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Vida que debe ser comunicada.

Domingo, 12 de agosto de 2018
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juan-6-41-51-2“Igual que una flor bella y de brillante color, y asimismo rebosante de perfume, son de fructíferas las buenas palabras de quien las pone en práctica” (El Dhammapada)

12 de agosto. Domingo XIX del TO

Jn 6, 41-51

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre

La vida no ha sido creada para nacer, crecer y morir prisionera en la celda de sí misma. Entonces muere como un aborto sin sentido de la Naturaleza. La vida es amor que nace, expansión que crece, luz permanente y libremente viva, que ilumina los confines de todos los extremos de la Tierra.

En sus anotaciones al comentario del evangelio de Juan, dice Schökel: “Comiendo la carne gloriosa de Jesús, pan de vida, el creyente recibe con sobreabundancia la vida divina. Esta comunicación de vida participada acontece en un contexto de misión. No se trata de una vida que se confina, sino que debe comunicarse a los demás”.

El pintor Claude Monet (1840-1926), al igual que toda la generación de los impresionistas, fue el pintor de las fiestas alegres, del alborozo popular. Con él, el arte se apodera de la calle, de la vida. La calle Montorgueil. Fiesta del 30 de junio de 1878 es un óleo sobre lienzo (Museo de Orsay, Paris). El cuadro irradia una energía y una vitalidad extraordinarias. Las banderas, como una materia viva, formando líneas oblicuas, ocupan la parte esencial del espacio, creando una especie de desfile donde se precipita la multitud. Este lienzo transmite toda la fuerza de la felicidad en su pleno apogeo.

Jesús nos oferta un bodegón de sabrosa comida para que la comamos y ofertemos a los demás participar en el banquete, como La Rue Montorgueil de París era fiesta para todo el pueblo. El lienzo de sus palabras –“quien coma de este pan vivirá para siempre”- transmiten vitalidad y fuerza, garantiza a todos felicidad, salud y vida eterna.

Oración de súplica: Dame, Señor, pinceles que pinten mil colores y sensibilidad artística suficiente que me permitan llenar de lienzos los museos, y colgar de las farolas de las calles del mundo mis cuadros, con escenas de vida plena que alimente almas. Y suplico también que se abran infinitamente las compuertas del cielo para que el agua de las nubes inunden mis sentimientos y los de cuantos me conocen.

Uno de los protagonistas de la película Ventanas abiertas (2014), dirigida por Nacho Vigalondo, dice: Tengo que dirigir en el teatro / el alegre ballet de mis ideas / pues quiero que las bailen también / músicos y poetas”. Y otro comenta: “También aquí las ventanas se abren de par en par para que la vida vivida en su interior se transmita a la vida de todos”. Quiero que las de mi corazón y mente jamás se cierren al corazón y mente de los otros.

Anselm Grün (1945), monje alemán benedictino, escribió en Atrévete a ser nuevo: “La persona que no se arriesga a ser ella misma, que se endurece como el faraón o que se deja mandar por capataces, como hacían los israelitas, y se transforma en una caricatura de la figura humana”. Riesgo que habitualmente corren quienes se cierran a cal y canto sobre sí.

El Dhammapada, una compilación de las enseñanzas de Buda, nos habla igualmente de lo positivo que es expandir la belleza, el olor y el perfume de nuestro buen comportamiento: “Igual que una flor bella y de brillante color, y asimismo rebosante de perfume, son de fructíferas las buenas palabras de quien las pone en práctica”.

¿Y acaso no fue ésta la oferta que, según Jn 6, 51, nos hizo Jesús cuando dijo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre”?

Lo importante es no pasarse la vida en la sala de espera, y pedirle a Dios que nos habrá la sala de consultas para poder comunicarnos, con Él y con los demás, la vida.

EL CIERVO

Como el ciervo sediento busca el agua…, canta el salmo.

Y la Esposa, en San Juan de la Cruz, dice al Esposo:
“Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido”. 

Así te busco yo, mi Dios, y no te encuentro;
mi cita contigono ha sido concertada todavía.
¿Por qué no abres consulta y me das hora? 

¡Toda una vida en la sala de espera! 

Al fin me cercioré
que sólo había sala de clientes. 

……………………….

Expuse el caso a las restantes criaturas,
y a coro unas, y otras a capella,
entonaron el Himno de la Duda. 

(NATURALIA.
Los sueños de las criaturas.
Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tú eres el pan de vida.

Domingo, 12 de agosto de 2018
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eucaristia0(Jn 6,41-52)

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

A oídos de los contemporáneos de Jesús, esta expresión debía sonar radical y contundente. Para un judío el “pan del cielo” evocaba, sin duda, la dura experiencia de huida y éxodo del pueblo por el desierto después de haber sido esclavos en Egipto (Ex 16,1ss). En aquellos largos años, como le sucedió también a Elías (1Re 19,4-8), el pueblo fue alimentado por un pan que bajó del cielo y apareció como don para que pudieran recobrar las fuerzas y no morir.

En ambas experiencias la situación era similar: la de haber llegado hasta la extenuación, hasta ese pequeño hilo que separa la vida de la muerte. Seguramente sólo quien lo experimenta puede saber lo que, en esas circunstancias, supone un trozo de pan. Un pequeño elemento que devuelve la vida, que repara las fuerzas y sosiega el desánimo, que recupera la esperanza perdida y alimenta la capacidad para seguir caminando. Para Elías supuso la posibilidad de caminar cuarenta días y cuarenta noches… para el pueblo huido de Egipto, cuarenta años. Toda una vida.

Pero Jesús dice que su pan es aún mucho más que eso. “Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron”. “El que coma de este pan vivirá para siempre”. Jesús se ofrece como pan de vida eterna, como el alimento que sobrepasa todo lo imaginado y esperado.

El pan es signo de vida. Lo es también de mesa compartida, de solidaridad entre quienes lo dividen, de conversación, de comunión, de trabajo, proceso y esfuerzo. El pan se come a diario y aunque todos lo valoramos, lo aprecia mejor quien deja en él su sudor y dedicación.

Jesús, al hacerse pan, acoge todo esto en sí y se nos da como alimento que no sólo repara las fuerzas sino que redime y salva. Porque en su pan hallamos mucho más: vida entregada hasta el extremo, amor infinito que humaniza y hermana, que nos acerca a Dios y nos aproxima al otro, que nos ofrece camino y dirección, sentido y alegría.

Al saber que los judíos le criticaban por haber dicho esto -como murmuró el pueblo en el desierto contra Moisés y Aarón y contra el mismo Dios (Nm 14,2.28; Ex 16,8)- Jesús les exhorta: “no critiquéis, no murmuréis entre vosotros”. Así como Israel comió el maná y se alimentó mediante la adhesión a la Ley, ahora Jesús convoca a aceptar la nueva revelación de Dios en Él, en su amor entregado, en el cuerpo partido y repartido del Hijo amado.

Una interpelación que hoy nos llega a nosotros: “no critiquéis, no desconfiéis, no os alejéis de mi propuesta de vida. Yo me hago pan para daros vida eterna. Acogedme, comedme y sed uno en mí. Haceos vosotros también pan, descended y sed alimento los unos para los otros”.

Celebrando un día más la Eucaristía, suplicamos que todo esto se realice en nosotros, haciéndonos eco del bello poema de Pedro Casaldáliga, cmf:

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Elías postmoderno

Domingo, 12 de agosto de 2018
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7e0875a9-4ad8-4a75-bc9b-2608b2132be5Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. PAN DE VIDA
Continuamos hoy escuchando el capítulo 6º de san Juan que desarrolla la cristología del PAN de VIDA. YO SOY EL PAN DE VIDA.

02. ELÍAS: UN HOMBRE POSTMODERNO
Hoy hemos asistido en la primera lectura a un momento en el que Elías huye de la reina Jezabel que ha jurado matarlo. Elías desaparece de escena y se va al desierto. Elías se cansa ya de vivir y se desea la muerte: no valgo más que mis mayores.

Dios le dice: Levántate, come que el camino es superior a tus fuerzas.

Cansancios y canseras hay muchos en la vida y de muchos tipos: postraciones, abatimientos y desánimos hay mil en la vida. Hay que tener coraje: audacia para levantarse, comer y seguir el camino que es superior a nuestras fuerzas.

En el fondo la llamada depresión es un cansancio existencial que en castellano podemos denominamos cansera: ya no quiero, no vale la pena vivir más. Personalmente, como sociedad-política, como iglesia podemos llegar a momentos en los que sentimos harto cansados, siempre igual y no cambia nada…

03. ALIMENTARSE DEL PAN DE VIDA: LEVÁNTATE Y COME.
496dc431-4fa3-4376-ae04-914be3906f35Levantarse y comer no son cuestiones meramente físicas, sino más bien personales: levantarnos de nuestros cansancios, cuando no caídas en la vida, comer del pan que alimenta el cuerpo, pero sobre todo, el alma y ponernos de nuevo en camino.

La salud, la creatividad, el tono vital no son cuestiones meramente físicas, ni tan siquiera médicas. La alimentación, la medicina, la higiene, la psicología son cuestiones importantes, pero no son la “varita mágica”.

Hay que alimentarse de pan de vida. Esto significa alimentarse de valores, de cultura, de criterios sanos.

