“Lo efímero y lo eterno”, por Gerardo Villar.
Me ha gustado. En un encuentro de espiritualidad nos hablaba Fidel Delgado sobre lo efímero y lo eterno. Y lo hacía –como suele hacerlo él tan magníficamente– con un muñeco a quien ponía y quitaba prendas. Lo efímero se puede quitar de nuestra vida. Es más, tarde o temprano se quita… ¡Con qué pocas cosas se puede vivir!
Pero eso lo aplico a todos los aspectos. Si quitamos todo lo que es efímero en la Iglesia y en nuestra fe cristiana, sacaríamos trenes llenos de creencias y prácticas que no son substanciales al Evangelio. Lo malo es cuando no distinguimos lo efímero y lo eterno. Y le damos categoría de esencial a lo que es accidental. Decía un profesor: “creo en Dios Padre, Hijo, Espíritu y poquísimas cosas más”. Luego hemos ido poniendo ropajes, adhesivos a nuestra fe, y llega un momento en que ya no sabemos distinguir lo que es esencial y lo que hemos añadido.
Veo que hoy hay muchas expresiones doctrinales, litúrgicas, morales que son fruto de los tiempos pasados y que no son consustanciales al evangelio. Buena labor podemos hacer, sobre todo si empezamos a hacer limpieza, como dice el papa Francisco, limpiando con los pobres y desde la periferia.
Hay una cosa muy tradicional y con mucha raigambre evangélica pero que tengo ganas de que recupere su esencia. Es la colecta en las misas. Me decía una persona de una tienda “vienen a pedirme calderilla para echar en los cestaños de misa”. ¿No es momento de recuperar esa costumbre…? pero que sea compartir de verdad: problemas, vida, preocupaciones, trabajos, alegrías, dinero… Aquel valor eterno de compartir se ha convertido en la costumbre de echar una limosnita.
Conozco a algunos sacerdotes que, después del ofertorio, se lavan las manos. Lo hacen como signo de purificación. Lo veo más como limpieza, después de recoger los frutos de todo tipo en el ofertorio para compartir con los pobres, porque se “habían manchado las manos”.
Después de misa, veo que hay personas que se quedan para dar gracias a Dios. Y pienso ¿pues qué han hecho en la Eucaristía sino acción de gracias? Es como después de un banquete, comerse una bolsa de pipas.
Rezamos el Señor mío Jesucristo y ahí decimos: “Dios y hombre verdadero, creador Padre y Redentor mío” ¿En qué quedamos…? Y mucho más cuando decimos “porque podéis castigarme con las penas del infierno”.
Descubrir lo eterno y lo efímero según Jesús. Aunque a veces nos quedemos un poco desnudos. Porque lo eterno es Jesús y el Amor: “Dios es Amor”; “Amar a los demás como a uno mismo”. Esta ropa sí que me sirve para lo eterno de mi yo.
Gerardo Villar
Fuente Adulta
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