Comentarios desactivados en Sobre cómo entender correctamente el contexto de la cultura oral en la que surgieron los Evangelios
Del blog de Antonio Piñero:
Seguimos reflexionando de la mano de S. Guijarro y de su libro sobre “Los Cuatro Evangelios”.
Escribe Antonio Piñero
16-09-2022 (1257)
Hasta llegar a la “cristalización” de la tradición oral sobre Jesús en “textos” escritos hay mucha tela que cortar, ya que este tránsito llevó por lo menos 20 años, si se considera que Jesús murió en el año 30 de la era común y que la Fuente Q se compiló en el 50.
La tesis actual frente a la idea de la “Historia de las formas” (escuela interpretativa del Nuevo Testamento) a saber que la creencia en la resurrección de Jesús era “un muro que impedía el acceso a la tradición sobre este”, la tendencia actual de la investigación nos lleva a recalcar y valorar más la existencia de una tradición oral, independiente de la creencia en la resurrección, que ha de tenerse en cuenta. Esa tradición oral es muy valiosa para reconstruir al Jesús histórico. Pero la cuestión es cómo llegamos a la tradición oral (o la extraemos) cuando lo único que tenemos es tradición escrita sobre Jesús: el Nuevo Testamento y en especial los evangelios. Volveré inmediatamente sobre ello.
Sostiene S. Guijarro que “El estudio reciente de la naturaleza oral de los textos antiguos ha cuestionado alguno de los presupuestos de la escuela de interpretación de los textos del Nuevo Testamento denominada Historia de las formas que reflejan un contexto cultural muy diferente a aquel en el que tuvo lugar la comunicación entre los transmisores de la tradición oral sobre Jesús y sus destinatarios” (p. 112). Sin duda alguna es así. Y la ambigüedad de la expresión guijarriana “la naturaleza oral de los textos antiguos”, como si nuestro autor quisiera decir “todos los textos antiguos”, se resuelve cuando se precisa que se esos textos antiguos son preferentemente los evangelios.
La Historia de las formas no cayó en la cuenta, según Guijarro, de que su manera de comprender la composición de los Evangelios era parecido a como entienden los arqueólogos su trabajo. Estos investigadores, al excavar un asentamiento, van encontrando / delineando estratos que ellos, los investigadores, diferencian claramente por años o épocas. Según la Historia de las Formas cada estrato de los evangelios, bien estudiado y señalado, es un medio para identificar las diversas etapas de la evolución del cristianismo primitivo. En este se distinguen sobre todo dos estratos: el más tardío, en lengua griega helenística, y otro más antiguo, en lengua aramea (y también en griego): estrato palestinense.
Critica luego Guijarro no el uso, sino el empleo abusivo de esta estructura mental de la investigación por parte de la Historia de las Formas y advierte oportunamente que esta manera de pensar está influida subconscientemente por un paradigma mental: el uso del papel y de la imprenta.
“Acostumbrados durante siglos a un modelo que considera el texto escrito la forma más perfecta de comunicación, resulta muy difícil imaginar un mundo en el que la comunicación escrita ocupaba un lugar secundario respecto a la comunicación oral. Los textos escritos cumplieron una función importante en el cristianismo naciente…, pero esos textos no eran la forma primaria de comunicación, Por ello para comprender lo que significaba entonces la comunicación oral no se puede partir de lo que significa ahora la comunicación escrita, sino que es necesario hacer un esfuerzo para entender los procesos implicados en esa otra forma de comunicación. Y el lugar que ocupan en ella los textos escritos” (p. 113).
Y entonces cita Guijarro a J. D. G. Dunn, y sostiene que hay que cambiar de paradigma: para entender bien lo que es y supone la tradición oral en la plasmación de los evangelios es incorrecto partir del “paradigma literario” de la Historia delas Formas. Es necesario absolutamente volver los ojos y configurar otro paradigma, el de la tradición oral; cómo funciona la tradición oral, en el supuesto de que primero fue la palabra y luego el texto escrito.
Sin duda es este un planteamiento interesante. Y aquí tiene que ver mucho la investigación de Eugenio Gómez Segura, con quien trabajo actualmente en la preparación a largo plazo de un volumen amplio sobre “Jesús de Nazaret. Historia y mito”, ya que él, en su reciente libro “Hijos de Yahvé. Una arqueología de Jesús y Pablo” (Edit. Dilema, Madrid 2021) ha planteado la necesidad de considerar los estratos de nuestra única fuente (insisto como dije: ¡un texto escrito!, el Nuevo Testamento), aunque Gómez Segura no afirme necesariamente, por supuesto, que un estrato más reciente se superpone a otro como una “reelaboración” necesaria y por escrito del estrato precedente.
Comentarios desactivados en La fe no depende de la historia real, sino de lo que pensaban y transmitieron los primeros cristianos (Rudolf Bultmann)
Leído en el blog de Antonio Piñero
Escribe Antonio Piñero
Decía en mi postal anterior del día 2 de septiembre que “será interesante averiguar cómo explica Guijarro la función que tiene la tradición oral en el proceso concreto de formación de los Evangelios. Lo comentaremos”. Eso es lo que hago hoy.
Argumenta Guijarro en las pp.110 y siguientes que la denominada Escuela de las Formas (Véase una explicación de lo que piensa y significa esta escuela en mi libro “Aproximación al Jesús histórico”, Trotta, 4ª edic. 2020, pp. 179-194) aceptaba en su metodología “implícitamente el carácter literario de la tradición sobre Jesús” y “que imaginaba la composición de los Evangelios como el resultado de un proceso de copia y corrección de documentos escritos. Se conocía y se valoraba el papel de la tradición oral pero no se tenían los instrumentos para identificarla y estudiarla”.
Tiene razón Guijarro, así como en la idea de que la tradición oral se plasmaba luego por escrito en forma de sagas y leyendas de todo tipo, como las que explicaban el origen de una costumbre o cualquier otra entidad (“una etiología”). Por tanto la tradición oral no funciona solo como tal, sino que discurre paralela a una “tradición por escrito”.
También veo oportuno por parte de Guijarro, que este señale cómo la Historia de las formas “inventó” o descubrió lo que se llama el “contexto vital” (que a menudo se suele aludir en su forma alemana “Sitz im Leben”: p. 111). Lo aclaro brevemente: las tradiciones no se forman porque sí, sino que están determinadas por el contexto o situación social, económica, religiosa o de otros intereses, que la condicionan. Y señala nuestro autor que la filología/ teología alemana redujo en la práctica esta idea del contexto vital no a los condicionantes que acabo de señalar, sino solamente al “contexto eclesial”, es decir, al pensamiento religioso de los grupos cristianos primitivos que formaban “iglesias” o grupos que se reunían normalmente en la casa del individuo del grupo, casa que fuera la más grande y tuviera cabida para 20 o 30 personas, no más al principio
Y es verdad también lo señalado por nuestro autor que el influjo del fideísmo protestante, de los estudiosos alemanes sobre todo, otorgó demasiada importancia a la creatividad de ese grupo de primeros discípulos de Jesús que se reunían después de la muerte de éste, pertrechados ya con la creencia de que Jesús había resucitado, y que reflexionaban sobre lo que había pasado realmente con él y como interpretarlo.
Y sostiene –Guijarro, con razón, que la influencia de Rudolf Bultmann fue decisiva en toda la investigación de lengua inglesa y alemana (ciertamente no entre no –o mucho menos– en países en los que se escribía en español, italiano y francés). Bultmann defendía que no era posible que la ciencia histórica y filológica tuviera acceso a la tradición sobre Jesús antes de su muerte (“prepascual y teñida por la fe en un hecho sobrenatural, la resurrección de un muerto”). Y es más: aunque se mantuviera que sí, que es posible acceder a ella, nada de lo encontrado ayudaría a la fe cristiana.
¿Por qué? Porque Jesús, su vida y sus ideas son puramente judías; no cristianas. Jesús no fue un cristiano. El cristianismo había comenzado solo con la proclamación no de un hecho histórico, sino de un hecho ciertamente (la muerte de Jesús en cruz) más una interpretación teológica, de pura fe en algo que no pertenece a la historia sino a la fe: la proclamación de que Jesús había resucitado. Por tanto, y aquí viene lo importante, el único fundamento de la fe no es la historia, sino lo proclamado por los primeros seguidores de Jesús, que eran los mesianistas = “cristianos”… Y se insiste en que mucho o casi todo de lo proclamado por estos, guardado en las comunidades o grupos de las primeras iglesias, no era más que una especulación de fe sobre hechos en sí no relevantes para la fe. La fe no depende de la historia real, sino de lo que pensaban y transmitieron los primeros cristianos.
Creo que este resumen de Guijarro que yo he amplificado o parafraseado un poco para que sea más inteligible a todos es interesante y merece la pena reflexione sobre ello.
Comentarios desactivados en Sobre la tradición oral y la formación de los Evangelios
Leído en el blog de Antonio Piñero:
Escribe Antonio Piñero
En el libro de S. Guijarro sobre “Los Cuatro Evangelios”, que he comentado repetidas veces en postales anteriores, el tratamiento de la “tradición oral” se encuadra con toda razón como sección segunda dentro de la primera parte su obra. La sección va titulada como “La formación de los Evangelios. La tradición oral” y va desde la página 109hasta la 160. Comentaré a partir de ahora (e intercalando otros temas cuando se tercie) lo que me parezca más interesante de esta sección.
Escribe Guijarro, con razón, que
“La existencia de la tradición oral se puede deducir de la comparación entre los cuatro evangelios, no solo porque en algunos pasajes las diferencias entre ellos son tan notables que es imposible explicarlas como reelaboraciones de misma fuete escrita, sino también porque en los relatos evangélicos es posible identificar numerosas unidades menores de carácter tradicional” (p.109).
Me quedo aquí con dos ideas importantes:
La primera: la constatación de las enormes diferencias entre los evangelios.
Segunda: la identificación de unidades menores que luego fueron incorporadas a los evangelios.
Primera: Las grandes diferencias entre los evangelistas y en temas esenciales, como por ejemplo, el lugar de nacimiento de Jesús y la posible fecha, o día de la semana, de su muerte, ponen en guardia respecto a la valoración de los evangelios como fuente que –según algunos– debe entenderse inspirada al pie de la letra (“Inspiración verbal” por el Espíritu Santo o, por un ángel).
Esta inspiración verbal suele llevar como añadido la creencia en la inerrancia absoluta de los Evangelios, es decir, que tales textos no se equivocan en nada. No exagero, y por extraño que parezca a la mentalidad crítica moderna, hay gente piadosa que lo defiende. Tal gente piadosa debe considerar que elementos del clero como Guijarro no están de acuerdo con ellos, ni podrían aceptar sus consecuencias. No son ideas de gente anticlerial o por el estilo.
