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“Los santos de Teresa”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 1 de noviembre de 2017
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De su blog Juntos Andemos:

Teresa de Jesús tenía, entre los santos, algunas predilecciones. No es que tuviera una idea original sobre lo santo, ella bebía de las fuentes de la fe y entendía que la santidad es la vida en Cristo. De ahí que siempre recordara que había que poner los ojos en Él.

Se sentía unida a la gran nube de testigos pero, entre ellos, algunos le resultaban más próximos. Por eso, le hubiera gustado conocer lo que decía san Serafín de Sarov: que uno de los oficios del Espíritu Santo es trenzar, unir todo lo que es para Dios en el mundo, para darle un gracias inmenso, con las voces de todos los que ponen sus pequeños hilos para la trenza.

Le hubiera gustado, porque vivía consciente de esa comunión que liga a todos los seres humanos, los presentes y los que viven otra vida en Dios. Teresa experimentó algo que Elizabeth A. Johnson formula muy bien: que «existe una comunidad de compañeros íntimamente relacionados en la gracia, que se extiende a lo largo de todo el mundo y que va más allá de la muerte». Esa comunión –dice ella– crea un «parentesco de esperanza».

Con algunos «compañeros de gracia» experimentó ese vínculo en la tierra. Con su «santico», Juan de la Cruz. Con «aquella mi amiga santa», Maridíaz o con fray Pedro de Alcántara del que, aunque alababa su ascetismo, más le conmovía que «con todas esa santidad, era muy afable… y tenía muy lindo entendimiento».

Teresa aborrecía cualquier tipo de pantomima y amaba la autenticidad. Estando en Sevilla, no precisamente pasándolo bien, escribía que estaba contenta porque allí no había «memoria de esa farsa de santidad que había por allá [Castilla], que me deja vivir y andar sin miedo que esa torre de viento había de caer sobre mí».

De ahí que esos compañeros fueran tan valiosos por su veracidad, porque medían su vida con la de Jesús e iban por el camino que Él fue. Pero también porque veía cumplida su intuición: que la santidad y la amabilidad debían ir de la mano. Y esa intuición nacía de una profunda creencia: que la humanidad de Jesús revelaba la santidad del Padre.

Teresa –como Jesús– sabía que nada era despreciable. Entendía que lo que para unos es leve, para otros es muy costoso, y que vivir ligados, trenzando con el Espíritu, es mucho más constructivo. La teóloga Barbara Brown escribía que «por causa de todos los santos, por causa de unos y de otros, y por causa del Dios que nos une a todos podemos hacer mucho más de lo que cualquiera de nosotros ha podido soñar hacer en solitario».

Por eso, vivía fuertemente la unión con otros seguidores de Jesús que habían recorrido antes que ella el camino. Los recuerda por el «gran provecho y aliento [que] nos da su memoria».

Dejando aparte a san José –el hombre que vivió el amor en el anonimato, en pura fe, a la sombra del misterio y rodeado de silencio– que era «el» santo de Teresa, sus predilectos fueron los santos que habían sido grandes pecadores antes de conocer a Jesús, antes de convertirse; le alentaban mucho. Se veía entre ellos, aunque no como ellos.

Al mismo tiempo, admiraba y sentía muy cerca a los santos «que convirtieron muchas almas», porque decía que esa era la inclinación que había en ella: la de servir, la de mostrar lo bueno que es Dios y acompañar, a cuantos pudieran, a los ríos de vida y alegría que manan siempre de Él, que es la fuente de todo.

Teresa veía en los santos vidas imitables, es decir, descubría a través de ellos diferentes caminos para seguir a Jesús; los sentía como aliados en la fe y como una inspiración para vivir las Bienaventuranzas.

Por eso, decía que era contrario al Espíritu creer que es «soberbia tener grandes deseos y querer imitar a los santos». Es posible esa comunión de vida que da alas para todo lo bueno. Y le preocupaba esa dejadez humana que, a veces, es capaz de borrar el bien y perder el norte, porque apreciaba mucho «la labor que el espíritu de los santos pasados dejaron».

Descubría huellas imborrables en los apóstoles, en Agustín, en muchos fundadores y, sobre todo, en María Magdalena, que encabeza la lista de sus queridas «grandes amadoras», como había llamado a Catalina mártir.

Lo que cautivaba de todos ellos a Teresa era el profundo amor a Jesús. Un amor que había cambiado sus vidas, que había reflotado lo mejor de ellos y los había lanzado a una aventura apasionante. Y sentía que era posible apoyarse en esas huellas para crear otras nuevas y seguir iluminando la senda hacia un mundo mejor.

«Amigos fuertes de Dios», eso son los santos. Una comunidad viva donde Dios sigue realizando su obra de amor, a través de todas las épocas y en medio de todos los acontecimientos. Con ellos, Teresa sigue diciendo:

«Dejemos estas cosas que en sí no son, si no es las que nos allegan a este fin que no tiene fin, para más amarle y servirle, pues ha de vivir para siempre jamás, amén, amén. A Dios sean dadas gracias».

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“Más que siete”, por Dolores Aleixandre

Lunes, 28 de agosto de 2017
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363aDe su blog Un grano de mostaza:

De pequeña me aprendí los dones del Espíritu Santo en el catecismo del P.Ripalda y había que repetirlos poniendo delante su número de orden: el primero, don de sabiduría, el segundo don de entendimiento…, y así los siete. Los niños de entonces, como no gastábamos tiempo en aprendernos las letras en inglés de Ariana Grande, teníamos neuronas disponibles para distinguir por ej.a los filisteos de los amalecitas.

Eso era sencillo comparado con llegar a diferenciar el don de la sabiduría del de ciencia o de entendimiento y a mí me parecía que decían lo mismo. Como persistía mi resistencia a distinguirlos, leí de novicia a instancias de la maestra las explicaciones que daban sobre el tema dos pesos pesados de la espiritualidad de entonces, el P.Philipon y Dom Columba Marmion, que solo con pronunciar sus nombres ya te hacías idea de lo sólidos que eran. Como no he progresado mucho en el asunto, ahora me intereso por otros dones más allá de los siete oficiales que reposan sobre personas generalmente ajenas a ello.

Sobre Yusuf, el chico que trabaja en una frutería marroquí de mi barrio con horarios imposibles, descansa con absoluta evidencia el don de la Affabilitas (el latín otorga un plus de respetabilidad): no hay más que mirarle sonreír mientras me pesa los tomates, como si no tuviera nada más atrayente que hacer en esta tarde de sábado.

A mi amiga Pipita que se prepara para el bautismo (Guinea Bissau, tres hijos, 570 € al mes…), le fluye por las manos el don de la Reciprocitas cuando aparece por mi casa trayendo un cuscús al estilo de su tierra.

Hay viñetas de Forges, poemas de Sánchez Rosillo o textos de Galeano que exhalan una Magnanimitas que da anchura al corazón y contagia un modo de contemplar la vida y sus gentes con tanta calidez, ternura y simpatía, que no es difícil reconocer en sus autores el soplo de lo alto.

Una sugerencia para estas vacaciones: dedicarnos a descubrir los dones que aletean sobre las personas que nos vamos encontrando. No es necesario que sean en latín.

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Trinidad, una síntesis teológica (con el retablo de la Cartuja de Burgos)

Miércoles, 14 de junio de 2017
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19030555_807496256094235_6056617337081974537_nSeguimos viviendo en el tiempo de la Trinidad… Del blog de Xabier Pikaza:

La Trinidad (que es fe en Dios Padre, en Jesús y en el Espíritu Santo) constituye, con la encarnación, el misterio cristiano por excelencia.

— No es un dogma entre otros, una verdad que se suma a las restantes verdades de la fe.Es más bien, el dogma, es decir, el presupuesto glorioso en que se fundan todos los restantes elementos de la confesión cristiana. Es la verdad donde se apoyan y reciben su sentido las verdades del símbolo eclesial.

— Es dogma y verdad que pertenece al campo de la fe y, sin embargo, puede presentarse también como compendio de todo saber racional, de todo pensamiento y, sobre todo, de toda práctica cristiana y humana, a favor de las personas (es decir, de todos).

Es el fundamento, siendo al mismo tiempo la meta de toda reflexión, como el compendio donde viene a expresarse el misterio cristiano. Es dogma, siendo, al mismo tiempo, el principio racional que más da que pensar a los creyentes, fuente y reto de toda filosofía.

Así lo mostraremos en las reflexiones que siguen, presentando de forma esquemática algunos de sus elementos primordiales, en perspectiva personalista, a la luz de la imagen clásica de la Trinidad del altar de la Cartuja de Miraflores, en Burgos:

Dentro del óvalo de la divinidad, el Padre y el Espíritu, revestidos de símbolos reales, sostienen a Cristo Crucificado como verdad y compendio del misterio trinitario. El Cristo total, Cristo redentor en su plenitud divina, con el Padre y el Espíritu, eso es la Trinidad

Por encima sobrevuela el pelícano de Dios, la vida misma como entrega hasta la muerte y como nuevo nacimiento en que la muerte se supera. En la parte inferior aparecen, entrando ya en el círculo sagrado, la madre de Jesús y el discípulo querido que son signo y compendio de la iglesia.

El óvalo de Dios es un mandala: el círculo en que el mismo Dios se expresa y se completa. Dios no es una especie de camino abierto al infinito, no es una espiral que se está haciendo y va buscando su verdad mientras avanza hacia lo nuevo. Dios se encuentra completo, realizado. Es el amor que existe por sí mismo, como encuentro de personas que se entregan y se acogen mutuamente, en el gozo de de la vida regalada y compartida.

Pero de Dios sólo se puede hablar en cristiano a través de Jesús. Por eso, para entender la Trinidad debemos dirigir nuestra mirada hacia la historia y cruz de Jesucristo. Eso es lo que hace el retablo que ahora estamos estudiando. Dentro del óvalo de Dios está Jesús crucificado, como Pablo decía:

— Los judíos quieren obras, señales poderosas de aquel Dios que actúa como fuerza creadora sobre el mundo.
— Los griegos han buscado la sabiduría, aquel conocimiento que nos lleva al interior de Dios, hasta la hondura en que la mente encuentra su descanso.

— Por el contrario, los cristianos descubrimos a Dios que es Trinidad en Jesús crucificado, con el Padre y el Espíritu.

(Siga interpretando el gran Mandala Trinitario de Burgos quien quiera, analizando cada escena, con el Padre Sacerdote-Rey, con el Espíritu “mancebo”, signo de toda juventud y amor… Yo ofreceré un esquema de la teología trinitaria, a la luz, a los pies, de ese Cristo Trinitario de Burgos).

