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El Espíritu está en todo y no tiene que venir de ninguna parte.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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Jn 20,19-23

Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción de las personas en la Trinidad solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”, es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno. El pueblo y algunos manuales piadosos han atribuido a cada persona tareas diferentes, pero esto no es más que una manera inadecuada de hablar.

La fiesta de Pentecostés está encuadrada en la Pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.

Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Queremos significar que el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.

Tanto la “ruah” hebrea como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio existente entre el cielo y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración.

No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término “ruah” (espíritu). Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios (su energía) que capacita a alguna persona, para llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su conjunto.

En el NT, “espíritu” tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto todavía judío. El mismo término “ruah” se presta a un significado figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. “Os mandaré otro consolador.” El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la obra del Espíritu Santo, pero no está claro si el Pneuma es una entidad personal o no.

Jesús nace del E. S., baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del Espíritu Santo está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de ser en el orden espiritual. Nada puedo ser ni hacer sin él pero tampoco puedo estar privado de su presencia en ningún momento. Todas las oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu nacen de una ignorancia de lo que queremos significar con ese término.

Está siempre en nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella, su acción no la notaremos. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla hay vida, pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas, nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina; es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia.

Dios (Espíritu) es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno estamos en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto. No es pues, la meta la que distingue a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu, pero su tarea es completamente diferente. Una mayor humanidad será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.

Si Dios está en cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de autoridad, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico, no del Espíritu.

La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero, si tenemos una idea masculina de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, repetiremos esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o a nuestro espíritu.

Dios llega a nosotros acomodándose al ser de cada uno. El Espíritu nunca supone violencia alguna. No lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo vio claro: Formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función diferente pero útil para el todo. Esa uniformidad, pretendida por los superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el mismo instrumento y la misma nota, no habría nunca música.

Meditación

Como el aire que respiramos mantiene la actividad vital,
el Espíritu absorbido nos mantiene en la Vida.
No podemos separar la vida biológica del ser vivo.
Tampoco podemos separar la Vida espiritual del Espíritu.
Siempre que exista Vida se manifestará en obras.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Con las puertas bien cerradas.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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pentecostesUna sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcar todo (Gustav Mahler)

23 de mayo, domingo de Pentecostés

Juan 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos

En este domingo de Pentecostés amanecen los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. Es el sentido de “empezaron a hablar lenguas extranjeras” del cap. 2, vers. 4 de los Hechos. El viento huracanado del Espíritu transformando las tablas de piedra muerta de Moisés en la carne viva del corazón de los creyentes. Su entendimiento se desplegó a la verdad y la vida. Así lo dijo Albert Einstein veinte siglos después: “La mente es igual que un paracaídas, sólo funciona si se abre”.

En la película María Magdalena del director australiano Garth Davis, estrenada en febrero de este año, la protagonista, aunque no parece haber estado aquel día en el Cenáculo, unió también su voz a la de los discípulos diciendo: “No me quedaré callada, me haré oír”. Quizás lo hizo siguiendo la insinuación del libro de los Hechos (2, 3) cuando dice de los Apóstoles que “Se llenaron todo de Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas extranjeras”.

María, según el film, es una joven que busca dar un nuevo sentido a su vida y que, a pesar de las jerarquías y reglas impuestas por su época, se atreve a desafiar a su familia y unirse a un nuevo movimiento social liderado por Jesús de Nazaret. Un retrato auténtico, único y humanista, de una de las figuras espirituales más enigmáticas e incomprendidas de la historia.

Davis explicó que quiso crear un mundo en el que la gente se pudiera identificar, para compartir el mensaje, muy simple, que es la idea de que la libertad individual viene dada por “el amor al prójimo”. Magdalena, aparece como una mujer de firmes principios que entiende que su camino está al lado de la religión, de ese mesías que ha llegado para conducirlos hacia un mundo mejor.

En 2016, el papa Francisco la declaró “apóstol de los apóstoles”. Simplificando el mensaje, que sí aparece en el Evangelio, se acentúa la idea de que el Reino famoso, del que se lleva hablando toda la película, estaba ya dentro de nosotros y que lo que tenemos que hacer no es ni creer, ni convertirnos, ni nada de eso. Solo sacar nuestra bondad de dentro y hacer bueno el mundo.

El Evangelio apócrifo de Felipe la menciona como “compañera” de Jesús, como la figuró Garth Davis. En la obra Otro Dios es posible Parte II, María y José Ignacio López Vigil, se escribe este magnífico diálogo en consonancia con dicha película y el relato evangélico:

¿Qué pasó aquella mañana del domingo cuando María Magdalena fue al sepulcro donde habían puesto su cadáver?

A lo que Jesús respondió: “Pasó que el Espíritu de Dios la llenó de fuerza, de alegría. A ella y a las otras mujeres. Y ellas animaron a los hombres, que seguían acobardados. Y salieron a las calles a contar a todo el mundo, que el Reino de Dios había cambiado, que las cosas pueden cambiar, que van a cambiar”.

El investigador Francis S. Collins, en su libro ¿Cómo habla Dios? dice: “Conforme leí el relato de la vida real de Jesús por primera vez en los cuatro Evangelios, la naturaleza testimonial de las narraciones y la enormidad de las afirmaciones de Cristo y sus consecuencias empezaron a penetrar en mí gradualmente”. ¿Pero para qué penetran? Para salir luego al exterior y ser testimonio de lo que uno vive, y luz que ayuda a los demás a hacer lo mismo.

La Naturaleza nos da también lecciones sobre esto. Los girasoles, por ejemplo, se despiertan y se mueven hacia el sol siguiéndole en su ruta de este a oeste como las agujas de un reloj, y al oscurecer giran en sentido contrario para esperar su salida a la mañana siguiente. Los días que no luce nublados se miran unos a otros para recibir y dar la energía recibida. Un transmitirse la vida como la que transfiere el relojero paseando calle arriba, calle abajo camino del Padre Eterno.

RELOJERO, SUBE Y BAJA

Calle arriba, calle abajo,
camino del cementerio,
sube y baja, baja y sube…
el relojero.

Lleva un reloj a la espalda
a ritmo de segundero.
Tiemblan todos los ancianos…
en el pueblo.

Trancan puertas y ventanas,
-mientras le ladran los perros-
con los ojos bien cerrados…
de alma y cuerpo.

Que no se asusten los niños,
que el reloj no va con ellos,
ni busques pala ni pico…
sepulturero.

La muerte no va con nadie;
tan solo va con el miedo.
Es vida, -¡paso a la Vida!-…
y es misterio.

Calle arriba, calle abajo,
camino del Padre Eterno,
sube vestido de blanco…
mi relojero

Doblen badajos al aire
desde la torre del pueblo
Suene a gloria la campana…
de mi templo.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El espíritu os guiará hasta la verdad plena.

Domingo, 23 de mayo de 2021
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portapent13Juan 20, 19-23

Pentecostés era una fiesta judía que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros, los cristianos, celebramos la venida del Espíritu-Ruah (hebreo). Culmina así, el ciclo pascual. Pero, ¿cómo hablar hoy del Espíritu en un mundo globalizado que nos invita a vivir desde fuera, donde lo atractivo está fundamentalmente en el exterior? Incluso para los que nos decimos cristianos, ¿cómo se comunica Dios en nuestras comunidades? ¿Y en mí? ¿Somos capaces de percibirlo? ¿Lo reducimos a una fiesta más?

A veces en nuestra Iglesia nosotros también cerramos las puertas, quizá por miedo al futuro, al cambio, a equivocarnos o sencillamente porque “siempre ha sido así”. ¿Qué miedos crees que nos atenazan como Iglesia? Sin embargo, es el Espíritu el que nos convoca, el que nos trae su paz, el que nos une y permanece en medio de nosotros y hace que permanezcamos unidos más allá de nuestras diferencias. Él es el que viene a nuestras vidas, se comunica a la Iglesia y también a cada persona.

En este tiempo de pandemia que llevamos soportando más de un año ya, hemos vivido además, por circunstancias obvias, la ausencia de la Comunidad cristiana que da soporte, aliento y apoyo fraterno en cuantas celebraciones compartimos la fe, la vida y la esperanza; o esos momentos de silencio y oración que nos ayudan a desvelar permanentemente el Misterio de Dios en nosotros, en mí, en los demás, en el universo. Cuando vivimos en comunión con ese Misterio desde dentro, ¿qué actitudes me refuerza y cuáles me invita a dejar?, ¿qué resistencias frenan o dificultan la irrupción del Espíritu-Ruah en mí? ¿Soy capaz de ponerme en acción o me pueden la pasividad o la pereza?

Porque no son dos ámbitos contrapuestos lo interior y lo exterior. Sino que ambos son el reflejo de la irrupción del Espíritu en cada uno/a. Si hemos descubierto la abundancia y el derroche de dones que se nos da por pura gratuidad, “lo demás se dará por añadidura”. Si hemos acogido y experimentado en lo más íntimo de nuestro ser, aun de manera callada, sencilla y humilde, el misterioso proceder de Dios-Espíritu, nos daremos cuenta de que Él sigue actuando en mí, en todo ser humano (incluso antes de que yo/ tú mismo empezara/s a existir) “porque desde el principio estáis conmigo” y nos impulsa a la misma meta: “porque el Espíritu os guiará hasta la verdad plena”.

