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Así mi cuerpo os doy como alimento…

Domingo, 18 de agosto de 2024
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“Corpus Christi”

Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre un trozo de pan que bendijiste
que en humildad partiste y repartiste
haciendo despedida y testamento.

“Así mi cuerpo os doy como alimento…”
¡Qué prodigio de amor! Porque quisiste,
diste tu carne al pan y te nos diste,
Dios, en el trigo para el sacramento.

Y te quedaste aquí, patena viva;
virgen alondra que le nace al alba
de vuelo siempre y sin cesar cautiva.

Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;
gota de luna que ilumina y salva.
Y todo ocurrió así, sencillamente.

***

Sencillamente, como el ave cuando
inaugura, de un vuelo, la mañana;
sencillamente, como la fontana
canta en la roca, agua de luz manando:

sencillamente, como cuando ando,
como cuando Tú andabas la besana,
cuando calmabas sed samaritana
cuando te nos morías perdonando.

Sencillamente. Hora de paz. ¡Qué leves
tus manos para el pan, para el amigo!
Cena de doce y Dios. Noche de Jueves.

Y era en Jerusalén la primavera.
Y era blanco milagro ya aquel trigo.
Sencillamente: “Éste es mi cuerpo“. Y era.

***

Que viene por la calle Dios, que viene
como de espuma o pluma o nieve ilesa;
tan azucenamente pisa y pesa
que sólo un soplo de aire le sostiene.

Otro milagro, ¿ves? Él, que no tiene
ni tamaño ni limites, no cesa
nunca de recrearnos la sorpresa
y ahora en un aro de aire se contiene.

Se le rinde el romero y se arrodilla;
se le dobla la palma onduleante;
las torres en tropel, campaneando.

Dobla también y rinde tu rodilla,
hombre, que viene Cristo caminante
-poco de pan, copo de pan- pasando.

*

“Corpus Christi”,
de Antonio Murciano (España, 1929) y Carlos Murciano (España, 1931)

***

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***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

Disputaban los judíos entre sí:

– “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Entonces Jesús les dijo:

“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que como este pan vivirá para siempre.”

*

Juan 6, 51-58

***

Decía Agustín: «Oh Dios, mi corazón está inquieto hasta que no repose en ti», pero cuando examino la tortuosa historia de nuestra salvación veo que no sólo nosotros deseamos ardientemente pertenecer a Dios, sino que Dios también anhela pertenecer a nosotros. Parece como si Dios nos estuviera diciendo a grandes voces: «Mi corazón estará inquieto hasta que no pueda reposar en vosotros, mis amadas criaturas» […]. Dios desea comunión: una unidad que sea vital y viva, una intimidad que proceda de ambas partes, un vínculo que sea verdaderamente mutuo […].

        Este intenso deseo que siente Dios de entrar en la más íntima relación con nosotros es lo que constituye el núcleo de la celebración y de la vida eucarística. Dios no sólo quiere entrar en la historia humana convirtiéndose en una persona que vive en una época y en un país específico, sino que quiere llegar a ser nuestro alimento y nuestra bebida diarios en todo tiempo y en todo lugar.

*

H. J. M. Nouwen,
La fuerza de su presencia,
Brescia 2000, pp. 61 ss).

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

Maná en las ruinas

Lunes, 12 de agosto de 2024
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IMG_6753Jim McDermott

La reflexión de hoy es de Jim McDermott, un escritor independiente de Nueva York.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el decimonoveno domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Durante la Cuaresma, volví a ir a la iglesia después de un tiempo de ausencia. Aprendí con los años que, a veces, cuando evito la misa es porque hay algo allí con lo que no quiero lidiar, algún dolor o herida o tal vez una verdad que me espera.

Las primeras dos semanas me trajeron un par de sorpresas felices: momentos de la misa que, por lo general, me dicen mucho, pero que había olvidado. No sé exactamente qué es, pero la presentación de los dones, el levantamiento del cáliz y la patena siempre me brindan mucho alivio.

Sin embargo, con el tiempo, el terreno se volvió más duro: homilías narcisistas, elecciones musicales que no parecían interesadas en lo que la comunidad podía cantar o para lo que estaba allí. El malestar y el desprecio comenzaron a instalarse.

Entonces, un domingo por la noche, en la misa, cuando todos esos problemas comenzaron a aparecer nuevamente, noté algo en la iglesia: una vidriera. No tenía nada de inusual. Era el típico mosaico colorido de un santo. Simplemente, me pareció bonito. Y me hizo mirar a mi alrededor y notar otras cosas en la iglesia: la forma en que la luz del sol caía sobre la sala; las miradas en los rostros de ciertas personas; el fresco en el techo.

De repente, fue como si hubiera dos de mí: el adulto que se sentía atrapado en su asiento, cada vez más frustrado; y el niño que estaba felizmente asimilando las cosas, completamente ajeno a lo que hacían los adultos. Fue una especie de revelación descubrir esa otra parte de mí, recordar que tengo una forma completamente diferente de relacionarme con Dios en la iglesia que puede ser bastante nutritiva incluso si encuentro que algunas cosas que suceden son perturbadoras.

En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús decir que él es “el pan que bajó del cielo”. Fue una afirmación impactante en ese momento, una de las muchas que indignaron tanto a las personas religiosas que realmente querían ver a Jesús muerto. Hoy en día creo que luchamos más a menudo con el problema opuesto: las palabras de Jesús nos resultan tan familiares que no significan gran cosa, o parecen tan totalmente contrarias a nuestra experiencia vivida de la iglesia, a la hostilidad que a menudo encontramos allí o a la ansiedad que sentimos los que somos homosexuales al ir a misa o al tratar con otras personas religiosas (¿cómo nos tratarán? ¿cómo hablarán de nosotros?), que la autodescripción que Jesús hace de sí mismo como si nos ofreciera sustento parece representar alguna otra realidad distante.

IMG_6756Pero últimamente me pregunto si incluso en medio de la ansiedad o la frustración que a veces podemos sentir en la iglesia todavía es posible para nosotros experimentar el alimento que ofrece Jesús un domingo. Y una lectura más atenta de lo que dijo Jesús sugiere que tal vez me he equivocado al suponer que es una cosa o la otra. “El pan que descendió del cielo” es una alusión al maná que Dios proporcionó a los israelitas cuando vagaban por el desierto (lo que hicieron durante 40 años). La promesa que Jesús nos ofrece no es la de alimentarnos cuando estamos sentados en la mesa de un amigo, sino precisamente cuando estamos solos preguntándonos dónde estamos y qué estamos haciendo.

A veces la gente se queja de la forma de la hostia eucarística. Se pega al paladar y casi no parece pan de verdad. Pero esa forma es intencional. Se supone que nos recuerda el maná y la promesa específica que Jesús nos hace, no estar ahí solo en tiempos de abundancia sino en tiempos difíciles, cuando estemos necesitados.

Quiero que la iglesia cambie. Quiero que nos sintamos bienvenidos y seguros. Quiero que no se nos trate como chivos expiatorios convenientes o enfermos, sino como una bendición, como una familia amada. Pero, aunque lucho con el hecho de que todavía no hemos llegado a ese punto, ni siquiera cerca de llegar, ¿puedo acceder al niño que llevo dentro, que tiene un punto de vista tan diferente sobre las cosas, que puede deleitarse con la forma en que brilla el pan de oro en un fresco, el vaivén de las llamas en las velas votivas, la forma en que el lector cuenta la historia de Elías en el desierto?

¿Podría haber todavía una comida esperándonos incluso en este desierto?

—Jim McDermott, 11 de agosto de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Escuchar la voz de Dios en la conciencia. 19 Tiempo ordinario – B (Juan 6,41-51)

Domingo, 11 de agosto de 2024
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IMG_6628Jesús se encuentra discutiendo con un grupo de judíos. En un determinado momento hace una afirmación de gran importancia: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre». Y más adelante continúa: «El que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí».

La incredulidad empieza a brotar en nosotros desde el mismo momento en que empezamos a organizar nuestra vida de espaldas a Dios. Así de sencillo. Dios va quedando ahí como algo poco importante que se arrincona en algún lugar olvidado de nuestra vida. Es fácil entonces vivir ignorando a Dios.

Incluso los que nos decimos creyentes estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios. No es que Dios no hable en el fondo de las conciencias. Es que, llenos de ruido y autosuficiencia, no sabemos ya percibir su presencia callada en nosotros.

Quizá sea esta nuestra mayor tragedia. Estamos arrojando a Dios de nuestro corazón. Nos resistimos a escuchar su llamada. Nos ocultamos a su mirada amorosa. Preferimos «otros dioses» con quienes vivir de manera más cómoda y menos responsable.

Sin embargo, sin Dios en el corazón quedamos como perdidos. Ya no sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos. No reconocemos qué es lo esencial y qué lo poco importante. Nos cansamos buscando seguridad y paz, pero nuestro corazón sigue inquieto e inseguro.

Se nos ha olvidado que la paz, la verdad y el amor se despiertan en nosotros cuando nos dejamos guiar por Dios. Todo cobra entonces nueva luz. Todo se empieza a ver de manera más amable y esperanzada.

El Concilio Vaticano II habla de la «conciencia» como «el núcleo más secreto» del ser humano, el «sagrario» en el que la persona «se siente a solas con Dios», un espacio interior donde «la voz de Dios resuena en su recinto más íntimo». Bajar hasta el fondo de esta conciencia, para escuchar los anhelos más nobles del corazón, es el camino más sencillo para escuchar a Dios. Quien escucha esa voz interior se sentirá atraído hacia Jesús.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Domingo 11 de agosto de 2024. Domingo 19º de tiempo ordinario

Domingo, 11 de agosto de 2024
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44-ordinarioB19 cerezoDe Koinonia:

1Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios.
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 4,30-5,2: Vivid en el amor como Cristo.
Juan 6,41-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

 La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios. También los grandes héroes como Elías y Moisés (cf. Num 11,15) han sentido nuestra debilidad. Elías, desanimado del resultado de su ministerio huye porque «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba (v.4). Cuando el hombre reconoce su debilidad, entonces interviene la fuerza de Dios (2Cor 12,5.9). Con el pan y el agua, símbolos del antiguo éxodo, Elías realiza su propio éxodo (símbolo de los cuarenta días, v.8) y llega al encuentro con Dios. Tal como está narrado este episodio de Elías nos habla del camino, de los empeños, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.

