escribió muy claramente, de hecho es periodista), sentí que podía entender completamente la totalidad del camino doloroso que había vivido, y como San Pablo, sentí que las escamas se caían de enfrente de mis ojos y fui capaz de ver todo tan claramente: por qué se negaba a ir con nosotros a la misa dominical, por qué todos esos dolores de cabeza, por qué la pérdida de peso, y por qué la cantidad de pañuelos de papel en su papelero de muchas noches llorando, etc.

Bien en el fondo me sentí culpable de que tuvo que pasar por esa incertidumbre solo – no fue fácil para él. Por otro lado, sentí un gran alivio dado que había imaginado muchas cosas peores como: drogas, alguna enfermedad terrible, problemas con la policía, que hubiera embarazado a alguien, etc.

Sabía que algo andaba mal, pero nunca sospeché esto. De modo que cuando quedó claro que era gay me dije: “¡Ah! OK, con esto puedo tratar, porque todo lo que se necesita es amor. De modo que lo abracé y le aseguré mi amor. Me sentí privilegiada de tener una relación tan maravillosa como mi hijo, una donde el me podía confiar algo tan íntimo y especial.

Fue un espaldarazo a mi maternidad. Pero entonces me ordenó: “te cuento a ti pero no le voy a contar a papá yo mismo, porque no quiero tener en mi consciencia si él cae muerto de un ataque cardíaco. Así que si piensas que debiera saber, tú le cuenta, no yo“. Así fue como esa noche fue la más larga de mi vida y no dormí un pestañazo.

Tenía que procesar todas las implicaciones de esta nueva realidad que acababa de aterrizar en mi regazo.

Debía elegir entre apoyar a mi hijo de 17 años o proteger mi matrimonio y mi reputación en la iglesia. Así que recé pidiendo fortaleza…y en la mañana había elegido estar del lado de mi hijo y ser abierta sobre el tema, aún si todo el mundo se volvía en contra nuestra.

Pero es una decisión muy difícil de tomar. Pero quería estar al lado de mi hijo en un punto tan vulnerable en su vida. De modo que temprano en la mañana le conté a mi esposo y el camino lentamente se comenzó a desarrollar…y les gustará saber que, a Dios gracias, después de este shock inicial, mi esposo y yo estamos juntos acá. Parece que casi todos los padres sienten este shock inicial.

La confusión y el miedo paralizan a la mayoría de los padres. Pero nosotros, Católicos Romanos, tenemos una preocupación adicional es lo que la Iglesia dice sobre la homosexualidad.

Me di cuenta que, cuando se trata de la realidad LGBT, hay muchas concepciones erróneas y mitos que envuelven a las personas en dudas y en miedo.

Aún cuando tenemos leyes que protegen los derechos de los homosexuales, aún queda mucho camino hasta que veamos el cambio en la cultura y en la mentalidad que se necesita. Uno de nuestros primeros desafíos que los padres de hijos gay debemos enfrentar es: “¿qué va a decir la gente?”, pero en una Malta católica el segundo es: “¿qué dice la Iglesia Católica?”. Desafortunadamente es aquí donde muchos padres se confunden y es aquí donde se siente la mayor falta del apoyo pastoral.

Por ejemplo, uno de los miembros de nuestro grupo es una madre separada de un hijo gay de 35 años. Ella cuenta su triste historia de ser rechazada por sus propios hermanos y hermanas, los que antes eran muy cercanos y apoyadores mientras ella se separaba.

Pero desde que su hijo “salió del armario” hace años, ni ella ni su hijo son bienvenidos en matrimonios familiares o en celebraciones navideñas – ellos han sido excluidos por toda la familia extendida.

Esto ha resultado en que el hijo asuma la culpa como suya y, como consecuencia, muchas veces tiene pensamientos suicidas. Y estamos hablando de gente que va a misa diaria y que recibe la Eucaristía – y, sin embargo, les es tan fácil juzgar y excluir.

Escucho muchas de estas dolorosas historias.

Para mí, la atención pastoral es sobre salir a encontrar a la gente donde ellos están y construir una amistad con aquellos que se sienten aislados, distantes o apartados de la Iglesia o incluso de sus familias, con aquellos que están en la periferia de la sociedad, enfocándome por lo tanto en apoyo emocional y atención espiritual.

Como cristianos debemos pararnos junto al pobre y rechazado, aún si nos causa incomodidad y humillación. Pero aún has una gran cantidad de hostilidad y juicio allá afuera. Nuestras comunidades cristianas necesitan construir puentes y diálogo con aquellos que están en la periferia de la sociedad. Necesitamos ofrecerles un LUGAR SEGURO donde ellos puedan continuar su camino de fe. Un LUGAR SEGURO donde ellos puedan compartir sus vulnerabilidades.

De modo que mientas más abierta fui sobre tener un hijo gay, más me volvía un imán para que la gente se acercara y estas amistades pastorales se comenzaron a desarrollar. De algún modo podía ofrecer apoyo emocional y acompañamiento espiritual a padres, quienes como yo habían experimentado, de una día para otro, que ahora nos habíamos vuelto “los extranjeros”, “los otros que están bajo la mirada crítica de la sociedad – “la comidilla entre amigos y colegas”, los desadaptados en la sociedad y los marginados en nuestras propias comunidades de iglesia.

Esto es algo que yo misma experimenté. De pronto me di cuenta que “Yo también estoy siendo juzgada” y “Yo también estoy siendo excluida”, pero me aferraba a las palabras de Isaías: “Ya que eres precioso a mis ojos, digno de honra, y yo te amo” (Isaías 43, 4).

Bueno, comencé a leer muchos artículos (ej., “Siempre Nuestros Hijos”) y libros (algunos autores están aquí hoy ) y a aprender más sobre qué tiene que decir la Iglesia sobre la homosexualidad. Sin embargo, sentí que había numerosas contradicciones en lo que mi iglesia decía y lo que yo sabía de mi hijo gay. Quería unir las dos cosas que amo más: mi familia y mi Iglesia.

Pero, mientras mi Iglesia se refiere a la sexualidad de mi hijo como “intrínsecamente desordenada”, mi hijo se refiere a mi iglesia como “juzgadora e irracional”. Y este dilema interior es común entre muchos padres católicos que como yo, se sienten un poco decepcionados por su propia iglesia. Entonces, dado que no se ofrecía nada en las parroquias, el Grupo de Padres Drachma ofreció algún acompañamiento pastoral y ayudó a los padres a enfrentar su trauma:

•    Negación: “es sólo una fase”.
•    Culparse: “¿de quién es la culpa?“.
•    Culpa: “¿qué (no) debí haber hecho?”.
•    Rabia: “¿por qué Dios permite esto?”.
•    Pérdida/dolor: “no podemos ser abuelos y debemos olvidarnos de nuestros sueños”.
•    Miedo: “ser excluidos y juzgados”, “¿morirá mi hijo de VIH/Sida?”.
•    Rechazo: “¿debemos arriesgarnos a contarles a la familia y amigos?“.
•    Soledad: “sentirse abandonados aún por la Iglesia”.
•    Vergüenza: “¿fallé como padre?”.

Con estallidos regulares de lágrimas y compartiendo honestamente en nuestras reuniones hemos ido hacia un proceso un aceptación y reconciliación.

Drachma toma su nombre de la parábola de la moneda perdida en Lucas 15 – pienso que bien adentro todos queremos ser conocidos, apreciados y “encontrados”, y cuando nuestros hijos gay no es esconden más sino que “salen del armario” a la luz, entonces es nuestro turno para hacer nuestro camino de “salir del armario”, como padres.

Lidiando con la posición de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad

Pese a mis años de compromiso y servicio en CVX Malta, aún sentía el estima que la gente LGBTI experimenta. En cualquier ocasión en que cuestiono el duro lenguaje usado en el Catecismo de la Iglesia Católica, tal como: intrínsecamente desordenado – ¡cómo me gustaría que los Obispos comiencen este Sínodo cambiando esta frase que causa tanto dolor!.