Que no es otra meta que vivir la mejor Humanidad, el Amor como fundamento de mi ser, “porque te he visto latiendo en los bancales,
favoreciendo, urdiendo…
porque me enseñas a ser en lo que era,
a olvidar mis estiajes en esta primavera…
porque es llegado el tiempo del que ama”… (José G. Nieto),
y así confluir, biológica y espiritualmente, en la íntima unión con la Divinidad.

San Pablo, en la Carta a los Gálatas, les recuerda algo de plena actualidad: “El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, disponibilidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí” (5,16-25). Lo exterior, lo interior forman parte de una misma realidad impregnada de bondad, belleza, armonía, amistad, equilibrio, conciliación, relación, unificación… Porque eso y no otra cosa es el plan de Dios para sus criaturas desde los orígenes (recuérdese el bellísimo relato de la Creación) y, me atrevería a decir, que el sueño de plenitud de todo ser humano en todas las religiones.

¿Cómo concretarlo, hoy, con los pies en la tierra? Jesús nos dejó un proyecto de Felicidad: las Bienaventuranzas. Hoy, podemos recrearlas en este nuevo Pentecostés:

Felices quienes, ante un hecho imprevisto, un grave diagnóstico, una ruptura dolorosa, se ponen en manos del Espíritu para afrontar con confianza/fe esa etapa incierta, difícil.

Felices quienes reconocen sus errores, debilidades, desalientos y “aun con las puertas cerradas por miedo…” salen de sí mismos y se dejan impulsar por el Espíritu.

Felices quienes despejan de puertas y ventanas obstáculos, prejuicios, quejas, pesimismos e inconvenientes y dejan entrar la luz del Espíritu que lo baña todo.

Felices quienes, a pesar de la edad, la experiencia, los batacazos… reviven la novedad del Espíritu y no se quedan aferrados al pasado sino que prosiguen su camino cada día.

Felices quienes saben sacar provecho de la historia, con sus etapas de esplendor y oscuridad, ni mejores ni peores que otras, dejando atrás estereotipos, mitos, tópicos y construyen, renovados por el Espíritu, las pequeñas historias de cada día tan llenas de amor, de esperanza, de utopía.

Felices quienes se dejan cautivar por la mirada limpia, los dones recibidos y la intuición-certeza del encuentro con Dios-Espíritu, aun sin saberlo, y todo ello de manera fugaz, imperceptible, íntima, cotidiana.

Felices quienes dan su tiempo, sus talentos, su carisma y, al mismo tiempo, saben acoger los de los demás en un intercambio fecundo y libre de dones, capacidades, habilidades y virtudes.

Felices quienes saben rastrear las huellas del Espíritu, seguir su dinamismo con humildad y atención constante a sus intuiciones e inspiraciones.

Felices quienes se arriesgan a vivir con actitud de apertura, servicio y encuentro, anticipando la salvación y siendo signo de la misma en la corresponsabilidad y en el compartir.

Felices porque sabiéndonos hijos/as de Dios, continuamos siendo ascuas en la lumbre no relumbrones fatuos, luz desde dentro, zarza ardiente en los desiertos de la vida, mesa en la que compartimos pan y vino, cuerpos inflamados por tu Espíritu que nos gloriamos en este nuevo Pentecostés de celebrar todo “lo que Dios ha hecho con nosotros” porque “abres tu mano y sacias de favores a todo ser viviente” (Sal 145, 15-16).

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Paz

Domingo, 23 de mayo de 2021
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Espejo-en-agua.14Fiesta de Pentecostés

23 mayo 2021

Jn 20, 19-23

La paz, en todos los niveles -consigo mismo, con los otros, con la naturaleza, entre los pueblos…-, constituye uno de los anhelos más profundos del ser humano. Y apreciamos su importancia, como suele ocurrirnos con cualquier otro bien, cuando lo perdemos. Aunque, en realidad, no podemos perder la paz, porque es lo que somos.

 En nuestra identidad profunda, somos paz. Lo que sucede es que, en ocasiones, nuestra mente pensante nos ciega y la ignorancia nos impide verla; o bien nos situamos en un “lugar” desde donde es imposible vivirla. Porque vivir en paz no depende de nuestra voluntad, sino del “lugar” donde nos situamos.

 El ego, producto de la mente pensante, no puede experimentar la paz porque es impermanente y la impermanencia implica alteración. La paz no se encuentra en la mente pensante que, desde la estrechez de su mirada, se convierte en una fábrica de preocupaciones constantes.

 La mente y el ego únicamente pueden aspirar a lo que el evangelio de Juan llamaba la “paz del mundo”, aquella que depende de que todo “nos vaya bien”, y que se esfuma por completo cuando aparece la frustración. Pero hablamos aquí de “la paz que el mundo no os puede dar” (Jn 14,27), aquella que está a salvo de las circunstancias que ocurren, la paz que no puede desaparecer porque es lo que somos.

 Encontrarla, saborearla y vivirnos desde ella requiere, por tanto, situarnos en el “lugar” de nuestra verdadera identidad, que no es el ego ni la mente. Lo cual implica situarnos “un paso detrás” de la mente, en el Testigo, y experimentar lo que ahí ocurre.

  Mientras estamos en la mente pensante creemos ser el yo separado, confundiendo nuestra personalidad con nuestra identidad. Al observar la mente, salimos de aquella identificación y accedemos al “lugar” donde realmente nos encontramos con nuestra verdad.

 Si la mente pensante es un lugar de alteración y preocupaciones, el Testigo es el lugar de la ecuanimidad…, de la paz estable. Lo cual no significa que todo nos vaya a “ir bien”, ni que no haya dolor. Eso continuará, pero lo viviremos desde ese otro lugar, donde todo lo que aparece es reconocido como un “objeto” y tratado como tal. En la comprensión de que no somos ningún objeto -la paz tampoco lo es-, sino la espaciosidad consciente y serena en la que todos los objetos aparecen. Situarnos en el Testigo hace posible deshacer las “burbujas” de preocupación, miedo, soledad, sufrimiento…, que la mente pensante crea sin cesar. Si permanecemos girando, cavilando o rumiando esas “burbujas”, terminaremos atrapados y quedaremos encerrados en ellas. Al cambiar de “lugar”, nos liberamos y nos descubrimos en “casa”.

¿Vivo en paz?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Pentecostés: La Iglesia no es una “agencia de servicios religiosos”, sino donde se vive el buen espíritu de Jesús

Domingo, 23 de mayo de 2021
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1590662181467Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Pentecostés.

         Celebramos hoy la fiesta, la Pascua de Pentecostés (penta: cinco / kostos: sufijo de decenas; cincuentena).

Pedagógica y litúrgicamente significa que el espíritu de Jesús viene sobre la iglesia naciente (sobre la humanidad) a los cincuenta días de la Pascua, de la resurrección.

         El acento no recae en los cincuenta días, ni en aquella mañana que cayeron como lenguas de fuego, sino que el contenido de Pentecostés  es que el espíritu de Jesús desciende sobre la comunidad naciente.

Podríamos pensar también que Pentecostés acontece cuando Jesús muere en la cruz: e inclinando la cabeza entregó su espíritu, que no es entregar el alma a Dios, sino que Jesús entrega su espíritu sobre la iglesia naciente al pie de la cruz representada por María, la madre de Jesús y sobre el “Discípulo Amado” (sobre todos los cristianos. (Jn 19,30).

         En todo caso celebramos la presencia del espíritu de Jesús, un espíritu que es Santo. El espíritu de Jesús, su tono vital, es bueno, santo.

  1. La comunidad estaba sin vida, con miedo es el barro del Génesis.

         En el texto del evangelio que hemos escuchado, San Juan emplea para hablar de la donación del espíritu, las mismas palabras del Génesis: exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo.

         En el Génesis el barro solamente llega a ser humano y viviente Darwin y evolución incluidos)  cuando Dios exhala sobre el barro su aliento vital. Dios el Señor formó al hombre, del barro, sopló en su nariz aliento vital y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir. (Gn 2,7)

Cuando el ser humano, un grupo humano, cuando aquella comunidad naciente no tienen -no tenemos- aliento vital, espíritu, vivimos amedrentados, con miedo, encerrados…

Por nosotros mismos somos barro, poca cosa.

         Cuando Jesús nos comunica su espíritu bueno-santo, nos transmite su aliento vital nos confiere vida, ilusión, ganas de vivir.

Recibid espíritu de vida.

  1. Nos hace falta un espíritu bueno – santo.

         Sin ser espiritistas -ni mucho menos- hemos de ser conscientes de que espíritus hay muchos. Las personas solemos tener un espíritu vital, un espíritu que guía nuestra vida. Y según sea nuestro espíritu, así son los frutos que producimos,

         Hay personas e ideologías que viven del o con espíritu de la raza – racismo. Eso produce Auschwitz y situaciones semejantes. Hay quien vive desde un ansia y ansiedad por el poder, lo cual produce dictaduras políticas y de otros tipos. Hay quien su vida está alentada por el espíritu fanático-religioso lo cual deriva en situaciones fundamentalistas o en fanatismos eclesiásticos. Una mezcla del espíritu racista y religioso puede causar odios y la guerra entre Palestina e Israel, por ejemplo.