I. TRINIDAD CRISTIANA. EL ARRIANISMO Y LA FORMULACIÓN DOGMÁTICA DE NICEA.

En el principio de la formulación cristiana de la Trinidad se encuentra la revelación de Jesús y del Espíritu Santo. El centro de la fe lo constituye una doble afirmación: Dios se ha revelado totalmente por la vida, muerte y pascua de Jesús; Dios está presente por su Espíritu en la Iglesia. Los cristianos saben que Dios Padre, Cristo su Hijo y el Espíritu Santo no pueden separarse, de manera que los tres forman un mismo misterio de gracia y adoración. Eso significa que en un primer momento, la Trinidad es un (el) misterio que abarca la vida total de los cristianos. Es experiencia de absoluta Trascendencia (Dios es Padre originario, nadie puede conocerle plenamente). Es experiencia de absoluta Encarnación histórica (Dios es Jesús, en su vida concreta, en su muerte y en su pascua al servicio de los hombres). Esta es, en fin, una experiencia de total Inmanencia.

Se trata de una experiencia total, no de un cambio que se va realizando poco a poco, no de una pequeña variación en el esquema anterior del /judaísmo. Esta es más bien una mutación absoluta: en un momento dado, iluminados por el recuerdo del Jesús histórico y por la presencia de su Espíritu, los cristianos se han descubierto inmersos dentro de un universo simbólico distinto. Sin quererlo expresamente, sin fundarse en esquemas conceptuales preconcebidos, ellos se han visto obligados a expresar de forma distinta su más honda experiencia. Esto les ha obligado a mantener una fuerte tensión conceptual. No eran filósofos profesionales, pero su misma experiencia les ha obligado a elaborar la más honda teología de los tiempos nuevos, sobre todo en relación con las dos grandes herejías, la del arrianismo y la de aquellos que niegan la divinidad del Espíritu Santo. Aquí nos fijaremos principalmente en la primera.

1. El Arrianismo.

Este ha tenido la grandeza racional de unir dos presupuestos que parecen obvios y profundos, elaborando así una visión judeo-helenista muy coherente del cristianismo. De esa forma ha elaborado una herejía que resulta, al mismo tiempo, racional y piadosa:

a) Conforme al presupuesto racional, tomado del platonismo, el arrianismo piensa que la realidad ha de entenderse en forma escalonada, como un despliegue ontológico que va pasando de lo más perfecto (el Dios trascendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior); como intermediario entre aquel Dios inaccesible y nuestro mundo perdido, se halla el Logos. Nos encontramos lejos de Dios, necesitamos alguien que lo acerque, lo revele. Ese es el Logos, el Cristo, que estando por encima de nosotros, se encuentra sin embargo bajo Dios;

b) Conforme al presupuesto de piedad dicen los arrianos que Jesús ha sido un individuo sumiso y obediente a Dios. Esta es su grandeza y el ejemplo que ha podido ofrecernos. Resulta osadía quererse hacer divino, era soberbia sentarse junto a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado sino humilde servidor del misterio. Por eso le vemos bajo Dios, como servidor, un intermediario que sufre por nosotros y revela en /obediencia el gran misterio. La razón y la piedad se hallaban de parte del arrianismo; por eso, lógicamente, pudo pensarse que un día el imperio romano (helenista) se haría arriano, tanto por política (el emperador necesita fomentar la sumisión), como por piedad (nosotros, con Jesús, somos libres).

2. El concilio de Nicea (325).

Pero la Iglesia tuvo que rechazar esas posturas para mantenerse fiel a su experiencia original, tanto en plano religioso como filosófico. Así lo hizo en el concilio de Nicea (año 325), que sigue siendo la fecha clave del /personalismo dentro de la Iglesia cristiana. Leer más…

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Jesús nos envía al Espíritu… para ser partner en un noviazgo divino

Martes, 13 de junio de 2017
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“Jesús nos envía al Espíritu para que pueda llevarnos a conocer del todo la verdad sobre la vida divina. La verdad no es una idea, un concepto o una doctrina, sino una relación. Ser guiados hacia la verdad significa ser insertados en la misma relación que tiene Jesús con el Padre; significa llegar a ser partner en un noviazgo divino. Esa es la razón por la que Pentecostés es el complemento de la misión de Jesús. Con Pentecostés, el ministerio de Jesús se hace visible en plenitud. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y habita en ellos, su vida queda «cristificada», esto es, transformada en una vida marcada por el mismo amor que existe entre el Padre y el Hijo. La vida espiritual, en efecto, es una vida en la que somos elevados a ser partícipes de la vida divina.

Ser elevados a la participación de la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no significa, sin embargo, ser echados fuera del mundo. Al contrario, los que entran a formar parte de la vida espiritual son precisamente los que son enviados al mundo para continuar y llevar a término la obra iniciada por Jesús. La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos inserta de manera más profunda en su realidad. Jesús dice a su Padre: «Yo Ios he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí» (Jn 17,18). Con ello nos aclara e, precisamente porque sus discípulos no pertenecen ya al mundo, pueden vivir en el mundo como lo ha hecho él (cf. Jn 17,15s). La vida en el Espíritu de Jesús es, pues, una vida en la cual la venida de Jesús al mundo –es decir, su encarnación, muerte y resurrección– es compartida externamente por los que han entrado en la misma relación de obediencia al Padre que marcó la vida personal de Jesús. Si nos hemos convertido en hijos e hijas como Jesús era Hijo, nuestra vida se convierte en la prosecución de la misión de Jesús

*

H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
PPC, Madrid 2000.

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11.6.17: Fiesta de la Trinidad: Testigos de ¨Dios Padre

Martes, 13 de junio de 2017
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18920224_807283146115546_7057432935584096786_nDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta es la tarea cristiana: ser testigos de Dios Padre en un mundo que parece abandonado, huérfano de amor y de esperanza.

Son muchos los que dicen que no hay Padre: estamos arrojados, perdidos en el mundo, como huérfanos que deben hacer la vida a solas, por sí mismos; la fe trinitaria nos lleva a expresar en medio de ellos (en favor de ellos) el sentido de una vida que es respuesta gozosa, comprometida al don del Padre.

Son muchos los que viven sobre el mundo como si no hubiera Padre ni madre: no tienen familia verdadera; no existe para ellos reconocimiento social, ni justicia; son menos que huérfanos, están aplastadas en la tierra por los falsos hermanos que viven sólo de su propia prepotencia; pues bien, en medio de ellos, la iglesia de Jesús debe ofrecer el testimonio de la solidaridad fraterna, gratificante, creadora, que brota de la fe en el Padre.

Los musulmanes conocen 99 nombres de Dios y los proclaman en sus oraciones; pero no han descubierto su hondura radical de Padre en Jesucristo.

También los judíos conocen a Dios y le llaman con palabra soberana Señor de cielo y tierra (Yahvé, Adonai, Kyrios); pero no han encontrado todavía su nombre verdadero, no le acogen y veneran como el Padre de Jesús.

Ésta es la novedad del evangelio, el Dios de la Trinidad:

Ésta es la fe Trinitaria que se expresa en los tres artículos del credo:

— La fe en Padre de Jesús, que es Padre eterno (padre-madre), siendo Padre/Madre en el camino de la historia.

— La fe en Jesús, que es la Vida de Dios hecha vida humana, en riesgo de amor, en abundancia de tarea, al servicio de los demás.

— La fe en el Espíritu de Dios que es el amor creador, el amor mutuo, principio de libertad, de comunión y de esperanza.

cristianos son aquellos que conocen de verdad el nombre de Dios, saben que es Padre de Nuestro Señor Jesucristo, siendo de esa forma Padre de todos los humanos (cf. Rom 15, 6; Ef 1, 3; 2 Cor 1, 3, etc.).

SUMARIO: I. Introducción. Religiones y pensamiento filosófico—II. Antiguo Testamento: crisis del Padre—III. Mensaje de Jesús: el Padre liberador—IV. Vida de Jesús: Dios como Abba—V. Pascua de Jesús: revelación del Padre–VI. Dios Padre: teología trinitaria—VII. Lo paterno y lo materno: ampliación antropológica–VIII. Conclusión: padre y madre; hijos y hermanos.

1. Icono oriental de la paternidad trinitaria
2. Icono occidental de la Trinidad como paternidad (siglo XII: Aragón, Navarra)
3. Imagen trinitaria del Dios Padre que sostiene a Cristo, su hijo en la cruz.

I. Introducción: religiones y pensamiento filosófico

Los asiro-babilonios formularon la relación del hombre con lo divino en términos de parentesco, de tal forma que gran parte de sus dioses llevaron el título de Padre y así fueron aclamados en plegarias y ritos. Lo mismo puede afirmarse de Egipto donde Antón es Padre de dioses y de hombre. Padre es igualmente el Zeus griego y el Júpiter romano. Padre, en fin, es aquel nombre que reciben muchos dioses en Asia y en América, en Africa y las islas de Oceanía.

Estamos ante un dato bien conocido: muchos pueblos han visto a Dios como Padre. Esta afirmación ha de ser mejor matizada. Normalmente, los antiguos interpretan el carácter paternode Dios en un nivel de origen físico-biológico. Llaman Padre al punto de partida, al todo primigenio del que surge la existencia de los dioses (los espíritus), los hombres y las cosas. Lo humano y lo divino están entrelazados en un mismo fondo de existencia. Ese fondo es Padre, como todo fundante del que surgimos y en el que vivimos. En este plano la imagen del padre y de la madre no se encuentran todavía separadas. Por eso, lo divino se presenta normalmente como padre-madre, en clave de ambivalencia de funciones o desde un nivel todavía indiferenciado de complementariedad. Lo paterno y lo materno están unidos, como aspectos de la vida primordial donde los hombres nos hallamos sustentados2.

Esta visión de Dios pudiera verse como proyección de la experiencia familiar donde padre y madre constituyen los polos fundantes de la vida. Pero ya Platón la ha traducido en forma filosófica. Por eso ha dado al Bien, la idea que se encuentra por encima de toda realidad, nombre de Padre. También el pensamiento estoico presenta a Dios en forma germinal, como principio o Padre del que surgen los hombres y los dioses. Leer más…

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Algo se mueve en el alma…11 Junio, 2017

Lunes, 12 de junio de 2017
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interrogante

… y se llama Dios Trinidad.

Parece que ponerse a escribir sobre la Trinidad requiere un cierto esfuerzo mental. Relacionamos de alguna manera el vocablo Trinidad con un concepto abstracto, un concepto de la mente.

Y es que realmente por ese camino nos perdemos. La Iglesia lleva muchos siglos celebrando el día de la Trinidad. Pero es evidente que sigue costando bastante llegar más allá de los conceptos.

Un punto de confluencia, de comunión.

Que Dios es Trinidad es una verdad que aceptan, y celebran, todas las confesiones cristianas, es un punto de confluencia, de comunión, para la iglesia católica, protestante y ortodoxa. Pero hay una desconexión bien evidente entre la afirmación trinitaria, Tres Personas y un solo Dios, y la imagen que los creyentes manejan o imaginan sobre Dios.

Seguramente habrá surgido alguna imagen en tu cabeza al leer este texto. Algo así como un señor de barba blanca sentado en un trono, a distancia, mirando a su Hijo, si acaso con una paloma rondando su hombro. De hecho la mayoría de la gente, creyente o no, que ha escuchado en algún momento de su vida sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu, tiene una imagen similar a esta.
Imaginar a Dios.

