Ven y sígueme, y te haré pescador de personas.
Salmo en Galicia
—Baltar, Julio de 1952—
Junto al montón de paja de mi vida,
entre el cielo y el mar
y la arboleda oscura donde braman
todas las fieras de la juventud,
he levantado un hórreo sensible
y fiel como una arqueta.
Junto al montón de paja de mi vida
— broza muerta de sol…
Aquí recogeré el mensaje nuevo
de tu boca, Señor: en la frenada
ternura de estos hombres; en el mirlo
huésped de la paloma; en el aliento
de los húmedos bronquios del paisaje;
en la lengua cartuja de esta celda
donde ya estamos solos…
¡Señor, y en la caliente
sangre del mar! ¡en el latido bronco
de este pobre muchacho incomprendido!
En el hórreo fiel nos guardaremos
un volumen reciente de Ejercicios
y los primeros versos
de Fray Juan de la Cruz…
(Sobre esta clara mesa donde escribo
duerme el Conde de Orgaz.
Sobre el benigno corazón del Greco.
…Los sentidos se visten
de negros caballeros, demacrados,
y el deseo se alarga en las antorchas
altas serenamente…
Y en los pontificales
brazos de la Prudencia
y en las manos del alma, casta y joven,
el conde muerto espera tu llamada…)
Aquí recogeré el mensaje nuevo
de tu boca, Señor…
Deshojaremos, juntos, en tu Gracia
la rosa móvil de las estaciones,
y, al fin, me llamarás,
claro, de lejos,
por la ruta del mar iluminada…
¡Al marcharnos, Señor, abrasaremos
toda esta broza muerta de mi vida,
junto a la cual te he levantado un hórreo!
*
Pedro Casaldáliga
Palabra ungida,1995
***
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.” Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”
Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:
– “Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.”
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
*
Mateo 4,12-23
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Hay que conseguir desarmarse.
Yo me afané en esa guerra. Durante años y años.
Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado,
Yo no le tengo miedo a nada, porque “el amor ahuyenta el miedo”.
Aplaqué la pretensión de imponerme, de justificarme a costa de los demás,
Yo no estoy en alerta, celosamente aferrado a mis riquezas.
Acojo y comparto.
No me aferro a mis ideas, a mis proyectos.
Si me proponen otros mejores, los acepto con buen ánimo.
O no mejores, más buenos.
Lo sabéis, he renunciado al comparativo…
Lo que es bueno, verdadero, real, dondequiera que sea, es lo mejor para mi.
Por eso, ya no tengo miedo.
Cuando no se posee nada, ya no se tiene miedo.
“¿Quién nos separará del amor de Cristo?”
Pero si nos desarmamos, si nos despojamos, si nos abrimos al Dios-hombre que hace nuevas todas las cosas, entonces él transforma nuestro pasado ruin y nos restituye a un tiempo nuevo donde todo es posible.
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Patriarca Atenágoras,
Iglesia Ortodoxa y Futuro ecuménico. Dialogos con Olivier Clément,
Brescia 1995, 209-211
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