Del blog de Xabier Pikaza:
Mc 1, 7-11. El primer evangelio que es Marcos no tiene un relato de Nacimiento de Jesús (como Lucas y Mateo), ni siquiera un discurso sobre el Origen Eterno del Logos de Dios (como Jn 1).
Si sólo hubiera Marcos no podría haberse celebrado la Navidad de Jesús Niño, porque a su juicio el verdadero Nacimiento mesiánico (divino y humano) aconteció más tarde, en el entorno de su experiencia bautismal .(cono seguiré indicando).
El evangelio de Marcos supone que Jesús nació a su “vida mesiánica” siendo ya adulto, al “convertirse” y asumir su propia llamada, por encuentro personal con Dios, tras el bautismo. En esa línea podemos añadir que la vida de cada ser humano no se encuentra “fijada y sellada” en el Primer Nacimiento (del que trataron de formas distintas Lucas y Mateo), sino en el Segundo, vinculado a la vocación y decisión de cada uno.
Esta experiencia nos sitúa ante la verdadera “navidad cristiana”, ante la forma de entender, asumir y promover nuestro “bautismo”, es decir, nuestro Nacimiento Mesiánico.
¿Bautismo de adultos?
Hasta hace poco en los países de tradición cristiana se daba por supuesto que los niños debían bautizarse pronto, poco después de haber nacido, para así se borrara su pecado original. Ahora son muchos los que no bautizan a sus hijos, quizá porque creen que merezca la pena (casi nadie entiende el pecado original, en el sentido antiguo), quizá porque no tienen buena “catequesis” (no saben o sienten lo que implica la pertenencia eclesial), quizá porque piensan que el bautismo implica un Re-Nadimiento de adultos.
El caso es que el bautismo se encuentra en fuerte crisis, que aquí no puedo plantear con detalle (ni mucho menos resolver). Pues buen, en esta situación es bueno “volver a la raíz”, retomar los rasgos principales del bautismo/nacimiento cristiano de Jesús, como podrá ver quien siga leyendo. Buen día del bautismo a todos.
(El texto está tomado básicamente de mi libro: Historia de Jesús).
Si nacemos de Dios ¿para qué bautizarnos?
Dios nos ha sellado con su ADN Personal, que es uno mismo para todos (es divino), y es distinto para cada uno con su nombre y apellido y con propia tarea o vocación, que es como un código de barras que debemos ir desarrollando a lo largo de la vida. Ese es el mensaje de fondo de Jn 1, 12-13 que he comentado al otro día.
Por eso, si nacemos de Dios (y en no en un tipo de estado ontológico de pecado, como a veces se ha dicho), en principio no necesitamos un bautismo o “sello” de pertenencia divina, pues estamos ya acuñados con sello de Dios, por el hecho de haber nacido, siendo cada uno “embajador” y plenipotenciario de ese mismo Dios sobre la tierra. No necesitamos que alguien venga y nos diga desde fuera lo que somos (como sabe 1 Juan).
No nacemos sin más en pecado, ni necesitamos que nos digan desde fuera lo que somos. Pero es bueno que nos lo recuerden, que nos ofrezcan un lugar de convivencia en la Iglesia, para que no olvidemos lo que somos, de manera que el “sello de Dios” se traduzca en la vida y compromiso “creyente” de cada uno, como el Jesús de Mateo, que nació a la vida mesiánica en el (después del) Bautismo.
Es bueno pues que la Iglesia nos bautice y confirme en el nombre de Dios (con Jesús, como a Jesús), para que seamos lo que somos, y así lo sepamos y podamos compartirlo. Éste es el primer “sacramento”, sello o símbolo cristiano, administrado por la Iglesia en cuanto tal, sin necesidad de ministros consagrados especiales (presbíteros u obispos), pues todos los cristianos en su comunidad sacerdotes o ministros del Bautismo.
Una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Cristo (Ef 4, 5), pero no al servicio de la separación (una secta más), sino de la vinculación de todos, pues a todos llama y enriquece Dios para la vida personal y para la experiencia de comunión, por medio del Espíritu de Dios (que es vida), en nombre de Jesús (signo y principio de una humanidad universal).
Este Bautismo de Jesús, que es signo y misión de vida universal (en riqueza interior, en apertura a todos) es la primera de todas las tareas de la Iglesia, como supo Pablo y como ha ratificado Jesús al final del evangelio de Mateo diciendo “Id y haced que todos compartan un mismo camino de humanidad (de discipulado), bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu” (Mt 28, 16-20), no por la fuerza, no por imposición, sino en libertad, por amor mutuo.