Este modo de imaginar a Dios puede generar toda una forma de pensar bien definida: jerárquica, distante, culpabilizadora, condenatoria… incluso violenta. Unas actitudes que se cuelan como modelo para relacionarse, para enfrentarse a la vida.

Por eso es muy importante reflexionar sobre la imagen que aparece en nuestra mente cuando pensamos en Dios, observarla, y purificarla. Dios no es un concepto perteneciente al mero ámbito de la especulación. Es mucho más, más que una experiencia, pertenece al ámbito de la vida. Esa vida que los científicos nos confirman que es movimiento, desde la partícula más pequeña descubierta por el ser humano hasta el movimiento del universo en sus galaxias y nebulosas. Si pensamos en Dios como alguien estático, nos equivocamos.

El Evangelio, especialmente el de Juan, evidencia este movimiento divino. Pero no es un movimiento como de partido de tenis que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, y todo lo demás queda fuera, como espectador. La Trinidad es más allá que el dualismo, más allá de la comparación porque nos sumerge en la comunión. Si pensamos en Dios como dualismo (blanco/negro, mejor/peor) nos equivocamos.

Movimiento y Comunión.

Llegando al punto en el que salimos de los conceptos y nos sumergimos en la vida, que es movimiento y que refleja la alteridad, la diferencia, la comunión… ¿cómo podríamos representar a Dios Trinidad?, ¿qué imagen podemos utilizar para expresar a Dios?

La respuesta la has de encontrar tú. Esta es una buena forma de prepararse para celebrar la fiesta de la Trinidad, salir de lo estático y dejar que tu experiencia plasme una nueva imagen de Dios. Sin olvidar que somos criaturas y Dios es más, mucho más, que las imágenes con las que le representamos, imaginamos, o sentimos.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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“Confiar en Dios” .11 de junio de 2017. Santísima Trinidad (A.) Juan 3, 16-18.

Domingo, 11 de junio de 2017
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24.the_trinity-blanchard-lowresEl esfuerzo realizado por los teólogos a lo largo de los siglos para exponer con conceptos humanos el misterio de la Trinidad apenas ayuda hoy a los cristianos a reavivar su confianza en Dios Padre, a reafirmar su adhesión a Jesús, el Hijo encarnado de Dios, y a acoger con fe viva la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.

Por eso puede ser bueno hacer un esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios con palabras sencillas y corazón humilde siguiendo de cerca el mensaje, los gestos y la vida entera de Jesús: misterio del Hijo de Dios encarnado.

El misterio del Padre es amor entrañable y perdón contínuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que sólo él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: “Padre”.

Nuestra primera actitud ante ese Padre ha de ser la confianza. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos “Dios”, no nos ha de causar nunca miedo o angustia: Dios solo puede amarnos. Él entiende nuestra fe pequeña y vacilante. No hemos de sentirnos tristes por nuestra vida, casi siempre tan mediocre, ni desalentarnos al descubrir que hemos vivido durante años alejados de ese Padre. Podemos abandonarnos a él con sencillez. Nuestra poca fe basta.

También Jesús nos invita a la confianza. Estas son sus palabras: “No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí”. Jesús es el vivo retrato del Padre. En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.

Por eso, en Jesús podemos encontrarnos en cualquier situación con un Dios concreto, amigo y cercano. Él pone paz en nuestra vida. Nos hace pasar del miedo a la confianza, del recelo a la fe sencilla en el misterio último de la vida que es solo Amor.

Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia contínua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.

Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbre: creyentes y no creyentes, vivimos rodeados de misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el Misterio último de la vida que es solo Amor.

José Antonio Pagola

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“Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él”. Domingo 11 de junio de 2017. Santísima Trinidad.

Domingo, 11 de junio de 2017
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32-TrinidadA cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 34,4b-6.8-9: Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Interleccional:
Daniel 3. A ti gloria y alabanza por los siglos.
2Corintios 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
Juan 3,16-18: Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él

La Biblia nos revela en una palabra quien es Dios: Dios es amor (1 Jn 4,8). Amor personal (porque te ama a ti, como si sólo a ti amase) amor total (sin medida, porque la medida del amor es dar sin medida), amor sacrificado (oblativo, entregado y paciente), amor universal (inclusivo, no excluyente), amor preferencial (se inclina más hacia el débil). Las lecturas de hoy nos revelan el perfil, el rostro o la fisonomía de Dios. La lectura del Éxodo lo revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6); y esto inmediatamente después del episodio de adoración al becerro de oro (Ex 32). Como queriendo contrastar la infidelidad del Pueblo y la fidelidad de Dios.

Pablo, en la segunda lectura nos desvela el misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, mediante el saludo trinitario a la asamblea: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes” 2 Cor 13, 13.

Finalmente el evangelio de hoy, tomado de San Juan, es uno de esos textos cumbres de la literatura bíblica que revelan una luz especial: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16).

Éstos serían como los versículos fundamentales para nuestra fiesta. En primer lugar el Dios de Israel y de Jesús, es un Dios inserto en la historia. El antiguo y nuevo Pueblo de Dios no llegaron a la experiencia de Dios, ni por la naturaleza (religiones naturalistas, tendentes a divinizar la creación), ni por la filosofía (la elucubración de los filósofos, que a través de las causas segundas, llegaron a una primera causa: Dios), sino por la historia. De ahí que el credo de Israel y el de la Iglesia se definan como credos históricos. Imposible proclamar a este Dios, dejando de lado los grandes acontecimientos salvíficos: que “nació de María, la virgen, que padeció bajo Poncio Pilatos, que fue crucificado, muerto y sepultado”, etc., son datos históricos puntuales. Dejar de lado la historia, sería desencarnar la fe, privarla de su sacramentalidad histórica. Un Dios desentendido de la historia no sería el Dios de los cristianos. En segundo lugar, en esta historia llena de luces y de sombras, pero guiada de la mano de Yahveh, se va dando un avance; lo que los teólogos han llamado “la revelación progresiva”. Cuando éramos niños tuvimos una experiencia de Dios que fue madurando poco a poco hasta hacernos adultos… Se trata de un principio de la pedagogía divina. El misterio de Dios uno y trino es fruto de esta experiencia de revelación progresiva en la historia. Revelación cumbre, expresión de maduración: Dios no es un ser aislado, desentendido de las realidades temporales, solitario. Es un Dios comunitario, familia, sociedad, fraternidad, etc. Por eso como dijimos al principio; la cumbre de toda la revelación bíblica es ésta: Dios es amor. Y el amor nunca es soledad, aislamiento, sino comunión, cercanía, diálogo, alianza.

La naturaleza misma de Dios es todo un proyecto de vida que revela la naturaleza misma del alma humana, creada a imagen y semejanza de Dios. De este modo podemos entender cómo la misma humanidad siente esa necesidad de alianza, aun en medio de la pluralidad. Vivimos en una casa común, somos una familia (humana), tenemos las mismas necesidades, los mismos problemas. Dios en esta hora de la historia habla a través de esos signos de un mundo en búsqueda.

En tercer lugar no hay que estar rompiéndose la cabeza para intentar comprender (desde nuestra lógica natural) un misterio que nos es dado por revelación, y que sólo puede ser aceptado plenamente por la fe. A Dios nadie lo ha visto jamás, sólo el Hijo que estaba en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18). La fe ciertamente que pasa del oído a la mente, de la mente al corazón, y del corazón a la vida. No se trata de un proceso meramente racional. Pues la razón se entiende necesitada de la razonabilidad de la fe, al reconocerse humilde ante el misterio de Dios. En efecto Dios revela estas cosas a la gente sencilla, y las esconde a los sabios de este mundo. Esta es la lógica y la sabiduría de nuestro Dios, muy distinta y muy distante de la lógica natural, marcada por los egoísmos humanos. Dios entra más fácilmente en le corazón del niño que en el del adulto, en el corazón del humilde que en el del soberbio, en el corazón del débil que en el del fuerte.

Estamos ante el más grande misterio, que ni ojo vio, ni oído escuchó… Acerquémonos a Dios con Adoración (El Padre)… dispuestos a asumir su proyecto de fraternidad (El Hijo)… con toda la profundidad de nuestro ser (El Espíritu Santo). Leer más…

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11.6.17. Trinidad 1. Dios es amor

Domingo, 11 de junio de 2017
Comentarios desactivados en 11.6.17. Trinidad 1. Dios es amor

19029377_807059926137868_414265356988915488_nDel blog de Xabier Pikaza:

Quiero preparar la fiesta de la Trinidad (del 11.6.17), publicando algunos trabajos del Diccionario Teológico. El Dios Cristiano, que preparé y publiqué con N. Silanes, profesor, editor y amigo del alma, hace ahora 25 años (Sec. Trinitario, Salamanca 1992).

Han pasado 25 años, pero aquel diccionario, en el que colaboraron muchos de los teólogos hispanos más significativos, sigue siendo una obra de referencia en castellano y portugués. Es para mí un placer retomar algunas de sus entradas, en este entorno de la fiesta de la Trinidad

La mayor parte de ellas han sido publicadas también en los Ficheros de teología del portal Mercabá http://www.mercaba.org/DIOS%20CRISTIANO/CARTEL_DIOS_CRISTIANO.htm (supongo que con permiso de la Editorial). Entre ellas empezaré destacando la del “amor”, pues el Dios Cristiano es Trinidad siendo y por ser Amor encarnado en Cristo y ofrecido como vida en el Espíritu de amor, como indicaré en la reflexión que sigue.

18952613_806757556168105_4747571167426887179_nSUMARIO:
I. Eros y Agape: amor griego, amor cristiano.
II. Amor y compasión: cristianismo
y budismo.
III. Amor y Trinidad: la comunión divina.
IV. El Espíritu Santo como amor
personal.
V. Trinidad y metafísica de amor. Sentido de Cristo

Como indica el sumario, he trazado algunos rasgos importantes del amor para entenderlos luego en clave trinitaria. No he podido citar la encíclica de Benedicto XVI: Dios es amor (2005), porque mi trabajo es anterior, de tipo más teológico.

Comenzamos situando el tema en un nivel de historia de las religiones: comparamos el amor cristiano y griego (agape y eros).

18893002_806761116167749_6814707196997633947_nDespués lo interpretamos desde el fondo del budismo (compasión y caridad).

Sólo entonces trataremos del amor cristiano visto en clave trinitaria.

Para culminar el tema ofreceremos una breve visión de las personas trinitarias (especialmente el Espíritu Santo) desde el fondo de una teología del amor.

Quiero presentar esta postal y las siguientes sobre la Trinidad como recuerdo a los largos años de docencia en los que impartida mi enseñanza sobre la Trinidad, en la Universidad Pontificia de Salamanca.

I. Eros y Agape: amor griego, amor cristiano

18951210_806758186168042_4057857022588419661_nLa religión griega del eros aparece como praxis salvadora que se funda en el orfismo y la piedad de los misterios. Ella quiere liberar la luz divina de los hombres, conquistando y recreando su verdad originaria, cautivada en una cárcel de dolor, sombra y materia. Lógicamente, el alma debe aprender a liberarse por la acción contemplativa o religiosa que le lleva a descubrir su realidad original y retornar de esa manera a lo divino.