Yo también me sentía estigmatizada, experimentaba rechazo y exclusión por personas e instituciones que me conocían muy bien.

Por ejemplo: cuando fui a mi primera Marcha del Orgullo Gay como oradora invitada del Grupo de Familia LISTAG en Turquía, alguna gente de mi comunidad la emprendió conmigo.

Era incomprendida. Y cuando asistí a la Conferencia ILGA en Turín hace alguno años, tuve la oportunidad de sabe cómo se siente estar en la minoría (yo misma entre 200 LGBTI) – ¡debía ser la una madre heterosexual católica ahí! No fue una experiencia fácil para mi. Pero esto me impulsó a apreciar la diversidad y a continuar actuando como un puente. Leer más…

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“¿Dogmas de fe sobre la familia?”, por José María Castillo, teólogo

Sábado, 11 de octubre de 2014
Comentarios desactivados en “¿Dogmas de fe sobre la familia?”, por José María Castillo, teólogo

dogmaLeído en su blog Teología sin Censura:

¿Existen dogmas de fe sobre la familia? Por tanto, ¿se puede afirmar, con toda seguridad, que en la fe de la Iglesia existen verdades dogmáticas, que son indiscutibles y que, en consecuencia, no es lícito poner en duda en ningún caso ni se pueden modificar sea cual sea la finalidad por la que se pretendan cambiar?

Para responder a esta pregunta, lo primero ha de ser – como es lógico – precisar qué es lo que entendemos los católicos cuando hablamos de “dogmas de fe”. Tomo la respuesta a esta cuestión de la última edición del gran volumen de Teología Dogmática de Gerhard Ludwig Müller (Barcelona, Herder, 2009, pp. 78-79), actualmente cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Según afirma acertadamente este cardenal, para saber lo que es un “dogma de fe”, tenemos que recurrir a la definición que formuló el concilio Vaticano I (1870) en la Constitución Dogmática sobre la Fe Católica (cap. 3º):”Deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional (“in verbo Dei scripto vel tradito”), y son propuestas por la Iglesia para ser creías como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio” (DENZINGER-HÜNERMANN, n. 3011).

Por tanto, para que una afirmación religiosa sea “dogma de fe”, no basta que esa afirmación se encuentre en la Biblia o sea presentada en la tradición más seria y auténtica de la Iglesia. Además de eso, es indispensable que tal afirmación sea propuesta para ser creída por el “juicio solemne” de la Iglesia. Tal juicio solemne sería una “definición dogmática” de un Concilio ecuménico o de un papa. En cuanto al “magisterio ordinario”, tendría que ser una verdad, aceptada como verdad revelada por Dios por la Iglesia universal, cosa que en este caso no sucede, dadas las muchas dudas y teorías opuestas que existen entre los católicos, precisamente en los numerosos y discutidos asuntos relativos a la famila.

Por tanto, los problemas relativos a los modelos de familia no son, ni pueden ser, dogmas de fe. En consecuencia, el Sínodo tiene – desde el punto de vista dogmático – entera libertad para deliberar y decidir lo que crea más conveniente para el bien de los seres humanos, de la sociedad y de la Iglesia.

En consecuencia, quienes echan mano de los dogmas de la Iglesia, para limitar la libertad de los participantes en el sínodo a la hora de tomar sus decisiones, hacen lo mismo que haría quien echase mano de una solemne mentira para imponer sus propias ideas o sus propias conveniencias. El sínodo, por tanto, puede perfectamente decidir lo que considere más conveniente para resolver los problemas relativos a los divorciados, a los homosexuales, al celibato de los sacerdotes o a la ordenación sacerdotal de las mujeres. En todo caso, quien tenga sus propias convicciones sobre los asuntos mencionados, que las presente como propias, pero que nunca tenga el atrevimiento de afirmar que eso pertenece a la fe de la Iglesia o que en ningún caso se puede hacer.

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Nada nuevo a pesar del tono: “Los divorciados pertenecen a la Iglesia y no hay que discriminar a los homosexuales”

Martes, 7 de octubre de 2014

14125976954316Los obispos convocados al Sínodo de la Familia durante la misa solemne en la Basílica de San Pedro.Efe

¿Y en que se nota lo que dice el título?…

Efe. Ciudad del Vaticano

Los divorciados pertenecen a la Iglesia y no hay que discriminar a los homosexuales, según el documento de base que debatirán los obispos en el Sínodo extraordinario sobre la familia cuyos trabajos comenzaron hoy.

Esos dos enunciados están contenidos en la ‘relatio disceptationem’, texto que engloba las posiciones que expondrán durante dos semanas los padres sinodales, los obispos con voz y voto en la asamblea, y que fue leída por el relator general del Sínodo, el húngaro Peter Erdo.

En el texto, que servirá de base para el debate hasta el 19 de octubre, cuando concluirá la asamblea, se constata que existe un amplio consenso “respecto al hecho de que las personas de tendencia homosexual no deben ser discriminadas, como recalca también el Catecismo de la Iglesia Católica”.

Pero también se detecta que entre las posiciones que expresarán los participantes y los fieles que fueron consultados antes de este Sínodo “no se espera una equiparación de estas relaciones [homosexuales] con el matrimonio entre hombre y mujer“.

familia2Otro de los temas más controvertidos que se afrontará será el de los divorciados que se han vuelto a casar, pero de la relación introductoria de hoy surgió que “es uno de los desafíos pastorales más apremiantes” y que “la pastoral de la Iglesia debería hacerse cargo de estas personas de modo particular”.

Los divorciados vueltos a casar por lo civil pertenecen a la Iglesia. Necesitan ser acompañados por sus pastores y tienen derecho a ello. Se les invita a escuchar la palabra de Dios, a participar en la liturgia de la Iglesia, en la oración y a realizar obras buenas de caridad”, se afirma.
Un ‘cuidado particular’

La pastoral de la Iglesia debe cuidarles de una forma del todo particular, teniendo presente la situación de cada uno”, según la introducción a los trabajos leída por Erdo.

Aunque no entró en detalle sobre la posibilidad de que los divorciados que se casen de nuevo puedan volver a recibir los sacramentos, que será uno de los objetos de debate.

Erdo sí que apuntó que se podrá estudiar, para evitar estos casos, que se “amplíen los casos de nulidad matrimonial, que podrían ser declaradas directamente por los obispos, así como el modelo ortodoxo que consiente nuevas uniones tras un recorrido penitencial”.

4f944b1f25En este texto también se explica que otro de los temas que se afrontarán será la violencia en familia y que “son las mujeres y los niños quienes sufren violencia y abusos”, como consecuencias del abuso de alcohol y drogas, la práctica de juegos de azar, consumo de pornografia y de “otras formas de dependencia sexual y de las redes sociales“.

Ante ello, la Iglesia está llamada, reflexionan los obispos, al “anuncio de la sobriedad y la esencialidad, promoviendo el valor de las relaciones personales, la sensibilidad para con los más pobres, la capacidad de un uso responsable de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías, respetando la dignidad de las personas, especialmente las más débiles e indefensas, que pagan el precio más alto de la soledad y de la marginación”.

En esta introducción, los obispos concordaron que en este Sínodo se les pide que actúen con el “espíritu del buen Samaritano” y por tanto se muestren cercanos “de aquellos a los que la vida ha herido y esperan una palabra de esperanza”.

La reunión de los 253 participantes a esta asamblea comenzó a las 8:30 hora local con la presencia del Papa Francisco.

Fuente El Mundo y Religión Digital

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“Familia y matrimonio. Reflexiones ante el Sínodo”, por José María Castillo, teólogo

Sábado, 4 de octubre de 2014
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sinodofamilia_462Leído en su blog Teología sin censura:

En vísperas de la celebración del Sínodo sobre la Familia, si es que, efectivamente, las cuestiones más apremiantes, que según parece se van a plantear en el mencionado Sínodo, serán principalmente de orden moral, es posible – más aún, probable – que sean de alguna utilidad las siguientes reflexiones.