La segunda lectura es la continuación de esta exhortación apostólica que desciende a detalles hablando de aquello que el cristiano debe evitar (aspecto negativo) o debe hacer (aspecto positivo). Así, el cristiano puede trabajar en la edificación de la iglesia y no entristecer al Espíritu rompiendo la unidad (4,25-32a; 4,3). Este modo de vivir encuentra su fundamento en aquello que Cristo ha realizado o el Padre ha cumplido por Cristo. Vivir de manera cristiana y vivir en el amor como Cristo y el Padre (cf. Mt 5,48). Como el Padre perdona, así debe hacer el cristiano (v. 32b); Mt 6,12.14-15). Como Cristo ama y se dona en sacrificio, así hace el cristiano. La unidad es fruto del sacrificio personal. El tema de la imitación de Dios, consecuencia y expresión de ser hijos suyos, revela la referencia evangélica de esta exhortación de Efesios (cf. Mt 4,43-48). El Espíritu es el elemento determinante del comportamiento cristiano. En línea con otros pasajes paulinos sobre el Espíritu, en éste su recepción se vincula (indirectamente) al bautismo y se le considera como sello/marca que identificará en la parusía a cuantos pertenecen a Cristo.

El evangelio de Juan que hoy leemos comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aun porque dice que ha “bajado del cielo”. Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos su vecino Jesús, visto en su sola dimensión humana, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.

Juan utiliza esta figura del escándalo y del no poder ver más allá de la dimensión humana de Jesús, para dar a conocer la dimensión que encierra la persona y la obra del Maestro. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.

Conocer a Jesús es apenas un primer paso en el cual se encuentran sus paisanos; pero adherir la propia fe a él es el siguiente paso, que exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre. Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.

Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material.

Así pues, el conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta esa dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10). Leer más…

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11.8.24. Dom 19 TO. Elías y Jesús, con Benedicto XVI. Bajar del monte, compartir la vida

Domingo, 11 de agosto de 2024
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IMG_6735Del blog de Xabier Pikaza:

La  eucaristía vincula  este domingo  a Elías con Jesús no sólo por los motivos normales del juicio de Dios y  la transfiguración, sino por las curaciones y el pan compartido. Que todos puedan comer, que haya, dignidad y amor para todos.

En ese contexto, a modo de contrapunto, quiero citar y comentar unas famosas palabras de J. Ratzinger que, sorprendido por la poderosa protesta de la juventud universitaria del año 1968, anunciaba la llegada de unos tiempos duros de rechazo y minorías elitistas en la Iglesia.

La  eucaristía de este domingo vincula a Elías con Jesús no sólo por los motivos normales del juicio de Dios y de la transfiguración,  con las curaciones y el pan compartido, sino con una más honda misión y presencia de vida y paz a favor de la salvación de muchos, si es que los “elegidos “bajan (bajamos) del monte..

IMG_6738En ese contexto, a modo de contrapunto, quiero citar y comentar unas famosas palabras de J. Ratzinger que, sorprendido por la poderosa protesta de la juventud universitaria del año 1968, anunciaba la llegada de unos tiempos duros de rechazo y persecución de la Iglesia. Sobotta me contó el miedo que habia pasado Ratzinger ante la protesta de algunos que habían entrado en el aula, la forma en que le ayudó y sacó del peligro K. Lehman, su ayudante, después Cardenal de Mainz y gran teólogo, etc.

1 Rey 18

1Reyes 19,4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: “¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!” Se echó bajo la remata y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!” Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: “¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.” Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.´´

(sigue):´. 9 Allí se introdujo en la cueva y pasó la noche  …  Pasó entonces  Yavé por la boca de la cueva…13Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva. Le llegó una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?», 14y él respondió: «Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, derribado tus altares y pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para arrebatármela».

15Le dijo el Señor: «Vuelve a tu camino en dirección al desierto de Damasco. Cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, 16rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá…8Dejaré un resto de siete mil en Israel: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron…

Juan 6,41-51

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?” Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi  cuerpo para vida de los hombres.

Comparación general entre Elías y Jesús

2CA919D9-C762-4F16-9232-00C5A2BB45BDElías, profeta del pan, se queja ante Dios diciendo… que han matado a todos los profetas, que queda a solas… Por eso sube al monte de Dios (Horeb) dispuesto a morir…

Pero Dios no se muestra como vengador violento (huracán, terremoto, fuego) sino como brisa suave de vida, diciéndole que vuelva… Que hay muchos que no no han inclinado la rodilla ante Baal, que comience su nueva tarea, no sólo en Israel, sino en el entorno de Siria… una tarea social y política, una tarea religiosa de regeneración, simbolizada por el pan.

Jesús es el profeta del pan de las multiplicaciones… Ha venido a dar su propia vida, su propia carne al servicio de los demás… Uno quieren ungirle rey (porque quieren que se dé mucho pan material),otros le abandonan y quieren perseguirle, pero él sigue ofreciéndoles su carne, esto es su vida… Queda con pocos,  las mayoría de los galileos que le han seguido se marchan porque no quieren su mesianismo, su iglesia, su futuro de reconciliación.

Conversión de Elías: Del Carmelo al Horeb.

  Elías empezó siendo una figura violenta y la  tradición israelita le vincula con al sacrificio del Carmelo, donde debía decidirse la identidad del Dios israelita y su diferencia respecto a los baales de la tierra palestina (cf. 1 Rey 18). Hubo un juicio de Dios, una ordalía, con el fuego de Dios, hecho rayo. Elías vence y manda matar a los profetas de Baal, degollados junto al río.

 «Elías dijo: respóndeme, oh Yahvé; respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Yahvé, eres Dios, y que tú haces volver el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Yahvé, que consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo; y lamió el agua que estaba en la zanja. Al verlo toda la gente, se postraron sobre sus rostros y dijeron:  ¡Yahvé es Dios! ¡Yahvé es Dios! Entonces Elías les dijo: ¡Prended a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno de ellos! Los prendieron, y Elías los hizo descender al arroyo de Quisón, y allí los degolló (1 Rey 18, 37-40).

Pero ese recuerdo de muerte, que ha marcado con dureza la historia posterior del judaísmo (y del mismo cristianismo), ha sido recreado (transformado)  por la experiencia de la conversión de Elías, en el monte Horeb,  donde él subió, como nuevo Moisés, para dialogar con Dios, buscándole ante todo como huracán, terremoto y fuego. Él se había opuesto por muchos años a los cultos de Baal, pero un día tuvo que darse por vencido: parecían haber fracaso sus esfuerzos y su lucha. Por eso quiso presentarse ante su Dios y emprendió el camino del Horeb, para morir en la presencia del Señor, que había querido hacerle su profeta.

El camino era duro y en medio de la marcha invocó la muerte: «¡Basta ya, oh Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no soy mejor que mis padres! Se recostó bajo una retama y se durmió (para morir)» (1 Rey 19, 4-5). Pero Dios no respondió a la llamada de la muerte: no quiso acogerle en medio de la marcha y del cansancio, sino que le ofreció comida para que siguiera en su camino. Así siguió caminando hacia la montaña de Dios, cuarenta días y cuarenta noches.

«Allí se metió en la cueva, donde pasó la noche. Y he aquí que vino a él la palabra de Yahvé, que le preguntó: ¿Qué haces aquí, Elías? Y él respondió: He sentido un vivo celo por Yahvé, Dios de los Ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Yo solo he quedado, y me buscan para quitarme la vida» (1 Rey 19, 9-10).

Elías quiere justificarse: ha venido ante Dios para pedirle cuentas y ahora está allí los dos, frente a frente: Elías, el hombre del fuego de Dios (cf. 1 Rey 18, 38-39; 2 Rey 1, 10.12) y el Dios que parece haberse olvidado de su fuego. Pero entonces Dios le manda que ponga en pie y que vea, que sienta, que discierna:

«Un grande y poderoso huracán destrozaba las montañas y rompía las peñas delante de Yahvé, pero no Yahvé no estaba en el huracán. Después del viento vino un terremoto, pero Yahvé no estaba en el terremoto. Después del terremoto hubo un fuego, pero Yahvé no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una brisa apacible y delicada. Y sucedió que al oírlo Elías, cubrió su cara con su manto, y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva. Y he aquí, vino a él una voz, y le preguntó: ¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Rey 19, 11-13).

Nueva misión de Elías

En un primer momento se ha manifestado el Dios de Elías, que se expresa en los signos de ira y destrucción que él habría imaginado: este es el Dios del huracán, de terremoto y del fuego. Pues bien, éste no era el Dios verdadero, el que ha guiado a los israelitas lo largo de la historia. El verdadero Dos está en la brisa suave, después que han pasado los signos de la teofanía destructora, del volcán y del incendio en la montaña. Éste es el Dios del viento suave, de la brisa de amor, del agua de la vida. Éste es el Dios que le dice a Elías que vuelva, que empiece de nuevo:

«Ve, regresa por tu camino, por el desierto, a Damasco. Cuando llegues, ungirás a Hazael como rey de Siria. También ungirás como rey de Israel a Jehú hijo de Nimsí; y ungirás a Eliseo hijo de Safat, de Abel-Mejola, como profeta en tu lugar… Pues me he reservado en Israel a siete mil hombres que no han doblado las rodillas ante Baal, ni le han besado con sus labios» (1 Rey 19, 15-18).

Allí donde Elías pensaba que todo se hallaba terminado, tiene que volver para empezar de nuevo, poniendo en marcha nuevos caminos de historia en los reinos de Siria y de Israel que estaban enfrentados. Elías, profeta viejo y cansado, en diálogo con Dios sobre el monte del Horeb, vendrá a ser nuevamente mensajero de Dios en medio de la historia.

            El primer Dios de Elías debía revelarse a través de los signos de la ira y destrucción que él habría imaginado (como hará más tarde Juan Bautista: cf. Mt 3, 7-12). Pero el nuevo Elías de la Montaña sagrada descubrirá que el verdadero Dios, que ha guiado a los israelitas a lo largo de la historia, es brisa suave de amor creador. Si esta presencia del Dios de Elías la historia de Israel sería incomprensible.

Elías sanador.

Unido a Eliseo, su discípulo, Elías aparece no sólo como profeta del doble juicio de Dios (ordalía del Carmelo, brisa del Horeb; cf. 1 Rey 18-19), sino como profeta popular y carismático carismático, capaz de realizar milagros a favor de los enfermos, incluso más allá de las fronteras de Israel. Así puede decirse que, en conjunto, las historias de Elías y Eliseo (cf. 1 Rey 17-21 y 2 Rey 1-8) son ante todo historias de milagros con enfermos graves, como en el hijo de la viuda de Sarepta:

 «Cayó enfermo el hijo de la mujer… y su enfermedad fue tan grave que se le fue el aliento. Entonces ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a mí para traer a la memoria mis iniquidades y hacer morir a mi hijo? Y él le respondió: Dame a tu hijo. Lo tomó de su seno, lo llevó al altillo donde él habitaba y lo acostó sobre su cama… y dijo: ¡Yahvé, Dios mío! ¿Incluso a la viuda en cuya casa me hospedo has afligido, haciendo morir a su hijo?

