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Obediencia religiosa

Sábado, 26 de mayo de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

Homosexualidad-y-religión

“El propósito de la obediencia religiosa no es mantener la rutina y la disciplina en el seno de una institución. Es inculcarnos la obediencia al Espíritu Santo, hacernos capaces de obedecer al Espíritu. No implica una subordinación de por vida a la autoridad. Nosotros mismos hemos desvirtuado la idea de obediencia porque siempre la hemos visto en el contexto de la autoridad, o de la institución. En este contexto tiene alguna validez, pero se la ha llevado demasiado lejos. También se ha asociado la obediencia con una suerte de alienación, la noción de que debemos lisa y llanamente obedecer y de que eso es todo lo que cuenta.

La obediencia tiene por finalidad flexibilizar a una persona, liberarla de ataduras a su sentimiento de autarquía. Pero no hay que suponer que es sometiéndose a la autoridad como uno se convierte en santo. Si uno deja que la autoridad quiebre su sentimiento de autarquía, puede convertirse en un bicho raro o en un robot. El sentimiento de autarquía es un problema y tenemos que renunciar a él, e eso no cabe duda. En la muerte y la resurrección de Cristo hay una verdad absolutamente válida e inmutable: el hecho de que tenemos que morir para nuestro sentimiento de autarquía, pero no de la forma en que esa muerte ha sido presentada, como una especie de sadismo jurídico e incluso a veces sistemático. Si un superior sabía que a ti no te gustaba hacer una cosa, era esa cosa la que tenías que hacer. Hasta podía haber en ello una cierta complacencia morbosa. Esas prácticas eran perniciosas y a causa de ellas la obediencia religiosa ha caído en descrédito.

La obediencia religiosa es importante porque libera. Cuando libera, cumple su función. Libera si el Espíritu nos hace libres. Así pues, es posible ser libre, inclusive cuando hay abuso, si uno ve las cosas correctamente. Pero ahora, a partir del Concilio, es preciso modificar la situación. Hay ocasiones en las que uno no puede permanecer absolutamente pasivo ante la autoridad, situaciones en las que uno debe respetuosamente explicar las razones por las que no está dispuesto a obedecer. Y ver que dice entonces la autoridad. En otras palabras, poner el problema sobre la mesa y discutirlo.

Pero no por la simple razón de no querer obedecer, sino en aras de una obediencia más alta. Tomemos la cuestión de los objetores de conciencia… Algo semejante podría suceder en la vida religiosa. Si a mí me ordenaran que predicara para ustedes algo en lo que no creo, no podría hacerlo… Necesitamos tener las cosas claras: la obediencia tiene por objeto liberarnos para que podamos seguir al Espíritu Santo. Nosotros respetamos la autoridad de otros y la obedecemos, pero también tenemos que seguir los dictados de nuestra conciencia” (206-208).

*

Thomas Merton
“Los manantiales de la contemplación”,
Ed. Sudamericana.

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¿Quién eres Tú…?

Domingo, 20 de mayo de 2018
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Businessman with pensive expression

¿Quién eres Tú, dulce luz, que me llena
e ilumina la oscuridad de mi corazón?

Me conduces como una mano materna,
y si me soltaras no sabría dar ni un paso.
Tú eres el espacio que rodea mi ser y lo envuelve en sí.
Abandonado de ti caería en el abismo de la nada,
de donde Tú me llamaste a la existencia.

Tú estás más cerca de mí que yo mismo
y eres más íntimo que mi intimidad.
Al mismo tiempo eres inalcanzable e incomprensible,
ningún nombre es adecuado para invocarte.

¡Espíritu Santo, Amor Eterno!
Tú eres el dulce manantial
que fluye desde el Corazón del Hijo hacia el mío,
el alimento de los ángeles y de los bienaventurados.

¡Espíritu Santo, Vida Eterna!
Tú eres la centella
que cae desde el trono del Juez eterno
e irrumpe en la noche del alma,
que nunca se ha conocido a sí misma.

Misericordioso e inexorable,
penetras en los pliegues escondidos de esta alma
que se asusta al verse a sí misma.
¡Dame el perdón y suscita en mí el santo temor,
principio de toda sabiduría que viene de lo alto!

¡Espíritu Santo, Centella penetrante!
Tú eres la fuerza con la que el Cordero
rompe el sello del eterno secreto de Dios.
Impulsados por ti, los mensajeros del Juez
cabalgan por el mundo con espada afilada,
y separan el reino de la Luz del reino de la noche.

 Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra
y todo, gracias a tu aliento, encontrará su justo lugar.
¡Espíritu Santo, Fuerza triunfadora!
*
Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
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“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

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Era jueves. El cielo estaba gris; la tierra estaba cubierta de nieve y seguían cayendo voluminosos copos de nieve cuando el padre Serafín comenzó la conversación en un descampado cercano a su «pequeña ermita».

-«El Señor me ha revelado -empezó el gran stárets- que desde la infancia deseas conocer cuál es el fin de la vida cristiana… El verdadero fin de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo de Dios…»

-«¿Cómo “adquisición”? -le pregunté al padre Serafín-. No comprendo del todo…»

Entonces el padre Serafín me cogió por los hombros y me dijo:

-«Ambos estamos en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué no me miras?».

-«No puedo, padre. Hay lámparas que brillan en sus ojos, su rostro se ha vuelto más luminoso que el sol. Me duelen los ojos.»

-«No tengas miedo, amigo de Dios; también tú te has vuelto luminoso como yo. También ahora tú estás en la plenitud del Espíritu Santo; de lo contrario, no habrías podido verme.»

Inclinándose entonces hacia mí, me susurró al oído:

«Agradece al Señor que nos haya concedido esta gracia inexpresable. Pero ¿por qué no me miras a los ojos? Prueba a mirarme sin miedo: Dios está con nosotros».

Tras estas palabras levanté los ojos hacia su rostro y se apoderó de mí un miedo aún más grande.

-«¿Cómo te sientes ahora?», preguntó el padre Serafín.

-«¡Excepcionalmente bien!»

-«¿Cómo “bien”? ¿Qué entiendes por “bien”?»

-«Mi alma está colmada de un silencio y una paz inexpresables.»

-«Amigo de Dios, ésa es la paz de la que hablaba el Señor cuando decía a sus discípulos: “Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar” (Jn 14,27). ¿Qué sientes ahora?»

-«Una delicia extraordinaria.»

«Es la delicia de que habla la Escritura: “Se sacian de la abundancia de tu casa, les das a beber en el río de tus delicias” (Sal 36,9). ¿Qué sientes ahora?»

-«Una alegría extraordinaria en el corazón.»

-«Cuando el Espíritu baja al hombre con la plenitud de sus dones, se llena el alma humana de una alegría inexpresable porque el Espíritu Santo vuelve a crear en la alegría todo lo que roza. Es la alegría de que habla el Señor en el Evangelio»

*

Serafín de Sarov,
Vida y coloquio con Motovilov,
Turín 19892).

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“Renuévanos por dentro”. Pentecostés – B. (Juan 20,19-23)

Domingo, 20 de mayo de 2018
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Poco a poco estamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de bienestar. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven, Espíritu Santo, y libéranos del vacío interior.

Hemos aprendido a vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos, pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. Pero no encontramos sosiego ni paz. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la oscuridad y la confusión interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo lo llamamos «amor», y al placer, «felicidad», pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo, a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos, exhalando sobre ellos su aliento: «Recibid el Espíritu Santo». Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros y reavivar nuestra existencia por caminos que solo él conoce.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 20 de mayo de 2018. Pentecostés

Domingo, 20 de mayo de 2018
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34-PentecostesB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar:
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo:
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.
En el presente ciclo B pueden utilizarse tambien las siguientes lecturas:
Gálatas 5,16-25: El fruto del Espíritu.
Juan 15,26-27;16,12-15: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.

Cualquier gran ciudad de nuestro mundo rememora ya el ambiente de la torre de Babel: pluralidad de lenguas, pluralidad de culturas, pluralidad de ideas, pluralidad de estilos de vida y problemas inmensos de intolerancia e incomprensión entre los que la habitan. ¿Cómo convivir y entenderse quienes tienen tantas diferencias? La situación está volviéndose especialmente problemática en los países desarrollados, pero también en las grandes ciudades de todo el mundo. Inmigrantes del campo, del interior, de otras provincias o países que lo dejan todo para buscar un trabajo, un hogar, un lugar donde recibir sustento y calidad de vida. A la desesperada son cada día más los que abandonan su país para tocar a la puerta de los países desarrollados, aunque para ello haya que surcar mares tenebrosos en barcas desamparadas. Llegar a la otra orilla es la ilusión… Y cuando llegan, si es que los dejan entrar, comienza un verdadero calvario hasta poder situarse al nivel de los que allí viven. Nuestro mundo se ha convertido ya en paradigma de la torre de Babel, palabra que significaba «puerta de los dioses». Así se denominaba la ciudad, símbolo de la humanidad, precursora de la cultura urbana. Una ciudad en torno a una torre, una lengua y un proyecto: escalar el cielo, invadir el área de lo divino. El ser humano quiso ser como Dios (ya antes lo había intentado en el paraíso a nivel de pareja, ahora a nivel político) y se unió (-se uniformó-) para lograrlo.

Pero el proyecto se frustró: aquél Dios, celoso desde los comienzos del progreso humano, confundió (en hebreo, “balal”) las lenguas y acabó para siempre con la Puerta de los dioses (“Babel”). Tal vez nunca existió aquel mundo uniformado; quizá fue sólo una tentadora aspiración de poder humano. Después del castigo divino, las diferentes lenguas fueron el mayor obstáculo para la convivencia, principio de dispersión y de ruptura humana. El autor de la narración babélica no pensó en la riqueza de la pluralidad e interpretó el gesto divino como castigo. Pero hizo constar, ya desde el principio, que Dios estaba por el pluralismo, diferenciando a los habitantes del globo por la lengua y dispersándolos.

Diez siglos después de escribirse esta narración del libro del Génesis, leemos otra en el de los Hechos de los Apóstoles. Tuvo lugar el día de Pentecostés, fiesta de la siega en la que los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí, «cincuenta días» (=«Pentecostés») después de la salida de Egipto.

