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“¿Celebrar la Eucaristía sin un sacerdote?”, por Pierre Collet.

Domingo, 1 de junio de 2014
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Mujeres concelebrandoLeído en Atrio:

Como es normal, toda la red de Nosotros Somos Iglesia (movimiento cristiano de base iniciado en Austria) se ha movilizado ante la noticia del post anterior. Nos llega de Chile (Enrique Orellana) este comunicado de Pierre Collet, miembro de Movimiento Somos Iglesia de Bélgica.

En Bélgica, obviamente estamos sorprendidos como todos ustedes y queremos ofrecer a Marta y a su marido nuestro apoyo y nuestra solidaridad. Como muchos ya han dicho, nos parece que no sería apropiado responder a un anatema con el mismo idioma, con una proclama a la inversa: sólo el diálogo, un diálogo constructivo, podría ser beneficioso. Y nos parece que tenemos que concentrarnos rápidamente en la razón y en el contenido de esta sanción. De esta manera, me gustaría recordar que la celebración de la Eucaristía sin sacerdote fue uno de los temas clave del encuentro europeo de las comunidades de base en 2009 en Viena, Martha asistió y también pronunció allí un discurso. Les ofrezco aquí el documento que en aquella ocasión había preparado por los belgas sobre la base de nuestra práctica y nuestro pensamiento. Fue entonces publicado en cuatro idiomas en nuestra página de PAVÉS (Pour un Autre Visage d’Église et de Société):   Es un punto de partida que sigue teniendo actualidad, visto lo visto…


Bélgica.

¿Celebrar la Eucaristía sin un sacerdote?

Comunicación presentada al Encuentro Europeo de 2009.

Se solicita la participación del grupo belga en  el encuentro europeo del 2009 de las comunidades de base. Nosotros aportamos  nuestra experiencia en la celebración de la Eucaristía sin un sacerdote: ¿transgresión, escándalo, temeridad, avance del futuro, sentido profético? Muchas interpretaciones son posibles.

Para evitar caer en una visión ideológica, nosotros hemos hemos  querido entrevistar a aquellas y aquellos  que lo vivieron y se les solicitó su testimonio. De las 30 a 40 comunidades que componen nuestra pequeña red de habla francesa en Bélgica, diez respondieron a la encuesta y es sobre la base de esa información que hemos preparado este informe. Por tanto, no es un informe exhaustivo de todas las experiencias de las comunidades y, no se puede incluso afirmar que en la mayoría de las comunidades  se celebre la Eucaristía sin un sacerdote. Para ser honestos y completos, debemos añadir también que, para algunos, el tiempo de celebración no es imprescindible, al menos en forma estructurada: quieren sobre todo un centro de recursos, de compartir, de apoyo y de amistad y, a veces, también para la acción conjunta.

Pero en la celebración de la Eucaristía sin un sacerdote, las respuestas son significativas: por un lado, varias comunidades que han participado en las encuestas reconocieron que en efecto, lo hacen bonito y bien,  ya sea siempre ya sea excepcionalmente; otros plantean la posibilidad pero sin  decir más; por otra parte, existen similitudes  reales, tanto a nivel de prácticas  como de justificaciones que ellas dan.

Un poco de historia

image10Es a principio de los años 90 cuando las comunidades comienzan a celebrar la Eucaristía, habiendo o no un sacerdote presente. Dos grupos dicen que lo llevan haciendo desde 1980. Dos razones son a menudo avanzadas.

Al igual que en otros países europeos, nuestra comunidades de base surgieron a raíz del impulso generado por la participación del concilio y una cierta impaciencia de los cristianos para hacer frente a los retrasos, incluso a la dilación de las autoridades de la Iglesia. Ella se compone principalmente de  personas de cierta edad, y los sacerdotes que participaron en su creación no son una excepción a esta característica. Esto es a menudo la ausencia, enfermedad, la muerte del sacerdote líder que ha sido el detonante de la situación actual. Y la idea de ir a buscar en otra parte, en el lateral de la parroquia por ejemplo, el sacerdote que sería “buena reputación” nunca se ha considerado como relevante: es siempre percibido como artificial.