Tiene también razón Guijarro en recordar que aun en el siglo II había gente que todavía, al modo platónico, se fiaba tanto del “lógos vivo”, la palabra viva, en concreto sobre Jesús, como del “lógos puesto por escrito”. Y cita el famoso texto de Eusebio en su Historia Eclesiástica (III 39,4), al que suelen acudir algunos para sostener que Papías de Hierápolis estimaba más la tradición oral que la escrita. Esto no es exacto, ni tampoco lo dice Guijarro, sino otros. Cito el texto completo de Eusebio porque no se suele leer con su contexto:
“Papías en ningún modo explica que él fuera oyente ni testigo ocular de los santos apóstoles, sino que enseña que acogió los asuntos de la fe de manos de los que lo conocieron; dice como sigue: 3. No dudaré en añadir todo cuanto aprendí muy bien de los ancianos y que recuerdo perfectamente en mis explicaciones, pues sé con toda certidumbre que es verdad. Porque no me contentaba con lo que dicen muchos, como ocurre con la mayoría, sino con los que enseñan la verdad; tampoco con los que repiten mandamientos de otros, sino con los que recuerdan aquellos mandamientos que fueron dados a la fe procedentes del Señor y que tienen su origen en la verdad. 4. Y si alguna vez llegaba alguien que había seguido a los ancianos, yo observaba las palabras de los ancianos, que era lo dicho por Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o por cualquiera de los otros discípulos del Señor, e incluso lo que decían Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, pues creí que no obtendría el mismo provecho de lo que aprendiera de los libros como lo aprendía por medio de una voz viva y perdurable». (Tomado dehttp://escrituras.tripod.com/; http://www.ricardocosta.com/textos/eclesias.htm)
Segunda: en este caso considero también interesante añadir que esta premisa afecta e interesa sobre todo al Evangelio de Marcos, que es el primero y del que parece que no copia de nadie en concreto. Es importante esta premisa para caer en la cuenta que en muchos casos el evangelista no se “saca de la manga” como puro invento suyo las historias que cuentan (sean luego consideradas históricas o no por los investigadores), sino que se basa en fuentes anteriores, de las que se sirve.
Será interesante averiguar cómo explica Guijarro la función que tiene la tradición oral en el proceso concreto de formación de los Evangelios. Lo comentaremos.
Echen, por favor, si el tema eles interesa, una ojeada a una revista nueva titulada “De dioses y Hombres. Religiones y Mitología, que trata de una mezcla al menos para mí interesante, que puede atraer la atención de muchos:
Comentarios desactivados en El día en que Jesús “hizo las maletas”. ¿Dónde estaban Mateo y Juan?
La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.
En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .
Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamosnos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que adopto, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de todo modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.
Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “(Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.
Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy tontamente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.
¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que poseemos. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obsante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.
Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis históricas y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen a su disposición.
Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.
Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto … ¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera, él mismo, distraído…
– “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.”
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
*
Lucas 24, 46-53
***
Si Cristo nos ha dado la vida eterna, es para vivirla, anunciarla, manifestarla, celebrarla como la cima de todas las felicidades, como nuestra bienaventuranza. Hace dos mil años que Cristo habló del pan, de la paz y de la libertad. Pero lo que ha traído a la tierra es más: ha traído la vida eterna. Y es la vida eterna lo que nosotros con él, en la Iglesia, debemos continuar llevando. Si no somos nosotros quienes damos la vida eterna, nadie lo hará en nuestro lugar. Eso equivale a afirmar que ésta es la base de nuestra vocación cristiana; es distinguir de manera infalible nuestra vocación religiosa de una vocación política, de un sistema de pensamiento; es demostrar que a nosotros no nos interesa en absoluto la conquista del mundo; lo que nos apremia es que cada hombre pueda encontrar, como nosotros lo hemos encontrado, un Dios al que amamos y que antes ha amado a cada hombre. Necesitamos aprender, expresar la vida de un hombre invadido de vida eterna, y eso, tal vez, hasta nuestra muerte. Ahora bien, esta vida existe para ser cantada, cantada después o antes de la muerte; y a lo largo del camino no se canta con un folio de papel: se canta con el corazón. No debéis ninguna fidelidad al pasado en cuanto pasado; sólo debéis fidelidad a lo que os ha traído de eterno, es decir, de caridad.
*
Madeleine Delbrél, Indivisible amor. Fragmentos de cartas,
Cásale Monferrato 1994, pp. 27s.
Comentarios desactivados en “Redescubrir a Jesús de Nazaret”. La importancia de la tradición oral
Leído en el blog de Antonio Piñero:
Escribe Antonio Piñero
El capítulo 2 del librito de James D. G. Dunn, que empecé a comentar en la postal anterior se titula: “Antes de los Evangelios. ¿Qué significa recordar a Jesús en los primeros momentos?”, y tiene que ver con el planteamiento que el estudioso de los Evangelios debe tener ante la tradición oral. Esta es la base indudable –según Dunn– de los escritos evangélicos.
El problema radical de la investigación consiste en que emprendió su camino en serio de estudio y crítica cuando ya se había inventado la imprenta, y cuando se consideraron a los Evangelio como un estricto producto de la literatura, no oral, sino plenamente escrita. Gran error, porque no es así, sostiene Dunn. Al ser los seguidores de Jerusalén en su gran mayoría analfabetos funcionales (como se dijo igualmente en la postal anterior), toda la transmisión primigenia sobre Jesús fue oral. El “paradigma literario” para comprender a los Evangelios es del todo punto insuficiente.
Argumenta Dunn que en la tarea del método denominado “Historia de las formas” para indagar hacia el fondo en los diversos estratos de los evangelios hasta llegar a lo que pudo proceder genuinamente de Jesús, sentenciaba que cada estrato evangélico fue un documento escrito. Esto no es verdad. Así que si el método es erróneo, las conclusiones lo serán igualmente. Opina Dunn: si se sigue el método de la “Historia de las formas”, la triste conclusión es que entre la muerte de Jesús y las primeras manifestaciones/recogidas de material escritas pasaron unos 20 años, y que no hay manera de llenar ese hueco.
La solución, según Dunn, consiste en estudiar a fondo cómo se comportaba la tradición oral en el siglo I y en Israel en concreto. Y si se hace correctamente esta investigación…, ocurrirá que caeremos en la cuenta de que no existe ese hueco de 20 años, ese absoluto vacío, sino que la tradición oral se forma tanto en la vida de Jesús como inmediatísimamente después…, sin dilación alguna. De ello se deduce que gracias a la tradición oral estamos prácticamente tocando con la punta de los dedos aquello que puede saberse del Jesús histórico.
Dunn emprende una suerte de minihistoria de los métodos modernos para el estudio de la tradición oral, del comportamiento individual de la memoria individual y colectiva, de si existen o no leyes que permitan discernir entre lo que se olvida voluntariamente, porque no interesa, y lo que la memoria añade porque sí interesa.
Dunn rechaza como improcedentes los estudios sobre las sagas homéricas y el folklore yugoeslavo antiguo (Milman Parry), y considera más oportuno el examen moderno del comportamiento de la memoria social y cultural: Esta estudia cómo se generan las tradiciones que afectan a grupos sociales consistentes dentro de sociedades cuya cultura se basaba sobre todo en la tradición oral. Por ejemplo, la de los judíos, en la cual –aunque su Biblia se hallaba codificaba por escrito– la gente no la leía, sino que la escuchaba y la aprendía de memoria….
Dunn, a base de estos estudios, puede describir con seguridad los rasgos de esa tradición oral.
Primero la tradición es ante todo una representación semiteatral y es como revivir un acontecimiento. Segundo: la tradición oral es esencialmente comunitaria. Tercero: en esa representación podía haber ciertas variaciones debidas a las circunstancias…, pero era de algún modo algo formalmente controlado; el transmitente no podía inventarse nada sustancial porque había maestros en la comunidad o escribas que conocían la tradición y no se lo permitirían. La tradición era, por lo tanto, algo fiable. Cuarto: no había estrictamente una versión original de la que dependieran las distintas y posteriores “representaciones”, sino que ya desde su origen tenía pequeñas variantes. Quinto rasgo (consecuente): la tradición es “firmeza y flexibilidad; estabilidad y diversidad”.
Todo ello conduce a una conclusión: el núcleo estricto de la tradición es fiable y correcto. Y esta conclusión empalma con la del capítulo anterior: la fe en Jesús empieza en su vida misma, no después de la creencia en su resurrección: es prepascual y no postpascual. La fiabilidad histórica de los Evangelios en su núcleo queda así vindicada. El impacto de Jesús sobre sus seguidores hizo que la tradición sobre él comenzara en su vida misma. Y tras su muerte se transformó en recuerdos fidedignos.
Toda esta teoría está bien construida. Pero se encuentra con tres grandes e insuperables dificultades, en mi opinión:
Los evangelistas se copian unos a otros cuando la tradición ya está formada, y la varían sustancialmente: de ahí que gracias a esas variaciones, la denominada “Crítica de la redacción” puede escribir libros sobre la teología de específica acerca de Jesús de Mateo, de Lucas e incluso de Juan… todo ello después del primer Evangelio, Marcos. Y acerca de este evangelista–tras muchos y concienzudos estudios– se observa cómo ha manipulado personalmente la tradición oral recibida… y no solo la oral, sino la escrita… como se percibe claramente cómo Marcos altera la historia previa de la Pasión que tenía ente sus ojos.
2. Esa tradición que afecta a Jesús (de la que Dunn ve el ejemplo señero en la Fuente Q) solo reproduce fundamentalmente dichos, y algunos hechos, pocos, de Jesús como un maestro estrictamente judío. Fundamenta, pues, por otras vías, lo que ya sabemos: Jesús fue un judío estricto, de tonalidad farisea, experto en la ley judía que observaba en su integridad, de quien no puede esperarse nada que supusiera un rompimiento radical con su religión. ¡Es un Jesús tan judío… que no pudo fundar una religión nueva!
3. Y entonces… toda la teología esencial del cristianismo, la reflexión teológica sobre si era o no el mesías de Israel; si se atribuía o no a sí mismo el título mesiánico de Hijo del Hombre; si se creía un ser divino o solo un mero hombre; si resucitó o la resurrección es una creencia teológica posterior; si tuvo consciencia Jesús de ser el redentor no solo de los judíos, sino de la humanidad entera; si su muerte era vicaria por todos los humanos y el derramamiento de su sangre en la cruz suponía el perdón los pecados de todos los hombres; si siendo estrictamente de religión judía pudo fundar un culto, como la eucaristía, que daba al traste en absoluto con la función del templo de Jerusalén…
Así que la tradición oral solo me vale para confirmar el estricto y profundo judaísmo de Jesús. Con otras palabras: la tradición oral no sirve para plantearse y resolver los graves problemas de la autoconsciencia de Jesús, la idea propia de su figura y misión… todo lo que es en suma, la teología básicamente paulina de la reinterpretación de Jesús hasta hoy día… que toma su forma casi definitiva en el credo niceno-constantinopolitano.
Todas esas cuestiones intenta resolverlas la crítica histórica y literaria de los Evangelios como textos escritos. La investigación crítica e independiente, que debe esforzarse por no tener pre-juicio alguno.
Comentarios desactivados en J. L. Sicre, Evangelio de Marcos, libro de Navidad para el 2021
Del blog de Xabier Pikaza:
José Luis Sicre,uno de los pocos clásicos vivos del estudio de la Biblia en lengua castellana, ha publicado una guía de lectura y comentario del Evangelio de Marcos, para el próximo 2021.
Marcos no incluye un relato de Navidad, pero ofrece el punto de partida y la clave de comprensión no sólo del nacimiento, sino de la vida y presencia de Jesús a lo largo de los siglos. Este libro de Sicre, maestro de exegetas y guía de estudiosos de la Biblia, será para muchos el mejor testimonio de la Navidad a lo largo del 2021.
Gracias, José Luis, por acudir nuevamente a la cita de los que queremos recorrer, como tú y contigo, el camino de la Biblia y de la vida de la Iglesia, desde esta Navidad 2020. Felicidades a Verbo Divino por publicar esta obra.