Estaban reunidos los discípulos, también cincuenta días después de la Resurrección (el éxodo de Jesús al Padre) e iban a recoger el fruto de la siembra del Maestro: la venida del Espíritu que se describe acompañada de sucesos, expresados como si se tratara de fenómenos sensibles: ruido como de viento huracanado, lenguas como de fuego que consume o acrisola, Espíritu (=«ruah»: aire, aliento vital, respiración) Santo (=«hagios»: no terreno, separado, divino). Es el modo que elige Lucas para expresar lo inenarrable, la irrupción de un Espíritu que les libraría del miedo y del temor y que les haría hablar con libertad para promulgar la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesús.

Por esto, recibido el Espíritu, comienzan todos a hablar lenguas diferentes. Algunos han querido indicar con esta expresión que se trata de “ruidos extraños”; tal vez fuera así originariamente, al estilo de las reuniones de carismáticos. Pero Lucas dice “lenguas diferentes”. Así como suena. Poco importa por lo demás averiguar en qué consistió aquel fenómeno para cuya explicación no contamos con más datos. Lo que sí importa es saber que el movimiento de Jesús nace abierto a todo el mundo y a todos, que Dios ya no quiere la uniformidad, sino la pluralidad; que no quiere la confrontación sino el diálogo; que ha comenzado una nueva era en la que hay que proclamar que todos pueden ser hermanos, no sólo a pesar de, sino gracias a las diferencias; que ya es posible entenderse superando todo tipo de barreras que impiden la comunicación.

Porque este Espíritu de Dios no es Espíritu de monotonía o de uniformidad: es políglota, polifónico. Espíritu de concertación (del latín “concertare”: debatir, discutir, componer, pactar, acordar). Espíritu que pone de acuerdo a gente que tiene puntos de vista distintos o modos de ser diferentes. El día de Pentecostés, a más lenguas, no vino, como en Babel, más confusión. “Cada uno los oía hablar en su propio idioma de las maravillas de Dios”. Dios hacía posible el milagro de entenderse.. Se estrenó así la nueva Babel, la pretendida de Dios, lejos de uniformidades malsanas, un mundo plural, pero acorde. Ojalá que la reinventemos y no sigamos levantando muros ni barreras entre ricos y pobres, entre países desarrollados y en vías de desarrollo o ni siquiera eso. Leer más…

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20..5.18. Pentecostés 2018. Una Teología del Espíritu Santo.

Domingo, 20 de mayo de 2018
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5ee6843b-8c59-412c-af93-2ea868dceae2Del blog de Xabier Pikaza:

Aprendí de niño la Secuencia del Espíritu Santo y desde entonces me ha venido acompañando en este día: Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.

Después he tenido ocasión de estudiar, enseñar y escribir sobre temas del Espíritu Santo, tanto en la Biblia como en la teología de la Iglesia, y eso es lo que puedo ofrecer a mis lectores un día como hoy: Una breve reflexión sobre Teología del Espíritu Santo, en línea de profundización pentecostal.

Retomo y elaboro de esa forma el tema de ayer, preparado para la Vigilia de Pentecostés. Hoy es la fiesta, el Día de Dios en Nosotros y así elaboro una teología bíblica del Espíritu Santo (tomada también en gran parte de mi Diccionario de la Biblia).

Buen día a todos. Feliz, gozoso y fuerte Pentecostés 2018.

Pablo, teólogo del Espíritu: antropología pascual

La condena y muerte de Jesús había puesto un signo de interrogación sobre su vida y mensaje. La cruz es maldición (cf. Gal 3, 13), su tumba eleva la pregunta por Dios y por su reino ¿está Dios con nosotros? (cf. Ex 32, 16). La iglesia responde que está y actúa, no sólo como creador y resucitador en general (cf. Rom 4,17; Is 48, 13), sino como el que ha resucitado de los muertos a Jesús (Rom 4, 24), del quien se dice que es:

engendrado de la estirpe de David, según la carne;
constituido Hijo de Dios en poder,
según el Espíritu de Santidad
por la resurrección de entre los muertos (Rom 1, 3-4)

La historia anterior de Jesús se mantenía en un nivel de carne: esperanza mesiánica israelita, David. La pascua, en cambio, es la acción del Espíritu que le ha resucitado, como Hijo de Dios, para todos los humanos. De esa forma, Dios ha vencido en amor a la muerte, superando carne (Ley de Israel, normas de pureza), para revelar su misterio en el Espíritu.

1. Los protestantes liberales de principios del siglo XX pensaban que ese Espíritu de pascua es la misma hondura de lo humano, personalizada en el Mesías. Todos somos carne, pero, al mismo tiempo, somos Espíritu de Vida, como fue Jesús, resucitado de la muere, humanidad perfecta.
2. Algunos católicos tradicionales identifican ese Espíritu con la naturaleza divina de Jesús: este pasaje hablaría de sus dos naturalezas, la humana (como hijo de David en la historia) y la divina, como Hijo eterno de Dios, en línea de pascua. El hombre es carne, Dios Espíritu. Ambos momentos se unen en Jesús
3. Sin negar el valor de esas perspectivas, pensamos que carne significa lo que pertenece simplemente a la esfera de la tierra: el mundo de lo humano y corruptible, sometido al pecado y la muerte. Espíritu es la fuerza escatológica del Amor de Dios que actúa por la pascua de Jesús, superando así la muerte.

Jesús era hijo de David, heredero del reino de Israel, pero no lo ha buscado o conquistado por fuerza, sino que ha muerto en debilidad, por ser fiel Reino de Dios. Por eso, Dios le ha resucitado, haciéndole Hijo suyo, humanidad culminada; así “ha santificado su nombre”, se ha mostrado en plenitud como divino, poder liberador, rescatando a Jesús de la muerte y con Jesús a los perdidos, humillados y excluidos de la historia (cf. Ez 36, 16-38). De esa forma se muestra divino, al hacerle Señor de la nueva creación, por el Espíritu, “en Poder” (cf. Mc 9, 1; 13, 26; 1 Cor 6, 14 y en especial Mt 28, 16-20: se me ha dado todo poder en cielo y tierra). Leer más…

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Domingo de Pentecostés. Ciclo B

Domingo, 20 de mayo de 2018
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250px-Pentecostés_(El_Greco,_1597)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete

En el famoso cuadro de Pentecostés pintado por El Greco, que ahora se conserva en el museo del Prado, hay un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas actuales). Ya que el Greco se inspira en el relato de los Hechos, donde se habla de una comunidad de ciento veinte personas, podemos concluir que la Magdalena representa a ciento siete. ¿Cómo se compagina esto con el relato del evangelio de Juan que leemos hoy, donde Jesús aparentemente sólo otorga el Espíritu a los Once? Una vez más nos encontramos con dos relatos distintos, según el mensaje que se quiera comunicar. Pero es preferible comenzar por la segunda lectura, de la carta a los Corintios, que ofrece el texto más antiguo de los tres (fue escrita hacia el año 51).

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)

            En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos:

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Volvemos a las dos versiones del don del Espíritu: Hechos y Juan.

La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por cien). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

― ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

La versión de Juan 20, 19-23

En este breve pasaje podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la confirmación de que es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.

El saludo es el habitual entre los judíos: “La paz esté con vosotros”. Pero en este caso no se trata de pura fórmula, porque los discípulos, muertos de miedo a los judíos, están muy necesitados de paz.

Ese paz se la concede la presencia de Jesús, algo que parece imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrarles las manos y los pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la muerte, los pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de salvación, y los discípulos se llenan de alegría.

Todo podría haber terminado aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al miedo. Sin embargo, en los relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. [Dada la escasez actual de vocaciones sacerdotales y religiosas, no es mal momento para recordar otro pasaje de Juan, donde Jesús dice: “Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies”].

Todo termina con una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelistas si lo hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede significar “viento” y “espíritu”. Jesús, al soplar (que recuerda al viento) infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión que acaban de encomendarles. A lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán en contacto con numerosas personas; entre las que deseen hacerse cristianas habrá que distinguir entre quiénes pueden aceptadas en la comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos temporalmente (reteniéndoles los pecados).

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

― Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

― Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

― Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Resumen:

Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla.

Ven, Espíritu divino,

   manda tu luz desde el cielo.

   Padre amoroso del pobre;

   don, en tus dones espléndido;

   luz que penetra las almas;

   fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,

   descanso de nuestro esfuerzo,

   tregua en el duro trabajo,

   brisa en las horas de fuego,

   gozo que enjuga las lágrimas

   y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,

   divina luz, y enriquécenos.

   Mira el vacío del hombre,

   si tú le faltas por dentro;

   mira el poder del pecado,

   cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,

   sana el corazón enfermo,

   lava las manchas, infunde

   calor de vida en el hielo,

   doma el espíritu indómito,

   guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,

   según la fe de tus siervos;

   por tu bondad y tu gracia,

   dale al esfuerzo su mérito;

   salva al que busca salvarse

   y danos tu gozo eterno.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

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Domingo de Pentecostés

Domingo, 20 de mayo de 2018
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pentecostes

“Cuando venga el Espíritu de la verdad, él os irá guiando hasta la verdad plena.”

(Jn 15, 26-27;16, 12-15)

Comenzamos este escrito con una pregunta. ¿Qué imagen de Dios tenemos? Porque es muy distinto relacionarnos con un Dios individual que con un Dios trinitario que habla de relación, de diversidad, de entrelazamiento, de no poder existir el Padre sin el Hijo y sin el Espíritu y viceversa. Son relaciones basadas en la libertad del amar.

Comienza este texto diciendo “cuando venga el espíritu de la verdad…” La palabra verdad tenemos que cambiarla por plenitud. La verdad es una categoría mental, que lleva a una categoría humana, donde cada uno vive según su verdad. La verdad a la que se refiere el texto es la plenitud, la completud.

Jesús envía el espíritu de la verdad cuando su presencia humana ya no está físicamente con nosotros y análogamente percibimos el espíritu de quienes queremos, su presencia de infinitud cuando ya no están físicamente con nostr@s.