Luego se tendió tres veces sobre el niño… diciendo: ¡Yahvé, Dios mío, te ruego que el aliento de este niño vuelva a su cuerpo! Yahvé escuchó la voz de Elías, y el aliento del niño volvió a su cuerpo, y revivió. Elías tomó al niño, lo bajó del altillo a la casa y lo entregó a su madre… que dijo a Elías: ¡Ahora reconozco que tú eres un hombre de Dios…! » (1 Rey 17, 17-24).

            Éste es Elías, profeta del juicio y del fuego (como destacará la tradición de Juan Bautista: cf. Mt 3, 9-12), pero también sanador carismático, que resucita al hijo de una viuda extranjera. Su discípulo Eliseo, fiel yahvista, cura la “lepra” de Naamán, general sirio, enemigo oficial de los israelitas (cf. 2 Rey 5). Éstas y otras narraciones circulaban en tiempo de Jesús y alimentaban la imaginación de muchos piadosos. Por eso, no resulta extraño que los cristianos le hayan visto al lado de Moisés (acompañando a Jesús: cf. Mc 9, 1-9 par) y hayan podido pensar que Jesús llamaba a Elías desde el madero del suplicio (Mc 15, 35-36; cf. Mal 3, 23-24; Eclo 48, 1-11).

Jesús, profeta como Elías, profeta de amor y sanación universal, no de juicio   

               Ambos están relacionados con el Norte de Israel (más que con Jerusalén) y no son sacerdotes, aunque Elías aparece como instaurador de una nueva sacralidad sobre el Carmelo (1 Rey 18). Jesús es como Elías un hombre celoso por la identidad de Dios (Yahvé, el Señor, es el único…), y al mismo tiempo es un profeta carismático, un profeta “sanador”, también como Elías, con quien se le compara repetidamente (cf. Mc 6, 15 y 8, 28), y de un modo especial en el momento de su muerte (cf. Mc 15, 35-36).

Quizá podemos suponer que Jesús quiso retomar el signo de Elías, que significativamente aparece al final de la Biblia Hebrea que terminaba con la promesa de Malaquías, diciendo que Elías ha de venir para: (a) restaurar a Israel, (b) convertir los corazones de los hijos a los padres y (c) preparar la llegada de Dios (cf. Ml 3, 1-2. 19. 22-24).

               Ciertamente, hay rasgos de esa profecía de Malaquías (y de la figura de Elías) que se aplican mejor a Juan Bautista (Ml 3, 1-2. 19), pero los más significativos (Malaquías 3, 22-24), parecen más cercanos a Jesús, que ha venido a reconciliar a los hijos con los padres (=restaurar a Israel), preparando la llegada salvadora de Dios. Es muy posible que tanto Juan* como Jesús se hayan sentido vinculados con Elías, pero lo han hecho en líneas distintas: Juan Bautista esperaba un Elías futuro, de juicio; Jesús, en cambio, supone que el signo de Elías se estaba cumpliendo en su mensaje y en sus signos milagrosos, es decir, en la curación de los enfermos.

Las curaciones de Jesús han surgido de su contacto real con los enfermos, pero ellas se inspiran en las historias de Elías y Eliseo, profetas carismáticos, sanadores de enfermos. No sabemos si Jesús había desplegado previamente capacidades sanadoras (antes de haber ido donde Juan Bautista), aunque podemos suponer que no, pues, de lo contrario, no se entendería bien su estancia ante el Jordán, en la línea del primer Elías. Leer más…

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Tres tipos de pan. Domingo 19. Ciclo B

Domingo, 11 de agosto de 2024
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La primera lectura y el evangelio nos hablan de tres clases de pan: el que alimenta por un día (maná), el que da fuerzas para cuarenta días (Elías) y el que da la vida eterna (Jesús).

El domingo pasado, Jesús ofrecía un pan infinitamente superior al del milagro de la multiplicación. Ese pan es él, que ha bajado del cielo. El evangelio de este domingo comienza contando la reacción de los judíos ante esta afirmación. ¿Cómo puede haber bajado del cielo uno al que conocen desde niño, que conocen a su padre y a su madre?

Jesús no responde directamente a esta pregunta. Ataca el problema de fondo. Si los judíos no aceptan que ha bajado del cielo es porque no creen en él. Y si no creen en él, es porque el Padre no los ha llevado hasta él. Esta afirmación tan radical sugiere que todo depende de Dios: solo los que él acerca a Jesús creen en Jesús. Por eso, inmediatamente después se añade: «Dios instruye a todos… pero no todos quieren aprender». Solo el que acepta su enseñanza viene a Jesús, lo acepta, y cree que ha bajado del cielo. Ningún judío puede echarle a Dios la culpa de no creer en Jesús.

La idea de que Dios instruye a todos cabe interpretarla como si fuese un profesor sentado delante de sus alumnos, al que pueden ver. No. A Dios no lo ha visto nadie. Solo el que procede de él: Jesús.

Tras este paréntesis sobre la fe, la acción del Padre y la visión de Dios, Jesús vuelve al tema del pan que baja del cielo, el que da la vida, a diferencia del maná, que no la da. Pero termina añadiendo una afirmación más escandalosa aún: «El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». La reacción de los judíos no se hace esperar: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». La solución, el próximo domingo.

En aquel tiempo los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo», y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Jesús les dijo:

+ «Dejad de criticar. Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y acepta su enseñanza viene a mí. Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre. Sólo ha visto al Padre el que procede de Dios. Os aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere». «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Tres notas al evangelio

  1. El auditorio cambia. Ya no se trata de los galileos que presenciaron el milagro, sino de los judíos. En el cuarto evangelio, los judíos representan generalmente a las autoridades que se oponen a Jesús. Sin embargo, lo que dicen («conocemos a su padre y a su madre») no encaja en boca de un judío, sino de un nazareno. Esto demuestra que no estamos ante un relato histórico, que recoge los hechos con absoluta fidelidad, sino de una elaboración polémica.
  2. El tema de la fe interrumpe lo relativo a Jesús como pan bajado del cielo, pero es fundamental. Solo quien cree en Jesús puede aceptar eso. Lo curioso, en este caso, es cómo se llega a la fe: por acción del Padre, que nos lleva a Jesús. Normalmente pensamos lo contrario: es Jesús quien nos lleva al Padre. «Yo soy el camino… nadie puede ir al Padre sino por mí». Aquí se advierte, como en todo el evangelio de Juan, la acción recíproca del Padre y de Jesús.
  3. Tras este inciso, Jesús vuelve a contraponer el maná y su pan. En la primera parte (domingo 18), adoptó una actitud muy crítica ante el maná. Cuando los galileos, citando el Salmo 78,24, dicen que Dios «les dio a comer pan del cielo», Jesús responde que el maná no era «pan del cielo»; el verdadero pan del cielo es él. Ahora añade otro dato más polémico: los que comían el maná morían; su pan da la vida eterna.

El pan de Elías (1ª lectura: 1 Reyes 19,4-8).

El siglo IX a.C. fue de profunda crisis religiosa. El rey de Israel, Ajab, se casó con una princesa fenicia, Jezabel, muy devota del dios cananeo Baal. La gente ya era bastante devota de este dios, al que atribuían la lluvia y las buenas cosechas. Pero el influjo de Jezabel y la permisividad de Ajab provocaron que Yahvé dejase de tener valor para el pueblo. A esto se opuso el profeta Elías, denunciando a los reyes y matando a los profetas de Baal, lo que le habría costado la vida si no llega a huir hacia el sur, al monte Horeb (el Sinaí). El viaje es largo, demasiado largo, y Elías se desea la muerte. Un ángel le ofrece una torta cocida sobre piedras; la come dos veces, y con la fuerza de aquel manjar camina cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte en el que tuvo lugar la gran revelación de Dios a Moisés. Este relato se ha usado a menudo en relación con la eucaristía, y por eso se ha elegido para este domingo.

En aquellos días, Elías llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él se internó en el desierto una jornada de camino y fue a sentarse bajo una retama, deseándose la muerte y diciendo:

«¡Ya basta, oh Señor! Quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres».

Luego se acostó y se quedó dormido debajo de la retama. Un ángel le tocó y le dijo:

– «Levántate y come».

Miró en derredor, y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras ardiendo y un vaso de agua. Comió, bebió y luego se volvió a acostar. El ángel del Señor volvió por segunda vez, le tocó y le dijo:

– «Levántate y come, pues te resta un camino demasiado largo para ti».

Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel manjar caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

Tres clases de panes

Las lecturas de hoy sugieren una reflexión.

Antes de la reforma de Pío X, la comunión no era frecuente. Los cristianos más piadosos comulgaban una vez a la semana; normalmente, una vez al mes. La comunión era para ellos como el pan de Elías, que da fuerzas para vivir cristianamente durante un período más o menos largo de tiempo.

Con la reforma de Pío X, a comienzos del siglo XX, se difunde la comunión diaria, aunque no se oiga misa. (Recuerdo de joven, en la iglesia de los franciscanos de Cádiz, la gran cantidad de gente que iba a comulgar en un altar lateral mientras en el altar mayor se decía una misa que muy pocos seguían). Es como el maná, que da fuerzas para ese día, pero conviene repetirlo al siguiente.

El evangelio de Juan nos hace caer en la cuenta de que la eucaristía no solo da fuerzas para un día o un mes. Garantiza la vida eterna. Se comprende que Jesús interrumpa su discurso para hablar de la fe y de la acción del Padre.

La vida eterna en la vida diaria (2ª lectura: Efesios 4,30-5,2)

Se cuenta en el libro del Éxodo que, en la noche de Pascua, los israelitas mojaron con la sangre del cordero el dintel y las dos jambas de la puerta de la casa para que el ángel del Señor, al castigar a los egipcios, pasase de largo ante las casas de los israelitas. Esta costumbre se remonta a los pastores, que al comienzo de la primavera sacrificaban un cordero y untaban con su sangre los palos de la tienda para preservar al ganado de los malos espíritus y garantizar una feliz trashumancia.

El autor de la carta a los Efesios recoge la imagen y la aplica al Espíritu Santo, que nos ha marcado con su sello para distinguirnos el día final de la liberación. Y añade una serie de consejos para vivir esa unidad en la que ha insistido en las lecturas de los domingos anteriores. Sirven para un buen examen de conciencia y para ver cómo podemos vivir, ya aquí en la tierra, la vida eterna del cielo.

Hermanos:

No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, que os ha marcado con su sello para distinguiros el día de la liberación. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

 

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Domingo XIX del Tiempo Ordinario. 11 de agosto de 2024

Domingo, 11 de agosto de 2024
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No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado”

(Jn 6,41-51)

Podemos comenzar transformando en positivo este versículo: “Bendecid. Solo puede venir a mí quien es atraído por el Padre”.

