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“Come del fruto y sal del Edén”, por Carlos Osma.

Viernes, 15 de noviembre de 2024

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De su blog Homoprotestantes:

Los Dioses cisheteropatriarcales crean siempre al hombre, y después a la mujer, a su imagen y semejanza. Su soplo, con el que los trae a la vida, es un soplo limitado al binarismo que se presenta como complementariedad, pero que en realidad protege el privilegio de algunos hombres. Después les da un nombre: Adán y Eva, con el que los limita, predispone, obliga, y marca para siempre. Finalmente, los encierra en su jardín del Edén desnudos —pero ciegos para ver el color de su desnudez o la diversidad que alberga su cuerpo— y les arrebata el poder sobre su cuerpo y su deseo.

En el centro de todos y cada uno de los jardines que esos Dioses han creado hay plantados dos árboles al servicio de la protección del sistema cisheteropatriarcal: el árbol de la vida, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El primero es la promesa de lo imposible, la mentira de evitar la muerte. Es el anhelo por el que cualquier ser humano estaría dispuesto a todo, incluso a someterse al silencio, la negación, la doble vida, o una pseudoterapia reparativa. El segundo es una amenaza para las disidencias, para quienes necesitan conocer, para quienes se saben parte de un mundo donde el bien y el mal conviven sin saber a veces dónde termina uno y comienza el otro. Sin embargo, es también la puerta de salida de cada uno de los jardines del Edén a un lugar desconocido donde los dioses cisheteropatriarcales ya no son todopoderosos.

Es complicado liberarse de la amenaza del árbol de la vida, por eso les Noemí y las Jonathan que han sido colocados en esos jardines con un nombre que no es el suyo —Adán y Eva—, se afanan en alcanzar estos arquetipos totalmente inasumibles para elles. Y vagan y vagan por el jardín del Edén buscando su lugar, aprendiendo de serpientes silenciosas a arrastrarse sin ser descubiertas. Algunos creían que los Dioses cisheteropatriarcales luchaban por expulsarlas del Edén, pero no es cierto, necesitan a muchas Noemí y Jonathan sufrientes para —como el árbol de la vida— atemorizar a Adán y Eva. Necesitan redibujarlos, caricaturizarlos, hablar por elles, para que su Edén permanezca para siempre. Sin ese Edén, el Dios cisheteropatriarcal y sus adoradores, perderían todo sentido, por eso hay que protegerlo a toda costa.

No hay un único Edén, sino muchos, tantos como los Dioses cisheteropatriarcales necesitan, y cada uno de ellos se adapta para poder sobrevivir. Por eso hay Edenes en los que junto a Eva y Adán —o incluso prescindiendo de ellos— Noemí y Jonathan pasean tranquilas sonrientes. No hay expulsión, ni caricatura, sino selección de las Noemí y Jonathan que podrían pasar por Eva y Adán, reforzando así el estereotipo al que hay que adaptarse para que el Edén Rainbow no sea más que una copia del Edén de toda la vida. Y donde el árbol de la vida que está plantado en medio del jardín, a pesar de estar repleto de luces y banderas de colores, advierte de la muerte que les espera a las disidentes, a las que ya no quieren vivir en un lugar donde no son libres ni felices, donde no son elles mismes, sino caricaturas al servicio de algún Dios decadente.

También hay muchas Noemí, Jonathan, Alex, Fátima, invisibilizadas por los ventrílocuos de los Dioses patriarcales, porque van con todo el cuerpo, con su propio cuerpo tal y como elles lo viven y lo comprenden: tal como es. No se las quiere escuchar porque hablan con una voz propia y se explican son palabras que han creado ellas mismas porque no tenían otras a su disposición donde estuvieran incluides. Hay muches Isabella, Aimar, Cris, Noa, que quieren explicar su deseo, mostrar como aman, como sienten, pero ningún jardín del Edén se lo permite, porque no se someten, porque no refuerzan el poder de los Dioses cisheteropatriarcales. Hay también, incluso muchos Adán y Eva que están cansados de ser utilizados como el arquetipo de Adán y Eva, que no quieren ser ejemplos para nadie, sino vivir libremente con el resto, y que su identidad no sea utilizada contra la identidad de las demás.