Jesús envía el Espíritu que procede del Padre. La danza divina de la comunión, el entrelazamiento de lo que son. Metafóricamente el Misterio se asemeja a una infinita red constituida por su misma interrelación. El espíritu es el otro brazo del Padre, según la expresión de San Ireneo. Es importante caer en la cuenta de que Cristo significa el Ungido: “Aquél que ha recibido el Espíritu”.

“El Espíritu dará testimonio sobre mí, vosotros seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio”.

La palabra testimonio viene del griego mártirμάρτυρας», «testigo»). Que hace referencia a quien da fe de algo debido a que lo ha vivido o presenciado. Unificación de los polos divino y humano. Dos testimonios, el Espíritu, presencia divina y viva de Jesús y los discípulos manifestación real de la vida vivida junto al maestro.

“Tendría que deciros muchas más cosas…” El espíritu nos introduce en una nueva manera de vivir, la de comprender. Sin el espíritu no podemos pasar del entendimiento a la “comprensión”.

“Él no hablará por su cuenta” porque vive en una relacionalidad que expresa la comunión profunda que transparenta la esencia que los une. No existen relaciones lineales ni jerárquicas sino de profundidad.

El Espíritu Santo es la fuerza vital divina que hace todo el espacio más transparente. El Espiritu transformador, surge de la libertad y creatividad ilimitadas.

“Y os anunciará las cosas venideras”. Nos impulsa el pasado, pero nos atrae el futuro, que nos invita a movernos hacía delante, y aquí descubrimos que nuestra inquietud interior es divina, fruto del Espíritu que sopla como quiere y donde quiere y que nunca dejará de asombrarnos y sorprendernos. El Espíritu fuerza viva que abre caminos de novedad y Vida.

ORACIÓN

Espíritu Santo, descúbrenos la verdadera comunión, la danza ininterrumpida y flexible que es esencia de interrelacionalidad, profundidad y plenitud.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios Espíritu está en nosotros y no tiene que venir de ninguna parte.

Domingo, 20 de mayo de 2018
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listenerJn 20, 19-23

Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción de las personas en la Trinidad solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”, es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno. El pueblo y algunos manuales piadosos han atribuido a cada persona tareas diferentes, pero esto no es más que una manera inadecuada de hablar.

La fiesta de Pentecostés está encuadrada en la Pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que el Espíritu había realizado en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.

Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Queremos significar que el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.

Tanto el “ruah” hebreo como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio existente entre el cielo y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración.

No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término “ruah” (espíritu). Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios, que capacita a alguna persona, para llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su conjunto.

En el NT, “espíritu” tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto todavía judío. El mismo término “ruah” se presta a un significado figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. “Os mandaré otro consolador.” El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la obra del E. S. No está claro si el Pneuma es una entidad personal o no.

Jesús nace del E. S., baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del E. S. está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de crecer en el orden espiritual. Nada puedo hacer sin él pero tampoco puedo  estar privado de su presencia en ningún momento. Todas las oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu, nacen de una ignorancia de lo que queremos significar con ese término.

Está siempre en nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella y su acción no se nota. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla, hay vida, pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas, nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina; es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia.

Dios (Espíritu) es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno está en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto. No es pues la meta, la que distingue a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu. Pero su tarea es completamente diferente. Una mayor humanidad será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.

Si Dios está en cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de imposición, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico.

La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero si tenemos una idea de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios, en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o nuestro espíritu.

Dios llega a nosotros acomodándose al ser de cada uno. El Espíritu nunca supone violencia alguna. No lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo vio claro: Formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función diferente pero útil para el todo. Esa uniformidad pretendida por los superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el mismo instrumento y la misma nota no habría nunca música.

Meditación

Como el aire que respiramos mantiene la actividad vital,
el Espíritu absorbido nos mantiene en la Vida.
No podemos separar la vida biológica del ser vivo.
Tampoco podemos separar la Vida espiritual del Espíritu.
Siempre que exista Vida se manifestará en obras.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Con las puertas bien cerradas.

Domingo, 20 de mayo de 2018
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pentecostesUna sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcar todo (Gustav Mahler)

20 de mayo, domingo de Pentecostés

Juan 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos

En este domingo de Pentecostés amanecen los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. Es el sentido de “empezaron a hablar lenguas extranjeras” del cap. 2, vers. 4 de los Hechos. El viento huracanado del Espíritu transformando las tablas de piedra muerta de Moisés en la carne viva del corazón de los creyentes. Su entendimiento se desplegó a la verdad y la vida. Así lo dijo Albert Einstein veinte siglos después: “La mente es igual que un paracaídas, sólo funciona si se abre”.

En la película María Magdalena del director australiano Garth Davis, estrenada en febrero de este año, la protagonista, aunque no parece haber estado aquel día en el Cenáculo, unió también su voz a la de los discípulos diciendo: “No me quedaré callada, me haré oír”. Quizás lo hizo siguiendo la insinuación del libro de los Hechos (2, 3) cuando dice de los Apóstoles que “Se llenaron todo de Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas extranjeras”.

María, según el film, es una joven que busca dar un nuevo sentido a su vida y que, a pesar de las jerarquías y reglas impuestas por su época, se atreve a desafiar a su familia y unirse a un nuevo movimiento social liderado por Jesús de Nazaret. Un retrato auténtico, único y humanista, de una de las figuras espirituales más enigmáticas e incomprendidas de la historia.

Davis explicó que quiso crear un mundo en el que la gente se pudiera identificar, para compartir el mensaje, muy simple, que es la idea de que la libertad individual viene dada por “el amor al prójimo”. Magdalena, aparece como una mujer de firmes principios que entiende que su camino está al lado de la religión, de ese mesías que ha llegado para conducirlos hacia un mundo mejor.

En 2016, el papa Francisco la declaró “apóstol de los apóstoles”. Simplificando el mensaje, que sí aparece en el Evangelio, se acentúa la idea de que el Reino famoso, del que se lleva hablando toda la película, estaba ya dentro de nosotros y que lo que tenemos que hacer no es ni creer, ni convertirnos, ni nada de eso. Solo sacar nuestra bondad de dentro y hacer bueno el mundo.

El Evangelio apócrifo de Felipe la menciona como “compañera” de Jesús, como la figuró Garth Davis. En la obra Otro Dios es posible Parte II, María y José Ignacio López Vigil, se escribe este magnífico diálogo en consonancia con dicha película y el relato evangélico:

¿Qué pasó aquella mañana del domingo cuando María Magdalena fue al sepulcro donde habían puesto su cadáver?

A lo que Jesús respondió: “Pasó que el Espíritu de Dios la llenó de fuerza, de alegría. A ella y a las otras mujeres. Y ellas animaron a los hombres, que seguían acobardados. Y salieron a las calles a contar a todo el mundo, que el Reino de Dios había cambiado, que las cosas pueden cambiar, que van a cambiar”.

El investigador Francis S. Collins, en su libro ¿Cómo habla Dios? dice: “Conforme leí el relato de la vida real de Jesús por primera vez en los cuatro Evangelios, la naturaleza testimonial de las narraciones y la enormidad de las afirmaciones de Cristo y sus consecuencias empezaron a penetrar en mí gradualmente”. ¿Pero para qué penetran? Para salir luego al exterior y ser testimonio de lo que uno vive, y luz que ayuda a los demás a hacer lo mismo.

La Naturaleza nos da también lecciones sobre esto. Los girasoles, por ejemplo, se despiertan y se mueven hacia el sol siguiéndole en su ruta de este a oeste como las agujas de un reloj, y al oscurecer giran en sentido contrario para esperar su salida a la mañana siguiente. Los días que no luce nublados se miran unos a otros para recibir y dar la energía recibida. Un transmitirse la vida como la que transfiere el relojero paseando calle arriba, calle abajo camino del Padre Eterno.

RELOJERO, SUBE Y BAJA

Calle arriba, calle abajo,
camino del cementerio,
sube y baja, baja y sube…
el relojero.

Lleva un reloj a la espalda
a ritmo de segundero.
Tiemblan todos los ancianos…
en el pueblo.

Trancan puertas y ventanas,
-mientras le ladran los perros-
con los ojos bien cerrados…
de alma y cuerpo.

Que no se asusten los niños,
que el reloj no va con ellos,
ni busques pala ni pico…
sepulturero.

La muerte no va con nadie;
tan solo va con el miedo.
Es vida, -¡paso a la Vida!-…
y es misterio.

Calle arriba, calle abajo,
camino del Padre Eterno,
sube vestido de blanco…
mi relojero

Doblen badajos al aire
desde la torre del pueblo
Suene a gloria la campana…
de mi templo.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Danzamos al viento del espíritu?

Domingo, 20 de mayo de 2018
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portapent13Juan 20, 19-23

¿Podemos hablar de una experiencia inenarrable?

El libro de los Hechos nos presenta unas imágenes: viento impetuoso, llamaradas, otras lenguas, etc. Al leer este texto, en la Eucaristía de Pentecostés ¿nos ayudan estas imágenes a reavivar las experiencias fundantes que nos han marcado?

¿A qué nos referimos? Sin duda, como creyentes, hemos tenido alguna experiencia inolvidable de amor y presencia de Dios, que incidió en nuestra vida y nos impulsó a reorganizar toda la escala de valores. Se creó un vínculo afectivo irrompible. Podemos reconocer un “antes” y un “después” de algo que se parece a Pentecostés.
Según va pasando el tiempo ¿cuidamos la experiencia fundante, o dejamos que el olvido la envuelva con su niebla? ¿Qué imágenes nos ayudan a narrarla y revitalizarla? Por ejemplo…

Ruah evoca el soplo de aire fresco que traía nubes y lluvia, o sea, la bendición. ¿Somos conscientes, a diario, de esta bendición? ¿Somos cauce de bendición para otras personas?