El seguimiento de Jesús no tiene su origen en nosotras, la iniciativa primera es de Dios. Es Dios quien atrae, quien despierta la sed, quien suscita el deseo… Nuestra parte está en ese ir a Jesús, acercarnos y seguirle, escucharle y dejarnos hacer por Él.

Los judíos que le escuchaban le criticaban porque creían saber quién era, de dónde venía, quiénes eran sus padres… Pero parece que Jesús les pide que vayan más allá, que traspasen ese muro de creer saberlo todo… y se dejen acariciar por el regalo de la novedad de su amor.

Juan, en esta parte del Evangelio, nos propone recordar a los israelitas que, al poco de huir de Egipto, en Éxodo 16, se quejan a Moisés y a Aarón por no tener qué comer.

También se nos invita hoy a mirar nuestras críticas y nuestras murmuraciones. En la Iglesia nos es muy fácil criticar a otras personas que no siguen a Cristo como nosotras, que oran de diferentes maneras, que tienen otros compromisos y otra forma de expresar su fe… Ojalá, cuando lo hagamos, escuchemos a Jesús diciéndonos: todas las personas que vienen a mí han sido atraídas por el Padre. Quizás comencemos a sentirnos realmente hermanadas, nos alegremos al descubrir la riqueza de las seguidoras de Cristo…

Cuando era adolescente, discutía mucho con mi hermano y luego iba quejándome a nuestra madre. Ella intentaba calmarme y me decía: “Pero, ¿por qué discutís tanto? ¡Si en el fondo sois los dos iguales!”. No le entendía nada. Luego me he dado cuenta “de mayor” que nos pasa lo mismo… Nos molesta y criticamos a las demás personas pero, en el fondo (nos guste o no), nos parecemos muchísimo… Hemos sido creadas a imagen y semejanza de Dios, ¿no?

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por atraernos hacia Ti.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Si vivimos la misma vida de Dios, somos ya eternos.

Domingo, 11 de agosto de 2024
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050319090901DOMINGO 19º (B)

Jn 6,41-52

Seguimos en el c. 6 de Juan. Aumenta la tensión entre los judíos y Jesús. A medida que Jesús va profundizando en la enseñanza y ellos creen entender lo que quiere decir, se hace más insoportable su mensaje. La propuesta sigue siendo la misma, pero va apareciendo la enorme diferencia que existe entre lo que ellos han aprendido y lo que Jesús les quiere transmitir. El balance final es desolador; de los cinco mil quedaron doce, y uno es Judas.

Lo criticaban porque había dicho: yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Bajar del cielo es una de las claves para comprender a Jesús en este evangelio. Se trata de una metáfora que no podemos entender literalmente, Dios está en todo. Siguen las alusiones al AT. “Criticaban” es el mismo verbo que la versión de los LXX utiliza para hablar de las murmuraciones en el desierto. Los israelitas murmuraron contra Moisés en el desierto por no darles de comer como comían en Egipto. Les recuerda que el pueblo estuvo contra Moisés en los momentos difíciles. Aquellos no confiaron en Moisés y estos no confían en él.

¿No es este el hijo de José? En los sinópticos, hacen el mismo comentario los vecinos de su pueblo. El mayor obstáculo para acercarse a Jesús, es conocerlo demasiado bien. Lo mismo puede pasarnos a nosotros, creemos conocer a Jesús y nos quedamos en ayunas. Para su mentalidad la lógica es aplastante. Si es hijo de José, no puede ser hijo de Dios. Hoy apreciamos el ridículo que supone contraponer la paternidad de Dios a la de José, seguimos en la misma contradicción. Jesús no puede ser hijo de José, porque es hijo de Dios. Son realidades de naturaleza distinta. Hemos caído en la trampa solo que al revés.

Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae. Se trata de una expresión clave en el evangelio de Juan. Dios nos empuja siempre desde dentro. Más de 90 veces hace Juan referencia al Padre. Nuestro concepto de padre tenemos que cambiarlo por el de principio, origen, fundamento, germen, comienzo, razón de ser, realidad última. La última realidad no se puede expresar con palabras ni con imágenes, por eso encontramos en los evangelios tantas aparentes contradicciones. El mismo Jesús dice en otro lugar: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Para entenderlo, tenemos que ir más allá de los contrarios.

Y yo lo resucitaré el último día. Debemos tener mucho cuidado con esta frase. Lo que normalmente hemos entendido por resurrección no sirve para descubrir el sentido que aquí quiere darle el evangelio. Es una manera de decir que está tratando de una Vida, a la que no afecta la muerte. “Hemos pasado de la muerte a la vida, lo sabemos porque amamos a los hermanos”. La Vida definitiva tiene también un alimento trascendente. Ese alimento tiene el mismo origen que tiene esa Vida: Dios. “El último día” esa Vida permanecerá idéntica a hoy. La Vida definitiva ya está en nosotros, solo espera ser activada.

Serán todos discípulos de Dios. También Jesús es discípulo, el mejor; por eso puede ser a la vez maestro. Ir a Jesús, ir al Padre es conocerlos, no por vía racional, sino por vía vivencial. La fe es actitud vital y no asentimiento a verdades teóricas. “Esta es la salvación, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo”. Solo la persona que ha tenido experiencia de Dios, puede comprender lo que otra diga de Él. Ellos estaban incapacitados para comprender a un Dios que está al servicio del hombre. Para ellos Dios es el Soberano, el Señor. La única relación que cabe con Él es un servilismo de toma y da acá.

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero murieron. Una nueva referencia al maná para dejar clara la diferencia. El maná alimenta el cuerpo que tiene que morir. Jesús alimenta el espíritu, dando una Vida a la que no afecta la muerte. Esa es la diferen­cia. La expresión “pan de Vida” no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia; eso indica la originalidad de Juan. La VIDA (con mayúsculas) es el tema fundamental del evangelio de Juan. Se trata de la misma Vida de Dios. Más adelante nos dirá: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”. Se trata de la VIDA que es el mismo Dios.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que come este pan vivirá para siempre. Jesús es alimento de la verdadera Vida. Este es el mensaje de Juan. Dios lo es todo para Jesús, y seguirá siéndolo todo para los vivan la misma Vida que vivió Jesús. Debemos tener claro que Jesús no puede suplantar en ningún momento a Dios. En este capítulo, más de quince veces se hace referencia a Dios, para dejar claro que el verdadero protagonista es Él, no Jesús. Ya en las primeras comunidades se pasó del Jesús que predica a Dios y su Reinado, al Cristo predicado. En Juan se ve claro este paso.

El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. No pueden comprender que su Dios se pueda manifestar en la carne. Recordemos que “carne”, para los judíos, era el mismo ser humano, pero en su aspecto más bajo; lo que le hacía limitado y contingente; aquello por lo que le venían todos sus “males”: dolor, enfermedad, muerte… Es tal vez la afirmación más rotunda sobre la encarnación en todo el NT. Para ellos, Dios era lo contrario de cualquier limitación. Para ellos un Dios-carne, un Dios ‘limitado’ es inaceptable. Jesús quiere hacerles ver que no hay contradicción, el Espíritu se manifiesta siempre en la carne.

La grandeza de la carne consiste en que está informada por el Espíritu sin dejar de ser carne. Desde ahora, solo se puede encontrar al verdadero Dios en la realidad material, no en alguna parte fuera de ella y en el Hombre. Esa diferencia radical es la que trata de manifestar el evangelio de Juan. Pensemos en el diálogo con Nicodemo: “Hay que nacer de nuevo”. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. La carne es neutral; puede ser la base de lo más bajo y de lo más sublime. Nuestro error es pensar que para acercarse a Dios hay que alejarse de la carne.

Después de dos mil años, seguimos sin comprenderlo. Un Dios involucrado en la carne sigue siendo inaceptable para nosotros. Por eso hemos descarnado la persona misma de Jesús corvirtiéndolo en Cristo. La Escritura dice con toda claridad que el Verbo se hizo carne, pero nosotros nos empeñamos en decir que la carne se hizo Dios. El Dios identificado con la carne no interesa a nadie, y menos a los dirigentes, porque hace imposible la manipulación de los intermediarios. Pero es inaceptable también para los cristianos de a pie, porque nos permite la relación intimista que no pasa por el encuentro con los demás.

Hemos convertido la eucaristía en cosa sagrada, olvidándonos de que es signo de la unidad y del amor. El fin de la eucaristía es descubrir que todo ser humano es sagrado, haciéndole objeto de nuestra adoración. Cada vez que nos arrodillamos ante Dios, estamos creando un ídolo. Dios no es objetivable. Cuando me arrodillo estoy poniendo a Dios de rodillas ante mi falso yo, que intento potenciar. Seguimos empeñados en convertir el pan en Jesús, pero el evangelio dice que Jesús se convierte en pan. No tengo que adorar a Jesús, convertido en pan sino convertirme yo en pan y ser de provecho para todo el que me coma.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Pan para el camino

Domingo, 11 de agosto de 2024
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Jn 6, 41-52

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo»

Estamos acostumbrados a las grandes síntesis teológicas de Juan; a su empeño en poner en boca de Jesús palabras que en realidad son suyas (de Juan), lo que nos impide saber si alguna vez Jesús dijo esas cosas. No obstante, la idea que recoge el texto de hoy es preciosa y vamos a tratar de desarrollarla brevemente.

Somos caminantes. El libro del Éxodo es una excelente metáfora de nuestra vida: “Desde la cómoda esclavitud de nuestras pasiones, por el desierto de la vida hacia la casa del Padre”. Y es cierto que podemos decidir no caminar, o que, cansados, decidamos quedarnos en algún albergue confortable del camino, pero si decidimos seguir adelante, necesitaremos alimento para reponer las fuerzas.

Unos buscan ese alimento en los sacramentos, en la liturgia, en los ritos. Otros lo buscan en su interior; en la oración, en el silencio, en la meditación. Otros en la propia comunidad de creyentes… Y la experiencia nos dice que todo esto es eficaz, y que nos alimenta, pero lo que aquí dice Juan es que el pan es Jesús mismo: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si uno come de este pan vivirá para siempre…»

Tratando de descifrar el simbolismo de estas expresiones, podemos pensar que nuestro pan, nuestro alimento, es el propio Jesús, su praxis, sus criterios, su proyecto colosal, y esto significa que nos alimentamos cuando perdonamos, cuando compadecemos, cuando damos de comer, cuando trabajamos por la paz y la justicia… Porque el compromiso con el Reino genera un círculo virtuoso que se alimenta a sí mismo, y así, cuanto más compromiso asumimos, mejor alimentados estamos para comprometernos más.