Todes elles son una amenaza constante para el mantenimiento del jardín del Edén, y los Dioses cisheteropatriarcales están dispuestos a todo para silenciarlos. Pero jamás los expulsará, las prefieren controladas en el espacio que controlan. Como sabe cualquier El Padrino —cualquier Dios de la mafia— hay que mantener a los amigos cerca, pero a los enemigos aún más cerca. Parece que no hay escapatoria posible, que están condenades a vivir encerradas en esa llanura primigenia que jamás existió, pero cuya opresión es muy real. Y eso se debe a qué solo son capaces de pensar en los términos de la teología fundamentalista y cisheteropatriarcal. Pero para liberarse hay que repensarlo todo, mirarlo con ojos nuevos, atreviéndose a hacer lo que nunca antes habían hecho: atreverse a interpretar y habitar el mundo desde su necesidad de vida y liberación.

El gran enemigo del Dios cisheteropatriarcal es la serpiente, por eso ella es para las disidentes la voz del dios liberador. Solo hay una forma de salir del jardín del Edén, comiendo del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Del fruto de ese árbol que no engaña, que revela la finitud del ser humano y, por tanto, la importancia de vivir plenamente cada instante. Del fruto de ese árbol que dejará desnudes a todes y les mostrará la realidad de su vulnerabilidad, y de la vulnerabilidad de les demés. Del fruto del árbol que les libera de unas normas inamovibles, eternas y universales, para llamarlas a la responsabilidad de vivir discerniendo en cada momento, en cada circunstancia, en cada cuerpo y deseo, que es lo bueno, y que es lo malo. Que es lo humano, y que lo inhumano.

Eva es el origen del pecado en el mundo cisheteropatriarcal, pero para nosotras es el origen de la liberación de quienes no queremos vivir en ese jardín. Ella se atrevió a seguir el consejo del dios liberador y desobedeció al Dios cisheteropatriarcal, en su desobediencia abrió la puerta de salida del Edén que no había escogido y donde había sido encerrada, pero no solo lo abrió para ella, sino también para Adán, Fátima, Cris, Jonathan… para todas nosotras. Además de la salida de su Edén particular, visibilizó que es posible dejar atrás los miles y miles de Edenes en los que hemos sido encerrados junto al resto de la creación. Debemos coger del mismo fruto para escapar, nuestro encierro no es eterno, hay una escapatoria posible que nos lleva a lugares en los que tendremos que construir los espacios donde nuestra vida y la de las demás puede ser vivida sin coacción, en libertad. Come del fruto y sal del Edén.

Carlos Osma

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Y la santa curiosidad salió muy cara… Poema a Eva.

Sábado, 23 de abril de 2022
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Del blog Tras las huellas de Sophia:

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Tuviste la santa curiosidad
de pensar que otro mundo era posible.

Te dijeron que estabas en el paraíso,
pero ahí estabas
como un animal más, como una planta más,
objetualizada,
infantilizada,
nombrada para ser
comparsa de otro comparsa.

Y la santa curiosidad
salió muy cara.
Un dios kyriarcal
te auguró
fatigas en cada embarazo,
dolores en cada parto,
apetencias insatisfechas,
y la dominación del varón.

En otros lados
te cantarían todos como
la Prometea hebrea
que robó a un dios controlador
el conocimiento del bien y el mal.

En este lado
te culpan todos como
la pérfida mujer
que arrastró a Adán
a la responsabilidad
–siempre incómoda, siempre difícil–
de vivir y decidir.

A ti,
Madre de todos los vivientes,
te hacen culpable
de la propia dominación que padeces.