Pero desde el principio, la opción que se tomó fue la preparación y realización de la celebración por parte de los miembros de la comunidad. Así, aun en presencia de un sacerdote, como fue el caso, ningún celebrante titulado no tenia un poder diferente de los otros participantes. Esta práctica de la responsabilidad compartida fue unánime: ya sea confiando la responsabilidad cada vez en un miembro, o en pequeños equipos de preparación, o el reconocimiento de la igualdad y la complementariedad de los carismas particulares, lo que es el objetivo y la experiencia  no es nada menos que la acogida de cada una y cada uno , el reconocimiento de su contribución a la comunidad, afirmando su función.

Podemos incluso afirmar sin temor a equivocarnos que la razón principal es el reconocimiento de una igualdad fundamental entre sacerdotes y laicos, y esta conciencia se ha desarrollado progresivamente en las comunidades, y, por tanto, en las celebraciones. Varios testigos  informaron de que este desarrollo  pudo ser alcanzado por iniciativa de algunos sacerdotes que se  borraron  deliberadamente para favorecer esta dinámica comunitaria: los que lo conocieron recordarán con gratitud  una de las grandes  ideas de Pierre de Locht que él bien ha conseguido compartir.

Una tercera razón esta a veces, también estrechamente ligado a esta última: “Queríamos terminar con una visión de lo sagrado muy similar a la magia. El sacerdote tenía hasta ahora competencia exclusiva casi mágica para “transformar” – “transubstanciación” … – El pan y el vino ,palabras inmutables, sagradas, él era  el único que podía pronunciarlas. Nosotros estábamos a miles de kilómetros de distancia dev este punto de vista. El Compartir eucarístico para nosotros se ha convertido en una reunión, una comida de forma simbólica, pero entre mujeres y hombres, bien en carne, muy arraigados en las personas, radicalmente en la igualdad de condición y los derechos, sin dejar de ser impulsados por una fe común, que la experiencia de un encuentro con el Señor Jesús y que se alimenta en profundidad. Algunos pasajes de las Escrituras sugieren esta concepción  no clerical de las prácticas litúrgicas .

Es La comunidad quien celebra

El documento Kerk en Ambt de holandeses dominicanos en septiembre de 2007 vino a confirmar si era necesario la convicción de estas comunidades. En la fidelidad al Concilio Vaticano II, el texto se basa en una verdadera “vuelta a lo básico” de la fe cristiana: la Iglesia es el Pueblo de Dios, y la estructura es, literalmente, “secundaria” porque todo entero al servicio de esta gente. Desde esta perspectiva se ve la Iglesia como  cuerpo cuya cabeza  sólo puede ser Cristo, por lo tanto, propone a las comunidades locales a elegir su propio representante y su equipo para celebrar la Eucaristía. La comunidad debe solicitar al obispo que confirme después  su elección de representante por la imposición de manos.

Un poco provocadores, los dominicanos agregaron: “Si algún obispo se niega a tal confirmación -” la ordenación “- Seguimos confiando en  las comunidades :ellas celebran una verdadera Eucaristía  cuando se reúnen en la oración y  comparten el pan y el vino “.

Incluso si nuestras comunidades de base por lo general no se sienten muy preocupadas por la dimensión estructural tratadas así, ellas  comparten la convicción de que es la comunidad la que celebra, no una persona en particular. Las dos razones para ello son muy complementarias: la parte democrática de nuestra cultura en general y de nuestra lucha en la sociedad, no sería lógico que, en nuestras reuniones de la comunidad, dejáramos en el felpudo  esta preocupación que llevamos todos los días  de la participación y la igualdad entre hombres y mujeres, jóvenes y viejos, entre los intelectuales y manuales, etc. Por supuesto, esta opción da algo de color a las comunidades socio-político, pero no creemos que puede ser diferente en el Reino anunciado por Jesús … La segunda razón es aún más evidente: es de ser fiel a la forma en que el mensaje de Jesús ha sido recibida y vivida por los primeros cristianos, muchas comunidades tratan de recordar :