Hay panes que sedan o distraen el hambre de la existencia, pero no alimentan.

04. CRISTO ES EL PAN DE VIDA.

Cristo pudo haber dicho que la vida y la felicidad radicaba en otras cuestiones:

o cuantas más pagas extraordinarias tengáis tendréis más vida, sin embargo proclamó la pobreza cuando fuente de felicidad.

o cuanto más poder económico, político o eclesiástico tengáis, viviréis más, sin embargo proclamó el servicio y rechazó el poder.

o Cuantos más tanques y misiles tengáis, mejor; sin embargo, JesuCristo proclamó la paz como fuente de felicidad y de vida.

o Cuantos más ritos religiosos hagáis y mejor cumpláis las leyes de la Iglesia, tendréis más salvación.

El pasado domingo, 5 de agosto decía el papa Francisco en el ángelus:

Es una tentación común reducir la religión sólo a la práctica de las leyes.

En esas cuestiones aludidas no está la vida.

Cristo se presenta como PAN DE VIDA.

05 ESTE ES EL HIJO DEL CARPINTERO. ELEVARSE POR ENCIMA DE LOS SÍMBOLOS.

Jesús es la clave y el escándalo. Se presenta como pan de vida que baja del cielo, se presenta como hijo de Dios, que habla de lo que Dios le ha dicho. Pero para los ojos de la mayor parte de sus contemporáneos, como para nuestros contemporáneos, Jesús es el hijo de la señora María, del carpintero que “ya sabemos quiénes son”…

Esta es una de las diferencias ente el cristianismo y otro tipo de concepciones religiosas. El cristianismo es profundamente materialista: efectivamente Dios está en Jesús, en la humanidad de Jesús: el Verbo se hizo carne.

Las personas religiosas no pueden comprender que un hombre sea expresión de Dios porque les va mejor un “Dios lejano, etéreo, que no toque la vida concreta”.

El ser humano es quien va siempre un paso más allá de la realidad. La realidad es un símbolo que hemos de transcender.

Del texto de hoy podemos sacar una conclusión: la razón no es la medida de la realidad. Si miramos las cosas, las personas, los problemas únicamente -únicamente- desde la razón, no llegaremos al ser de la vida. Decía Pascal que la fe tiene razones que la razón no conoce. Hay que ser razonables en la vida, pero hay muchas dimensiones que están un paso más allá de la razón:

o Por vía racional no llegaremos de la creación a Dios. Habrá que activar otros mecanismos como son la poética y la fe.

o El perdón no es fruto de la razón. El perdón será fruto del amor.

o Escuchando la pasión de San Mateo de Bach o una melodía podemos “tocar” la belleza, la redención, el amor, llegar a Dios pero no por vía racional, sino por la emoción estética, muy diversa de la racional.

o Jesús fue un hombre. Nunca llegaremos por vía racional a afirmar que el hijo del carpintero es hijo, expresión de Dios.

o El celibato es irracional, lo cual no significa que no sea valioso que algunas personas, renuncien elegante y espiritualmente a una dimensión de su vida por el ideal del reino de los cielos.

o La esperanza no es lo más mínimo demostrable por vía racional; sin embargo nos es absolutamente necesaria para vivir.

La crisis de la modernidad radica en pensar que únicamente es verdad lo demostrable y verificable. Lo que no puedo demostrar no existe, ni es.

Recuperemos el mundo del símbolo, de la transcendencia, del relato, de la poesía, de la delicadeza, de la teología narrativa.

La realidad, el ser, es más amplio que lo que yo sé o puedo conocer.

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Dudas, de un par de legos, acerca de la misa

Lunes, 30 de julio de 2018
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En esta fotografía proporcionada por el periódico del Vaticano L'Osservatore Romano, el papa Francisco celebra su primera misa como pontífice con los cardenales, en la Capilla Sixtina del Vaticano, el jueves 14 de marzo de 2013. (Foto AP/L'Osservatore Romano, ho)Juan de Burgos Román
Madrid.

ECLESALIA, 02/07/18.- Querido Oibas: Espero que sepas perdonarme por venir a importunarte; te cuento:

Tengo un amigo, llamado Ubaldo, que es hombre inquieto, de no muchos estudios y con notoria inteligencia natural. Él cree que yo sé más de lo que yo sé y me acribilla a preguntas; la mayoría de las veces no atino a darle respuesta certera, como me pasa ahora. Y es que, en casi todo, soy yo tan lego como lo es él. Y ocurre además que, en los asuntos que a Dios se refieren, ambos tenemos una visión pueril, casi la de nuestra infancia. Así que vengo aquí esperanzado en que tú me eches una mano en esto de aclararle las cosas a Ubaldo y, de paso, también a mí.

El otro día me vino Ubaldo con que había leído que, no hace mucho, un obispo excomulgó a un matrimonio, pues en su casa se decían misas sin cura (simulacros de misas, creo que las llamaba el obispo en su alegato excomulgatorio). Ubaldo se interesó vivamente por aquel asunto y, en respuesta, me lanzó un cúmulo de dudas, preguntas y comentarios. Te los resumo:

A los comienzos, Ubaldo estaba dominado por la idea de que los curas tienen mucho poder; bueno, después de hablar un rato los dos, resultó que en lo del poder de los curas había tres componentes: el poder que ellos realmente tienen, el que creen tener y él que nosotros creemos que tienen; a los dos últimos los daba él por seguros, del primero dudaba un tanto. Y es que, se preguntaba, ¿tan importantes son los curas que el propio Jesús no puede personarse, en la misa, si no es invocado por un cura? y, aún más, ¿cómo es que Jesús se ve obligado a bajar de inmediato cada vez que un cura se lo demanda? (con la pertinente formula litúrgica, por supuesto). Alguien nos dijo que en esto las cosas funcionar de acuerdo con lo que en latín llaman ex opere operato (aplicado a los sacramentos, significa que son eficaces por sí mismos, que sus efectos no dependen ni de quienes los administran ni de quienes los reciben); nos quedamos aturdidos, confusos con aquel automatismo, pues nos parecía, y sabrás perdonar la forma chanflona de expresarme, como si estuviéramos hablando de una máquina tragaperras, de la que, al meter la moneda, sale automáticamente la chocolatina. Era evidente que algo importante se nos estaba escapando, que todo eran dudas y conflictos con la ortodoxia eclesiástica.

En otro momento, me dijo Ubaldo que en eso del personarse Jesús estaba él un tanto confuso, pues si, como es bien sabido, Dios está en toda partes, Ubaldo opinaba que allí, en la misa, también había de estar, y ello desde el principio, sin necesidad de que se le invocase. Entonces Ubaldo dio en suponer que, quizá, para poder salir del atolladero en el que se estaba metiendo, habría que distinguir entre: que Dios estuviera presente entre nosotros, que de seguro lo estaba, y que nosotros lo percibiéramos; y me decía Ubaldo que de nada nos ha de valer lo primero sin lo segundo y que, por ello, habíamos de ir tras de esto último, es decir, del ir en pos de percibir la indudable presencia de Jesús.

Reincidiendo en lo de la presencia de Jesús en la misa, decía Ubaldo que, si antes de la lectura del Evangelio el cura dice “El Señor esté con vosotros” (alguno dicen está, en vez de esté, que parece más acertado), resulta entonces que lo de que el Señor ya está por allí es cosa admitida, por lo que cabe imaginarse, decía Ubaldo, con humor irreverente, que “el Jesús que llega con la consagración quizá sea otro Jesús, uno distinto del que ya estaba”. Dijo también Ubaldo que lo que no le parecía de recibo era lo que le tenía oído a un cierto clérigo, que venía a ser algo así como que Jesús está: a los comienzos de un modo difuso, tenue, liviano y luego, tras la plegaria eucarísticas, más vigoroso, como concentrado, con perdón.

Ubaldo tampoco entendía que, sabiendo lo mucho que Jesús nos amaba, como era posible que no accediera a hacerse presente entre los asistentes a la misa hasta no ser llamado ritualmente por un cura. Así que no le cabía a él en la cabeza como era que la Iglesia hubiera establecido que los curas tienen ese poder y que, además, son los únicos que lo tienen; y, entonces, vinimos los dos a pensar que la cosa había de tener su origen en aquello de “lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos” (Mateo 16,19) y a que la Iglesia había hecho un uso inmoderado de ello. Ubaldo dijo entonces que, de seguro, Jesús se había pillado los dedos con aquella promesa, pues le estaba trayendo muy malas consecuencias, salvo, dijo, que la tal promesa hubiera sido mal entendida, que todo era posible y añadió irónicamente: bueno, todo no, que parece que la Iglesia no puede equivocarse (otra promesa, parece). Así que algo importante se nos escapaba también ahora.

Aunque de distinto carácter, Ubaldo también me hizo la siguiente reflexión acerca de la misa: él estimaba que en poco se parecen nuestras misas a lo que debió ser la Última Cena, que en las misas hay rito, ceremonia preestablecida, liturgia, orden, seriedad, recogimiento, respeto y veneración hacia un personaje muy importante, Jesucristo Rey del Universo y, sin embargo, aquella cena debió ser un acontecimiento franco en el que primó la espontaneidad, los abrazos cálidos entre amigos, la camaradería y la atenta escucha al maestro-amigo Jesús de Nazaret ¿Y dicen, decía Ubaldo, que las misas reproducen la Cena del Señor? ¿Qué reproducir, copiar, imitar, calcar, repetir, duplicar es ese?, ¿Con que criterio se puede detectar?