         El espíritu de Jesús es bueno, misericordioso. El espíritu de Jesús es para  llevar la buena noticia a los pobres, para  a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos; para a anunciar el año el tiempo de gracia del Señor, (Lc 4,18-19).

         Mejor vivir con un espíritu bueno y santo.

  1. Espíritu en la pandemia.

         Tener espíritu, vivir en el espíritu es vivir abierto, tener ganas de vivir, ilusión, coraje, audacia…

         La pandemia que invade nuestra vida- Además de la enfermedad en sí, del virus que nos amenaza, tiene también otra variante y es que nos constriñe a vivir medio confinados y ello nos puede insertar en un aislamiento, una cierta

soledad que nos puede sumir en una acedia, en una “medio-depresión”. ¿Qué otra cosa es una depresión sino una falta de ganas de vivir, falta de ilusión, ausencia de aliento vital, una falta de espíritu?

         Necesitamos vacunas, sí; pero necesitamos aliento vital, transmitir ganas de vivir, comunicar la bondad del Señor que nos cosuele y anime en la vida.

         Que el espíritu bueno del Señor nos impulse a vivir en ilusión.

  1. Iglesia y Espíritu.

         En ese estilo poético-teológico propio de San Juan, la comunidad eclesial (representada por María, la madre del Señor y por el Discípulo Amado), la Iglesia nace al pie de la cruz, que es donde recibe el Espíritu de Jesús. Jesús inclinando la cabeza, entregó su espíritu,  (Jn 19,30).

         La Iglesia no es una “agencia de servicios religiosos”, sino que es donde se vive el y del buen espíritu de  Jesús. Algunas estructuras harán falta, pero lo que constituye la Iglesia es el espíritu, el tono vital de Jesús.

         Anima que el espíritu de Jesús lo podamos apreciar y gozar en algunas personas como Juan XXIII o el papa Francisco. Es la iglesia del Señor. Los legalismos eclesiásticos y morales, el Santo Oficio (Congregación de la Doctrina de la fe), los militarismos dogmáticos férreos, etc. son cuestiones nada evangélicas.

         La Iglesia ha de ser un hogar de buen tono, acogida, donde se vive y respira en la libertad y bondad del espíritu de Jesús.

  1. Ven espíritu santo.

         Ven espíritu santo, espíritu bueno y enciende en nosotros, en el pueblo, en la Iglesia, en las ideologías la llama de vida, de entendimiento, de comprensión.

         Cuando el Espíritu de Dios trabaja, quien suda es el hombre. Pero está bien que sudemos un poco en situaciones de pandemia, de depresiones, de legalismos y fanatismos eclesiásticos, de explotación económica y comuniquemos el buen Espíritu del Señor: entendimiento, comprensión, sensatez, consuelo…

Ven espíritu santo

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1º de Mayo: San José Obrero

Sábado, 1 de mayo de 2021
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En la fiesta del 1º de Mayo, no podemos olvidarnos de que Jesús de Nazaret era un obrero, de estirpe de obreros, encallecidas sus manos con el trabajo diario, solidario con los que sufrían las injusticias y el desprecio, hermano de los “anawim“…

UnNacimientoQueCambioElMundo006

Vivías del trabajo cotidiano,
fuiste un trabajador, un simple obrero;
¿tu fidelidad?: –“es José el carpintero”-,
un humilde currante, un artesano.

Trabajo en el que fuiste nuestro hermano;
un trabajo de honrado jornalero
que en todo cuanto hace pone esmero,
porque sabe que Dios usa su mano.

Patrono del trabajo y su salmista,
-manos callosas y dedo vendado-
enseña al hombre de hoy, tan derrotista,
a vivir su trabajo ilusionado,
más alegre, cristiano y optimista,
más solidario y más humanizado.

*

JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

*

Y EL VERBO SE HIZO CLASE

En el vientre de María

Dios se hizo hombre.

Y en el taller de José

Dios se hizo también clase.

*

Pedro Casaldáliga,
“Fuego y ceniza al viento. Antología espiritual”,
Sal Terrae, 1984,

15

Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios «ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente».

Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino también en cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios manifestando su propósito, denominó pueblo suyo (Ex 3,7-12), con el que además estableció un pacto en el monte Sinaí.

Esta índole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana.

Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente.

Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligió la vida propia de un trabajador de su tiempo y de su tierra […].

Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobreeminente laborando con sus propias manos en Nazaret.

De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también ei derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente.

Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común.

*

Gaudium et spes, 32 y 67

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“El camino abierto por Jesús”. Bautismo del Señor – B (Marcos 1,7-11)

Domingo, 10 de enero de 2021
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09_baut_bNo pocos cristianos practicantes entienden su fe solo como una «obligación». Hay un conjunto de creencias que se «deben» aceptar, aunque uno no conozca su contenido ni sepa el interés que pueden tener para su vida; hay también un código de leyes que se «debe» observar, aunque uno no entienda bien tanta exigencia de Dios; hay, por último, unas prácticas religiosas que se «deben» cumplir, aunque sea de manera rutinaria.

Esta manera de entender y vivir la fe genera un tipo de cristiano aburrido, sin deseo de Dios y sin creatividad ni pasión alguna por contagiar su fe. Basta con «cumplir». Esta religión no tiene atractivo alguno; se convierte en un peso difícil de soportar; a no pocos les produce alergia. No andaba descaminada Simone Weil cuando escribía que «donde falta el deseo de encontrarse con Dios, allí no hay creyentes, sino pobres caricaturas de personas que se dirigen a Dios por miedo o por interés».

En las primeras comunidades cristianas se vivieron las cosas de otra manera. La fe cristiana no era entendida como un «sistema religioso». Lo llamaban «camino» y lo proponían como la vía más acertada para vivir con sentido y esperanza. Se dice que es un «camino nuevo y vivo» que «ha sido inaugurado por Jesús para nosotros», un camino que se recorre «con los ojos fijos en él» (Hebreos 10,20; 12,2).

Es de gran importancia tomar conciencia de que la fe es un recorrido y no un sistema religioso. Y en un recorrido hay de todo: marcha gozosa y momentos de búsqueda, pruebas que hay que superar y retrocesos, decisiones ineludibles, dudas e interrogantes. Todo es parte del camino: también las dudas, que pueden ser más estimulantes que no pocas certezas y seguridades poseídas de forma rutinaria y simplista.

Cada uno ha de hacer su propio recorrido. Cada uno es responsable de la «aventura» de su vida. Cada uno tiene su propio ritmo. No hay que forzar nada. En el camino cristiano hay etapas: las personas pueden vivir momentos y situaciones diferentes. Lo importante es «caminar», no detenerse, escuchar la llamada que a todos se nos hace de vivir de manera más digna y dichosa. Este puede ser el mejor modo de «preparar el camino del Señor».

José Antonio Pagola

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. Domingo 10 de enero de 2021. Bautismo del Señor. Domingo primero ordinario-

Domingo, 10 de enero de 2021
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20160WLeído en Koinonia:

Isaías 42,1-4.6-7: Mirad mi siervo, a quien prefiero.
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Marcos 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

 Hoy, como comunidad de creyentes, celebramos el bautismo de Jesús y, junto con él, nuestro bautismo. Así pues, las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos que identifican el verdadero bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos sin excepción. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de pasar por la vida “haciendo el bien”; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiesta la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: El cielo se abre, desciende el Espíritu y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios. Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es el hecho fundamental del ser cristiano, pues evoca la vida, la muerte y la resurrección de Cristo y la participación de todo cristiano en este misterio. El bautismo viene a significar en síntesis, y teniendo en cuenta los elementos descritos anteriormente, la entrega generosa a Dios y a los hermanos a ejemplo del mismo Cristo. Leer más…

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10.1.2021 Fiesta del Bautismo de Jesús ¿cómo bautiza hoy la Iglesia?

Domingo, 10 de enero de 2021
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586B5CE3-FE0E-4856-95FB-5AA85CE2FD93Del blog de Xabier Pikaza:

El tema del cristianismo (año 2021), no es el Vaticano, ni unos dogmas antiguos, ni un posible escándalo del clero, sino el bautismo. ¿Cómo debería bautizar hoy la Iglesia? ¿Por qué muchos cristianos de origen dejan hoy de bautizarse?

– Algunos echan la culpa a la “gente” (unos padres menos fieles, unas comunidades desengañadas…), pero el tema es la “gente”, sino la Iglesia: si ella es “útero de vida”, lugar de nacimiento y comunión atrayente y transformadora.

– El problema de fondo es si la Iglesia ofrece ofrece y representa actualmente el bautismo de Jesús, ei ella es de verdad un “baptisterio”: Útero de vida, espacio de amor para crecer en vida y perdón, en comunión y fraternidad. ¿Se puede hoy decir que la “casa” principal de la iglesia es el baptisterio?