Y, lógicamente, podemos dudar del acierto de esta interpretación, pero tiene a su favor dos factores que casi podríamos calificar de empíricos. El primero viene de fuera de nosotros, pues vemos que las personas que han decidido apostar sin reservas por los criterios del Reino lo hacen cada vez con mayor fuerza y convencimiento. La segunda la encontramos dentro de nosotros, pues cuando actuamos de este modo notamos que nuestro ánimo se conforta y nos sentimos mejor.

Ahora bien, si esto es así, es decir, si es la acción lo que nos alimenta ¿para qué sirven la oración, los sacramentos, el silencio…? Pues siguen siendo cruciales porque evocan al Espíritu, y como decía Ruiz de Galarreta: «El camino de seguir a Jesús no es sin más una decisión humana, sino una obra del Espíritu; del viento de Dios en nosotros».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La salvación como pan repartido y compartido.

Domingo, 11 de agosto de 2024
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eucaristia0Jn 6, 41-51

El lenguaje del evangelio de Juan es, sin duda, difícil de entender para la gente que habitamos el siglo XXI porque tiene conceptos e imaginarios que están ya muy lejos de nuestra cosmovisión y de nuestros referentes religiosos. Sin embargo, cuando intentamos traducir sus conceptos y categorías descubrimos que trasmite un mensaje hondo y de gran sensibilidad.

El relato de hoy nos sitúa en uno de los grandes títulos que el Evangelio da a Jesús: Pan de vida. Después de la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-13), el evangelio desarrolla un extenso diálogo entre Jesús y los presentes sobre el significado del signo que ha realizado. En él se van entrelazando el recuerdo de la memoria liberadora del éxodo, que Israel atesoraba como signo del cuidado y protección que Dios había manifestado con él, y la nueva oferta salvadora que Jesús anuncia y encarna (Jn 6, 28-40).

El maná en el desierto recuperó la vida del pueblo, ahora Jesús, es el nuevo pan que Dios envía y lo hace ya no de forma puntual e histórica sino encarnada en la vida y la palabra de Jesús.

«¿No es este Jesús, el hijo de José?»

Las comunidades que dieron a luz este evangelio vivieron conflictos importantes, se sintieron amenazadas en algunos momentos y necesitaron esforzarse por llegar a consensos que les permitiesen hacer camino como grupo en su fe en Jesús y no perder la comunión con otras comunidades que tenían sensibilidades diferentes.

El texto de este domingo tiene en su trasfondo esta realidad y en él se vislumbra con claridad las dificultades experimentadas con los grupos judíos que no reconocían el mesianismo de Jesús y estaban lejos de entender su mensaje y la entrega de su vida por hacer posible la acción salvadora de Dios. Por eso, Juan recoge la incredulidad de algunos que no podían entender que alguien tan familiar, tan humano pudiese ser portador de un mensaje tan trascendente.

La cotidianeidad, humildad y cercanía de Jesús cuestiona porque, con frecuencia, pensamos que lo de Dios tiene que ser a lo grande. Lo pequeño, lo de la puerta de al lado, lo familiar nos parece que no puede representarlo suficientemente. Eso es lo que pensaron algunos de los paisanos de Jesús cuando le criticaban que se declarara tan familiar con Dios y abriese con su vida un espacio nuevo de salvación.

Jesús, el hijo de José y María, es capaz de ofrecer un nuevo comienzo de liberación, de encuentro con Dios, de esperanza para quien desfallece, de horizonte de futuro. Pero sólo creyendo en Jesús es posible acoger y experimentar la confianza y la vida renovada (Jn 6, 43-50).

Yo soy el pan de la vida

En los versículos anteriores Jesús se había definido a sí mismo como “pan de vida”, una expresión que solo aparece en el evangelio de Juan pero que, sin duda, son el resultado de su reflexión en torno a la celebración de la Eucaristía y de la actualización del recuerdo de las palabras que Jesús pronunció en la última cena.

La expresión “bajado del cielo” traduce ese vínculo profundo entre Jesús y su Abba y su conciencia de ser enviado por él a dar vida y vida en abundancia. Jesús, sale al paso de las críticas de quienes se escandalizan de su osadía al mostrarse tan cercano con el Dios de Israel. Para él, solo quien acoge en confianza su palabra y sus obrar puede entender esa relación, sin embargo, quien no quiere abandonar sus seguridades religiosas tendrá siempre justificaciones suficientes para no creer en la acción salvadora de Dios realizada en Jesús (Jn 6, 43- 46).

Cuando Jesús, en el relato, se identifica como pan de vida, está actualizando en su persona la memoria de la presencia liberadora de Dios entre su pueblo. Yahvé fue pan para el pueblo en el desierto, lo acompañó y lo sostuvo en la prueba (Ex 16, 1-15): Ahora Jesús vuelve a ser ese pan que llena la vida de sentido, que ofrece horizontes de esperanza, que sostiene en la impotencia.  Por eso invita a creer en él, a escucharlo, a entender que él entrega la vida para hacer más humano el mundo.

Carme Soto Varela

Fuente

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El alimento y la catequesis.

Domingo, 11 de agosto de 2024
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IMG_6605Domingo XIX del Tiempo Ordinario

11 agosto 2024

Jn 6, 41-51

Uno de los varios glosadores anónimos del cuarto evangelio muestra una particular y reiterada insistencia en presentar la eucaristía como comida de la propia “carne” de Jesús. Mientras el autor original utilizaba la metáfora del “pan de vida” para referirse a la palabra del Maestro como alimento vivificador, este otro glosador más tardío trasciende aquella metáfora -pasando de la «palabra» a la «carne»– en una afirmación que, a pesar de no pertenecer al Jesús histórico, haría fortuna en la historia de la confesión cristiana, llegando a dar lugar a la fórmula de la llamada transubstanciación.

Antes de estas catequesis, nacidas al calor de la euforia de las primeras comunidades y bebiendo probablemente de la práctica de los cultos mistéricos, el mensaje original se refería a Jesús como alimento, pero poniendo el acento en su persona y en su palabra.

A aquellos primeros seguidores les alimentaba la presencia y la palabra de Jesús, exactamente lo mismo que nos sigue alimentando a los humanos en nuestra búsqueda de la verdad. En efecto, lo que nos sostiene y fortalece siempre es la presencia de calidad que nos llega de los otros y la palabra de sabiduría que ilumina, fortalece, consuela y estimula.

La presencia y la palabra nos alimentan porque tienen el poder de despertar nuestra dimensión profunda, situándonos en ella. Es decir, porque nos conectan de manera inmediata con el “alimento” que yace, invulnerable y siempre disponible, en el fondo de todo ser humano.

La catequesis que formula el citado glosador busca “materializar” el alimento, sosteniendo que el discípulo come y bebe nada menos que la misma carne y sangre del Jesús en quien creen. Parece claro que tal formulación catequética es una mera creencia, aunque innecesaria, por otra parte, si lo que se buscaba era reconocer aquello que siempre es alimento para el ser humano en camino.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La vida eterna no es esta vida eternamente larga. Sería tristísimo

Domingo, 11 de agosto de 2024
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IMG_6688Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Levántate y come.

En la primera lectura (1 Reyes)  hemos escuchado un momento de la vida del profeta Elías, que vivió en el siglo IX a.C. Por esa época reinaba  el rey Ajaz quien -con su mujer Jezabel- pretendían entremezclar el culto a los dioses paganos de Damasco dejando en un segundo plano a Yahvé, Dios de Israel y las tradiciones judías. (Ajaz mandó suplantar el altar del templo de Jerusalén por otro a las divinidades paganas de Damasco. ¿Más o menos como la representación de la última Cena en plan lgbt en la inauguración de los Juegos olímpicos de París?).

En el fondo el problema era una cuestión de tipo religioso, cultural: el rey Ajaz pretendía disolver lo propio, la fe del pueblo judío con las costumbres, modos y dioses extranjeros.

Elías, profeta y hombre libre, critica duramente con energía la postura del rey Ajaz y de su mujer Jezabel. Elías luchó con todas sus fuerzas por el yahvismo, por la propia fe y por la cultura y tradiciones judías. Pero pudo poco por lo que, -como todos los profetas- fue perseguido. Elías huyó hacia el monte Horeb, hasta que cansado y harto de la vida se sentó bajo una retama y se deseó la muerte. Basta, Señor, quítame la vida…  que esto no vale la pena…

Pueda que en ciertos momentos esta sea nuestra propia situación. En determinados momentos podemos estar cansados de la vida: de la realidad sociopolítica, de cuestiones más personales, de la misma Iglesia. Y podríamos tener la tentación de Elías o la de Jonás: “Más de lo mismo, no…”, que paren el mundo que me bajo…

Sin embargo Dios le anima a Elías a que siga en la brecha, en la vida: Levántate y come que el camino es superior a tus fuerzas…

Levantarse es una expresión de gran significado en la Biblia, en el NT. Es una de las palabras que se emplean para hablar de resurrección. Jesús levantó a la hija de Jairo, Jesús levantó a Lázaro. Dios levantó a Jesús de la muerte.

Dios por medio del ángel le ofrece a Elías pan y agua.

¿No están sonando ya las campanas de la Eucaristía?

02.- Pan de vida: Carne para la vida del mundo.

El Evangelio de San Juan, al que pertenece este capítulo 6º del pan de vida que venimos escuchando estos domingos,  está escrito décadas después de la vida, muerte y resurrección de Jesús.

En el cristianismo naciente, ya a finales del siglo I, comenzaba a desarrollarse una visión espiritualoide de Jesús (gnosticismo) y del cristianismo. Si Jesús era Dios, no podía haber sido hombre. Es una actitud religiosa de origen griego y nada semita (judía) ni cristiana.

De ahí que los judíos murmuraban sobre Jesús al que consideraban únicamente el hijo de José: ¿No conocemos a su padre y a su madre? Si  Jesús había sido un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de María y José ¿cómo puede venir del cielo?

Los judíos en la tradición de San Juan no son solamente un pueblo, una etnia, sino que representan el lado negativo de la vida, significan lo opuesto a Jesús. Judío en la tradición de San Juan tiene una coloración negativa. En el párrafo del evangelio de hoy dice que los judíos murmuraban... Lo mismo que los judíos en el desierto criticaron y se rebelaron contra Moisés.

        En San Juan Jesús es sarx,  ser humano, debilidad como nosotros. La Palabra se hizo carne (sarx), (Jn 1,1)

Sarx significa todo el ser humano desde la perspectiva de ser débil, frágil. Humanamente Jesús era débil (sarx) como nosotros.

San Juan se esfuerza por mostrarnos a Jesús como expresión, como palabra de Dios. Jesús hombre es la palabra de Dios. Lo que Dios quería decir se llama Jesús. El Verbo, la Palabra se hizo hombre concreto (sarx / carne) en Jesús.