1. Una cuestión previa, que podría ser de enorme importancia, es que la Jerarquía de la Iglesia se pregunte por qué sus enseñanzas se sitúan en ámbitos tan distintos cuando afrontan problemas relaciones con el dinero o problemas relacionados con el amor entre los seres humanos. Es demasiado frecuente que cuando la Jerarquía eclesiástica y la Teología católica se refieren a asuntos cuya temática determinante es el derecho de propiedad, el dinero, el capital, el lucro y la acumulación de bienes, las enseñanzas teológicas y magisteriales se suelen quedar en el ámbito de lo especulativo, lo genérico y lo meramente exhortativo, mientras que cuando la Jerarquía y la Teología plantean y pretenden resolver los problemas y las situaciones que afectan a la relación amorosa entre las personas, la respuesta magisterial y teológica se va derechamente a las decisiones, es decir, no se limita a la especulación doctrinal, ni siquiera a la exhortación, sino que aterriza pronto en la decisión, que se traduce en norma, en ley, que prohíbe o impone, incluso con severos castigos a quienes no se atienen a un presunto “derecho natural”, que, al presentarse como constitutivo de la misma naturaleza creada y querida por Dios, no admite discusión y, menos aún, cualquier forma de rechazo.

Este desacuerdo – incluso esta incoherencia – entre el “magisterio sobre el dinero” y el “magisterio sobre el amor” es algo que resulta, ante todo, tan patente y, por otra parte, tan inexplicable, que el efecto de todo esto en la opinión pública, suele ser el escándalo. Y el consiguiente desprestigio para la Iglesia, que así pierde credibilidad y autoridad para hablar de dos asuntos tan determinantes, para la vida de los ciudadanos, como es el caso de las convicciones que éstos deben asumir ante los problemas que nos plantea la economía y los problemas que vivimos en la familia. Porque, al enfrentarnos con dos problemas tan enormes, como son el dinero y el amor, nunca deberíamos olvidar que estos dos ámbitos de la vida, el de la economía y el de la familia, están tan íntimamente ligados el uno al otro, que, como enseguida vamos a ver, en la práctica son inseparables. Con lo cual quiero decir que: o se resuelven ambos a la vez, con la misma contundencia y el mismo lenguaje; o producen el efecto contrario, que consiste en que, al pretender (inconscientemente) separar dos ámbitos de la vida y de la sociedad, que no se pueden separar, lo que se consigue es perder la credibilidad, tanto en lo que la Iglesia dice (o se calla) sobre el dinero y el capital, como lo que la Iglesia dice (o se calla) sobre la experiencia determinante del amor entre los seres humanos.

Los ejemplos y las preguntas, sobre el problema que acabo de apuntar, se amontonan y se acentúan de día en día. ¿Por qué la Iglesia es tan exigente en lo que refiere al aborto (yo no soy abortista), defendiendo la vida del embrión y del feto, y no es igualmente comprometida y exigente en los interminables problemas que plantea el espantoso problema del tráfico de niños, el uso y abuso de los niños en trabajos forzados, en guerras, en la compra y venta de órganos, etc, etc? ¿Por qué la Iglesia impone la excomunión “latae sententiae” para quienes procuran el aborto, y no echa mano de la misma censura para quienes obligan a los niños a ir a la guerra como soldados o a trabajar hasta doce horas diarias por un jornal de miseria? ¿Por qué la Iglesia (en la que hay tantos creyentes ejemplares) ve un peligro tan grave para la familia en el matrimonio homosexual y no ve un peligro tan grave – o mayor aún – en las condiciones económicas que tienen que soportar familias que se ven destrozadas por el paro, los jornales de hambre, la inseguridad sanitaria y laboral, las pésimas condiciones para la educación de los hijos, etc, etc?

2. En los problemas relativos a la familia, la Iglesia debería tener siempre presente que, por lo menos hasta el siglo IV, los cristianos siguieron los mismos condicionamientos y usos, por lo que concierne al casamiento, que el contorno pagano (J. DUSS-VON-WERDT, en Myst. Sal., vol. IV/2, 411). Lo cual quiere decir que los cristianos de los primeros siglos no tenían conciencia de que la revelación cristiana hubiera aportado algo nuevo y específico al hecho cultural del matrimonio en sí. En cualquier caso, es seguro que el casamiento ante el sacerdote, como exigencia obligatoria, apareció por primera vez hacia el año 845, en los decretos pseudoisidorianos y se justificaba por razones de derecho civil, no por argumentos teológicos (J. G. LE BRAS, Histoire des collections canoniques en Occident depuis les Fausses Décrëtales jusqu’à Gratien, Paris 1931. Cf. J. DUSS-VON-WERDT, o. c., 414). Es a finales del siglo XII, en 1184, cuando se habla formalmente y por primera vez del matrimonio como sacramento, en el concilio de Verona (DENZINGER-HÜNERMANN, El Magisterio de la Iglesia, nº 761). Por lo demás, en todo este asunto es básico saber que, hasta los siglos XII y XIII, el tiempo en que se sistematizó la teología cristiana como saber organizado, cuando la Iglesia no sólo se rigió por el Derecho romano, sino que – como es bien sabido – la custodia de la tradición jurídica romana recayó fundamentalmente en la Iglesia. Como institución, el Derecho propio de la Iglesia en toda Europa fue el Derecho romano. Como se decía en la Ley ripuaria de los francos (61(58) 1), “la Iglesia vive conforme al Derecho romano”. Es verdad que la Iglesia iba construyendo su propio Derecho. Pero también es cierto que, a medida que los problemas a los que debía enfrentarse la Iglesia crecían en complejidad, las referencias al Derecho romano se incrementaban. El material romano relevante para la Iglesia se recopiló en colecciones específicas, tales como la Lex Romana canonice compta realizada en el siglo IX. El hecho es que, como han dicho los especialistas en estas cuestiones, “la Iglesia no redujo sus enseñanzas al Evangelio” (PETER G. STEIN, El Derecho romano en la historia de Europa, Madrid, Siglo XXI, 2001, 57). Todo el sistema organizativo y legal de la Iglesia se fue gestando sobre la base, no tanto del Evangelio, sino del Derecho romano, la lex mundialis, como lo denominó el Concilio de Sevilla, del 619, presidido por san Isidoro (Conc. Hispalense II. Cth. 5. 5. 2. ENNIO CORTESE, Le Grandi linee della Storia Giuridica Medievale, Roma, 2008, 48).

Por tanto, si la Iglesia no vio dificultad alguna en adaptarse a las leyes civiles y laicas de los pueblos y culturas en los que fue creciendo y a los que se ajustó sin poner oposición o resistencia, ¿por qué ahora, cuando el cristianismo es una institución de ámbito, no ya europeo, sino global, vamos a rechazar que la Iglesia acepte e integre en su vida los usos y costumbres, las tradiciones y normas de conducta, que en cada momento y en cada país se vean más convenientes?

3. Si a lo dicho, añadimos ahora el punto de vista de los más competentes sociólogos de nuestro tiempo, tendremos elementos de juicio suficientes para poder situarnos ante los problemas, que se le plantean, y las soluciones, que necesita, la familia en el momento actual, ya metidos en el tercer milenio. Ante todo, conviene tener en cuenta que la familia tradicional era, sobre todo, una unidad económica. La transmisión de la propiedad era la base principal del matrimonio. Por otra parte, en la Europa medieval el matrimonio no se construía sobre la base del amor sexual, ni se consideraba un espacio donde el amor debía florecer. Y a todo esto hay que añadir la desigualdad entre hombres y mujeres como elemento constitutivo de la familia tradicional (cf. ANTHONY GIDDENS, Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas, Madrid, Taurus, 2000, 65-79). Ahora bien, es evidente que la renovación de la familia y del matrimonio se tiene que construir sobre la base de un hecho fundamental, a saber: ni la familia es ya una unidad económica, sino que, en todo caso, se tiene que construir sobre el fundamento del amor sexual. Y, sobre todo, resulta capital tener presente, en todo caso, que la igualdad de derechos entre hombre y mujer, y la libertad en la toma de decisiones de ambos, son los pilares sobre los que se pueden renovar y reconstruir la familia y el matrimonio en este momento.