“Ellos se dedicaron a la enseñanza de los Apóstoles, fieles a la comunión fraternal, a la fracción del pan y a las oraciones. ” (Hechos 2:42)

“Día tras día, un solo corazón, asistieron asiduamente al Templo y partían  el pan en sus hogares, tomando los alimentos con alegría y sencillez de corazón.” (Hch 2,46)

– “Para vosotros, no os hace falta llamar” maestro “, porque sólo tenéis un maestro y todos ustedes son hermanos. No llaméis a nadie sobre  la tierra ” padre “, ya que solamente tenéis uno , el Padre celestial. No hace falta que llaméis a nadie  “doctor”, ya que sólo tienes un médico,  Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor, quien se exalta a sí mismo será humillado, y quien se humilla será enaltecido. » (Mt 23,8-12).

– “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos. “(Mateo 18:20)

Preguntas abiertas

No cabe duda de que la opción de celebrar la Eucaristía sin un sacerdote no fue sin pena  o sin complejos; las comunidades dicen que el  proceso de decisión se tomó hace casi 10 años, otros dos admiten que esto puede haber causado  la salida de algunos miembros, pero en general la valoración es muy positiva por las razones citadas. Esto no impide que muchas preguntas sigan abiertas y que podríamos formularlas.

A nivel de funcionamiento, la primera fue el gran riesgo de la anarquía (”nadie, nada, no importa cómo”)  el peligro de la sustitución de la dirección de la cura por el de algún otro gurú … Ningún  testimonio  ha probado el hecho de desviaciones explicitas  en el testimonio  o “estatus privilegiado”, pero todas hacen hincapié en la necesidad de respetar las normas (a veces incluso una “Carta Magna”), de evaluar periódicamente, de confiar en el sistema de la delegación temporal: las «asambleas de los discípulos de Jesús siempre han sido “estructuradas” ansioso por demostrar que su origen estaba en la iniciativa de Jesús y no en la suya, y expresando que por una división de funciones, sobre la base de los carismas dada por el Espíritu».

Más delicada es la cuestión de una “trivialización de lo sagrado”. Aún no hemos salido totalmente  de la confusión entre lo sagrado y lo mágico, y el respeto a la fe personal y el viaje de todos, varios testigos informaron de los momentos de silencio y de recogimiento, y de la expresión formal de la oración en relación a la puesta en común de la palabra.

La última pregunta es finalmente sobre los vínculos entre las comunidades y  otros cristianos, los que podrían llamarse de riesgo “sectarios”. Había probablemente un poco de eso en la voluntad de Ernest Michel cuando puso en marcha una “coordinación” de las comunidades locales. Pero más allá de ese círculo,  se trata de mantener también las puertas abiertas, de  rechazar las réplicas de pequeños grupos cerrados y nostálgicos, y asegurar los vínculos con la sociedad y la iglesia local. El “cómo” de este reconocimiento mutuo es necesariamente variable, depende mucho de las personas y lugares, pero nunca parece descuidado.

Dos citas para concluir la prueba de síntesis. El primero proviene de La Parroquia Libre de Bruselas. “Sin pretender que nuestra práctica litúrgica es la única correcta, la única válida, pero sobre todo que se imponga en todas partes, al menos podemos decir que nuestras reuniones son pacíficas, de paz, llenas de esperanza, de que vivimos con sensación de que poco a poco han encontrado un modus operandi humana y espiritualmente satisfactorio, es decir, en particular, donde cada uno de nosotros tiene su lugar, su papel, su voz, sea cual sea su sexo, la formación, su compromiso personal público o privado”.