En estas estamos Ubaldo y yo, amigo Oibas, llenos de dudas, incertidumbres, titubeos. Así que, animado por tu buena disposición para conmigo, te pido que te animes a darme respuestas apropiadas a las dudas de Ubaldo y que, aunque pudiera ser mucho pedirte, intentes hacerlo a la pata la llana, que no han de alimentarnos doctas explicaciones, que son difíciles de entender para nosotros. Espero que esto último no te sea muy trabajoso; recuerda aquello de: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños”, Lucas 10, 21

Con todo cariño, Juan.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

Domingo, 3 de junio de 2018
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Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida,

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga

***

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

“Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

– “Tomad, esto es mi cuerpo.”

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

“Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.”

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

*

Marcos 14,12-16.22-26

***

Vivir la misa. La expresión se ha vuelto ya un lugar común. Pero nunca es suficiente: especialmente en un período como el nuestro, en el que cristianismo está sometido a un trabajo de esencialización, en el que se ve disminuida toda estructura y ayuda desde el exterior, se hace más urgente que nunca la insistencia en estas ideas «esenciales». Urge enseñar de qué modo concreto puede y debe ser introducida la eucaristía en la vida de cada día, de qué manera puede y debe convertirse verdaderamente en aquella luz que explica y da su significado a los acontecimientos humanos.

Quien no tiene nada para ofrecer-sufrir no puede «participar» en la eucaristía: Cristo sufre y se inmola; también nosotros debemos sufrir-inmolarnos con él. Y estos sentimientos de víctima constituyen el alma de la misa. ¿Cómo se puede aplicar a la vida esta doctrina? Con un método muy sencillo: a menudo nuestras ¡ornadas laborales están llenas de cruces: el frío, el calor, el cansancio; contratiempos, fracasos, incomprensiones; enfermedades, fastidios, soledades; desánimos, depresiones, angustias: todo esto constituye un material preciosísimo para ofrecer durante la misa, que -para decirlo con el Concilio de Trento asume valor en virtud de los dolores de Cristo; es ofrecido por Cristo al Padre y por amor a la pasión de Cristo es aceptado por el Padre. Saber aceptar la vida con paciencia es vivir el sacrificio de la misa.

Vivir la comunión. Se trata de otro axioma clásico que implica convertir en «mística» la unión sacramental durante la jornada laboral: ésta debe llegar a ser un continuo «permanecer en Cristo». De este modo se prolonga «místicamente» la comunión: debemos adquirir la costumbre de trabajar, hablar, pensar por-con-en Cristo; se trata de adquirir la costumbre de hacerlo todo bajo el influjo, lo más actual-continuo que sea posible, de Cristo.

Es menester que nos ejercitemos en preguntarnos con frecuencia: «¿Cómo se comportaría Cristo si estuviera en mi lugar?». Es preciso que adquiramos la costumbre de «conmesurarnos» con él.

*

A. Dagnino,
La vida cristiana o el misterio pascual del Cristo místico,
Gnisello B. 19887, pp. 509-511; 534-539, passim).

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“Los tres mandatos de Jesús: ¿Somos anticristianos?”, por José María Castillo.

Miércoles, 25 de abril de 2018
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cena-del-corderoDe su blog Teología sin Censura:

El Evangelio no es igualitario, es preferencial, porque Jesús prefirió a los últimos.

El “jueves santo” de cada año, los cristianos recordamos (o tendríamos que recordar) los tres mandatos que Jesús nos dejó a quienes decimos – o pensamos – que creemos en Cristo y, por tanto, somos cristianos.

Primer mandato es el del lavatorio de los pies. Después de lavar, él mismo, los pies a los discípulos, les dijo: “Si yo…, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13, 14). En la cultura del Imperio, la tarea de lavar los pies era una de las obligaciones a las que estaban sometidos los esclavos. El Evangelio expresa este deber mediante el verbo griego “opheilo”, que significa “estar obligado”, como bien explican quienes mejor han estudiado este término griego. Ya Jesús había dicho esto mismo, con otras palabras y en otro momento: “Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo” (Mt 10, 24).

Por tanto, el primer mandato de Jesús a los cristianos consiste en que vayamos por la vida comportándonos como esclavos de lo que necesitan los demás. Aunque se trate de quienes están por debajo de nosotros.

Segundo mandato es el de la eucaristía: “Haced lo mismo en memoria mía”. Palabras que Jesús pronunció dos veces, después de dar a los discípulos el pan, del que Jesús dijo que es su cuerpo; y después de darles el cáliz, “la nueva alianza en su sangre” (1 Cor 11, 24-25). Se explique como se explique este “recuerdo peligroso” (J. B. Metz), lo que podemos decir hoy con seguridad es que, para entender lo que Jesús quiso decir, no podemos depender ni del pensamiento de Platón (que predominó hasta el s. X), ni de lo que decía Aristóteles (a partir del s. XI). Nuestra fe no depende de cómo explicaban la realidad los sabios de la Antigüedad. Lo que sabemos por la fe en la eucaristía, es que, al comer el pan consagrado y al beber el cáliz, Jesús se hace presente en nuestra vida. Y, por tanto, nuestra vida tiene que reproducir lo que fue la “peligrosa existencia” de Jesús en este mundo. Tan peligrosa que, como sabemos, acabó como acabó.

Por tanto, el segundo mandato de Jesús, en jueves santo, nos viene a decir que “no nos refugiemos en la práctica sacramental”, para quedarnos ahí y sólo en eso, satisfechos y tranquilos en nuestra conciencia, porque somos cristianos “de comunión diaria” (o quizá semanal), que podemos entrar en la iglesia (o ir por la calle) con la cabeza alta. El día que comulgar – o simplemente ir a misa – represente un peligro real, ese día hacemos el “recuerdo” o la “memoria” de Jesús tan auténtica como peligrosa. Porque será una “memoria subversiva”.

Tercer mandato es el más radical y el más complicado. Porque es el más profundamente humano. El IV evangelio no recuerda la institución de la eucaristía en la cena de despedida. En su lugar, pone el “mandamiento nuevo”: “que os améis unos a otros, como yo os he amado… En esto conocerán que sois mis discípulos” (Jn 13, 14-15). ¿Por qué este mandamiento es “nuevo”? Antes que Juan, los tres evangelios sinópticos habían insistido en que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. Aquí, Jesús da un paso más. Y ya, ni menciona a Dios. El mandato es: “que os améis unos a otros”. Porque, dado que Dios “se humanizó” (eso es lo que entraña la “encarnación”), “lo que hicisteis por uno de estos, a Mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Esta es la sentencia del “juicio final”.

¿Es España un país “cristiano”? Según la vigente Constitución no lo es (Art. 16, 3). Según el Evangelio y tal como están organizadas nuestras leyes y nuestra economía, el problema no está en que sea o no sea constitucionalmente “confesional”. Desde el punto de vista estrictamente religioso, es que España es un país “anti-cristiano”. Por lo que decretan nuestros gobernantes, por lo que aprueban nuestros electores y por lo que nos callamos y “tragamos” los demás. Con el silencio de nuestros obispos. Seguramente, con más cobardía que desvergüenza. Pero, a fin de cuentas, es lo que “tragamos”.

El Evangelio no es “igualitario” (como los Derechos Humanos). Es “preferencial”. Porque Jesús prefirió sobre todo a los últimos, los más pequeños, los más desgraciados. Justamente prefirió a todos aquellos que, en este país tan cristiano (y otros semejantes), se ven pisoteados, despreciados, maltratados. Y con una subida de pensiones, que se reduce a unos céntimos al mes. ¿Y no somos “anti-cristianos”? Lo estamos diciendo a gritos.

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Carta 5 _ Sábado Santo 2018. 31 marzo, 2018

Sábado, 31 de marzo de 2018
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carta5

Aquí, 31 de marzo de 2018

¡Tachán! Llegamos a la última parte. Si no sabes qué elemento es el que falta será porque te has echado una buena siesta todo el día. Por cierto, ¿has comido? Estaba bueno el bocata, ¿eh? Con estos días de “ayuno” empieza a haber sinfonía en el estómago, jajaja.

Pues sí, ¡tierra a la vista! Y menuda alegría les daba a los marineros que llevaban meses en alta mar.

Ese es nuestro cuarto elemento, ¡la tierra! La tierra de la que formamos parte ya que somos barro (¿pero no éramos agua?, qué lío), de la que nos alimentamos, la tierra que nos permite estar erguidos, y la que nos acogerá el día de mañana. La bendita tierra que Dios nos ha dejado para que la cuidemos, la embellezcamos, la hagamos crecer,… Igual podemos esmerarnos más en esto, que la tierra es la casa común, pero… eso sería para otra carta.

La cuarta parte de la celebración de esta noche es la eucaristía. Es verdad que llamamos así a toda la celebración pero ahora me refiero a esa parte que transcurre en torno a la mesa del altar. Porque hay otra mesa, que no os lo he dicho antes, la de la Palabra, y ambas alimentan por igual, aunque por cuestiones de tradición le hayamos dado más preponderancia a este momento.