El bautismo ratifica por tanto eso que he llamado “el ADN de Dios”, y es principio de identidad de los cristianos, es distinto en cada uno, el mismo para todos. Este Domingo del Bautismo de Jesús nos lleva así de la Navidad (nacimiento de Dios) al nacimiento y vida de cada uno de los que creen en Jesús y forman parte de su comunidad, la Iglesia.
No es necesario el bautismo, como he dicho, por el sello de Dios lo llevamos (somos hijos suyos, con Jesús) por haber nacido. Pero es muy importante, porque expresa y ratifica la identidad mesiánico de los hijos de Dios. Somos hijos de Dios por nacimiento (antes de toda elección), pero somos cristianos de la Iglesia por opción, porque hemos querido bautizarnos (o hemos ratificado el bautismo que nos ofrecieron de niños en nombre de la Iglesia).
Entendido así, el bautismo es un don y una tarea. En general, nuestra Iglesia (y en un sentido extenso la sociedad occidental, que se llama cristiana) está bautizada, pero no ha recorrido el itinerario post-bautismal de Jesús, que hoy quiero presentar, con el evangelio del día, retomando algunos apuntes tomados de mi comentario a Marcos.
Texto: MARCOS 1, 7-11
(Entorno) En aquel tiempo proclamaba Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero el os bautiza con Espíritu Santo.
(Presentación… y Bautismo) Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
(Post-bautismo) Y de pronto, saliendo del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: –Tú eres mi hijo amado, mi predilecto.
1. BAUTISMO. LO QUE JESÚS BUSCABA Y LO QUE HALLÓ
a. Lo que pudo buscar
No sabemos la razón interna por la que Jesús, nazoreo de Galilea, vino donde Juan, profeta del Jordán, pero fue, sin duda, porque aceptó su mensaje y porque tuvo la certeza de que el orden existente en Israel (y, en realidad, en todo el mundo) debía terminar y porque, en su forma actual (pecado general, imposición de la ciudad sobre el campo, de los ricos sobre los pobres, opresión…), este mundo resultaba inviable y no podía mantenerse. Sea como fuere, Jesús se hizo discípulo de Juan, con su terapia de choque, asumiendo un camino de conversión y recibiendo el bautismo, a la espera del juicio inminente (cf. Mt 3, 12 par.).
Jesús recibió sin duda el bautismo de Juan (cf. Mc 1, 9), a pesar del problema que ese dato pudo causar a la iglesia, como muestran las excusas del Bautista en Mateo (3, 14-15) y el hecho de que Lc 3, 21 y Jn 1, 29-34 no lo citen, pues decir que Juan le había bautizado suponía afirmar que dependía de él (que había sido su discípulo). Pues bien, en ese contexto, el evangelio de Marcos (1, 10) afirma que, después de haberse bautizado (¡no en el mismo bautismo!), Jesús recibió su nueva experiencia y llamada que le llevó a separarse del movimiento y escuela de Juan Bautista.
No podemos precisar el tiempo que pasó entre el bautismo (que selló la “conversión” de Jesús, es decir, su compromiso de Reino ) y su nueva experiencia de apertura del cielo, vinculada a la presencia del Espíritu Santo; ni sabemos si fue una experiencia especial y separada, que él tuvo en un único momento, como podría haber sido la de Pablo ante Damasco (cf. Gal 1, 15-17; Hch 9), o si se trató resultado de un proceso más largo de iluminación. Lo cierto es que el evangelio de Marcos (1, 10-11) la interpretó como experiencia de unión del cielo con la tierra y como descenso del Espíritu de Dios que le encargaba una tarea mesiánica de siembra y no de tala, de curación y no de ruina, quizá en la línea de lo que el mismo Juan habría prometido, anunciando la llegada del Más Fuerte: «Yo os he bautizado en agua; él os bautizará en Espíritu Santo» (Mc 1, 8).
Parece seguro que Jesús se sintió vinculado con ese Más Fuerte que iba a llegar, asumiendo su tarea y sintiéndose dispuesto a realizarla. Sólo así se explica el hecho de que, en un momento dato, tras haber sido discípulo de Juan, asumiera (de parte de Dios) una tarea distinta, que no era ya de anuncio y preparación del juicio, sino de siembra del Reino (cf. Mc 4, 3-9). Ésta ha sido la experiencia clave de Jesús que, cuando supone que el juicio de Juan ya se ha cumplido o se está cumpliendo, pero no en forma de condena, sino de nuevo nacimiento . Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Bautismo del Señor, Ciclo B, Espíritu Santo, Evangelio, Iglesia, Navidad cristiana, Tiempo de Navidad
Comentarios recientes