Por tanto, las soluciones que se puedan aportar a los problemas planteados al Sínodo, concretamente la problemática del divorcio, la aceptación por parte de la Iglesia de las uniones entre personas del mismo sexo o el uso de anticonceptivos, son cuestiones de suma importancia, para cientos de miles de personas, que se pueden resolver sin atentar ni poner en cuestión para nada la teología cristiana del matrimonio. La Iglesia puede hoy resolver estos problemas modificando la legislación canónica actual y sin traicionar para nada su fe y su tradición.

4. Desde el punto de vista de la teología dogmática, queda por responder una pregunta fundamental: ¿no es doctrina de fe la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre los sacramentos y, por tanto, también sobre el sacramento del matrimonio? Prescindiendo de una serie de datos históricos, que no es posible resumir en este breve estudio, y si nos atenemos a la conclusión que podemos y debemos defender sobre este asunto capital, se puede y se debe afirmar que está fuera de duda que el concepto de lo que pertenece a la fe, y consiguientemente también el concepto de herejía, que utilizaron los teólogos y obispos de Trento, era algo muy distinto de lo que ahora se entiende bajo esos conceptos. Esto es seguro, al menos, por lo que se refiere a la Sesión VII del concilio tridentino (DENZINGER-HÜNERMANN, nn. 1600-1613). Por lo tanto, se puede afirmar con toda certeza que la doctrina, que se definió en Trento sobre los sacramentos no es una doctrina de fe en el sentido de un conjunto de verdades de fe divina y católica. Ni, en consecuencia, la negación o la puesta en duda de las verdades, que se enuncian, en la mencionada Sesión VII, tal negación no comporta incurrir en herejía (JOSÉ M. CASTILLO, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos, Salamanca, Sígueme, 1981, 340-341; P. F. FRANSEN, Réflexions sur l’anathème au concile de Trente: ETL 29 (1953) 670; A. LANG, Der Bedeutungswandel der Begriffe “fides” und “haeresis” und die dogmatische Wertung der Konzilsentscheidungen von Viene und Trient: MTZ 4 (1953) 133-146). En consecuencia, es claro que las formulaciones clásicas de la teología sacramental pueden y deben ser replanteadas desde una nueva perspectiva. Y, por lo tanto, tales formulaciones clásicas pueden y deben ser pensadas y expresadas a partir de los problemas que hoy vemos y vivimos sobre los sacramentos. Y con vistas a dar la debida solución a tales problemas.

Así pues, una vez desbloqueado el “corsé dogmático”, que nos podría impedir o dificultar la búsqueda en libertad de la respuesta que hoy necesitan tantos creyentes católicos (o simplemente cristianos), habida cuenta de que las cuestiones, que se plantean en el Sínodo, son, tanto científicamente como teológicamente, “quaestiones disputatae” (“cuestiones discutidas”), la respuesta evangélica y cristiana más coherente y certera será la respuesta que más nos humanice a todos en la bondad, el respeto, la tolerancia y la búsqueda de la felicidad para quienes se debaten en la duda, la búsqueda del bien y del amor a todos y para todos.

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El Vaticano, la obsesión por la familia y cómo criticar a los gays sin que se note

Miércoles, 1 de octubre de 2014
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noticias_file_foto_867163_1412068891Encuesta a católicos de los cinco continentes sobre algunos de los temas que más preocupan a la Iglesia.

Frustración ante el Sínodo de la familia. Más de lo mismo: Paternalismo, Discriminación, Homofobia y NO al matrimonio.

¿Quién podría estar en contra de la familia? ¿Quién puede estar en desacuerdo con que “es el primer y más significativo ambiente en el que se experimenta la belleza de la vida, la alegría del amor, la donación gratuita, el consuelo del perdón dado y recibido, y donde se comienza a encontrar al otro”? Cuando la Iglesia Católica habla de la familia el mensaje suele estar muy cuidado. Todo tiene ese aura extremadamente positiva, a la que parece difícil sacarle pegas. Pero lo cierto es que la familia se ha convertido en una obsesión tanto en los círculos eclesiásticos como en los ambientes conservadores en general. El problema llega cuando en medio de estos mensajes se intenta desentrañar cuál será ese peligro que vive la familia y que hace tan acuciante la necesidad de defenderla.

No es, desde luego, la crisis económica, la falta de oportunidades para estudiar, la falta de políticas que permitan compaginar la vida familiar y laboral. El motivo último tiende a quedar oculto. El nuevo estilo de la Iglesia está dejando atrás hablar abiertamente de matrimonio gay o de aborto, aunque todavía lo haga, pero encuentra otras maneras de reafirmarse. El auténtico peligro, en opinión de la Iglesia, está en que haya otros modelos de familia que no son los que ellos soy homosexual tengo hijos soy catolico1defienden, pero esto está indicado entre líneas. Y desde luego no se explica por qué le hecho de que existan otras opciones le quita valor a las familias tradicionales. Se deja ver, por ejemplo, en el mensaje con el que el Vaticano ha anunciado que la próxima ‘Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales’ tendrá como mensaje ‘Comunicar la familia, ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor.

El comunicado empieza dejando caer que las crónicas de las noticias dejan claras las dificultades que atraviesa la familia y muestra el primer dato revelador: “los cambios culturales no ayudan a entender el gran bien que es la familia”. Es una manera sutil de dejar caer que los nuevos modelos familiares estropean la familia e incluso la despojan de cualidades positivas. Para el Vaticano las preocupaciones son el matrimonio gay y el aborto, pero se las arregla para no mencionar ni a uno ni a otro cuando se pregunta: “¿Cómo podemos decir hoy al hombre herido y desilusionado que el amor entre un hombre y una mujer es algo muy bueno? ¿Cómo hacer que los hijos experimenten que son un don precioso?”. Habrá que esperar para ver qué dice el Papa Francisco sobre estas preguntas en el mensaje oficial sobre el tema que se revelará el 24 de enero, coincidiendo con la conmemoración de San Francisco de Sales, patrón del periodismo. La Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales se celebrará, como es tradicional, el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés, es decir, el 17 de mayo próximo.

Fuente Ragap

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La familia ante el hecho de declararse gay

Sábado, 27 de septiembre de 2014
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29324_1463151096810_1174463437_31395112_6402758_nAunque el refrán castellano insista en que lo mejor es mantener a la familia lo más lejos posible, lo cierto es que ese núcleo de personas es fundamental para el bienestar psicológico de cualquiera de nosotros. En muchas ocasiones, que el hijo sea gay, desencadena un conflicto familiar y, a menudo, las secuelas permanecen durante años. Tratando de ser constructivo, en este artículo, analizo algunas de las situaciones que pueden darse y aporto una introducción a las posibles vías de solución.

Pues sí: aunque suene a topicazo, la familia está en el núcleo de lo que tú eres. Está en la raíz de tus valores, prioridades, carácter, aspecto, tus modos de percibir y evaluar lo que te rodea. Están en la raíz de todo lo que eres, incluso si trataste de oponerte. Incluso si, para diferenciarte de ellos, te fuiste al extremo opuesto de lo que ellos representaban. Están en el origen de tu percepción del mundo, en tus ideas políticas, en tu modo de gestionar tus emociones, en tus creencias religiosas. Tu familia está en todo. Absolutamente en todo. Y eso, a veces, puede asustarnos.

LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA EN LA INFANCIA

408-la-familia-ante-el-hecho-de-declararse-gayTodo lo anterior tiene una causa razonablemente bien conocida por la Psicología del Desarrollo y se explica a través de la necesidad de aprender muy rápidamente que tenemos en la infancia. Si tuvieras que instruir a un bebé sobre absolutamente todas las cosas presentes en el mundo, no terminarías jamás. Es mucho más funcional que ese aprendizaje se realice en el modo en que se hace: por modelado. El modelado es un tipo de aprendizaje que, incluso, puede realizarse de manera inadvertida y consiste en lo que, cotidianamente, denominamos “imitación”. Los niños aprendemos imitando lo que vemos. Aprendemos cómo responder ante un problema (¿dando gritos como papá o buscando soluciones como mamá?) cómo enfocar nuestras obligaciones (hay niños disciplinados que ven a sus padres siendo constantes y no dejando cosas “para mañana” y niños que ven a sus padres tirarse horas delante del televisor sin hacer nada productivo), etc. Piensa en lo que quieras acerca de ti mismo y encontrarás un referente familiar. En consulta me gusta emplear la analogía del software y éste es el momento en el que le digo a mi paciente: “- Tu biografía te ha instalado un software X, un programa X para comportarte en caso de, por ejemplo, tener que gestionar tu ira. Quizá el programa que te instalaron a través del ejemplo, no fue el más adecuado para la vida que te ha tocado vivir porque te mueves en un contexto muy distinto del de tus padres y las cosas aquí no funcionan de ese modo. Bien, vamos a detectar ese software y vamos a actualizarlo”. Ten presente que los niños no empiezan a desarrollar pensamiento crítico hasta, más o menos, la adolescencia (aunque las últimas generaciones empiezan a mostrarlo mucho antes) y por eso, todo lo “absorbido” antes de ese periodo, queda registrado, sin filtrar, en nuestros esquemas fundamentales de comportamiento. Además, son conductas provenientes de lo que en psicología llamamos “significativos”, que son aquellas personas que, por su vinculación contigo, tienen un peso enorme en tu vida. Lo que hacen los “significativos” tiene muchísimo más efecto sobre ti que lo que haga cualquiera otra persona. Al menos hasta que seas un adulto capaz de actuar racional y no emocionalmente. Y que, gracias a ello, seas capaz de reconocer a) que tu familia no es perfecta, b) que tú eres quien eres gracias a su influencia, c) que te han aportado muchas cosas buenas y que d) también algunas cosas malas que –si te lo propones- puedes subsanar.

PADRES HOMÓFOBOS

leotemat2Porque ¿qué sucede cuando los padres son homófobos? De entrada que pasas una infancia horrorosa. Si, en casa, cada vez que sale un gay por la tele tu padre grita “¡qué asco de maricones!” es más que probable que tú desarrolles un sentimiento de aversión hacia ti mismo que se traduce en aquello de lo que ya tantas veces hemos hablado y que denomino “homofobia interiorizada” (Revista GB nº90, marzo 2012). Te recordaré que la homofobia interiorizada es una interiorización de los prejuicios sobre la homosexualidad de manera que incorporas una visión distorsionada acerca de ti mismo. Eso dificulta que tengas una buena autoestima, pone trabas a buenas relaciones afectivas, hace que te cueste vincularte a otras personas, etc. Pero no me extenderé porque ya he hablado sobre este punto en otros lugares así que te remito al articulo original.

La homofobia de los padres puede aparecer de múltiples formas, algunas realmente sutiles. La que consideramos más evidente es la más agresiva pero también puedes encontrar homofobia de modos muy subrepticios dentro de un contexto familiar y a veces con igual efecto. Te voy a presentar diferentes tipos de situaciones homófobas dentro de la familia.

UN HIJO MIO NÚNCA SERÁ MARICÓN

Esta es una de las formas clásicas de homofobia en tanto que es la más reconocible. Una agresión siempre es muy visible y su efecto muy fácil de detectar: inseguridad, ansiedad, depresión, baja autoestima… ese rosario de efectos del que ya hemos hablado con cierta frecuencia y que, lamentablemente, muchos de nosotros conocemos ¿verdad? Los padres se muestran abiertamente en contra de la homosexualidad y son capaces de agredir al hijo tanto física como psicológicamente. A menudo pensamos que este es el comportamiento típico de los padres pero, aunque se hable menos de ello, hay muchísimas madres homófobas y el efecto de su agresividad puede ser mucho más punzante puesto que la madre suele ser el primer ser con el que nos vinculamos afectivamente y, si ella nos agrede, ¿qué clase de imagen del amor interiorizamos? A veces es más profundo el daño causado por una madre crítica con tu homosexualidad que el causado por un padre que te pegaba por ser maricón. Los golpes dejan de doler, el dolor de sentirte odiado por lo que eres, no termina. Habitualmente hay una carga ideológica tras estos comportamientos: contextos muy conservadores, personas de pensamiento muy rígido (a menudo son poco inteligentes) y una concepción equivocada de la homosexualidad como una “opción sexual” que tú has escogido cuando podías haberte decidido por ser heterosexual. Hace falta mucha educación a los padres para solventar este conflicto. A menudo, por cierto, esta situación enlaza con la siguiente.

VAMOS A EVITARLO

1239460_655724857778558_384533325_nFreud creó la psiquiatría moderna e hizo algunas aportaciones muy buenas, pero su método acientífico (el psicoanálisis) comente algunos errores de bulto y uno de esos errores fue lo que pensaba sobre la homosexualidad. Si hubiese seguido una metodología científica como lo hace la Psicología (psicología y psicoanálisis no son, en absoluto, equivalentes) su pensamiento no se habría dejado contaminar por los prejuicios de la época. Pero como no lo hizo así, en su explicación sobre la homosexualidad, la carga de la ideología victoriana es más que evidente.

Según el psicoanálisis clásico, la homosexualidad está provocada por un contexto familiar disfuncional (y se quedó tan a gusto cuando lo dijo). Eso ha supuesto dos consecuencias horrendas: 1) que muchas iglesias, gurúes, “médicos” y “psiquiatras” continúen concibiendo la homosexualidad como una enfermedad (una disfunción) y sosteniendo que puede y debe “curarse”. Pero también ha provocado que 2) muchas familias se sientan culpables de que su hijo vaya a ser discriminado en el colegio, en el entorno familiar o que lo insulten por la calle porque no han sabido ser “una familia como Dios (y Freud) manda”. Ante esta segunda consecuencia, muchas familias optan por fortificar lo que se supone que son los roles tradicionales de forma que el padre se vuelve más presente y estricto y como la madre deja de sobreproteger. Por si eso no bastase para “reconducir” al hijo, se suele recurrir a potenciar los roles masculinos clásicos e insistir en que el niño evite las muñecas o los deportes femeninos y que se focalice en jugar al fútbol o al baloncesto (como si no hubiese futbolistas gais). ¿Qué sucede? Que el niño no puede hacer lo que le gusta y se ve obligado a hacer lo que no le gusta. Si no le gusta, no le va a salir bien. Si no le sale bien, va a sentirse fracasado. Así que, al final, lo único que se consigue es “fabricar” un adulto que se siente fracasado en casi todo lo que intenta.

QUIERES QUE TE LLEVEMOS AL PSICÓLOGO?

He querido diferenciar este subtipo de homofobia familiar por sus peculiaridades. A mí, personalmente, es uno de los que más Leer más…

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Un joven graba cómo su familia le maltrata tras salir del armario

Lunes, 1 de septiembre de 2014
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noticias_file_foto_849047_1409410562Daniel Pierce podría ser hoy un chico de 20 años más. Este joven de Georgia Estudia Administración de Empresas en la universidad y trabaja en una tienda de artículos para mascotas. Pero Pierce se ha convertido, a su pesar, en una celebridad de Internet. El chico había salido del armario el pasado otoño. La reacción de su familia no había sido la mejor posible, pero las cosas no habían ido mal, y Pierce tenía esperanzas de que la cosa siguiera igual. Pero todo esto cambió el pasado martes, cuando volvió a casa del trabajo. Su padre, su madrastra y sus abuelos intentaron convencerle de que ser gay era una decisión personal que él había hecho, y a recriminarle que no quisiera cambiar. Pero lo que podía haber sido una bronca privada, un triste ejemplo más de maltrato a un joven LGBT, se ha convertido en un fenómeno viral porque Pierce, tal y como relata a la BBC, se imaginó que las cosas iban a ponerse feas y se preparó para grabarlo todo a escondidas con su móvil. Daniel grabó el incidente y una amiga suya lo colgó en internet. El vídeo se hizo viral cuando el activista y escritor Dan Savage lo dio a conocer en The Stranger, publicación digital de la ciudad de Seattle.