Exegeta y teólogo, de la Compañía de Jesús. Nació en Cádiz, estudió en el Instituto Bíblico de Roma y ha enseñado en la Facultad de Teología de Granada, de San Miguel de Buenos Aires y en el Instituto Bíblico de Roma. Ha colaborado con L. Alonso Schökel en la elaboración de un comentario básico a los Profetas I-II (Madrid 1980); cf. también sus grandes comentarios a Job (con L. Alonso, Madrid 1983) y Josué(Estella 2002).
Se ha especializado en el estudio de la tradición profética y mesiánica de Israel, ofreciendo una aportación muy significativa en la visión de Dios y la riqueza-pobreza en la Biblia, y en el mensaje de transformación personal, social y religiosa de los profetas, como muestran: Los dioses olvidados (Madrid 1979); Con los pobres de la tierra: la justicia social en los profetas… (Madrid 1985).
Ha ofrecido también una visión de la historia y contenido de la Biblia: Introducción al Antiguo Testamento (Estella 2011); Las tradiciones del Pentateuco en la época del exilio (Estella 1999); De David a Moisés (Estella 1995).
Su obra más significativa en perspectiva de narración didáctica es quizáEl Cuadrante, que consta de cuatro volúmenes: (I. La búsqueda. II. La apuesta. III. El encuentro. IV. Memoria de Andrónico. Parte novelada del El Cuadrante (Estella 1999/2000). En ella, de la mano de Andrónico, personaje de ficción, Sicre va ofreciendo un panorama certero y hermoso de la historia de las comunidades en donde se mantuvo la tradición de la historia de Jesús y de donde surgieron los sinópticos.
Publicó hace un año el Comentario y guía del evangelio de Mateo (Estella 2019), como introducción a las lecturas del año litúrgico (ciclo A). Fielmente, publica ahora, con mano de maestro, la introducción y comentario a las lecturas del ciclo B, para el año 2021.
La obra
Quien quiera conocer el índice del libro, con la introducción donde presenta sus temas principales puede acudir a la extensa y valiosa presentación editorial del libro, que culmina con una bibliografía básica, de la que recojo únicamente su referencia a los Comentarios científicos: Además del clásico de J. Gnilka, El evangelio según san Marcos l (2 vols.; Salamanca: Sígueme, 1986-1987), tenemos tres grandes comentarios:
Marcus, El evangelio según Marcos (2 vols.; Salamanca: Sígueme, 2011);
Mateos y F. Camacho, El evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético (3 vols.; Córdoba-Barcelona: El Almendro-Herder, 1993-2016);
Pikaza, X., El evangelio de Marcos. La Introducción al evangelio de Marcos, 37 Buena Noticia de Jesús (Estella: Verbo Divino, 2012).
Véanse también:
Carrillo Alday, S., El evangelio según san Marcos (Estella: Verbo Divino, 2008);
Castro Sánchez, S., El sorprendente Jesús de Marcos (Madrid: UP Comillas, 2005);
Navarro, Marcos (Estella: Verbo Divino, 2006).
El momento de Marcos
Marcos supo trazar en su evangelio la biografía pascual de Jesús Nazareno, el Crucificado (16, 6), y lo hizo de un modo tan intenso que su obra fue y sigue siendo clave todavía para entender el cristianismo.
Cuando parecía que la división de visiones del Cristo y de prácticas sociales de las comunidades podía conducir al surgimiento de iglesias totalmente distintas, cuando la caída de Jerusalén, destino y meta del proyecto de Jesús, parecía implicar el derrumbamiento de todo el cristianismo, Marcos supo volver a la raíz y elevarse de nivel, situando en el centro de todos los posibles cristianismos la figura (biografía) humana de Jesús, reinterpretada desde una perspectiva de pascua, pues, a su juicio, en la recta comprensión de la vida y muerte de Cristo se encuentra la respuesta a todos los problemas de la vida humana (y en especial de la Iglesia). En esa línea, el evangelio de Marcos podría titularse: “Para renacer en Cristo: Muerte y vida del resucitado como Navidad mesiánica”.
No les faltaba entonces (hacia el año 70) ni nos falta hoy (2020/2021) a los cristianos buena reflexión de fondo. Pablo había trazado ya en sus cartas la novedad del evangelio; Pedro y Santiago, hermano del Señor, habían desplegado también sus visiones del Cristo (aunque no las escribieron o no conservemos sus escritos). Hubo otros grandes pensadores como Apolo (cf. Hech 18, 24; 1 Cor 3, 4-6). Había buenas teologías. Pero Marcos fue el primero que, asumiendo y recreando tradiciones anteriores, trazó (narró) la historia pascual de Jesús, al que presentó como centro del cristianismo, cuando todo parecía derrumbarse, tras el 70 d.C., cuando muchos suponían que no había solución (cayó Jerusalén, su templo; no había venido Jesús como esperaban los cristianos primeros).
Pues bien, en ese momento, Marcos pensó que la respuesta era contar la historia “real” (esto es, pascual) de Jesús, el mesías galileo a quien habían matado en Jerusalén, según ley, porque anunciaba y preparaba la llegada del Reino de Dios. Esa historia suponía una vuelta atrás, pues en vez de mirar al futuro y mostrar lo que había de venir, Marcos insistió en la vida de aquel que había muerto, centrando así en Jesús (profeta campesino de Galilea) la verdad del evangelio y trazando desde Galilea (no de Jerusalén) un camino apasionante de vida y esperanza. La historia que Marcos contó de esa manera fue y sigue siendo un prodigio literario, teológico y humano: Es el relato (narración fundante) del “fracaso mesiánico” (esto es, salvador) de Jesús Nazareno, que anunció la llegada del Reino de Dios en Galilea y que fue asesinado en Jerusalén, para volver a extender su mensaje desde Galilea, como Cristo y Señor resucitado, Hijo de Dios, a través de sus seguidores.
Jesús no fue Cristo por haber “levantado en armas” al pueblo de Jerusalén, y haber vencido en la guerra final, sino por haber muerto, por fidelidad al mensaje de Dios, siendo asesinado precisamente en Jerusalén. Pues bien, mirados desde esa perspectiva, los terribles acontecimientos del 70 d.C. podían y debían entenderse como elementos de una historia salvadora, y así, en la línea de los viejos profetas de Israel (como Jeremías), Marcos pudo afirmar que la misma ruina del templo de Jerusalén formaba parte de la historia de salvación, querida por Dios, que los seguidores del Cristo retomaban desde Galilea.
Marcos no es una “historia de puros hechos” (una crónica) de Jesús, sino un evangelio, es decir, una biografía mesiánica y eclesial, filtrada e interpretada (actualizada) a lo largo de cuarenta años de vida eclesial, en una línea paralela a la de Pablo, reflejando así las carestías y las aportaciones de los grupos cristianos en los años decisivos del surgimiento y consolidación de las comunidades, desde la muerte de Jesús (30 d.C.) hasta los años 70 en que Marcos escribe su libro.
Ciertamente, Marcos quiso escribir sobre Jesús, pero no sobre el puro Jesús del pasado (en la línea de aquello que Pablo llama el Cristo de la carne: 2 Cor 5, 16), sino sobre Jesús el Cristo (Jesucristo, Hijo de Dios; Mc 1, 1), cuya memoria se ha conservado e interpretado en las comunidades, a pesar de que parecieran más urgentes otros temas (la muerte/resurrección de Jesús y su venida final). De esa forma, desarrollando rasgos y momentos que quedaban velados en Pablo (que se centra en el Hijo de Dios, que el Cristo resucitado), Marcos ha querido recuperar (sin duda, desde la fe pascual), las obras y el destino del Jesús-Mesías, Hijo de Dios, que no ha sido ni es héroe mítico, ni figura angélica, ni “hipóstasis” de Dios, pero tampoco un mesías davídico fracasado (como parece suponer Rom 1, 34), sino un profeta mesiánico, mensajero del Reino de Dios, que murió crucificado precisamente por aquello que hacía y decía. Por eso es importante la historia humana (mesiánica) de Jesús resucitado.
Esa historia humana de Jesús, que en un sentido (a juicio de Pablo) ha sido un pretendiente mesiánico crucificado, viene a mostrarse para Marcos, en un nivel más alto, como presencia y revelación salvadora del mismo Hijo de Dios. Marcos vuelve así a Jesús como personaje histórico, recogiendo en su evangelio algunos rasgos esenciales de su biografía, situándonos de nuevo (y para siempre) ante la Navidad pascual de Jesús.
Algunos datos básicos de esa vida de Jesús (que era judío, que murió crucificado por Poncio Pilato, que sus discípulos afirmaron que había resucitado…) los conocemos en parte por otras fuentes cristianas (especialmente por Pablo, de quien hemos hablado) y no cristianas (como Flavio Josefo). Pero ha sido Marcos quien los ha recogido y reinterpretado desde su misma experiencia eclesial, con los ojos de la fe, que le permiten descubrir y presentar a Jesús como revelación definitiva de Dios. En una línea, podemos afirmar que Jesús ha sido un mesías “fracasado” de Israel (como decía Pablo, persiguiendo a los cristianos de Damasco); pero, en otra línea, en perspectiva de fe, descubrimos con Marcos que ese mismo Jesús, crucificado y maldito (cf. Gal 3, 10.13), ha sido en su historia y sigue siendo, por la pascua, el salvador de Dios para Israel y para todas las naciones.
Marcos ha escrito, según eso, la historia mesiánica (pascual) de Jesús, de manera que nos sitúa ante su verdadero nacimiento en la vida de los hombres, en la Iglesia.Esto es lo que J. L. Sicre ha querido poner de relieve esta guía de lectura y comentario litúrgico del evangelio para el año 2021. Marcos escribe, pues, desde la fe (desde eso que se suele llamar el Cristo de la fe), pero lo hace de un modo histórico, recuperando, organizando y reformulando en su perspectiva creyente los datos más significativos de la vida y mensaje de Jesús. Escribe desde la fe, pero de un modo históricamente fiable (pues la misma fe se lo exige), ofreciendo así, con sus “seguidores sinópticos” (Mateo y Lucas, y en otro nivel con Juan Evangelista) una biografía “verdadera” de Jesús.
Escribe desde la fe, pero no puede “inventar” porque son muchos los que todavía, en su tiempo, en torno al año 70, pueden recordar de un modo directo o indirecto la línea básica de la historia de Jesús, que sucedió cuarenta años atrás (sobre todo, si pensamos que él escribió su evangelio en una zona no muy lejana de Galilea, como puede ser Damasco). Eso significa que Marcos podía (y debía) perfilar e interpretar los datos de la vida de Jesús, pero no inventarlos, pues en su comunidad existía ya una “figura” de Jesús, bastante bien perfilada.
En ese sentido, podemos afirmar que (como hace J. L. Sicre a lo largo de este comentario) que Marcos nos ha ofrecido a un Jesús recordado y actualizado. (a) Es un Jesús recordado, no sólo en las narraciones o relatos que se contaban entre los cristianos, sino también, y de un modo especial, en la liturgia y en la predicación, en la oración y en la forma de vida de las comunidades cristianas. (b)Es, al mismo tiempo, un Jesús actualizado y reinterpretado por el mismo Marcos, en la línea de lo que hemos puesto de relieve en el apartado anterior, al hablar de Pablo. (c) Es, finalmente, un Jesús que nosotros, cristianos del siglo XXI, en momento de gran crisis personal y social, en medio de las diversas pandemias que nos azotan, podemos y debemos recrear, con la ayuda de J L. Sicre.