¡Uff!, se podrían contar un montón de cosas de esta cuarta parte de la celebración, pero me quedo solo con un par de aclaraciones que son importantes.

Hay un momento que no siempre le damos importancia y es ese en el que llevamos pan y vino a la mesa. Así, sin más, pan (o las formas que pretenden imitarlo) realizado por alguien a través de la manipulación del trigo, por manos humanas, y vino que procede de uvas y que, tratado se ha convertido en ese alegre líquido.

Bueno, los “regalitos” en sí no son para tirar cohetes, ¿no? Pero unos minutos después, volveremos a hacer esa misma procesión, y ahora ya no para dar sino para recibir, y ahí Dios, se pasa, sieeempre tan exagerado. No puede corresponder con un pan mejor o un vino aún más exquisito, no, lo ha transformado en el mismo cuerpo y en la misma sangre de Jesús.

En el ajo estás tú y Él, es decir, el ser humano y Dios. Porque es la suma de la colaboración humana más la fuerza del Espíritu quien transforma esos humildes objetos en Presencia.

Vale, ¿y ahora? La segunda cuestión: ¿lo vas a comer?, ¿lo vas a beber?, ¿te atreves?, ¿te comprometes? Porque ya no es solo que te dé fuerza, o entres en comunión con Dios, no, es más, eso es muy íntimo, a veces intimista, que no es bueno. Aquí lo chungo está en que te compromete con quien está a tu lado, o quien te espera en casa, o el lunes en el trabajo. No, perdona, no confundas, vivir esta parte de la celebración es hacerte tú cuerpo de Cristo, y eso requiere más fe, y más Espíritu. ¿Qué? , ¿te escaqueas?, ¿vas a comulgar por costumbre? No, piénsatelo, si te atreves a comer y a beber hoy… estarás diciendo Sí a ser cuerpo de Cristo. Y, si echas un vistazo al día de ayer, ya ves cómo le fue a Él, aunque sabemos que la cosa se solucionó, pero el trago fue durillo.

Hala, traga esta parte. Mira a la luz, inspira, bebe agua y… buena digestión.

Nos vemos esta noche, ven de blanco, ¿eh? Ahora ya conoces los ritos, vendrás, ¿no? ¿Sabes a qué? A celebrar la Vida.

¡Un abrazo enooooooooorme!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Mi Cuerpo es Comida

Jueves, 29 de marzo de 2018
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Mis manos, esas manos y Tus manos

hacemos este Gesto, compartida

la mesa y el destino, como hermanos.

Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,

iremos aprendiendo a ser la unida

Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.

Comiéndote sabremos ser comida,

EI vino de sus venas nos provoca.

El pan que ellos no tienen nos convoca

a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,

marchamos hacia el Reino haciendo Historia,

fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga

(en su 90 cumpleaños)

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Jueves Santo: “Los amó hasta el extremo”

Jueves, 29 de marzo de 2018
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(Robert Recker gay Passion of Christ)

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

“Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.“”

*

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

*

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

– “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.”

Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo:

“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.”

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

*

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

“Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”

Jesús le replicó:

“Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”

Pedro le dijo:

“No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:

“Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:

“Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”

Jesús le dijo:

“Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.”

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (23 de marzo de 1978)

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Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo.

Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial.

2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA

Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: “Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad”. Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. “Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días”. Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo. Leer más…

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El cuerpo de Cristo, nuestro cuerpo

Miércoles, 21 de marzo de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Al reunirnos para la eucaristía nos reunimos en el nombre de Jesús que nos convoca para recordar juntos su muerte y resurrección en la partición del pan. En ella Él está verdaderamente entre nosotros. ‘Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos‘. (Mateo 18,20).

La presencia de Jesús entre nosotros, y bajo las especies de pan y vino, son la misma presencia. Así como le reconocemos en la partición del pan, le reconocemos también en nuestros hermanos. Cuando nos damos el pan los unos a los otros diciendo ‘Este es el cuerpo de Cristo’. nos damos también los unos a los otros diciendo ‘Nosotros somos el cuerpo de Cristo’. Es uno y el mismo acto de dar, es uno y el mismo cuerpo y uno y el mismo Cristo. “

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Henri Nouwen

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“La Misa”, por Gabriel Mª Otalora

Miércoles, 21 de marzo de 2018
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4-synod-handover-e1519595304393Gabriel Mª Otalora

Bilbao (Vizcaya)

ECLESALIA, 26/02/18.- “Haced esto en memoria mía”, nos dijo Jesús, o lo que es lo mismo, recrear y no solo recordar, el signo de la presencia de Cristo desde el acto de compartir la vida en comunidad de acción de gracias, que esto significa “eucaristía”. Desde entonces, los cristianos hemos mantenido la celebración del día del amor fraterno que fue aquel Jueves Santo, recreando como digo la presencia amorosa de Dios que se derrama en nuestros corazones. Tras los ritos litúrgicos de la misa late el amor de Dios a la espera de nuestra capacidad de apertura y escucha. Por tanto, quien no ama no puede acceder a ese amor; al menos, debe mantener una actitud humilde de sincero cambio que llegará con la fuerza del Espíritu. La misa, pues, se vive desde el corazón dejándose interpelar por Dios con el ojo puesto en el hermano porque, en definitiva, todo amor en una forma de eucaristía.

Dicho lo anterior, nuestras misas languidecen y no son precisamente celebrativas, al menos en el Primer Mundo. En este contexto, creo que pasó desapercibido el Motu proprio del Papa Francisco Magnum Principium (de 3 de septiembre de 2017) con la que se modifica el canon 838 del Código de Derecho Canónico. La explicación de estas variaciones la ofrece el mismo documento pontificio.

La finalidad del cambio es definir mejor el papel de la Sede apostólica y de las conferencias de obispos, llamadas a trabajar dialogando entre ellas, respetando sus propias competencias, que son diferentes y complementarias, tanto para la traducción de los libros típicos latinos, como para eventuales adaptaciones de textos y ritos. Lo que el Papa pretende es modificar la liturgia desde abajo, dando carta blanca a las Conferencias Episcopales y a las Diócesis para que actualicen y hagan más vivas las celebraciones según las exigencias locales y al lenguaje moderno.

A partir de aquí, tampoco ha sido noticia relevante que el cardenal arzobispo de Wellington, Nueva Zelanda, ordenase un cambio creativo en la Misa siguiendo el contexto del Motu Proprio de Francisco al que me estoy refiriendo. El cardenal John Dew pidió a las iglesias que se desvíen del protocolo litúrgico de la lectura del Evangelio conducido por el clero, como está ordenado, con una lectura de la Lectio Divina del Evangelio del día realizada por un laico. Algo que es “completamente contrario” al documento de gobierno para todas las celebraciones de la Misa Católica; pero que él ha insistido en que lo hizo inspirado por el Papa Francisco:

“Esta iniciativa en clave de Lectio Divina es una manera en que la Archidiócesis está respondiendo a la súplica del Papa Francisco de hacer que las Sagradas Escrituras sean más conocidas y difundidas”. Él nos ha recordado que podemos tomar iniciativas creativas en nuestras parroquias para que podamos convertirnos en ‘vasijas vivientes para la transmisión de la palabra de Dios’”, dijo el cardenal.

¿Qué es lo más importante de todo esto, según lo veo yo? Que la cerrazón ante una norma litúrgica, da igual el resultado práctico, es contraria, como toda cerrazón, a la esencia del evangelio o Buena Noticia; porque hoy la Misa no es una buena noticia y quienes asisten al culto, tienen una media de edad por encima de los sesenta años.

Jesús encandilaba, atraía, arrastraba a las gentes, sobre todo a las más sencillas de corazón, a los pobres en su aceptación más primaria y a personas de otro nivel pero que abrieron su corazón a la escucha. De la misma manera que una fe sin obras es una fe muerta, una celebración de la Misa como la actual no puede verse como lo que realmente es: una “celebración” del amor cristiano que nos impele a cambiar el día a día empezando por cada uno de nosotros.

Mala noticia si es más importante la vasija que su contenido: odres nuevos para vinos nuevos… ¿nos suena?

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

 

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“Lo efímero y lo eterno”, por Gerardo Villar.

Miércoles, 7 de marzo de 2018
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indiceMe ha gustado. En un encuentro de espiritualidad nos hablaba Fidel Delgado sobre lo efímero y lo eterno. Y lo hacía –como suele hacerlo él tan magníficamente– con un muñeco a quien ponía y quitaba prendas. Lo efímero se puede quitar de nuestra vida. Es más, tarde o temprano se quita… ¡Con qué pocas cosas se puede vivir!

Pero eso lo aplico a todos los aspectos. Si quitamos todo lo que es efímero en la Iglesia y en nuestra fe cristiana, sacaríamos trenes llenos de creencias y prácticas que no son substanciales al Evangelio. Lo malo es cuando no distinguimos lo efímero y lo eterno. Y le damos categoría de esencial a lo que es accidental. Decía un profesor: “creo en Dios Padre, Hijo, Espíritu y poquísimas cosas más”. Luego hemos ido poniendo ropajes, adhesivos a nuestra fe, y llega un momento en que ya no sabemos distinguir lo que es esencial y lo que hemos añadido.