Platón ha elaborado los principios que le ofrece la tradición anterior y edifica desde el eros un expléndido sistema de verdad, de salvación y pensamiento. La visión del eros, que Platón ha presentado desde el mito anterior, presupone en realidad que el hombre es ahora esclavo: está cautivo sobre el mundo pero guarda las semillas del recuerdo de su vida originaria. Ese recuerdo, reflejado germinalmente en el eros, le conduce a partir de los valores sensibles de este mundo (cuerpos, ideales…), hacia el bien de lo supremo como meta donde puede sosegar y realizarse su existencia.

El amor es, por tanto, una potente fuerza de atracción que, al inquietarnos en el mundo, nos inmerge en la ansiedad y nos conduce hacia la idea y la bondad de lo divino. Según esto, no hay eros en Dios, pues a Dios nada le falta en su existencia. Tampoco puede hallarse entre los hombres que se encuentran perdidos en los bienes de la tierra. El eros es la fuerza ascensional, aquel impulso que constantemente lleva desde el mundo sensible y limitado, a la verdad de lo que somos en lo eterno. Por eso tienen eros o son eros solamente aquellos hombres que partiendo de los bienes de este mundo, se elevan y dirigen en camino de amor hacia el sentido y bondad de lo divino. El eros de la carne (amor corporal) se supera y se transciende haciendo que surja de ese modo el proceso del «eras espiritual».

A. Nygren, sistematizador protestante del tema, ha distinguido en la visión del eros estos momentos.

a) Es amor-deseo que nos lleva a superar la privación en que ahora estamos, caminando hacia un estado de existencia más dichoso.

b) Es anhelo que conduce desde el mundo a lo divino. Por eso, Dios no ama ni tampoco aquellos que prefieren contentarse con la tierra,

c) Es amor egocéntrico: es nostalgia de conquista, un gran deseo por lograr y disfrutar lo que nos falta. Sólo en el momento en que, inmergidos en Dios, hayamos colmado la ansiedad y realizado nuestro anhelo, cesaremos en la marcha: se habrá cumplido el eros, no seremos más cautivos de la tierra; la historia habrá cerrado su camino, quedará la eternidad. Leer más…

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Tres Iconos de la Trinidad: Roublev, El Greco, Cartuja de Miraflores

Domingo, 11 de junio de 2017
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19029367_807359026107958_73154290622402697_nDel blog de Xabier Pikaza:

Cuando era profesor del Tratado de Dios Uno y Trino, solía dedicar algunas clases a los iconos e imágenes trinitarias de la tradición de Oriente y Occidente, siguiendo el esquema las Bibliae Pauperum (Biblias Ilustradas de los siglos XIV-XV), que eran catequesis en Imágenes con explicaciones oportunas.

Mi amigo Gerardo Sánchez Cruz, dibujó las figuras y así preparamos un libro titulado Nueva Biblia de los pobres: Catequesis bíblica en imágenes (333 págs.), Desclée de Brouwer, Bilbao 1991.Más que “trinitario”, el tema de la portada es “mosáico” (con Dios Padre haciendo que emerja Moisés con el Libro de la Ley). Esta “trinidad mosaica” estaría formada por Dios Yahvé, Moisés su revelador y el Libro (en lugar del Espíritu Santo).

Aquel libro (de Gerardo y un servidor), con sus más de cincuenta trinidades, que me gustaría recuperar… tuvo una suerte desigual. Creo que no se vendió mucho, pero se hicieron ediciones pirata, entre ellas la del Movimiento Cultural Cristiano, cuyos ejemplares pueden aún verse en librerías de viejo… Así aparece también en http://www.seraporlibros.net/207301/Nueva-biblia-de-los-pobres.

Retoco con el motivo de la próxima fiesta de la Trinidad esta postal que publiqué hace tiempo… pero me la han pedido de nuevo, y así bajo el texto (lo pirateo yo mismo), conservando los comentarios antiguos, con un comentario a los tres tipos de imágenes trinitarias que solía comentar en otro tiempo. Recojo aquí el sentido de tres “imágenes trinitarias”:

a. El Icono de Roublev, icono “oficial” de la Trinidad angélica (los tres visitantes de Moisés).

b. El icono más “occidental” del Dios Padre que recoge en sus brazos al Cristo Muerto, con el Espíritu de Vida. Es más conocida la imagen del Greco, pero hay cientos y miles del tema las iglesias (católicas y protestantes) de occidente.

c. El icono/imagen de la Cartuja de Miraflores de Burgos… Una maravilla. Quizá lo más hermoso y teológico que se ha representado sobre el Dios de Cristo en Occidente, como verá quien siga leyendo.

Un saludo a todos los amigos.

1. Modelo oriental. Roublev

8955696894928150Es el modelo más bello, de tipo místico y origen ruso, pintado por Andrei Roublev (1360 – 1430). Ésta es la Trinidad del cielo, tres ángeles, en gesto de comunión, belleza, armonía de vida, diálogo pleno.

Roublev fue discípulo de San Sergio di Radonez (1314-1392) y recibió en encargo de pintar un icono para la Iglesia del monasterio fundado por San Sergio, un icono inspirado en la teofanía de los caminantes a Abraham, narrada el libro del Génesis.

Las Tres personas divina, simbolizadas en los vestidos de los tres personajes misteriosos que se aparecieron a Abraham en la encina de Mambré (Gn 18,1ss).

Ese icono, reconocido casi por todos como el signo más bello de la Trinidad, compendia de manera intensa la vida interior de la Iglesia ortodoxa rusa. La Trinidad aparece como misterio inefable de comunión de los Tres, que contemplan en la intimidad de su amor la realidad de la creación y de la pascua sacrificial del Cordero, representado en el cáliz que se encuentra sobre la mesa en el centro del icono. Se distinguen por los colores, son caminantes (báculos), que han venido a visitar y acompañar a los hombres en gesto de cercanía infinita.

Quizá el que mejor ha situado teológicamente el icono trinitario de oriente ha sido el teólogo ruso Pavel Eudokimov (1901-1970) que descubre y venera la presencia de la luz divina en los iconos, que así quedan introducidos en un ámbito sagrado. Desde ese fondo se entiende el Icono de la Trinidad de Rublov.

«El hombre contempla maravillado la gloria cuya luz hace brotar del corazón de toda criatura un canto de alabanza… El icono es una doxología, que se desborda de gozo y canta por sus propios medios la gloria de Dios. La verdadera belleza no necesita pruebas. El icono no demuestra nada, pero muestra; evidencia luminosa, se presenta como argumento “kalokagático” (Bello y Bueno, es decir, Verdadero) de la existencia de Dios. San Pablo formula el fundamento cristológico del icono: “Cristo es la imagen –eikòn- del Dios invisible”.

Quiere decir que la humanidad visible de Cristo es el icono de su divinidad invisible, que es “lo visible de lo invisible” (expresión de Dionisio el Areopagita, retomada por san Juan Damasceno, Tratado sobre los Iconos XI). El icono de Jesús aparece así como la imagen de Dios y del hombre al mismo tiempo, el icono de Cristo total: del Dios-Hombre. Esta función reveladora que posee la humanidad de Cristo llega a ser la verdad de todo ser humano; el hombre sólo es verdadero, sólo es real en la medida en que refleja lo celeste: es gracia maravillosa de toda criatura ser espejo de lo increado, “imagen de Dios”.

El icono nos revela a todos esta luz escatológica de los santos, y por lo tanto es un rayo del Octavo Día, un testimonio de la escatología inaugurada. Si el iconoclasmo, pues, reduce el sentido de la Transfiguración y oscurece su luz al destruir el icono, por el contrario, ¡qué sintomático es que, según las reglas, el motivo de la Transfiguración sea el primero que trate cada iconógrafo, para que Cristo “haga brillar su luz en su corazón”… No hay nunca una fuente de luz en los ¡conos, ya que la luz es su propio contenido; no se ilumina el sol, ya que él mismo es su luz…

“Nosotros reflejamos como un espejo la gloria del Señor”: un icono es ese espejo reluciente del mayor atributo de gloria: la luz. El arte sorprendente de Rublëv en su divina Trinidad traduce el resplandor tri-solar que ilumina el mundo. Según san Gregorio Pálamas, la luz del Tabor, la luz contemplada por los santos y la luz del siglo futuro son idénticas. Para Clemente de Alejandría (Strom. VI, 16), la luz del primer día preexiste a la creación, es “la verdadera luz del Logos iluminando las cosas aún escondidas y por la cual toda criatura ha accedido a la existencia”…

La visión, aquí, expresa la fe en el mismo sentido que san Pablo cuando la llama “visión de lo invisible” (Heb 11, 1). El icono se dirige a los ojos del espíritu para que contemple “los cuerpos espirituales” (1 Cor 15, 44). El estilo eclesial filtra toda visión subjetiva, pues la Iglesia es la que ve el objeto de la fe, sus misterios. Si la arquitectura sagrada del Templo ordena el espacio, y el Memorial litúrgico el tiempo, el icono experimenta lo invisible, la “forma interior” del ser; y esta interioridad surge, una vez más, de la iluminación, de la categoría tabórica. El estado de gracia, enseña san Serafín (Diálogo con Motovilov) ilumina para hacer ver la luz. El icono la revela a todos; como “oración”, purifica y transfigura a su imagen al que la contempla; como misterio, nos enseña que allí está el silencio habitado, el gozo del cielo sobre la tierra, el resplandor del más allá.

(P. Eudokimov, El arte del icono. Teología de la belleza, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1991, 185-191)

El milagro del icono, su participación, se sitúa únicamente en el nivel de la semejanza hipostática, semejanza que no es a modo de retrato de lo que existe en la naturaleza, sino semejanza misteriosa, milagrosa, con la hipóstasis, la persona.

(1) Nosotros contemplamos a la vez lo indecible y lo representado (dice el Concilio II de Nicea), no uno o lo otro, sino uno en el otro. Este milagro orienta el movimiento anagógico de la plegaria… El icono no es nunca una «ventana sobre la naturaleza”, ni sobre un determinado espacio, sino un lugar donde el mundo se abre y se convierte él mismo, del todo, en una puerta que se abre hacia la Vida…

La irrupción del más allá se posa sobre todas las cosas de este mundo y da un sentido a todo, por medio de la refracción multicolor y por el destello dorado de su luz…

(2) Desde la Encarnación del Verbo, todo está dominado por la mirada, la figura humana de Dios. La iconografía comienza siempre por la cabeza; es ella la que da la dimensión y postura al cuerpo, ella es la que domina al resto de la composición. Incluso los elementos cósmicos toman a menudo la figura humana, pues el hombre es el “verbo” cósmico…

El icono ilustra admirablemente las paradojas del lenguaje místico, allí donde toda palabra, toda descripción se detienen impotentes. El plano material parece detenido, recogido, a la espera del mensaje y sólo el rostro traduce toda la tensión de las energías en acción. Toda inquietud, todo cuidado, toda fiebre de gesticulación, se desvanecen ante la paz interior. El icono quiere mostrar al homo cordis absconditus, al hombre escondido en el fondo del corazón (cf 1 Ped 3 4)…

(3) Estos colores (del icono) sostienen y ofrecen las llamas del Paráclito. La maternidad cósmica, convertida en receptáculo puro, recibe sus energías cósmicas. La luz del primer día se hace presente en la armonía final de la ciudad luminosa del último día. El Espíritu Santo, hipóstasis de la belleza, hace que todas las cumbres de la cultura humana, todos sus iconos, sean el icono del reino de Dios

(La connaissance de Dieu selon la tradition orientale, Mappus, Lyon 1967, 120-125)

Modelo Occidental, compasión del Padre. Imagen del Greco…, otras imágenes

18951375_807495792760948_274768312634524073_nHay en occidente muchos iconos trinitarios, pero el más conocido es el Cristo muerto en las manos del Padre. Éste es el icono de la pasión (la entrega divina de Jesús), vinculado a la “compasión”, la acogida resucitadora de Dios Padre.