Y estas palabras de Gerard Fourez quien participa en una comunidad de base en Namur, “¿Qué es lo que hace que exista una Eucaristía? ¿Es la presencia del sacerdote o la existencia de una comunidad que, después de Jesús, dice, ‘Esta es mi vida que yo doy?  No son las palabras de la consagración las que hacen que haya  Eucaristía, y que Dios esté presente. Es el compromiso de la comunidad suscitado por el Espíritu y el Evangelio. Por lo tanto, cuando una comunidad se reúne para hacer memoria – en palabras y acciones – de las buenas nuevas de Jesucristo, ella  celebra la Eucaristía, sea que un sacerdote ordenado esté presente o no. ”

Pierre Collet

Vienne, 1er mai 2009

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“Acoger la fuerza del Evangelio”. 4 de mayo de 2014. 3 Pascua (A). Lucas 24, 13-35.

Domingo, 4 de mayo de 2014
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25-PascuaA3Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?

Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.

Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”

Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.

Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.

¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?

Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora Buenas Noticias

Difunde la fuerza transformdora del Evangelio. Pásalo

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“Lo reconocieron al partir el pan”. Domingo 4 de mayo de 2014 3º Domingo de Pascua

Domingo, 4 de mayo de 2014
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timthumb.phpLeído en Koinonia:

En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, encontramos a Pedro pronunciando su primera predicación pospascual, dirigida tanto a los judíos presentes como a todos los habitantes de Jerusalén. El sermón es de tipo kerigmático, con la presentación de tres aspectos de la vida de Jesús, que componen el credo de fe más antiguo del cristianismo: un Jesús histórico, acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales; su muerte a mano de las autoridades judías, y finalmente, su resurrección obrada por Dios para salvación de toda la humanidad. Pedro termina su discurso con un sello de autenticidad: de todo esto, «nosotros somos testigos» (Hch 2,32). Creer en Jesús resucitado era reconocerlo como Mesías, lo que según las Escrituras, abría las puertas para su segunda venida y el fin del mundo. Esto explica las actitudes de recogimiento y miedo que llevan a los discípulos a encerrarse bajo llave. Sin embargo, Pentecostés cambia para siempre las cosas, pues antes que miedo por el fin del mundo, el Espíritu les indica que el mundo apenas comienza, y que la iglesia que acaba de nacer tiene el compromiso de contribuir en la reconstrucción de este mundo con la clave del amor. Así comenzó la Iglesia su misión, cambiando los miedos del fin del mundo, por la alegría, el optimismo y el compromiso de hacer que cada mañana el mundo nazca con más amor, justicia y paz.

La referencia a la primitiva comunidad cristiana nos hace descubrir la importancia que la praxis del amor y de la solidaridad tuvo en el surgimiento del cristianismo. No fue sin más una teoría, sino un cambio de vida, una praxis, una transformación social, lo que estaba en juego. Importante tenerlo presente, cuando tantos piensan que el cristianismo es cuestión de aceptar intelectualmente un paquete de verdades, teorías o dogmas.

En la segunda lectura, el apóstol Pedro hace un llamado a mantener la fidelidad a Dios aún en situaciones de destierro, desplazamiento, marginación o exclusión, porque Dios, en un nuevo Exodo, nos libera de una sociedad sometida a leyes injustas e inhumanas, que protegen sólo al que paga con oro o plata. Esta liberación fue asumida por Jesús con el sello de su propia sangre, como una opción de amor, consciente y voluntaria, por los hombres y mujeres del mundo entero. El precio que debemos pagar a Jesús por tanta generosidad, no es con oro ni plata, sino, dando vida a los hermanos que siguen muriendo, víctimas de la injusticia y la deshumanización. Eso será realmente «devolver con la misma moneda».

En el evangelio, dos discípulos, que no eran del grupo de los once (v.33) se dirigen a Emaús. Probablemente se trata de un hombre y una mujer, casados, (también había mujeres discípulas), que regresaban a su pueblo natal frustrados por los últimos acontecimientos de la capital. Mientras conversaban, Jesús se acerca y comienza a caminar con ellos, al fin y al cabo es el Emmanuel. Pero ellos no pueden reconocerlo, sus ojos están cerrados. ¿Por qué? Porque en el fondo todavía tenían la idea de un mesías profeta-nacionalista, que conquistaría el mundo entero para ser dominado por las autoridades de Israel, un mesías necesariamente triunfador… Por eso, estaban viendo en la cruz y en la muerte del maestro, el fracaso de un proyecto en el cual habían puesto sus esperanzas.