– La iglesia no es un grupo más entre los grupos de poder económico y cultural, social y religiosa, sino hogar de inmersión y renacimiento personal y social . Por eso, los relatos y fiestas de Navidad culminan en el bautismo de Jesús, signo y principio del renacimiento cristiano.

07.01.2021 | X. Pikaza

El bautismo de Jesús

Bautismo de Jesús, su nuevo nacimiento.

Había nacido ya, como hemos celebrado en Navidad. Pero, en un momento dado, para culminad su nacimiento, Jesús fue a bautizarse, haciéndose discípulo de Juan. Abandonó la familia, dejó el trabajo como tekton y se integró en una poderosa “escuela bautismal”,

Y sucedió entonces que llegó Jesús, de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido (Mc 1, 9-11).

Es difícil trazar suposiciones de tipo psicológico, pero es evidente que, recibiendo el bautismo, Jesús vino a vincularse con los “pecadores” de su pueblo, con su carga de trabajo y/o falta de trabajo, como tekton, artesano galileo (Mc 6,1‒5), en una sociedad que se desintegraba. Venía a bautizarse para asumir el camino de Juan, quizá para “despedirse” del Dios de las promesas fracasadas, como Elías sobre el Horeb (1 Rey 19; cf. cap. 13). Pero el Dios de su fe más profunda, vinculada a su tradición familiar mesiánica, el Dios de sus deseos más hondos, le salió al encuentro tras el agua, en la brisa del Espíritu, para engendrarle en novedad y confiarle su tarea. Aquel fue el momento y lugar de su verdad, su verdadero nacimiento.

Escuchó una voz que decía: ¡Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido!Escuchando esa voz interior, Jesús supo que Dios se le manifestaba como Padre (en su más honda verdad) y le constituía como Hijo, en gesto de nueva creación, de manera que podemos verle desde entonces como un renacido.

Jesús supo así que el principio de la vida humana es la voz del Padre que le instaura (engendra) como ¡Hijo!. Jesús supo así que Dios le llamaba (y le hacía ser) desde el fondo de su entraña, no desde fuera, instituyendo así la nueva identidad cristiana. La primera voz del Cielo (de Dios) no es ya Soy el que soy, Yahvé; (cf. Ex 3, 14 9), sino la afirmación engendradora del que sale de sí y suscita al otro, diciéndole ¡Tú eres!

Un tipo de judaísmo había comenzado su camino desde el Yo Soy de Dios como misterio incognoscible. El evangelio en cambio se fundamenta y expresa en el descubrimiento del Dios que es en sí mismo diciendo Tú Eres. Dios no empieza asegurando su ser, sino dando ser al otro; no es un Yo soy en mí, sino un Yo para y contigo, diciendo Tú eres mi Hijo.

2. Nacer en la Iglesia fraternidad universal (baptisterio de los ortodoxos en Ravenna)

La primera voz del Cielo (de Dios) no es Soy el que soy, Yahvé; (cf. Ex 3, 14 9), sino ¡Tú eres! Nosotros, todos, cada uno de los hombre y mujeres somos el “tú” de Dios; somos porque Dios nos ama, en él nacemos y somos. En el origen de la vida no está un Yo-Soy, planeando por encima de las cosas, ni la voz del hombre angustiado pidiendo la ayuda de Dios o de los dioses, sino la Palabra (Dios) que dice ¡Tú eres mi hijoquerido! (jhjd, agapêtos), y la respuesta del Hijo (Jesús), de cada hombre, que responde: Aquí estoy para ser en ti y con todos los hombres, mis hermanos.

La segunda palabra y experiencia del bautismo es escuchar y decir “nosotros somos”. En esa línea, he querido decir que el primer símbolo de la iglesia es un “baptisterio”, el lugar, el rito en que los hombres y mujeres nacemos a la vida en común. El bautizado en Cristo no es un simple “hijo de Dios”, sino un hermano-amigo de todos los hombres. Se ha discutido sobre las “palabras” del bautismo, pero en sí mismo ése es un tema secundario, pues en el NT hay diversas “fórmulas” bautismales, aunque la mas significativa ha terminado siendo la de Mt 28, 15-20: “En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”. La verdad y realidad del bautismo está en el hecho de que la Iglesia, por medio de Jesús, se atreve a ofrecer a todos los hombres y pueblos un “hogar” de vida en fraternidad y justicia, en solidaridad y igualdad y justicia de amor.

Al asumir como propio el bautismo (signo fundante) de Jesús la iglesia ha ratificado su opción fundante, definiéndose a sí misma como pueblo mesiánico universal, por gracia de Dios, por inmersión creyente de sus miembros. No sabemos quién fue el primero en impartir/celebrar el bautismo entre los seguidores de Jesús, quizá Pedro (cf. Hech 3, 38). Tampoco sabemos si al principio entraban todos y siempre en el agua física o bastaba el “bautismo en el Espíritu”, como renovación interior, en el aire de la Palabra/Respiración de Dios (cf. Gen 2, 7; Mt 12, 28). Lo que sabemos es que los cristianos se definen como “bautizados”, hombres y mujeres que nacen por Jesús a la vida “compartida”, en una iglesia o comunión de fraternidad. Leer más…

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Bautismo de Jesús. Domingo después del 6 de enero.

Domingo, 10 de enero de 2021
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icono-bautismo-de-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Aunque se incluye dentro del Tiempo de Navidad, esta fiesta significa el comienzo de la actividad de Jesús y se centra en el programa que deberá llevar a cabo.

Para entender mejor la relación de las lecturas es preferible alterar el orden. La primera habla del programa encomendado al Siervo de Dios (Jesús).

El evangelio, de cómo se le comunica ese programa en el bautismo. La segunda lectura (Hechos), de cómo lo llevó a cabo.

***

El programa futuro de Jesús (Isaías 42,1-4.6-7)

              

Esto dice el Señor:

Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, en quien me complazco.
He puesto mi espíritu sobre él,
manifestará la justicia a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
La mecha vacilante no la apagará.

Manifestará la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará,
hasta implantar la justicia en el país.

En su ley esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia,
te cogí de la mano, te formé
e hice de ti alianza de un pueblo,
y luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la cárcel,
de la prisión a los que habitan en tiniebla.

Como introducción al programa, se insiste en que el protagonista no lo llevará a cabo por sus propias fuerzas. Cuenta con la ayuda de Dios, que lo sostiene, se complace en él y le concede su espíritu.

El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar la mecha vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

La comunicación del programa en el bautismo (Marcos 1,7-11)

¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. El relato de Marcos, el más antiguo, cuenta el bautismo con muy pocas palabras. Y ni siquiera se centra en el bautismo, sino en lo que ocurre inmediatamente después de él.

En aquel tiempo, proclamaba Juan:

̶ Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos:

̶ Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.

Marcos destaca dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad.

La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Marcos quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento. En este sentido, es importante advertir que la vida pública de Jesús comienza con el testimonio de la voz del cielo («Tú eres mi hijo amado, mi predilecto») y se cierra con el testimonio del centurión junto a la cruz: «Realmente, este hombre era hijo de Dios» (Mc 15,39).

El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la vida, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos 10,34-38)

En el discurso ante el centurión Cornelio y su familia, Pedro recuerda los momentos iniciales de la proclamación del evangelio y resume la actuación de Jesús con tres rasgos esenciales: ungido con el Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando, Dios estaba con él. No se puede decir más con menos palabras.

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

– Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

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Domingo del Bautismo del Señor.10 de enero, 2021

Domingo, 10 de enero de 2021
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Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán”.

(Mc 1, 7-11)

El Niño que estaba ayer en pañales y recibía la visita de los Magos es hoy el que se pone a la fila de los pecadores como uno más. El Dios desconcertante. El Dios que aparece donde menos le iríamos a buscar (¡en un establo!) y se escapa de todos nuestros templos y palacios.

Ese es el Dios que nos muestra Jesús. El Dios que rompe nuestros esquemas. Nosotros querríamos que se manifestara con su fuerza. Le invocamos como Dios Omnipotente, Señor de los Ejércitos, pero él viene a que le bauticemos.

Se pone en la fila sin anticipos ni privilegios. Como uno más, como el más corriente. Sin escolta, sin anunciar su llegada, sin tratos especiales.

Pero, ¿no te das cuenta, Dios Omnipotente, Señor del Cielo y de la Tierra, que así no impresionas a nadie? Déjate asesorar por nosotros. Te falta “marketing”, te falta “puesta en escena”. Hay que cuidar la imagen y medir las palabras. También sería bueno que elijas mejor a las personas con las que te rodeas. Busca a personas influyentes. Rodéate de gente con buena imagen…

¡No hay quien pueda Contigo! Sigues tercamente empeñado en ir por tus caminos y hacer las cosas a tu manera. ¿Qué esconden la vulnerabilidad y la pobreza? ¿Por qué vienes a que te bauticemos en lugar de bautizarnos tú a nosotros? ¿Qué haces tú en la fila de los pecadores?