Decía algún místico que “en diciendo Jesús, Dios ya no tiene más que decir al ser humano”. Jesús es la última y salvífica palabra de Dios.

        El “Yo soy” que tantas veces aplica de San Juan a Jesús es una afirmación continua en Jesús como expresión de Dios: Yo soy el agua, el pan, la luz, el camino, la verdad, la resurrección es un continuo decirnos que Jesús es Dios con nosotros

03.- El que coma de este pan vivirá para siempre.

La vida eterna no es una vida muy larga, “eternamente larga”. Hoy solemos decir que se trata de tener “calidad de vida”. Pero por calidad de vida entendemos casi exclusivamente una buenas funciones orgánicas físicas y, si es posible, mentales. Si la vida eterna y la resurrección es alargar hasta el infinito este estado de cosas, mejor quedarse bien muerto. Esta vida eternamente larga  no es la “vida eterna” de Jesús. Osakidetza ayuda a vivir, pero no crea vida eterna.

La resurrección ni fue en Jesús ni será en nosotros una vuelta a esta vida, sino un terminar en la vida de Dios, en el ser, que es difícil de imaginar, pero creemos que es…

Hay muchas dimensiones del ser humano que no mueren sino que viven para siempre. El amor, la amistad, la libertad, todo eso no muere, esa es la vida definitiva, la vida eterna.

Imaginemos por un momento ¿cuándo una persona es libre, querida, feliz, serena, vive en paz? Algo de eso será el cielo, la vida eterna.

No sabemos cómo ni dónde podrán sobrevivir esas dimensiones humanas; desconocemos cuál será su soporte. La ciencia y la teología callan. Y aquí “comienza”, es bueno que comience el pensamiento, la fe y la esperanza, que dan cumplimiento al sentido de la vida.

El pan que os doy es para la vida del mundo, pero no para una vida puramente biológica, sino para que tengáis vida en abundancia.

04    Alimentarse del pan de vida: Levántate y come.

“¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas”, le dice Dios a Elías, y a nosotros.

Levantarse, vivir  y comer son cuestiones personales.

Levantémonos -si podemos-  de nuestros cansancios, cuando no de nuestras caídas y depresiones en la vida.

Comamos del pan que alimenta el cuerpo y el espíritu.

Dios nos levantará  -nos levanta- de la muerte.

El cielo, la vida eterna, no son un lugar

sino una situación, un estado personal de plenitud

Levántate y come.

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“Creer que Jesús el hijo de José, es el Hijo de Dios, dador de vida eterna”, por Consuelo Vélez

Domingo, 11 de agosto de 2024
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De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XIX del Tiempo Ordinario 11-08-2024

Los judíos hablan del Jesús que conocen entre ellos, el hijo de José, y Jesús habla de su Padre del cielo al que Él muestra con sus signos

Jesús invita a los judíos a que se dejen enseñar por Dios quien les está hablando a través suyo

Con Jesús, el Padre les revela el verdadero pan vivo que da la vida para siempre

Creer en Jesús es entender el signo de Dios que Él nos transparenta con toda su vida.

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo”. Y decían: “¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: ¿He bajado del cielo?”

Jesús les respondió:

+ “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae y; y yo le resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios ése ha visto al Padre.
En verdad, en verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo”.

(Jn 6, 41-51)

Continuamos este domingo con el discurso del pan de vida del capítulo 6 del evangelio de Juan. Pero aquí, Jesús ya no va a hablar a la multitud -como lo hizo en el evangelio del domingo pasado- sino a los judíos, es decir, especificando quiénes son sus interlocutores.  Y comienza invitándolos a no “murmurar de Él. Jesús conoce que ellos que, aparentemente lo siguen, en el fondo, no acaban de creerle y, lo expresan, con la frase que de distinta manera repiten los cuatro evangelios: “no es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?”. Recordemos que Mateo (13, 55-56) y Marcos (6, 3) se refieren a “no es este el hijo del carpintero”. En cambio, Lucas (4, 22) y Juan se refieren al hijo de José. Lo que es cierto es que están hablando a dos niveles muy distintos. Los judíos hablan del Jesús que conocen entre ellos, el hijo de José, y no acaban de entender lo que Él les está revelando. Jesús habla de su Padre del cielo al que Él muestra con sus signos.

Jesús continúa refiriéndose a lo que está escrito en los profetas. En realidad, es una cita de Isaías (54,13) que dice: “todos tus hijos serán discípulos de Yahveh y será grande la dicha de tus hijos”. En el texto de Juan, Jesús la interpreta de manera libre, diciendo: “serán todos enseñados por Dios”. Invita con esto a los judíos a que se dejen enseñar por Dios quien ahora les está hablando a través suyo.

El evangelista Juan usa la expresión “en verdad, en verdad les digo” para destacar los dichos importantes de Jesús. En esta ocasión les vuelve a mostrar que el pan que comieron sus padres en el desierto, no era el pan de vida que ahora se les revela porque sus padres, aunque comieron de ese pan, murieron. Con Jesús, el Padre les revela el verdadero pan vivo que da la vida para siempre. Y utiliza una expresión “es mi carne” que abre el significado del signo al pan eucarístico, del que explícitamente nos ocuparemos el próximo domingo.

En conclusión, la fuerza está en el creer en Jesús, siendo capaces de dejarlo de ver simplemente como hijo de alguien que conocen y reconocerlo como el Hijo del Padre del cielo quien es la fuente de vida para siempre. Pero, como dijimos el domingo pasado, un creer que no es una idea, una doctrina, una verdad de fe -como se suele decir- que tantas veces se queda en conceptos abstractos sin ninguna incidencia en la vida. Creer en Jesús y reconocerlo como hijo del Padre es entender el signo que Jesús nos transparenta con toda su vida. Es creer que actuar como Jesús actúo, es ser hijos en el Hijo, hijos del Dios Padre/madre que nos hace hermanos y hermanas a todos los seres humanos. De ahí que el pan de vida es la fraternidad/sororidad real que engendra el creer en el Jesús de la historia, asesinado por las autoridades de su tiempo, pero resucitado por Dios, abriendo para los discípulos que se han dejado enseñar por Jesús, la vida para siempre.

(Foto tomada de: https://www.infoans.org/es/secciones/fotonoticias/item/11108-india-el-dbds-lleva-ayuda-a-11-mil-pobres-en-las-aldeas-de-gujarat)

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Niegan espacio en el Congreso Eucarístico a grupo de sacerdotes pro-LGBTQ+

Miércoles, 24 de julio de 2024
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AUSCP-Logo-2020-1024x989Una asociación de sacerdotes católicos estadounidenses afirma que su oferta de participar en el Congreso Eucarístico Nacional en Indianápolis fue rescindida porque su visión más amplia de la Eucaristía fue vista como “amenazando y socavando” el mensaje central del congreso, mientras que los organizadores dicen que simplemente se quedaron sin espacio.

A la Association of U.S. Catholic Priests-Asociación de Sacerdotes Católicos de Estados Unidos (AUSCP) se le negó espacio en el Congreso Eucarístico Nacional que tuvo lugar en Indianápolis esta semana. AUSCP es una organización de mentalidad reformista de la iglesia que ha expresado solidaridad con las personas LGBTQ+, particularmente con los sacerdotes homosexuales, en varias ocasiones. Respecto al Congreso Eucarístico, el director ejecutivo de la AUSCP, p. Steve Newton, dijo que el grupo solicitó espacio para expositores hace más de un año, pero le dijeron que no había espacio. Una cancelación esta primavera significó que AUSCP fuera invitada a exponer en mayo, pero un mes después le dijeron una vez más que no había espacio pues se les informó que el puesto ya estaba cubierto.

La AUSCP, considerada una asociación de izquierda, tiene alrededor de 500 miembros, según Newton. Los valores fundamentales de la organización son la enseñanza del evangelio a través de la visión del Vaticano II, la promoción de la dignidad humana y una relación sinodal/de colaboración con obispos y laicos, según su sitio web.

Newton señaló cómo abogan por temas del pontificado del Papa Francisco que no necesariamente “son bien vistos por la mayoría de la [Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos]”, y que habrían sido una “presencia vocal” de esas ideas. y cómo se relacionan con la Eucaristía en el congreso. Insinuó que por eso finalmente les dijeron que no había espacio para que participaran.

Newton le comentó a Crux: “No soy un teórico de la conspiración, pero puedo leer entre líneas… La USCCB miró nuestro sitio web, vio quiénes éramos e intuyó que nuestra comprensión de la Eucaristía va más allá de las custodias y las procesiones. No menospreciamos la adoración y el culto, pero las teologías y piedades estrechas no limitan nuestra comprensión de la Eucaristía”.

Newton añadió más tarde que si bien el congreso enfatiza que la Presencia Real está en el centro, la asociación subraya que también está “en aquellos que los reciben y los obligan [a nosotros] a actuar. Supongo que consideran que eso amenaza o socava su mensaje central”, dijo Newton. La propia asamblea de la AUSCP en junio tuvo un tema eucarístico, que enfatizó cómo recibir la Eucaristía transforma a los católicos para hacer justicia en el mundo.

Un portavoz del Congreso Eucarístico Nacional, dijo a Crux , dijo que “la realidad es que ya no quedaba espacio”. El portavoz señaló que el congreso contaría con 376 expositores, lo que constituye una de las salas de exhibición más grandes jamás creadas para un evento católico.“La sala está completamente agotada. Cuando la asociación preguntó originalmente, los agregamos a una lista de espera”, dijo el portavoz. “Lamentablemente no pudimos acoger a más expositores. El equipo de NEC se da cuenta de que esto es una decepción para muchas organizaciones que no pudieron exponer”.

Newton, en una conversación telefónica separada con Crux, dijo que el stand de la asociación en el congreso habría sido similar al tema de su reciente asamblea general en Lexington, Kentucky, que fue “Eucaristía: Sacramento de Encuentro”. “Queríamos decir que [la Eucaristía] es un encuentro con Cristo que nos transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo para salir y vivir eso e invitar a otros a participar”, explicó Newton. “Entre los temas se encuentran la justicia social, la sinodalidad en cómo adoramos y a quién incluimos, y ese tipo de cosas”.

La asamblea general de la asociación se celebró del 24 al 27 de junio. Fue la decimotercera asamblea anual de la asociación, con 220 participantes. Entre los presentadores y asistentes a la asamblea se encontraban el obispo John Stowe de Lexington, el arzobispo John Wester de Santa Fe y el padre jesuita Thomas Reese.

