“Lectura para el verano”, por Gabriel Mª Otalora
| Gabriel Mª Otalora
El tiempo es un valor que nos iguala veinticuatro horas cada día durante todo el año. Da igual ser ministro que atleta o jubilada… Esto vale también para nuestro tiempo libre, en el que la lectura placentera ocupa todavía un lugar de importancia. Y eso que nuestra sociedad tremendamente frenética no ayuda a estarse quieto un buen rato con un libro entre las manos. En este contexto, el tiempo libre por excelencia lo marca el verano en el marco incomparable de las vacaciones como escenario perfecto para reposar lecturas que durante el resto del año han tenido que esperar.
La lectura nos proporciona viajar a otros espacios y otras épocas para explorar nuevas experiencias sin necesidad de invertir tiempo en desplazamientos. Hay libros que nos han hecho volar lejos, viajar a través de lugares inimaginables, escapar de nuestro mal momento con experiencias que calan hondo. Leer nos activa las endorfinas del ejercicio intelectual que tonifican nuestro interior. Ya lo dijo Joseph Adisson en el siglo XVII: la lectura es para la mente lo que el ejercicio es para el cuerpo. Es una gran verdad: con los buenos libros se pueden vivir experiencias plenas, aprender, moldear nuestros sentimientos mientras disfrutamos, con la inteligencia a pleno rendimiento como lo demuestra la ciencia:
En esta primera reflexión veraniega me voy a permitir recomendar un libro de algo que andamos escasos en nuestras relaciones humanas: la escucha, a pesar de que es una herramienta básica para una sana convivencia, el enriquecimiento amistoso así como para el diálogo fecundo en la vida espiritual, con uno mismo, con el prójimo y con Dios. Los cristianos, en particular, deberíamos saber más de la escucha, que por algo es uno de los fundamentos de la oración, comenzando por la escucha para acoger la Palabra.
El libro que recomiendo es Escuchar para ser, de Franz Jalics, y presentado por Pablo d´Ors con una reflexión también muy interesante; editado por Siruela, 2022. Existen muchos libros que reflexionan sobre la escucha, pero este es especial. La apertura al otro y al Otro, la escucha desinteresada, incluso buscando que el otro se sienta acogido en la escucha, amado, pero no de forma posesiva. Aquí se nos recuerda que escuchar adecuadamente puede ser un servicio mucho más valioso que hablar teniendo muy presente -escribe Jalics- que, incluso en el campo de la fe, el anuncio no consiste tanto en “transmitir” o “convencer” cuanto en compartir… Resalta que oración y escucha forman una unidad y se sustentan la una a la otra como ayuda a una profunda transformación interior que nos lleve a relaciones humanas más auténticas.
Lo cierto es que este libro interesa desde el primer capítulo titulado “Convertirse al prójimo”. Jalics nos va llevando a través de 200 páginas por sus enseñanzas como escuchador, a caballo entre un ensayo espiritual y un cuaderno de experiencias que no defraudarán a los lectores. Y lo hace sabiamente desde la humildad y su enorme bagaje, con sencillez como lo contrario a la simpleza, corrigiendo lo que pueda entorpecer el verdadero diálogo en la escucha. Y nos advierte: aunque sepamos qué le preocupa a la persona que tenemos enfrente no descartemos que necesite ser escuchada.
Si leer activa todas las zonas del cerebro, nos hace más cultos, más reflexivos y sobre todo más humanos gracias al incesante diálogo de quien lee con el autor o ensayista de turno, qué no decir de los libros de espiritualidad como este, cuando el interlocutor predispone a un diálogo profundo y enriquecedor con uno mismo y con Dios, que nos espera también tras las páginas de un buen libro pensando en quienes necesitan de nuestra buena escucha. Y yo acabo de proponer uno.
¡¡Feliz diálogo espiritual veraniego!!
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