¿Estamos desalentad@s, porque no vemos el fruto de nuestro trabajo? ¿Qué nos desalienta a diario: las noticias sobre la situación mundial, la desesperanza o la impotencia ante el cambio? La ruah es aliento de vida.
Con un lenguaje mítico, el Génesis dice que un primer aliento divino dio vida al barrio inerte. Con lenguaje actual podemos decir que la ruah nos hace la “respiración boca a boca”, nos devuelve el aliento cuando sentimos que se nos va la vida, cuando estamos desalentad@s.

¿Cómo vivimos el agobio por la falta de espacio en casa, en los transportes, etc.? La ruah “ensancha el espacio de nuestra tienda”. Es como si derribara las paredes, abriera puertas y ventanas y nos ofreciera explanadas de encuentro. De este modo, cabe más gente en nuestra vida y no nos agobia su presencia, porque la percibimos como regalo. La ruah nos ayuda a descubrir la fraternidad y sororidad como un don.

La ruah es una buena “profesora de idiomas”. Nos enseña a hablar lenguas nuevas, a hablar con todo nuestro cuerpo, a danzar sin rubor. La multitud que experimentó Pentecostés oyó hablar de Dios “en su propia lengua” (Hechos 2, 11) Hoy ¿qué lenguas hablamos? ¿Cuáles nos da vergüenza hablar, o nos negamos a aprender?

También la ruah “limpia a fondo”. Necesitamos que siga poniendo al descubierto los rincones de suciedad que quedan en la Iglesia: pederastia, feudalismo, avaricia, vanagloria, etc. Que su viento impetuoso arrastre la hojarasca muerta y pueda renacer la vida donde se acumuló suciedad durante siglos. Y no olvidemos que cada uno de nosotros, hombres y mujeres, estamos llamad@s a limpiar lo que está a nuestro alcance, empezando por nosotr@s mism@s.

Recordaremos también que el evangelio de hoy nos dice: Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. La comunidad estaba bajo el impacto de una ejecución. Tras la cena pascual, había llegado la desbandada, el “sálvese quien pueda”. La muerte de Jesús ponía fin a cualquier esperanza de cambio. A sus amig@s sólo les quedaba encerrarse, para que los romanos no los localizasen; tenían la mala costumbre de que, al ajusticiar a un judío, buscaban también a sus amigos y familiares. Si sospechaban que eran cómplices, los ajusticiaban.

¿Qué puertas tengo cerradas? ¿Qué puertas siguen cerradas en las iglesias y en la Iglesia? ¿Son puertas, o se han convertido en fronteras? ¿Por miedo a qué? ¿A quién?

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
¿Produce alegría ver unas manos destrozadas y el costado herido de un crucificado? Evidentemente, no. Eran las señales de un proscrito; escandalizaban a las primeras comunidades y a quienes se acercaban a ellas.
El relato de Juan nos ofrece hoy otra perspectiva: sus ojos ven las heridas, pero su corazón experimenta que Jesús está vivo. Y esta experiencia les llena de alegría. La ruah les ha regalado una nueva mirada, mucho más profunda.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo”
Recibid la ruah, decimos hoy muchas mujeres. No es un capricho feminista. La palabra Espíritu es un término latino, y se ha generalizado su uso. Pero el término ruah, hebreo, femenino, tiene unas connotaciones mucho más ricas que el término espíritu.
Celebrar Pentecostés no consiste en recordar una experiencia (y una catequesis) de hace dos mil años, es tomar conciencia de que nuestra vida –personal y comunitaria- puede cambiar con la misma intensidad que cambió la de aquel grupo de hombres y mujeres, que estaban llenos de temor.

¿Qué nos conmueve en la celebración de Pentecostés? Miremos en nuestro interior todo aquello que es obstáculo para crecer como discípul@s. Pongámosle nombre: miedo, anquilosamiento, prejuicios, rutina, superficialidad, pereza, máscara, maldad… Estos obstáculos son como el lastre que nos impide caminar como discípul@s. Pero no se trata solo de caminar sino de volar…

¿Con qué intensidad pediremos EL DON de danzar y volar al soplo de la ruah?

Fuente Fe Adulta

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Pentecostés es lo contrario a la Torre de Babel

Domingo, 20 de mayo de 2018
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ea11cfd0863041b9f87b63306d6cf61cDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. FORTALEZAS Y DEBILIDADES.

La psyjé, el alma, la psicología humana es fuerte, pero al mismo tiempo es endeble. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, puede tener momentos de una gran “moral” y también profundos decaimientos.

Al fin y al cabo somos poco más que barro. Pero, cuando este barro está alentado por una buena motivación, por un idealismo, por un espíritu bueno (espíritu santo) deviene VIVIENTE,

Dios formó al hombre, del barro, sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir, llegó a ser viviente (Gn 2,7).

02. EL SER HUMANO ES ESPIRITUAL.

Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no espiritistas. Ser espiritual tampoco significa que una persona sea muy religiosa. Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual.

Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”.

En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el fututo: espera, esperanza, expectativa, expectación, espectáculo, etc.

Somos seres siempre en búsqueda, en camino, nuestro corazón y nuestra mente están siempre abiertas.

03. EL ESPÍRITU DE DIOS PADRE Y JESÚS.

Dios y Jesús tienen también un espíritu

Con el paso del tiempo y desde la fe y la teología se definió la Trinidad de Dios (fiesta que celebraremos el domingo próximo).

En la Biblia, AT y NT, no hay una definición explicita del Espíritu, sin embargo sí que emplearon muchos símbolos y metáforas que nos hablan de qué y cómo es el Espíritu.

02.1 El espíritu es un VIENTO, a veces huracanado, que impulsa a la vida, a la acción. A veces, el Espíritu de Dios suave brisa, (1 Re 19, 12) y descanso (Is 63, 14).

El viento del Espíritu es libertad: sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Jn 3,8). (Ver notas en la última página)

02.2 EL ESPÍRITU DE DIOS ES VIDA:

En el caos original (Génesis y big-bang) se cernía el Espíritu de Dios que crea la vida.

El Espíritu es la fecundidad de María y la vida de Jesús. (Mt 1, 18).

El Espíritu es quien resucitó a Jesús de la muerte.

Quizás podríamos denominar al Espíritu como: entendimiento, libertad y audacia creativas. Posiblemente hay Espíritu del Señor donde hay coraje y valentía: viento y fuego, donde se vive la libertad incluso con el riesgo de equivocarse.

04. EL ESPÍRITU DE JESÚS.

El espíritu cristiano es de oxígeno y no de formol, es liberación, no de esclavitud, que para ser libres nos ha liberado Cristo (Gál 5,1).

Cuando Jesús comienza su actividad allá en la sinagoga de Cafarnaún dice EL ESPÍRITU DE DIOS QUE ALIENTA SU VIDA

o para anunciar la BUENA NUEVA A LOS POBRES

o para proclamar la LIBERACIÓN A LOS CAUTIVOS Y LA VISTA a los ciegos,

o para dar la LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS

o proclamar un AÑO DE GRACIA del Señor.

Donde hay libertad, atención a los pobres y gratuidad hay espíritu de Cristo, incluso aunque no sean de los nuestros, (Mc 9, 38-41)

Si somos gente -e Iglesia- de buena nueva, de libertad y de gracia, es que estamos en el Espíritu del Señor.

05. LA IGLESIA NACE EN PENTECOSTÉS.

diversoEn la tradición de San Juan Pentecostés acontece en la cruz. Cuando Jesús está muriendo entregó su espíritu (Jn 19,30), que no es entregar el alma a Dios, sino que Jesús entrega su espíritu, su causa, su idealismo a la comunidad, a la iglesia naciente representada por su madre y el Discípulo amado (todos somos discípulos amados.

En el texto de hoy veíamos aquella comunidad -los discípulos- estaba encerrada, con las puertas atrancadas y con miedo, signos inequívocos de que Jesús no estaba presente.

Cuando Cristo se hace presente en aquella comunidad, en nuestra vida, confiere: paz, alegría y ESPÍRITU.

S Juan pone en boca de Jesús las mismas palabras del Génesis: les insufló Espíritu, aliento vital, ganas de vivir.

Ahí y así nació la Iglesia.

Vivimos y disfrutamos del “pequeño gran” Pentecostés que supuso el espíritu del Vaticano II. Aquel momento y contexto infundía espíritu, aliento vital.

El papa Francisco es también una persona que infunde aliento vital, espíritu y evangelio y eso a pesar de la oposición y enfrentamiento de muchos eclesiásticos. Hay obispos que dicen lo que dice el papa Francisco, pero ni piensan ni siente el espíritu de Francisco.

No parece que en nuestra diócesis estemos viviendo un momento de audacia espiritual y evangélica como en los Hechos de los Apóstoles. Más bien se intenta una disciplina férrea, que no sólida. En nuestra diócesis la doctrina son fósiles y la liturgia huele a alcanfor.

Muy pronto San Pablo se dio cuenta del peligro de una estructuración férrea, de un anquilosamiento. El peligro judaizante es constante en la Iglesia: la nostalgia de la ley, etc.

¡No apaguéis el espíritu!

06. SOLAMENTE EL ESPÍRITU DE JESÚS PUEDE ABRIR LAS PUERTAS ATRANCADAS. 

Cuando el espíritu, el idealismo de Jesús están presentes en la Iglesia, en los creyentes, es cuando se abren las puertas, la mente, los criterios. De otro modo seguiremos atrancados, con miedo a todo encerrados y tristes.

Muchos obispos, si fuesen más espirituales y menos religioso-leguleyos, deberían alegrarse y apoyar cuando un cura, un movimiento cristiano, unos laicos se equivocan de audacia en su vida pastoral precisamente por abrir puertas y ventanas.

En situaciones de crisis y de involución, el Espíritu del Señor es el que nos anima en la salida de Egipto, en el camino del desierto, en las dificultades.

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19.5.18. Vigilia de Pentecostés. Meditación bíblica sobre el Espíritu Santo

Sábado, 19 de mayo de 2018
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fotoportada554969013d37d_06052015_106amDel blog de Xabier Pikaza:

El próximo 20 celebra la Iglesia la fiesta del espíritu Santo, con la que culmina el ciclo pascual, día en que se cumplen las Siete Semanas del centro del tiempo judío, es decir, es decir, Pentecostés.

