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“¿Errores del Espíritu Santo?”, por Felice Scalia, SJ

Lunes, 16 de septiembre de 2024
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IMG_7012Jacques Gaillot era un ‘obispo del Evangelio’, en la Iglesia, pero no ‘de la Iglesia’

Felice Scalia, SJ, sobre el libro de Lorenzo Tommaselli , Jacques Gaillot – Un obispo para el Evangelio , Il Pozzo di Jacobe, Trapani 2024

Será el obispo que esté decididamente del lado de los pobres, que esté en profunda comunión con los amados de Dios, los “pobres”, los desafortunados, los inmigrantes, los musulmanes despreciados, los sin techo, los presos, los sin papeles

(Reflexión y Liberación).- No se ha escrito una historia de las reacciones clericales y laicas ante el Concilio Vaticano II y luego ante los 50años de anticoncilio. Pero una cosa es cierta: entre 1962 y 1965, personas desconocidas para el gran público se reunieron en Roma y dieron una impronta de creatividad evangélica a la iglesia que se repensaba a sí misma y su relación con el mundo.

Posteriormente vimos en en el mundo obispos “incómodos” que, por su excentricidad, no fueron escuchados en absoluto, incluso fueron despedidos con desdén. “Habla de ese error del Espíritu Santo, adelante, ¿quién lo puede tomar en serio?”.

Esto no sucedió por malicia o mala fe, sino sólo porque, con el Concilio cerrado, las voces de la restauración en un sentido institucional habían prevalecido sobre la carismática y profética. De estos errores del Espíritu Santo” sólo recuerdo algunos nombres: Anastasio Ballestrero, Luigi Bettazzi, Tonino Bello, Raffaele Nogaro, Oscar Romero y Jacques Gaillot, de quienes nos ocupamos. Por no hablar de la oposición sorda y tenaz a dos “errores” del lujo: Juan XXIII y Francisco.

En realidad no se trata de errores del Espíritu” sino de la iglesia-institución que dejó escapar de sus redes aquellas células locas, la alegría de la gente sencilla sedienta y hambrienta de justicia, una monstruosidad y un molesto aguijón de la iglesia en en el que prevalecía más el aparato legalista-culto, empresarial, diplomático que el Evangelio.

En 1982, Jacques Gaillot fue ordenado obispo de Évreux (Normandía), un sacerdote ordinario, “clásico” diríamos, pero marcado por 28 meses de servicio militar en Argelia, suficientes para darle la profunda convicción de que el hombre no está hecho para la violencia, sino amar, y que el Reino sea predicado sobre todo a los “rechazados”, a los “derrotados”.

Será el obispo que esté decididamente del lado de los pobres, que esté en profunda comunión con los amados de Dios, los “pobres”, los desafortunados, los inmigrantes, los musulmanes despreciados, los sin techo, los presos, los sin papeles.  Una cuestión de gustos – habrá pensado algún hermano en el episcopado – ¡dejémoslo en sus manos! Quizás no comprendió hasta qué punto la elección de ser pastor de los “desperdicios” moduló su servicio a toda la diócesis, su catequesis, su liturgia, su estilo de vida.

IMG_7014Gaillot era un “obispo del Evangelio”, en la Iglesia, pero no “de la Iglesia, un obispo para servir a sus hermanos, como su Señor, no para sobresalir sobre los demás. Pero en cierto momento el potencial subversivo de esta centralidad del evangelio como norma de la iglesia explota ante los ojos de la opinión pública.

Gaillot no espera hasta la vejez para ser fiel a su Cristo. Escribe: “Me tomo la libertad de pensar, de expresarme, de debatir, de criticar sin miedo al cuchillo, sostenido, mantenido en pie, no por el aparato eclesiástico sino por el Evangelio que él anuncia, y por su gente”

En 1994 Gaillot hizo dos gestos “subversivos”: ocupó la histórica basílica del Sagrado Corazón de Montmartre con los “Sans Papiers” y publicó un libro donde explicaba su posición como francés, como cristiano y como obispo de cada hombre, a quién se le encomendó: grito contra la exclusión. El año de todos los peligros. 

Quedaron muchas cosas para enfurecer al gobierno de la época y reavivar las viejas relaciones césar-papistas con la Iglesia católica. Se recurrió a la Santa Sede (fue el Papa Juan Pablo II) que silenció a la Conferencia Episcopal Francesa y al gobierno de la “nación primogénita de la Iglesia”, con la destitución de Gaillot – en 1995 – de obispo de Évreux a obispo titular de Partenia, diócesis inexistente durante siglos.