Serán las Escrituras las primeras gotas que Jesús echa en los ojos del corazón de estos discípulos, para que puedan ver y entender que no es con el triunfalismo mesiánico, sino con el sufrimiento del siervo de Yavé, como se conquista el Reino de Dios; un sufrimiento que no es masoquismo, sino un cargar conscientemente con las consecuencias de la opción de amar a la humanidad, actitud difícil de entender en una sociedad dominada por un poder de dominio que mata a quien se interpone en su camino. Por la vida, hasta dar la misma vida, es el testimonio de Jesús ante sus dos compañeros.

El relato de los discípulos de Emaús es una pieza bellísima, evidentemente teológica, literaria. No es, en absoluto, una narración ingenua directa de un hecho tal como sucedió. Es una composición elaborada, simbólica, que quiere dar un mensaje. Y como todo símbolo, que no lleva adjunto un manual de explicación, permanece «abierto», es decir, es susceptible de múltiples interpretaciones. Y desde cada nuevo contexto social, en cada nueva hora de la historia, los creyentes se confrontarán con ese símbolo y extraerán nuevas lecciones…

En una página adjunta (http://servicioskoinonia.org/biblico/textos/emaus.htm) presentamos una glosa a este texto de Lucas, leído desde la situación psicológica de los «militantes latinoamericanos en los 90». La situación, actualmente, por fortuna, ha cambiado, pero las situaciones de depresión, de derrota y de desánimo, lamentablemente forman parte esencial de nuestra vida, por lo que puede ser interesante leer la interpretación que allí se ofrece del tema de Emaús desde América Latina. Leer más…

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CP 3 (Dom 4.5.14). En Emaús nos vemos, él no fallará

Domingo, 4 de mayo de 2014
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CLOFAS~1Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 3 de Pascua. Lc 24, 13-35.

Ésta es quizá la más bella historia de resurrección. Por el camino de Emaús pasó Jesús, por allí sigue pasando, como ha narrado Lucas, que recoge la tradición de dos fugitivos que le encuentran y se dejan acompañar por él cuando les explica la Escritura y comparte con ellos el pan.

— Sucedió esa historia, con dos personajes concretos: Cleofás y María su esposa (cf. Jn 19, 29), el primer matrimonio expresamente cristiano de los comienzos de la Iglesia.

— Puede suceder también en cada uno de nosotros , que somos Cleofás o su mujer (o su hermano/amigo o hermana), en camino de pascua.

— Buen domingo a todos, buena Pascua, amigos caminantes del evangelio,en esta Pascua de gracia 2014. Nos vemos en Emaús, si os parece y no fallamos el camino. Él no fallará.

Dos fugitivos

No van con las mujeres al sepulcro, para ungir al cuerpo muerte, ni quedan en Jerusalén, como los otros, sino que escapan. Es como si tuvieran más dolor; como si la aventura de Jesús hubiera aparecido ante sus ojos como un bello y duro engaño. Cuanto antes pudieran olvidarla sería mejor: la vida no se puede edificar sobre recuerdos vacíos, sobre palabras vanas, como las de las mujeres del sepulcro (cf 24, 11-22).

Escapan por los caminos de la vida y para volver hacia el Cristo y su mensaje necesitan más razones que la catequesis pascual de las mujeres de Mc 16, 1-8; a ellas les bastaba el recuerdo de aquello que Jesús había dicho, estando como estaban al borde de su tumba vacía. Estos necesitan toda la palabra de Escritura, necesitan la fracción del pan, tienen que ver a Jesús. De esa manera, su misma gran incredulidad se hará motivo de una más honda y larga catequesis pascual.