Veo que hoy hay muchas expresiones doctrinales, litúrgicas, morales que son fruto de los tiempos pasados y que no son consustanciales al evangelio. Buena labor podemos hacer, sobre todo si empezamos a hacer limpieza, como dice el papa Francisco, limpiando con los pobres y desde la periferia.

Hay una cosa muy tradicional y con mucha raigambre evangélica pero que tengo ganas de que recupere su esencia. Es la colecta en las misas. Me decía una persona de una tienda “vienen a pedirme calderilla para echar en los cestaños de misa”. ¿No es momento de recuperar esa costumbre…? pero que sea compartir de verdad: problemas, vida, preocupaciones, trabajos, alegrías, dinero… Aquel valor eterno de compartir se ha convertido en la costumbre de echar una limosnita.

Conozco a algunos sacerdotes que, después del ofertorio, se lavan las manos. Lo hacen como signo de purificación. Lo veo más como limpieza, después de recoger los frutos de todo tipo en el ofertorio para compartir con los pobres, porque se “habían manchado las manos”.

Después de misa, veo que hay personas que se quedan para dar gracias a Dios. Y pienso ¿pues qué han hecho en la Eucaristía sino acción de gracias? Es como después de un banquete, comerse una bolsa de pipas.

Rezamos el Señor mío Jesucristo y ahí decimos: “Dios y hombre verdadero, creador Padre y Redentor mío” ¿En qué quedamos…? Y mucho más cuando decimos “porque podéis castigarme con las penas del infierno”.

Descubrir lo eterno y lo efímero según Jesús. Aunque a veces nos quedemos un poco desnudos. Porque lo eterno es Jesús y el Amor: “Dios es Amor”; “Amar a los demás como a uno mismo”. Esta ropa sí que me sirve para lo eterno de mi yo.

Gerardo Villar

Fuente Adulta

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Cardenal Sarah: “Comulgar en la mano es un ataque diabólico a la Eucaristía”

Miércoles, 28 de febrero de 2018
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Le-cardinal-Robert-Sarah-nouveau-prefet-Congregation-pour-culte-divin_0_730_333A uno que se le ha ido la olla…

El polémico purpurado cree que es “una falta de respeto al Santísimo”

“El ataque malvado más insidioso (…) sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo”

“¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”

Francisco desautoriza a Sarah y le pide “evitar malentendidos” sobre la reforma litúrgica

(Jesús Bastante).- Es uno de los líderes de la oposición al Papa Francisco. Seguramente, el que atesora un mayor poder en la Curia, como máximo responsable de Liturgia. Ahora, el cardenal Robert Sarah da un paso más, y arremete contra aquellos católicos que, legítimamente, solicitan recibir la comunión en la mano: “Es un ataque diabólico a la Eucaristía”, proclama.

Sarah, quien ya recibió dos amonestaciones públicas por parte de Francisco tras sugerir que los curas volvieran a celebrar la Eucaristía a espaldas del pueblo y por tildar la misa del Vaticano II, al menos en muchas de sus manifestaciones, de “profana y superficial”, ha escrito un prefacio al libro de un sacerdote italiano, Federico Bortoli, titulado ‘La distribución de la comunión en la mano. Perfiles históricos, jurídicos y pastorales‘, en el que asegura que la forma de dar la Comunión en la mano es una falta de respeto al Santísimo.

“El ataque malvado más insidioso consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo, apunta Sarah, quien añade que “la guerra entre el arcángel Miguel y sus ángeles, por un lado, y Lucifer, por el otro, continúa hoy en los corazones de los fieles: el objetivo de Satanás es el sacrificio de la Misa y la presencia real de Jesús en la hostia consagrada”.

Para el cardenal, es necesario que los fieles vuelvan a arrodillarse para recibir, en la boca, la Eucaristía. “¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”.

No es única ocasión en que Sarah ha criticado la forma de comulgar. Así, el pasado año, el Prefecto de Culto Divino advirtió contra la “devastación, destrucción y guerras” que ha provocado la misa vernácula en la Iglesia a nivel doctrinal, moral y disciplinario.

El Vaticano II, admitió Sarah, ha sido responsable de algunas “buenas iniciativas” en cuanto a la participación activa de los fieles en la misa y a su progreso en la vida cristiana. Sin embargo, denunció, no podemos cerrar los ojos al desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viviente causaron al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas”.

“Muchos creen y declaran alto y fuerte que el Concilio Vaticano II ocasionó una verdadera primavera en la Iglesia”, escribía Sarah. “Sin embargo, un número cada vez mayor de líderes eclesiales consideran esta “primavera” como un rechazo, un renuncio a su herencia milenaria, o incluso como un interrogatorio radical de su pasado y tradición”. Y todo esto como consecuencia de la “tendencia sacrílega” en la Iglesia posconciliar “de reducir la sagrada misa a una simple comida social”.

Fuente Religión Digital

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Eucaristía Ichthys Sevilla

Miércoles, 22 de noviembre de 2017
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Nuestros hermanos de la Comunidad Ichthys de Sevilla nos hacen llegar esta anuncio que compartimos contigo:

Somos tierra de acogida. ¿Y qué mejor lugar para acoger y ser acogid@ que en torno a la mesa de Jesús? El próximo domingo 26 de noviembre, a las 19:30, en la iglesia de Santa María la Real (C/ San Vicente 62, Sevilla), celebraremos la Eucaristía. Será estupendo contar contigo. Déjate acoger. Te esperamos.

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“Mesa compartida, sí. Ni sacrificio, ni sacerdocio”, por José María García-Mauriño.

Jueves, 19 de octubre de 2017
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eucaristia0Todas las culturas tienen su religión. Todas las religiones tienen su sacerdocio. Esta institución, la religión, tiene la tarea de mediación entre los dioses y el pueblo. Los dioses imponen su voluntad a la gente, tienen que cumplir las normas que provienen del Olimpo. Y el que no las cumpla es objeto de castigo, personal o socialmente. Se castiga a los individuos y al pueblo entero que no cumplen sus mandatos. Las enfermedades son un “castigo” divino, personal. Las tormentas, la sequía, son un castigo colectivo. Así, Júpiter, el rey de los dioses, se “enfada” enviando rayos y truenos, al territorio de un pueblo que no obedece sus órdenes. Entonces, el sacerdote ofrece sacrificios para aplacar la ira de los dioses. El sacerdote es un ser especial, apartado de la gente, una persona sagrada y consagrada para ejercer un culto a los dioses. Es una persona que tiene poder para tener propicios a los dioses, celebrando cultos, sacrificios, ritos expiatorios, como la inmolación del cordero pascual. Se le da carácter divino, como personas escogidas por dios. Existe, pues, una relación entre el sacerdote, el sacrificio y el pueblo. El acceso al dios se realiza mediante los ritos que el sacerdote ofrece a los dioses, en reparación por los pecados. El sacerdote está más cerca del dios que el resto de la gente. Por eso, se acude a él y le ofrecen dones, animales, dinero, etc. para estar a buenas con dios.

Esta mentalidad ancestral es la que se ha trasladado al cristianismo. El sacerdocio hace de mediación entre Dios y la comunidad cristiana. El sacerdocio de Cristo es el único mediador entre el Padre y los fieles. Los fieles han pecado, han desobedecido órdenes, mandatos, (los 10 mandamientos), y necesitan una reparación para no cargar con la ira de Dios (“ab ira tua, libera nos, Domine”. “De tu ira líbranos Señor”, ¿recuerdan?) La muerte de Cristo, dicen algunos teólogos, es una reparación sacrificial por nuestros pecados. Esto es lo que dice la teología tradicional. “Dios no perdona ni a su propio Hijo y lo entrega por todos nosotros”. La idea de que Dios necesita del sacrificio y muerte, para perdonar los pecados, es sencillamente repugnante. ¿Qué clase de Dios es éste? ¿Acaso la muerte de Cristo fue un sacrificio sacerdotal? Recuerdo la grandiosa afirmación del profeta Oseas (6, 6): “Misericordia quiero y no sacrificios”.

Las primeras comunidades judeocristianas asocian la celebración eucarística con los sacrificios del AT que están muy presentes en su cultura religiosa. Eran práctica habitual en el templo de Jerusalén. No podía ser de otro modo. Seguían lo ritos propios de las religiones antiguas. Durante mucho tiempo se decía, y todavía se sigue repitiendo, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Todo esto se ha ido fraguando en el cristianismo, y surge la imagen de la Eucaristía como sacrificio. Se repite el tema de las religiones: la liberación del pecado por medio del rito de la muerte. Se ha dicho con machacona insistencia por teólogos, pastores y el pueblo cristiano que el culto al que hay que asistir los domingos y fiestas de guardar, le llamen el “santo sacrifico de la Misa”. Resulta sorprendente la cantidad de veces que se emplea la palabra sacrificio en los textos de la Misa.

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso. El Señor reciba de tus manos este sacrificio

En la Plegaria Eucarística II, se dice textualmente:

“Así, pues, Padre, 
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo, 
de su admirable resurrección y ascensión al cielo, 
mientras esperamos su venida gloriosa, 
te ofrecemos, en esta acción de gracias, 
el sacrificio vivo y santo.