El propio Daniel ha querido explicar en una entrevista las razones que le llevaron a difundir el vídeo. Al parecer sospechó que su familia le preparaba una especie de encerrona, lo que le llevó a grabar el momento de forma inadvertida por lo que pudiera pasar. Posteriormente decidió colgarlo para sensibilizar a la gente ante las reacciones negativas de muchos padres ante la homosexualidad de un hijo. “Mucha gente no se da cuenta de que esto pasa. Se ven muchos vídeos positivos, pero nunca se ven vídeos negativos, y si solo una familia lo ve y cambia su actitud sobre cómo manejar la situación con su hijo o su hija, solo con que lo haga una familia, yo ya estaré feliz”, ha declarado el joven, que agradece el gran apoyo recibido.

Daniel también ha pedido que no se ataque a su familia, con la que no ha tenido contacto desde que sucedieron los hechos, aunque espera que recapaciten. Lo que tiene claro es que nunca volverá a vivir bajo el mismo techo que ellos. También ha pedido a los medios, en la última actualización de GoFundMe, que se le deje tranquilo durante un tiempo para recapacitar sobre su futuro inmediato y que en todo caso se contacte con Lost-n-Found.

El vídeo, publicado por un amigo de Daniel, ya supera los dos millones de visitas e incontables mensajes de apoyo en Youtube.

Antes de nada, tenemos que avisar que el vídeo que tenéis en este post es realmente duro. Lo que váis a ver y escuchar es la reacción de una familia cuando su hijo les dice que es gay. Y la reacción es terriblemente dura.

Cuando el chico protagonista de la historia, con 19 años, le cuenta a su familia que es gay, su madre le dice que no piensa apoyar su elección, que no quiere que nadie crea que ella apoya el modo de vida que su hijo ha elegido y que por lo tanto lo mejor es que se marche de casas. El hijo intenta sin éxito explicarle que él no ha elegido, que él es así… pero no sirve de nada…Pero lo peor está por llegar, porque, una vez el chico les dice que tal y como ella le ha ordenado se irá de casa el jueves, la discusión sube de tono y termina incluso con agresiones de la madre a su propio hijo. Cuando aparece el padre, la cosa no mejora en absoluto. Golpeado, insultado.

Daniel Ashley Pierce, de 20 años de edad salió del armario ante su familia en octubre del año pasado. En ese momento, su padre no hizo ningún comentario y su madrastra parecía apoyarle, sin embargo, las cosas cambiaron drásticamente a los pocos días cuando en una discusión, sus padres y sus abuelos comenzaron a echarle en cara que fuera gay y a golpearlo.

En el vídeo, una mujer, presumiblemente su abuela, puede ser oída diciendo que el hecho de que su nieto sea gay es “una elección”; “creo en la palabra de Dios, y Dios no crea a nadie de esa manera. Es un camino que has elegido… Ve a por todo el material científico que desees. Yo estoy con la palabra de Dios”, dice la mujer. Ella continúa diciendo que, dado que Daniel ha “elegido ese camino”, ya no lo apoyan y tiene que irse de casa porque ella “no permitirá que la gente crea que apruebo lo que haces”.

En ese momento, el joven pide ayuda a su madrastra y le pregunta si puede quedarse en casa, a lo que ella se niega: “Estás lleno de mierda”, dice ella. “Me dijiste por teléfono que hiciste esa elección. Sabes que no naciste así. Sabes muy bien que hiciste esa elección. Sabes que tu padre ha hecho todo lo posible para criarte… Él no tiene que culparse“.

En ese momento, las imágenes del vídeo se tornan muy confusas y comienza lo que parece una agresión contra Daniel, quien exclama que deje de golpearlo. Es en ese momento cuando se oye una voz masculina diciéndole: “Eres un maldito maricón”.

El vídeo ha alcanzado ya más de 5 millones de visionados en YouTube y medios de todo el mundo se han hecho eco de la historia. En paralelo se organizó una campaña de recogida de fondos online en GoFundMe, cuyo objetivo inicial era ayudar al mantenimiento de Daniel, obligado a dejar su casa. La campaña ha reunido más de 90.000 dólares y el propio Daniel ha pedido que cesen ya las donaciones y que estas se deriven a Lost-n-Found, organización que tiene como objetivo ayudar a jóvenes LGTB sin hogar y que le ha ayudado a él mismo.

Después del salto tenéis la transcripción traducida del texto… Muy duro.

Mamá- Daniel, quiero decirte antes de nada, que te quiero, y sé que no quieres creerlo, pero es cierto, y que he sabido que eras gay desde que eras un niño pequeño.
Dan- Entonces ya sabes que no es una elección.
Mamá- Y has hecho la elección …
Dan- No, no he hecho la elección … Leer más…

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‘Un nuevo triunfo para la comunidad LGBTI’: Fallo del Consejo de Estado de Colombia reconoce la diversidad familiar:

Sábado, 2 de agosto de 2014
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Colombia Gay MarriageEl Consejo de Estado reabrió la polémica sobre el concepto de familia. / Archivo

En la decisión que condena al DAS por la muerte de un hombre en Antioquia el alto tribunal recordó que dos personas del mismo sexo pueden constituir una familia.

Por: Juan Sebastián Jiménez Herrera

Mientras en la Corte Constitucional se discute desde hace varios años sobre la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten, el Consejo de Estado acaba de emitir un fallo que reitera que dos personas del mismo sexo pueden constituir una familia.

En una sentencia del magistrado Enrique Gil Botero, conocida por El Espectador, el Consejo de Estado señaló que “el matrimonio y —principalmente— la familia han dejado de ser unas instituciones ancestrales estructuradas sobre conceptos eminentemente biológicos y religiosos; al contrario como lo demuestra la historia, son fenómenos o procesos dinámicos o vivientes que han evolucionado con el paso del tiempo para transformarse o mutar en organismos sociales que pueden presentar diversas manifestaciones, estructuras o integraciones”.

Y agregó que “en esa medida, la familia podrá estar constituida —a modo simplemente ilustrativo— por un padre y una hija, o por una madre soltera con su respectivo primogénito, o por la tradicional decisión libre y voluntaria entre un hombre y una mujer de hacer vida conyugal, o por la decisión libre y voluntaria de dos personas del mismo sexo que se profesan amor y desean realizar vida conyugal”.

Este pronunciamiento hace parte de una sentencia en la que el Consejo de Estado le ordenó al DAS indemnizar a los familiares de Luis Enrique Alzate Gómez —asesinado por un agente de esa entidad el 18 de enero de 1997— y reconoció entre los indemnizados a Lucía Zuluaga Alzate, hermana de crianza de Alzate, bajo el argumento de que no por ser tal dejaba de ser su familiar y de sufrir con su muerte.

Al conocer de este histórico pronunciamiento, Mauricio Albarracín, director de la ONG Colombia Diversa, recordó que ya en una ocasión el Consejo de Estado se había pronunciado a favor del matrimonio igualitario y aplaudió que la jurisprudencia reciente de este alto tribunal “reconoce las familias conformadas por parejas del mismo sexo y se une a la Corte Constitucional en garantizar la igualdad y la protección de estas familias. Esta decisión del Consejo de Estado es un espaldarazo a la protección de los hijos de las parejas del mismo sexo y a la plena protección de estas familias. Este es un nuevo triunfo judicial de las familias y de las personas LGBT, quienes más temprano que tarde tendremos igualdad de derechos familiares”. A lo cual agregó: “Queda muy poco de ese Consejo de Estado controlado por el procurador. En el Consejo existen voces democráticas y coherentes con la protección de los derechos de todas las personas sin discriminación”.

Por su parte, el abogado Germán Humberto Rincón Perfetti, reconocido defensor de los derechos de la comunidad LGBTI, indicó que “la justicia de nuestro país avanza en la protección de la realidad social, es decir, el reconocimiento de la familia social (la cual va más allá de la familia biológica como hermanos(as), padres, primos, tías, abuelos y demás) para integrar el amor como elemento fundamental en el reconocimiento de derechos y dentro de ello a las familias diversas, como las parejas del mismo sexo. No se puede tapar el sol con discursos conservadores que niegan la realidad y el reconocimiento legal de estas muchísimas formas de expresión”.