Las fantasías clericales son infinitas, como inventar “pastores” sin rebaños… El cuchillo ha caído, comenta Gaillot. Pero quienes creen haber puesto una mordaza al obispo que siempre se había sentido “hecho a la medida del Evangelio” se engañan a sí mismos.

Monseñor viaja por el mundo, con Greenpeace, visita a prisioneros en todo el mundo (también los busca en Messina durante una de sus visitas, exigiendo hablar con sus “hermanos”), está del lado de cada que sufre, de cada víctima del sistema inhumano que llamamos civilización occidental, sin importar religión, color de piel, cultura, nacionalidad.

IMG_7013Un célebre teólogo de la época, Eugen Drewermann, señala que Gaillot es un hombre pobre abandonado en su labor pastoral, perseguido por la ceguera clerical. Y se ubica a su lado, lo sostiene, le habla, fraternalmente.

Gaillot no espera hasta la vejez para ser fiel a su Cristo. Escribe: Me tomo la libertad de pensar, de expresarme, de debatir, de criticar sin miedo al cuchillo, sostenido, mantenido en pie, no por el aparato eclesiástico sino por el Evangelio que él anuncia, y por su gente”.

La muerte sorprende a esta criatura generosa y profética el 23 de abril de 2023. En la muerte -nos parece- todavía “grita“ la necesidad de volver al Evangelio, a todo el Evangelio. Y estamos agradecidos al profesor Tommaselli por ponerlo ante nuestros ojos como cristianos confundidos.

 Fuente Religión Digital

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“El despojo del “yo” y la exigencia del Evangelio”, por José María Castillo, teólogo

Martes, 20 de diciembre de 2022
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seguimiento-de-jesusDe su blog Teología sin censura:

“Por eso la Iglesia está como está”

Si se lee el Evangelio, con el firme deseo de llegar hasta el fondo, pronto se comprende que, ni Pedro ni los demás apóstoles, “lo habían dejado todo”. No. Efectivamente, ¿aquellos hombres lo habían abandonado todo? Sin duda todo, “menos el yo”

Judas vendió a Jesús, Pedro lo negó, cuando Jesús oraba en la agonía, sus “seguidores” dormían. Todos huyeron y lo abandonaron. Aquellos hombres, ¿habían seguido a Jesús?, “Sí”. ¿Se habían despojado del yo?, “No

Despojarse del “yo” es lo más necesario y lo más difícil que nos exige el Evangelio. Por eso también es lo más necesario y lo más difícil para que la Iglesia pueda cumplir su misión en el mundo. Si no asumimos y hacemos nuestra, como tarea fundamental, el despojo del “yo”, no podremos entender el Evangelio. Y mucho menos, vivirlo y hacerlo presente en nuestra vida y en nuestro mundo.

Pero ¿qué quiere decir eso de el “despojo del yo”. Y, sobre todo, ¿por qué semejante “despojo” es tan importante? El Evangelio habla con frecuencia y a fondo del “seguimiento de Jesús”. Los apóstoles tuvieron que “dejarlo todo”: familia, casa, dinero… Todo, hasta quedarse sin nada, como dijo expresamente Jesús (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62). Y como el mismo Jesús le exigió al joven rico (Mc 10, 17-31; Mt 19, 16-29; Lc 18, 18-30). ¿Qué más se podía pedir?

Muchas veces, he tenido que plantearme yo mismo esta pregunta, que no se me ocurrió a mí. La encontré en un teólogo bien conocido: E. Drewermann, que presenta esta cuestión tan complicada como exigente. Es más, tan importante como necesaria.

Un día, el apóstol Pedro le dijo a Jesús: “Nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mt 19, 27 par.). Sin embargo, si se lee el Evangelio, con el firme deseo de llegar hasta el fondo, pronto se comprende que, ni Pedro ni los demás apóstoles, “lo habían dejado todo”. No. Efectivamente, ¿aquellos hombres lo habían abandonado todo? Sin duda todo, “menos el yo”.

Pero ¿qué quiere decir esto? Y, sobre todo, ¿cómo lo sabemos? Jesús predijo tres veces el trágico final que iba a tener en Jerusalén (Mt 16. 21-28 par; 17, 22-23 par; 20, 17-19). Los apóstoles, que lo “habían dejado todo”, en realidad demostraron – con su conducta – que eso no era verdad. Les quedaba el “yo”. De eso, no se habían despojado.