De nuevo, el sacrificio. Pero continúa la Plegaria

“Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, 
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación 
quisiste devolvernos tu amistad,…”

Estas frases suenan a blasfemia: Dios nos devuelve su amistad gracias a la inmolación de una víctima que es su Hijo… El Hijo es sustituido por el Cordero. Y el cordero hay que inmolarlo en el altar de los sacrificios para aplacar al Dios que está enojado con su pueblo por sus pecados ¿Tan cruel es Dios? ¿Necesita la sangre y la sangre de su Hijo, para recuperar la amistad con los seres humanos (SH)? El Dios de Jesús no necesita sangre para perdonar los pecados. Jesús fue ejecutado, no “sacrificado”. Se ha sustituido el altar por la mesa. El sacrificio, por el disfrute de la mesa compartida, es decir, por la comensalía, en la que se comparte la comida para todos, que nadie pase hambre en el mundo, se comparte la vida, para todos los seres humanos, porque todos son hijos de Dios.

El rito, el culto religioso, que se realiza es para establecer o restablecer, la comunicación con Dios. Cristo estableció una comunicación perfecta, directa y definitiva entre el SH y Dios. No necesita de mediaciones. Jesús, al morir como murió, no ofreció a Dios, ni un rito religioso, ni una ceremonia sagrada, ni un culto reparador, sino que se ofreció a sí mismo. No ofreció sangre de animales, ni pan ni vino, sino que ofreció su vida, su propia sangre. Su ofrenda consistió en ofrecer su propia humanidad. Jesús rompió con las normas y prácticas religiosas, porque para él lo importante no son los ritos sagrados que le relacionan con Dios, sino la relación humana solidaria entre todos los seres humanos en la realidad de la vida, la fraternidad universal. Lo importante en cualquier religión, no es Dios, sino la gente, las personas. Dios no necesita nuestra adoración, ni nuestra alabanza ni nuestro servicio, ni nuestros ritos. Para muchos jerarcas, sacerdotes y teólogos, el culto es el centro de la religión. Es lo que pasa en muchas religiones que el culto lo es todo. En la iglesia católica actual el culto tiende a ser casi la única expresión de la iglesia.

La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los seres humanos otro camino de relación con Dios, distinta del culto, de lo sagrado, distinta de los ritos y ceremonias religiosas. Es decir, el camino sencillo de la relación con el prójimo que no pasa por la Ley. Y la relación ética, no religiosa, vivida como servicio al prójimo y llevada hasta el sacrificio de uno mismo. Jesús abrió otra vía de acceso a Dios a través de su propia persona, aceptando pagar con su vida al combatir esa creencia de que el culto religioso de los sacerdotes tenía el monopolio de la salvación. La salvación venía de otra parte. Jesús denunció los abusos del poder religioso y del poder político. “Jesús dejó sentado que el camino hacia Dios no pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los excluidos de la historia.” (González Faus) En adelante ya no hay sacerdocio que valga. La comunicación con Dios es una relación filial, de Padre a Hijos, no de mediación sacerdotal. Ni el sacerdocio personal, ni el llamado sacerdocio de los fieles.

Sacerdocio, propiamente tal, no existe ninguno en la Iglesia. En todo el N.T. sólo se habla de sacerdocio cristiano aplicándolo a Cristo, pero en el sentido de una transformación revolucionaria en el concepto mismo de sacerdocio. Porque el sacerdocio de Cristo no es un sacerdocio ritual, sino existencial. Es decir, se trata del sacerdocio que se realiza y se vive en la existencia entera. No limitado a los ritos y ceremonias del Templo y del culto sagrado.

En la Iglesia se empezó a hablar de sacerdocio en el s. III, aplicado a los dirigentes (presbíteros) de las comunidades. Hay una alusión en la 1 Carta de Pedro donde se habla de un “pueblo sacerdotal”, pero eso no pasa de ser una pura denominación. Y además una usurpación que hizo la Iglesia de algo que correspondía, más bien, al judaísmo.

El sacerdocio de los fieles, del pueblo de Dios, es una de tantas interpretaciones, bonita, pero innecesaria. ¿Qué intermediación o qué sacrificio ofrecen? La comunidad como tal no es tampoco mediadora entre Dios-Padre y los creyentes. Son los creyentes mismos los que se relacionan directamente con Dios. La religión que Dios quiere, la comunicación con Dios que nos ha dejado Jesús como horizonte, es el culto, personal y comunitario de la propia vida, la vida honrada, honesta, bondadosa, compasiva, servicial y solidaria.

José María García-Mauriño

Enero de 201

Fuente Fe Adulta

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Todos los domingos

Martes, 25 de julio de 2017
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mesa-compartida…y fiestas de guardar.

Es gordo y serio. El juez me obliga a ir a visitar a mi madre “x” días a la semana.  Algo no funciona. Y no funciona fundamentalmente el amor.

De siempre me ha resultado muy preocupante el que la Iglesia haya puesto como mandamiento y obligación el “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”.  Ya en principio, chirria eso de “oír”. Preferiría “celebrar”. Y el tenerlo que hacer ciertos días por obligación, indica que algo no funciona en nuestra fe, en nuestra vivencia de Jesús Resucitado, en nuestro sentido de comunidad. Si realmente estoy enamorado de Jesús, no hace falta que me lo manden, sino que espontáneamente acudiré y participaré con la comunidad en “el recuerdo de Jesús” y en su vivir su presencia.

Y ¿eso de entera? ¿Es que se puede “cumplir” estando solo en la consagración?

En esta línea, me extraña enormemente el que nos obliguen a comulgar por lo menos en “Pascua Florida”. ¿Es que estamos en otoño o en invierno lo restante del año?  No entiendo una eucaristía sin participar en la comunión “Tomad y comed todos”. Es una celebración gozosa y en ella no puede faltar ninguna parte esencial.

Se ha metido la idea de que hay que confesarse antes de comulgar, pero yo creo que es más la idea de “cumplir”, de “oír” lo que nos penetra y así nos quedamos viendo y oyendo: “Ya hemos cumplido”.

Es cierto que si todos hiciésemos caso, tendríamos unas celebraciones de toda la comunidad.  Pero, dado el giro y la evolución de la sociedad, ¿no sería preferible el fomentar que cada día sea una celebración viva sin esperar al domingo?

Porque los niños están el fin de semana con los deportes y los padres con las salidas fuera. Una misa entre semana, bien vivida, ¿no podría ser el futuro? Es más, cuando cada vez va a haber menos eucaristías los domingos por falta de clero?

Avancemos más hacia la celebración aunque perdamos la obligación. Todo esto me surge al ver que vamos perdiendo la fe y dejando la costumbre y esa también la olvidamos.

Es preciso preparar mejor las eucaristías, más vivas, más participadas, más comunitarias.  Y eso irá creando sentido de celebración gozosa caminaremos hacia la celebración de la primitiva comunidad

Es curioso eso de “fiestas de guardar”, porque se van cambiando y haciendo laborables, fiestas que antes se celebraban religiosamente.

Cuando la sociedad avanza hacia la secularización, podemos trabajar ese día pero a la vez celebrar la Eucaristía…  Y no con menor devoción. Porque hay un aspecto del Misterio de Jesús que celebrar… Y sin duda, es más importante ese Misterio que la fecha del calendario.

Lo importante, me parece, es que nuestras eucaristías sean vivas, participativas, asamblearias. Que salgamos todos entusiasmados a continuar nuestra misión de cristianos que nos ha propuesto la Palabra de Dios.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Eucaristía, la erótica de la ritorrea”, por Rufo González

Lunes, 17 de julio de 2017
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eucaristia-720_270x250De su blog Atrévete a orar:

“Jesús no instituyó ningún ritual”

“¿No sería estimulante pasar de la misa ritual a la eucaristía celebrativa?” 

(Pepe Mallo).- “Se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42).

“Animales rituales”

“Oir misa”, “ir a misa”, “decir misa”, “dar misa”… Estos populares (o vulgares) giros y expresiones vienen a demostrar el (sin)sentido que mucha gente tiene de… y atribuye a… la Eucaristía. Es voz común que los humanos somos “animales rituales”, necesitamos gestos y signos para comunicarnos. Toda actividad humana se desarrolla con signos; gestos que expresan un mensaje, un sentimiento, emoción, vivencia…, expresiones que no pueden formularse si no a través de estos signos o gestos.

Celebrar la vida, ritualismo y narcisismo

Las celebraciones de los Sacramentos son expresiones comunitarias y públicas de experiencias y aspiraciones comunes de nuestra fe. La celebración “pública” (aspecto comunitario) de estos acontecimientos es la liturgia. No se trata de una serie de ceremonias, ritos, palabras y gestos, sino de la expresión de las vivencias de la comunidad a través de esas actitudes.

Cuando se gesticula demasiado o se exageran los ritos, se enturbian las vivencias. La liturgia no pasaría de ser una exhibición de rutinarios gestos o burdos aspavientos incoherentes. Al traer a cuento en el título la “erótica de la ritorrea”, ironizo atendiendo a la excitación que provocan los ritos en ciertas personas al ejercer las funciones religiosas, y a realizarlos cada vez de manera más evidente y notoria, a la búsqueda de un clímax, de una fascinación no sé si pasional o mística.

El limitarse a repetirlos automáticamente aunque no se comprenda bien el porqué de cada movimiento, de cada gesto, de cada palabra, de cada oración, se llama ritualismo, y cuando el “oficiante” (de oficio) se regodea sensibleramente en ceremoniosos ritos, se llama afectación o “narcisismo.