Así es nuestro Dios encarnado en Jesús. Viene a “necesitarnos”. Primero en la fragilidad de un recién nacido. Ahora como uno más que desea ser bautizado. Vienes a necesitarnos, nosotros querríamos que vinieras a solucionarnos la vida.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a descubrirte allí donde tú quieras manifestarte. En la cola del autobús, entre quienes cruzan la calle o jugando con los niños del parque. Que como Juan Bautista sepamos reconocerte allí donde hayas querido manifestarte.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús nace del agua y del Espíritu.

Domingo, 10 de enero de 2021
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bautismo-jesusMc 1, 6-11

Estamos en el primer domingo del “tiempo ordinario”, pero no se trata de un cambio radical en la liturgia. Celebramos hoy una de las tres manifestaciones de Jesús que estuvieron durante los primeros siglos integradas en la fiesta de la Epifanía. Las dos lecturas nos preparan para entender el evangelio. Para Marcos, es el comienzo. El relato es la clave para comprender todo su evangelio. Hay pocas dudas sobre la historicidad del hecho. Lo narran los tres sinópticos, y Jn, más contundente, lo da por supuesto.

El bautismo de Jesús es el primer dato que se puede constatar históricamente por fuentes extra bíblicas. Es un relato que ningún cristiano se hubiera atrevido a inventar, porque compromete el altísimo concepto que tuvieron de su maestro. Si no hubieran creído en su importancia, seguramente se les hubiera olvidado. De ahí también la necesidad de dejar clara, en todos los relatos, la diferencia entre Jesús y Juan.

El mensaje teológico que se quiere trasmitir con el relato del bautismo de Jesús es de los más importantes de todo el NT. No fue un acto de humildad ni una comedia ante los demás, sino una actitud de búsqueda de su identidad. Resume toda su vida. Para aceptar este punto de vista, tenemos que admitir que fue verdadero hombre. Esto no es tan fácil, a pesar de que un concilio lo definió como dogma de fe. Un hombre al que hicieron tantas “judiadas” y murió como murió, tiene que obligarnos a aceptar que fue un hombre.

Los humanos no podemos aceptar racionalmente que una realidad sea, a la vez, dos cosas contradictorias entre sí. Desde nuestra racionalidad, no podemos pensar en un ser que es a al vez hombre y Dios, porque tenemos una idea equivocada de lo que es Dios. Como no podemos pensar en una bola de billar que sea a la vez, blanca y negra. El listo de turno nos puede decir que podemos poner la mitad de pigmento blanco y la mitad negro; pero entonces resultaría una bola gris… Esto es lo que hemos hecho con Jesús.

A través de la historia del cristianismo, nos hemos visto “obligados” a pensar a Jesús como hombre, olvidándonos de lo divino o pensarlo como Dios, olvidándonos de lo humano. En una palabra, parece que no podemos hacer cristología sin caer en la herejía. Lo mismo que no podemos hacer teología sin hacernos un ídolo. Tenemos dos salidas: a) repetir las formulaciones, aceptándolas sin entender ni palabra. b) aparcar la razón y buscar la vivencia para superara la contradicción: Lo divino y lo humano ni se mezclan ni se excluyen. En Jesús está la plenitud de la humanidad y la plenitud de la divinidad.

Si aceptamos que Jesús es un ser humano, tendremos que admitir una trayectoria humana como sucede en cualquier hombre. No fue un extraterrestre, sino que tuvo que desarrollarse hasta alcanzar su plenitud. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que sería para Jesús descubrir a Juan Bautista. Hacía cientos de años que no aparecían profetas en Israel; es natural que se sintiera atraído por esta figura y que intentara aprender de él. El hecho de que se bautizara nos lleva mucho más allá de un encuentro fortuito. Jesús aceptó la predicación de Juan y se comprome­tió con ella.

Lo importante no es que narren lo que pasó, sino el cómo nos lo dicen para que descubramos el sentido espiritual del relato. La liturgia de hoy lo pone bien de manifiesto. Las tres lecturas nos hablan del Espíritu. El evangelio, para hablar del Espíritu, tiene que emplear una imagen sensible: “como una paloma”. No significa que vio una paloma que bajaba sobre él, como normalmente se entiende y reflejan pinturas que representan la escena. Oseas 8,1, dice: Como un águila cae el mal sobre la casa de Israel… Quiere decir que el Espíritu cayó sobre Jesús como un ave se lanza “en picado” desde lo alto. Recordemos que en la Biblia se dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas.

El Espíritu transforma interiormente a Jesús, y le capacita para llevar a cabo la difícil tarea que le esperaba. En el AT se ungía al rey para que el Espíritu lo capacitara para su misión. Nos están hablando del nuevo nacimiento “del agua y del Espíritu”. Lo que Jesús pide más tarde a Nicodemo lo vivió primero él mismo. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. No se puede concebir a Jesús sin el Espíritu… Porque nacer de la carne es menos importante que nacer del Espíritu, lo que estamos celebrando hoy es más importante que lo que acabamos de celebrar el día de Navidad.

No debemos caer en la tentación de pensar en fenómenos aparatosos. La manera de narrar el hecho puede ser una trampa. Ni Espíritu visible, ni voz audible, ni cielo rasgado. Todos estos fenómenos no son más que imágenes para comunicarnos verdades teológicas que nos lleven a la comprensión de Jesús. El Espíritu actúa siempre de la misma manera, silenciosamente, desde dentro, sin ruidos, sin aspavientos, sin violentar la naturaleza porque actúa siempre de acuerdo con ella. “No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha humeante no la apagará”. (Isaías)

Aunque no tenemos datos suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación que desbordó todo lo conocido. Se atreve a llamarle “Abba” (papá); cosa inusitada en su época. Hace su voluntad: Le escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experien­cia de Dios. El único objetivo de su misión fue que nosotros lleguemos a esa misma experiencia. Toda esa relación de Jesús con Dios era con un Dios que es Espíritu. En el diálogo con la Samaritana lo dejó claro. Dios es Espíritu…

Tú eres mi Hijo amado. La experiencia de ser amado es la base del verdadero amor. La comunicación de Jesús con su “Abba” fue a través de su ser profundo. Solo a través de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lucas, dice: “y mientras oraba…” El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de hombre. Dios como creador está en la base de todo ser, constituyéndolo en ser. Yo soy yo, porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está dando Él. Mi verdadero ser, es el mismo ser de Dios. Una cosa me diferencia de Dios: mis limitaciones.

El cielo rasgado recuerda unas palabras de Is: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”. El cielo se había cerrado. Hacía siglos que Dios no se dejaba oír a través de sus profetas; ahora se abre. La comunicación entre el cielo y la tierra queda abierta para siempre por medio de este ser humano que se siente identificado con Dios. Marcos está transmitiendo el descubrimiento de la vocación de Jesús y su conciencia de enviado del Padre.

Pedro nos ofrece el modelo: Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él. Dios también está contigo, solo falta que tú respondas como respondió él. La más importante tarea de tu vida es desplegar tus posibilidades de ser. Si despliegas solamente tus posibilidades biológicas, habrás desarrollado solo una parte de ti. Eres también Espíritu y si quieres alcanzar tu plenitud, tienes que desplegar el Espíritu.

Meditación

El Espíritu no tiene que venir de ninguna parte.
Ya estaba en él desde siempre,
como está en cada uno de nosotros.
Descubrir esa presencia es nacer del Espíritu.
Lo que nació de la carne, seguirá siendo carne.
Una vez nacido del Espíritu, la carne significará muy poco.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Hijos queridos.

Domingo, 10 de enero de 2021
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3edadesEl límite de amar es amar sin medida (San Bernardo)

7 de enero.  Bautismo del Señor

Mc 1, 7-11

Tú eres mi hijo querido, mi predilecto

Uno de los personajes de la obra del Conde Lev Nikoláievich Tolstoi (1828-1910) -un estudiante-, le agradece cuanto ha hecho con ellos: “¿Quién, si no usted, nos ha enseñado, a ver la injusticia del reparto de todos los bienes humanos? Sólo usted con sus libros, ha emancipado nuestros corazones de un Estado, de una Iglesia y de un gobernante que protege la iniquidad que se comete contra los hombres, en lugar de amparar a la humanidad. Usted, y sólo usted, nos ha movido a dedicar toda nuestra vida a que ese falso orden sea definitivamente destruido”. Enseñanzas que todos los hijos queridos del Espíritu esperan recibir de él.

Gustav Klimt (1862-1918) nos muestra en una de sus geniales obras: Las tres edades de la mujer, en óleo sobre lienzo (Galleria Nationale d’Arte Moderna, Roma), el valor y transcendencia del amor a los hijosCristophe André, nos hace este análisis de la obra del pintor simbolista austríaco en su libro El arte de la felicidad“Observen el dedo meñique del niño, un poco separado como para captar mejor la dulzura tibia de la piel materna. La cabeza encajada en el hombro, para formar mejor un cuerpo con su madre. Obsérvese cómo la madre protege. Seguro que no le resulta demasiado cómoda, pero de ese modo ofrece una protección a su hijo, al que estrecha con un brazo grácil. Le alimenta de amor, corazón contra corazón, y también le transmite algo más, cabeza contra cabeza: ese niño es su pasado y su futuro.