Comentarios desactivados en En el pórtico de la Navidad: Historia, símbolo de fe, mito
Del blog de Xabier Pikaza:
Al principio, los cristianos (Pablo, Marcos…) no se ocuparon del nacimiento de Jesús, pues pensaron que sólo importaba su vida y especialmente su muerte… Pero después (a partir de los año 70), empezando por el evangelio de Mateo y siguiendo por los de Lucas y Juan, ellos descubrieron que la vida de Jesús como “encarnación” de Dios era inseparable de su origen. Ellos supieron así que no hay cristianismo sin Pascua, pero tampoco sin Navidad.
Pero la Navidad del Hijo de Dios, y en especial la función de su madre, ha sido discutida, de tal forma que los cristianos han venido a dividirse por su forma de entender la Navidad, no sólo en tiempo antiguo (entre los grupos enfrentados en el concilio de Éfeso, 381), sino en la actualidad,de forma que algunos han llegado a decir que todo lo referente a María (excepto su nombre y que era Madre de Jesús) no es más que puro mito.
| X Pikaza
(Belén del Vaticano 2020. ¿Nacerá un Jesús marciano, venido de o dirigido hacia otros planetas o estrellas? Jesús se encuentra todavía envuelto en rojo).
En el principio, Historia de María
– Fue una mujer galilea: mediterránea y judía de comienzos de nuestra era. Todo lo que ha vivido y sentido ha de entenderse en ese fondo. Quizá debemos añadir que ella ha expresado los rasgos primordiales de lo humano, en clave de mujer. Sólo de esa forma puede iluminar y motivar nuestra existencia.
– Esposa de José y madre de Jesús, un pretendiente mesiánico judío. Sus relaciones con José forman parte de una historia humana y religiosa que se adentra en el misterio de toda vida y relación profunda entre dos seres humanos. Parece que estaba viuda cuando Jesús inició su vida pública. De manera sorprendente, Mc 6, 3 llama a Jesús el hijo de María.
– Mantuvo relaciones complejas con Jesús y parece que al principio no aceptó su mensaje y camino mesiánico, como supone Mc 3, 31-35 y 6, 1-6 y el conjunto del evangelio de Juan. Pero Hch 1, 12-14 Testamento añade que ella se integró en la iglesia o comunidad de los discípulos de su hijo, entre los que jugó un papel significativo , viniendo a convertirse en figura simbólica o paradigmática de la fe, sea en sentido crítico (no pudo imponer sus derechos sobre Jesús: cf Mc 3, 31-35) sea en sentido ejemplar y edificante, de tal forma Lc 1-2 y en algún sentido Jn 19, 25-27 la presentan como modelo de cristiana.
– Ha sido “creída” dentro de la iglesia. Por razones que algunos suponen evidentes y otros deben precisar y justificar, ella vino a convertirse pronto en lugar de referencia o modelo para la comunidad cristiana, como testifica en perspectivas diferentes el conjunto del NT.
1. Nació, en torno al 6 a.C. probablemente en Nazaret de Galilea, aunque los evangelios hablen de Belén de Judá, para entroncarle con el Rey David… al menos de un modo simbólico. Fue un hombre significativo, que planteóproblemas y abrió caminos de importancia en la sociedad de su entorno judío y romano, aunque (¡por eso!) las autoridades oficiales no le aceptaron y el gobernados romano le condenó a morir en una cruz (hacia el año 30 d.C.).
2.Se conoce bastante bien su vida, aunque sigue habiendo en ella huecos fascinantes (¿por qué hizo lo que hacía, por qué se dejó matar?), de manera que algunos han dicho que no pudo existir, que fue sólo un mito condensado como historia: Un faraón judaizado, un héroe griego incardinado en Galilea, la avatara palestina de un Dios hindú…. Pero tras veinte siglos su vida real resulta sorprendente y sigue dando mucho que pensar y que vivir
3. Los que primero escribieron su vida exaltaron mucho su figura sagrada, olvidando casi su base humana, como hizo San Pablo (que escribió sobre Jesús a los veinte años de su muerte), que casi sólo se ocupó de la muerte de Jesús y de su resurrección entendida en línea de misterio. Por el contrario los que vinieron después, es decir, los cuatro evangelistas tuvieron que esforzarse por recuperar su historia humana para que no se perdiera, pues pensaron que sólo siendo un hombre podía ser modelo y «salvador» para los que creían en él.
4. Los historiadores judíos y romanos del siglo I d. C. apenas le citaron, pensando que no merecía la pena recordarle, porque su figura les parecía margina… o peligrosa Pero Flavio Josefo estuvo más atento y en su libro sobre las Antigüedades Judía (Ant) le presentó como taumaturgo, y profeta escatológico… Algunos historiadores greco-romanos del siglo II (Tácito, Suetonio o Plinio el Joven) le recuerdan como un revoltoso, ajusticiado por la autoridad romana, pero su figura les sigue pareciendo carente de importancia.
4. Los discípulos de Jesús crearon «iglesias», o grupos de «creyentes mesiánicos», apoyándose para ello en la certeza de que él estaba vivo (=había resucitado), impulsándoles a recrear su misión, no sólo en Israel, sino entre todos los pueblos. Ciertamente, se puede discutir la «realidad» y/o sentido de esa resurrección, pero es indudable que los primeros cristianos creyeron en ella y así continuaron y recrearon la obra de Jesús (entre el 30 y 60 d.C.) y fueron uniéndose hasta crear entre el 100 y 120 d.C. la Gran Iglesia (la comunidad unitaria de los creyentes de Jesús).
La celebración de la Navidad forma parte de las interpretaciones de la vida de Jesús
Al principio, los cristianos (Pablo, Marcos…) no se ocuparon del nacimiento de Jesús, pues pensaron que sólo importaba su vida y especialmente su muerte… Pero después (a partir de los año 70), empezando por el evangelio de Mateo y siguiendo por los de Lucas y Juan, ellos descubrieron que la vida de Jesús como “encarnación” de Dios era inseparable de su nacimiento. Ellos supieron así que no hay Jesús “cristiano” sin cruz, pero tampoco sin nacimiento.
Esa interpretación creyente del nacimiento de Jesús, y en especial de su madre, María,, ha sido discutida, de tal forma que los cristianos han venido a dividirse y distinguirse por su forma de entender el símbolo mariano de la Navidad, no sólo en tiempo antiguo (entre los grupos enfrentados en el concilio de Éfeso, 381), sino en la actualidad,de forma que algunos han llegado a decir que todo lo referente a María (excepto su nombre y que era Madre de Jesús) no es más que puro mito.
Finalmente, esa interpretación (símbolo creyente) se sitúa en un campo que puede y debe compararse con los “mitos” de nacimiento de diversas religiones y culturas. Por eso, la historia y símbolo de la Navidad (aunque sin verdadera Encarnación) puede celebrarse y se celebra fuera del cristianismo.
María entre la confesión de fe y el mito.
– Muchos creyenteshan recreado simbólicamente la figura de María, descubriendo y/o expresando en ella elementos fuertes de la confesión cristiana. Los evangelios (Mt, Lc y Jn) no elaboran su recuerdo para saciar una curiosidad, sino para expresar mejor el origen y la novedad de Cristo, de forma que ellos presentan casi a María como un catalizador simbólico del mesianismo de su hijo.
– Pero la figura de María se sitúa también desde tiempo antiguo (desde el Nuevo Testamento, cf. Ap 12) en el principio de un camino de apertura tendencial al mito. Llamo mito a un símbolo de tipo intemporal que se desliga de la historia y expresa en forma imaginaria aquello que parece haber sido y será siempre, el eterno y divino retorno de las cosas. l mito unifica lo divino con lo humano en un tipo de simbiosis suprahistórica, al proyectar hacia lo eterno (lo divino) los elementos fundamentales de la vida histórica: el nacer y el morir, lo masculino y femenino, la guerra y la concordia etc.
– En ese fondo María podría convertirse al fin en diosa y la Navidad en una expresión de la unidad originaria de lo divino y lo humano. De manera muy normal, al situarla en el lugar donde el hombre y Dios se unen, la mariología coloca a la madre de Jesús, al menos de manera tendencial, en una línea abierta al mito; ella termina asumiendo (sin negar la historia) temas que el mito había desarrollado en plano transhistórico al hablar de la madre divina o la mujer sagrada[2].
Mariología y teología de la Navidad
– La mariología cristiana constituye el descubrimiento y cultivo creyente (consecuente) de la hondura simbólica de la historia de María… y de la “revelación natal” de Dios en Jesús. Por medio de María (no de un modo excluyente, sino inclusivo: María como verdadero Israel, María con José, en un contexto de familia ampliada) Dios se hace carne de un modo “natal”, siendo concebido, naciendo y viviendo como un ser humano concreto, llamado Jesús.
– Al situar a María cerca del espacio donde se reciben o/y elaboran mitos religiosos casi universales (hierogamia, madre divina, feminidad sagrada…), la mariología asume como propia la tarea crítica de superar (negar y recuperar en forma nueva) lo que esos mitos han descubierto o inventado. Quizá podamos decir que la mariología es una disciplina abierta por esencia al diálogo cultural interreligioso con sus valores (nos sitúa en el lugar donde el ser humano ha buscado, sufrido y soñado con más intensidad) y sus riesgos (el evangelio de la historia de Jesús y de la iglesia puede diluirse con María y por María en los pretendidos valores eternos de los dioses y diosas del entorno mediterráneo y del oriente antiguo).
TRASFONDO MÍTICO DE LOS RELATOS DE LA NAVIDAD
Estudié extensamente el tema en un libro titulado Los Orígenes de Jesús donde podrán verse datos, tendencias e interpretaciones. Aquí me limito a recoger algunos datos de U. Luz, Evangelio de Mateo, Sígueme, Salamanca 2010. Dejo para mañana la interpretación cristiana de Lc 1, 26-38 (evangelio del dom. 4º de Adviento). Prescindo de las notas e interpretaciones eruditas. Quien quiera fijarlas deberá acudir al libro de U. Luz. Aquí recojo sólo el esquema básico de su planteamiento:
Comentarios desactivados en Castillo y su ‘Evangelio 2021’: repensar el mensaje de Jesús desde la pandemia
El maestro de la Teología Popular vuelve a publicar la Palabra de cada día en Desclée
La pandemia nos enfrenta a tres problemas fundamentales: 1) La “crisis sanitaria”; 2) La “crisis económica”; 3) La “crisis humanitaria”
Después de veinte siglos de conflictos, peligros, amenazas y hasta fracasos, el Evangelio sigue en pie
Ya en esta semana está, en las librerías, el comentario al Evangelio diario de 2021. Este año, lo mismo que el año pasado, he comentado los Evangelios de cada día, desde el 1 de Enero hasta el 31 de Diciembre, según el año civil, teniendo en cuenta, como es lógico, el año litúrgico
Ya en esta semana está, en las librerías, el comentario al Evangelio diario de 2021. Este año, lo mismo que el año pasado, he comentado los Evangelios de cada día, desde el 1 de Enero hasta el 31 de Diciembre, según el año civil, teniendo en cuenta, como es lógico, el año litúrgico.
El libro de este año tiene el mismo volumen y formato que el de años pasados. Pero, en el contenido, presenta dos novedades que me parecen importantes.
Ante todo, insisto en que los Evangelios son “teología narrativa”. Un tema (el que sea) se puede expresar mediante “ideas” o mediante “relatos”. El Quijote, de Cervantes, es un análisis genial de la condición humana. Un análisis que se expresa, no mediante ideas, conceptos y teorías, sino mediante narraciones y relatos. Los Evangelios no son una “vida de Jesús”. Los Evangelios son la “revelación de Dios” en Jesús. Por eso, lo que importa, en los Evangelios, no es su “historicidad”, sino su “significatividad”. En cada relato, en cada episodio, en cada parábola, ¿qué se nos dice sobre Dios? ¿cómo y dónde podemos encontrar a Dios? Esto, ante todo.