Jesús, gritando con una voz fuerte, dijo ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y diciendo esto expiró (Lc 23, 46).

En manos del Padre ha muerto Jesús y así le representan las estatuas y pinturas que llamamos de la compasión del Padre (compassio Patris). Se compadece el Padre por Jesús, se duele en su dolor, de tal manera que el mismo amor de paternidad y filiación se vuelve trauma de muerte y nuevo nacimiento.

Suele aparecer el Padre como sacerdote dolorido, el sacerdote del Antiguo Testamento con la tiara de su autoridad en la cabeza. No tiene el cuchillo en la derecha como Abraham cuando ha venido a ofrecer en la montaña al hijo prometido (cf Gén 22). Tampoco lleva el mundo entre las manos poderosas, como suelen pintar¬le los pintores de grandeza. Lleva en las rodillas y en las manos a Jesús, el Hijo muerte, de manera que más que padre fuerte ahora parece madre cariñosa y compasiva.

18950980_807357986108062_1172675896410514729_nEl Padre Dios recibe así rasgos de madre dolorido. Ser Padre Madre no consiste sólo en procrear al Hijo cuando nace, para luego dejarle independiente. El Padre verdadero acompaña al Hijo en el camino, le sostiene, le potencia, le dirige hasta el final de su existencia. Y cuando es fin adviene el Padre Madre está presen¬te, como fuente de amor, en esa muerte que se puede volver así misterio de nuevo nacimiento.

Este Padre, sacerdote compasivo que recibe en amor fuerte al Hijo muerto, no aparece ya como una ley impositiva. No es aquel que domina desde fuera, no es el que se impone por encima de los hombres. Padre verdadero es el que ama y en amor viene a sufrir con el amado (el Hijo) muerto. Significativamente, en esta escena de amor viene a introducirse el gran misterio del Espíritu, conforme a la palabra decisiva del NT.

Si purificaba en otro tiempo la sangre de machos cabríos y toros. . . cuanto más vendrá a purificar nuestra conciencia. . . la sangre del Cristo que, por medio del Espíritu eterno se ha ofrecido a Dios como (ofrenda) inmaculada (Hebr 9, 13 14).

Cristo se ha ofrecido al Padre en el Espíritu, es decir, en actitud de amor total, definitivo. En ese mismo amor le ha recibido el Padre. De esa forma la pasión se ha vuelto compasión, el amor es amor comunicado, compartido. Ha culminado la historia de Dios, el nacimiento de Cristo sobre el mundo ha terminado. Sólo ahora podemos decir que la Palabra de Dios se ha vuelto “carne”(cf Jn 1, l4) y que la carne de los hombres ya se encuentra liberada.

Cruz trinitaria (Cartuja de Miraflores en Burgos)

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Ésta es la imagen del centro del retablo mayor de la Cartuja de Miraflores, en Burgos de Castilla.

Dentro del óvalo de la divinidad, el Padre y el Espíritu, revestidos de símbolos reales, sostienen la cruz como misterio trinitario.

Por encima sobrevuela el pelícano de Dios, la vida misma como entrega hasta la muerte y como nuevo nacimiento en que la muerte se supera. En la parte inferior aparecen, entrando ya en el círculo sagrado, la madre de Jesús y el discípulo querido que son signo y compendio de la iglesia.

El óvalo de Dios es un mandala: el círculo en que el mismo Dios se expresa y se completa. Dios no es una especie de camino abierto al infinito, no es una espiral que se está haciendo y va buscando su verdad mientras avanza hacia lo nuevo. Dios se encuen¬tra completo, realizado. Es el amor que existe por sí mismo, como encuentro de personas que se entregan y se acogen mutuamente, en el gozo de de la vida regalada y compartida. Leer más…

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo A.

Domingo, 11 de junio de 2017
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad.

Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. En cambio, las lecturas son breves y fáciles de entender, centrándose en el amor de Dios.

La única definición bíblica de Dios

La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, ofrece la única definición (mejor, autodefinición) de Dios en el Antiguo Testamento y rebate la idea de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios terrible, amenazador, a diferencia del Dios del Nuevo Testamento propuesto por Jesús, que sería un Dios de amor y bondad. La liturgia, como de costumbre, ha mutilado el texto. Pero conviene conocerlo entero.

Moisés se encuentra en la cumbre del monte Sinaí. Poco antes, le ha pedido a Dios ver su gloria, a lo que el Señor responde: «Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza, y pronunciaré ante ti el nombre de Yahvé» (Ex 33,19). Para un israelita, el nombre y la persona se identifican. Por eso, «pronunciar el nombre de Yahvé» equivale a darse a conocer por completo. Es lo que ocurre poco más tarde, cuando el Señor pasa ante Moisés proclamando:

«Yahvé, Yahvé, el Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos» (Éxodo 34,6-7).

Así es como Dios se autodefine. Con cinco adjetivos que subrayan su compasión, clemencia, paciencia, misericordia, fidelidad. Nada de esto tiene que ver con el Dios del terror y del castigo. Y lo que sigue tira por tierra ese falso concepto de justicia divina que «premia a los buenos y castiga a los malos», como si en la balanza divina castigo y perdón estuviesen perfectamente equilibrados. Es cierto que Dios no tolera el mal. Pero su capacidad de perdonar es infinitamente superior a la de castigar. Así lo expresa la imagen de las generaciones. Mientras la misericordia se extiende a mil, el castigo sólo abarca a cuatro (padres, hijos, nietos, bisnietos). No hay que interpretar esto en sentido literal, como si Dios castigase arbitrariamente a los hijos por el pecado de los padres. Lo que subraya el texto es el contraste entre mil y cuatro, entre la inmensa capacidad de amar y la escasa capacidad de castigar. Esta idea la recogen otros pasajes del AT:

«Tú, Señor, Dios compasivo y piadoso,
paciente, misericordioso y fiel» (Salmo 86,15).

«El Señor es compasivo y clemente,
paciente y misericordioso;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padres siente cariño por sus hijos,
siente el Señor cariño por sus fieles» (Salmo 103, 8-14).

«El Señor es clemente y compasivo,
paciente y misericordioso;
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 145,8-9).

«Sé que eres un dios compasivo y clemente,
paciente y misericordioso,
que se arrepiente de las amenazas» (Jonás 4,2).

El amor de Dios al mundo

El evangelio insiste en este tema del amor de Dios llevándolo a sus últimas consecuencias. No se trata sólo de que Dios perdone o sea comprensivo con nuestras debilidades y fallos. Su amor es tan grande que nos entrega a su propio hijo para que nos salvemos y obtengamos la vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Nuestra respuesta: el amor mutuo

En la carta de Pablo a los corintios Dios se convierte en modelo para los cristianos. La misma unión y acuerdo que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu debe darse entre nosotros, teniendo un mismo sentir, viviendo en paz, animándonos mutuamente, corrigiéndonos en lo necesario, siempre alegres.

Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

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Solemnidad de la Santísima Trinidad. 11 Junio, 2017

Domingo, 11 de junio de 2017
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“Tanto amó Dios al mundo…”
(Jn 3, 16-18)

Y eso precisamente es lo que celebramos hoy: ¡Qué Dios es Amor AMANDO!

Dios no solo es amor, porque también es AMAR. La Trinidad, lejos de ser una cosa muy complicada de la que es difícil hablar, sencillamente nos muestra que Dios ama. Es amor activo.

El Padre, el Hijo y la Santa Ruah ponen ante nuestros ojos la más bella relación de amor. Y, al mismo tiempo, nos invitan a participar de ella.

“Tanto amó Dios al mundo…” ¿Qué puede hacer el amor sino amar?

Descubrir que Dios es amor o mejor, descubrir que Dios te ama personalmente, no te hace la vida más fácil. Tampoco te da respuesta a todas las preguntas. No. Pero le añade una riqueza única. Un plus de sentido.

Aunque una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Cuando experimentas que Dios es amor porque te descubres profundamente amada es un punto y aparte.

Es descubrir que cada ser humano, cada persona es Icono de la Trinidad. Porque todas estamos llamadas a ser pura relación de amor.

No, la Trinidad no es un complicado tratado sobre el misterio de Dios lleno de dogmas y extendido en cientos de volúmenes. No. La Trinidad somos tú y yo, somos todas nosotras juntas, la humanidad entera. Recreada. Siempre amada. Divina. En plenitud. La Trinidad es el movimiento de Dios en la humanidad que nos entrelaza haciéndonos hermanas.

Para hablar de la Trinidad no necesitamos palabras complicadas. Ya que la Trinidad, como el Reino, se parece a todo lo humano. Está inmersa en todo lo nuestro.

Parafraseando a Jesús podríamos decir: “La Trinidad se parece a una bella danza en grupo a la que tú estás invitada a participar.”

Oración

Trinidad Santa, damos el don de re-conocerte, de descubrirte presente en nuestra vida. Revélanos la grandeza de sabernos Icono de tu amor en relación.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ni nosotros estamos fuera de Dios ni Dios está fuera de nosotros.

Domingo, 11 de junio de 2017
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trinidadJn 3, 16-18

Tampoco hoy celebramos una fiesta dedicada a Dios, celebramos que Dios es una fiesta todos los días, que es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. El creyente es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y forma parte inextricable de la misma fiesta. La Trinidad, tiene que liberarnos del Dios Ser poderoso y empaparnos del Dios Ágape que nos identifica con Él. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios trino. Dios es amor y solo amor. Solo en la medida que amemos, podremos conocer a Dios.

Se nos dice que es el dogma más importante de nuestra fe católica, y sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos no pueden comprender lo que quiere decir. La gran enseñanza de la Trinidad es que solo vivimos, si convivimos. Nuestra vida debía ser un espejo que en todo momento reflejara el misterio de la Trinidad. Pero para llegar al Dios de Jesús, tenemos que superar el ídolo al que nos aferramos. Sí, el falso dios en quien todos hemos creído y en gran medida, seguimos creyendo los cristianos:

El dios interesado por su gloria, incluso cuando hace algo para sacarnos de la miseria.

El dios todopoderoso que si no elimina el mal es porque no le da la gana.

El dios que salva a uno si alguien reza por él, pero no hace caso si nadie se lo pide.

El dios ofendido que exige la muerte de su hijo para poder perdonar el ser humano.