El obispo de Lexington, John Stowe, OFM, Conv., dijo que la perspectiva de la AUSCP habría aportado equilibrio al congreso.: “El énfasis de las reflexiones de la AUSCP habría proporcionado cierto equilibrio a la piedad eucarística y el contenido de las charlas presentadas por varios predicadores eucarísticos. La participación plena, consciente y activa en la liturgia eucarística se contrastó con las procesiones y bendiciones eucarísticas, que invitan a una experiencia más pasiva de la presencia real”.

Fuente Crux

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¿Qué implicaría realmente un avivamiento eucarístico para los católicos y aliados LGBTQ+?

Sábado, 20 de julio de 2024
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IMG_627350.000 católicos se reunirán esta semana en Indianápolis para el Congreso Eucarístico Nacional, un proyecto de la Conferencia Episcopal de EE.UU. que surgió de la preocupación de que los fieles ya no creen en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

¿Pero qué pasa si los obispos están equivocados? ¿Qué pasa si el problema no se trata de una comprensión errónea de la Presencia Real sino de líderes de la iglesia que han erigido barreras para la participación en los sacramentos, especialmente para las personas LGBTQ+?

Las raíces del Congreso Nacional de la Eucaristía se remontan a una encuesta de 2019 que afirmó que solo un tercio de los estadounidenses Los católicos creen en la Presencia Real, lo que alarmó a algunos obispos. Pero esa encuesta fue criticada por sus preguntas mal formuladas, y una encuesta posterior encontró que las creencias de los católicos sobre la Eucaristía eran más complejas. A pesar de estas preguntas posteriores sobre la encuesta original, el proyecto del Congreso se lanzó con un presupuesto inicial de 28 millones de dólares, aparentemente para revivir la creencia de los católicos en la Presencia Real.

Aparentemente ausente del trabajo público del Congreso Eucarístico y de las deliberaciones de los obispos sobre la comprensión del sacramento por parte de los laicos está un interrogatorio sobre cómo los católicos se relacionan no sólo con la Eucaristía, sino con toda la vida sacramental de la Iglesia. Si los obispos hubieran actuado de manera más sinodal, es decir, hubieran escuchado lo que la gente dice sobre la Eucaristía, podrían haber escuchado los estribillos comunes que he escuchado en más de una década de ministerio LGBTQ+:

“La Eucaristía es la razón por la que permanezco en la iglesia, a pesar de todo el daño que me han hecho”.

“Quiero una parroquia que me acoja plenamente y en la que pueda participar plenamente en la Misa”.

“Que me negaran la Comunión era mucho peor que cualquier enseñanza del Catecismo”.

IMG_6265Durante demasiado tiempo, el mensaje de la iglesia a los católicos LGBTQ+ y a nuestros seres queridos ha sido que no somos dignos de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta exclusión no se basa en la indignidad general de todo católico de participar en un acto tan profundo, sino en una indignidad particular ligada al género o la identidad sexual de cada uno. Abundan las barreras a los sacramentos: sacerdotes que ponen su mano sobre el copón cuando una persona se acerca al altar, obispos que emiten decretos pidiendo a los partidarios del matrimonio igualitario que se mantengan alejados, compañeros católicos en los bancos que ofrecen miradas despectivas a una pareja gay o a una persona trans.

El Congreso Eucarístico tiene dimensiones controvertidas. Algunos objetos incluso tienen un precio ajustado de 14 millones de dólares. Algunos cuestionan la promoción de la adoración eucarística y devociones similares que no captan la comprensión completa del sacramento. Y a algunos les preocupa que la reunión de Indianápolis sea un evento político en un acalorado año electoral, que promueve no la unidad en Cristo, sino el partidismo.

Hay verdad en cada una de estas críticas, pero yo agregaría una más: el Congreso promueve una teología eucarística excluyente. El Papa Francisco llama a la Eucaristía “no un premio para los perfectos, sino una medicina generosa y un alimento para los débiles”. La agenda del Congreso parece promocionarlo como un premio. De hecho, algunos observadores sugirieron que el Congreso realmente actuó como un pivote respecto del fracaso de los obispos de Estados Unidos. El fallido y contundente debate de los obispos sobre si se debe negar la comunión al presidente Joe Biden, haciendo que parezca que la exclusión de los sacramentos fue la raíz de este evento.

soy-homosexual-tengo-hijos-soy-catolico1¿Qué implicaría un verdadero avivamiento eucarístico? Significaría destruir estas barreras y optar en cambio por el mensaje de que todos los católicos son bienvenidos a la Comunión. La primacía de la conciencia es una enseñanza fundamental, el lugar en nuestras vidas donde la voz suave y apacible de Dios nos dirige a actuar o no actuar. Si un católico encuentra que Dios lo insta a recibir, ninguna persona debe reclamar superioridad sobre Dios al negarle la Comunión.

El Congreso Eucarístico Nacional, con sus grandes gastos, sus oradores de la guerra cultural y su enfoque errante, irá y vendrá. No estoy seguro de que esto conduzca a un gran resurgimiento. Los obispos diagnosticaron erróneamente la enfermedad, por lo que el tratamiento fue incorrecto.

Pero algo más ha estado sucediendo en los últimos tres años: el Sínodo sobre la sinodalidad. Sus resultados aún están por determinarse y, hay que admitirlo, hasta ahora gran parte del proyecto ha decepcionado a los defensores LGBTQ+. Sin embargo, el movimiento hacia una iglesia que escucha y encuentra, si se vive, podría conducir a un renacimiento eucarístico impactante: misas inclusivas, comunidades acogedoras y el reconocimiento de que la presencia real de Cristo no está sólo en el pan y el vino, sino en cada católico. incluidos los fieles LGBTQ+.

—Robert Shine (él/él), Ministerio New Ways, 18 de julio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Comunión

Viernes, 7 de junio de 2024
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Qué bonita es la misa. Qué hermoso es saber que este pan que recibo, este pan que doy, es verdaderamente el Señor Jesús y es verdaderamente nuestro alimento. Él ya estaba en nosotros como un Dios inmenso. Él ahora está en nosotros a través de Su humanidad, dándonos Su Cuerpo para comer. Lo que también es genial es que la misa cubre todo el día. Todo se convierte en ofertorio. No paso el día con los brazos y las manos en alto, como en el altar: la gente no me entendería y pensaría que estoy loco. Pero espiritualmente así a través los encuentros del día, ofreciendo las alegrías y los sufrimientos, las esperanzas y los miedos, las virtudes y las debilidades, todo lo que se ve, se oye, se imagina, se sueña…

También es cierto que después de la consagración, fácilmente pensamos que todo lo que nos rodea proviene del Creador y cocreador, el hombre. No hay nada, absolutamente nada, que no esté vivo y santo.

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Y recibir la comunión no es sólo recibir a Cristo. Al recibir a Cristo, abrazamos a toda la humanidad. Si cuando comulgo digo: Señor, contigo recibo a todos menos a una persona, esa persona, ya sabes, ¡es realmente imposible! – esto no es verdadera comunión. La Comunión supone que nuestro corazón ha asumido verdaderamente las infinitas dimensiones del Corazón de Cristo. Hombres de todas las razas, de todos los tiempos, de todos los credos, de todas las esperanzas, de todos los pecados son asumidos por Cristo, hasta el final, y por el cristiano en comunión. Ésta es la alegría y la responsabilidad del cristiano y, de manera particular, del sacerdote.

*

Dom Helder Camara,

El evangelio con Dom Helder
– Entrevistas con Roger Bourgeon
(Desclée de Brouwer, 2009)

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Haced nuevas eucaristías

Lunes, 3 de junio de 2024
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He ido de aldea en aldea,
anunciando la buena nueva
curando enfermedades,
liberando a la gente de sus demonios
personales y grupales
y acercando tu amor de Padre
a todas las personas necesitadas
y con las entrañas abiertas…

El Reino ha llenado mi vida,
día a día, plenamente.
He deseado tanto que todos comenzaran
a vivir y caminar en la tierra
como hijos y hermanos,
con la paz en las manos
la justicia en el corazón,
la mirada serena y limpia,
el rostro sonriente
y sus bienes y dones en común…

Y sigo creyendo, hoy como el primer día,
que el Reino es posible para todos,
aunque la semilla apenas haya surgido
y sea todavía tan débil,
y el fruto no tenga garantía,
y este momento me turbe
y rompa mis quereres y expectativas…

Al principio, cuando era primavera,
quise alegrar el corazón de todos
los que se aman y lo celebran
convirtiendo el agua en vino.
Pero nadie lo entendió,
ni el maestresala,
ni los invitados,
ni los que se casaban…

He vivido minuto a minuto,
procurando que esta tierra sea el lugar
donde Tú, Padre, y todas las personas
se encuentren y se quieran.
Algunas veces se ha realizado el milagro
y ha brotado con fuerza la vida.
Pero la mayoría de las veces
los hombres y mujeres no acuden a su cita…

La muerte me acecha, no hacen falta profecías.
Los que mandan me la tienen jurada
pues no les gusta mi manera.
Quizá ya lo hayan previsto todo.
Pero antes de que ocurra nada,
quiero partir y entregar mi persona
en el pan y el vino, fruto de la cosecha,
para que todos tengan vida
y puedan sentarse en la mesa del Reino,
y sepan que mi entrega por ellos
siempre ha sido auténtica y que voy a llegar
hasta las últimas consecuencias…

Hoy mismo quiero que tengan una tierra nueva,
primicia de sus sueños y mis promesas,
donde no haya hambre ni tristeza,
a menos que queden transformadas en esperanza.
¡Cuánto deseo que el universo entero se recree
y adquiera la bondad de la primera hora,
y encuentre la luz recién amanecida!

¡Qué distinto sería todo, ya desde ahora,
si hombres y mujeres descubrieran,
en su pequeñez su grandeza,
en su libertad su fuerza creadora
y en su amor la unidad y la vida florecida!
También ellos vivirían en pascua continua
y serían capaces de soñar estas cosas…

Por eso, hoy, tomo de la tierra su esfuerzo,
su sudor y fruto, su canto y grito.
Tomo el pan como mi propio cuerpo,
y lo parto y entrego a cada uno en esta mesa
porque es mesa de esperanzas compartidas…

Los que comieron conmigo otras veces
el pan de cada día
en la mesa de los pecadores,
en los caminos polvorientos,
en los descampados yermos y sedientos,
entenderán mi gesto…

Y alzo, de nuevo, la copa de vino
para crear una nueva alianza
que sacie a todos los sedientos,
que quite los miedos más íntimos
y comparta los secretos.
Quiero hacer nuevas todas las cosas.
Voy a hacerme yo mismo vino
para recorran la vida
y entiendan y gocen sus caminos.

No puedo más, ni alcanzo a llegar a otros sitios,
mas quiero que mi entrega y muerte sea por todos,
presentes y ausentes, creyentes e indiferentes…

… … …

Tomad y comed, esto es mi cuerpo.
Tomad y bebed, es el vino de la vida nueva.