Tu nombre es Eva,
pero bien puedes llamarte hoy
Lesby
Miriam Elizabeth
Karen Alejandra
Marisela
Rubí Marisol
Nadia
Yesenia
culpada una y otra vez
de tu propio asesinato.

Intuías bien,
Madre de todos los vivientes,
que ese paraíso
no era el Paraíso pleno del Amor,
y ese dios castigador,
no es el Dios vivo del Amor.

Cada justa que
reconoce y lucha por su dignidad
y pone un alto a la dominación;

cada justo que
reconoce y revisa sus privilegios
y se pronuncia por la liberación;
cada una de ellas y cada uno de ellos
son los mil rostros de Jesús
descendiendo a los Infiernos
para pedirte perdón,
abrazarte,
llorar contigo,
agradecerte
y caminar contigo,
Madre de todos los vivientes,
al verdadero.
Paraíso donde reina el Amor.

*

Jonathan Peregrina

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***

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“Lilith, Clara Campoamor y Pedro Guerra”, por Juan José Tamayo

Miércoles, 6 de octubre de 2021
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156689-clara-campoamorClara Campoamor

El pasado 1 de octubre se conmemoraba el 90 aniversario del reconocimiento del voto a las mujeres en España  

 Durante mis largos años de estudios de Filosofía, Teología y Sagrada Escritura nunca oí hablar de Lilith. Mi descubrimiento fue muy tardío. La ignorancia sobre este personaje de la mitología hebrea -antes, babilónica- es casi enciclopédica

Quien sí conocía, y muy bien, el mito de Lilith era Clara Campoamor (Madrid, 1888-Suiza, 1972). Lo citó en su memorable discurso del 1 de septiembre de 1931 en el Congreso de los Diputados, en defensa del voto de las mujeres

“Esta historia de la guerra de los dos sexos es tan vieja como el mundo. La vieja leyenda hebraica del Talmud nos dice que no fue Eva la primera mujer de Adán, sino Lilith, que se resistió a acatar la voluntad exclusiva del varón y prefirió volver a la nada. Entonces, en la esplendidez del paraíso, surgió Eva, astuta y dócil para sumisión de la carne y del espíritu”

“El 1 de octubre de 1931 se aprobaba en la Constitución de la República el artículo 36 que reconocía a las mujeres el derecho al voto con 161 votos a favor y 121 en contra. Era la primera vez que en la historia de España se lograba tamaña conquista”

Lilith, desde mi interpretación feminista, ella es hoy uno de los símbolos más luminosos de la lucha contra el patriarcado. Quebranta lo establecido y niega el orden social de las cosas

En 2003, poco más de setenta años después del discurso de Clara Campoamor, y quizá inspirándose en él, el cantautor canario Pedro Guerra dedicó una canción a Lilith en su disco “Hijas de Eva” en la que le reconocía como la primera mujer que se negó a someterse al varón, a dejarse gobernar por él, y se decidió a volar

Durante mis largos años de estudios de Filosofía, Teología y Sagrada Escritura nunca oí hablar de Lilith. Mi descubrimiento fue muy tardío. La ignorancia sobre este personaje de la mitología hebrea -antes, babilónica- es casi enciclopédica.

Cuando explicaba la asignatura de “Las mujeres en el judaísmo en un curso de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid -lo hice durante diez años con una numerosa asistencia, mayoritariamente de alumnas-, acostumbraba a preguntar el primer día de clase: “¿Quién fue la primera mujer de Adán?”. La respuesta era casi unánime: “Eva”. Pero siempre había una alumna que disentía y respondía: “Lilith”. Ella llevaba razón en contra de la mayoría, influida sin duda por la imagen de Eva como la primera mujer de Adán, muy presente en el imaginario social.