¿Qué es esto? ¿Cómo se demuestra? Y, sobre todo, ¿qué significa?

Si se leen los evangelios con atención, cualquiera se da cuenta de que, desde el momento en que Jesús predijo, por primera vez, el final trágico que le esperaba en Jerusalén, los apóstoles – “seguidores” de Jesús – se pusieron a discutir cuál de ellos era el “más importante”, el “primero”, el que tenía que “ocupar el primer puesto” (Mt 18, 1-5; Mc 9, 33-37. 42-48; Lc 9, 46-48; 17, 1-2), hasta el extremo de llevar a su propia madre (de los Zebedeos, Santiago y Juan), para que ocuparan los cargos más altos (Mt 20, 21 par). Lo que provocó la indignación de los demás (Mt 20, 24 par). Y con esto, se pone evidencia que allí todos querían estar en  lo más alto posible, ser importantes y mandar.

Sin duda alguna, aquellos hombres – los más cercanos a Jesús – se habían despojado de sus casas, sus familias, sus bienes…, de todo, menos de su “yo”. Es el “yo” que sabe, que tiene, que puede, que quiere o no quiere, que se impone y decide siempre lo que más le interesa o piensa que es lo que más le conviene. Por todo esto, se comprende que aquellos “seguidores” de Jesús, cuando llegó la situación más difícil y de más peligro, el “seguimiento” quedó destrozado. Judas vendió a Jesús, Pedro lo negó, cuando Jesús oraba en la agonía, sus “seguidores” dormían. Todos huyeron y lo abandonaron. Aquellos hombres, ¿habían seguido a Jesús?, “Sí”. ¿Se habían despojado del yo?, “No”.

Y lo peor de todo es que el “despojo del yo” sigue tan frecuente, incluso tan violento y tan canalla, como la violenta cobardía que exhibieron los apóstoles de Jesús, en la oscuridad de aquella noche.

Han pasado veinte siglos de lo que ocurrió la noche aquella. Y sin duda alguna, en estos veinte siglos, son incontables las mujeres y los hombres que se han despojado de su propio yo, para salvar la vida o remediar el sufrimiento de los que más sufren en este mundo. Pero desgraciadamente somos una inmensa mayoría los que anteponemos el “propio yo” a lo que piensen, digan o hagan los que lo contradicen o se oponen a él.

Por eso la Iglesia está como está. Si en ella somos legión los que no nos despojamos del “yo”, la bondad y el cariño, que nos debería unir y distinguir (cf. Jn 13, 34-35), se reduce a mera palabrería, que engaña a los ingenuos.

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Drewermann: “El problema del abuso radica en el silencio, el traslado y el no acceso a la justicia del Estado”

Viernes, 26 de julio de 2019
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148558_1_gallerydetailportrait_img_00566573El ‘profeta’ Drewermann sobre los abusos clericales a menores

“Sólo la Iglesia Católica piensa que todavía puede permitirse el lujo de mantener sus impulsos e inclinaciones bajo control. Toda sensación de placer es declarada pecado mortal y debe ser reprimida. Entonces, ¿cómo puede un sacerdote desarrollar una sexualidad saludable?”

“El miedo es un consejero terrible, dice Drewermann: “Es una tragedia, cómo el miedo puede cambiar a la gente. En mi opinión, esto también le ocurrió a Ratzinger. Ciertamente pensó que lo estaba haciendo bien”

“En cuanto al abuso, el problema está dado por el “silencio, el traslado, el no acceso a la justicia del Estado”

“El Papa Juan Pablo II ya había ordenado silencio sobre el abuso sexual. Su sucesor también continuó en esta línea, para protegers de daños a la Iglesia. No fue un error de obispos individuales, sino el estilo de la Iglesia”

(iviva).- De Alemania llegan las mejores ideas y actitudes ante la crisis de los abusos a menores por el clero. Un obispo alemán y un extraordinario teólogo psiquiatra, condenado por la CDF de Ratzinger en 1991, se relacionan en un artículo de Adista que presentamos, adjuntando otros documentos para encuadrar mejor el artículo. IV.

