El cura de Miajadas, la bendición y Pentecostés
Del blog de José Moreno, Cree en la Universidad:
A vino nuevo , odres nuevos… con Enrique , pastor
Cuando estudiaba teología me llamó la atención y me creó cierto interrogante el caso concreto en la historia del sacramento del perdón. Cuando comenzó la confesión particular individual fue condenada canónicamente porque rompía la doctrina del sacramento. Pasado el tiempo, siendo desobedecida por los monasterios, principio de ese mal, se institucionalizó y se hizo normativa para todos, siendo condenado lo contrario. No quiero ser exagerado, pero el Espíritu tiene unas cosas que solo él las entiende y todos los de buen corazón que se dejan conducir por él queriendo ser fieles a la Iglesia que aman y por la que dan la vida realmente, sin guardarse nada para ellos. Un abrazo fuerte Enrique, yo sé que tú no levantas banderas, sólo amas la vida y el evangelio que es del pueblo y para el pueblo, el evangelio que cura, sana, libera y salva. He gozado con el texto de Maria Soledad, esa joven de Campolugar, no hay nada mejor que escuchar la vida en la voz de lo jóvenes maduros.
| José Moreno Losada
Al hilo de Pentecostés
Juan 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos».
¿Iglesia del miedo?
La iglesia, como pueblo de Dios llena de gracia y de verdad, hoy se viste de fiesta porque está celebrando su nacimiento. Ella hunde sus raíces en el acontecimiento de Pentecostés cuando el Padre, por su Hijo, envía al Espíritu de la verdad y la vida a la humanidad. Los apóstoles reciben la fuerza del espíritu en un contexto de debilidad y de miedo. Las puertas cerradas, en medio del mundo, por temor. Y es en medio de ese mundo y esa debilidad cuando se abren las puertas y las ventanas por la fuerza del Espíritu, y lo que era realidad encerrada y asustada se convierte en iglesia en salida, apostólica, misionera. Hoy sigue siendo así. Cuando sentimos el miedo es porque nos centramos en nosotros mismos, nos autorreferenciamos, y nos da miedo la realidad. Nuestra debilidad y los sufrimientos del mundo nos alarman y buscamos seguridad y conservación. Pero eso es dificultad para anunciar el evangelio, para llevar la buena noticia al mundo, e impide nuestra propia realización como creyentes, apaga nuestra creatividad, no se abre al Espíritu. Celebrar Pentecostés es creer que “otra iglesia es posible”, que hemos de superar nuestros miedos para construir y ser la Iglesia de la confianza, la que se arriesga en la misión y en el ejercicio de la misericordia. La que se descubre como levadura en medio de la masa y lleva la alegría del evangelio.
LO QUE HAY DETRÁS DEL CURA DE MI PUEBLO
El próximo domingo vamos a celebrar Pentecostés y me encuentro preparando esta reflexión para la misma fiesta del año que viene. Lo hago en un momento en el que nos invadido con la noticia de un sacerdote en Miajadas, Enrique, que ha bendecido en la Iglesia de Belén en su pueblo, con público asistente, a una pareja de hombres tras haber celebrado previamente su compromiso civil de pareja con el juez de paz. Conozco a este sacerdote hace muchos años, él lleva más de cincuenta en el ministerio, siempre ejercido en esas comunidades cristianas de Miajadas y alrededores, es un auténtico cura de pueblo que ha desarrollado su ministerio con pasión y dedicación total, muy iluminador su papel de consiliario en el movimiento rural cristiano.
Tengo que reconocer que admiro su ser evangelizador y que creo que el gesto con el que se escandalizan las gentes y se le llama la atención institucional, es evangelizador, realmente verdadero y con sentido, es decir, que lo comparto. Estoy convencido que no estaba en el ánimo romper nada ni llamar la atención, sino más bien tratar evangélicamente una relación seria, sana y bondadosa tocada de amor en medio del pueblo como muchas otras. Pero lo que quiero expresar, con tal motivo, es como el Espíritu se mueve en el corazón de un cura amando a su pueblo, y para eso me sirvo de un escrito que encuentro en Facebook, como respuesta a esta sesgada algarabía informativa, de una mujer joven de ese pueblo que trabaja en Madrid y que expresa la verdad de ese ministerio del sacerdote con la objetividad de lo vivido:
“En los últimos días, el cura de mi pueblo, como a él le gusta ser llamado, por la cercanía que ello muestra a los vecinos, Enrique Gómez, invade los medios. ¡La noticia estalla tras la bendición de una pareja…y ya está! Simplemente eso…
Entiendo que todos tenemos que trabajar, incluso los periodistas, pero no todo vale y mucho menos cuando el primer principio del periodismo ético son verdad y precisión. Aun así, no pasa nada, pues, aunque no era este el motivo por el que los medios de comunicación deberían haberse interesado en él, aprovechemos este aluvión mediático para definirle.