Es día bueno para la reflexión y la acción de gracias, la Fiesta de la Alianza y la Ley Verdadera del Amor, del Espíritu de Dios que es el alma del Alma de la Iglesia. En esa línea, a modo de guión para una Vigilia de de Reflexión y espera, quiero ofrecer unas reflexiones bíblicas sobre el Espíritu Santo, con motivos que tomo del Diccionario de la Biblia, en el que expongo los varios aspectos del ema.

En sentido extenso, el Espíritu Santo es la hondura divina del hombre, siendo, al mismo tiempo, la hondura humana de Dios o, si se prefiere, el amor más hondo de Dios hacia los hombres.

En ese contexto debo recordar que el Espíritu no es una cosa más, un tipo de sustancia que podamos colocar entre otras, sino una especie de principio vital de la realidad, que la teología bíblica cristiana ha vinculado de un modo especial a la vida y obra de Jesús con el surgimiento de la Iglesia, entendida en forma de comunidad universal.

Buena preparación, buena Vigilia del Espíritu Santo para todos.


1. INTRODUCCIÓN. EL ESPÍRITU SANTO

1. Los planos del Espíritu.

Empecemos situando el espíritu, que, de un modo inicial y aproximado, podemos situar en tres niveles. Son muchos los que piensan que el espíritu es una especie de vida del cosmos… Otros dirán que no es más que una ilusión, pues todo lo que existe en el mundo es pura materia. Otros, finalmente, vinculan el Espíritu con el hombre y con Dios.

1. Algunos piensan que el espíritu, entendido como realidad del mundo y la materia, es pura ilusión. Después de dividir todas las cosas en dos sustancias (materia y espíritu), como han hecho la mayoría de los pensadores ilustrados de la Edad Moderna (entre los que destaca Descartes), muchos pensadores han terminado afirmando que en el fondo sólo hay una cosa: todo es materia. El espíritu no existe, es sólo una palabra que empleamos para referirnos a ciertos fenómenos complejos, como hacían los poetas en sus mitos. Todo lo que hay en el mundo son variaciones de la única materia, que aparece en ciertos momentos y vivientes como vida o entendimiento, porque el mismo entendimiento y voluntad son materiales y así pueden estudiarse por la ciencia (física y biología, matemática y sicología).

2. Hay un espíritu del cosmos:
somos parte de la gran Vida del mundo. Así respondieron algunos filósofos griegos y muchos científicos modernos: somos parte de un gran mundo que está vivo y respira, de tal forma que muchos, desde tiempos muy antiguos, tanto en Israel como en otros pueblos, han tendido a ver y entender el viento y tormenta como respiración divina del cosmos). De la vida del mundo venimos, en la vida del mundo moramos, a ella tornaremos. Ciertamente, hay algo especial en los humanos, pero nada individual que permanezca para siempre. Muchos ecologistas actuales, en la línea de B. Espinosa, añaden que debemos ser fieles al “espíritu del cosmos”: no tenemos más Dios que la Vida, ni más religión que el respeto al proceso viviente del cosmos.

3. Pero la teología de la Biblia habla de un modo especial del Espíritu de Dios y Espíritu del hombre, para vincularlos, en un camino que, según los cristianos, culmina en Jesucristo .
En sentido estricto, en sentido bíblico y cristiano, del Espíritu sólo puede hablarse allí donde se afirma que hay un Dios que existe en sí (no es puro mundo/materia) y que actúa de manera creadora y amorosa, ofreciendo de algún modo su Espíritu-Vida a los hombres. Dios no es Espíritu en cuanto ser cerrado (esencia inmaterial aislada), sino como Relación de todas las relaciones, como Amor fundante y Presencia animadora: se abre y entrega a sí mismo, como Vida radical y Fuente de comunicación para los humanos. El ser del Espíritu es darse: Apertura creadora, Aliento de amor generoso que sólo “se tiene a sí mismo” (en autopresencia) regalándose del todo. Por eso, siendo reales, las cosas se realizan en Dios; siendo autónomo, el hombre sólo puede hacerse humano en el Espíritu divino.

2. El Espíritu de Dios sobre las aguas. Principio bíblico

En la línea anterior quiero situarme, partiendo de la Biblia, no para encerrar a los hombres en Dios y negar su independencia (como harían ciertos hegelianos), sino para destacar su independencia. Por eso empiezo diciendo con la Biblia que hay un Dios personal (es autoposesión) que quiere comunicarse de manera libre, no imponerse, a los humanos, haciéndoles capaces de acoger su presencia y dialogar con él desde el mundo; estas son sus primeras palabras:

En el principio… la tierra era caos y confusión y oscuridad sobre el abismo. Pero el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas.
Y dijo Dios: “hágase la luz…”; y dijo Dios “sepárense las aguas…” (cf. Gen 1, 1-6).

El Espíritu, simbolizado como huracán de Dios, planea sobre el abismo de un mundo que en sí mismo sería caos confuso. Así aparece como presencia creadora, extática, de Dios, que actúa después por la Palabra (y dijo Dios…) para así comunicarse. El mismo Aliento de Dios, respiración creadora, es Palabra que llama, organiza y relaciona todo lo que existe. Avanzando en esta línea, se dirá que Dios ha creado con su Aliento al ser humano:

Formó Dios al hombre con barro del suelo e insufló en su nariz Espíritu de vida y resultó el humano un ser viviente…
Y le dijo Dios: “De cualquier árbol del jardín puedes comer,
más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás,
pues el día en comieres de él morirás sin remedio” (Gen 2, 7.16-17).

Los hombres aparecen de esa forma vinculados Dios, inmersos en su respiración: han recibido su aliento, en amor que les hace capaces de comunicarse de un modo personal, abriéndoles a Dios. Pueden dialogar con él en libertad, pero sin “comer del árbol del conocimiento del bien-mal”, pues hacerlo sería encerrarse, alejarse de Dios, optar sólo por sí mismos, en un mundo de leyes y disputas sociales, en la complejidad de la historia. Eso significa que el Espíritu de Dios no puede imponerse, sino que deja en libertad a los humanos, haciéndoles capaces de ser o perderse (=morir), si es que prefieren crear un mundo de juicio (bien-mal), opuesto al deseo de Dios. Leer más…

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“El Espíritu de Jesús”. El Bautismo del Señor – B (Marcos 1,7-11)

Domingo, 7 de enero de 2018
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09_baut_bJesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban «cerrados». Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: «Ojalá rasgaras el cielo y bajases».

Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios, que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús, no con agua, sino con su Espíritu.

Sin ese Espíritu, todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece, la fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta, el amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu, la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias pastorales lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.

No hemos de engañarnos. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual, tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

José Antonio Pagola

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. Domingo 07 de enero de 2017. Bautismo del Señor. Domingo primero ordinario-

Domingo, 7 de enero de 2018
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20160WLeído en Koinonia:

Isaías 42,1-4.6-7: Mirad mi siervo, a quien prefiero.
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Marcos 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

 Hoy, como comunidad de creyentes, celebramos el bautismo de Jesús y, junto con él, nuestro bautismo. Así pues, las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos que identifican el verdadero bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos sin excepción. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de pasar por la vida “haciendo el bien”; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiesta la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: El cielo se abre, desciende el Espíritu y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios. Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es el hecho fundamental del ser cristiano, pues evoca la vida, la muerte y la resurrección de Cristo y la participación de todo cristiano en este misterio. El bautismo viene a significar en síntesis, y teniendo en cuenta los elementos descritos anteriormente, la entrega generosa a Dios y a los hermanos a ejemplo del mismo Cristo. Leer más…

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7.1.18. Bautismo de Jesús, una humanidad (¿una iglesia?) por bautizar

Domingo, 7 de enero de 2018
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a1_teofania-jordanDel blog de Xabier Pikaza:

Terminó ayer (6 del 1) el tiempo de Navidad con la epifanía. De pronto, de un salto, la liturgia nos lleva hasta el Jesús adulto, bautizado por Juan, pasando de los magos sabios que buscan al niño-Dios nacido en Belén, al Jesús re-nacido en el Jordán, para iniciar su tarea de hombre-Dios.

El texto nos pone ante un hecho histórico (Jesús bautizado por Juan), pero el evangelio no narra un puro hecho material, sino la experiencia básica de re-nacimiento de Jesús, renacido del agua, para iniciar su taras mesiánica que culmina en la pascua.

Entre el rito externo (bautismo en agua) y la experiencia personal (bautismo en el Espíritu de Dios, nacer del Padre del cielo) hay una diferencia (son niveles distintos), pero también una profunda unidad, que el mundo actual puede y debe recuperar, si quiere renacer como cristiana. Estos son algunos de sus signos:

1. Nacemos del cosmos, es decir, del agua… Sin agua pura, con viento, con tierra y con fuego…, sin estrellas de cielo y galaxias no podemos nacer… De la tierra con agua brotamos, de un modo especial del agua. Sin bautismo de agua (de mundo) no somos humanos.

2. Nacemos de verdad si nos “nacen” (nos hacen nacer) unos iniciadores, que empieza siendo la madre y el padre, y, en nuestro caso,de un modo especial el profeta-bautista, aquel que nos dice “nace de Dios” (como una iglesia que nos dice: “renace del Padre, del Hijo y del Espíritu). Así bautizan,nos inician otros, haciendo que nos introduzcamos en el misterio, pues nadie renace sólo de sí mismo.

3. Pero tampoco hay bautismo real si no queremos “ser bautizados”, si no nos ponemos en manos del agua de Dios, por medio del “bautista”, en este caso Juan. No nos bautizamos si no dejamos que Dios nos “inmerja” (nos introduzca en su vida), de forma que en su vda vivimos, crecemos, nos movemos y somos, como Jesús (naciendo, al mismo tiempo del agua/vida cósmica y de la palabra del Bautista).

4. Finalmente, no hay bautismo si ese renacer en y por Dios (como Jesús), por el Espíritu, no nos pone (como a él) al servicio de la Vida de Dios, que es la salud y salvación de todos, la fraternidad en justicia, en gesto de amor activo, de compromiso por la libertad, de entrega por la llegada del Reino.