Su pasado y su futuro para ella y para nosotros, garantizado por la generosa acogida que, en este caso hace el Padre, de todos sus queridos hijos, recordando las palabras de Mateo en 25, 34 con las que el Rey nos invita a heredar el reino que nos tiene preparado desde la fundación del mundo. Un “Venid benditos de mi Padre” al que el cineasta italiano Franco Zeffirelli puso música en su Película Jesús de Nazareth.

Heredad suficiente para colmar todas nuestras pretensiones, como nos pone de manifiesto el poeta y derviche sufí místico turco Yunus Emre (1240-1320) en el poema que este domingo ponemos como texto. Un paraíso, unos palacios y jardines para gozar del amor en esta vida y en la otra. En ellos, como dijo San Bernardo (1090-1153) fundador del Císter: El límite de amar es amar sin medida”. Otro místico, que soñaba con el amor y la entrega a los demás. Ya en el lecho de muerte, pronunció este memorable testimonio de donación a los demás: “Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca”

Todo lo cual nos lleva a la vivificante conclusión de que el “Tu eres mi hijo querido, mi predilecto” del evangelio de este domingo, también es para nosotros. Y lo es, porque como cantaba La Coral Divertimento de Hoyo de Manzanares el pasado 16 de diciembre en nuestra iglesia de Parquelagos entonando un clásico villancico alemán, Stille Nacht, es un lucero que con su resplandor nos hace ser como Jesús, hijos de Dios: Noche de paz, / noche de amor. / Todo duerme en derredor; / sobre el santo niño Jesús. / Una estrella esparce su luz, / brilla sobre el Rey”.

En el Evangelio de Juan (1, 1-14) podemos disfrutar de la mejor definición de la expresión “Hijos queridos”, con la que hemos titulado nuestra colaboración de esta semana. El visionario de Patmos identifica nuestra filiación divina con la Palabra, que existía desde el principio, que era Dios y que nos hace dioses.

 TÚ ERES TODO LO QUE NECESITO

Tu amor me sacó de mí. Tú eres todo lo que necesito.
Ardiendo estoy día y noche. Tú eres todo lo que necesito.
Ni me contentan las riquezas, ni me asusta la pobreza.
Me basta con tu amor. Tú eres todo lo que necesito.

Tu amor disipa otros amores; los sumerge
en el mar del amor. Tú eres todo lo que necesito.
Tu presencia todo lo llena.
Tú eres todo lo que necesito.
He de beber el vino de tu amor, amarte como loco en el dolor.
Tú eres mi preocupación. Tú eres todo lo que necesito.
Eso que llaman paraíso, unos palacios, unos jardines,
a quien los quiera, dáselos. Tú eres todo lo que necesito.

Aunque tengas que matarme y dar al viento mis cenizas,
mi tierra seguirá diciendo: Tú eres todo lo que necesito.
Yunus, Yunus es mi nombre. Mi amor crece cada día.
En este mundo y en el otro, Tú eres todo lo que necesito.

Yunus Emre

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El otro nacimiento.

Domingo, 10 de enero de 2021
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10_Bautismo_BMc 1, 7-11

10 de enero de 2021

Con la fiesta del Bautismo de Jesús termina el tiempo litúrgico de la Navidad. Ahora comenzaremos a recordar el tiempo de la vida pública de Jesús, una visibilidad que ya no pone en escena relatos para demostrar su origen, en la línea de otros líderes importantes, sino el sentido de su existencia y la novedad que supuso su movimiento como principio de la nueva era cristiana.

El evangelio de Marcos parece tener prisa en revelar quién es Jesús y su lugar en la historia humana. Merece la pena que recordemos el comienzo del evangelio, apenas unos versículos anteriores al relato de este Domingo. Marcos comienza definiendo directamente a Jesús como Hijo de Dios. Omite los relatos de la infancia, omite genealogías; prefiere ir a lo esencial de manera parca y concisa. No parece ser una percepción suya, sino que, a modo de revelación, pone en palabras de Dios esta identidad: “Hijo de Dios”. Es el nuevo nacimiento de Jesús al que todos estamos llamados a despertar.

Juan se convierte en una breve alusión al Antiguo Testamento pero que se irá diluyendo hasta que, de una manera brusca, aparece Jesús con todo el protagonismo, generando un giro copernicano en la visión de Dios y del ser humano.  El Bautista nos pone en antecedentes; ahora, el bautismo, es decir la inmersión en la divinidad será a través del Espíritu. Revela así, que el Dios cristiano va a permanecer de una manera trascendente y actuante en la humanidad. Este bautismo “con el Espíritu Santo”, supone la presencia permanente de la potencia-luz divina que se va a convertir en el dinamismo que marcará los pasos de Jesús. De hecho, los siguientes versículos al texto que nos ocupa, ya es el Espíritu quien le conduce al desierto para discernir lúcidamente esta teofanía o experiencia reveladora, para diferenciar y conocer la voz del Dios con respecto a otras voces igualmente mesiánicas.

“Detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo” nos pone de manifiesto la fuerza del liderazgo de Jesús y la claridad de su mensaje: no viene a reformar nada, a liberar de pagar impuestos, a echar a los poderes políticos y religiosos, aunque los cuestione duramente, sino a revelarnos nuestra verdadera identidad y la identidad de Dios. Jesús se presenta como prototipo de una nueva humanidad.

Dice el texto que “en cuanto salió del agua…”, es decir, pasado ya el tiempo del bautismo de purificación, se rasgan los cielos y desciende el Espíritu; el nuevo bautismo ya no es un ritual que requiere formas externas, sino que es un despertar a la verdadera esencia humana en conexión con la Divinidad. Fue Jesús quien vio los cielos abiertos, no describe algo que todos pudieran ver, sino que se trata de una experiencia interior que nos indica que “lo divino-el cielo” no está cerrado, que hay un punto de apertura y comunicación entre el cielo y la tierra. La divinidad irrumpe para darnos a conocer nuestra pertenencia original; hay un nacer de nuevo cuyos referentes ya no son los lazos de sangre, de familia humana; el nuevo nacimiento pasa por hacer pie en esta realidad que ya no se define por el tiempo, el espacio, el límite, sino en una nueva conciencia de ser Hij@s de Dios.

Esta nueva realidad revelada tiene unas consecuencias éticas de máximo nivel humano. Ser hijs@s, en plural, supone tener herman@s, en plural, en una relación simétrica que conduce a un reconocimiento de una dignidad que nos iguala. Toda la vida de Jesús es una puesta en escena de estos nuevos vínculos que implican inclusión y mesa compartida, respeto, tolerancia, libertad y profundidad. La situación que estamos viviendo no puede ser sostenida ni superada por personas líquidas que viven en un exceso de emociones, impulsos y reacciones que no tienen suelo. Hemos de dejar bautizarnos por la potencia del Espíritu que nos vigoriza y nos permite afrontar la noche desde la fuerza de la LUZ que tod@s llevamos dentro.

¡¡FELIZ DOMINGO!!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Hijos amados, hijas amadas, siempre

Domingo, 10 de enero de 2021
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Cataratas-Havasu.6Fiesta del Bautismo de Jesús

10 enero 2021

Mc 1, 7-11

En aquel tiempo proclamaba Juan: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, mi predilecto”.

HIJOS AMADOS, HIJAS AMADAS, SIEMPRE

  En su brevedad, el relato que hace Marcos del bautismo de Jesús se halla repleto de símbolos elocuentes, que buscan presentar la identidad de Jesús como “el Hijo amado de Dios”.

  El cielo que se rasga simboliza la comunicación que se restablece entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad; la paloma parece significar el “aleteo” del Espíritu suave y fuerte, a la vez; la voz del cielo expresa el contenido último de todo el pasaje.

  Para la fe de aquella comunidad, es en Jesús, y gracias a él, donde todo eso ocurre: en él, cielo y tierra quedan unificados, y establecida de manera definitiva la comunión de Dios con la humanidad.

  Una lectura espiritual del texto ve al “Hijo amado” como metáfora que habla de todos nosotros. El término “hijo” contiene, al menos, dos significados inseparables: por un lado, el hijo es el que está naciendo del padre; por otro, es de su misma sangre. ¿Qué significa eso para nuestra comprensión?

 Somos de la misma “sangre” que el Fondo del que surgimos. Más aún, en nuestra identidad profunda, somos ese Fondo innombrable, al que nos referimos con términos como Vida, Consciencia, Ser, Dios, Padre… Y, a la vez, somos una forma concreta –una persona– en la que aquel Fondo se despliega, en cierto modo una “criatura”.

 La metáfora del “Hijo amado” –así, con mayúscula– viene a decirnos que somos uno con el “Padre” –que nuestra identidad última es una con todo lo que es– y que nuestro yo particular (“hijo”) –nuestra personalidad– está siendo constantemente “sostenido” por el Fondo que es y somos. Lo que brota de ahí es confianza, gozo y comunión efectiva con todos los seres.

¿Dónde se apoya mi confianza?

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Gracias a Jesús, los cielos están abiertos.

Domingo, 10 de enero de 2021
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196757FB-834D-46A6-A3C2-D70AE5206227Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. 01. relatos de revelación

         Estos relatos: tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración, (Mc 9,2) son relatos de Revelación. Ambos relatos están compuestos con algunos símbolos comunes: el cielo, la nube, la voz que surge, la expresión: éste es mi hijo.