Quien sí conocía, y muy bien, el mito de Lilith era Clara Campoamor (Madrid, 1888-Suiza, 1972), abogada y política madrileña y una de las tres diputadas de las Cortes Constituyentes de la II República Española, quien lo citó en su memorable discurso del 1 de septiembre de 1931 en el Congreso de los Diputados, en defensa del voto de las mujeres.

En aquel discurso calificó de acto de profunda piedad y de profunda ternura “estatuir el divorcio en España, porque no hay matrimonios deliciosos, y es insensato querer condenar a la indisolubilidad del vínculo cuando no haya manera de que se soporten dos en la vida, arrastrando uno de los cónyuges, o tal vez los dos, el peso de esa cadena, a la manera que arrastraban antiguamente los presidiarios aquellas bolas de hierro que marcaban la perpetuidad de su pena”.

Había diputados que se oponían al divorcio alegando que supondría un ataque a las ideas y los sentimientos religiosos. Su respuesta no pudo ser más respetuosa, al tiempo que más coherente. Les reconoció de buen grado el derecho a que la sociedad respete sus creencias y a proteger el sacramento del matrimonio, pero les dijo que a lo que no tienen derecho es a imponer a todos su criterio y su voluntad.

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A su vez, a los diputados que se oponían al divorcio apelando a razones de fe cristiana es recordó que, en vez de cumplir la doctrina de Cristo, lo que hicieron fue “un pacto con el trono, y los pactos del altar con el trono…se han hecho siempre en beneficio del trono y con desdoro del altar”, y que la bandera de las causas humanitarias, “no de caridad”, que ellos no recogieron, es la que se quiere llevar al proyecto de Constitución. Les echó en cara que incumplieron su mandato de conciencia, se alistaran con los poderosos y sirvieran al trono. Y les dirigió esta pregunta: “¿cómo podéis quejaros ahora de que nosotros recojamos esa bandera olvidada y caída y tratemos de levantarla para instaurar de una vez…lo que es deber de ternura hacia los hermanos de todos los órdenes y en todas las esferas”.

Es en este momento del discurso en el que se refiere a Lilith como prueba de lo vieja que es “la lucha de los sexos” y la presenta como paradigma de mujer que se niega a acatar la voluntad del varón. En dicho mito descansa una parte fundamental de la argumentación de Clara Campoamor en favor del divorcio. Este es su razonamiento:

“Solo voy a haceros un pequeño recuerdo. Esta historia de la guerra de los dos sexos es tan vieja como el mundo. La vieja leyenda hebraica del Talmud nos dice que no fue Eva la primera mujer de Adán, sino Lilith, que se resistió a acatar la voluntad exclusiva del varón y prefirió volver a la nada, a los alvéolos de la tierra; y entonces, en la esplendidez del paraíso, surgió Eva, astuta y dócil para sumisión de la carne y del espíritu.  De las diecisiete Constituciones dadas después de la guerra, solo tres niegan o aplazan el voto de la mujer. Los hombres de esos países han reconocido que Adán no ganó nada con ligarse, en vez de a la mujer independiente, de voluntad propia y de espíritu amplio, a la Eva claudicante y sumisa  (cf. Isaías Lafuente, La mujer olvidada. Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino, Temas de Hoy, 2011).

El 1 de octubre de 1931 se aprobaba en la Constitución de la República el artículo 36 que reconocía a las mujeres el derecho al voto con 161 votos a favor y 121 en contra. Era la primera vez que en la historia de España se lograba tamaña conquista: “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales con forme determinen las leyes”.

Volviendo a Lilith, desde mi interpretación feminista, ella es hoy uno de los símbolos más luminosos de la lucha contra el patriarcado. Es una mujer insubordinada y rebelde. Osa afirmar su propia identidad, cuestiona el rol dominante del varón y reclama paridad con él. Abandona a su compañero desobedeciendo a Dios, que le manda someterse a él. Se atreve a invocar el nombre de Dios, algo que estaba prohibido en el judaísmo, porque invocar su nombre era conocer su esencia y se consideraba un acto de soberbia.