Y aprended que no es tan dura ni oscura
la vida que os espera.
Ponedle canto, banquete y un poco de fiesta,
y haced nuevas eucaristías.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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(imágenes de Freepik)

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Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida,

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga

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El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

“Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

– “Tomad, esto es mi cuerpo.”

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

“Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.”

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

*

Marcos 14,12-16.22-26

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Hacia un idolatría de la Eucaristía.

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[…] El mismo Cristo  debe asfixiarse en nuestros ostensorios de oro, en nuestros cálices incomparables, en nuestros copones incrustados de joyas, Él quiso sólo la paja del Pesebre o la madera de la cruz. El culto exagerado de la Eucaristía tiende a hacer de nuestras iglesias templos paganos.

Louis Evely

*

Condúceme de lo irreal a lo real, condúceme de las tinieblas a la luz, condúceme de la muerte a la inmortalidad.

Brihadaranyaka Upanishad

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Una liturgia sin compromiso místico

Los faraones de Egipto han sido divinizados y los monumentos no dejan de representar su investidura divina. Cuando, más tarde, Alejandro el Grande conquistó Egipto, no creyó que pudiera asegurar su dominación sobre las colonias sin hacerse reconocer como Dios. Del mismo modo los emperadores romanos, para consolidar la unidad de su imperio, aceptaron, luego finalmente impusieron, esta divinización de Roma y de su persona.

Pero esta divinización del faraón provocaba también, casi necesariamente, la “faraonización” de dios. Había una simbiosis, una suerte de comunidad de vida en la que las reacciones eran recíprocas y, finalmente, la imagen de la divinidad se amoldaba a la del faraón divinizado.

¿Hasta qué punto esta situación ha sido reproducida a lo largo de los siglos, incluso en el pensamiento de Israel? ¿En qué medida nuestra liturgia no guarda vestigios de este intercambio ambiguo entre la realeza terrestre y la realeza divina? ¿Hasta qué punto incluso el concepto de la realeza divina no es simplemente una emanación de la realeza humana?

¿En qué medida, en Bizancio, la liturgia de Palacio y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en una misma imagen, donde la realeza divina y la realeza humana se confundían de nuevo?

Y en qué medida nuestra liturgia no es todavía una supervivencia de las liturgias reales que no comprometen nunca el fondo del alma? ¿No podemos pensar, a veces, que en nuestra misma liturgia, se trata de rendir homenaje a un soberano, de procesiónar alrededor de su altar, de erigirle un santuario dedicado a él, y una vez hecho esto, queda con Dios, todo esto que puede realizarse y celebrar sin ninguna especie de compromiso místico?

Algo extremadamente peligroso

Es evidente que, si el hombre de la calle es tan a menudo completamente extraño a lo que pasa en nuestras iglesias, es porque no pasa allí ningún acontecimiento susceptible de tocarlo aunque sea un poco. El no se siente allí de ninguna manera alcanzado y concernido a lo más íntimo de él mismo.

Hay una religión aparente que  no asume compromiso profundo. Esto es extremadamente grave, y podemos preguntarnos hasta qué punto esto no es a causa de la Eucaristía que llegamos a una confusión tan radical sobre la esencia misma del mensaje de Jesús.

Una especie de materialismo religioso, el peor de todos; puede trágicamente establecerse alrededor de la Eucaristía; tenemos un catalizador de paladio, un pararrayos celeste, sobre la casa, podemos dormir tranquilo, Dios está allí en su cajita y lo tenemos constantemente a nuestra disposición.

¿Nos hemos cuestionado suficientemente sobre  el valor de nuestras comuniones? ¿sobre elvalor de esos niños? ¿Qué producen? ¿Qué cambian?

En las comuniones sin compromiso, donde se cuenta con el opus operatum (un efecto producido infaliblemente por el hecho de que se recibe el sacramento), en las comuniones donde mecánicamente se debe ser santificado porque se abrió la boca o se tendió la mano para recibir la hostia: hay allí algo extremadamente peligroso porque no se ve en absoluto toda la exigencia que está en la base de una conversión verdadera, y que supone a un nuevo nacimiento; no vemos en absoluto la exigencia de la comunión que implica esta transformación radical donde se pasa del mí posesivo al mi oblativo. ¿ Incluso, cuántos sacerdotes  que celebran la misa cada día todavía puede, quizá, estar todavía allí?

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Resituar la Eucaristía en la perspectiva evangélica

Debemos pues resituar la Eucaristía, hay que situarla allí dónde la vida de la Iglesia debe encontrar su unidad, hay que situarla en su sitio, es decir en la perspectiva evangélica que se nos impone en los últimos encuentros del Señor con sus discípulos.

La última consigna que resuena en todas las páginas del relato joánico, es que os améis unos a otros como yo os he amado. Y esta consigna es también el criterio que hace reconocer a los discípulos de Jesús: ” en esto os reconocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Y para dar una lección a sus discípulos, Jesús les lavó los pies. Esto es lo que es amar a tu prójimo: lo que he hecho es para que hagáis vosotros lo mismo los unos a los otros.

Por extraño que pueda parecer, la Eucaristía parece haber desaparecido, ni siquiera se nombra en este lugar, ¿por qué? Debido a que está implícita en esta mandato (lavatorio de los pies). Está implícitamente contenida en el mandato y en la consigna final del Señor: “Amaos los unos a los otros”, ya que es exactamente la misma cosa.

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“Os conviene que yo me vaya “

Recordemos las trágicas palabras de Jesús en el discurso después de la Última Cena: “Es bueno que yo me vaya porque, si no me voy, el Paráclito, el Espíritu Santo, no vendrá a a vosotros”. ¿Cómo no ver en estas palabras la confesión de un fracaso? Jesús nunca convirtió a nadie … ¡a nadie! Ni la muchedumbre, ni los sacerdotes, ni las autoridades, ni Herodes ni sus discípulos, ni incluso el discípulo amado que se dormirá como los otros enseguida en el Jardín de la Agonía: no ha convertido a nadie.

Y la llamada suprema que les dirige  a sus discípulos en el lavamiento de los pies se quedará sin eco: no comprenden que el reino de Dios está dentro de ellos mismos.

No comprenderán que es para hacer nacer este reino interior que Jesús se arrodilla delante de ellos para lavarles los pies, y no comprenden  que es para arrancar la piedra de nuestros corazones que Jesús muere sobre la cruz. Y la última pregunta que le harán a Jesús justo antes de la Ascensión será significativa de esta total  incomprensión.

¡La humanidad de Jesús debe pues desaparecer! Y es sólo en lo invisible, en el fuego del Pentecostés, como encontrarán a su Maestro como una presencia interior, no lo verán en lo sucesivo ya más delante de ellos sino dentro de ellos, y es en aquel momento cuando lo reconocerán. ¿Podemos desde entonces imaginar un solo instante que Nuestro Señor nos haya dado la Eucaristía para que refabriquemos con este sacramento un culto idolátrico, para que pudiéramos poseerlo allí, al alcance de nuestra mano, encerrándole en una caja para que nos pertenezca? ¿ Podemos concebir un materialismo igual por parte del Señor? ¿Cómo podemos imaginar que les hubiera robado su presencia visible a los Apóstoles para restituirnos en la hostia un foco de idolatría, como si pudiéramos disponer de Dios como el resultado de un objeto? Es absolutamente imposible, es exactamente lo contrario que sucede cuando Jesús nos da la Eucaristía.

*

Maurice Zundel

La Rochette, 1963

(Fuente)

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Despedida

Jueves, 28 de marzo de 2024
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Despedida

Os quiero y querré siempre, amigos;
no he tenido con vosotros secretos
y seguiré compartiendo alegrías y penas,
esperanzas, sueños y proyectos.
Y esto no es un loco arrebato
ni cosa de un momento de ensueño.
Yo os amé primero y no me desdigo.

Os quiero, de por vida, compañeros;
y tanto os amo y deseo hacerlo,
a pesar del poco tiempo transcurrido
desde que os elegí y nos conocemos,
que os abro mi corazón
y os hago testigos de mis secretos,
utopía, reino y evangelio.

Os quiero como a hermanos pequeños
pues tenemos el mismo Padre
aunque seamos tan distintos.
Yo estaré siempre con vosotros;
y no busquéis razones para ello,
es que os quiero y miro
como me enseñaron y me gusta hacerlo.

Os quiero como a mí mismo me quiero,
y aunque parezca locura
no me avergüenza ser mendigo
hacerme servidor vuestro
y dar la vida por entero,
aunque sea Señor y Maestro
y me miréis con respeto.

Os quiero discípulos y amigos,
y sólo anhelo y os pido
que os améis con locura,
con pasión y ternura,
sin medida ni barreras,
como me habéis visto hacerlo.
Es mi único mandamiento.

Os quiero llenos de Espíritu
y mecidos por su brisa y viento,
libres y muy dispuestos
para curar a heridos y enfermos,
ser sal en medio del mundo
y prójimos que ofrecen consuelo.
¡Sed iguales y multiplicad los servicios!

*

Florentino Ulibarri

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圣餐 / Eucaristía

Jueves, 28 de marzo de 2024
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Para Patio Global. Pinturas religiosas en China

Era el tiempo en el que se procedía a una violenta persecución contra todas las religiones en China. Tuve noticias de que muchos obispos, sacerdotes, hermanas y simples fieles estaban en la cárcel o en campos de trabajos forzados. Habían sido condenados por su fe en Cristo. Recuerdo las santas misas que celebré en la habitación de mi albergue. Sólo el jefe de la delegación de la que formaba parte conocía mi identidad sacerdotal. !Ay de mí si los chinos la hubieran descubierto! Sin embargo, me había traído de Hong Kong una botellita de vino, hostias y algunas hojas de papel con las partes móviles de la misa. Me levantaba a las dos o a las tres de la noche y celebraba la misa en la habitación del albergue, con el mínimo de luz, para no levantar sospechas. Ofrecía yo el divino sacrificio por todos los hermanos cristianos chinos que sabía que estaban en la cárcel, en campos de trabajos forzados o en la clandestinidad.

Aquellas misas nocturnas me conmovían. Estaba llevando a cabo un gesto misionero en China. Dice el Concilio que la eucaristía es “la fuente y la cima de la evangelización” (PO 5).

Es Dios, en efecto, quien evangeliza y convierte los corazones, a través de la obra del misionero, aunque también de modos misteriosos que sólo él conoce. Qué gesto misionero más auténtico puede haber, por consiguiente, que celebrar la misa en la China de la “revolución cultural“, cuando estaba prohibido cualquier gesto público de culto?.

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Piero Gheddo,
Il Vangelo delle 7.18,
Bolonia 1991, pp. 162ss.

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

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