Desde aquí se plantea en la actualidad, año 2018, un gran tema.

1. En los países de vieja cristiandad, la iglesia y las familias han bautizado sin más a los niños, con la promesa de que ellos “asumirán” (aceptarán, desarrollarán) el sentido de este rito místico/social, naciendo de maduros a la vida del Dios de Cristo, al servicio de la comunión humana.

26168029_913501258827067_9096438164609043330_n2. Pero esa promesa bautismal tiende a diluirse…, de manera que apenas podemos asegurar que la iglesia (en esta sociedad, con estas familias…) educará al niño en el misterio del bautismo (que es nacer a la vida desde Dios).Hasta hace poco, el tema de bautizar o no bautizar a los niños era un tema de teoría…Ahora han terminado las puras teorías, pues va aumentando el número de aquellos que no bautizan a sus hijos, y aumentará sin duda, si las cosas no cambian muchísimo.

3. Empezamos a vivir en un mundo que está perdiendo el sentido y deseo del bautismo, en una sociedad que en general no siente la necesidad y el don de nacer de Dios, de renacer a la vida del “espíritu” (y que no bautiza sin más a sus hijos). Por eso se plantea el gran tema (¡tema sin respuesta fácil!) de cómo la iglesia y las familias pueden comprometerse hoy a bautizar a los niños si no tenemos la certeza de que de mayores asumirán el misterio y tarea del bautismo.

4. Pues bien, en esa línea, lo que para algunos es una pérdida (una fatalidad. ¡muchas familias no bautizan a sus hijos!), puede convertirse en una bendición y tarea más alta . Está llegando la hora de recuperar el bautismo como “sacramento original”: El sacramento y misterio de renacer (=nacer más intensamente), desde Dios, en la línea de Jesús. Nos hallamos ante una humanidad (y una iglesia) por bautizar, en invitación y gesto libre (¡en experiencia suprema!) de renacer desde la vida de Dios, retomando así el camino de Jesús, que hoy “comienza” (simbólicamente) a iniciar su tarea bautisma.

5. Evidentemente, no puedo resolver el tema, hoy día del bautismo de Jesús… Pero sé bien que el bautismo cristiano no es un papel administrativo, ni es un número de estadística eclesial, sino un compromiso de nacer y vivir desde (y en) el Dios de Jesús. A partir de aquí quiero desarrollar algunos elementos del evangelio de este domingo, como verá quien siga.

Imagen 1: Icono del bautismo de Jesús (en el agua madre, con Dios que le alumbra desde el “cielo”, con Juan que le inicia, en un mundo de misterio, abierto a lo angélico, a la justicia y comunión de Vida (al Reino).
Imagen 2: Sencillo baptisterio medieval, de una humilde iglesia de pueblo (San Morales, Salamanca, mi parroquia). En una iglesia/edificio, el baptisterio es más importante que el retablo, más importante que el mismo altar). Buen domingo del bautismo a todos los amigos del blog.

Texto: Mc 1

En aquel tiempo, proclamaba Juan:
—«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
—Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

Y fue bautizado por Juan, en el Jordán

No se dice nada sobre el posible tiempo de su estancia junto al río, ni se indica si fue discípulo de Juan, ni si realizó él también, por un tiempo, una tarea de “bautista”, como socio e incluso como “competidor” de Juan (conforme a la noticia el cuarto evangelio: cf. Jn 3, 23-27; 4, 1).

Marcos pasa por alto (silencia u omite) esos aspectos, de tal forma que da la impresión de que Jesús sólo vino a ser bautizado. Vino él (como digo), pero no para quedarse, sino para “ser bautizado” por Juan, quien toma así la iniciativa. Jesús no vino para disponer y hacer, sino para que “hicieran” con él, es decir, para “dejarse hacer”, para que Juan le introdujera en el agua de la confesión de los pecados, en la línea de la esperanza israelita.

De lo que pasa con este bautismo no se dice aquí nada, como suponiendo que fue un rito preparatorio, que pertenece a la fase anterior de Jesús, antes de ser proclamado por Dios como Hijo suyo e investido del Espíritu Santo. En ese sentido podríamos decir que el bautismo por Juan pertenece a la prehistoria mesiánica de Jesús, de manera que no se distingue por eso de las muchedumbres que venían y se bautizaban con Juan.
En este bautismo no pasa nada que pueda ser reseñado, pues todo pertenece al mundo antiguo, con el agua de las purificaciones y del perdón de los pecados, una historia que no es todavía mesiánica (no es la historia del Hijo de Dios, que empezará después, cuando Jesús salga ya del agua). Así culmina la historia de Jesús según la carne, como diría Pablo (cf. Rom 1, 2-3; 2 Cor 5, 16).

Hasta aquí, Jesús ha sido un israelita que podía situarse en la línea de las profecías o promesas de David, un Jesús artesano, un penitente de Juan. Desde aquí comenzará su nueva etapa, como Hijo de Dios que se revela y actúa sobre el mundo, como destinatario y portador del bautismo en el Espíritu Santo.

Vio: Cielos rasgados, Espíritu santo

El bautismo de Juan pertenecía a un plano anterior, de confesión y perdón de los pecados, en un nivel quizá mesiánico, pero previo al bautismo en el Espíritu Santo que iniciará Jesús. Sólo después, una vez que él ha salido del agua, dejando ya de estar en manos del Bautista, empieza el tiempo nuevo de la revelación de Dios, vinculada a la bajada del Espíritu y a la voz de Dios.
Ésta es la experiencia de Jesús, la experiencia que la Iglesia ofrece a todos los cristianos, que pueden y deben descubrirse llenos del Espíritu Santo.

− Y pronto, saliendo del agua…

Del bautismo como tal Mateo, bajo el agua del Jordán, Mateo no dice nada, quizá porque se trata de un rito de conversión “para perdón de los pecados” (1, 4), y lo propio de Jesús ha de ponerse en otro plano… Ciertamente, desde un punto de vista histórico se puede y se debe analizar el sentido que para Jesús pudo tener la experiencia anterior del bautismo de Juan, vinculado a la conversión y confesión de los pecados. Pero a Mateo no le importa y, por eso, aunque lo cita, lo ha dejado a un lado, para hablar sólo de aquello que Jesús vio y escuchó tras salir del agua, esto es, tras el bautismo de Juan, recibiendo su “bautismo en el Espíritu Santo”. Leer más…

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Bautismo de Jesús.

Domingo, 7 de enero de 2018
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BAUTISMO DE JESUSDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La elocuencia del silencio

            Acabamos de celebrar la fiesta de la Epifanía, con Jesús niño de menos de dos años, y de repente lo vemos ya adulto, en el momento del bautismo. De los años intermedios, si prescindimos de la visita al templo que cuenta Lucas, no se dice nada.

     Este silencio resulta muy llamativo. Los evangelistas podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 kms de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evange­listas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.

            Para explicar este silencio se aduce habitualmente la humildad de Dios, capaz de pasar desapercibido tanto tiempo, sin llamar la atención, sin prisas por cambiar al mundo, a pesar de todo lo que tiene que decir. Esta interpretación es válida, y deberíamos sacar de ellas consecuencias personales que frenasen nuestras prisas y deseos de notoriedad. Pero quien viene del Antiguo Testamento percibe también otro motivo. Los grandes personajes que en él aparecen nunca son importantes en sí mismos, sino por lo que contribuyen al progreso de la historia de la salvación. De Abrahán, Moisés, Josué, Isaías, Jeremías, Ezequiel… nos faltan infinidad de datos biográficos. A veces conocemos detalles pequeños sobre su familia o infancia. Pero, en general, su biografía comienza con el momento de la vocación, cuando el personaje queda al servicio de los planes de Dios.

            En el caso de Jesús se aplica el mismo principio, para subrayar la importancia capital del bautismo como experiencia personal que transforma totalmente su vida. Todo lo anterior, aunque nos sorprenda, carece de interés. Es ahora, en el bautismo, cuando comienza la «buena noticia».

El bautismo de Jesús

            Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. El relato de Marcos, el más antiguo, cuenta el bautismo con muy pocas palabras. Y ni siquiera se centra en el bautismo, sino en lo que ocurre inmediatamente después de él.

            En aquel tiempo, proclamaba Juan:

            ̶  Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

            Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:

            ̶  Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.

            Marcos destaca dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

            La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Marcos quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento. En este sentido, es importante advertir que la vida pública de Jesús comienza con el testimonio de la voz del cielo («Tú eres mi hijo amado, mi predilecto») y se cierra con el testimonio del centurión junto a la cruz: «Realmente, este hombre era hijo de Dios» (Marcos 15,39).

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

Los tres testigos: el Espíritu, el agua y la sangre (2ª lectura)

            La idea de la salvación a través del sufrimiento la encontramos también en la segunda lectura. Hablando de Jesús, dice: «Es el que vino con agua y sangre: no sólo con agua, sino con agua y sangre.» Clara referencia al bautismo y a la muerte.

            Al mismo tiempo, la lectura ha sido elegida por la referencia al Espíritu, que da testimonio de Jesús.

Todo el que cree que Jesús es el Mesías, es hijo de Dios; y todo el que ama al Padre ama también al Hijo. Si amamos a Dios y cumplimos sus mandatos, es señal de que amamos a los hijos de Dios. Pues el amor de Dios consiste en cumplir sus mandatos, que no son gravosos. Todo el que es hijo de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. ¿Quién venció al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Es el que vino con agua y sangre: no sólo con agua, sino con agua y sangre. Y el Espíritu, que es la verdad, da testimonio. Tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres concuerdan. Si aceptamos el testimonio humano, más convincente es el testimonio de Dios.

Nuestro bautismo (1ª lectura)

            El bautismo de Jesús es un momento ideal para reflexionar sobre nuestro bautismo. Al parecer, eso es lo que pretendieron quienes eligieron la primera lectura. Demasiado larga para una misa (la mayoría de la gente no se enterará de nada), se presta sin embargo a una lectura tranquila en privado. Divido el texto en cuatro partes, con brevísimo comentario.