         El Bautismo de Jesús y el de la Transfiguración son la experiencia de fe que tienen aquello primeros discípulos (y cristianos) de que Dios nos habla en la persona de Jesús, es la Palabra: Éste es mi hijo amado, escuchadle.

  1. Rahner decía -definía- al ser humano como aquel que en la historia presta atención a toda palabra que se pronuncia en la historia: palabra cultural, acontecimientos personales y sociales, catástrofes, logros de las ciencias, gestos de bondad y solidaridad y, también a toda posible palabra transcendente: Palabra de Dios.

         No parece constructivo “recortar” el campo de visión del ser humano. El ser humano está abierto a toda posible Palabra que se pronuncie en la historia. No es razonable recortar y desechar ni palabras que se han pronunciado en la historia: filosofía, arte, tradiciones, ni la misma Palabra.

         Parece como si el hombre moderno-postmoderno se levantara por la mañana y creyera que con él comienza la historia, el pensamiento, la cultura.

         La Palabra existía desde el comienzo: escuchadle.

  1. La verdad no se dice, se hace.

El Mesías va en serio en la vida: implanta el derecho y la justicia en la tierra. El Mesías cura: abre los ojos de los ciegos, sana a los enfermos, libera a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas. Eso fue lo que hizo Cristo durante su vida y por eso le llevaron a la cruz, donde consumó su bautismo de sangre.

         Ortodoxia significa recta doctrina. Ahora bien, la verdad no es una teoría ortodoxa, sino que la verdad se hace: ortopraxis: una práctica recta y correcta. La Teología de la Liberación entendió bien esto cuando decía y vivía que la verdad no es un libro teórico, no son unas afirmaciones doctrinales especulativas, sino que la verdad se hace en la vida, en la historia, sobre todo con los más débiles.

  1. Trabajar humildemente.

         Mucha gente sencilla trabaja humildemente:

  • Por la justicia y el derecho: en muchos ámbitos de la vida. Cuando se ayuda a un trabajador, a un anciano, a un emigrante a resolver sus papeles, posibles injusticias, estamos viviendo liberadoramente, estamos haciendo la verdad.
  • También se pueden ayudar a abrir los ojos a los que estamos ciegos. Un buen médico, un buen maestro, los padres abren caminos y luces.
  • También podemos contribuir a liberar a la gente de muchas prisiones ideológicas, morales. Liberar de algunos miedos y angustias físicas, psicológicas.
  1. Bautizado jesús, se rasgaron los cielos.

         El cielo era el “lugar” de Dios, pero estaba cerrado a los seres humanos. Con JesuCristo se abren los cielos, se inicia la vuelta a la casa y “lugar” del Padre; su casa está abierta definitivamente para la humanidad. De hecho Dios nunca dio un portazo a la humanidad.

         Este “rasgarse” es la misma expresión que utiliza el evangelista san Marcos cuando a la hora de la muerte de Jesús dice que el velo del templo se rasgó: la redención “rasga el velo del templo” (Mc 15,38 / Mt 27,51). Las alianzas religiosas de los templos quedan abolidas, rasgadas. Estamos ya en una amistad sellada definitivamente por JesuCristo.

05    El espíritu desciende como una paloma.

         La paloma y el Espíritu nos retrotraen a la primera creación y a la historia de la salvación:

  • El Espíritu de Dios se cernía creativo sobre las aguas iniciales (bautismo), (Gn 1,2).[1]
  • La paloma se cernía sobre las aguaspurificadoras (bautismales) del diluvio (Gn 8).
  • Dios como una paloma potente llevó a su pueblo a las aguas bautismales de la libertad (Mar Rojo / Éxodo). (Ex 194).
  • El Espíritu desciende sobre María para crear vida.
  • Ahora, en Jesús o con Jesús se abren los cielos, desciende ese mismo Espíritu que nos llevará a una nueva vida.
  1. Cargó con nuestros pecados

         Ratzinger, siendo papa Benedicto, hizo una hermosa interpretación de este relato del bautismo de Jesús:

         El que no era ni tenía pecado, cargó con los nuestros a las aguas bautismales del río Jordán, y así nos liberó de nuestra condición de pecadores.

         En cierto sentido, en el bautismo de Jesús, se nos perdonaron a nosotros los pecados y los cielos se abrieron.

  1. Este es mi Hijo amado.

         Los hijos son expresión de sus padres: incluso físicamente, más o menos, se parecen muchas veces a sus padres, a su familia. Cristo también “se parece”, es como su Padre. Los cristianos vemos y experimentamos a Dios en Jesús.

El relato de la transfiguración termina también con esta expresión: Este es mi Hijo amado y añade:escuchadle.  (Mc 9,7).

Respetemos otras culturas, religiones, (no es momento ahora de entrar en esa cuestión). Nuestra traditio es Cristo: escuchemos a Cristo, que es la expresión de la misericordia de Dios Padre

  1. Dos conclusiones.

8.1   Los cielos están siempre abiertos.

El escultor Oteiza decía (dejó escrito) que el arte es la brecha por la que se nos cuela la transcendencia. Podríamos decir que la vida, la cultura, la creatividad constituyen la brecha (se rasgaron los cielos) por donde llegamos, cuando menos intuimos, la transcendencia de Dios o la transcendencia de Dios llega a nosotros.

Una civilización, una Iglesia que no transcienden, se tornan intranscendentes, y, quizás, comienza a ser nuestro caso. Se quedan con velos en los templos, pero sin cielos. ¿No es intranscendente gran parte de los movimientos culturales actuales? Basta con ver la televisión.

Miremos al cielo: la felicidad del presente está en lo que esperamos del futuro.

El cielo es la meta de nuestra esperanza. El ser humano es esperante por naturaleza. Dirijamos nuestra mirada, nuestra esperanza hasta el cielo, no nos quedemos cortos.

8.2   el pábilo vacilante no lo apagará

         El pábilo es la mecha de la vela. Es algo muy débil, apenas parpadea e ilumina un poco. El Mesías ni apaga la poca luz que tenemos, ni elimina al débil, al sencillo. La sociedad funciona por potencia, eficacia y rentabilidad. Lo que no es eficaz o valioso, se pisa, se elimina: niños, ancianos, enfermos, otras razas.

¡Cuántos atropellos jurídicos se cometen con los desheredados! No tienen defensa, no tienen fuerza y son expropiados, explotados: nos llevamos sus maderas, sus minerales.  ¡Cuántos pobres niños, que apenas han estrenado la vida, mueren de hambre, de paludismo o de una bomba en algún país de Oriente Medio! El Mesías, el cristiano no va pisando por la vida. No apaguemos la luz, no pisemos a los pobres.

Este es el Hijo amado, escuchadle

O

[1] Lo mismo que el Espíritu “se cernía” sobre María.

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Nuestro principio de unidad es el Espíritu

Miércoles, 10 de junio de 2020
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando”

“También entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad. La tentación está siempre en querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros. Pero esta es una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos. Sin embargo, hay mucho más que eso: nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios. El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas.

Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derechas y de izquierdas, con estas ideologías o con otras; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios. La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico“.

*

Francisco

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“Abrirnos al misterio de Dios”. 07 de junio de 2020. Santísima Trinidad (A.) Juan 3, 16-18.

Domingo, 7 de junio de 2020
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24.the_trinity-blanchard-lowresA lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las Personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.

Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinitas. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.

Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama «reino de Dios», e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos, empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí». Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen «cumplir la voluntad del Padre». Esta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta el Padre y a su Hijo Jesús: «Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y así seréis mis testigos». Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad Santa.

José Antonio Pagola

 

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“Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él”. Domingo 07 de junio de 2020. Santísima Trinidad.

Domingo, 7 de junio de 2020
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32-TrinidadA cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 34,4b-6.8-9: Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Interleccional:
Daniel 3. A ti gloria y alabanza por los siglos.
2Corintios 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
Juan 3,16-18: Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él

La Biblia nos revela en una palabra quien es Dios: Dios es amor (1 Jn 4,8). Amor personal (porque te ama a ti, como si sólo a ti amase) amor total (sin medida, porque la medida del amor es dar sin medida), amor sacrificado (oblativo, entregado y paciente), amor universal (inclusivo, no excluyente), amor preferencial (se inclina más hacia el débil). Las lecturas de hoy nos revelan el perfil, el rostro o la fisonomía de Dios. La lectura del Éxodo lo revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6); y esto inmediatamente después del episodio de adoración al becerro de oro (Ex 32). Como queriendo contrastar la infidelidad del Pueblo y la fidelidad de Dios.

Pablo, en la segunda lectura nos desvela el misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, mediante el saludo trinitario a la asamblea: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes” 2 Cor 13, 13.

Finalmente el evangelio de hoy, tomado de San Juan, es uno de esos textos cumbres de la literatura bíblica que revelan una luz especial: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16).