El abandono de la misa dominical tiene mucho que ver con el ritualismo

Hay un hecho innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica dominical, a mi entender, porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita para alimentar su fe.

Uno de los males que afectan a la Iglesia es que está aprisionada en los ritos, en gestos que el pueblo no entiende o le resultan “familiarmente extraños”. La imagen del sacerdote ritualista continúa profundamente arraigada en la cultura de la Iglesia, en la rutina de los ritos de misas y sacramentos. Todo se ha reducido a actos vacíos de significado, a liturgias recargadas que alejan de la “Cena del Señor”.

La celebración litúrgica no puede ser totalmente espontánea, y menos anárquica; pero tampoco debe imponerse una reglamentación tan estricta y determinada que el rito resulte agobiante y recargado.

Las ceremonias, debido a la rigidez en el cumplimiento de las normas, a veces constituyen un fin en sí mismas. En la celebración de la Eucaristía, se aprecia en el ritual y en el ceremonial un excesivo barroquismo liturgista, que no litúrgico. Su contenido, oraciones, lecturas, plegarias eucarísticas, están elaboradas sobre y desde los dogmas; sus expresiones, por teológicas, no están encarnadas en la vida de los fieles, las plegarias resultan incomprensibles. El “nuevo” Misal Romano, entrado en vigor este año, da la impresión que todo el empeño de la CEE se ha centrado en “la traducción más literal” de los formularios (“por todos” o “por muchos”) y en la supervivencia del ritualismo tridentino.

¿Qué es más importante: los ritos o la comunidad?

¡Qué sencilla fue la “cena de despedida” de Jesús y las restantes “cenas del Señor” celebradas por las primeras comunidades! Jesús no instituyó ningún ritual.

Ni la última cena fue un ceremonial. Al contrario. Los gestos de Jesús en su cena de despedida como en otras tantas ocasiones son bien sencillos: “Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo repartió”. Así de sobrio y escueto. Estos son los gestos propios de la eucaristía y de la vida cristiana: partir el pan (Jesús), repartirlo y compartirlo. “Todos los días acudían unidos al templo, compartían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hech. 2,46).

Hoy día, a las “funciones” litúrgicas les sobran gestos y ceremonias como para que los asistentes tengamos conciencia de participar en la auténtica eucaristía. Resalto la palabra “funciones” porque considero que hay gestos que están más cerca del espectáculo teatral que de la celebración litúrgica. ¿Puede alguien imaginar a Jesús en la última cena inclinarse y acodarse sobre la mesa ante el pan y el vino y pronunciar lentamente, como enigmáticas, arcanas o sibilinas, las palabras “Tomad y comed… tomad y bebed…”? ¿Puede alguien pensar que en ese momento los discípulos se arrodillan fervorosamente para adorar las “especies sacramentales”? No menos curioso resulta el hecho de hacer tintinear en ese instante las bulliciosas campanillas. ¿Qué sentido tiene esta alharaca?

Más gestos inútiles, por superfluos, de los “funcionarios del rito”

De un tiempo a esta parte, en la mayoría de las parroquias de mi entorno, y en la mía por supuesto, se ha introducido un chocante protocolo al iniciar la misa: Hacer sonar una campana de “aviso”. Perdón por mi insolencia, pero el gesto me retrae a aquel ancestral factor de estación con su proverbial “¡Viajeros al tren!”.

Otra. En el ceremonial existe la “procesión de entrada” portando el leccionario, la cruz, los ciriales y el incensario, que suele realizarse con boato en algunas fiestas. Pues bien, en mi parroquia, tras el “campanillazo” de salida, el sacerdote, precedido de “inexpertos” monaguillos, “ejecuta” el ritual sin solemnidad alguna, recorriendo la iglesia como el que hace el “paseíllo”. Queda ridículo. Y más. Me he preguntado con frecuencia, por qué cada vez que pasan por delante del sagrario, realizan un apresurado ademán que remeda una genuflexión, como obligado vasallaje, y otras veces se contentan con una simple inclinación de cabeza.

¿Y por qué al evocar el nombre de María, se hace una respetuosa reverencia y no al nombre de Jesús? Tampoco me entretengo en preguntar por el sentido del resurgimiento de los primorosos monaguillos… ¿Hemos de seguir “estancados” en un modo de celebración eucarística tan poco sugestivo para los hombres y mujeres de hoy?

¿Qué nos queda de la Eucaristía como banquete del Reino?

¿No sería estimulante pasar de la misa ritual a la eucaristía celebrativa? No vamos a “oir misa”, ni el cura “dice la misa”. Vamos a “celebrar” la Cena del Señor. (No hay celebración sin “algo” que celebrar). Celebración significa alegría, no “severidad”, participación, no “pasividad”. La mesa es símbolo de celebración, de fiesta, de conmemoración, de encuentro. Se ha invertido el orden de los valores: se da preferencia a ritos, ceremonias y solemnidades, y tardíamente, o nunca, se llega al encuentro con Jesús y con la comunidad.

P. D. de Rufo González

El clericalismo imposibilita cualquier reforma, incluso litúrgica

Comparto la crítica de Pepe Mallo, lúcida y sugerente, sobre la celebración de la Eucaristía de muchos clérigos. Real y esperanzada denuncia. Pero abocada a un callejón sin salida ante la actitud real de los dirigentes eclesiales: “resistencia a la reforma litúrgica conciliar de la que se han dado ya repetidas muestras”.

Por ellos no vendrá solución. Serán las comunidades celebrantes las que vean cambios necesarios para expresar mejor y vivir lo que celebran. Deberán suscitar personas creativas para animar, cantar, inventar gestos nuevos, usar palabras inteligibles y significativas actualmente, crear momentos de silencio y comunicación adecuados… Esto sólo podrá hacerse liberándose de la norma clerical, del clericalismo tan denostado por el Papa Francisco.

Con dirigentes vitalicios, inmóviles, dominadores de parroquias sin voz ni voto decisivo, cargados de rutinas facilonas.., y comunidades infantilizadas, con celebraciones sociales y folklóricas, sin compromiso con la vida cristiana…, las reformas serán como la del Misal Romano. Recuerda el refrán: “parirán los montes, nacerá un ridículo ratón”:

“Ha causado estupor, por no decir escándalo, el cambio de las palabras de la consagración eucarística, ordenado por la Congregación del Culto y asumido por nuestros obispos, imponiendo el “entregado por vosotros y por muchos” en vez del “por todos” pacíficamente arraigado. Si desde el principio se hubieran traducido así las palabras de Jesús en la institución de la Eucaristía, ya sería discutible, pero el cambio tardío no puede dejar de producir la impresión de que el “muchos” deroga el “todos”, y de que Jesucristo no murió por todos los hombres. ¿Habrán nacido algunos predestinados a la condenación eterna?… En el fondo de esta aparente fidelidad al texto original hay que ver una resistencia a la reforma litúrgica conciliar, de la que se han dado ya repetidas muestras”. (Hilari Raguer Suñer, monje benedictino de Monserrat, en su Blog de RD, 23.06.2017).

Fuente Religión Digital

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¿Cristo murió por todos?

Sábado, 8 de julio de 2017
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misal-romanoGabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 19/06/17.- Con la que está cayendo, el nuevo misal litúrgico oficializa una nueva polémica que descentra el mensaje central del evangelio en general y de la celebración eucarística en particular. No es un brindis al sol mi expresión “con la que está cayendo”; Pablo VI ya alertó en su encíclica Evangelii Nuntiandi que “la ruptura entre el Evangelio y la cultura, es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo.” Y uno de los soportes para evitarlo es utilizar un lenguaje que llegue al corazón del ser humano actual. Además del ejemplo, claro está.

En pleno acercamiento al mundo protestante en el aniversario de Lutero (Francisco, Kasper…), que refuerza la redención universal y el que Cristo murió por todos, el nuevo misal retrocede a Benedicto XVI con una peligrosa argumentación que es difícil de entender si no es desde la exclusión del amor de Dios a “algunos”. Y descentrando, de paso, los mensajes divinos de la compasión y misericordia universales. Se trata del cambio en las palabras de la consagración: donde actualmente se dice “será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”, pasa a decirse “será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.

En Hechos 18, el Señor dio ánimos a Pablo en el sentido de que su labor no sería en vano porque “muchos” llegarían a conocer a Cristo en la ciudad de Corinto. Aunque él se dirigía a todos, al menos iban a ser muchos los que iban a convertirse.

Si el que Jesucristo murió por todos es algo que forma parte de las certezas básicas de nuestra fe, ¿a qué viene detenerse todo un Papa en este matiz, con lo que nos falta de ejemplo vivo en la sociedad de hoy que nos interpela desde una religión clericalista -a pesar de Francisco- capaz de espantar a tantos que buscan? Ya en el año 2006, Ratzinger entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Liturgia dirigió una carta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo para que introdujesen esa modificación en la consagración en los misales. Como no todas le hicieron caso, en abril de 2012, investido ya como Benedicto XVI se dirigió con severidad a algunos presidentes de los obispos, incluido el alemán, para urgir la aplicación de lo ya mandado. Y desde marzo de 2017, en pleno pontificado de Francisco, se modifica en nuestro misal.