Familia y matrimonio

74e1b7b3434e47164228ec1111de039fAprovechando el debate generado por cuenta de este caso, el magistrado Enrique Gil Botero sostuvo que la familia no depende “inefablemente del matrimonio, sino que más allá de la existencia de un contrato o vínculo formal, nace de la decisión libre y voluntaria entre dos personas que de manera consciente asumen la existencia de lazos de solidaridad, apoyo, cariño, amor y convivencia que generan cohesión entre ellos, al grado que pueden procrear, adoptar o asumir la crianza de hijos o hijas para acogerlos dentro de la misma” y que, de la misma forma, esta no es “de forma horizontal sino también a nivel vertical, es decir, no sólo surge de los vínculos naturales y jurídicos entre dos personas heteroafectivas u homoafectivas, sino que también puede surgir a nivel monoparental (uno de los padres y un hijo(a)), o puede ser analizada de forma extensiva, es decir, la que integran abuelos, padres, hijos y nietos (consanguíneos o de crianza)”.

Por ello hizo un llamado —que bien parece dirigido a los sectores que se oponen al matrimonio igualitario— a “superar los atavismos que hacen nugatorio el derecho de las personas de cualquier clase, raza, orientación sexual, etcétera, a conformar de manera libre y autónoma familia, para dar paso a una protección efectiva y garantista que respete los derechos de las personas en un verdadero y real plano de igualdad, es decir, la posibilidad de constituir una familia con el ser que se quiere con el fin de proteger a los hijos biológicos, adoptados o de crianza, en un panorama de solidaridad y apoyo mutuo permanente”.

En 2006, el Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano, presidido en ese momento por el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo (ya fallecido), sostuvo que “el acto unitivo del hombre y la mujer no puede separarse de su dimensión connatural, que es la procreación, la cual hace posible la paternidad y maternidad responsable. Sólo desde esta base personal se comprende la moralidad conyugal”, casi dando a entender que la familia —que para el catolicismo se compone de un hombre, una mujer y los hijos, nunca de dos hombres o dos mujeres y sus hijos— es para procrear niños.

En una orilla muy distinta, el magistrado Gil Botero sostiene que “la noción de familia en la modernidad ha sufrido un cambio de paradigma para abandonar su existencia y fundamentación en la relación biológica y genética, para apoyarse en el apoyo mutuo y en el concepto de amor. De modo que, aunque la familia se haya iniciado como un fenómeno biológico, como unidad reproductora de los primates, ha venido a ser un fenómeno social, algo más cercano a unidades de colaboración, cooperación, apoyo, y fraternidad, es decir, más como una orden monástica o un gremio de artesanos, que a su propio antecesor remoto”.

 jjimenez@elespectador.com

Fuente El Espectador

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“Te acepto como mi compañero para siempre”, por Carlos Osma.

Viernes, 11 de julio de 2014
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resize_galleryUn precioso testimonio que hemos leído en Homoprotestantes:
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Barcelona, Diciembre de 2007
 
Es sábado por la tarde y para las fechas en las que estamos no es un día excesivamente frío. Llevo zapatos, vaqueros, camisa y americana; y ahora estoy buscando en el baño alguna crema y un perfume. Manel entra para avisarme de que Lluís, Georgina y Carmen han llegado. Está guapo, pienso al verle, y le digo que salgo en dos minutos. En estos tres años no sólo hemos cambiado de piso, también hemos cambiado nosotros. No sé si hemos madurado, si nos hemos cansado de pedir disculpas por amarnos, o las dos cosas, pero ya no vamos pidiendo aceptación, ya no hay secretos ni autocensuras. Hemos aprendido que para poder vivir felices tenemos que rodearnos de la gente que nos quiere de verdad y a la que nosotros queramos tal y cómo es. Todo lo demás ya sabemos que no nos lleva a ningún sitio, y no queremos perder más el tiempo. Hay personas a quienes nos ha dolido perder, pero es mejor así, es demasiado cansado vivir con sus normas y la homofobia de la que no pueden o no quieren desprenderse.
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Salgo de la habitación y me cruzo con mi madre, lleva un vestido precioso, está contenta pero sé que en el fondo echa de menos a algunas personas, le hubiese gustado que las cosas fueran de otra manera. No importa, está aquí y para mí es importante. “Ama, llevas un peinado muy bonito”, le digo, y ella responde: “Demasiado moderno para mí, mira que flequillo me han dejado, en Burriana me lo hubieran hecho mejor”. Paso por la habitación donde Marta, mi hermano Jorge y mi hermana Esther están dándose los últimos retoques. “¡No me lo puedo creer!” grita mi hermana Esther. “¡Venga, venga, que llegamos tarde, hay que salir ya!”, les digo. Entro en el comedor e inmediatamente después de saludarme Carmen me coge del brazo me coloca al lado de Eric y Manel y nos hace una foto. “Estáis perfectos, yo ya me voy para allá que no quiero llegar la última”. Con ella salen todos despidiéndose con dos besos, pero antes de salir mi madre pregunta: “¿Y vosotros con quién vais?”. “Tranquila ama que vamos en el coche de Lluís y Georgina”. Se cierra la puerta y nos quedamos los cuatro hablando y riendo para dar tiempo a que todo el mundo llegue antes que nosotros.
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Llegamos a la iglesia en veinte minutos, nos recibe Mónica con el típico protocolo alemán. Ayer hizo venir a la gente a ensayar para que todo salga perfecto. “Muchas gracias Mónica por lo que has hecho”, le dice Manel. “Mi hijo también es gay, y creo que nunca podré organizarle una cosa así. Lo he hecho como si estuviese haciéndolo para él”. A su lado hay una mujer que nunca había visto, de unos sesenta años y pelo blanco recogido en un gran moño. “Perdonad que me haya tomado la libertad”, nos comenta Mónica, “es una amiga de la iglesia que vive con su compañera desde hace muchos años y me ha parecido buena idea invitarla”. Le decimos que no hay ningún problema. Entramos en el templo, allí nos encontramos con nuestra familia. Así lo siento y así lo hemos aprendido estos últimos años, la familia no viene determinada por la sangre o los genes, sino por el amor. Cuántos problemas y dolores de cabeza nos habríamos ahorrado si lo hubiésemos sabido antes. Aquí están las personas que nos quieren y a las que nosotros queremos, aquí está nuestra familia. Con ellos queríamos estar un día como hoy, por eso estamos felices.
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Nos sentamos en el primer banco, me estoy emocionando, frente a nosotros el pastor Enric Capó se dispone a decir unas palabras: “Este acto es una fiesta para celebrar el matrimonio de Manel y Carlos y pedir sobre ellos la bendición de Dios”. Nunca, jamás había pensado que algo así sería posible, y ni todo lo que hemos luchado para conseguirlo me hace creer que lo merezcamos, por eso lo vivo como un regalo. Miro a Manel y pienso que soy una persona afortunada, le quiero y él me quiere, tengo suerte de compartir mi vida con él. Mi sobrina Selma toca al piano una pieza de la película “Amelie”, tengo al lado a mi madre, sé que está pensando que mis hermanos mayores no han venido, le cojo de la mano y se la aprieto con fuerza. A mí también me dolió al principio, pero ya he pasado el duelo y la vida sigue, mi familia está aquí y estoy contento. Me giro y veo caras sonrientes y alguna que otra lágrima, seco las mías, cierro los ojos y por unos instantes me transporto a la playa de la Concha donde hace siete años empezó todo, estoy tranquilo sentado junto a Manel bajo unos arcos mirando una maravillosa puesta de sol.
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Llega el momento, Enric nos hace avanzar unos pasos y nos invita a expresarnos mutuamente los votos. “Yo Manel te tomo a ti Carlos como esposo para compartir mi vida contigo, tanto en los momentos buenos como en los difíciles. Te aseguro mi amor por ti y mi voluntad de compartir contigo toda la vida. Te acepto como mi compañero para siempre”. Tomo aire, y le digo lo mismo. Después Iker, el sobrino de Manel, trae los anillos. Enric nos mira a los dos, “que estos anillos os recuerden siempre vuestros votos y que sean bendecidos por el amor con el que han sido dados”. Manel coge uno, me mira nervioso y mientas lo pone en mi dedo va diciendo unas palabras, después cojo yo el otro y al colocárselo le digo lo mismo: “Te pongo este anillo como símbolo de mi amor por ti”. Enric pide a todos los asistentes que se pongan de pie, coge nuestras manos y las aprieta firmemente con las suyas mientras hace una oración: “Que Dios bendiga esta unión para toda la vida. Que Dios os bendiga y os guarde. Que os haga ver la claridad de su mirada y se apiade de vosotros. Que fije sobre vosotros su mirada y os dé la paz”. Todos al unísono decimos: “Amén”. Después Manel hace el amago de volver al asiento, yo no le dejo, lo cojo de la mano, lo atraigo hacia mí y nos damos un beso. Se oyen aplausos, y antes de que empecemos a descorchar allí mismo unas botellas de cava para brindar juntos, la gente se acerca para felicitarnos. Aunque suene tópico, sé que nunca olvidaremos este momento.
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Este texto es un fragmento del libro “Familias También”. Libro que recoge diez relatos de vida en el que de una manera fresca, dinámica y directa se exponen las dificultades, las luchas y también las alegrías que muchas personas lgbt han tenido que afrontar para poder ser madres y padres. 
 