Son muchos los motivos que podríamos destacar en esa catequesis, convertida en principio de la más intensa teología de la pascua. Podríamos hablar de una hermenéutica, es decir, de una nueva comprensión de la Escritura, desde el Cristo muerto. También podemos hablar de una revelación, pues Dios se manifiesta por medio del Cristo como vencedor sobre la muerte, y de una iluminación transformadora, pues los antiguos fugitivos descubren que su vida cambia al contacto con Jesús resucitado. Hay en el fondo de todo una experiencia de conversión/vocación, pues aquellos que escapaban de Jesús y de su grupo vuelven y descubren a la iglesia como una comunidad que se reúne en torno a la confesión pascual…

Desde ese fondo, en contraste con las mujeres del sepulcro que no creen (cf. Lc 24,10) presenta Lc 24, 13-35 a estos testigos de la pascua, realizando un camino de resurrección que va del desengaño (¡Jesús fue sólo una ilusión!) al reconocimiento del misterio completo del Cristo.

Experiencia de Emaús. El comienzo.

El texto es una joya de teología narrativa: la verdad no se argumenta ni demuestra a base de razones; la verdad viene a expresarse en forma de relato; sólo convence quien sepa contar una historia de forma que su verdad (su mensaje) vuelva a hacerse presenta allí donde se cuenta.

Y he aquí que dos de ellos
(del grupo de Once y los otros: cf 24,9),
en aquel mismo día caminaban hacia una aldea llamada Emaús,
que distaba como una sesenta estadios de Jerusalén.
Y ellos dialogaban entre sí sobre todas estas cosas
que habían acontecido.
Y sucedió que mientras dialogaban y hablaban
el mismo Jesús se acercó y caminaba con ellos.
Y sus ojos estaban cerrados, para no reconocerle. Y él les dijo:
– ¿Qué son esas palabras que os decís entre vosotros,
mientras camináis?
Y ellos se pararon, quedando tristes.
Y uno, llamado Cleofás, respondiéndole le dijo:
– ¿Eres tú el único habitante de Jerusalén que ignoras
las cosas que han pasado en ella en estos días?
Y les preguntó: ¿Cuáles? Y ellos le dijeron:
– Las referentes a Jesús de Nazaret, que fue varón profeta,
poderoso en acción y palabra, ante Dios y ante todo el pueblo,
cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes,
en juicio de muerte y le crucificaron.
Nosotros esperábamos que él fuera quien debía redimir a Israel,
pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días…
(Lc 24, 13-21)

Estos fugitivos de Emaús son signo de todos los han ido caminando con Jesús pero después se han decepcionado. No pueden entender la cruz, no saben situar su muerte en el esquema salvador del reino: ¡pensábamos que tenía que redimir a Israel! Como fracasados escapan, huyendo de su propia historia, del pasado de su encuentro con Jesús, con la esperanza rota.

Escapan y sin embargo siguen hablando de Jesús, como si tuvieran necesidad de recrear su recuerdo, de recuperar su figura. Uno se llama Cleofás (24, 18). El otro permanece innominado (¿su mujer Maria, una hermana, un amigo?). Si María, la mujer de Cleofás que estaba bajo la cruz (cf. Jn 19, 25) es la misma que ahora acompaña a Cleofás (y este Cleofás es el mismo de aquel texto), tenemos que afirmar que ella no cree, ni ella ni su marido, que vuelven a su casa.

Sea como fuere, ellos abandonan la comunidad donde sigue reunido el resto de discípulos incrédulos con las mujeres creyentes (cf 24, 9-10.33-35). Parecen el comienzo del fin; empieza a disgregarse el grupo que Jesús había formado a lo largo de su vida. Escapan de Jesús, pero le llevan en su mente y conversación (cf. Lc 24, 14). Pues bien, la misma huida viene a convertirse en principio de un nuevo encuentro.

Muchas veces resulta necesaria la distancia: separarse del lugar de la experiencia inmediata, tomar tiempo para revivir lo que ha pasado. Quien no sufra el choque fuerte del fracaso de Jesús, quien no sienta la tentación de escaparse no podrá entender el evangelio. Ese momento de decepción, ese intento de evadirse de recuperar la tranquilidad de un pasado sin cruz, constituye un elemento integrante de la resurrección cristiana.