Éstos serían como los versículos fundamentales para nuestra fiesta. En primer lugar el Dios de Israel y de Jesús, es un Dios inserto en la historia. El antiguo y nuevo Pueblo de Dios no llegaron a la experiencia de Dios, ni por la naturaleza (religiones naturalistas, tendentes a divinizar la creación), ni por la filosofía (la elucubración de los filósofos, que a través de las causas segundas, llegaron a una primera causa: Dios), sino por la historia. De ahí que el credo de Israel y el de la Iglesia se definan como credos históricos. Imposible proclamar a este Dios, dejando de lado los grandes acontecimientos salvíficos: que “nació de María, la virgen, que padeció bajo Poncio Pilatos, que fue crucificado, muerto y sepultado”, etc., son datos históricos puntuales. Dejar de lado la historia, sería desencarnar la fe, privarla de su sacramentalidad histórica. Un Dios desentendido de la historia no sería el Dios de los cristianos. En segundo lugar, en esta historia llena de luces y de sombras, pero guiada de la mano de Yahveh, se va dando un avance; lo que los teólogos han llamado “la revelación progresiva”. Cuando éramos niños tuvimos una experiencia de Dios que fue madurando poco a poco hasta hacernos adultos… Se trata de un principio de la pedagogía divina. El misterio de Dios uno y trino es fruto de esta experiencia de revelación progresiva en la historia. Revelación cumbre, expresión de maduración: Dios no es un ser aislado, desentendido de las realidades temporales, solitario. Es un Dios comunitario, familia, sociedad, fraternidad, etc. Por eso como dijimos al principio; la cumbre de toda la revelación bíblica es ésta: Dios es amor. Y el amor nunca es soledad, aislamiento, sino comunión, cercanía, diálogo, alianza.

La naturaleza misma de Dios es todo un proyecto de vida que revela la naturaleza misma del alma humana, creada a imagen y semejanza de Dios. De este modo podemos entender cómo la misma humanidad siente esa necesidad de alianza, aun en medio de la pluralidad. Vivimos en una casa común, somos una familia (humana), tenemos las mismas necesidades, los mismos problemas. Dios en esta hora de la historia habla a través de esos signos de un mundo en búsqueda.

En tercer lugar no hay que estar rompiéndose la cabeza para intentar comprender (desde nuestra lógica natural) un misterio que nos es dado por revelación, y que sólo puede ser aceptado plenamente por la fe. A Dios nadie lo ha visto jamás, sólo el Hijo que estaba en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18). La fe ciertamente que pasa del oído a la mente, de la mente al corazón, y del corazón a la vida. No se trata de un proceso meramente racional. Pues la razón se entiende necesitada de la razonabilidad de la fe, al reconocerse humilde ante el misterio de Dios. En efecto Dios revela estas cosas a la gente sencilla, y las esconde a los sabios de este mundo. Esta es la lógica y la sabiduría de nuestro Dios, muy distinta y muy distante de la lógica natural, marcada por los egoísmos humanos. Dios entra más fácilmente en le corazón del niño que en el del adulto, en el corazón del humilde que en el del soberbio, en el corazón del débil que en el del fuerte.

Estamos ante el más grande misterio, que ni ojo vio, ni oído escuchó… Acerquémonos a Dios con Adoración (El Padre)… dispuestos a asumir su proyecto de fraternidad (El Hijo)… con toda la profundidad de nuestro ser (El Espíritu Santo). Leer más…

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7.6. 2020.Año de Biblia y Trinidad: Gracia de Cristo, Amor de Dios, Comunión del Espíritu, 2 Cor 13

Domingo, 7 de junio de 2020
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C990A918-E22C-4F5A-9EB7-783D5D9896AEDel blog de Xabier Pikaza:

| X Pikaza

El papa Francisco ha querido que el  2020 sea Año de la Biblia, pero entre pandemias y otros temas lo estamos olvidando. Pero hoy 7.6.20, día de la Trinidad, quiero recordar que el tema central de la Biblia Cristiana es la revelación del Dios , Padre‒Hijo‒Espíritu Santo, escribiendo con esta ocasión un trabajo de fondo sobre la hermenéutica o interpretación trinitaria de la Biblia.

Este trabajo es una continuación del que publiqué ayer, sobre la Trinidad de Ratzinger,en diálogo con Franz Sabotta, amigo SJ, colega de Ratzinger que murió sin haber culminado su carrera teológica… Yo, en cambio, tuve la suerte de seguir por un tiempo:

‒ El año 1973 (a los cinco años de mi conversación con F. Sobotta) fui nombrado profesor de Teodicea y Trinidad en la Pontificia de Salamanca.

‒ Pero el 1984 me negaron el nihil obstat, aplicando la doctrina Ratzinger, por seguir la Biblia y no un tipo de dogmática escolar sobre la Trinidad (encarnación, humanidad de Dios…)

‒ Pude volver a la Universidad el 1989, pero con el veto de enseñar Dogmática (es decir, teología trinitaria), pero seguí con ello en estudios y publicaciones.

79051C13-D8D5-46CA-BBFF-9CA077B648BAA pesar de eso, me ha ido bien… y hoy, día de la Trinidad en el Año de la Biblia, quiero rehacer un trabajo sobre Trinidad y Biblia, publicado en  Iglesia Viva 167 (1993)  373-390 (on line: https://iviva.org/revistas/167/167-03%20PIKAZA.pdf ). Siga leyendo quien quiera ver la forma en que vinculo Trinidad y Biblia.

    Dedico este trabajo a M. Ofilada, columnista de RD, experto y maestro en Trinidad. Buena fiesta de la Trinidad para todos los amigos trinitarios y a los alumnos que quizá recuerden alguna de mis clases sobre la Trinidad, con mis amigos trinitarios y todos los que celebran la fiesta del Dios Trinidad

  1. HERMENÉUTICA TRINITARIA DE LA BIBLIA

 La confesión trinitaria de Dios constituye quizá la mejor y más profunda hermenéutica teológica cristiana de la Biblia. Dios mismo aparece así como principio unificante o personaje central de la Escritura, no sólo en perspectiva arqueológica (estudio del pasado) sino también en clave de lectura moderna de los textos. Se trata de una hermenéutica teológica, es decir, propia de un creyente cristiano que interpreta y actualiza los textos de la Biblia a partir de su confesión creyente: el Dios del AT se desvela de esa forma como Padre que se manifiesta totalmente en Jesús, su Hijo (NT), en camino que se encuentra abierto hacia los hombres (en la iglesia) por medio del Espíritu Santo.

73F14842-BEC8-4A1C-9BEC-75275A2837F6Esta hermenéutica trinitaria ofrece sentido y unidad a la Escritura, en un camino (unos caminos) de gran densidad cultural que ahora esbozaremos de una forma, al mismo tiempo, tanteante y sistemática. Distinguimos cinco esquemas principales, que se encuentran más desarrollados en los libros de la bibliografía citada aI final del artículo (especialmente en el mío, el de Hill y el de Milano). Lectura de la Biblia como texto del pasado y trasfondo cultural de nuestro tiempo se implican y fecundan en estos caminos que ahora ofrecemos.

Conforme a una visión tradicional, popularizada y sistematizada por Hegel, el ser de Dios consiste en revelarse. En esa perspectiva han de entenderse las grandes religiones de la historia: son formas de captar y explicitar la revelación de lo divino. Por eso, en un sentido extenso, puede hablarse de una Trinidad revelatoria que consta de tres rasgos o momentos que se pueden condensar de esta manera:

  1. a) Hay un Revelante (Revelador), es decir, un ser primigenio o fundante que se manifiesta a sí mismo, en gesto de generosidad o donación. En el principio no está el puro vacío, ni el enigma insoluble, ni la confusión general; en el principio hallamos siempre a Aquél (aquello) que se abre y manifiesta.
  2. b) Hay un Mediador o mediación, es decir, unos signos de presencia o manifestación de 1o divino. Toda nuestra forma de experiencia es “simbólica” en eI sentido radical del término: el Revelante (a quien nunca vemos por sí mismo) se vuelve “palabra” para nosotros.
  3. c) Hay una Realidad sagrada que viene a explicitarse como expresión o resultado de la presencia divina. A través de su “palabra” o mediación, el Revelante original (o Dios) se vuelve presente en medio de nosotros, que somos la expresión y presencia del Espíritu divino.

Estos tres elementos de la Trinidad o tríada revelatoria pertenecen a la misma estructura de la realidad interpretada como proceso de comunicación: somos personas o existimos porque hay alguien que “nos habla” desde el mismo fondo de la realidad, en llamada o palabra que nos constituye como humanos. De esa forma lo ha entendido la Escritura judeocristiana, en proceso de impresionante fidelidad cultural y religiosa.

Son muchos los caminos de experiencia que encontramos en la Biblia. Ella es una especie de gran enciclopedia o biblioteca donde se recogen múltiples aspectos de la vida: hay sendas o veredas que parecen ya perdidas para siempre o superadas; hay aspectos culturales que no tienen ya para nosotros ningún tipo de importancia.

Pero en el fondo de esa multiplicidad hallamos una especie de camino central o unificante que nos capacita para orientarnos en el cúmulo de textos; es como la clave hermenéutica o la guía de lectura de la Biblia; Dios se va expresando o revelando entre los hombres a través de unos acontecimientos y personas que se encuentran mutuamente vinculados.

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