526px-Virginia_Woolf_1927Virginia Woolf

Quebranta lo establecido y niega el orden social de las cosas. Aparece como mujer peligrosa por insumisa, en oposición a la mujer buena y sumisa asociada con la maternidad (Eva) y con la pureza (María). Abre la puerta a la transgresión e instiga el deseo prohibido. Es apátrida, extraña, autoexiliada. Creo que le es aplicable lo que dice Virginia Woolf de sí misma: “En mi condición de mujer, no tengo patria. Como mujer no quiero patria. Como mujer, mi patria es el mundo entero”.

A esta afirmación la teóloga feminista Jane Schaberg añade: “Como mujer, no tengo religión. No soy judía o cristiana o musulmana o pagana. Como mujer soy judía y cristiana, musulmana y pagana”. Igualmente puede aplicarse a Lilith la descripción que hace Virgnia Woolf de su amiga Ethel Smyth, compositora inglesa y dirigente del movimiento sufragista: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.

En 2003, poco más de setenta años después del discurso de Clara Campoamor, y quizá inspirándose en él, el cantautor canario Pedro Guerra dedicó una canción a Lilith en su disco “Hijas de Eva”, en la que le reconocía como la primera mujer que se negó a someterse al varón, a dejarse gobernar por él, y se decidió a volar.

“¿Quién fue la primera mujer
la que se hartó de vivir para Adán
y se marchó del Eden?

¿Quién fue la mujer que pasó
del paraíso del bien y del mal
y sin pensarlo se fue?

Ni heroina, ni princesa,
ni voluble, ni perversa,
crece libre y no se deja
someter.

¿Quién fue la mujer que también
surgió del polvo y la arcilla y no fue
hueso del hueso de Adán?

¿Quién fue la mujer que creció
en la subversión y no quiso entender
el se*o sin libertad?

Ni heroína, ni princesa,
ni voluble, ni perversa,
crece libre y no se deja
someter.

Lilith fue la primera mujer,
Lilith fue la primera mujer,
la primera mujer.

¿Quién fue la mujer que cansada
de vivir infeliz y atrapada
se decide a volar?

¿Quién fue la primera mujer
que independiente en su forma de ser
no se dejó gobernar?

Ni heroina, ni princesa,
ni voluble, ni perversa,
crece libre y no se deja
someter.

Lilith fue la primera mujer,
Lilith fue la primera mujer,
la primera mujer”.

Ahora se entenderá el porqué del título de este artículo en efemérides tan significativa.

Juan José Tamayo es teólogo feminista de la liberación y autor de ‘Religión, género y violencia’ (Dykinson, 21019, 2ª ed.)

Fuente Religión Digital

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“El mito de Eva y la desigualdad de la mujer respecto al hombre”, por Juan Zapatero.

Sábado, 9 de marzo de 2019
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2226371157_349c4c33f6No cabe duda de que, a quienes nos movemos dentro de los parámetros cristianos (no en cuanto a religión, sino a cultura), la influencia judía en nuestro pensamiento ha sido determinante a la hora de concebir, en este caso, a la mujer (sexo femenino) como inferior en condición respecto al hombre (varón).

Si exceptuamos los fanáticos, de una índole y de otra, que siguen defendiendo la creación tal y como la relata el libro del Génesis, está claro que en la actualidad toda persona dotada de mínimo sentido común admite que la descripción sobre la creación en general y, por ende, también del hombre y de la mujer, que encontramos en el libro anteriormente citado, no son otra cosa sino relatos fantasiosos que responden sencillamente a la manera de concebir la vida y las relaciones humanas en su quehacer cotidiano que tenía la gente de hace ya bastantes siglos en un lugar geográfico concreto. Por ello, estoy convencido de que no son casuales cinco factores por lo que a la mujer se refiere, según dicho relato.