Drewermann es un “profeta”: lo dijo el obispo alemán Heine Wilmer del ex sacerdote y teólogo castigado por Ratzinger (Por Ludovica Eugenio en Noticias Adista n° 5 de 09/02/2019)

3982 BERLIN-ADISTA: “Creo que el abuso de poder está en el ADN de la Iglesia”, dijo el pasado mes de diciembre el Obispo de Hildesheim, Alemania, Mons. Heiner Wilmer, ex Superior General de los Dehonianos, hablando de la crisis de abuso sexual en la Iglesia en una entrevista concedida al periódico Kölner Stadt-Anzeiger (13/12).

A la cabeza de la diócesis alemana durante algunos meses, pero ya muy implicado en la lucha contra el abuso sexual, Wilmer señaló con el dedo una supuesta “pureza” de la Iglesia como tal, que sabe pedir perdón sólo por las acciones de los individuos, pero nunca como institución; en su opinión, una de las principales disfunciones eclesiásticas es que está regida por un poder absoluto que no conoce ningún control.

Esta disfunción sólo puede ser superada por una separación de poderes. Y, al hablar de estos temas, se refirió, llamándolo “profeta”, a la gran figura de Eugen Drewermann: sacerdote, teólogo y psicoanalista, ahora de 79 años, privado, en 1991, por el Obispo de Paderborn y el Vaticano de enseñar en el seminario de Paderborn y luego de predicar. En sus libros había puesto al desnudo los mecanismos de poder de la jerarquía eclesiástica, la creciente clericalización de la figura del sacerdote –que había venido a hacer de él un “funcionario de Dios” (expresión que se convirtió en el título de uno de sus libros: Funcionarios de Dios: Psicograma de un Ideal; Clérigos en español, edición Trotta. Ver sobre él en nº 181 (1996) de IV)– y por haber desafiado la ley sobre el celibato obligatorio de los sacerdotes (ver Adista nos. 33, 36/90 y 70/91; 5/92); dejó el sacerdocio (ver Adista n. 24/92) y la Iglesia Católica (ver Adista n. 89/2005).

“Eugen Drewermann –dijo el obispo de Hildesheim– es un profeta de nuestro tiempo reconocido por la Iglesia“, como profético fue su trabajo en tres partes Las estructuras del mal; como profeta es el jesuita Padre. Klaus Mertes, profesor y periodista, de 2000 a 2011 rector del Canisius College de Berlín, de septiembre de 2011 rector del College of St. Blasien, entre los protagonistas de la lucha contra los abusos sexuales en Alemania, quien señaló con el dedo los mecanismos de eliminación de la homofobia en la Iglesia(ver Adista nº 45/16. También Conversación con Teresa Forcades, en nº 245 (2011) de IV).

“Los profetas bíblicos eran personas que decían la verdad desnudas y crudas”, dijo Wilmer; también hoy necesitamos hombres y mujeres así, “que pisen los pies de nuestros obispos”.

“Me parece un concepto exagerado”, fue el tímido comentario del propio Drewermann, entrevistado sobre las declaraciones de Wilmer y sobre su opinión contra el clericalismo, por ser una condición privilegiada para el abuso, expresada en la web católica alemana katholisch.de, el pasado 14 de enero. (la traducción castellana aqui). “Conozco gente que ha ido a la muerte por decir la verdad. No sé si lo haría yo. De todos modos, no me veo a mí mismo como un profeta”. “Los sacerdotes deben ser un puente entre el cielo y la tierra, pero cometen crímenes horrendos”, dijo. “El discurso autoritario, de arriba abajo, ya no funciona en la Iglesia. La santidad del estado clerical ha terminado. Si un obispo toma en serio estas reflexiones, las consecuencias son enormes.

El Obispo Wilmer no tendrá una vida fácil si las aplica a las estructuras eclesiales. Algunos de sus hermanos ya están sobre él. Pero podrá mantenerse en pie”, continuó Drewermann, animando a Wilmer, “que es un luchador y un hombre creíble, todavía joven”, a “seguir diciendo claramente lo que piensa y lo que ve”, sin “dejarse disuadir o intimidar por otros obispos”.

En cuanto a la formación de los sacerdotes, que siempre ha sido el caballo de batalla del teólogo y del psicoterapeuta, muchas cosas deben cambiar: “Los sacerdotes disminuyen y, por tanto, también lo que se exige a los ordenados. La Iglesia exige al clero la continencia sexual como ideal. Los protestantes han sido muy críticos con este ideal. Sólo la Iglesia Católica piensa que todavía puede permitirse el lujo de mantener sus impulsos e inclinaciones bajo control. Toda sensación de placer es declarada pecado mortal y debe ser reprimida. Entonces, ¿cómo puede un sacerdote desarrollar una sexualidad saludable?