El desconocido de pascua. Catequesis del camino.

Se suele decir que no existe verdadera conversación si es que no viene “un tercero” para ofrecer nueva luz. Pues así viene Jesús, como un desconocido, que empieza preguntando: se interesa por el dolor de los fugitivos y permite que ellos hablen y digan aquello que esperaban (liberación de Israel) y aquello que ahora sufren (fracaso de Jesús). Para que la conversación resulte verdadera debemos empezar acogiendo la palabra de los otros, no sólo para aprender lo que ellos digan sino también (y sobre todo) para dejar que ellos se expresen y con ello manifiesten su verdad, su intimidad más honda. Leer más…

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Del desencanto al entusiasmo. Domingo 3º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 4 de mayo de 2014
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

26 de abril de 2014

La víspera de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, volviendo al Instituto Bíblico, encuentro a un compañero jesuita acompañado de un visitante que ha venido a la ceremonia. Me lo presenta, me pregunta qué enseño y le respondo: Antiguo Testamento. «¿No estamos ya en el Nuevo? Para qué sirve el Antiguo?» «Sin el Antiguo no se puede entender el Nuevo», le contesté. El evangelista Lucas, en su relato sobre la aparición a los dos discípulos que van camino de Emaús, parece darme la razón.

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

― ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

― ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?

Él les preguntó:

― ¿Qué?

Ellos le contestaron:

― Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:

― ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

― Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:

― ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

― Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Hay que olvidar lo que sabemos

Para comprender el relato de los discípulos de Emaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia del Sábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece una versión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta sólo tres apariciones:

1) A todas las mujeres, no a dos ni tres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús.

2) A dos discípulos que marchan a Emaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, y desaparece cuando van a comer.

3) A todos los discípulos, no sólo a los Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado.

Dos cosas llaman la atención comparadas con los otros evangelios: 1) las apariciones son para todas y para todos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once. 2) La progresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso.

Jesús, Moisés, los profetas y los salmos

Hay un detalle común a los tres relatos de Lucas: las catequesis. Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla a los de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento es el mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. El mensaje más escandaloso y difícil de aceptar requiere que se trate con insistencia. Pero, ¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducen que Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho por Moisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre la mente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos. La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del gran mensaje de la muerte y resurrección.

La trampa política que tiende Lucas

Para comprender a los discípulos de Emaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintos personajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadas en la persona de Jesús. Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que su hijo será rey de Israel. Sigue la misma María, alabando a Dios porque ha depuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Los ángeles vuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías. Zacarías, el padre de Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de David un personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos. Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla del niño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén. Parece como si Lucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica.

Del desencanto al entusiasmo

El tema lo recoge en el capítulo final de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperaban que Jesús fuera el libertador de Israel. No son galileos, no forman parte del grupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto a Jesús. Están convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra va a ponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación de Israel. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte. Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos y miedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea. A ellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan su relación con los discípulos, se van de Jerusalén.

En este momento tan inadecuado es cuando les sale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma por completo. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni les dirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, a recorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textos adecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, al escucharlo, les ardía el corazón.

El misterioso encuentro termina con un misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojos para reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y su vida han cambiado.

Los relatos de apariciones, tanto en Lucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de la resurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típico de este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos que terminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y la eucaristía.

Del entusiasmo al aburrimiento

Por desgracia, la inmensa mayoría de los católicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto. «La misa no me dice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, para justificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no me entero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado». En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque lo que podríamos calificar de primera misa, con su dos partes principales (lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivó la fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús. Pero hay una grande diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin el contacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo y hacer que arda el corazón.

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Jueves 17 de Abril de 2014. “Jueves Santo”.

Jueves, 17 de abril de 2014
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De Koinonia:

13506410035081256bea18c_passion021ª Lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.””

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. /
Cumpliré al Señor mis votos /
en presencia de todo el pueblo. R.

2ª Lectura:

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio:

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo.

Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial.

2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA

Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: “Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad”. Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. “Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días”. Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo. Leer más…

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