El dios que premia a los que hacen lo que Él quiere y condena a los que no le obedecen.

El dios celoso de la moral sexual, pero que no le preocupa mucho la injusticia.

El dios que nos exige amar al enemigo pero que a los suyos los manda al infierno.

Debemos estar muy alerta, porque tanto en el AT como en el nuevo podemos encontrar trazos de este falso dios. Jesús experimentó al verdadero Dios, pero fracasó a la hora de hacer ver a sus discípulos su vivencia. En los evangelios encontramos chispazos de esa luz, pero los seguidores de Jesús no pudieron aguantar el profundo cambio que suponía sobre el Dios del AT. Muy pronto se olvidaron esos chispazos y el cristianismo se encontró más a gusto con el Dios del AT que le daba las seguridades que anhelaba.

La Trinidad no es una verdad para creer sino la base de nuestra vivencia cristiana. Una profunda experiencia del mensaje cristiano será siempre una aproximación al misterio Trinitario. Solo después de haber abandonado siglos de vivencia, se hizo necesaria la reflexión teológica sobre el misterio. Los dogmas llegaron como medio de evitar lo que algunos consideraron errores en las formulaciones racionales, pero lo verdaderamente importante fue siempre vivir esa presencia de Dios en el interior de cada cristiano.

Lo más urgente en este momento para el cristianismo, no es explicar mejor el dogma de la Trinidad, y menos aún, una nueva doctrina sobre Dios Trino. Tal vez nunca ha estado el mundo cristiano mejor preparado para intentar una nueva manera de entender el Dios de Jesús o mejor, una nueva espiritualidad que ponga en el centro al Espíritu-Dios, que impregna el cosmos, irrumpe como Vida, aflora decididamente en la conciencia de cada persona y se vive en comunidad. Sería, en definitiva, la búsqueda de un encuentro vivo con Dios. No se trata de explicar la esencia de la luz, sino de abrir los ojos para ver.

No debemos pensar en tres entidades haciendo y deshaciendo, separada cada una de las otras dos. Nadie se podrá encontrar con el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre con el UNO que nos une. Es urgente tomar conciencia de que cuando hablamos de cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios. En teología, se llama “apropiación” (¿indebida?) esta manera impropia de asignar acciones distintas a las tres personas. Ni el Padre solo crea ni el Hijo solo salva ni el Espíritu Santo santifica por su cuenta; Todo es “obra” del Dios.

Nada de lo que pensamos o decimos sobre Dios es adecuado. Cualquier definición o cualquier calificativo que atribuyamos a Dios son incorrectos. Lo que creemos saber racionalmente de Dios, es un estorbo para vivir su presencia vivificadora en nosotros. Con frecuencia, los ateos están más cerca del verdadero Dios que los creyentes. Ellos por lo menos rechazan la creencia en los ídolos que nosotros nos empeñamos en defender.

Los creyentes no solemos ir más allá de unas ideas (ídolos) que hemos fabricado a nuestra medida. Callar sobre Dios, es siempre más exacto que hablar. Dicen los orientales: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Las primeras líneas del “Tao” rezan: El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao; el nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre. ¡Ahora hablemos de Dios!

De la misma manera, siempre que aplicamos a Dios contenidos verbales, aunque sean los de “ama”, “perdonó”, “salvará”, nos equivocamos, porque en Dios los verbos no se conjugan; no tiene tiempos ni modos. Dios no tiene “acciones”. Dios, todo lo que hace, lo es. Si ama, es amor. Pero al decir que es amor, nos equivocamos también, porque le aplicamos el concepto de amor humano y en Dios el AMOR, es algo muy distinto.

Es un amor que no podemos comprender, aunque sí experimentar. Este experimentar que Dios es amor, sería lo esencial de nuestro acercamiento a Él. Los primeros cristianos emplearon siete palabras diferentes para hablar del amor. Al amor que es Dios lo llamaron ágape. No se trata de una relación entre sujeto y objeto sino en identificación de ambos. En Dios el amor es su esencia, es decir, no puede no tenerlo, porque dejaría de ser.

Vivir la experiencia de Dios Trino, sería convivir. Sería experimentarlo: 1) Como Dios, ser absoluto. 2) Como Dios a nuestro lado presente en el otro. 3) Como Dios en el interior de nosotros mismos, fundamento de mi ser. En cada uno de nosotros se tiene que estar reflejando siempre la Trinidad. Empezar por descubrir a Dios en nosotros, identificado con nuestro propio ser. Descubrimos a Dios con nosotros en los demás. Descubrimos también a Dios que nos trasciende y en esa trascendencia completamos la imagen de Dios.

Hoy no tiene ningún sentido la disyuntiva entre creer en Dios o no creer. Todos tenemos nuestro Dios o dioses. Hoy la disyuntiva es creer en el Dios de Jesús o creer en un ídolo. La mayoría de los cristianos no vamos más allá del ídolo que nos hemos fabricado a través de los siglos. Lo que rechazan los ateos, es nuestra idea de Dios que no supera un teísmo interesado y miope. Después de darle muchas vueltas al tema, he llegado a la conclusión de que es más perjudicial para el ser humano el teísmo que el ateísmo.

El Dios revelado por Jesús, es amor. La mejor noticia que podía recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su amor. Esta es la verdadera salvación que tenemos que apropiarnos. Es también el fundamento de nuestra confianza en Dios. Confianza absoluta y total porque, aunque quisiera, no puede fallarnos. En esa confianza consiste la fe.

Meditación

Dios es amor, pero ese amor no responde a nuestra idea del amor.
Dios es: El que ama, el amado y el amor.Los tres a la vez.
La creación no es más que la manifestación de ese Dios.
En toda criatura queda reflejada su manera de ser.
En todo ser creado está el amante, el amado y el amor.
El hombre tiene la capacidad de entrar intuitivamente en esa dinámica.
No puede haber meta más alta, que dejarse arrastrar por ese torbellino.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Trinidad.

Domingo, 11 de junio de 2017
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Trinidad-RubliovSi no se vive para los demás, la vida carece de sentido (Teresa de Calcuta).

11 de junio. Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Jn 3, 16-18

Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.

Este anhelo de servicio a los demás, tan patente en el Antiguo y Nuevo Testamento, se plasmó en el medievo en la primera institución de la Iglesia –Los Trinitarios–, fundada por el francés Juan de la Mata (1154-1213). Una Orden dedicada al servicio de la redención con las manos desarmadas, sin más armadura que la misericordia, y con la única intención de devolver la esperanza a cuantos sufrían bajo el yugo de la cautividad.

En la película de Mel Gibson “Hacksaw. Hasta el último hombre”, recientemente estrenada, se relata la historia de un guerrero sin arma alistado en el ejército americano para luchar contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. De ella son estas frases, dignas del Evangelio: A la pregunta del capitán que hace a la recluta, ¿Eres objetor de conciencia y te has alistado en el Ejército? El protagonista, Desmond Doss, responde: “No, Señor… Mi conciencia es cooperar. No está bien que otros hombres luchen y mueran mientras yo estoy en casa a salvo. Necesito servir”.

En la Obertura de la ópera Ifigenia en Tauride de Gluck, la orquesta describe la tormenta interior que debió sufrir su padre Agamenón al tener que sacrificar a la hija porque así se lo habían pedido los dioses. Tragedia similar a la que hubo de enfrentarse nuestro protagonista, angustiado por la necesidad de empuñar las armas -él pacifista por convicción-, y asesinar japoneses.

El verdadero ayuno es ayudar a los demás, dice el Papa Francisco.

En la Misa celebrada en Santa Marta el 4 de marzo de 2017 citó al Profeta Isaías, quien relata que el Señor dice a los hipócritas cual es el ayuno verdadero. Palabras que parecen dichas para nuestros días: “¿Acaso no es más bien éste el ayuno que quiero: romper las cadenas inicuas, desatar los lazos del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda opresión? ¿Acaso no consiste en compartir el pan con el hambriento, hacer entrar en casa a los pobres, a los sin techo, vestir a uno que ves desnudo sin descuidar a tus parientes? Pensemos en estas palabras, pensemos en nuestro corazón, en cómo ayunamos, rezamos y damos las limosnas. También nos ayudará pensar en lo que siente un hombre después de una cena que ha pagado doscientos euros, por ejemplo, y regresa a su casa y ve a un hambriento y ni lo mira y sigue caminando”.

Una actitud vital que la medicina denomina Síndrome de Asperger: un conjunto de características mentales y conductuales que forma parte de los trastornos del espectro autista. Las personas afectadas suelen manifestar dificultades en la interacción social, escasa preocupación por los otros, poca comunicación y notable ausencia de empatía. Es destacable el hecho, experimentalmente comprobado, de que la relación con los animales -con todos los seres de la creación- nos humaniza y ayuda a inmunizarnos de dicho síndrome.

Teresa de Calcuta, que en estos menesteres era consumada especialista, decía: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. Ese fue también el sentido de la vida de Jesús, que no vino condenar a nadie sino a comprender y salvar. El Éxodo nos dice que esa era la actitud del Dios que le envió, tal como la relata Moisés: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamo: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éx 34, 6).

Los místicos también se han acercado a este misterio de la Trinidad. La renana Hildegarda de Bingen (1098-1179) tuvo esta visión del mismo: “Ví una luz muy esplendorosa (Dios Padre) y, en ella, una forma humana del color del zafiro (Dios Hijo) que ardía en un suave fuego rutilante (Dios Espíritu). Y esa esplendorosa luz inundaba todo el fuego rutilante, y el fuego rutilante la esplendorosa luz; y la esplendorosa luz y el rutilante fuego inundaban toda la forma humana, siendo una sola luz en una sola fuerza y potencia”.

Respetando a Hildegarda, yo me siento más próximo a Teresa de Calcuta, también mística, y a este texto de García Márquez en el que, como ella, sabe que “Amar es el latido de dos corazones al mismo tiempo, que se confunden y se hacen uno”.

¿QUÉ ES AMAR?

Amar es cuando te olvidas de ti misma y esa persona ocupa todo tu pensamiento.
Amar es cuando a través de sus ojos, puedes leer lo que hay en su corazón.
Amar es confiar a pesar de todo y de todos.
Amar es cuando te interesa todo lo que a ese ser le gusta y se convierte en parte de ti.
Amar es comprender, es soportarlo todo, es sacrificarte, es no ser egoísta.
Es desear sólo su felicidad, es dar alas a la libertad.
Amar es compartir, es escuchar, es descubrir.
Es hacer tuyas sus tristezas y sus alegrías.
Amar no es reprochar, es entender.
No es lastimar, es consolar.
Amar es el latido de dos corazones al mismo tiempo, que se confunden y se hacen uno.
Amar es dar tu alma y corazón, sin esperar nada a cambio.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tanto amó Dios al mundo.