La fijación neurótica resultante se define incluso como una elección particular para el presbítero. La mayoría de los delitos sexuales se cometen contra los niños, lo que es bastante alarmante. La dinámica del desarrollo de la pedofilia derivaría del hecho, explica, de que “para los sacerdotes y para aquellos que quieren ser sacerdotes, el contacto con mujeres o niñas está prohibido, pero no con niños. Esto desencadena un desarrollo deformado que puede dar lugar a profundos sentimientos de culpa.

Pocos sacerdotes al principio de su formación cometerían abusos contra los niños”. Es un deslizamiento lento que empeora a tal punto que escapa a todo control: “Las personas que viven estos impulsos neuróticos no pueden ser desviadas moviéndolas a otra parroquia. ¡Están enfermos!

Si, por otro lado, un sacerdote desarrolla una sexualidad normal y siente algo por una mujer o un hombre, y lo reconoce, entonces es expulsado. Esto es doblemente anómalo para mí.” Por esta razón, Drewermann está convencido de la necesidad absoluta y urgente de abolir el celibato obligatorio: “Conozco hombres maravillosos que podrían ser excelentes sanadores de almas porque están casados. La Iglesia debe tener esto en el corazón”.

Actualmente, Drewermann está trabajando en una perspectiva cristiana sobre el derecho penal: “¿Cómo tratar a las personas que han sido culpables de graves faltas de conducta sin haberlo querido? Esto también se aplica a muchos sacerdotes. Ellos mismos son víctimas de una tragedia. No hay delincuentes que no se hayan convertido en víctimas. ¿Cómo hay que tratarlos? Este es un asunto importante para mí. Jesús dice: No juzguéis. Pero si es así, ¿por qué necesitaríamos el derecho penal?

Incluso los obispos, como el de Paderborn, Mons. Johannes Degenhardt, que en los años 90 lo privó de la enseñanza y lo suspendió a divinis, continúa Drewermann, “son para mí sólo personas constrigidas, forzadas, limitadas. No me gustaría estar en su lugar por un día. No le guardo ningún rencor al difunto arzobispo Degenhardt. Nunca tuve problemas con él. Fue presionado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger y por eso tuvo que condenarme. Puedo entenderlo. Pero su comportamiento me muestra cuánto miedo debe haber tenido entonces. Nunca leyó mis libros, de eso estoy seguro.”

Y el miedo es un consejero terrible, dice Drewermann: “Es una tragedia, cómo el miedo puede cambiar a la gente. En mi opinión, esto también le ocurrió a Ratzinger. Ciertamente pensó que lo estaba haciendo bien. Es muy culto, escribe muchos libros, pero habría necesitado urgentemente experiencias reales con la gente. El problema es que este pensamiento nunca se cuestiona desde la psicología. Todo el inconsciente es suprimido unilateralmente por la razón”.

De Francisco piensa que es “una persona honrada y honesta. Pero cuando dijo en una conferencia de prensa en un avión: ¿Quién soy yo para juzgar a los demás? Fue claramente advertido por la Congregación de la Fe: ‘Usted no es una persona cualquiera, Sr. Bergoglio, no tiene una opinión privada, usted es el Papa. La homosexualidad es un pecado mortal y eso es lo debe enseñar y nada más’.

Encuentro que su humanidad es conmovedora. Espero que la conserve. Pero también necesita urgentemente buenos consejeros”. Asesores en el campo de la teología, porque ella es la que necesita una más profunda revisión: “Toda la teología sobre los grandes temas debe cambiar. He estado tratando hacer esto durante 40 años. Desde un punto de vista psicoterapéutico, no se puede aconsejar a nadie que no decida por sí mismo y que se deje aconseje. Y se necesita una buena razón para hacerlo”. Pero en cuanto al abuso, el problema está dado por el “silencio, el traslado, el no acceso a la justicia del Estado”.

Los obispos locales son quienes, actuando de esta manera, han permitido la repetición de comportamientos criminales. El Papa Juan Pablo II ya había ordenado silencio sobre el abuso sexual. Su sucesor también continuó en esta línea, para protegers de daños a la Iglesia. No fue un error de obispos individuales, sino el estilo de la Iglesia. El Papa Francisco lo ha reconocido y se ha comprometido a oponerse a ello. En esto intentaría apoyarlo”.

Fuente Religión Digital

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