Pero, en el comentario a los Evangelios de este año, hay algo más concreto, más actual, más apremiante. Me refiero a la pandemia del covid19. La pandemia nos enfrenta a tres problemas fundamentales: 1) La “crisis sanitaria”; 2) La “crisis económica”; 3) La “crisis humanitaria”. Pues bien, estos tres problemas y estas tres crisis nos presentan y resumen las grandes preocupaciones de Jesús. De forma que, en la solución a esos tres problemas, es dónde y cómo se nos revela Dios, en Jesús de Nazaret. Y esos temas justamente es dónde y cómo tenemos que encontrar a Dios.
Esto es lo que explica por qué, en los Evangelios, se nos habla tanto y tantas veces de las curaciones de enfermos (la salud). Por eso mismo, Jesús insiste tanto y con tanta fuerza sobre pobres y ricos, de cómo y por qué no se puede amar a Dios y al dinero y, sobre todo, el “seguimiento” de Jesús sólo es posible en el despojo total del dinero (la economía). Y por la misma razón, en sus sermones y parábolas, Jesús explica cómo tienen que ser nuestras relaciones humanas.
Jesús no curó a todos los enfermos que había en Palestina cuando él andaba por el mundo. Ni acabó con los ricos, para que los pobres vivieran en la abundancia. Ni resolvió los conflictos y problemas que había en la sociedad de Palestina en aquel tiempo. El Evangelio nos viene a decir que la solución está en nuestras manos y a nuestro alcance. ¿Cómo? ¿En qué?
¿Qué solución nos ofrece el Evangelio para salir de esta situación dramática en que nos vemos hundidos? Jesús no curó a todos los enfermos que había en Palestina cuando él andaba por el mundo. Ni acabó con los ricos, para que los pobres vivieran en la abundancia. Ni resolvió los conflictos y problemas que había en la sociedad de Palestina en aquel tiempo. El Evangelio nos viene a decir que la solución está en nuestras manos y a nuestro alcance. ¿Cómo? ¿En qué?
Después de veinte siglos de conflictos, peligros, amenazas y hasta fracasos, el Evangelio sigue en pie. Y sigue dando esperanza. Lo que hace falta es que nosotros tomemos en serio, de veras y con todas sus consecuencias, el “recuerdo peligroso” que es este Evangelio, la fuente de nuestra seguridad, que nos dice: saldremos adelante, con la misma seguridad con que el Evangelio sigue adelante, pase lo que pase y venga lo que venga.
Comentarios desactivados en José María Castillo: “Los seres humanos no necesitamos un ‘Dios curandero’, ni nos hace falta un ‘Jesús milagrero’”
De su blog Teología sin Censura:
“¿Qué nos vienen a decir esos 67 relatos de curaciones y remedios que Jesús aportaba a la sociedad humana?”
“A partir del “Dios humanizado” (que es Jesús), nos enteramos de lo que ese Dios nos quiere decir sobre el ser humano, sobre la vida humana, sobre la sociedad humana”
Es un hecho que los dos problemas más preocupantes, que nos ha planteado el coronavirus, son el problema de la salud y el problema de la economía. De los dos, habla todo el mundo. Porque nos enfrentan a dos cuestiones básicas y decisivas en la vida de los individuos y de la sociedad.
¿Tiene el cristianismo algo que decir sobre estos dos problemas tan determinantes en la vida de los individuos y de la sociedad? Sin duda alguna, tiene que decir. Y mucho, por supuesto. El Papa Francisco se refiere a estos dos asuntos constantemente. Y antes que el Papa, quien con más insistencia y fuerza se enfrentó a estos dos problemas fue Jesús el Señor. El Evangelio, la Buena Noticia de Dios al mundo, nos dejó constancia abundante de este doble problema: la salud y la economía. Y ambos, muy relacionados entre sí. Pero, por claridad y orden, hablaré aquí, en primer lugar, de la salud; después, de la economía.
Quienes leen los evangelios saben que, en esos cuatro libros, se relatan con frecuencia episodios de curaciones milagrosas de enfermos. Exactamente, los relatos que, en los cuatro evangelios se refieren al problema de la salud son 67. La mayoría de estos relatos se refieren a hechos concretos. En otros casos (no muchos), se trata de “sumarios”, en los que se dice genéricamente que Jesús curaba a enfermos, lisiados, personas endemoniadas (o sea, que padecían enfermedades del cuerpo o de la mente. Cf. O. Böcher, TRE VIII, 279-286).
Así pues, y sin duda alguna, se puede afirmar que la primera y más destacada preocupación de Jesús fue el problema de la salud humana. Como es lógico, esto quiere decir que Jesús, el “Dios encarnado” y por tanto el “Dios humanizado”, vio claramente que el primer problema, que tiene que resolver la humanidad, es el problema de la salud. Y fue a eso, a lo que más, ante todo, se dedicó Jesús, si nos atenemos a más de 60 relatos evangélicos.
Esto quiere decir – entre otras cosas y como parece lo más lógico – que las curaciones prodigiosas, que relatan los evangelios, no son sencillamente “milagros”, mediante los cuales Jesús demostraba que él era Dios (cf. John P. Meier, Un judío marginal, vol. II/2, 598-602). No es eso. El problema, que plantean y resuelven los hechos prodigiosos de Jesús, es otra cosa. Y nos dice otra cosa.
Un Dios humanizado
Me explico. No se trata de que, a partir de los milagros, queda demostrado que Jesús es Dios y así conocemos a Dios. No. Se trata, al contrario, de que, a partir del “Dios humanizado” (que es Jesús), nos enteramos de lo que ese Dios nos quiere decir sobre el ser humano, sobre la vida humana, sobre la sociedad humana.
O sea, en los milagros y mediante los milagros, lo que importa y lo decisivo no es conocer la “historicidad” de esos hechos (si sucedieron o no sucedieron), sino enterarnos de la “significatividad”, que tales hechos tienen para nosotros. Por tanto, la pregunta clave, que tenemos que hacernos al leer esos relatos extraños y hasta desconcertantes, es ésta: ¿qué nos vienen a decir esos 67 relatos de curaciones y remedios que Jesús aportaba a la sociedad humana?
La respuesta, si no estamos ciegos, es clara y elocuente: lo primero y lo más importante, que Jesús nos enseñó (mediante las “obras” que realizaba) fue esto: ante todo, la salud humana, aliviar el sufrimiento de los que padecen, remediar el dolor de los lisiados, hacer la vida más feliz y más llevadera. Los seres humanos no necesitamos un “Dios curandero”. Ni nos hace falta un “Jesús milagrero”.
Lo que ante todo define a un ser humano, que cree en Jesús y toma en serio el Evangelio, es la persona honrada y buena que, ante todo, centra su vida en aliviar el sufrimiento de los demás y hacer más feliz la existencia humana.
Por esto da pena leer tantos y tantos comentarios eruditos, que llenan bibliotecas del saber, que matizan al detalle problemas que no resuelven nada. Pero son ya demasiados los sabios que saben lo indecible. Cuando en realidad no resuelven nada importante y serio en la vida. ¿Para eso Dios “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos“? (Flp 2, 6-7). El Papa Francisco nos habla de una “Iglesia en salida”. Ya es hora de que en el Evangelio busquemos y encontremos esa “salida”. La Iglesia que sale de sus propios intereses y da respuesta a tantas preguntas que nos angustian.
En una reflexión posterior trataré el tema de “Jesús y la economía”.
Comentarios desactivados en El día en que Jesús “hizo las maletas”. ¿Dónde estaban Mateo y Juan?
La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.
En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .
Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamosnos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que adopto, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de todo modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.
Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “ (Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.
Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy tontamente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.
¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que poseemos. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obsante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.
Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis históricas y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen a su disposición.
Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.
Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto … ¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera, él mismo, distraído…
– “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.”
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
*
Lucas 24, 46-53
***
Si Cristo nos ha dado la vida eterna, es para vivirla, anunciarla, manifestarla, celebrarla como la cima de todas las felicidades, como nuestra bienaventuranza. Hace dos mil años que Cristo habló del pan, de la paz y de la libertad. Pero lo que ha traído a la tierra es más: ha traído la vida eterna. Y es la vida eterna lo que nosotros con él, en la Iglesia, debemos continuar llevando. Si no somos nosotros quienes damos la vida eterna, nadie lo hará en nuestro lugar. Eso equivale a afirmar que ésta es la base de nuestra vocación cristiana; es distinguir de manera infalible nuestra vocación religiosa de una vocación política, de un sistema de pensamiento; es demostrar que a nosotros no nos interesa en absoluto la conquista del mundo; lo que nos apremia es que cada hombre pueda encontrar, como nosotros lo hemos encontrado, un Dios al que amamos y que antes ha amado a cada hombre. Necesitamos aprender, expresar la vida de un hombre invadido de vida eterna, y eso, tal vez, hasta nuestra muerte. Ahora bien, esta vida existe para ser cantada, cantada después o antes de la muerte; y a lo largo del camino no se canta con un folio de papel: se canta con el corazón. No debéis ninguna fidelidad al pasado en cuanto pasado; sólo debéis fidelidad a lo que os ha traído de eterno, es decir, de caridad.
*
Madeleine Delbrél, Indivisible amor. Fragmentos de cartas,
Cásale Monferrato 1994, pp. 27s.
Comentarios desactivados en Evangelios judeocristianos y otros autores antiguos como fuentes para la reconstrucción del Jesús histórico (3-3-19) (1048)
Del Blog de Antonio Piñero:
Fuentes para la reconstrucción del Jesús histórico
Los evangelios judeocristianos –es decir, afines a la mentalidad de los seguidores más cercanos de Jesús, representados por la iglesia de Jerusalén dirigida por Santiago, el hermano de Jesús– son mencionados por F. Bermejo ciertamente como ayuda cierta, pero escasísima en aportaciones, para reconstruir vida, hechos y dichos de Jesús. Los importantes para él son tres: el Evangelio de los ebionitas, el Evangelio de los nazoreos y el Evangelio de los hebreos. Respecto al primero (dicho sea de paso, los breves textos fragmentarios de estos evangelios puede el lector consultarlos cómodamente en la obra colectiva “Todos los Evangelios”, Edaf, 2009) opina FB que tiene poco o nulo valor como fuente para la vida de Jesús, porque depende ciertamente de los Sinópticos; su información se basa en ellos y no en una fuente independiente.
Respecto al segundo, el de los nazoreos, afirma FB que “ciertos pasajes que atestiguan una preocupación social por parte de la comunidad pueden haber conservado tradiciones sobre Jesús al menos tan antiguas como las contenidas en los Sinópticos” (p. 46). Pero no cita cuáles. Y respecto al tercero, el de los hebreos, indica que contiene algunos pasajes que carecen de equivalente en los Sinópticos. Algunas de ellos encajan con la imagen de Jesús que puede deducirse de estos últimos; pero otras, no. En esos casos de contradicción, Bermejo aconseja poner en duda, al menos, la información de los evangelios canónicos.