Domingo, 11 de junio de 2017
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trinidad-misericordiosaJn 3, 16-18

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. El misterio de la Trinidad nos sobrecoge y nos sobrepasa. Un Dios que es al tiempo Padre-Madre, Hijo y Ruah Santa. ¡Nuestros conceptos se quedan tan pobres para poder expresarlo! Nos acercamos a esta realidad diciendo de este Dios que es un Dios Familia, un Dios comunión-de-amor. Que Dios es amor, que nos ama hasta el infinitoque la entrega de Jesús es la expresión máxima de este amor, son afirmaciones habituales entre nosotros. Y si somos capaces de balbucear estas declaraciones es porque, por gracia, algo de ellas se nos ha regalado.

Pero, como ante todo misterio, nuestro discurso es impreciso. Tampoco es cuestión de perdernos en razonamientos. Necesitamos poner palabra a nuestra experiencia, pero –lo más importante, no lo olvidemos- es experimentar la Palabra. Que no se nos vaya la cabeza… ¡que se nos vaya el corazón! y que, en el día de hoy, renovemos, en lo más profundo de nuestro ser, la experiencia de ser infinitamente amados por Dios-Amor. Hoy somos invitados a contemplarle y así, a postrarnos, adorar, saborear, agradecer…

Contemplar, en el día de hoy, a Dios Trinidad, tras la celebración de Pentecostés el pasado domingo, nos lleva a reavivar con fuerza en nosotros la alegría pascual, la esperanza y la fe. ¡Tanto amó Dios al mundo! Este es nuestro Dios. No es un concepto ideológico, no es algo abstracto. Nuestro Dios es el amor concreto, entregado en Jesús y vivo por el Espíritu entre nosotros. Es un Dios que se ha hecho Hombre, que ha venido a compartir con nosotros nuestros miedos y anhelos, gozos y dolores.

Nuestro Dios es amor. Su esencia es amar. Amar al mundo, a la humanidad, a todos los seres humanos… No ha venido a juzgar, sino a salvar. No viene a condenar sino a invitar una y otra vez al Amor, a la Vida. Contemplar este misterio nos lleva a rememorar en nosotros la experiencia de amor y, desde ahí, nos lleva al compromiso, a la concreción del amor en nuestra realidad personal y comunitaria.

Nuestra Iglesia está llamada a ser manifestación de ese amor que es Dios y, por tanto, ser Iglesia FamiliaIglesia comunión-de-amor. Los creyentes no podemos decir que creemos en un Dios Amor si esta experiencia no nos transforma y nos lleva a buscar la creación de redes, de lazos con toda la humanidad, de solidaridad sin límites, de vida compartida y puentes tendidos.

No es fácil poner palabra a este misterio y mucho menos vivirlo. Por eso, hagamos silencio y contemplemos, dejémonos atravesar por el Amor y que sea esta experiencia vital la que transforme nuestro corazón y nos lleve a ponerla en práctica. “Obras son amores y no buenas razones”, dice el saber popular. Que la celebración solemne del misterio trinitario no nos deje indiferentes.

En el nombre de la Santísima Trinidad. Amén.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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La Santísima Trinidad

Domingo, 11 de junio de 2017
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comentarios_desglose_ilustComentarios a las dos primeras lecturas:

Evidentemente, estos textos nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la progresiva revelación de Dios. El encuentro con Dios, salvación del hombre, se hace de manera “encarnada”. Los israelitas “van conociendo a Dios”, hasta llegar a Jesús, plena revelación de “Abbá”. Pero esto nos permite otra reflexión, que es importante para la maduración de nuestra cultura religiosa.

Éxodo 34, 4-9

Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí. Y Moisés pronunció el Nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando:

– Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.

Moisés al momento se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo:

– Si he hallado tu favor, que mi Señor venga con nosotros, aunque este es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.

Uno de los pasajes más inspirados del libro. Moisés no es sólo un gran jefe y un gran legislador. Es un místico profundo, que halla su inspiración y su fuerza en su contacto con Dios. Conoce a Dios; este conocimiento se expresa bien en este texto. Dios “baja”, “se queda con él”, aunque oculto en la Nube. Dios se define como “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Israel será “su heredad“, aunque sea un pueblo muy rebelde.

Se muestra pues en este texto un bello resumen de la fe Israel, magnífica, muy superior a muchas otras manifestaciones religiosas contemporáneas… y todavía incompleta. No es nuestra fe, es sólo su prehistoria.

2 Corintios 13, 11-13

Alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos, tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo.

Os saludan todos los fieles. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros.

Se trae a las lecturas de esta fiesta por la formulación: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”, tan claramente trinitaria, que la usamos en nuestra celebración de la eucaristía como saludo inicial.

José Enrique Galarreta, S.J.

Fuente Fe Adulta

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“Vivir a Dios desde dentro”. 4 de junio de 2017. Pentecostés (A). Juan 20, 19-23.

Domingo, 4 de junio de 2017
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resucitoHace algunos años, el gran teólogo alemán, Karl Rahner, se atrevía a afirmar que el principal y más urgente problema de la Iglesia de nuestros tiempos es su “mediocridad espiritual”. Estas eran sus palabras: el verdadero problema de la Iglesia es “seguir tirando con una resignación y un tedio cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual”.

El problema no ha hecho sino agravarse estas últimas décadas. De poco han servido los intentos de reforzar las instituciones, salvaguardar la liturgia o vigilar la ortodoxia. En el corazón de muchos cristianos se está apagando la experiencia interior de Dios.

La sociedad moderna ha apostado por “lo exterior”. Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad.

Es triste observar que tampoco en las comunidades cristianas sabemos cuidar y promover la vida interior. Muchos no saben lo que es el silencio del corazón, no se enseña a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevivimos olvidando nuestra alma: escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios, mientras nuestro corazón está ausente.

En la Iglesia se habla mucho de Dios, pero, ¿dónde y cuándo escuchamos los creyentes la presencia callada de Dios en lo más hondo del corazón? ¿Dónde y cuándo acogemos el Espíritu del Resucitado en nuestro interior? ¿ Cuándo vivimos en comunión con el Misterio de Dios desde dentro?

Acoger al Espíritu de Dios quiere decir dejar de hablar solo con un Dios al que casi siempre colocamos lejos y fuera de nosotros, y aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de nuestro ser.

Esta experiencia interior de Dios, real y concreta, transforma nuestra fe. Uno se sorprende de cómo ha podido vivir sin descubrirla antes. Ahora sabe por qué es posible creer incluso en una cultura secularizada. Ahora conoce una alegría interior nueva y diferente. Me parece muy difícil mantener por mucho tiempo la fe en Dios en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna, sin conocer, aunque sea de manera humilde y sencilla, alguna experiencia interior del Misterio de Dios.

José Antonio Pagola

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 4 de junio de 2017. Pentecostés

Domingo, 4 de junio de 2017
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31-PentecostesA cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

El relato de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor lucano. Su finalidad es eminentemente teológica. No es un acontecimiento cronológico sino kairótico en la misma línea de la fiesta de la ascensión que celebramos y comentamos el domingo pasado. Lucas recoge la «fiesta de las semanas» del antiguo Israel. Esta fiesta se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos relámpagos y viento huracanado.

El redactor de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por parte de la Iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético del «Día del Señor». Este pasaje entrelaza elementos históricos y escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas y culturales. Por eso todos entienden el mensaje en su propia lengua. Allí se han dado cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura una nueva comunidad.

En la primera de Corintios Pablo enfatiza la acción del Espíritu en la vida de los creyentes y en la construcción de la Comunidad eclesial. Conciente de las divisiones que se vivían al interior de esta comunidad insiste en que los dones, los carismas, los ministerios y los servicios proceden de un mismo Espíritu. Por lo tanto todos los carismas, dones y ministerios están en función del crecimiento de la Iglesia. La acción del Espíritu cualifica la misión de la Iglesia en el mundo y no sólo para la santificación individual. El Espíritu articula interiormente la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.

El cuarto evangelio presenta dos escenas contrastantes. En primer lugar, los discípulos encerrados en una casa, llenos de miedo y al anochecer. En segundo lugar, la presencia de Jesús que les comunica la paz, les muestra sus heridas como signo de su presencia real, se llenan de alegría y Jesús les comunica el Espíritu que los cualifica para la misión. El miedo, la oscuridad y el encerramiento de «la casa interior» se transforman ahora con la presencia de Jesús en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformante del Espíritu en el interior del creyente y de la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión eclesial aparecen aquí íntimamente articuladas. No son momentos aislados sino simultáneos, progresivos y dinamizadores en la comunidad creyente.

Jesús cumple sus promesas. Les ha prometido a sus discípulos que pronto regresará, que nos les dejará solos. Les ha dicho que el Espíritu Santo de Dios les asistirá para que entiendan todo lo que él les ha anunciado. Así lo hace. Ahora les comunica el Espíritu que todo lo crea y lo hace nuevo. Jesús sopla sobre ellos como Dios sopló para crear al ser humano. Ellos son las personas nuevas de la creación restaurada por la entrega amorosa de Jesús.

La violencia, la injusticia, la miseria y la corrupción en todos los ámbitos de la sociedad nos llenan de miedo, desaliento y desesperanza. No vemos salidas y preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros asuntos individuales y olvidarnos del gran asunto de Jesús. Entonces es cuando él irrumpe en nuestro interior, traspasa las puertas del corazón e ilumina el entendimiento para que comprendamos que no nos ha abandonado. El sigue presente en la vida del creyente y en el seno de la comunidad. Sigue actuando a través de muchas personas y organizaciones que se comprometen a cabalidad para seguir luchando contra todas las formas de pecado que deshumanizan y alienan al ser humano. El Espíritu de Dios sigue actuando en la historia aunque aparentemente no lo percibamos. No es necesario hacer tanta bulla para decir que el Espíritu está actuando. Muchas veces no lo sentimos porque actúa en forma muy sencilla a través de gestos que pueden pasar desapercibidos.

¿Qué signos de la presencia dinamizadora del Espíritu de Dios podemos percibir en nuestra vida personal, familiar y comunitaria? ¿Conocemos personas que actúan bajo la acción del Espíritu? ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando en personas y comunidades?

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4.6.17 Pentecostés, patria de todos los pueblos: Persas, medos, elamitas…

Domingo, 4 de junio de 2017
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18740773_802662909910903_9147528731762557607_nDel blog de Xabier Pikaza:

En este Pentecostés, fiesta del Espíritu de Cristo que alienta en nuestra vida, quiero destacar el comienzo múltiple del cristianismo, en la Plaza del Espíritu Santo de Jerusalén, donde había perss/partos, medos, elamitas, gentes de todas las tribus, lenguas y naciones, empezando por Oriente, conforme al relato “oficial” y litúrgico de Hch 2, 1-13, que anticipa el carácter multiforme de las iglesias posteriores.

Según ese relato, en el comienzo está el único Espíritu de Dios, que, siendo uno mismo (como Dios), alienta a modo de viento huracanado y arde en forma de múltiples llamas/lenguas de fuego, que se posan sobre los discípulos, varones y mujeres (unos ciento veinte, dice el texto anterior Hch 1, 15), haciéndoles capaces de hablar en muchas formas, según los “idiomas” y culturas de todos los pueblos reunidos en la “babel” de aquel momento.