Un libro que la editorial Bellaterra acaba de publicar y que desde Homoprotestantes os recomendamos leer. Si todavía no teníais un libro pensado para regalar o autoregalaros el próximo 23 de Abril día de Sant Jordi (día del libro), pues aquí tenéis uno perfecto. 
 
Y si no queréis o podéis la Libería Virus puede hacéroslo llegar a casa.
 
Carlos Osma

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Familia mexicana pide por “Todos los derechos, para todas las personas”

Jueves, 10 de julio de 2014
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“Todos los derechos, para todas las personas” se titula el video que realizó la pareja formada por las mexicanas Vanessa Jiménez Rubalcava y Sandra H. Cardona.

Sandra H. Cardona nos presenta el video que realizó su esposa, Vanessa Jiménez Rubalcava titulado “Todos los derechos, para todas las personas”. Oriundos de Monterrey, Nuevo León, México, en el video aparece, además de la mencionada pareja, la familia de Vanessa, brindando su apoyo a este pedido de derechos.

“En el 2007 marché por primera vez en la Marcha de la Diversidad, aquella vez iba con miedo, sentía que toooooodos los fotógrafos y toooodos los periodistas me veían a mí y pensaba: “chin… ¿y si salgo en la tele?, ¿y si salgo en los periódicos?… a ver qué cara pone mi mamá… ¿qué va a decir mi papá?” en fin me preocupaba hasta de lo que pensara la vecina…”, comenta Vanessa.

“Hoy, mi realidad es totalmente distinta, hoy marcho con orgullo, con la frente en alto, extendiendo mi bandera y acompañada de mi familia. Es más hasta poso para la foto. Estoy orgullosa del ser humano que soy y punto. Hoy les comparto este pequeño video que realizamos con mucho amor mi familia y yo, una muestra de que el amor siempre crea caminos de respeto e igualdad. Gracias Sandra, Georgina, Benjamín, Christian, Pats y Luis, por seguirme la corriente siempre. ¡Los amo!”, agrega.

Fuente Universogay

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Recicle el armario de su sexualidad

Domingo, 6 de julio de 2014
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1404482722_860282_1404482840_noticia_normalHistoria de la transformación de un falso mueble que durante años ha aislado a los homosexuales

Orgullo madrileño

La expresión “salir del armario” no aparece en la literatura homosexual hasta 1960, y lo hace como evolución de la palabra “salir” (de connotaciones muy diferentes). “La ‘salida’ de un hombre gay originalmente se refería a su presentación oficial en grandes manifestaciones colectivas, bailes de drag queens que se celebraban en Estados Unidos, a imagen y semejanza de los grandes bailes de máscaras que se organizaban en Nueva York, Chicago, Nueva Orleans o Baltimore en el periodo de preguerra”, escribe el profesor de Historia de la Universidad de Yale George Chauncey en su obra Gay New York. Por tanto, no había ‘armarios’ en estas ‘salidas’ iniciales, ni alusiones al secreto de la homosexualidad. El mueble vino después, como símbolo del aislamiento, ocultación y miedo al rechazo.

Si desaparecerán o no los armarios es una pregunta aún por contestar, pero lo que sí queda claro es que hemos entrado en una fase de reciclaje, donde los muebles que antes eran celdas ahora son procesos de autoafirmación. El siguiente nivel, por supuesto, reside en su eliminación.  “Es una lucha que se va a conseguir. Hay que educar en la diversidad, en la aceptación de uno mismo y de los demás. Se deberían trabajar los derechos humanos en el currículum escolar. Los profesionales de la enseñanza deben ser educadores, no transmisores del conocimiento”, opina al respecto Jesús Generelo, secretario general de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).

Armando Recio (nombre ficticio) lo dispuso todo al modo que aconsejan los especialistas: preparó previamente el terreno con sugerencias sutiles, eligió un momento relajado para todos y en el que él se sentía concienciado y contó con el apoyo de un aliado (en este caso, su hermano mayor). Pero cuando espetó a su familia que esa chica con la que siempre salía de copas no era su novia sino su mejor amiga y que ese chico al que todos daban por colega era, por el contrario, su pareja, el shock fue “monumental”. Los padres de Armando no habían hecho sus deberes: dejar de dar por hecho que los hijos son, casi por ley, heterosexuales. No habían reciclado el armario en el que su vástago se escondió durante años. Porque la normalización es siempre el punto de partida.

“Las familias deben crear un clima de protección y respeto, y nunca presuponer que sus hijos son heterosexuales, dejando siempre un espacio para la comunicación en el que el niño pueda sentirse libre de hablar. Si los padres sospechan que su hijo puede ser gay, deben ir dándoles pistas, de forma que el niño entienda que ese cariño no se va a ver mermado”, aclara Jesús Generelo. Un dato: los jóvenes definen su orientación sexual en la pubertad o adolescencia temprana (de los 10 a los 14 años).

La conciencia de lo natural

Para el médico psicoterapeuta José Ignacio Díaz, especialista en desarrollo psicosocial homosexual, es difícil aspirar a una sociedad sin armarios. Lo explica: “El armario no es solo consecuencia de la homofobia, que también. El armario significa autoaceptación. Y para cualquier joven es difícil aceptar que es diferente, porque los heteros siguen siendo predominantes. La mayoría de los padres son heterosexuales, y un crío siempre quiere imitar a sus padres. Aceptar la diferencia nunca es fácil para un chico o una chica: necesitarán tiempo para asimilar lo que son. Y ese armario estará ahí siempre. Pero podemos conseguir que sean estancias más breves y menos dolorosas”. De nuevo, el reciclaje, la transformación: convertir el dichoso mueble en una liviana experiencia de crecimiento, en consonancia con una nueva conciencia que naturaliza y no señala.

Manifestaciones como las de este sábado 5 de julio en Madrid (y en esto coindicen ambos especialistas) ayudan a la causa. Generelo rememora aquella vez en que un chaval muy jovencito, tras la manifestación del Orgullo Gay de 2013, se abrazó a la presidenta de FELGTB y, llorando, le dio las gracias por todo. “Después, llamó a su madre para decirle cómo era”, recuerda. Y José Ignacio Díaz incide en que es clave el papel de los progenitores: “Hay que hacer un esfuerzo por hablar a los hijos desde la diversidad. Porque no solo les estarás brindando protección en caso de que sean homosexuales, sino que también alimentarás su tolerancia”. Así suceden escenas como la de su propio hijo, de 11 años, que el otro día le decía a un amigo, en presencia de su padre: “Si el día de mañana me gustan los chicos…”.

Fuente El País

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