A estos tres evangelios añade una breve consideración sobre el valor del Evangelio de Pedro. No cree nuestro autor –en contra de la opinión de algunos estudiosos como J. D. Crossan, demasiado seguros de que este texto contiene información fiable– que el Evangelio de Pedro sea de demasiado valor para reconstruir hechos de la pasión de Jesús (esta es la única parte que se conserva de este apócrifo, más alguna noticia de la resurrección), pues su autor es muy fantasioso. Sobre la cercanía a los Sinópticos en dichos y hechos de Jesús pero expresados con un vocabulario diverso, opina Bermejo que el autor del Evangelio debió de inspirarse en los evangelios canónicos precedentes, pero que añadió algo tomado de la tradición oral. En conjunto, sin embargo, tanto de los textos judeocristianos como el del Evangelio de Pedro se observa que ofrecen muy poca información interesante. Apenas si se obtiene de ellos una perspectiva novedosa en la reconstrucción fiable de Jesús que no haya sido vista ya la investigación independiente a partir del estudio de los evangelios canónicos.
Sobre el testimonio de Flavio Josefo acerca de Jesús (Antigüedades de los judíos XVIII 63-64) es bien conocida ya la opinión de Bermejo que el texto es auténtico una vez eliminadas las interpolaciones cristianas. Pero lo novedoso en su opinión es que, en contra de lo afirmado por la mayoría de los estudiosos (y a la cabeza de ellos J. P. Meier), sostiene que el texto así restaurado no contiene una información neutra sobre Jesús, sino negativa (es decir, Flavio Josefo consideraba a Jesús un sedicioso contra el Imperio), ya que hablar de él emplea un vocabulario, e incluso frases, que en resto de su obra tienen connotaciones negativas.
Por otro lado el contexto en el que está situado este famoso “testimonio flaviano” es el de una lista de gente que hicieron mucho daño al pueblo judío, bien por sus acciones o por sus ideas apocalípticas fantasiosas que llevaron a la gente a creer que contarían con toda seguridad con la ayuda divina para acabar con el poder del Imperio romano sobre Israel. Por último indica que un texto negativo sobre Jesús explica mucho mejor la intervención en él de escribas cristianos, para glosarlo a su favor, que si fuera un texto neutro.
Acerca del famoso pasaje de los Anales de Tácito (XV 44,2-3), en el que se menciona la crucifixión de Jesús bajo Poncio Pilato, se inclina Bermejo por su autenticidad, a pesar de que muchos otros estudiosos sostienen la teoría de la interpolación cristiana, sobre todo porque el texto fluye mucho mejor sin esa mención. Personalmente me inclino más por esta última hipótesis. Sobre Suetonio (Vida de Claudio 25,4) y el presunto testimonio del historiador judío Talo, sostiene con razón Bermejo que no vienen a cuento ni siquiera para demostrar la existencia de Jesús. Y sobre la carta de del filósofo estoico sirio Mara bar Serapión acerca de una posible alusión a Jesús como “un rey sabio, que promulgó leyes sabias pero que fue asesinado por los judíos”, sostiene también con razón que es, al menos, en extremo dudoso que se refiera a Jesús.
En la recapitulación final sobre estas fuentes paganas sobre Jesús, y admitiendo la autenticidad del pasaje de Tácito, junto con su interpretación del de Flavio Josefo, Bermejo se alegra de que fuera de las fuentes cristianas se haya presentado, gracias a estos dos historiadores no cristianos, una imagen de un Jesús sedicioso que se parece mucho más a la realidad histórica que la de un Jesús absolutamente pacífico, apolítico e inofensivo, que ofrecen los evangelistas canónicos. Y respecto al conjunto, la pluralidad de fuentes sobre Jesús indica la pluralidad de concepciones sobre él en el cristianismo primitivo, que era muy complejo. No existe una representación de Jesús más o menos unificada como la que presenta el Nuevo Testamento.
Comentarios desactivados en Ariel Álvarez: “La figura de Jesús de Nazaret que muchos cristianos tienen en su mente se parece a un superhombre”
“Los cristianos solo conocen al Jesús de la fe, el que aparece en los Evangelios”, explica el biblista
El teólogo imparte una serie de seminarios gratuitos en el CEHS sobre el nacimiento y la infancia del Jesús histórico
(Humanizar).- ¿Es posible demostrar la existencia de Jesús? ¿Cómo fue la anunciación del Ángel Gabriel? Este ha sido el primero de los seminarios gratuitos en el CEHS que están teniendo lugar estos días -bajo el tema global “Nacimiento e infancia del Jesús histórico”, de la mano de Ariel Álvarez, teólogo, biblista y un referente mundial en esta especialidad.
¿Qué importante es el conocimiento del Jesús histórico para la fe y para la vida de la Iglesia hoy?
Los cristianos en general solo conocen al Jesús de la fe. Es decir, al Jesús que aparece en los Evangelios. Pero se trata de una figura interpretada por los primeros cristianos. El Jesús de Nazaret que históricamente pasó por este mundo, predicando y actuando, nos resulta desconocido. Hoy los biblistas e historiadores están haciendo un esfuerzo por recuperar la figura del profeta de Galileo, despojándolo del ropaje de la creencia.
En este sentido los estudios del Jesús histórico han avanzado enormemente, y creo que sirven mucho para que nuestra fe pueda apoyarse en un personaje real. De estas nuevas propuestas, sin duda que la fe cristiana sale enormemente favorecida.
¿Qué temas has trabajado en este curso bíblico en el Centro de Humanización de la Salud de los camilos y qué quieres subrayar de ello?
En este curso solo nos hemos detenido en la etapa de la infancia y la vida oculta de Jesús. Es el periodo menos conocido históricamente, ya que los Evangelios no solo aportan muy poca información, sino que la mayoría de las escenas bíblicas que corresponden a este tiempo contienen pocos datos útiles para un historiador. Aún así, se pueden recuperar bastantes datos de Jesús de Nazaret.
En este curso intentamos descubrir cómo habría sido su nacimiento, cuándo nació, dónde nació, cómo estaba constituida su familia, qué tipo de relaciones había entre sus miembros, y cómo habría sido la etapa de su vida oculta.
¿Cómo describirías el poder humanizador del conocimiento de Jesús de Nazaret para hoy?
La figura de Jesús de Nazaret que muchos cristianos tienen en su mente está muy deshumanizada. Se parece más a un superhombre, a un personaje mágico, a un ser sobrenatural, que al hijo de María que vino a volcar amor sobre la tierra. Con una figura de este tipo, que supuestamente debe servir de ejemplo a los cristianos, resulta muy difícil el seguimiento. Por eso es que a muchos creyentes se les hace imposible la fidelidad al mensaje de Jesús. Pensamos que él hizo lo que hizo porque era Dios. Recuperar la figura humana de Jesús de Nazaret no solo nos reconcilia con él, sino también con nuestras posibilidades humanas de actuar y de vivir el Evangelio.
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Interesante entrevista que publica Religión Digital:
Autor de “San Justino, intelectual. Cristiano en Roma”, publicado por Ciudad Nueva
“No somos capaces de descubrir el Antiguo Testamento como promesa de lo que se cumple en Jesús”
“En este momento (siglo II), todavía no hemos llegado ni a las catacumbas, ahí se estructuran y vertebran los sacramentos. Y es el siglo en el que se congenia y se conjunta el canon de los escritos sagrados “
(Jesús Bastante).- Fernando Rivas Rebaque es profesor de Historia Antigua de la Iglesia y Patrología en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas y autor de numerosos libros. El último,“San Justino, intelectual. Cristiano en Roma” de Ciudad Nueva, el primero de una colección sobre los Padres de la Iglesia.
Escribes sobre cuatro de los padres de la Iglesia. Cuéntanos un poco.
En principio, es una colección que se llama “Conocer el siglo II”. La idea es, por qué tenemos que conocer este siglo y por qué es tan importante. La razón es que se trata de un siglo fundamental para la historia del cristianismo y de la iglesia.
De cuando la Iglesia sale de la catacumbas y empieza a expandirse.
En este momento, todavía no hemos llegado ni a las catacumbas. Estamos todavía en la periferia, en las urbes y en los grandes centros. Pero, siempre en los barrios más marginales, comenzando a constituirnos como unidad. Es cuando organizamos los ministerios y las estructuras de gobierno.
También, en este siglo se estructuran y vertebran los sacramentos. Y es el siglo en el que se congenia y se conjunta el canon de los escritos sagrados.
Se habla mucho del siglo IV, del concilio de Nicea y de Constantino como elemento fundacional, por así decirlo, de la Iglesia como nosotros la entendemos.
No, no. Qué va.
Cuéntanos un poco, entonces, qué importancia tiene el siglo II para entender el Cristianismo.
Los orígenes cristianos se sitúan en el siglo I, pero donde adquieren su rostro, más o menos como el que tenemos hoy con sus variantes, es en el siglo II. Es cuando nos organizamos como comunidad, en varias vertientes. La parte de los roles comunitarios, los ministerios, donde estarían los obispos diáconos y presbíteros. Cómo se organizan, fundamentalmente. Y no solo los roles comunitarios, también los rituales comunitarios, bautismo y eucaristía.
Antes ya estaban, pero de manera diseminada. Incluso la parte de los escritos fundacionales, nuestros canónicos, se van poco a poco vertebrando, para constituirse tal como los conocemos hoy, con ligeras variantes.
Por lo tanto, tenemos todo para conseguir y construir una comunidad. Además de esto, es un momento interesante para ver la relación con la sociedad y las relaciones comunitarias, ya que es un momento de una inmensa pluralidad.
La Iglesia nunca ha conocido tanta pluralidad como entonces. Era casi exageradamente plural, porque teníamos, por un lado la veta más judaizante, que querían volver al pasado. Por otro, la más gnóstica, de olvidarse del pasado y de vivir una especie de mitos más o menos como nueva era, muy espiritualizante. Y entremedias, tenemos “marcionitas” por un lado, que dicen que a olvidarnos del Antiguo Testamento. Más o menos, actualmente todos somos semi-marcionitas, porque el Antiguo Testamento, ni lo comentamos.
Eso de “marcionitas”, suena a otro planeta.
Sí, la verdad, suena fatal. Y luego, tenemos por otro lado a los “montanistas”, que son una especie de carismáticos, exaltados de la llegada inminente del reino. Y también entremedias, lo que se llama la “Gran Iglesia”, la comunidad católica, que se va organizando y estructurando como grupo predominante y que es el que vivimos hoy. Los otros grupos, fueron desapareciendo. Imagínate ese pluralismo hoy. Lo nuestro no es ni la décima parte de lo que fue.
Las diferencias que puede haber entre las distintas profesiones cristianas, hoy son menores.
Vamos, reducidísimas. No puedes ni imaginar, el mundo gnóstico hasta qué niveles llega; del Arjonte primero, del Demiurgo, que se constituye con el león…
Porque el mensaje de Jesús se tiene que inculturar en distintas comunidades, que cuentan con sus propios mitos.
Claro, lo que pasa es que una optan más por lo que sería la cultura ambiente, de corte muy espiritualista, gnósticos. Otros optan por el modelo, hasta ese momento tradicional, los judeo-cristianos.
En medio, hay unos que tienen una postura conciliadora incluyendo muchas corrientes. Porque el catolicismo no es una única corriente. Tiene corrientes de corte petrino, paulino, joánico, e incluso, ciertos judeo-cristinianismos más abiertos. Es una corriente muy plural, pero dentro de unos límites.
La tarea de conexión, de unión de unas corrientes y otras, debió de ser impresionante.
