Cómo convertirse en un árbol que dé buenos frutos en tiempos difíciles
La reflexión de hoy es de la colaboradora de de Bondings 2.0, Phoebe Carstens.
Las lecturas litúrgicas de hoy del Octavo Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
“Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto.”
-Lucas 6:43-44
¿Qué significa ser conocido por nuestro fruto?
En las últimas semanas, he pasado algún tiempo escuchando las historias personales de padres cristianos de niños LGBTQ+. Muchos hablan de ira, desesperanza, frustración y miedo abrumador cuando consideran las muchas y crecientes barreras y obstáculos que impiden a sus hijos, amigos y otros familiares queer vivir vidas plenas y seguras en Estados Unidos. Asimismo, he escuchado y me siento identificado con el miedo y el dolor de las personas LGBTQ+ que parecen encontrarse con nuevas políticas, propuestas y declaraciones que buscan negar nuestra identidad, existencia, dignidad y seguridad todos los días.
Recuerdo una preocupación particular que he escuchado cada vez con más frecuencia últimamente de los padres y aliados con los que he hablado: ¿es seguro seguir siendo abiertamente un aliado? Si soy demasiado expresivo en mi defensa de las personas LGBTQ+, ¿eso podría ponerme a mí y a quienes me importan en peligro? Quiero ser una persona segura para las personas LGBTQ+, pero ¿es seguro publicitarme como tal? ¿Es seguro que me conozcan por mis frutos?
Todas estas son preocupaciones válidas. Así como cada individuo LGBTQ+ debe sopesar regularmente los riesgos y beneficios de la divulgación con la seguridad personal, también nuestros aliados enfrentan ahora preguntas similares. Los signos tangibles y concretos de solidaridad, como los pins del Orgullo, las banderas del arco iris y poner los pronombres en la firma de correo electrónico, ahora son, en algunos casos, delitos punibles. Publicitar una reunión pública de un grupo de apoyo para personas LGBTQ+ y aliados puede generar odio y protestas. Ser franco en las redes sociales puede provocar amenazas. ¿Son estos los buenos frutos del amor y la solidaridad?
No hay respuestas absolutas a estas preguntas de seguridad y riesgo, ocultamiento y franqueza, así como no hay una única manera absoluta de ser un discípulo, ninguna única manera de seguir fielmente a Cristo. Cada persona debe decidir, mediante un discernimiento en oración, cómo la llama Dios a vivir su llamado bautismal hacia el amor, la justicia y la misericordia. Cada persona, mediante un cuidadoso discernimiento, debe determinar cómo la llama Dios a acompañar y apoyar a la comunidad LGBTQ+ o vivir auténticamente como una persona LGBTQ+. Los frutos de nuestro discipulado pueden parecer muy diferentes, pero como escuchamos en la lectura de hoy del Evangelio de Lucas, a pesar de la diversidad de nuestras respuestas, una cosa es cierta: “…cada árbol se conoce por su propio fruto”.
Esta lección no siempre es fácil de aceptar, y en algunos casos puede ser bastante intimidante. El evangelista nos recuerda: “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien”, y sabemos que el tesoro de bondad que hay dentro de nosotros ha sido plantado y nutrido por la Bondad suprema que es Dios. Sabemos que la voz apacible y delicada de Dios dentro de nosotros nos atrae hacia esa bondad. Pero también sabemos que elegir aprovechar esa bondad puede ser difícil, producir frutos de misericordia y justicia puede ser un desafío, y ver nuestros frutos cuestionados, descartados y rechazados puede ser profundamente doloroso. Escucho ecos de estas dificultades en las preocupaciones de los padres con quienes trabajo. Siento un profundo deseo de solidarizarme con la comunidad LGBTQ+, de sacar estos buenos frutos a la luz del día, pero también un creciente miedo y tentación de distanciarse del apoyo público.
Las lecturas de hoy incitan a la reflexión sobre la valentía que se necesita para hacerse conocer por los frutos de uno en un entorno que aparentemente busca aplastar esa abundancia. El profeta Sirácida nos recuerda en la primera lectura: “Así como la prueba del alfarero es en el horno, así en la tribulación es la prueba del justo”. En estos tiempos de prueba como estos días, nuestras convicciones se ponen a prueba. Aunque nuestros frutos de amor, misericordia y justicia no sean recibidos por otros, de hecho, ellos nos conocerán.
Para muchos católicos LGBTQ+ y nuestros aliados, nuestros esfuerzos de defensa surgen de una profunda convicción de que Dios nos ha llamado a esta labor. Anhelamos ser reconocidos y conocidos por nuestros frutos, porque creemos que Dios ha preparado el terreno, plantado las semillas, nutrido nuestro crecimiento y hecho brotar el fruto. Sin embargo, las acciones de Dios no eliminan los peligros que podemos enfrentar ni el miedo que podemos experimentar. Sin embargo, estas acciones nos fundamentan en algo mayor. Como nos recuerda Pablo en la primera carta a los Corintios, la segunda lectura de hoy: “Por tanto, mis amados hermanos y hermanas, estad firmes, constantes, dedicados siempre por completo a la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.
Ser conocidos por nuestros frutos, proclamar que hacemos lo que hacemos y quiénes somos por amor a Dios, puede ser aterrador y arriesgado. Sin embargo, sabemos que, como Dios está en el centro de nuestro trabajo y de nuestras identidades, no lo hacemos en vano. Mi esperanza es que todos aquellos que tienen miedo y se preguntan si deben seguir siendo defensores abiertos de sus seres queridos LGBTQ+ puedan inspirarse en las palabras de Pablo y puedan ser firmes, constantes y devotos, sin miedo a producir frutos de justicia y amor y sin miedo a ser conocidos por ellos.
— Phoebe Carstens, New Ways Ministry, 02 de marzo de 2025
Fuente New Ways Ministry
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