  1. Nos ayuda a vernos como personas con hambre y sed, que intentamos saciar con productos caros e inútiles, sin buscar el verdadero alimento.

¡Atención, sedientos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta?, ¿y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.

  1. El bautismo nos transmite las antiguas promesas y la alianza establecida por Dios con David. Nosotros somos el pueblo desconocido que corre hacia el Señor.

            Prestad oído, venid a mí, escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él le hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti: por el Señor, tu Dios; por el Santo de Israel, que te honra.

  1. Si no corremos hacia él, debemos convertirnos, cambiar de camino, buscarlo; él es rico en perdón y se dejará encontrar.

Buscad al Señor mientras se deje encontrar, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos ‑oráculo del Señor‑.

  1. Y esto, que puede parecer una ilusión imposible, se realizará porque la Palabra de Dios fecundará nuestra vida como la lluvia y la nieve hacen germinar la semilla.

Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.

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Domingo del Bautismo del Señor. 7 de enero, 2018

Domingo, 7 de enero de 2018
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bautismo

“Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán”.

(Mc 1, 7-11)

Estas Navidades parece que las fiestas nos han venido con el 2 x 1. El cuarto domingo de Adviento fue a la vez Noche Buena y ahora la Epifanía y el Bautismo se dan la mano.

El Niño que estaba ayer en pañales y recibía la visita de los Magos es hoy el que se pone a la fila de los pecadores como uno más. El Dios desconcertante. El Dios que aparece donde menos le iríamos a buscar (¡en un establo!) y se escapa de todos nuestros templos y palacios.

Ese es el Dios que nos muestra Jesús. El Dios que rompe nuestros esquemas. Nosotros querríamos que se manifestara con su fuerza. Le invocamos como Dios Omnipotente, Señor de los Ejércitos, pero él viene a que le bauticemos.

Se pone en la fila sin anticipos ni privilegios. Como uno más, como el más corriente. Sin escolta sin anunciar su llegada sin tratos especiales.

Pero, ¿no te das cuenta, Dios Omnipotente, Señor del Cielo y de la Tierra, que así no impresionas a nadie? Déjate asesorar por nosotros. Te falta “marketing”, te falta “puesta en escena”. Hay que cuidar la imagen y medir las palabras. También sería bueno que elijas mejor a las personas con las que te rodeas. Busca a personas influyentes. Rodéate de gente con buena imagen…

¡No hay quien pueda Contigo! Sigues tercamente empeñado en ir por tus caminos y hacer las cosas a tu manera. ¿Qué esconden la vulnerabilidad y la pobreza? ¿Por qué vienes a que te bauticemos en lugar de bautizarnos tú a nosotros? ¿Qué haces tú en la fila de los pecadores?

Así es nuestro Dios encarnado en Jesús. Viene a “necesitarnos”. Primero en la fragilidad de un recién nacido. Ahora como uno más que desea ser bautizado. Vienes a necesitarnos, nosotros querríamos que vinieras a solucionarnos la vida.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a descubrirte allí donde tú quieras manifestarte. En la cola del autobús, entre quienes cruzan la calle o jugando con los niños del parque. Que como Juan Bautista sepamos reconocerte allí donde hayas querido manifestarte.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús nace del agua y del Espíritu.

Domingo, 7 de enero de 2018
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bautismo-jesusMc 1, 6-11

Estamos en el primer domingo del “tiempo ordinario”, pero no se trata de un cambio radical en la liturgia. Celebramos hoy una de las tres manifestaciones de Jesús que estuvieron durante los primeros siglos integradas en la fiesta de la Epifanía. Las dos lecturas nos preparan para entender el evangelio. Para Mc, este es el comienzo. El relato  es la clave para comprender todo su evangelio. No podemos dudar de la historicidad del hecho. Lo narran los tres sinópticos, y Jn más contundente, lo da por supuesto.

El bautismo de Jesús es el primer dato que se puede constatar históricamente por fuentes extra bíblicas. Es un relato que ningún cristiano se hubiera atrevido a inventar, porque compromete el altísimo concepto que tuvieron de su maestro. Si no hubieran creído en su importancia, seguramente se les hubiera olvidado. De ahí también la necesidad de dejar claras, en todos los relatos, las diferencias entre Jesús y Juan.

El mensaje teológico que se quiere trasmitir con el relato del bautismo de Jesús es de los más importantes de todo el NT. No fue un acto de humildad ni una comedia ante los demás, sino una actitud de búsqueda de su identidad. Resume toda su vida. Para aceptar este punto de vista, tenemos que admitir que fue verdadero hombre. Esto no es tan fácil, a pesar de que un concilio lo definió como dogma de fe. Un hombre al que le hicieron tantas “judiadas” y murió como murió, tiene que obligarnos a aceptar que fue hombre.

Los humanos no podemos aceptar racionalmente que una realidad sea a la vez, dos cosas contradictorias entre sí. Desde nuestra racionalidad, no podemos pensar en un ser que es a la vez hombre y Dios, porque tenemos una idea equivocada de lo que es Dios. Como no podemos pensar en una bola de billar que sea a la vez, blanca y negra. El listo de turno nos puede decir que podemos poner la mitad de pigmento blanco y la mitad negro; pero entonces resultaría una bola gris… Esto es lo que hemos hecho con Jesús.

A través de la historia del cristianismo, nos hemos visto “obligados” a pensar a Jesús como hombre, olvidándonos de lo divino o pensarlo como Dios, olvidándonos de lo humano. En una palabra, parece que no podemos hacer cristología sin caer en la herejía. Lo mismo que no podemos hacer teología sin hacernos un ídolo. Tenemos dos salidas: a) repetir las formulaciones, aceptándolas sin entender ni palabra. b) aparcar la razón y buscar la vivencia para superara la contradicción: Lo divino y lo humano ni se mezclan ni se excluyen. En Jesús está la plenitud de la humanidad y la plenitud de la divinidad.

Si aceptamos que Jesús es un ser humano, tendremos que admitir una trayectoria humana como la de cualquier hombre. No fue un extraterrestre, sino que tuvo que desarrollarse hasta alcanzar su plenitud. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que sería para Jesús descubrir a Juan Bautista. Hacia cientos de años que no aparecían profetas en Israel; es natural que se sintiera atraído por esta figura y que intentara aprender de él. El hecho de que se bautizara, nos lleva mucho más allá de un encuentro fortuito. Jesús aceptó la predicación de Juan y se comprome­tió con ella.

Lo importante no es que narren lo que pasó, sino el cómo nos lo dicen para que descubramos el sentido espiritual del relato. La liturgia de hoy lo pone bien de manifiesto. Las tres lecturas nos hablan del Espíritu. El evangelio, para hablar del Espíritu, tiene que emplear una imagen sensible, como una paloma. No significa que vio una paloma que bajaba sobre él como normalmente se entiende y reflejan pinturas que representan la escena. Oseas 8,1, dice: Como un águila cae el mal sobre la casa de Israel… Quiere decir que el Espíritu cayó sobre Jesús como un ave se lanza “en picado” desde lo alto. En el principio de la Biblia se dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas.

El Espíritu transforma interiormente a Jesús, y le capacita para llevar a cabo la difícil tarea que le esperaba. En el AT se ungía al rey para que el Espíritu lo capacitara para su misión.  Nos están hablando del nuevo nacimiento “del agua y del Espíritu”. Lo que Jesús pide más tarde a Nicodemo lo vivió primero él mismo. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. No se puede concebir a Jesús sin el Espíritu… Porque nacer de la carne es menos importante que nacer del Espíritu, lo que estamos celebrando hoy es más importante que lo que acabamos de celebrar en Navidad.

No debemos caer en la tentación de pensar en fenómenos aparatosos. La manera de narrar el hecho puede ser una trampa. Ni Espíritu visible, ni voz audible, ni cielo rasgado. Todos estos fenómenos no son más que imágenes para comunicarnos verdades teológicas que nos lleven a la comprensión de Jesús. El Espíritu actúa siempre de la misma manera, silenciosamente, desde dentro, sin ruidos, sin aspavientos, sin violentar la naturaleza porque actúa siempre de acuerdo con ella. “No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha humeante no la apagará”. (Isaías).

Aunque no tenemos datos suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación que desbordó todo lo conocido. Se atreve a llamarle “Abba” (papá); cosa inusitada en su época. Hace su voluntad: Le escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experien­cia de Dios. El único objetivo de su misión fue que nosotros lleguemos a esa misma experiencia. Toda esa relación de Jesús con Dios era con un Dios que es Espíritu. En el diálogo con la Samaritana lo dejó claro. Dios es Espíritu…

Tú eres mi Hijo amado. La experiencia de ser amado, es la base del verdadero amor. La comunicación de Jesús con su “Abba” fue a través de su ser profundo. Solo a través de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lc, dice expresamente: “y mientras oraba…” El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de hombre. Dios como creador está en la base de todo ser, constituyéndolo en ser. Yo soy yo, porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está dando Él. Mi verdadero ser, es el mismo ser de Dios. Una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones.

El cielo rasgado, recuerda unas palabras de Is: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”. El cielo se había cerrado. Hacía siglos que no había aparecido un profeta; ahora se abre. La comunicación entre el cielo y la tierra queda abierta para siempre por medio de este ser humano que se siente identificado con Dios. Mc nos está trasmitiendo el descubrimiento de la vocación de Jesús y su conciencia de enviado del Padre.

Pedro nos ofrece el modelo: Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él. Dios también está contigo, solo falta que tú respondas como respondió él. La más importante tarea de tu vida es desplegar tus posibilidades de ser. Si despliegas solamente tus posibilidades biológicas, habrás desarrollado solo una parte de ti. Eres también Espíritu y si quieres alcanzar tu plenitud, tienes que desplegar el Espíritu.

Meditación

El Espíritu (Dios) no tiene que venir de ninguna parte.
Ya estaba en él desde siempre,
Como está en cada uno de nosotros.
Descubrir esa presencia es nacer del Espíritu.
Lo que nació de la carne, seguirá siendo carne,
Pero una vez nacido del Espíritu, la carne significará muy poco.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Hijos queridos.