El encaje de bolillos, que es el canon, nos dice cómo es ese encaje en la vida cotidiana. Meter un evangelio como es el de Marcos, prácticamente pasión y resurrección, unos preámbulos, y una especie de resurrección minimalista, con el evangelio de Lucas, que está prácticamente todo estructurado, desde el nacimiento. Y con el evangelio de Mateo, que ve a Jesús como el nuevo maestro, y el de Juan, que es totalmente novedoso, con Pablo, que está incluido en las cartas… Unir todo eso, es un auténtico encaje de bolillos. Conseguir que nadie se sienta excluido, y que todo el mundo se sienta representado, es realmente difícil.
Por eso, el siglo II, es el periodo donde todo eso, que era muy magmático y empezaba a dispersarse, se va conjuntando. Y de ahí, la importancia de conocer el siglo II.
¿Y qué relevancia concreta tiene cada uno de estos autores?
En principio, son cuatro personajes dispersos. El primero, que es con el que tenía que haber empezado la colección, es Ignacio de Antioquía. Su muerte es entorno al 110. Prácticamente es un hombre de transición, y su perfil va ser de obispo.
Es el primero que dice cómo tiene que constituirse la comunidad: en obispo diácono y presbítero. Él estructura la jerarquía tal y como la conocemos hoy, si quitas las variantes superiores al episcopado.
Es, en cierta medida, como la organización civil romana.
Muy parecido, porque en la romana en la cúspide está el emperador, igual al obispo. El que aconseja al emperador en sus decisiones es el senado, que se puede igualar al consejo de presbíteros. Y después, tenía una especie de colegio de íntimos, de asesores, que se corresponden con los diáconos.
¿Y las diócesis?
Son muy posteriores, del siglo IV.
Entonces, digámoslo así, somos unos grandes recicladores; todo lo que vamos encontrando, lo adaptamos.
La palabra epíscopos, no es lenguaje eclesiástico, es lenguaje civil; son los supervisores de las distintas funciones cívicas. Y nosotros cogemos ese título, que no es nada religioso, para aplicarlo a los supervisores comunitarios. Y así con todo. Además, es muy interesante porque tenemos, del ámbito helenístico, los epíscopos, y del el ámbito judío, los presbíteros. Es una mezcla de tradiciones.
Lo único del cristianismo que le ha permitido el trascender durante tanto tiempo en tantas culturas distintas, aparte del mensaje de Jesús. Que le permitido introducirse y también generar cultura y sociedad.
Sí, digamos que somos la religión de la palabra. No del libro, que es diferente. Alguno habla de la escritura como esclerosis de la palabra. Necesaria, sí, pero en el fondo, la palabra tiene un dinamismo que no tiene la escritura.
Eso decía el Papa hace poco… Estabas hablando del primero, que sería Ignacio de Antioquía.
Sí, el primero, y con el perfil de obispo. El proyecto de conocer el siglo II, se compone de cuatro autores, y cuatro ciudades. Cuatro autores insertos en la ciudad donde viven, porque, si no, no tendría sentido. Y además, cada uno con un perfil diferente.
Son dos obispos, Ignacio e Ireneo. Y dos laicos, Justino y Clemente. Y los cuatro van a vivir en diferentes ciudades, que son clave para el Cristianismo y para el Imperio.
El primero, en Antioquía. Es la parte oriental, donde nace el Cristianismo como tal, o Jristianoi.
El segundo, Justino, el intelectual laico y cristiano, en roma, la capital. Por eso, he empezado por él, porque está en la capital y muchas cosas se entienden desde el segundo volumen.
El tercero es Irenio. Es otro obispo, pero ya no tan al inicio como Ignacio, sino casi al final del siglo, sobre el 160-180.
Para ver la evolución, supongo.
Sí. Y como te digo, es un perfil también de obispo. Pero un obispo muy curioso, porque es un intelectual. Una mezcla muy peculiar, con un carácter muy de estudio.
Y el último es Clemente, otro laico, esta vez en Alejandría. La fascinante Alejandría, con toda la intelectualidad.
Ireneo de Lyon, es en realidad, un emigrante. Es, como otros muchos emigrantes de la zona sobretodo oriental, un artesano buscando trabajo. Aterriza en una de las zonas con mayor efecto llamada de la época, la Galia. Y en concreto, la parte de Lyon, que es interior y navegable. Pero él es de Asia Menor, de la actual Turquía, que junto con Siria, son las dos grandes potencias que construyen el cristianismo en este periodo. Las dos grandes, innovadoras y creadoras, numéricamente, son las más pobladas de cristianos.
Justino, laico, en lo que después sería el centro de la cristiandad, en Roma. En el centro de poder del imperio de la época. En un momento en el que probablemente no debería ser demasiado fácil ser cristiano. ¿Qué es lo que aporta en su momento y lo que nos puede aportar actualmente?
En el siglo II, es el representante de lo que conocemos como padres apologetas. Una generación de intelectuales cristianos. Por primer vez, las comunidades cristianas disponen de intelectuales de talla capaces de dialogar con “los de fuera”.
Con este “los de fuera” quiero decir “el otro de fuera”, que sería el mundo pagano. Y con apología, defensa de las acusaciones y al mismo tiempo intentar conversiones.
“El otro de cerca”, serían los judíos, con los que hay un debate encarnizado en este periodo. Leer más…
Comentarios desactivados en 6.8.16. Un rostro de luz. La Transfiguración según Mateo
El relato de la Transfiguración, que los sinópticos ofrecen en versiones paralelas (Mc 9, Mt 17 y Lc 9), constituye el texto básico de la mística cristiana:
‒ Es un texto histórico, que recoge el sentido más hondo de su vida y misión , expresada como rostro de luz de amor, luz invisible que irradia vida: Que sana, que llama, que eleva y que ama.
‒ Es un texto pascual: Los evangelios no se han atrevido a presentar abiertamente el rostro de Jesús resucitado, sólo lo han hecho aquí, de un modo simbólico, proyectando su resplandor hacia el tiempo de su vida.
‒ Es un texto de esperanza de cielo: es decir, de futuro. Todos nosotros estamos llamados a la luz suprema de la montaña de Dios, con Moisés y Elías, de la mano de Jesús, que nos eleva como quiso hace a los tres primeros testigos oficiales varones de la pascua: Pedro, Santiago, Juan.
‒ Es un texto de compromiso: Ésta es la fiesta del rostro que irradia luz de Dios, del rostro del pobre y excluido, del enfermo, del encarcelado, rostro de Dios…luz de Luz, vida de Vida… Todo el evangelio de Dios se condensa en la visión del Rostro del Hermano: Cada rostro humano es figura y concreción de Dios, un don y compromiso de amor, una palabra hecha Vida, hecha Luz, hecha Presencia.
Como he dicho, hay tres relatos paralelos de la transfiguración. Este año (ciclo C) toca en la liturgia el de Mateo. Por eso quiero comentarlo en particular, con cierto detalle, pues sólo los detalles nos abren su misterio.
Éste es el texto supremo de la mística cristiana, mística del monte de Dios, en comunión con la historia de la salvación (Moisés y Elías), en apertura al rostro del pobre, de enfermo, como sigue diciendo la continuación del evangelio (curación del niño lunático…).
De esa forma, la mística del Monte de Dios se convierte en Presencia sanadora en el valle de los hombres, donde discuten letrados y discípulos, mientras sufre y muere el lunático (aquel a quien enloquecen las locuras de los hombres que no miran al rostro, que no quieren de verdad…).
Pero hoy trato sólo de la Transfiguración según Mateo, la fiesta de San Salvador, como se decía en otro tiempo.
Los cuatro iconos que presenten expresan rasgos distintos de este fiesta, con el Cristo en el óvalo sagrado, espacio de luz… un Cristo a quien vemos (hemos de ver, adorar y acompañar) en cada uno de los hombres y mujeres, creados a su imagen y semejanza, es decir, a su forma.
Buen día.
Mateo 17
17, 1 Y después de seis días, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y les hizo subir en privado a un monte alto. 2 Y fue transfigurado delante de ellos. Su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz.
3Y he aquí que les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 4 Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: –Señor, es bueno que nosotros estemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tabernáculos: uno para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5 Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les introdujo en la sombra, y salió una voz de la nube diciendo: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Escucharle.
6 Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera. 7 Entonces Jesús se acercó, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis. 8 Y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie sino al mismo Jesús solo .
Introducción Pasados seis días, es decir, una semana, tras el anuncio de la pasión (Mt 16, 21-28) y llevó Jesús a sus tres discípulos preferidos a una montaña (que parece tener un sentido pascual, como la de 28, 16, aunque no se dice que sea “la” montaña de Galilea, sino una montaña en general, sin artículo) y se transfigura ante ellos, como ser luminoso (¡sol!), de vestiduras blancas, como viviente del cielo, con Moisés y Elías a su lado. El texto nos lleva así de las dos montañas anteriores, bien determinadas, una de la enseñanza (5, 1) y otra de la curación/alimentación (15, 29), a esta montaña general de la luz de Dios, que es la transformación pascual.
Toda la escena tiene un sentido positivo, de ratificación de un misterio, y ha de entenderse en forma de culminación del pasado (Moisés y Elías dan testimonio de Jesús) y de anticipación (es como si se adelantara la pascua). Mateo sitúa el texto en el camino hacia Jerusalén (16, 21) de manera que sólo en ese contexto se entiende, pero Pedro (¡que debía ser la Roca de la Iglesia, el mismo que ha querido rechazar el camino de entrega de Jesús!) quiere permanecer allí (¡gozar del triunfo de Dios y del cumplimiento de las Escrituras sin entregar la vida por los demás!), construyendo según eso tres tabernáculos, que expresan la culminación del tiempo, con Moisés y Elías dando testimonio de Jesús.
De esa manera, estos privilegiados (Pedro, Santiago y Juan) pueden participar ya de la gloria de Jesús (con Moisés y Elías), pero quieren hacerlo sin compartir su entrega. Pedro mantiene así su propuesta anterior, a pesar de que Jesús le ha dicho que se aparte, llamándola Satán y Escándalo (16, 23). A partir de aquí ha de entenderse la escena, que Mateo ha tomado básicamente de Marcos, aunque ha introducido algunas novedades que destacaremos.
Elementos
− Transfiguración o metamorfosis, un lenguaje paulino (17, 2). Metemorfothê, en forma pasiva, en el sentido de “fue trans-figurado” por Dios (de metamorfo,w, metamorfosis), tomando una apariencia distinta, y mostrando así su realidad profunda. Esa transformación ilumina y desvela la verdad profunda del Cristo que, según el himno de Flp 2, 6-11, existiendo en la forma o morfe de Dios (en morphe theou), tomó la forma de siervo, haciéndose como nosotros, para entregar de esa manera su vida hasta la muerte y muerte de Cruz.
En este camino de entrega en el que se ha situado ya en 16, 21, Jesús muestra en la montaña, su rostro verdadero de Dios. Eso significa que la cruz forma parte del camino y verdad de Dios (cf. 17, 5); de manera que Jesús se ha transfigurado, para que nosotros podamos transfigurarnos con él (metamorfou,meqa, 2 Cor 3,18) reproduciendo en nosotros su imagen. Éste es, pues, un lenguaje paulino (de la iglesia antigua), que ha visto en Jesús al mismo Dios en morfh/| o forma humana .
Conforme al pensamiento antiguo, la forma o morphê no es una simple apariencia externa (objeto de una visión imaginativa ilusoria), sino la verdad o la realidad más honda (como si dijéramos el “alma” de una realidad). Esta visión de la mor`hê que es la forma o esencia de la realidad ha sido desarrollada por el pensamiento griego, extendido de forma universal por todo el oriente (incluso en el área israelita). En esa línea, la morfé es la realidad esencial, como ha puesto de relieve todo el hile-morfismo, con sus diversas maneras de entender la relación entre materia (visibilidad) y forma (esencia). En esa línea, la transfiguración es una meta-morfosis, el descubrimiento de la forma profunda de la realidad de Jesús, precisamente en el camino que lleva hacia Jerusalén. Jesús no es divino sólo al final (resurrección), sino en el mismo camino que le lleva a Jerusalén, como supone el himno de Flp 2, 6-11.