Enrique es ese tipo de cura de pueblo que pone en valor la verdadera iglesia. Desde joven está vinculado activamente en asociaciones de mujeres, amas de casa, pastoral de la salud, residencia de mayores, escuelas, catequesis, asociaciones de tiempo libre, campamentos… Es también cura para los ateos, no importa, hay muchas maneras de hacer iglesia; los jóvenes con problemas de adicción, que nunca se imaginaron encontrar en él un amigo; los estudiantes rurales, por los que tanto ha luchado para que tengan las mismas oportunidades de los de ciudad; los agricultores que cuentan con él para defender los derechos del campo…
Enrique, es también, cura de los pobres, no solo en sus pueblos, ayudándolos de manera muy personal y a través de asociaciones como Cáritas, sino que es ese tipo de cura que cada año cruza el Atlántico, hacia El Salvador, para mantener y crear nuevos proyectos de becas y emprendimiento que ahuyenten a los jóvenes salvadoreños de las, tan temidas, maras.
Gracias a personas como él la Iglesia tiene un sentido especial. Muchos de ustedes, al leer estas líneas pensarán que es su trabajo, pero no nos equivoquemos, nadie en este mundo capitalista que vivimos haría tantos trabajos, tan diferentes, sin descansar ni un solo día a la semana, ni al año, sin remuneraciones laborales. Yo soy simplemente una joven de 35 años, que ha terminado viviendo en Madrid, y trabajado en el Barrio Salamanca, no tan practicante como debería, que gracias a él mi vida sigue enraizada al mundo rural, a la Iglesia, y que aprendió a través de Enrique quien fue Jesús y donde encontrarlo en el día a día. A todos aquellos que solo tienen “cáscara” y a los que de verdad os interesa la información indagad en su vida, descubriréis la manera que tienen personas como él, de hacer más bonito este mundo.”
Lo leo y me emociono, porque he compartido procesos y tareas con este hermano, y me encanta como lo dibuja con sencillez esta joven creyente de su pueblo que sabe de raíces y de tierra, porque él le ha acompañado y querido en su proceso vital. Doy testimonio de que todo esto es verdad, porque el Espíritu de Dios lo habita y actúa con libertad dentro de Enrique.
Ahora es el tiempo de la comunidad en libertad, el tiempo del laicado, de los jóvenes
Somos la Iglesia del Espíritu Santo, del Espíritu de Cristo Resucitado. Ahora es el momento de acabar con todos los miedos y los temores para vivir eternamente desde la confianza. la Iglesia está llamada a abrir todas sus puertas y ventanas para que el Espíritu que ha recibido, se haga extensivo para todo el mundo y toda la creación. Este es el trabajo del laicado, de todos los bautizados, que tocados por el Espíritu, disciernen lo que el Padre quiere de este mundo y se meten en él como levadura, como sal, como grano de mostaza, como grano de trigo para ser «Iglesia en misión, en salida, compasiva, generosa, de perdón y sanación, de fuerza para los débiles y denuncia para los injustos y los inmisericordes», para llamarlos a la conversión de corazón. Y de un modo especial están llamados a ser portadores de este espíritu los cristianos más jóvenes, llenos de vida e ilusiones, ellos se merecen la autenticidad del evangelio y el reconocimiento de su importancia para llevar el evangelio. Jesús eligió a jóvenes y los llenó de protagonismo, confió en ellos, puso en sus manos el anuncio del Reino y los envió al mundo, para que superando todo miedo llevaran el amor y la misericordia. No podemos renovarnos como Iglesia apostólica en medio del mundo sin el laicado, sin el pueblo de Dios en corresponsabilidad, y especialmente hemos de priorizar el lugar de los jóvenes en el deseo de una Iglesia en salida. En sus manos está el presente y el futuro del mundo y la humanidad, sin ellos no habrá esperanza y el Reino no podrá avanzar. Dios cuenta con ellos y a ellos quiere enviar su Espíritu. La iglesia tiene como obligación central escuchar y abrirse al Espíritu hoy.
Los retos del Espíritu a la Iglesia hoy
Los retos a los que le empuja el Espíritu a la Iglesia actual siguen siendo los de aquel Pentecostés primero:
– Abrirse a las sugerencias del Espíritu para tener un lenguaje nuevo, una lengua de luz y de verdad, de libertad y de justicia, de coherencia y entrega radical, que toque a los jóvenes y cuente con ellos.
– Llegar al hombre de hoy y hablarle en su propio idioma, en su dolor y angustia, en su pobreza y cansancio, en su desnortamiento y agobio, para más allá de las diferencias y las divisiones implantadas, llegar a entender a todos y a ser entendida en su mensaje de amor y gracia.
– Le toca abrirse, como nunca, al lenguaje del ecumenismo y del diálogo, en la verdadera libertad y en el deseo del encuentro de lo más humano y lo más digno. Ahora no estamos para distinguirnos, sino para salvarnos; para salvarnos todos los cristianos en Cristo y todas las religiones en el amor. Nos toca amar sin fronteras y sin límites porque es lo propio de nuestro Espíritu.
– La Iglesia, en su interior, hoy como nunca, se siente impelida por el Espíritu para vivir la diversidad de dones, ministerios y funciones atendiendo al bien común, sabiendo que es un mismo Dios el que obra todo en todos. Sólo así será una Iglesia creíble. Para esto hemos de unirnos y organizarnos como bautizados para llegar a todos los ambientes del mundo, la acción católica, en todos sus movimientos, es un signo concreto del Espíritu para la misión.
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