Este Espíritu de Dios es la misma fuerza sagrada del Comos, que mantiene vinculado en amor el universo infinito de estrellas…, todo Dios hecho presencia y vida entre nosotros (con, por nosotros) en Cristo.

18835863_802662523244275_124519029786382471_nEl relato es conocido, no hace falta comentarlo por extenso, pero hay unos motivos que conviene recordar, conforme a la liturgia de este día, empezando por el tema intrigante y fecundo de la Plaza de Todos los Pueblos, un lugar que sustituye al viejo Templo de Jerusalén, una plaza abiertas (pura calle) donde vienen a juntarse gentes de muchas naciones y nacionalidades, de pueblos y autonomías, pero de manera que todos se entendieron, sin que unos dominaran a los otros.

Éste es el día de la comunión por el Espíritu de Dios, es decir, por el amor y la palabra, no por el puro dinero, ni por poderío militar, ni por el engaño… El mismo Espíritu de Dios, encarnado por Cristo en la historia de los hombres, es principio de unidad y comunión en la diferencia.

Por eso, Pentecostés es el día de la comunión de amor, como una luz que arde en la vida de los hombres y les hace comprenderse, una luz en miles y miles de luces, de manera que unos y otros se dan la mano y pueden caminar juntos, sin luchar unos contra otros…

Este es el día de la comunión, que según ese pasaje empieza de algún modo en oriente, con los partos-medos-elamitas, que según la “mitología” de algunos dirigentes del mundo occidental son el mismo demonio en persona (el eje del mal…). Allí tenemos que empezar precisamente, según este relato.

imagesEs el día de la comunión concreta de los pueblos de la tierra, que Lucas, el autor del libro de los Hechos, ha vuelto a contar y presentar, como al principio de la historia israelita, abierta a todas las naciones (cf. Gen 11). No hay un pueblo superior, ni Roma ni Grecia, ni Israel ni Egipto… Todos los pueblos aparecen en línea de igualdad, empezando por oriente (partos/persas, medos/iranios…), recorriendo el mundo entero, como círculo y espiral de vida, en torno al Espíritu, sin un pueblo sobre otros, sin guerra de conquista, ni dominio, sin más principio de unidad que el amor de Dios, revelado en Cristo.

Éste es el día de la comunión de las iglesias de Oriente y Occidente, que aparecen ahora en la mañana de Pentecostés, a eso de las nueve, al soplo (a la intemperie) del Espíritu de dios en Jerusalén. Desde allí, desde la Plaza Jesús por el Espíritu, salimos en esperanza de amor al mundo entero.

uncionPor eso, siendo un don de amor y de concordia, Pentecostés viene a presentarse en forma de Tarea, de Misión Universal de vida. Ésta es la verdadera globalización del amor y de la vida, sin dinero en medio, si armas por arriba, mano a mano, palabra a palabra, corazón a corazón, en apertura al Universo Entero, pues el Espíritu de Dios sigue planeando sobre el abismo del caos, para que todo sea y tenga vida, pues en el amor de Jesús somos, nos vemos y existimos.

Buen día del Espíritu a todos.

La Iglesia es una plaza abierta al viento y al fuego de Dios:

Ésta es la primera Plaza de la Iglesia, que Plaza del Sol/Fuego, que alumbra a todos, como había dicho el Cristo, Plaza de todas las Lenguas,que son riqueza de vida, para dialogar y comprenderse. Juntarse en la plaza, recibir el fuego, levantar la mano, par comprometerse todos con la vida. Aquí esta Pentecostés, con sus varios motivos:

a) Primero es el motivo de Babel, recogido de Gen 11. Por ansia posesiva y por envidia se enfrentaron y se dividieron hombres y mujeres del principio, enfrentándose entre sí, incapaces de entenderse.

Muchos han vuelto, hemos vuelto a juntarnos en ciudades que son como “babel”, lugares donde hablamos lenguas diferentes y nos enfrentamos con violencia y miedo, sin querer ni poder entendernos. Pues bien, en aquella babel de Jerusalén se juntaron gentes de todos los pueblos… pero llegó el Espíritu del Cristo y se comprendieron.

b) Segundo es el motivo de fuerte huracán y del fuego que debe sacudirnos por dentro, Espíritu del Cristo, mensajero del Reino de Dios, asesinado por sacerdotes y gobernadores, Espíritu que arranca y que descuaja, que enciende y transforma, convirtiéndose en palabra (lenguas de fuego).

Cristo se introduce así en el babel de confusión y enfrentamiento,
de manera que todos pueden entenderse, por la palabra, por el fuego de la vida

c) Tercer motivo es la palabra que vincula. Hablan los galileos de Jesús, sorprendidos y recreados por su Espíritu. Hablan como saben, con el amor que Jesús les ha dejado, con el fuego de pasión que han recibido. Hablan de Dios y sus grandezas, de las maravillas de una vida que puede convertirse en comunión… y cada uno de los hombres y mujeres que han llegado a las fiestas confusas de la vieja Jerusalén (la gran Babel) les comprende en su propia lengua.

d) Así nace la Iglesia, una comunión de amor donde se juntan y comprenden gentes de lenguas diferentes: partos, medos, elamitas… A nadie se le fuerza, a nadie se le impone una lengua o cultura diferente. Cada uno escucha y atiende en su lengua, y todos en la Dios (el Dios de Jesús) que habla en muchas lenguas, para que todos se entiendan, cada uno en la suya, y aprendan todos a dialogar.

Éste es un tema de fondo de este domingo del Espíritu Santo, con la gente entusiasmada de la Plaza del Viento y del Fuego de Dios en Jerusalén, un lugar abierto a todas las dificultades y esperanzas de las gentes. (a) Empezaré presentando el texto, en su versión oficial. (b) Lo comentaré después, pero sólo fijándome en los muchos pueblos, que forman una Iglesia. Leer más…

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Nos ha parecido al Espíritu Santo y a Nosotros. Democracia eclesial

Domingo, 4 de junio de 2017
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18814373_802514953259032_2957395311252763666_nDel blog de Xabier Pikaza:

Están todos reunidos: los cuatro líderes en primera fila (Santiago y Pedro a un lado, Pablo y Bernabé al otro), todo el pueblo cristiano en torno a ellos, escuchando para decidir. Ése es el tema de las dos primeras imágenes, el Pentecostés de la democracia cristiana del Espíritu Santo:

La comunidad entera debate sobre el problema (quiénes forman la verdadera iglesia, cuáles son sus compromisos). Han subido algunos de Antioquía (Pablo y Santiago) y se reúnen en Jerusalén, con Santiago y Pedro, y con todos. Hay un problema, deben resolverlo.

Los líderes aportan sus argumentos, aduciendo a la Biblia y a la propia experiencia de Jesús , expresando las diversas tendencias y visiones de las iglesias. Sin unos líderes buenos, capaces de defender sus posturas, pero dialogando en medio del pueblo no puede haber decisión cristiana.

Oran juntos, y deciden todos, líderes y comunidad en su conjunto, pues la palabra y la vida es de todos, de manera que la decisión surge de la búsqueda conjunta, de la oración y la conversación.

Al fin, todos ellos declaran, diciendo: Nos ha parecido al Espíritu Santo y a Nosotros… Seguirá habiendo problemas: Santiago será siempre Santiago, y Pablo será Pablo… y Pedro deberá asumir su tarea y decir su palabra entre todos… para que al final decida “todo el pueblo” (nosotros…) y no sólo los tres líderes.

18765875_802513103259217_3080303065364721342_nEsta es la palabra clave de Pentecostés, según el relato del “primer concilio”, donde Pedro es Pedro por estar junto a otros, en medio de la Iglesia

Pedro es uno de los que hablan y votan, pero a su lado hay otros líderes (Santiago, Pablo…). Tienen ideas y prácticas muy distintas, pero se escuchan unos a otros, de manera que todos (ellos, todo el pueblo…) pueden entender, decidir y asumir el compromiso mutuo, en lo esencial (pues sigue habiendo entre ellos muchas diferencias).

No hay una iglesia jerárquica (no deciden nos por otros), sino una iglesia fraterna, donde dialogan y deciden todos…animados por unos líderes distintos entre sí, pero fraternos…

Sin duda, la iglesia tiene otros problemas vinculadas a su encarnación en el mundo de los pobres y a su apertura misionera a las naciones, como signo y sentido de Pentecostés. Pero sin esta democracia del Espíritu ella pierde su sentido y fundamento.
Por eso es importante volver a este Pentecostés del primer Concilio del Espíritu Santo, el año 49 d. C. Buen día a todos.

Nos ha parecido al Espíritu Santo y a Nosotros… El Espíritu es siempre Nosotros:

18881798_803893249787869_678267458961174625_nÉsta es la democracia del Espíritu Santo, que se expresa allí donde la comunidad reunida

Quiero precisar la función del Espíritu Santo en el conjunto de la Iglesia, a partir de la versión lucana del “concilio” de Jerusalén (Hech 15; cf. Gal 2, 1-10), donde la iglesia acepta como seguidores mesiánicos de Jesús (herederos de las promesas de Israel) a los cristianos de la gentilidad, aunque no sean judíos, ni se circunciden, ni cumplan gran parte de la ley nacional. Por su parte, las iglesias de la gentilidad aceptan la raíz judía de su fe, manteniendo la comunión con Jerusalén.

Este es el centro de Hech y del cristianismo: aquí se anudan y separan los hilos de la vida y ministerio de la iglesia, donde el Espíritu Santo de Pentecostés se revela a través del diálogo y decisión de toda la iglesia que dice: Nos ha parecido al Espíritu Santo y a Nosotros. El Espíritu Santo habla así a través de toda la iglesia, con los apóstoles que dialogan/discuten, llegando a un acuerdo con toda la comunidad que asume y confirma su compromiso, a favor de la extensión universal de la Iglesia.

18767603_802510446592816_4589964107468717215_nTema: La Iglesia de Jerusalén, representada por Apóstoles y Presbíteros (15, 2.4.6.22.23), con todos los creyentes reunidos, decide que los cristianos gentiles no han de ser circuncidados, ratificando la conducta de Pablo y Bernabé, aunque les imponen ciertas condiciones (15, 22-35).

Protagonistas son los delegados de la misión gentil (Pablo y Bernabé), los cristianos fariseos (exigen circuncisión: 15, 5) y algunos mediadores como Pedro y Santiago (cf. 15, 7-21).

La presencia de Pedro, que ha salido de Jerusalén hacia el 43 (cf. Hech 12, 17), está atestiguada por Gal 2, 1-10 y por todo el texto de Hch 15. Pero Pablo y Hech 15 suponen que Pedro no pertenece ya a esa comunidad (presidida por Santiago), sino que actúa como misionero.

En el centro de la iglesia de Jerusalén (representante de todas las iglesias) está Santiago. Pedro y Pablo acuden al “concilio” como misioneros de tendencias distintas, para recibir la aprobación de Jerusalén.

La decisión de admitir a los gentiles en la comunión mesiánica, sin exigir que se circunciden parte de Pablo y en algún sentido de Pedro, pero la ha tomado la iglesia judía, que se sitúa así en una postura delicada ante el resto del pueblo… Leer más…

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