‒ Como el sol, como la luz. Cristo icono de Dios (17, 2). El texto de Mc 9, 2-3 era más sobrio, sólo decía que se transfiguró y que sus vestiduras quedaron blancas (como ningún batanero podría haberlas blanqueado…). Mateo, en cambio, elaborando una tradición que parece evocada ya en Lc 9, 29, precisa los rasgos de las transfiguración de un modo muy preciso: Brilló su rostro como el sol (ô ho hêlios). Esta imagen poderosa proviene de la tradición de las religiones “solares”, que presentan al Gran Dios o a su enviado como el Gran Astro del día. Pues bien, Mateo evoca aquí con toda precisión al Cristo-Sol, como rostro que mira y que irradia, expandiendo su luz.
Por eso, el texto sigue diciendo que sus vestiduras era blancas como la luz (leuka hôs ho phôs), pues luz que irradia del Sol-Cristo y que todo lo alumbra y lo transforma. Ya no estamos ante el signo de la Estrella que viene a la cuna de Jesús nacido (2, 1-4), sino ante el mismo Sol crecido, que desde su montaña alumbra todo lo que existe. Ésta es evidentemente la montaña de la transfiguración y la visión que definirá desde ahora toda la experiencia religiosa y la “mística” cristiana. Pero debemos recordar que se trata de una transfiguración que sólo se despliega y expresa en el camino de entrega de la vida, a favor de los demás, en el camino de Jerusalén .
‒ Moisés y Elías (17, 3). De manera muy significativa, este Cristo Icono de Dios, sol divino cuyos vestidos son luz, no está sólo como el Dios de Is 6, 1, cuyo manto llenaba con sus vuelos todo el templo, sino acompañado por Moisés y Elías; éste es un Dios que se “encarna” en el camino de los profetas, que no está en Jerusalén, sino que va a morir allí, dando su vida… Esta diferencia entre el Dios del templo (Is 6) y el Cristo de la montaña (Mt 17) marca la conexión y diferencia entre Israel y el cristianismo. Leer más…
Comentarios desactivados en El día en que Jesús “hizo las maletas”. ¿Dónde estaban Mateo y Juan?
La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.
En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .
Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamosnos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que adopto, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de todo modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.
Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “ (Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.
Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy tontamente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.
¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que poseemos. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obsante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.
Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis históricas y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen a su disposición.
Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.
Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto … ¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera, él mismo, distraído…
– “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.”
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Comentarios desactivados en Pero, ¿quiénes son los Reyes Magos?
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Se llaman “Melchor, Gaspar y Baltasar” desde el siglo VI, son tres por León I
Uno de cada cuatro españoles ha “pillado” alguna vez a uno de los monarcas dejando regalos
(Valores Religiosos/RD).- La ilusión de Melchor, Gaspar y Baltasar indestructible que se repite cada 6 de enero. ¿Quiénes eran esos “magos” que llevaron mirra, oro e incienso a Jesús?
Los Evangelios sólo hablan de “magos”, en ninguna parte se indican sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que fueran tres (número que posiblemente se deba a la cantidad de obsequios ofrecidos). Estas creencias fueron agregadas varios siglos después y se han mantenido en la tradición popular.
Según la creencia, estos magos eran representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, que los Evangelios ven como las primicias de las naciones que aceptarán la religión católica. En algunos países (normalmente hispanohablantes) existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas durante la noche anterior.
Los Reyes Magos, por tradiciones de algunos países, forman parte del pesebre junto a José, el niño Jesús y María.
La figura católica de los Reyes Magos tiene su origen en los relatos del nacimiento de Jesús, algunos fueron integrados de los evangelios canónicos que hoy conforman el Nuevo testamento de la Biblia. Concretamente el Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos magos quienes, tras seguir una supuesta estrella, buscan al “rey de los judíos que ha nacido” en Jerusalén, guiándoles dicha estrella hasta Jesús nacido en Belén.
Según interpretaciones posteriores, los Magos fueron considerados originarios de Europa, Asia, y de África respectivamente. Sin embargo, el último libro escrito por el papa Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, “La infancia de Jesús”, destaca que los Reyes Magos probablemente no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla.
La tradición más difundida cuenta que los reyes llegaron de Oriente. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y lo adoraron, ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús).
Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticias del sitio exacto donde se encontraba dicho niño y, así, poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes, fecha que se recuerda cada 28 de diciembre).
La historia sigue contando cómo un ángel se apareció a los magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si es que ellos obedecían el deseo de Herodes. Así entonces, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían. Aunque también en algún momento las distintas tradiciones han señalado que eran cuatro, siete y hasta doce.
Si bien la Biblia explica que fueron tres los regalos otorgados por los magos al Niño Jesús, fue el Papa León I el Magno quien estableció oficialmente su número en 3 para toda la cristiandad. A mediados del siglo VI, en Rávena (Italia) se les asignaron los nombres de “Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar”, que supuestamente equivalen en griego a “Appellicon”, “Amerín” y “Damascón” y en hebreo a “Magalath”, “Serakin” y “Galgalath“. Según una leyenda, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se encuentra el llamado Relicario de los Tres Reyes Magos.
Por otro lado, el 82,4% de los españoles prefiere los regalos de los Reyes Magos, antes que los de Papá Noel y el 69% asistirá a la cabalgata, según un estudio de DaWanda.es en el que han participado 2.500 españoles usuarios de Internet, de entre 18 y 60 años sobre los deseos y preparativos para la noche de Reyes, según informa la compañía.
Para ese día, un 51% de los encuestados asegura que duerme bien y el 40% reconoce que está bastante nervioso. Además el 6% confiesa que no puede dormir porque está pendiente de los ruidos que escucha e, incluso, un 3% no consigue dormir en toda la noche.
Según el estudio de DaWanda.es, un 62% de los españoles prefiere que les sorprendan con los regalos pero uno de cada tres españoles aún conserva la tradición de escribir a mano su propia carta. Los más tecnológicos apuestan por nuevos formatos como las ‘wishlist’ online (4%) y el email con sugerencias de regalos (3%). Incluso un 2% se atreve a pedir sus regalos por redes sociales.
La mayoría de los españoles son precavidos y han ido elaborando una lista de ideas para regalar durante todo el año (39%). Otros prefieren hacer un regalo sorprendente que no se espere el destinatario (32%). Por otro lado, algunos lanzan indirectas para sacar información (13%); se fijan en lo que le gusta a su pareja cuando van con ellos de compras (11%) o les piden directamente que escriban una carta (5%).
Además, el estudio refleja que el 88% de los encuestados denuncia que los pequeños pasan demasiado tiempo jugando con móviles, consolas y ordenadores en vez de estar con la familia. También, el 64% de los padres consideran que deben hacer más regalos a sus hijos que al resto de la familia, a pesar de que ellos mismos reconocen que los niños valoran la calidad y no tanto el número de regalos, según 3 de cada 5 padres encuestados.
Por otro lado, el 24% de los encuestados reconoce que alguna vez ha pillado al Rey Mago. La excusa más utiliza para salir del paso es decir que acaban de descubrir los regalos (36%) o que han escuchado ruido y han ido a ver qué pasaba (29%). En otras ocasiones, prefieren decir que los reyes les han pedido ayuda porque no les daba tiempo a visitar todas las casas (27%). Tan solo un (8%) dice la verdad tras ser sorprendido.
Ya llegamos a las verdaderas opciones que permiten aclarar en que realmente creemos. No siempre hacemos la diferencia entre lo de la religión y lo de la fe.
En mi entendimiento, las religiones se reconocen ante todo por los cultos que llamamos sus practicas religiosas y por las doctrinas que determinan sus contenidos de fe.
En cuanto a la religión católica, uno se dice practicante si cada domingo va a la misa, hace de los sacramentos la referencia principal de su vida de fe. La Iglesia se identifica ante todo por sus sacerdotes, obispos, cardenales y el papa. Estos personajes aseguran el buen funcionamiento de la práctica religiosa en referencia a la ley fundamental del derecho canónico que determina lo que se puede hacer de lo que no se puede hacer. Determina en la practica lo que es bueno y lo que es malo. En lo bueno corresponden las virtudes y las bendiciones de Dios. En lo malo, corresponden los vicios y las sanciones que les corresponden. El perdón y la misericordia se actualizan à través del sacramento de la confesión. Al no cumplir con este ritual, las condenas se hacen irrevocables. Al respecto, me permito referirles a una reflexión sobre el juicio final según las leyes de la Iglesia.
Por otra parte,la fe puede entenderse no como una religión, con unos cultos y doctrinas, sino como una vida nueva surgida del testimonio mismo de Jesús y de su acción en el corazón de cada uno . Vista así, la fe es más un don gratuito de Dios que el resultado de una enseñanza doctrinal o de la acción del culto. La fe que nace de los Evangelios y del testimonio de Jesús es la que abre el camino hacia la justicia, la verdad, la compasión, la solidaridad, el amor gratuito del prójimo y que da la fuerza para que esos valores sean realidades para todos los humanos de la tierra.
Esta fe nos coloca en el corazón de la historia de estas mujeres y hombres de todos los tiempos que aspiraron y aspiran a una humanidad en que se reconozca la verdadera imagen de Dios, Jesús, el primero nacido de esta humanidad nueva, nos enseño, tanto por su vida que por su enseñanza, el camino para alcanzar la gran meta de una humanidad liberada de la mentira, de las manipulaciones, de las injusticias, del odio, de la crueldad, de los juicios sin compasión y de las condenas sin misericordia.
La Iglesia de la fe se reconoce por su actuar y sus compromisos en los que luchan para que la humanidad sea cada vez más humana y semejante a Dios que la creó para que así sea.
Si los cultos religiosos, los sacramentos, las celebraciones y fiestas no conducen a estos compromisos al servicio de una Humanidad siempre más a la imagen de Jesús, no sirven para nada. Tampoco pueden presentarse como una alternativa a los compromisos por la justicia, la verdad, la solidaridad, la compasión, etc. La Iglesia, la de la fe, está plenamente radicada en la historia de los hombres y mujeres, y su actuar debe encontrarse con el actuar de todos los que obran y luchan en la misma dirección. En este sentido, la Iglesia llevada por la fe viva y el Espíritu prosigue la encarnación de Jesús en la historia de los tiempos que vivimos.
Sobre este tema de los sacramentos de la Humanidad les refiero a dos artículos recientes :
Al decir que no creo en el código canónico no significa que no reconozca la importancia de tener reglas que encuadran las practicas religiosas relacionadas con la fe. Sin embargo, esas reglas deben resaltar de una voluntad que viene de todos los miembros de la Iglesia y que no se substituyen a los evangelios y aun menos al Espíritu que actúa como bueno lo entiende en cada de los miembros del Cuerpo de la gran Iglesia. En este sentido, la cúpula que encabeza la Iglesia debe bajar a la base del pueblo al cual el Señor a dado los mismos poderes (Mt.18,18) que a Pedro (Mt,16,19).
En esta Iglesia de la cual nos habla el apóstol Pablo, no hay espacio para monopolio de un grupo sobre el otro. Todos estamos bajo la dirección del Resucitado y de su Espíritu. La fe nos hace a todos y todas libres en Cristo.
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