En primer lugar, el origen de esta, al menos según una de las versiones del libro del Génesis, no solo es posterior a la existencia del hombre (varón) en la tierra, sino que además tiene su origen en el propio varón “Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: ‘Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada’”. (Gen 2, 21-23). Tenemos, pues, que el varón y la hembra no son creados, no solamente al mismo tiempo, sino que, a su vez, la segunda procede del primero.

En segundo lugar, si seguimos leyendo el relato, se deja entrever de inmediato otro elemento fundamental y clave como es el hecho que la mujer no tiene sentido por sí misma, sino en cuanto a la función que debe desempeñar respecto al hombre: para que este no esté solo. “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gen 22,18). Aunque es cierto que, a renglón seguido, dice “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”; ello no impide entrever que la mujer no aparece con una finalidad propia, por sí misma, sino en tanto en cuanto sirve de compañía al varón. Aquí podríamos entrar ya en un profundo debate sobre si nos encontramos ante alguien que se parece más a un objeto (servir a o de), en vez de frente a un sujeto que tiene sentido, autonomía y valor por sí mismo. Es más, de interrogantes se pueden plantear los que queramos y más; por ejemplo ¿Qué hacer con o de la mujer que no cumple la misión de servir de ayuda y de apoyo al varón, en todas las facetas que podamos imaginar, ya que su misión es precisamente esa? Queda la puerta abierta a todas las posibilidades, no precisamente en el mejor de los sentidos.

En tercer lugar, si continuamos con la lectura del libro (Gen 3,6) observamos que, dentro del estilo narrativo que se utiliza, aparece precisamente la mujer como la culpable, pues es la inductora, de la pérdida de aquel estado idílico de eterna felicidad en el paraíso “Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió”. Por tanto, la culpa de todos los males que le vinieron desde entonces a aquel hombre y, por ende, a toda la humanidad posterior, no tenían otro origen que la mujer. Una mujer que se dejó llevar por sus deseos instintivos más genuinos, en vez de por la capacidad de pensar. A algunos seguro que les faltará tiempo para acabar rematando: una capacidad de pensar exigua, mínima o inexistente en el caso de la mujer.

En cuarto lugar, no es casual que la serpiente, como encarnación del Maligno, se dirija a la mujer en vez de al varón de cara a seducirla y a liberarla del prejuicio que el Creador había infundido en el corazón del hombre: “Y Dios impuso al hombre este mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gen 2,16-17). ¡Cuántas interpretaciones no se han hecho a partir de este texto sobre la debilidad de carácter de la mujer y sobre su ambición, en contraposición a la fortaleza y a la moderación del varón, por ejemplo!

Por último, si bien es verdad que Yahvé impone un castigo a los tres protagonistas (serpiente, varón y hembra), no es menos cierto que a la mujer se lo incrementa; por una parte, teniendo que parir con dolor; mientras por otra, viéndose obligada a “apetecer al marido” (no así al revés) y a sufrir el dominio que este ejercerá sobre ella. Si lo observamos detenidamente, nos daremos cuenta rápidamente de que ambas cosas son fuertemente humillantes. “A la mujer le dijo: Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará” (Gen 3,14-17).

Dejando de lado aquellos países en los cuales la mujer continúa siendo tenida, por desgracia, como un objeto puro y duro; me parece que, en los que nos consideramos más avanzados, o al menos así nos tienen los demás, no se puede poner en duda que las leyes en favor de la liberación y la igualdad del sexo femenino han hecho avances (aunque no tantos como cabría esperar); sin embargo, tengo la impresión de que a nivel individual y de ciertos grupos el parecer del relato del Génesis sigue planeando todavía por demasiadas mentes. Lo que quiere decir que no es cuestión solamente de leyes, sino principalmente de la transformación que debe producirse en dichas mentes.

Juan Zapatero Ballesteros

Fuente Fe Adulta

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