Cristo vino por todos, porque es Amor y todos le necesitamos: hemos nacido para Él. Pero en Marcos y Lucas Jesús afirma que vino por los pecadores, no por los justos; su misión preferentemente se concentró en los enfermos, no en los sanos. Esto aleja que nadie puede quedar excluido del amor y la acción de Dios que llegó hasta las últimas consecuencias del asesinato en un madero.

Cuando preguntas por este dislate terminológico, te cuentan que el término “muchos” no se utilizaría aquí en contraste con “todos”, sino frente a “pocos”. Incluso afirman que el concepto “muchos” en algunos casos es un equivalente a “todos”. Entonces, ¿para qué marear el tema y no dejarlo en su sentido de la universalidad del amor de Dios sin fisuras frente a una interpretación sectaria, nada menos que en las palabras de la consagración? Dios invita a todos al Banquete. Lucas refuerza la universalidad de la oferta divina frente a esa idea de “muchos”: un gran señor invita a su gente cercana y como se disculpan y no van, ordena a sus criados que vayan a invitar a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos hasta que la casa se llene de invitados.

Una cosa son los llamados y otra los que responden a la llamada. Podemos elucubrar sobre si se salvan todos, casi todos o muchos o pocos (es de suponer que si el Padre pone en marcha la historia de la humanidad no es porque acabará siendo una empresa fracasada). Pero poner el acento en “muchos” en lugar de remachar el “todos” me indica muchas cosas, y ninguna es buena. Así no conseguiremos parar la sangría y solo atraer a bien pocos nuevos cristianos comprometidos de las nuevas generaciones cuya mayoría son totalmente indiferentes a nuestra institución eclesial

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Hacia un idolatría de la Eucaristía.

Domingo, 18 de junio de 2017
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Del desaparecido blog À Corps… À Coeur:

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[…] El mismo Cristo  debe asfixiarse en nuestros ostensorios de oro, en nuestros cálices incomparables, en nuestros copones incrustados de joyas, Él quiso sólo la paja del Pesebre o la madera de la cruz. El culto exagerado de la Eucaristía tiende a hacer de nuestras iglesias templos paganos.

Louis Evely
*

Condúceme de lo irreal a lo real, condúceme de las tinieblas a la luz, condúceme de la muerte a la inmortalidad.

Brihadaranyaka Upanishad
*

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Una liturgia sin compromiso místico

Los faraones de Egipto han sido divinizados y los monumentos no dejan de representar su investidura divina. Cuando, más tarde, Alejandro el Grande conquistó Egipto, no creyó que pudiera asegurar su dominación sobre las colonias sin hacerse reconocer como Dios. Del mismo modo los emperadores romanos, para consolidar la unidad de su imperio, aceptaron, luego finalmente impusieron, esta divinización de Roma y de su persona.

Pero esta divinización del faraón provocaba también, casi necesariamente, la “faraonización” de dios. Había una simbiosis, una suerte de comunidad de vida en la que las reacciones eran recíprocas y, finalmente, la imagen de la divinidad se amoldaba a la del faraón divinizado.

¿Hasta qué punto esta situación ha sido reproducida a lo largo de los siglos, incluso en el pensamiento de Israel? ¿En qué medida nuestra liturgia no guarda vestigios de este intercambio ambiguo entre la realeza terrestre y la realeza divina? ¿Hasta qué punto incluso el concepto de la realeza divina no es simplemente una emanación de la realeza humana?

¿En qué medida, en Bizancio, la liturgia de Palacio y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en una misma imagen, donde la realeza divina y la realeza humana se confundían de nuevo?

Y en qué medida nuestra liturgia no es todavía una supervivencia de las liturgias reales que no comprometennunca el fondo del alma? ¿No podemos pensar, a veces, que en nuestra misma liturgia, se trata de rendir homenaje a un soberano, de procesiónar alrededor de su altar, de erigirle un santuario dedicado a él, y una vez hecho esto, queda con Dios, todo esto que puede realizarse y celebrar sin ninguna especie de compromiso místico?

Algo extremadamente peligroso

Es evidente que, si el hombre de la calle es tan a menudo completamente extraño a lo que pasa en nuestras iglesias, es porque no pasa allí ningún acontecimiento susceptible de tocarlo aunque sea un poco. El no se siente allí de ninguna manera alcanzado y concernido a lo más íntimo de él mismo.

Hay una religión aparente que  no asume compromiso profundo. Esto es extremadamente grave, y podemos preguntarnos hasta qué punto esto no es a causa de la Eucaristía que llegamos a una confusión tan radical sobre la esencia misma del mensaje de Jesús.

Una especie de materialismo religioso, el peor de todos; puede trágicamente establecerse alrededor de la Eucaristía; tenemos un catalizador de paladio, un pararrayos celeste, sobre la casa, podemos dormir tranquilo, Dios está allí en su cajita y lo tenemos constantemente a nuestra disposición.

¿Nos hemos cuestionado suficientemente sobre  el valor de nuestras comuniones? ¿sobre ell valor de esos niños? ¿Qué producen? ¿Qué cambian?

En las comuniones sin compromiso, donde se cuenta con el opus operatum (un efecto producido infaliblemente por el hecho de que se recibe el sacramento), en las comuniones donde mecánicamente se debe ser santificado porque se abrió la boca o se tendió la mano para recibir la hostia: hay allí algo extremadamente peligroso porque no se ve en absoluto toda la exigencia que está en la base de una conversión verdadera, y que supone a un nuevo nacimiento; no vemosen absoluto la exigencia de la comunión que implica esta transformación radical donde se pasa del mí posesivo al mi oblativo. ¿ Incluso, cuántos sacerdotes  que celebran la misa cada día todavía puede, quizá, estar todavía allí?

Resituar la Eucaristía en la perspectiva evangélica

Debemos pues resituar la Eucaristía, hay que situarla allí dónde la vida de la Iglesia debe encontrar su unidad, hay que situarla en su sitio, es decir en la perspectiva evangélica que se nos impone en los últimos encuentros del Señor con sus discípulos.

La última consigna que resuena en todas las páginas delrelato joánico, es que os améis unos a otros como yo os he amado. Y esta consigna es también el criterio que hace reconocer a los discípulos de Jesús: ” en esto os reconocerán que sois mis discípulos, si os amais los unos a los otros.

Y para dar una lección a sus discípulos, Jesús les lavó los pies. “Esto es lo que es amar a tu prójimo: lo que he hecho es para que hagáis vosotros lo mismo los unos a los otros.

Por extraño que pueda parecer, la Eucaristía parece haber desaparecido, ni siquiera se nombra en este lugar, ¿por qué? Debido a que está implícita en esta mandato (lavatorio de los pies). Está implícitamente contenida en el mandato y en la consigna final del Señor: “Amaos los unos a los otros”, ya que es exactamente la misma cosa.

“Os conviene que yo me vaya “

Recordemos las trágicas palabras de Jesús en el discurso después de la Última Cena: “Es bueno que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito, el Espíritu Santo, no vendrá a a vosotros”. ¿Cómo no ver en estas palabras la confesión de un fracaso? Jesús nunca convirtió a nadie … ¡a nadie! Ni la muchedumbre, ni los sacerdotes, ni las autoridades, ni Herodes ni sus discípulos, ni incluso el discípulo amado que se dormirá como los otros enseguida en el Jardín de la Agonía: no ha convertido a nadie.

Y la llamada suprema que lesdirige  a sus discípulos en el lavamiento de los pies se quedará sin eco: no comprenden que el reino de Dios está dentro de ellos mismos.

No comprenderán que es para hacer nacer este reino interior que Jesús se arrodilla delante de ellos para lavarles los pies, y no comprenden  que es para arrancar la piedra de nuestros corazones que Jesús muere sobre la cruz. Y la última pregunta que le harán a Jesús justo antes de la Ascensión será significativa de estatotal  incomprensión.

¡La humanidad de Jesús debe pues desaparecer! Y es sólo en lo invisible, en el fuego del Pentecostes, como encontrarán a su Maestro como una presencia interior, no lo verán en lo sucesivo ya más delante de ellos sino dentro de ellos, y es en aquel momento cuando lo reconocerán. ¿Podemos desde entonces imaginar un solo instante que Nuestro Señor nos haya dado la Eucaristía para que refabriquemos con este sacramento un culto idolátrico, para que pudiéramos poseerlo allí, al alcance de nuestra mano, encerrándole en una caja para que nos pertenezca? ¿ Podemos concebir un materialismo igual por parte del Señor? ¿Cómo podemos imaginar que les hubiera robado su presencia visible a los Apóstoles para restituirnos en la hostia un foco de idolatría, como si pudiéramos disponer de Dios como el resultado de un objeto? Es absolutamente imposible, es exactamente lo contrario que sucede cuando Jesús nos da la Eucaristía.

*

Maurice Zundel

La Rochette, 1963

(Fuente)

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En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

Disputaban los judíos entre sí:

“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Entonces Jesús les dijo:

– “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”

*

Juan 6,51-58

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“Acoger la fuerza del Evangelio”. 30 de abril de 2017. 3 Pascua (A). Lucas 24, 13-35.

Domingo, 30 de abril de 2017
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timthumb.phpDos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?

Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.

Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”

Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.

Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.

¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?

Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.

José Antonio Pagola

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