Domingo, 7 de enero de 2018
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3edadesEl límite de amar es amar sin medida (San Bernardo)

7 de enero.  Bautismo del Señor

Mc 1, 7-11

Tú eres mi hijo querido, mi predilecto

Uno de los personajes de la obra del Conde Lev Nikoláievich Tolstoi (1828-1910) -un estudiante-, le agradece cuanto ha hecho con ellos: “¿Quién, si no usted, nos ha enseñado, a ver la injusticia del reparto de todos los bienes humanos? Sólo usted con sus libros, ha emancipado nuestros corazones de un Estado, de una Iglesia y de un gobernante que protege la iniquidad que se comete contra los hombres, en lugar de amparar a la humanidad. Usted, y sólo usted, nos ha movido a dedicar toda nuestra vida a que ese falso orden sea definitivamente destruido”. Enseñanzas que todos los hijos queridos del Espíritu esperan recibir de él.

Gustav Klimt (1862-1918) nos muestra en una de sus geniales obras: Las tres edades de la mujer, en óleo sobre lienzo (Galleria Nationale d’Arte Moderna, Roma), el valor y transcendencia del amor a los hijosCristophe André, nos hace este análisis de la obra del pintor simbolista austríaco en su libro El arte de la felicidad“Observen el dedo meñique del niño, un poco separado como para captar mejor la dulzura tibia de la piel materna. La cabeza encajada en el hombro, para formar mejor un cuerpo con su madre. Obsérvese cómo la madre protege. Seguro que no le resulta demasiado cómoda, pero de ese modo ofrece una protección a su hijo, al que estrecha con un brazo grácil. Le alimenta de amor, corazón contra corazón, y también le transmite algo más, cabeza contra cabeza: ese niño es su pasado y su futuro.

Su pasado y su futuro para ella y para nosotros, garantizado por la generosa acogida que, en este caso hace el Padre, de todos sus queridos hijos, recordando las palabras de Mateo en 25, 34 con las que el Rey nos invita a heredar el reino que nos tiene preparado desde la fundación del mundo. Un “Venid benditos de mi Padre” al que el cineasta italiano Franco Zeffirelli puso música en su Película Jesús de Nazareth.

Heredad suficiente para colmar todas nuestras pretensiones, como nos pone de manifiesto el poeta y derviche sufí místico turco Yunus Emre (1240-1320) en el poema que este domingo ponemos como texto. Un paraíso, unos palacios y jardines para gozar del amor en esta vida y en la otra. En ellos, como dijo San Bernardo (1090-1153) fundador del Císter: El límite de amar es amar sin medida”. Otro místico, que soñaba con el amor y la entrega a los demás. Ya en el lecho de muerte, pronunció este memorable testimonio de donación a los demás: “Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca”

Todo lo cual nos lleva a la vivificante conclusión de que el “Tu eres mi hijo querido, mi predilecto” del evangelio de este domingo, también es para nosotros. Y lo es, porque como cantaba La Coral Divertimento de Hoyo de Manzanares el pasado 16 de diciembre en nuestra iglesia de Parquelagos entonando un clásico villancico alemán, Stille Nacht, es un lucero que con su resplandor nos hace ser como Jesús, hijos de Dios: Noche de paz, / noche de amor. / Todo duerme en derredor; / sobre el santo niño Jesús. / Una estrella esparce su luz, / brilla sobre el Rey”.

En el Evangelio de Juan (1, 1-14) podemos disfrutar de la mejor definición de la expresión “Hijos queridos”, con la que hemos titulado nuestra colaboración de esta semana. El visionario de Patmos identifica nuestra filiación divina con la Palabra, que existía desde el principio, que era Dios y que nos hace dioses.

 TÚ ERES TODO LO QUE NECESITO

Tu amor me sacó de mí. Tú eres todo lo que necesito.
Ardiendo estoy día y noche. Tú eres todo lo que necesito.
Ni me contentan las riquezas, ni me asusta la pobreza.
Me basta con tu amor. Tú eres todo lo que necesito.

Tu amor disipa otros amores; los sumerge
en el mar del amor. Tú eres todo lo que necesito.
Tu presencia todo lo llena.
Tú eres todo lo que necesito.
He de beber el vino de tu amor, amarte como loco en el dolor.
Tú eres mi preocupación. Tú eres todo lo que necesito.
Eso que llaman paraíso, unos palacios, unos jardines,
a quien los quiera, dáselos. Tú eres todo lo que necesito.

Aunque tengas que matarme y dar al viento mis cenizas,
mi tierra seguirá diciendo: Tú eres todo lo que necesito.
Yunus, Yunus es mi nombre. Mi amor crece cada día.
En este mundo y en el otro, Tú eres todo lo que necesito.

Yunus Emre

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Nada especial, nada extraordinario: el equilibrio de Jesús.

Domingo, 7 de enero de 2018
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10_Bautismo_B7 Enero, Bautismo del Señor: Mt 3,13-17

¿Qué es lo que la Tierra tenía que no estaba presente en los otros planetas? Nada especial: sólo el tamaño apropiado para permitir el equilibrio gravitacional y electromagnético. Nada extraordinario: simplemente una posición con respecto al Sol. Estas determinaciones de la materia permitieron al sistema solar evolucionar hacia la creatividad de la Tierra. Si esta cantidad particular de material estelar no se hubiera concentrado en dicha medida y lugar, probablemente el sistema solar habría continuado siendo un lugar sin vida a lo largo de sus miles de millones de años de existencia. Pero ese equilibrio y esas posibilidades emergieron,  y la Tierra se convirtió en una franja evolucionada del sistema solar. (Extracto T. Berry)

Pensaréis que me he equivocado de trabajo, pero no. Estoy tan fascinada ante el significado del Bautismo de Jesús, según lo he ido comprendiendo a lo largo de mi vida de fe, como lo estoy ante la maravilla de la formación de la Tierra.

Entiendo que la formación de la Tierra es posible por filigranas de equilibrio, y así entiendo la experiencia vital de Jesús en su Bautismo. Jesús logra el equilibrio entre lo que siente y piensa con lo que recibe y acoge en su interior “Hijo amado, complacencia del Padre”.

Su experiencia religiosa es tan potente que transforma el modo de entender y vivir a Dios para siempre. Jesús, frente a una religiosidad entendida como “cumplimiento”, con su experiencia, consigue establecer una línea de comunicación (cielo abierto) directa de la persona creyente con Dios, sin necesidad de la mediación de los “asignados” y sin necesidad de ofrecer “sacrificios” para comprar el favor de Dios.

Jesús devuelve el equilibrio al ser humano, liberándolo, con la autoridad que le otorga   su experiencia, de cargas que lo desequilibraban por injustas e inhumanas: sentido del pecado, de la enfermedad, del sacrificio, de la limosna, de las leyes de pureza e impureza…

Jesús encuentra en el interior de su experiencia la autoridad para devolver el equilibrio a la sociedad y religión que consideraba (y sigue considerando) a la mujer inferior. Este desequilibrio provoca que no se utilicen para el bien común y el bien eclesial, más de la mitad de las inteligencias y creatividad de la humanidad. Este hecho, tan obviado, provoca un desequilibrio en multitud de mujeres llamadas y ungidas para la misión de Jesús, con plenos derechos a tomar decisiones, a compartir responsabilidades y tareas. Igualmente a nivel social, en muchas culturas sigue siendo tan ninguneada que parece increíble. Nuestra religión no se libra ni un ápice. De ahí la “desertización” general.

Como consecuencia se da un desequilibrio en las decisiones que se toman porque falta la mitad de todo. El dominio de lo masculino convierte las cosas de por sí en desequilibradas, porque la ausencia de lo femenino en su justa medida, causa que a muchos niveles nos estemos “cargando la vida” en sus múltiples facetas.

Jesús al saberse y sentirse amado infinitamente por un Dios que le llama “Hijo amado” descubre en sí y para todos nosotros el eje de su equilibrio emocional y mental. El amor que experimenta en esa experiencia de su Bautismo se transforma en llamada vocacional, en investidura para una misión universal y liberadora.

Cesa el tiempo de la espera, se abre el cielo, se escucha la voz. Y el varón equilibrado por el Amor que experimenta en su interior, empieza a transformar las mentes desequilibradas por falsas religiosidades que producen temor y sumisión.

Jesús acoge la filiación que se le revela a través de la voz amorosa del Padre, y también de igual manera acoge el Espíritu que le da la fuerza para la tarea, la gran tarea del Reino: equilibrio puro entre diálogo con Dios y acción como consecuencia de ese encuentro que purifica el ego, desintoxica la mente de espejismos de seguridad y éxito para preparar a la persona, día a día, a que continúe la labor de crear equilibrio para seguir la evolución de una humanidad, sueño de Dios.

La pregunta para nosotros y nosotras creyentes podría ser ¿acojo el equilibrio que por Bautismo recibo como capacidad de encuentro con Dios y con ese amor, ir creando equilibrio, que sería otra manera de decir Reino?

Nada especial, nada extraordinario. Simplemente si estamos en el lugar adecuado, y utilizamos la medida idónea emergerá una Vida nueva, la de Dios en nosotros.

¿Cuál es el lugar? ¿Cuál la medida? he ahí el reto, sólo los que se sumergen en las aguas aparentemente de perdón, salen empoderados de Espíritu y filiación. Y van descubriendo el lugar, y también la medida para que la Vida viva.

Jesús recrea la historia a partir de una experiencia y un proceso asumido de evolución hacia devolverle a la humanidad su equilibrio perdido. Esa es nuestra tarea, esa es la fuerza que nos impulsa. Sé por experiencia que frenarla, reprimirla es mucho más difícil que dejar que trabaje en nosotras. Eso sí, de tan sencillo se nos escapa.

Si en esa fracción de segundo en el que todo coincidió para que la energía formara la materia, no hubiese estado todo atento y a punto, la vida según la conocemos no existiría. Tal vez sea esa la tarea, estar atentos y disponibles en la fracción de segundo que para muchos una vez en la vida el Espíritu de Dios nos cubre con su sombra.

Magdalena Bennásar Oliver

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Fuente Fe Adulta

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